Nick cayó sobre sus rodillas en medio de la sala de urgencias, mientras el dolor por sus heridas y una insoportable e increíble ola de profunda pena e impotencia lo asaltaba. No entendía por qué, pero ni siquiera podía respirar ante el pensamiento de que Miley no estuviera ahí.
—Miley.
Gruñó, sosteniéndola contra su hombro mientras tomaba su frío rostro entre las manos y la agitaba gentilmente.
—Maldita sea, no te atrevas a morirte en mis brazos. ¡Miley!
Wanda estaba ahí con un doctor y los camilleros. Colocándose tras él, lo tomó de los hombros mientras el doctor sacaba a Miley de sus brazos.
Nick quería pelear con ellos y aún así sabía que no podía hacerlo. Tenían que salvarla. No interfieras. No. Interfieras.
El toque de Wanda era gentil, pero no era el toque que deseaba sentir.
—¿Nick? —dijo, con la voz entrecortada.
No pudo responder mientras escuchaba el aviso de un Código Azul. Cogieron a Miley de sus manos y la colocaron en una camilla antes de llevársela rápidamente.
Nick se arrodilló ahí en el suelo, haciendo a un lado su ensangrentado abrigo, viéndolos correr con ella a través del pasillo mientras su alma gritaba por venganza contra aquellos que la habían herido.
—Creo que está en shock.
Alguien lo tocó. Nick gruñó, empujando al interno hacia atrás mientras se ponía de pie y se quedaba inmóvil con sus piernas separadas.
—No estoy en shock. Estoy bien.
El interno se quedó mirando a Wanda con los ojos muy abiertos.
—Dulzura —dijo Wanda, tocándolo ligeramente en el brazo—. No estás bien —su mirada se deslizó sobre su golpeado cuerpo—. Estás muy herido y necesitas dejar que el buen doctor te examine.
Nick se limpio algo tibio que le corría por el rostro. Pensando que era sudor miró hacia abajo para verse la mano cubierta de la sangre que le manaba de la cabeza. ¿Cómo podía explicarles que se curaría? Si no le estuvieran mirando fijamente, haría que sus heridas desaparecieran...
Quien no podría sanarse era Miley. Ella era quien estaba muerta.
—Estoy bien. Lo juro. Solo necesito ir al baño.
El interno todavía lo miraba con sospecha pero nadie lo detuvo mientras los dejaba y entraba al pequeño baño. Una rabia inmensa lo quemaba. Quería sangre y podía notar como los ojos se volvían rojos. Manifestó un par de gafas de sol sobre los ojos antes de que alguien lo pudiera ver en toda su inmortal gloria.
Su furia era tan grande que le quemaba con un arrebato de poder tan fuerte que fundió las luces sobre él. Pequeñas chispas caían y chisporroteaban mientras luchaba por controlarse.
Sálvala.
Con un sólo pensamiento podía volverla a la normalidad. Sin cortes. Sin heridas.
Se lanza una piedra y todo cambia... Podía escuchar la voz de Savitar en la cabeza y odiaba esa parte de su conciencia. Toda su vida humana se había arruinado debido a que los dioses jugaban con su destino. De gente trayéndolo de vuelta de la muerte.
Cayendo sobre sus rodillas, gritó con rabia, sin poder mitigar el dolor mientras se frotaba el rostro contra el brazo en busca de cordura. No podía hacerlo con Miley. No podía arriesgarse a salvarla, por lo que podría implicar para el mundo. Si se suponía que moría, tendría que morir. Se rehusaba a tentar al destino.
¡Jod/ido destino! Eres un dios, con un demonio, Apostolos. ¡Cambia tu destino! ¡Sálvala!
Solo porque puedas, no significa que debas. Era el único código con el que había vivido toda su vida.
—No mueras Miley.
Susurró, sabiendo que no podía renunciar a su juramento. No sería como aquellos que lo habían condenado interviniendo cuando lo que deberían haber hecho era dejarlo solo.
Molesto por su cobardía, lanzó una mirada al espejo y se encogió de hombros. Sin duda se habían asustado mucho. Parecía un muerto viviente. Su rostro estaba golpeado, la ropa desgarrada y sangrienta. Podría cambiarla, pero entonces el personal sospecharía si salía caminando totalmente restablecido. Por lo que sólo se lavó la cara y regresó fuera donde Wanda lo esperaba. Su corazón se detuvo cuando vio que sostenía la chaqueta de cuero que Miley había usado.
Wanda le ofreció una gentil sonrisa.
—Han resucitado a tu amiga. La han llevado a quirófano.
Cogió la chaqueta mientras una ola de alivio lo envolvía.
—Gracias Wanda.
Ella asintió.
—¿Estás seguro de que no quieres ver un a un doctor?
—Seguro.
Negó con la cabeza como si estuviera desilusionada por su decisión.
—Bueno, te llevaré a la sala de espera. ¿Tienes alguna información sobre ella para llenar el papeleo?
—No, no realmente. Pero sabes, soy bueno con el dinero. Haz lo que tengas que hacer, al diablo con el costo.
—Lo sé, bebé —palmeó su brazo mientras lo dirigía hacia el elevador—. Necesitamos los nombres de sus familiares cercanos.
—Megeara y Theo Kafieri. Theo es su abuelo que vive en Nueva York y su prima Geary vive en Grecia.
—Muy bien. Te llevaré arriba y entonces regresaré con los papeles.
Nick no dijo nada mientras lo llevaba hacia el ascensor donde había estado miles de veces cuando venía con Simi a hacer el trabajo de voluntario. Así había sido como había conocido a Wanda. Su padre había sido guardia cuando traían regalos a una pareja unos años antes de que a su padre le hicieran un cateterismo en el corazón. Habían sido amigos desde entonces.
Ella lo dirigió a una pequeña habitación que era estéril y fría... justo como él.
—¿Necesitas algo?
Negó con la cabeza. Lo que necesitaba era saber cómo estaba Miley. Pero sus poderes no le decían nada.
—Muy bien. Regresaré.
Se sentó para descansar las piernas que todavía le dolían desde que el coche lo había atropellado.
Mientras se movía, captó una ligera esencia de Miley procedente de su chaqueta. Sosteniéndola contra su nariz, inhaló y quiso llorar. El miedo de perderla, de hecho, hacia que sus manos temblaran y no entendía por qué. Apenas se conocían el uno al otro.
Aun así quería correr hacia el siguiente piso y curarla.
Todas las cosas se pudren. Su mente le regañaba por permitir que le importara una simple humana. Mira lo bien que te trató Artemisa al principio. Le había hecho regalos y se había asegurado de que estuviese cómodo, para luego volverse contra él la primera vez que no la había complacido. Era una emboscada progresiva que siempre se había vuelto en su contra.
Miley primero te odió y después le gustaste...
Sonrió ante el recuerdo de ella arrojándole el martillo a la cabeza. Era irritable. Y lista. Y divertida. Sobre todo, lo trataba como si fuera normal. Por supuesto no sabía lo que era, pero a diferencia de otra gente no le metía mano o lo ponía nervioso para tratar de jod/erlo por un pelo.
Lo trataba como si fuera algún otro chico en la calle.
—¿Nick?
Levantó la mirada para ver a Kim la amiga de Miley frente a él. Su rostro estaba dibujado con miedo y preocupación mientras lo miraba y a la sangrienta chaqueta que sostenía.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó.
—Trabajo aquí. ¿Recuerdas? Soy enfermera de oncología. Me dijo una amiga de Urgencias que habían traído a Miley. ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien? ¿No deberías estar abajo siendo tratado?
Negó con la cabeza.
—Tuvimos un accidente en mi moto.
Kim tragó mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
—¿Está bien?
—Me han dicho que estaba en quirófano. Estoy esperando noticias.
Se sentó junto a él.
—Sin ofender pero tú también pareces muy lastimado.
—Viviré.
Ella le lanzó una mirada de duda suprema.
—Porque no me das tu número de móvil y te llamo tan pronto como sepa algo sobre Miley. Sabes que no me iré y necesitas ver a un médico y limpiarte un poco.
Miró hacia el hueco de sus pantalones que revelaban la piel dañada.
—Por cierto, no es una petición.
Nick asintió mientras se percataba de que tenía razón. No hacía ningún bien quedándose así y tenía otro asunto que atender también. Dándole su número, salió y se dirigió al ascensor. Tan pronto como estuvo solo, se trasportó directamente al templo de Artemisa en el Olimpo.
Con indignación creciente, empujó las puertas del templo para abrirlas con tanta fuerza que golpearon fuertemente contra las paredes. Sus koris gritaron antes de correr para dejar a Artemisa a solas con él.
Artemisa se sentó enfurruñada mientras lo recorría con una furiosa mirada.
—¿Cuál es tu arruinamiento?
—Daño —la corrigió mientras se dirigía hacia ella—. ¿Puedes decírmelo?
—¿Qué? ¿Por qué pareces salido del basurero? Estas sucio y hueles. ¿Por qué no te bañaste antes de venir a mí?
—Porque un coche me atropelló después de ser cazado por un grupo de hombres que me disparaban, Artie.
—¿Y eso es culpa mía? ¿Cómo?
El hizo un profundo suspiro y contó hasta diez antes de matar a la madre de su hija. Siendo honestos, Katra era una mujer adulta y realmente ya no necesitaba a su madre...
—¿La palabra Atlantikoinonia te suena de algo?
—Sí, lo hace. ¿Y qué?
Esa mirada sin arrepentimiento lo atravesó como una explosiva granada.
Cuando habló fue a través de los apretados dientes mientras luchaba con fuerza para no atacarla y lastimarla.
—Intentaron matarme, Artemisa. Y como plenamente puedes ver, no estoy emocionado por eso.
Su rostro palideció.
—Ellos no tenían que tocarte, nunca.
—No —dijo, su voz cayendo a la baja cadencia de un demonio—. Sus órdenes fueron ejecutar a una humana inocente al verla. Pero resulta que estaba con ella cuando atacaron.
Le lanzó una mirada curiosa mientras descartaba su preocupación y furia.
—¿Por qué te preocupas por la humana? Sólo estaba tratando de protegerte.
—No, no lo hacías. Sé que es lo que hay en el diario perdido. No das ni una mie/rda por mi dignidad. Es tu trasero el que estas tratando de salvar.
Gateó hacia atrás en el sofá, tratando de escapar de él.
—¿Significa que tú eres quien cogió el libro?
Él se detuvo.
—Pensé que lo tenía tu gente.
Ella curvo el labio.
—Si lo tuviéramos, ¿Por qué andaríamos tras la pe/rra?
El insulto hacia Miley lo molestó incluso más.
—No es una pe/rra Artemisa. Ahora llama a tus sabuesos. En serio.
Se levantó de rodillas para enfrentarlo sin enco/gerse.
—¿Y qué pasa si no hago lo que quieres? Ellos también son humanos inocentes. ¿Vas a matarlos?
Las manos le picaban deseando envolverse alrededor de ese perfecto cuello de cisne y retorcerlo hasta que estuviera satisfecho.
—No estoy jugando contigo.
—Tampoco yo —gritó—, ese diario amenaza todo y no descansaré hasta que lo tenga.
Él siseó de rabia, pero no se retractó.
Movió la cabeza hacia atrás, orgullosa de su desafío.
—No me herirás y lo sabes. Amas demasiado a Katra. Quedaría devastada al saber que su padre mató a su madre. Debería haberos presentados hace mucho tiempo. Mientras tenga su amor, sé que estoy completamente a salvo de la ira.
Levantó la mano como si fuera a asfixiarla de todas maneras, pero al final, ambos sabían la verdad. Ella tenía razón. Tan enfadado como estaba, no podía herirla debido a que destrozaría a su hija.
Artemisa sonrío seductoramente.
—Te he extrañado.
Deslizó un brazo alrededor de su cintura.
Nick se apartó.
—Si valoras tu insignificante vida, mantente lejos de mí.
Se trasportó del Olimpo a Katoteros.
Urian caminaba hacia la puerta del salón principal cuando Nick entró.
—¿Qué demonios te ha pasado? ¿Tuviste un mal encuentro con Artemisa?
Nick curvó el labio ante el ex-Daimon.
—Un día, Urian, voy a abofetearte tan fuerte que las orejas te zumbaran toda la eternidad.
Urian rió.
—Pero no será hoy, principalmente porque no parece que puedas hacer algo para herir a alguien. En serio. ¿Qué te ha pasado?
—Me estrellé con la moto.
Urian giró sus ojos con incredulidad.
—Bien, no me lo digas. Lo que sea.
Nick soltó una risa amarga mientras se percataba de lo ridícu/lo que sonaba. Nunca había caído antes de una moto. Triste, enfadado con Artemisa y preocupado por Miley, se detuvo al ver al Daimon.
—Sabes, Uri, hay algo seriamente mal conmigo.
—¿Y te das cuenta ahora? Demonios, eres el póster del niño con lento aprendizaje.
Apretando los labios. Nick pasó de él.
Urian lo detuvo.
—Era una broma Nicholas. Se supone que tenías que reírte.
—No estoy de humor para reír.
Urian asintió comprensivo.
—¿Entonces qué pasó en realidad?
Nick dudó. No estaba en su naturaleza hablar a nadie acerca de nada. Y sin embargo tenía una pregunta quemante que no se iría.
—¿Qué esta tan mal en mi que sólo me excitan mujeres que me odian?
Urian resopló ante esa pregunta.
—Tienes razón. Eso es enfermizo —palmeó el hombro de Nick—. Una palabra para ti mi hermano. Terapia. Consigue una.
—Esas son tres palabras.
—Necesitaba expandirme... y hablando de cosas que se expanden, tienes un visitante dentro que desea ser tu nuevo mejor amigo.
Nick maldijo mientras se percataba quien estaba esperándole.
—¿Quién demonios lo dejó salir?
—La chica fantasma que desea que os beséis y reconciliéis.
Nick apretó los dientes.
—Preferiría ser golpeado en la cabeza con el martillo que me lanzó Miley.
—¿Miley?
—Es una larga historia —Nick dejó salir un suspiro cansado—. Gracias por la advertencia. Iré a lidiar con él.
Nick se dirigió hacia las puertas que conducían a su sala del trono. Mientras pasaba sobre el emblema del suelo, sus ropas cambiaron a un pantalón de cuero negro y una formesta Atlante. Abrió las puertas de golpe para encontrar a Styxx esperando al otro lado.
Se detuvo ante la vista de su gemelo que siempre lo encontraba con la guardia baja. Cada vez que miraba a Styxx recordaba su pasado. La brutalidad. La injusticia de sus vidas.
Y contra su voluntad, escuchó a Estes gruñendo borracho en su oreja mientras lo sostenía del pelo y lo violaba. Como osas hacerme desearte como lo haces. Te odio por lo que me haces, pu/ta repugnante. Te Odio. La única cosa que su tío le había dado libremente eran golpes e insultos.
Ahora Styxx estaba parado frente a él, una réplica perfecta con rubio cabello corto y los normales ojos azules que Nick hubiera matado por poseer.
Nick miró a lo lejos mientras se recordaba que era un Dios y no una pu/ta sin valor al servicio de la crueldad de su hermano.
—Realmente no estoy de humor para lidiar contigo hoy, Styxx. La poca paciencia que tenía fue comida viva hace dos minutos.
—Lo sé. Puedo sentir tus emociones.
Nick le lanzó una mirada amenazante.
—Fue un regalo —dijo Styxx sarcásticamente—. De Artemisa cuando me lanzó al Tártaro y me dio tus recuerdos. Sólo estoy aquí para pedirte un favor.
Nick sintió que su piel cambiaba a azul mientras la rabia lo atravesaba con fervor.
—¿Osas pedirme un favor?
Styxx dio un paso atrás y asintió antes de hincarse sobre una rodilla.
—Te pregunto como un hermano y como suplicante ante un dios.
Nick se hubiera reído si no estuviera tan enfadado. ¿A que estaba jugando Styxx con él ahora?
—Como suplicante, ¿qué sacrificio ofreces por este favor?
—Mi corazón.
Nick frunció el ceño.
—No entiendo.
Stixx lo miró con una mirada sincera que le caló.
—Te ofrezco mi lealtad y si eso no es suficiente. Entonces te ofrezco mi corazón. Si miento o te traiciono, puedes destrozarlo una y otra vez. Encadéname junto a Prometeo en su roca.
Si alguna vez lo traicionaba de nuevo lo haría.
—¿Y qué favor deseas?
Los ojos de Styxx se angustiaron antes de que susurrara.
—Déjame ir. No puedo vivir más aquí, aislado de la gente. Solo. Desterrado. Deseo la oportunidad de vivir la vida que ninguno de nosotros tuvo la oportunidad de vivir.
En cualquier otro momento, Nick se hubiera reído en su cara. Pero hoy estaba débil con el entendimiento y la simpatía por la misma cosa que quería para sí mismo. Lo que le habían hecho no había sido justo. La vida de Styxx no debería haber sido unida a la suya y por Nicholas, Styxx había perdido su familia, su vida y su hogar.
Tal vez un nuevo comienzo les haría a los dos bien.
—Muy bien hermano. Tienes todo lo que necesitas para comenzar de nuevo.
Con un movimiento de la mano, transportó a Styxx a Nueva York donde el príncipe se mezclaría con lo mejor de la población. También era un área donde esperaba no tener que poner los ojos sobre su hermano de nuevo.
Además, Styxx tenía razón. Podía matarlo en cualquier momento. Le permitiría tener una vida si era capaz de encontrarla. Honestamente, le deseó suerte.
Sobre todo, le deseo una paz que parecía siempre eludirlos a ambos.
—¿Simi? —la había mantenido en su cuerpo contra su voluntad.
Salió de su brazo y se manifestó junto a él. Bostezando, le lanzó una enfurruñada mirada.
—Akri dejó a la Simi en su brazo mucho tiempo. Ella se cansó y se enfadó. ¿Por qué tratas a la Simi de esa manera, akri?
Tomó su mejilla en la mano antes de besarla en la frente.
—Lo siento, cielo. Por eso que te traje aquí. Debes permanecer durante un tiempo con tu hermana y Alexion.
Ella frunció el ceño.
—¿Y qué hay de ti, Akri? Has estado muy triste, pero no permitiste que la Simi saliera de ti...
—Lo sé. Tengo cosas con las que lidiar y no deseo que te lastimen. Quédate aquí Simykee.
Sonrió ante el término de cariño que no había usado desde que era un bebé Demonio.
—Solo si akri promete que llamará a Simi si la necesita.
—Lo prometo.
Sostuvo su dedo frente a él.
—Bien, porque la Simi sabe que akri no puede romper su palabra.
Sonrió y sacó su tarjeta American Express negra.
—Ve de compras.
Ella se rió gritando antes de correr haciala TVy encenderla.
Esperando estar solo, Nick caminó a través del palacio incluso cuando podía teletransportarse. Había algunas veces en que caminar y ser normal significaba más para él que todos sus poderes de dios combinados.
Sólo porque puedas, no significa que debas. Había algunas cosas que no necesitaba hacer. Era por eso por lo que ninguno de los seres a los que había consultado le diría un fragmento de su futuro.
Porque no había sanado a Miley. Había algunas lecciones, incluso unas muy difíciles, que todos deberían aprender. Incluso los dioses.
Pero justo ahora, no deseaba aprender nada más. Deseaba tranquilidad y confort y no había nadie a quien se pudiera acercar para encontrarlo. Entonces entró a su habitación y cogió la guitarra de su soporte. Tenía dos docenas de guitarras diseminadas por el palacio y en los varios apartamentos que mantenía en el mundo, pero esta...
Esta era su bebé. Una Fender James Burton Telecaster con un cuello de arce rojo y negro, el cuerpo cubierto con brillantes llamas rojas y el sonido más rico que había escuchado. Tenía guitarras más caras, seguro, pero para él nada se tocaba más dulce o suave que ésta.
Simi incluso había grabado un mensaje para él en la parte de atrás. Allagapi akri, Simi. En Caronte “Simi ama a akri”
Nick sonreía cada vez que lo veía y su corazón se llenaba de amor por ella. Podía hacerlo sonreír no importaba lo preocupado o triste que estuviera, pero no podría consolarlo hoy.
Se sentó sobre la cama y solo empezó a rasgar la guitarra. Antes de darse cuenta, estaba tocando “Wish you were here” de Pink Floyd. Era una canción que lo perseguía desde la primera vez que la había escuchado. Era como si el escritor supiera exactamente lo que había en su corazón. Trataba sobre las decisiones que cambian la vida y como las percepciones pueden cambiar cualquier y todas las situaciones y sentimientos.
El problema era en este momento que sus sentimientos estaban tan retorcidos y en conflicto que no sabía cómo empezar a sortearlos. La duda entre lo que debía y lo que quería hacer.
Indeciso entre tres mujeres que eran tan difíciles unas con otras como con él. Su madre que quería destruir el mundo, Artemisa que quería matar a Miley y Miley que quería exponerlo para salvar la repu/tación de su padre.
Incapaz de soportarlo, se detuvo y lanzó la guitarra hacia su cama.
—Soy un dios.
Pero ¿Qué bien podía hacerle? Todavía estaba atrapado por Artemisa, controlado por ella. No le tenía menos miedo ahora que el que le tenía cuando era humano. De hecho estaba más asustado porque ahora su poder era absoluto. Con una palabra susurrada, podía acabar con el mundo. Sus decisiones no sólo afectaban a su vida, podían afectar la de todos.
Mira lo que había hecho a Joe. Si todavía fuera humano, solo habría golpeado a Joe por dormir con Simi. Como dios, no sólo había provocado el suicidio de Joe, sino que para que el destino que había deseado fuese, la madre de Joe había sido asesinada, al igual que la hermana de sus amigas Tabitha y Amanda.
El odiaba esos poderes. Sobre todo odiaba la responsabilidad.
—Solo deseo estar solo…
Un golpe en la puerta interrumpió sus pensamientos.
Nick soltó un suspiro cansado mientras se preguntaba que había pasado ahora.
—¿Sí?
La puerta se abrió para mostrar a Urian quieto allí, mirándolo con una expresión reservada.
—Realmente no estás bien. ¿Cierto?
Nick estrechó la mirada.
—Espero que hables del camino que voy a tomar. Porque de otra forma con el humor en el que me encontraba, podría patearte el cu/lo.
Urian rió.
—Sí podrías —entró en la habitación y cerró la puerta—. Mira, te escuché cuando venía. No lo que decías, sino lo que estaba bajo todo eso. Sé que lo mejor para mí es no meterme donde no me llaman. Sin embargo, me salvaste la vida una vez, a pesar de que no te lo pedí en ese momento y siento que quizá podría devolverte el favor.
Nick le frunció el ceño mientras esas palabras le aguijoneaban por las veces que le habían traído de la muerte contra su voluntad.
—No debí intervenir cuando pasó, Urian y lo siento por el dolor con que vives.
Los ojos de Urian se llenaron de agridulce tormento.
—En realidad, todo está bien. Si hubiera muerto, Phoebe me habría seguido a la tumba de todas maneras —Phoebe había sido la esposa de Urian.
Se conocieron cuando Stryker lo había mandado tras ella para que la matara. En su lugar, él se había enamorado de ella y la había convertido en Daimon para poder estar juntos. Ese amor prohibido le había costado la vida y Stryker había matado a Phoebe en un arrebato de ira.
Urian se aclaró la garganta.
—A diferencia de mi, ella era incapaz de tomar una vida humana, incluso si el humano merecía morir. La única forma de la que podría haber seguido viviendo habría sido alimentándose de otro Daimon y tampoco lo hubiera hecho. Por lo que realmente no cambiaste su destino al salvarme. Mi padre la hubiera matado de todas maneras.
Pero si Urian hubiera permanecido muerto, no habría sido testigo de la muerte de Phoebe y no viviría con ese constante dolor.
—Además si no hubiera muerto mis sobrinas y sobrinos no tendrían con que amenazar a su padre cuando es sobre protector con ellos —Urian sonrió tristemente—. Soy el único tío que tienen. Los niños necesitan un tío ¿Sabes?
No desde el punto de vista de Nick, pero esa era una herida diferente.
—Entonces ¿por qué la súbita charla de chicas Urian? Ninguno de nosotros desea discutir nuestros sentimientos... y sin ofender, me gusta el hecho de que no lo hagamos.
La mirada de Urian quemaba con su pasión.
—Lo hago la mayor parte del tiempo y estoy verdaderamente agradecido de que no te entrometas, pero como hombre que desafió todo lo que alguna vez valoró en el mundo y que sacrificó el amor de un padre que adoraba... incluso si acabaron mal, los días que tuve con Phoebe valieron cada herida que he sufrido —se aceró a Nick—. Sé lo que se siente estar dividido entre un amor tan puro que duele profundamente en un lugar donde no sabías que alguien pudiera tocarte y entre tus deberes y tareas. Entre el amor de un padre que siempre habías conocido y que sabes que tienes para siempre contra un amor que es nuevo y poco probado. ¿Pero sabes lo que aprendí? Es mucho más fácil vivir sin el amor de mi padre que vivir sin Phoebe. Solo pensaba que deberías saber eso.
Nick no dijo una palabra mientras Urian lo dejaba a solas. Pero sintió la fisura de poder en el aire tras él. Una sensación que conocía bien.
Jaden.
—Eso hace que desees vomitar, ¿verdad?
Nick arqueó una ceja ante las sarcásticas palabras.
Jaden dobló los brazos sobre el pecho mientras se recostaba contra la pared de tal forma que su largo abrigo café caía abierto.
—Mie/rda acaramelada. Ahora dime lo que pasa cuando traicionas a alguien cercano y la pe/rra no te devuelve el favor. Oh espera, ya te sabes esa lección. El problema es que saltas y no lo sabes hasta que es demasiado tarde para volver tanto si vas a caer sobre un colchón blandito o sobre dentadas rocas que te atravesarán, sangrando lentamente y deseando morir.
Nick se estremeció ante la imagen tan vivida.
—Eres una mie/rda amarga.
Jaden se encogió de hombros.
—Mi amargura viene con buena compañía, que normalmente eres tú.
Era cierto. Ambos conocían la traición y el sufrimiento extremo que las cicatrices dejaban en el alma y corazón.
—¿Por qué estás aquí?
Jaden puso los ojos en blanco.
—Tu demonio me llamó para negociar por un bolso nuevo. Pensé que su padre podría llevarla de compras antes de que me hiciera una oferta que no pudiera rehusar y te convirtiera en un dios realmente infeliz, no es que me importe, pero como nos hemos ayudado el uno al otro de vez en cuando...
—Aprecio la advertencia.
—Sí, bueno, es lo que sucede cuando consentimos a las cosas que amamos. No siempre entienden los límites y sus ridícu/los deseos pueden matarnos si no somos cuidadosos.
Nick inclinó su cabeza en entendimiento. Para ser honesto, no sabía que había provocado que Jaden se convirtiera en el demonio vengador. Si había algún ser que fuera menos comunicativo acerca de su pasado que Nick, era Jaden. Y en todos esos siglos, Nick no había conocido a una criatura que supiera como Jaden había llegado a ser lo que era.
Jaden le ofreció una malévola sonrisa.
—Mantén a la mujer en la cama hasta que ninguno de los dos pueda caminar, y sácala de tu sistema. Recuerda, no importa lo que son o de donde vienen, todas las mujeres tienen un defecto de nacimiento. DMP
—¿DMP?
—Desorden Maldito de Personalidad.
Nick se rió amargamente
—¿Estás seguro que no escribieron mal tu nombre en tu certificado de nacimiento? Te aseguro que si lo compruebas, tu nombre real es Jaded[1].
En lugar de responder, Jaden hizo una mueca mientras se frotaba el cuello como si estuviera quemándose.
—¿Sabes una cosa? Te cambio mis demonios por tus Dark-Hunters cualquier día. No has visto bebés llorones hasta que has lidiado con un maldito demonio que está enfadado porque vendió su alma o algo más y las cosas no resultaron como deseaba —apretó los labios—. Demonios sin columna deberían ser asesinados. Te veré el sábado online —Jaden desapareció.
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