sábado, 1 de junio de 2013

Archeron - Cap: 43


Levantándose, fue hacia la puerta y la abrió para encontrarse al señor Gótico todo engalanado con una chaqueta larga de cuero estilo pirata, pantalones negros y un par de botas negras con cráneos verdes de neón pintados en ellas. Su pelo estaba húmedo como si se hubiera bañado recientemente y olía a fresas. Además todavía llevaba aquellas gafas de sol oscuras.
—Pasa —invitó, retrocediendo para dejarle entrar.
Agachó la cabeza para no golpearse con el dintel de la puerta y se dirigió al sillón donde dejó caer su mochila en el suelo y luego se quitó la chaqueta. La puso sobre la mochila y conservó los guantes negros sin dedos en las manos.

Ella miró con el ceño fruncido el tatuaje en su muscu/loso bíceps que asomaba por debajo de su camiseta negra.
—Pensé que estaba en tu antebrazo.
Él echó un vistazo al tatuaje y se encogió de hombros.
—¿No deberíamos comenzar?
Antes de que ella pudiera cerrar la puerta, el teléfono móvil de él sonó.
Soltó un desganado suspiro antes de abrirlo.
—Aquí Nick. Dime.
Se marchó para abrirle la cerveza y se la dio mientras él escuchaba.
La brindó una sonrisa agradecida mientras cogía la cerveza.
—Uf, no. Sería realmente imprudente. Confía en mí, ella no tiene sentido del humor respecto a nada que sea macho... Bien veré lo que puedo hacer. —Colgó y marcó el teléfono al mismo tiempo que le daba un trago a la cerveza.
—Enseguida estoy contigo —la aseguró, luego se puso a hablar con alguien en el teléfono—. Oye, Urian, te necesito para echarle un ojo a Zoe en Seattle. Está a un paso de ponerse a las malas con Ravyn el cual amenaza con degollarla... No, no voy a poder subir allá durante unos días. —Tomó otro trago—. Gracias. —Colgó y se puso el teléfono en el bolsillo de atrás.
Miley le miró con ceño.
—¿Y qué es exactamente lo que haces?
—Soy domador.
—¿Un domador? —preguntó, divertida ante el mero pensamiento de él a caballo con un sombrero vaquero negro adornado con cráneos—. ¿Como un vaquero?
Él soltó una carcajada.
—Sí, sólo me peleo con gente con actitudes viles. Te gustarían ellos. La mayoría son unos auténticos imb/éciles.
—Ah, una genuina reunión de mentes entonces.
—Algo así. —Su teléfono sonó de nuevo. Gruñendo, lo sacó y miró el número antes de abrirlo—. No... No tienes que pedirlo, sé lo que quieres. La respuesta es no. Mie/rda, no, puesto que esto viene de Dominic. —Colgó y luego marcó otro número—. Oye, Alexion. Voy a desviarte algunas llamadas durante la siguiente hora más o menos. No estoy de humor para ocuparme de ellas ahora mismo. —Cerró el teléfono otra vez, luego lo dejó caer en el bolsillo de su chaqueta en el suelo.

Pasándose una mano terriblemente grande por su pelo negro y rojo, se sentó en el sillón y alzó la vista hacia ella.
—Estoy listo cuando tú lo estés.
—¿Estás seguro? Pareces un poquito tenso y no quiero hacer ningún movimiento repentino por si has tomado un montón de cafeína o algo así.
Una esquina de la boca de él se curvó hacia arriba en una encantadora media sonrisa.
—Estoy bien.
Miley fue a la mesa de centro y recogió el diario para así poder dárselo.
—¿Cuál es la mejor manera de hacerlo?
Él tomó el diario y con cuidado lo abrió antes de colocarlo en equilibrio sobre el muslo.
—¿Cuánto del antiguo, antiguo griego sabes?
—A nivel muy fluido.
Le habló otra vez y ella lo reconoció como griego, pero no tenía ni idea de lo que estaba diciendo. Era un hermoso galimatías.
Ella frunció el ceño.
—¿Es el mismo dialecto que el del diario?
—No... —dijo él en inglés antes de cambiar de vuelta al griego—: ¿Puedes entender lo que te digo ahora?
—Ese griego lo entendí totalmente.
—Bien —dijo en inglés—. Eres buena con la lengua dela Edadde Hierro. Esto ayudará.
Miley se cruzó de brazos mientras trataba de asimilar el período de tiempo que el diario cubría.
—Entonces el diario es dela Edadde Bronce.
Él se frotó con el pulgar la ceja.
—¿Qué te dijo tu datación?
Sus mejillas se encendieron cuando se vio obligada a admitir el hecho de él la había calado correctamente en Nashville. El troll.
—Básicamente no fue concluyente.
—Ya me lo imagino —masculló él, entonces más alto dijo—: Prepárate. El diario es dela Edadde Piedra. Del período mesolítico para ser preciso.
Miley farfulló incrédula. No había forma de que fuera tan viejo. Ni siquiera ligeramente posible.
—Te estás quedando conmigo.
Él negó con la cabeza despacio.
Miley lo contempló.
—No. Te equivocas. Completa y absolutamente. Sencillamente no es posible. ¿Entiendes lo que estás diciendo?
—Lo entiendo totalmente.
De todos modos se negó a creerlo.
—En aquel entonces no tenían libros. No estaban civilizados. No tenían la escritura... ¡No tenían ni siquiera casas! La gente todavía vivía en cuevas. Apenas tenían el fuego.

Él permaneció completamente estoico bajo su diatriba.
—¿Y cómo sabes tú esto? ¿Acaso viviste durante aquel período?
—Bueno no, pero el registro arqueológico nos dice que la escritura no es tan antigua.
—Y el registro arqueológico es sólo tan sólido como el último hallazgo. —Sostuvo en alto el diario—. Felicidades, doctora Kafieri, verdaderamente lo ampliaste.

Totalmente sorprendida, Miley no pudo hacer nada aparte de contempla el libro en la mano de él.
—Está demasiado bien conservado para ser tan viejo.
Él se encogió de hombros despreocupadamente.
—Esto es lo que hay.
—Sí, pero si es tan viejo, ¿cómo es que conoces la lengua cuando nunca hemos tenido nada de aquel período en forma escrita antes?
—Te lo dije, ésta es básicamente la misma lengua con la que me crié. Viví en una comunidad muy pequeña donde nuestro griego no es el mismo que con el que tú creciste hablando. —Inclinó la cabeza hacia el libro—. Esta es mi lengua.
Miley sacudió la cabeza mientras trataba de entender totalmente la importancia de su descubrimiento. De lo que él le decía. Era tan colosal. Muchísimo más de lo que había esperado alguna vez descubrir.
—¿Entiendes el significado de encontrar un diario así de antiguo?
—Más que tú.
—Nadie va a creérselo jamás. Nadie. —Se reirían de ella, de la profesión si siquiera intentara plantear esto.
Nick tomó otro trago de cerveza.
—Probablemente tengas razón sobre eso. —Porque iba a asegurarse condenadamente bien de ello.
Con sus ojos brillantes, acunó el diario contra sí misma como si fuera un niño precioso.
—Estoy sosteniendo algo que alguien una vez apreció... hace once mil años. Hace once mil años —repitió—. Dios mío, Nick, ¿entiendes lo viejo que es?
Mejor de lo que ella podría imaginarse.
—Este libro podría decirme todo. Lo que comían, como vivían... —Sus ojos se llenaron de lágrimas—. Con este libro, hemos descubierto un mundo que nadie vivo ha vislumbrado alguna vez antes. No puedo creer este descubrimiento. No me extraña que nadie supiera las lenguas o que el equipo no pudiera dar con la fecha correcta. Esto se salía de las fechas, pero nadie lo creyó, así que seguimos con las pruebas una y otra vez. ¡Oh Dios mío! —dijo en voz baja—. Hace once mil años. Imagínate que hermoso debió ser el mundo.
No desde la perspectiva de él. Personalmente, le gustaría ser capaz de purgar la mayor parte de aquellos años de su memoria.
—Estás dejando aceite de tu piel por todas partes del diario. No creo que quieras hacer eso dada su edad.
Ella lo posó inmediatamente.
—Gracias. Tiendo a dejarme llevar a veces. —Se sentó en el suelo, a su lado y capturó su mirada mientras ella sujetaba firmemente los brazos de la silla de él con sus manos—. ¿Qué más puedes decirme sobre él?

De nuevo, más de lo que ella creería en toda su vida. Podría decirle que todas las personas en él existieron y presentarla a dos de ellas que vivían actualmente y respiraban. Esa era la parte más espeluznante de todo. Pero los contenidos de éste eran inocuos. Todo lo que mostraba era como había sido la protegida e ingenua Demi de muchacha. Lo preciosa que había sido.
—¿Qué más quieres saber?
Antes de que pudiera contestar, el teléfono de ella sonó con «Bark at the Moon» de Ozzy Osborne.
—Espera de un segundo. Es David.
Nick se recostó en su asiento mientras ella contestaba. Sabes que no deberías haberle dicho lo que era el diario. Pero por otro lado, realmente no tenía importancia. Había sólo un puñado de seres que podrían leerlo y uno de ellos era humano. Además, mejor ojeaba y leía el libro primero él. Ahora sabía que no tenía nada que temer de ello. Pero tenía que mantener a Miley cerca de sí y distraerla de esta búsqueda antes de que ella encontrara un diario que fuera irrefutable.
Esto podría haber suscitado preguntas que no quería contestar.
—¡Es terrible! ¿Está alguien herido?
Nick frunció el ceño ante la tensión en la voz de Miley antes de volver su atención a la llamada.
—De acuerdo, sólo mantenme al tanto. Gracias, cielo. —Sus rasgos estaban pálidos cuando volvió.
—¿Va todo bien?
—No, alguien atacó a un miembro de mi equipo en Grecia ayer.
Nick frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
—Oh fue horrible. Perdimos algo de la investigación y un par de objetos que acababan de ser izados. David dijo que Nikolas trató de detener a los atracadores, pero que no pudo. Se pondrá bien, pero realmente está destrozado por ello. —Sacudió la cabeza—. Te juro que estamos malditos. Cada vez que nos acercamos para subir pedazos grandes del hallazgo, pasa algo malo.
—Tal vez es que los antiguos dioses os están avisando para que les dejéis en paz.
Ella resopló.
—Tal vez, pero no puedo. Mis padres dieron sus vidas para demostrar la existencia dela Atlántida. 

Mi tío sacrificó su vida y su cordura. Mi prima puede haber abandonado la búsqueda, pero juré sobre las tumbas de mis padres que yo no lo haría. No antes de que la repu/tación de mi padre sea restaurada. Estoy harta de verle ser el remate del chiste en las fiestas siempre que alguien saca a relucirla Atlántida—lo miró—. Estoy segura de que tú no tienes ni idea de lo que es que se burlen de ti y que te ridiculicen.
—No me conoces lo suficientemente bien como para hacer esa aseveración.
—Lo lamento —dijo quedamente—. Tienes razón. A propósito, ¿quién era la pelirroja?
Su cambio constante de pensamientos lo aturdió.
—¿De qué demonios estás hablando ahora?
—En Nashville, estabas con una hermosa mujer pelirroja que se levantó y se marchó ofendida. ¿Quién era ella?
Maldita sea, ella había estado atenta.
—Una vieja amiga.
—Realmente fuiste un asqueroso con ella. Por cierto ella estaba actuando, di por sentado que vosotros dos estabais enrollados.
Ahora fue su turno para resoplar ante la mera idea.
—Oh puedo garantizarte que no somos pareja. —Esto implicaría que Artemisa admitiera abiertamente que tenía una relación estrecha con él. ¿Y que importaba si tuvieron una hija juntos y la mitad del panteón de ella supiera que durmieron juntos? todavía no se sentía con el valor suficiente para confesar que él era algo más que su favorito platónico.
—A pesar de eso eres importante para ella —le reprendió Miley.
Él tuvo que sepultar la ira que sintió ante su condena en cuanto que ella no tenía ni idea de cuanta mie/rda había soportado de Artemisa durante siglos, incluyendo el hecho de que había guardado el nacimiento de su hija en secreto para él durante más de once mil años. La diosa tuvo suerte de que no la hubiera matado por aquel pequeño hecho.
—Mira, mi vida privada es privada. Si este es el único tema en el que estás interesada, me marcho.
Ella le palmeó ligeramente la rodilla.
—No estés tan gruñón todo el tiempo.
—Sí bueno, no me gusta hablar de mí y aborrezco las preguntas personales.
—Muy bien. Todo lo que quiero es ese cerebro tuyo durante un ratito. —Ella le pasó un contenedor Rubbermaid poco profundo con baklava.
Nick frunció el ceño.
—¿Qué es esto?
—Ya te conté. Baklava.
—Y en realidad no lo como, pero gracias por la intención. —Se lo devolvió.
—Tú te lo pierdes. —Cogió un triángulo antes de llevarlo de vuelta a la mesa—. Ahora enséñame como leer esto.
Nick abrió el diario nuevamente.
—Hay unos caracteres adicionales y diptongos que no existen en el griego clásico al que tú estás acostumbrada. Las terminaciones y las conjugaciones son también diferentes.
Ella asintió con la cabeza, luego señaló una palabra.
—Adelphianosis. ¿Esto es «hermano»?
Se quedó impresionado por lo rápidamente que ella identificó la lengua desconocida.
—Sí.
Ella frunció el ceño.
—Así pues si estoy leyendo correctamente, esto dice que su hermano... —Ella señaló la palabra anterior—. ¿Styxx?
—Sí.
Sacudió la cabeza confusa.
—¿Por qué le llaman Styxx? Este era un nombre femenino de diosa.

Él siempre pensó que era una extraña elección para el nombre de su hermano también, pero ¿qué demonios? Nadie le había preguntado y los padres de Demi nunca habían estado en sus cabales.
—¿Y cuántos hombres se llaman Artemis?
—Buen argumento. Sólo es que me parece extraño.
—Bien por eso tiene una X adicional al final. Para diferenciar la forma masculina de la femenina.
—Ah, eso tiene sentido. —Ella volvió su mirada al libro en el regazo de él y sintió una sensación extraña de encogimiento en el estómago. Como un puñetazo sólo que fue más sexual que eso y lo tomó completamente desprevenido.

Él no reaccionaba ante las personas de esta manera.
No obstante, tuvo esta súbita compulsión de inclinarse hacia adelante y simplemente aspirar su olor. Tocar su mejilla y ver si era realmente tan suave como parecía. O todavía mejor, tomar su mano y presionarla contra el repentino bulto en sus pantalones que clamaba por el cuerpo de ella. Su pe/ne se tensó ante el mero pensamiento de ella desabrochándole los pantalones y tocándolo.
Inconsciente de su inesperado talante, ella arrastró el dedo bajando por la página, tratando de descifrar las palabras escritas por Ryssa con esmero.
—Entonces, ¿ella está contando sobre una pelea con su hermano?
Le llevó unos tres segundos completos que aquellas palabras se antepusieran al deseo que tenía de besarla.
—Uh... sí. Su hermano estaba enfadado porque ella planeaba visitar a su tía en Atenas y no quería que su hermano la acompañara porque era molesto viajar con él.

Miley alzó la mirada cuando oyó la profundidad de la voz de Nick. No podía decir hacia donde estaba mirando él puesto que todavía llevaba puestas aquellas oscuras gafas de sol.
—¿Puedes ver bien?
—Muy bien.
—¿Por qué no te quitas las gafas de sol?
—Veo mejor con ellas puestas.
—Oh. —Ella alargó la palabra cuando tuvo una repentina percepción.
—Eres uno de esos, ¿verdad?
—¿Esos qué?
—Un tipo vanidoso que necesita gafas, pero como no quieres que nadie lo sepa y no puedes ponerte lentillas, entonces en lugar de eso llevas gafas de sol graduadas. —Ella puso los ojos en blanco—. He tenido unos cuantos como tú en mis clases. Realmente, nadie pensará menos de tu virilidad por necesitar gafas, eso solamente hace que te conviertas en un cretino. —Se señaló las suyas dando un toque con una uña en las gafas—. Mírame. Prefiero ser capaz de ver a ser vanidosa en esto.
Nick escondió una sonrisa ante su última conclusión errónea sobre él. Sin comentar nada, estiró la mano para co/ger la cerveza y tomó un trago mientras ella volvía al diario.

se sentaron allí durante más de dos horas mientras ella aprendía su lengua natal. Era tan extraño oír a alguien más hablándola después de todo ese tiempo que no pudo evitar sentirse caldeado por ello. Hubo incluso una parte suya que se puso nostálgica por el sonido. Este era un sentimiento que no lograba a menudo, ya que allí había tenido una menos que deseable existencia, pero por otro lado, el hogar era el hogar.
Incluso uno malo.

Y francamente, le gustó tener esta conexión con alguien. Él había estado solo durante tanto tiempo. Se había aleccionado para no confiar en nadie. A pesar de eso, se encontró queriendo confiar en ella y sin saber por qué. Quizá era por la feroz lealtad de ella. Él deseaba ardientemente que alguien fuera así de leal con él. Si tan sólo ellos...

*****

Lo que quieres decir es que el diario no estaba allí —indagó Costas Venduras mientras entornaba una mirada pe/netrante hacia su secuaz. Como miembros de la sociedadAtlantikoinonia (una sociedad fundada para servir a la diosa Artemisa) era su deber sagrado proteger cualquier cosa relativa ala Atlántida.
George tragó nerviosamente antes de contestar:
—Cogimos todos los objetos que el hombre tenía con él, pero el diario no estaba entre ellos.
—Sabes lo que nos dijo el orácu/lo.La Atlántidanunca puede ser revelada. Usa todos los medios que sean necesarios para asegurar que todos los objetos son devueltos al mar o destruidos.
George asintió con la cabeza.
—Sí, señor. Tal como la diosa desea, será hecho —comenzó a marcharse, entonces vaciló—. A propósito, creemos que la joven profesora podría tener el diario con ella en Nueva Orleáns.
Costas sintió que su estado de ánimo se elevaba ante la mera mención de aquella pequeña entrometida insignificante, la cual había sido una fuente de exasperación para él durante más de una década.
—Entonces envía un equipo para recuperarlo. De hecho, nuestra pequeña profesora se ha convertido en un estorbo excesivo para nosotros y nuestra causa. Estoy harto de los enfrentamientos con ella. Comunica a los demás un CDI para la doctora Kafieri.
—Cese De Inmediato. Sí, señor. Será hecho.


Nick aún estaba en la cama, no del todo despierto, pero tampoco dormido cuando su teléfono sonó. Asumiendo que era otro Dark-Hunter necesitando algo est/úpido, respondió sin siquiera mirar el número.
—Eh, Nick, soy Miley. Estoy en el supermercado. ¿Qué quieres para esta noche?

A ti en una fuente Se obligó a apartarse de esa inusitada línea de pensamiento.

—En realidad no como mucho, Miley. No hay nada que necesite.
—Oh vamos. No creciste hasta la altura de una montaña sin comer algo fuera de casa y en casa.
De hecho sí.
—Tiene que haber algo de lo que te alimentes además de cerveza y si dices vino, te haré daño.
Sonrió a pesar de sí mismo.
—Te lo juro, no hay nada que quiera.
—Quieres frustrarme ¿verdad? Bien, haré falafel y humus, eres griego. Vivirás con ello, te gustará, y vas a comer algo quieras o no. Te veré esta noche.
¿Qué pasaba con Miley y la comida? Era casi tan mala como Simi. ¿Cómo podía una mujer tan flacucha comer todo el tiempo? Colgó el teléfono, luego rodó sobre su espalda y se cubrió los ojos con el brazo, sin querer levantarse aún. Había estado fuera hasta tarde la noche anterior cazando Daimons después de haber dejado la casa de Miley. Algo se estaba cociendo aquí en Nueva Orleáns, pero no podía averiguarlo.

Stryker estaba tramando algo. Podía sentirlo.
Pero no quería pensar en Stryker ahora mismo. Dejando que sus pensamientos vagaran, volvieron a un par de bellos ojos marrones circundados por pequeñas gafas y puestos en la cara del ser humano más frustrante del planeta.
Soteria.
Antes de que pudiera detenerse, la imaginó desnuda en la cama con él. Su pelo cayendo sobre la cara mientras se inclinaba sobre él para besarle… Su pe/ne se endureció instantáneamente.

Incapaz de soportarlo, estiró la mano hacia abajo para colocarlo de modo que no le doliera.
—¿Quieres que te eche una mano con eso?


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