domingo, 23 de junio de 2013

Asleep - Cap: 5

Corro por los pasillos, empujando y atropellando la espesa multitud de adolescentes hasta alcanzar la seguridad de la entrada. Salto por los escalones, corriendo hacia mi escape. No estoy segura si mis pies se enredan al llegar a la acera o si alguien me hace una zancadilla, pero de repente estoy tumbada en el piso, con mis libros y documentos dispersos.
—¡Miley!

Lo escucho decir mi nombre y volteo mi cabeza para verlo salir por la entrada. Me levanto, dejando mis libros y papeles donde están. Tomarse el tiempo de reunirlos sólo le dará la oportunidad de alcanzarme. De todos modos corro más rápido sin llevarlos como obstáculos, ignorando las risas burlonas de atrás, sin saber si la suya forma parte de ellas.

No paro de correr hasta que me encuentro a mitad de camino, hasta que mis pulmones están gritando y tengo una punzada en el costado, que me obliga a parar. Me inclino, con las manos en las rodillas tratando de recuperar el aliento. Sólo entonces me doy cuenta que estoy llorando. Me ******** de pie, con mis manos en las mejillas, sintiendo la humedad que hay allí. ¡Ay! Bajo mis manos, notando que están raspadas y sangrado, salpicadas con pequeños trozos de piedras y cemento por la caída. Eso detiene mis lágrimas.

—¡****a! —Me maldigo a mí misma. Afortunadamente, estoy cerca de un riachuelo que corre por el lado de la carretera. Doy un paso y casi caigo de nuevo, mis rodillas están temblando, la adrenalina ya no me arrastra. Miro hacia abajo y veo que la pierna izquierda de mi pantalón está a punto de rasgarse.
—¡Fantástico! —murmuro. Enrollo la tela del pantalón de mi pierna derecha hasta encima de la rodilla. No está rasguñada, hay una marca de color rojizo lo que significa que mañana tendré un moretón. Levanto la pierna del pantalón y puedo ver que esta rodilla se encuentra en la misma condición, sólo que hace falta una rodaja de piel justo debajo de la rótula, de donde brota una pequeña cantidad de sangre.

Cojeo por el camino hasta encontrar una parte de la orilla que se vea lo suficientemente segura para bajar al agua. Me deslizo por un lado de la orilla para alcanzar la corriente del río, las rodillas me gritan en señal de protesta. Me siento sobre una roca plana y me inclino hacia adelante para limpiar mis manos. Las lavo de la mejor manera que puedo, tratando de sacar las piedrecillas, fregando la sangre de mis palmas. Salpico agua en mi cara, ahogando las lágrimas en el agua fría.

Un coche conduce lentamente por detrás de mí, tan despacio que no me habría percatado de él si no fuera porque oigo los frenos, el coche de la patrulla de seguridad se detiene justamente adelante de mí. Miro la corriente y la orilla del otro lado, medito cuán difícil podría ser huir.

—¡Ahí estás! — Me congelo, me sorprende que él se encuentre aquí —Te he estado buscando por todas partes.
Fuerzo a mis piernas a entrar en acción, ignorando el dolor de mis rodillas al estar de pie. Avanzo lentamente por la orilla del río hacia el camino, pretendiendo que no me duele para nada. Tengo que usar mis manos para ayudarme a subir la ladera escarpada, moliendo la tierra que vuelve negras mis manos recién limpias. Cuando llego a la cima él me alcanza, pero me hago a un lado, alejándome rápidamente, tratando de no cojear, fracasando miserablemente.
—Por favor, Miley , ¿puedes sólo detenerte por un minuto? Espera, ¿te has herido?— Casi suena genuino. Gruño en silencio — Miley, por favor, detente, quiero hablar contigo, para pedirte que...
Me giro hacia él.
—¡Qué! —exijo enojada—. ¿Qué quieres de mí?
Cojeo, doy otro paso hacia donde se encuentra con su boca abierta, por mi arrebato.

—Has estado fuera durante tantos años... ¿por qué ahora? ¿Por qué no me dejas en paz? ¡Por qué tienes que ser igual que ellos, pero peor porque antes eras mejor! —Estoy gritando ahora. Empujo la sólida pared de su pecho con ambas manos, dejándola cubierta de lodo y manchas de sangre.
—¡Vete! —le ordeno, mientras las lágrimas comienzan a caer.

Él está mirándome, con una extraña expresión en sus ojos de nuevo. Me hace enfurecer y con un grito golpeo mis manos contra su pecho de nuevo. Las atrapa y las sostiene firmemente cuando trato de liberarlas, y luego de repente sus brazos están alrededor de mí, apretándome contra él mientras sollozo. Sin pensarlo, sujeto la pechera de su camisa con mis puños, que se encuentran atrapados entre nosotros mientras él me sostiene. Sus manos calman mi espalda, su barbilla está apoyada suavemente en la parte superior de mi cabeza.

La sensación de brazos alrededor de mí, en consuelo y no con restricción o intención de hacer daño, me deshace. Lloro por todos esos años de burlas y bromas recibidas de manos de mis compañeros. Por haber nacido de padres que odio, por un descuido. Lloro por el hecho de que un buen chico, se ha unido al juego. Y eso me hace pensar que no hay esperanza de encontrar algo bueno en nadie, lo cual sólo me hace llorar aún más.

Gradualmente comienzo a darme cuenta en dónde estoy y en el pecho de quien estoy enterrado mis mortificaciones. Aun así, me quedo por un segundo más, para deleitarme con la sensación de estar sujeta a alguien, y cómo es ser tocada con ternura, incluso si no es real. Lo empujo lejos y afloja su agarre pero mantiene sus manos sobre mis hombros. Agacha su cabeza para mirarme a la cara y la vergüenza se eleva por mis mejillas. Mantengo mis ojos bajos, esperando no ver su expresión, que probablemente es de repugnancia.

—Espera un segundo —dice Nick, dejándome ir, corriendo hacia su coche. De inmediato se pierde la presión y el calor de sus manos. Seguro que él se marchará ahora. De pronto, él está empujando un pañuelo hacia mí. Lo tomo con cautela, todavía no estoy segura de sus motivos. Lo uso para limpiar mi cara y nariz, agradeciéndole en un susurro. Veo, horrorizada, el lío que he hecho en su camisa con mis manos. Señalo con la cabeza hacia ella.
—Lo siento —admito, segura de que esta historia va a estar dando vueltas mañana.
Él sonríe, y el latido de mi corazón se detiene por un momento antes de sufrir entrecortados bandazos. La sonrisa luce realmente genuina.
—No importa —dice, con bondad en su voz, dejándome un poco desconcertada. Luego mira hacia abajo y ve las manchas de sangre. Él me mira horrorizado —Estás herida —acusa.

Aprieto en puños mis manos y me encojo de hombros, dando un paso hacia atrás en caso de que él esté enojado ahora que ha visto arruinada su camisa.
—Estoy bien.
Y lo estoy, en comparación con algunas de las otras lesiones que he tenido en mi vida. Él da un paso adelante, tirando mis manos hacia él, suavemente desenrollando mis puños, ignorando que me retuerzo por su toque.
—Vamos —me dice, llevándome suavemente de vuelta a la pendiente. Es mucho más fácil descender con él estabilizándome, aunque sin duda más aterrador. Todavía no sé lo que quiere de mí.

Me vuelve a sentar en la roca en la que había estado antes, entonces desgarra una tira de su camisa. Jadeo sorprendida, y él sonríe encogiéndose de hombros, provocando que mi corazón se acelere de nuevo.

Sumerge la tira de tela en el agua, y comienza a limpiar mis manos con ella. A pesar de que es sorprendentemente amable, esto pica y aspiro hondo a través de mis dientes.
—Lo siento —dice, inclinándose para soplar suavemente en mis manos. Alivia el ardor allí, pero provoca un ardor que comienza en la boca de mi estómago, que es muy diferente a todo los que he experimentado antes. Continúa limpiando y soplando mis dos manos, hasta que siento como si estuviera en llamas. Creo que hasta gimo porque de repente me mira, con ojos ilegibles. Agacho la cabeza con vergüenza. Luego, limpia mi rodilla, que todavía está expuesta por mi pantalón enrollado.

El desgarra dos tiras frescas de la parte trasera de su camiseta, ya que están limpias, y las utiliza para vendarme las manos, haciendo nudos como un profesional. Cuando levanto la ceja por los nudos, sonríe otra vez y dice: —Águila Scout. Insignia de mérito por primeros auxilios; son necesarios, ya sabes.

Miro a mis manos, limpias y vendadas, y luego vuelvo a mirar a Nick.
—¿Por qué eres bueno conmigo? —pregunto, desconcertada por su atención.



Su perplejidad hace juego con la mía cuando él dice: —No 

lo sé realmente.


Mi corazón se hunde por su respuesta. Tiene que verlo en 

mi cara, porque levanta sus manos, con las palmas hacia 

mí.



—Eso no sonó bien. — Dice poniéndose de pie, caminando 

lejos, pasándose la mano por el cabello, haciendo se 

desordene otra vez ―Cuando estábamos en la primaria, 

éramos amigos ¿no? —Se vuelve, me mira, pero no espera 

una respuesta —Realmente no puedo explicarlo, pero 

siempre me sentí, no sé, protector hacia ti.



Me echa un vistazo para ver que pienso de eso. Entonces 

sólo se sienta, yo lo miro con recelo, él continúa: —Cuando 

nos mudamos, te extrañé —dice esto con total naturalidad, 

como si me estuviera diciendo que el cielo es azul, pero sus 

palabras me sacuden. ¿Alguien extrañándome? No 

cualquiera, sino ¿él? —Pensé en ti a veces. Me preguntaba 

qué estabas haciendo, si todavía estabas aquí. Luego me 

enteré que nos mudaríamos de nuevo. Tenía la esperanza 

de que todavía estuvieras, y que conseguiría verte. 



No podría estar más sorprendida incluso si él hubiera dicho 

que cruzó a nado el océano. La única cosa o pensamiento 

que alguien había tenido sobre mí eran acerca de cómo 

herirme o humillarme, compañeros y padres por igual. 

Tener a alguien que piense de otra forma sobre mí, 

extrañándome, está más allá de lo imaginable. Lo estudio, 

tratando de decidir si se está burlando, utilizándome para 

una broma elaborada, pero honestamente, él parece 

sincero.

—Entonces te vi el primer día y corriste lejos, y he estado 


tratando de hablar contigo desde entonces. Pero no 

pareces muy abierta a la conversación —dice con cierta 

ironía. Me mira, esperando a que le diga algo. 



Suspiro. —Las cosas cambian —le digo. Ladea la cabeza, 

tratando de entender lo que quiero decir—. La vida aquí no 

es lo mismo. Yo no soy la misma.

Asiente con la cabeza, aceptando esto. Él viene y se pone 


en cuclillas delante de mí.


—Sí, eres mucho más alta —dice muy serio. Levanto la 

vista hacia él, y veo su boca torcerse, entonces levanta su 

vista a través de sus pestañas y veo el brillo. No puedo 

evitarlo, me río. Esto trae una sonrisa a su rostro y me 

apresuro a taparme la boca para detener el sonido. Su 

sonrisa se cae, y se estira para alcanzar tirar de mi mano. 

—No debes hacer eso. Me había olvidado de la gran sonrisa 

que tienes.



Giro lejos de él, las lágrimas amenazan de nuevo. —No 

deberías decir cosas así —murmuro, bajando mis 

pantalones, un gesto no exento de dolor.


—¿Sí? ¿Por qué no?— Suena verdaderamente curioso.

—No puedes decir que no has notado cómo son las cosas 

en la escuela. Soy la perdedora favorita de todos. No hay 

nadie más divertido para molestar que yo. —Él está en 

silencio durante un largo tiempo, finalmente me vuelvo 

hacia él, y veo la ira en su rostro una vez más, apretando 

su mandíbula. Estoy sorprendida, preocupada de que esté 

enojado conmigo.

Echo un vistazo otra vez hacia la orilla del otro lado de la 


corriente, preguntándome si puedo correr con las rodillas 

tan adoloridas. Sé que puedo, por supuesto que puedo. He 

tenido que moverme muchas otras veces con dolores peor 

que este.



—Sí, me he dado cuenta. Eso realmente me hace enojar― 

Callo una risa ahogada por eso. ¿Él está enojado por eso? 

Sacudo la cabeza. —Quiero ser tu amigo —dice, y mi 

estómago se aprieta.


—No puedes ser mi amigo. Nadie puede ser mi amigo. Es 

un suicidio social.

Él extiende su mano y acaricia con el dedo suavemente 


sobre la venda anudada en mi mano, dejando un 

improbable rastro de fuego. —Puedo decir honestamente 

que, incluso si eso es verdad, no me importa.



Dejo escapar un gemido frustrado. —Por supuesto que te 

importa. Todo el mundo se preocupa. ¿Quieres ser tratado 

como yo? Confía en mí cuando te digo que no.



—Créeme cuando te digo que no me importa. Creo que te 

das a ti misma y algunas otras estas personas también, 

poco crédito. Además, si eres tan impopular, ¿a quién le 

importa?



—Hablas como alguien que nunca ha vivido en mis zapatos. 

—Miro hacia el este, observando las montañas escarpadas.

Está en silencio durante un minuto, con la cabeza gacha. —


Tienes razón. No he estado allí. No estoy pidiendo un 

sacrificio para cualquiera de nosotros. Sólo estoy pidiendo 

una oportunidad de ser tu amigo. —Él vuelve su mirada 

hacia mí, obligándome a mirarlo a los ojos.

—¿Por qué? — Pregunto, en apenas un susurro—. Tú no 

me conoces, ya no.


Sonríe, y siento que mi determinación se debilita.

—Sí, pero me gustaría hacerlo.

Sacudo la cabeza y hago una mueca. —No sabes lo que 


estás pidiendo.



—No estoy pidiendo nada. No voy a esperar más de lo que 

quieras dar. Más que nada, que no me ignores durante 

fotografía— Las esquinas de mi boca se aflojan un poco por 

eso —Me estaba preguntando cómo ibas a hacer eso 

cuando fuéramos socios en el laboratorio― Sonríe de oreja 

a oreja. Lo miro dubitativa.


—No sé nada acerca de la cosa de ser amigos, aunque…


—Sí, puede que tengas razón. Es posible que no te agrade 

mucho cuando me conozcas —bromea. Como si hubiera 

oportunidad.


—O yo —le devuelvo con seriedad.


—Eso lo dudo. —Él está sonriendo, pero su voz es solemne 

—Pero no vamos a saberlo si no le damos una oportunidad, 

¿verdad?

No hay comentarios:

Publicar un comentario