sábado, 1 de junio de 2013

Archeron - Cap: 46


Nick se detuvo mientras entraba en la casa para encontrar a tres mujeres alineadas… cantando… dios querido, cualquier cosa menos eso.
"Fergilicious."

Todo lo que necesitaba era a Simi aquí y que desentonara con ellas, era su canción favorita y se había pasado la mayor parte del año anterior maldiciendo a quienquiera que hubiese sido lo suficientemente tonto para enseñarle esa canción a una demonio hormonalmente adolescente. ¿La peor parte? Simi quería que la llamara Similicious.
Si, como si eso fuera a pasar. Antes, se convertiría en un modelo de ropa interior para Calvin Klein.
—Vamos, Nick —lo llamó Kim—. Únete.
La miró con el horror llenando su alma.
—Oh, infiernos, no. No hay suficiente cerveza en el mundo que me haga cantar “I’ll put your boy in rock, rock”. 

Las mujeres rieron fuertemente, Kim cayó en el sofá mientras Pam y Miley se carcajeaban.
—¿Así que encontraste algo? —Preguntó Miley después de que finalmente se calmara.
—Un faro roto en un coche al otro lado de la calle y dos farolas apagadas —Nick cogió el móvil de Miley y lo mantuvo lejos de ella—. Realmente necesito que llames a tu gente y les preguntes si encontraron otro diario.


Miley le lanzó una mirada socarrona.
—Créeme, si hubieran encontrado algo tan monumental me lo habrían dicho inmediatamente.
—¿Incluso si lo hubieran hecho justo antes de que los arrestaran?
—Entonces lo tendría el gobierno.
—Miley, por favor, no es gracioso. Tengo un mal presentimiento.
Cuando cogía el teléfono de sus manos, comenzó a sonar. Por el tono y el aspecto de su cara, podía decirse que sabía quién era antes de contestar.
—Hey Bruce, qué… —su voz se fue apagando mientras su rostro perdía color.
Nick puso las manos sobre sus hombros para calmarla.
—Oh, Dios mío. No…
Intercambió una mirada confundida con Pam hasta que escuchó el otro extremo de la conversación.
—Fue espantoso, Miley. Acabábamos de ser liberados hacía tal vez una hora, cuando recibí la llamada de que había sido atacado, al igual que Nikolas caminó a casa y que estaba en cirugía.
—¿Qué dicen los médicos?
—No saben. No se ve bien. Pero lo que fue más atemorizante es que los tipos que lo persiguieron, registraron la mochila y bolsillos… como si buscaran algo en particular. No cogieron nada de dinero ni su reloj. Nada… Harry dijo que le hicieron preguntas mientras lo golpeaban, pero dado que su griego no es fluido no pudo entender nada de lo que querían. Le siguieron sacando la mie/rda hasta que perdió la conciencia.

Miley le echó un vistazo a Nicholas, sospechando acerca de todos sus “presentimientos”.  Eran tan infaliblemente acertados que se preguntó si no podría ser parte de ellos.
—Por casualidad, ¿ninguno encontró otro diario durante la excavación?
—Temprano por la mañana, justo antes de que la policía llegara, tropezamos con el depósito de objetos más importante.
—¿Pero había ahí otro diario?
—No estaba tan bien preservado como el que tienes, pero sí, había otro libro y escucha esto… no estaba húmedo. Había sido sellado en un contenedor hermético dentro de un cofre de madera incrustado con oro. Parecía como si alguien lo hubiera escondido ahí por miedo o algo así.
—¿Dónde está ahora?
—No lo sé. Lo último que supe fue que Dimitri lo tenía.
—Necesito que encuentres a Dimitri y me traigas ese libro.
—¿Por qué? No es como si alguien pudiera leerlo.
—Sí, pueden.
—¿Quiénes?
Miró a Nick y deseó poder ver sus ojos, que mantenía ocultos del mundo.
—Un hombre aquí en los Estados Unidos.
— ¿Estás segura?
—Sí. Fue quien me dijo que probablemente había más de ellos por encontrar y fue el quien os sacó de la cárcel. Ahora escucha, mi casa fue allanada y parecía que buscaban algo, chicos, realmente debéis ser cuidadosos y mantenerme informada sobre Harry y Niko.
—Lo haré, Doc.
Cerró el teléfono y miró hacia esos lentes de sol oscuros que, sospechaba, escondían mucho más que el color de sus ojos.
—¿Qué está pasando, Nick?
Frotó el pulgar sobre el labio inferior.
—Encontraste una pieza crucial de la historia y hay facciones que están dispuestas a matar por ello.
No, tenía que ser más que eso. Tenía que serlo.
—Mira, esto no esla Momia. Noes como si el diario de una chica adolescente pudiera resucitar a los muertos o algo. Es sólo la historia de su inocua vida. ¿Qué en la tierra podría haber sabido una niña antigua que mereciera matar a alguien?
Se burló de ella.
—¿Me estás haciendo a mí esa pregunta? Las personas se matan las unas a las otras por un par de zapatos o por vestir la misma chaqueta.
Pam asintió.
—Tiene un punto ahí.
—Todavía no lo comprendo. No lo hago.
Nick negó con la cabeza.
—Hay un montón de cosas acerca del mundo, y de la gente en particular, que no entiendo —y considerando el hecho de que era un dios-de-once-mil-años-de-edad, eso casi lo decía todo.

Miró a Miley, deseando poder confiar en ella lo suficiente para decirle por qué ese libro era tan importante, pero todo lo que sabía era que la razón por la que no podía ver su futuro era porque terminaría siendo la que lo destruyera a él o al mundo.
Soy el Heraldo. Sólo yo puedo traer el Telikos.
O tal vez no… Su profecía era traerlo. Por enseñarla a traducir su lengua materna,  podía haberlo puesto en movimiento. Si sólo hubiera sabido acerca del segundo diario. Todo parecía tan inofensivo, una manera de enmendar el haber avergonzado a la nieta de un viejo amigo. Ahora parecía ser un desastre.

Sintiéndose de repente enfermo, se sentó en el brazo del sofá. ¿Qué había hecho?
—¿Estás bien? —Le preguntó Miley—. Te pusiste muy pálido de repente.
No, no estaba bien. Se sentía enfermo del estómago por el pensamiento de lo que podía haber hecho inadvertidamente. Igual que como con Joe Gautier. En el calor del enfado, había maldecido a su mejor amigo para matarse a sí mismo. 

Desafortunadamente, Artemisa había traído a Joe de entre los muertos y creado una situación asquerosa  para Nick. Ahora su mejor amigo quería matarlo en venganza.
Sé cuidadoso con lo que dices incluso de paso. Tu palabra es ley. La advertencia de su madre sonó en sus oídos y ahora que lo pensaba, había estado desconcertantemente silenciosa durante la semana pasada.
¿Matera? la llamó con su mente.
¿Apóstolos? Estaba agradecido por su rápida respuesta. Por ésta, sabía que no se estaba escondiendo de él por temor a hacerlo enfadar.
¿Qué está pasando con el descubrimiento de la Atlántida?
Nada. Humanos est/úpidos. Incluso cuando les digo cómo abrir el sello de mi prisión, no pueden seguir la más simple de las instrucciones. ¿Dónde hay un Atlante cuando lo necesito?
Muertos, por cortesía tuya, Mamá.
Oh, no me lo recuerdes… ¿Necesitas algo, m’gios? Has estado muy callado últimamente.
He estado ocupado y tengo un problema. Alguien ha encontrado uno de los diarios de Demi. ¿Sabes dónde está?
Se detuvo antes de contestar, vacilante.
Sí.
¿Y?
No respondió.
¿Matera?
¿Sí?

Agradeciendo que al menos una persona hubiera sido de ayuda, Nick se destelló desde la casa de Gus al departamento de Dimitri al otro lado de la ciudad. Tomó una respiración profunda tratando de pensar en la mejor manera de manejarlo. O podía teletransportarse dentro de la casa y buscarlo mientras el hombre dormía o podía despertarlo y preguntarle donde estaba…
Mejor encontrarlo mientras dormía.
Nick entró al pequeño y desordenado apartamento y se detuvo. Al principio pensó que Dimitri estaba dormido en la cama, pero no escuchó latidos de corazón. Acercándose, vio al hombre que yacía muerto, boca abajo sobre un charco de sangre.
—Esto no es bueno —suspiró, mirando alrededor el caos que alguien había dejado atrás cuando destrozó el lugar durante la búsqueda.
Nick respiró hondo y cerró los ojos, esperando que esta vez sus poderes funcionaran. Justo como debían hacerlo en casa de Miley, vio todo con una repentina claridad cristalina.

Tres hombres grandes vestidos de negro habían atacado a Dimitri, queriendo el libro. Dimitri había peleado y no les había dicho nada, aun mientras lo torturaban.
Su lealtad hacia Miley había terminado con un disparo silencioso hacía dos horas.
Nick se arrodilló junto al cuerpo y cerró los ojos del hombre.
—Descansa en paz, hermano. Los que te hicieron esto pagarán. Lo prometo.
Los hombres se habían marchado frustrados después de destruir el piso. Pero si ellos no tenían el diario, ¿quién lo tenía?
—¿Matera?
¿Vas a gritarme de nuevo, Apóstolos?
Lo siento. Una oleada de culpa lo atravesó mientras lamentaba haber sido grosero con ella. En toda su vida, su madre y  Simi habían sido las únicas que realmente lo habían amado. Por eso, odiaba perder la paciencia con ellas. No quise descargar mi enfado sobre ti, pero ¿podrías por favor contestarme una pregunta?

El libro no está aquí, pratio. Dimitri se lo dio a alguien más.
¿Quién?
Una imagen de su madre apareció ante él. Sus remolinantes ojos plateados ostentaban tristeza y pesar.
—Daría mi vida por ti y lo sabes. Pero no puedo responder esa pregunta. Su existencia está atada fuertemente a la tuya propia. También eres padre. Sabes que no siempre puedes darles a tus hijos lo que quieren. Lo siento, Apóstolos.
Quería tan urgentemente tomar su mano en la suya. Sentir su contacto, sólo una vez en su vida.
—Entiendo. No me gusta, pero entiendo.
Ella respiró hondo antes de hablar de nuevo con una voz que estaba llena de convicción.
—Sé lo que Savitar te dijo. Pero está equivocado acerca de esos resultados. No dejaré que nadie te asesine. No de nuevo. Si alguien se acerca a ti, partiré los reinos y desataré mi ejército para tu protección. Soy una diosa de la destrucción y no me importa lo que le pase a éste mundo de hombres. Eres la única cosa que amo, y mataré a lo que sea y a quienquiera si tengo que hacerlo para salvar tu vida.

Eso no era demasiado tranquilizador. Honestamente, preferiría estar muerto que sufrir más humillaciones. Pero su amor y devoción lo significaban todo para él.
—Te amo, Matera.
—Entonces libérame.
Negó con su cabeza a la única petición que nunca podría realizar. Y eso le rompía el corazón.
—Destruirás el mundo si lo hago.
Para su crédito, no se molestó en mentirle. Omitía cosas y guardaba secretos vitales tales como la existencia de su hija y el hecho de que si bien Simi era la última de la línea de Xiamara y la última de los Carontes en el reino humano, no era el último Caronte que quedaba vivo, pero su madre nunca había mentido completamente.
Su madre tragó.
—En cólera, juré matar a Artemisa y a Apolo por lo que te hicieron si alguna vez era liberada de Kalosis de nuevo. Ambos sabemos que si fallo en mantener mi palabra, perecería. Así que tienes razón. No tendría elección, excepto el fin del mundo, en mi liberación.
—Y no tengo elección excepto mantenerte ahí.
Negó con la cabeza.
—Nunca entenderé como puedes producirme tanto orgullo y dolor al mismo tiempo. No coincido con tu lealtad a la raza que te traicionó… no, ellos hicieron algo peor que eso, te torturaron y abusaron de ti de una forma que no merece compasión ni indulgencia. Pero respeto tus convicciones incluso si chocan violentamente con las mías. Ninguna madre podría estar más orgullosa de su hijo, Apóstolos. Ve a encontrar tu libro y que sepas que estoy aquí para ayudarte de cualquier forma que pueda.

Levantó su mano hacia ella de manera que pudiera poner la suya contra la de él. Era lo más cerca que podían estar de tocarse. Parte de él quería liberarla a cualquier precio.
Pero habiendo sufrido de la manera en que lo había hecho, no podría vivir sabiendo que había lastimado a alguien más. A no ser que al menos lo merecieran.
—Ve con mi amor, Apóstolos. Haz que ambos estemos orgullosos.
Desvaneciéndose de vuelta a Nueva Orleáns, se detuvo en el balcón de su apartamento en el 622 en Pirates Alley, que miraba hacia el patio dela Catedralde St. Louis. Estaba oscuro, pero podía oír la música vagando desdela Casa OldAbsinthe, así como también las risas y los parloteos de la gente en la calle. Había Daimons en el callejón acechando víctimas, pero antes de que se pudiera incluso preocuparse por eso, llegó Janice. Observó al Dark-Hunter Trinitense seguirlos hacia Royal Street donde sabía que acabaría con ellos.

Esta noche tenía mayores preocupaciones que los Daimons buscando víctimas. Alguien tenía uno de los diarios de Demi que nunca debía haberse escrito. Podría volver en el tiempo y co/gerlo, pero no sabía cómo alteraría el presente. Qué cambios podía provocar. Podría funcionar bien.
O la tierra podría terminar.

Se apoyó contra la verja, considerando sus opciones. ¿Acaso había sembrado su propia destrucción? Le había dado a Miley una llave que parecía inofensiva y ahora era la mayor amenaza que podía imaginar.
Protege a la chica, Apóstolos. Mantenla a salvo…
Inclinó la cabeza hacia la voz de su madre dentro de su cabeza.
—¿Qué estás diciendo, Matera?
No debería decirte esto, pero la supervivencia del mundo depende de ella. Mantenla a salvo.
Nick rió mientras era golpeado por una línea del programa de TV, “Heroes”. Salva a la animadora. Salva al mundo.
—¿Por qué me lo estás diciendo? —preguntó.
Porque te amo. Ahora vete.

Nick vaciló, pero al final del día sabría la verdad. Su madre nunca le hubiera dicho eso a menos que fuera realmente importante.
Bien, él protegería Soteria.
Y se protegería a sí mismo.


—¿Qué estás haciendo, Apollymi?
Apollymi se giró lejos de su fuente para encontrar a Savitar parado en su jardín mirándola enojado.
—Fuera de aquí, bastardo.
Se negó a moverse.
—No le deberías haber dicho eso.
Levantó la barbilla en desafío al Chthonian. Con todo su poder, no estaba a su altura y él lo sabía.
—¿Quién eres tú para decirme que debería o no hacer?
Sus ojos destellaron del lavanda al plateado y entonces se volvieron de un vibrante azul oscuro.
—Estás forzando al destino.
Le gruñó.
—Estoy protegiendo a mi hijo. Si eso es un crimen, entonces castígame. O espera, ya estoy siendo castigada por protegerlo. Que así sea.
Savitar estrechó los ojos.
—Esto no es un juego.
—No, no lo es. No juego. Nunca lo he hecho —comenzó a pasarlo, pero la cogió del brazo y la detuvo.
—No tenía porque contener los poderes de los dioses que destruiste enla Atlántidade la manera en que lo hice cuando te volviste hecha una furia contra ellos. Pero si no fuera por mi, los otros Chthonians te habrían matado.
Apollymi se negó a ser intimidada por él o por cualquier otro.
—¿Y qué? ¿Quieres que te de las gracias? —liberó el brazo de su agarre—. Las únicas gracias que te debo es por ayudar a Apóstolos a aprender a manejar sus poderes. Por eso, siempre estaré muy agradecida contigo. Pero es lo más lejos que mi gratitud llega. Si de verdad piensas que te temo o a esos otros dioses mortales con los que estás, piénsalo de nuevo. En éste universo, sólo la fuente primaria supera mis poderes. No hay nada que yo tema.
Su expresión se volvió fría, brutal.
—No es verdad. Temes perder a tu hijo y mientras temas eso, eres controlable como el resto de nosotros.
Odiaba el hecho de que estuviera en lo cierto.
—No me presiones, Savitar.
—Y no me presiones a mí. Podrás ser una diosa por nacimiento, pero soy más que un simple Chthonian y lo sabes. He sobrevivido a un infierno que ni siquiera puedes imaginar y sus fuegos forjaron una coraza de hierro dentro de mí. Quieres una batalla, toma tu espada. Pero antes recuerda el número de dioses que ha intentado matarme y ha fallado.
Lo reprendió con un ceño acalorado.
—En respuesta, harías bien en recordar que no sólo destruí a mi panteón entero, sino a mi propia familia para proteger a mi hijo. No te metas en mi camino, o tendremos que averiguar de una vez y por todas quién de nosotros empuña la espada más poderosa.
Savitar quería estrangularla por su obstinación. Pero siempre había sido de esa manera. Terca desde el centro de su ser.
—Bien, pero ten en cuenta lo que pasó la última vez que intentaste protegerlo. El sufrimiento que tu interferencia le causó a Apóstolos. ¿De verdad es lo que quieres?
Sus ojos rompieron en llanto y se odio a sí mismo por causarle tal dolor.
—Maldito.
Se burló.
—He estado maldito desde antes. Deja al destino desarrollarse como debería, Apollymi. Te pido que te quedes fuera de esto. Por nuestra paz.

Sus lágrimas de cristal resplandecieron como diamantes en sus oscuras pestañas rubias.
—Mantenlo vivo por mí, Savitar. De otra manera sabes lo que pasará.
Inclinó la cabeza.
—Haré todo lo que pueda, pero por otro lado, ambos sabemos que sólo Apóstolos puede forjar el destino que queremos para él.
Porque si Nicholas fastidiaba esto, no estaría solo en su sufrimiento.

El mundo completo sería destruido.
Incluso Artemisa le negaba su sangre en un intento de controlarle. Si no la complacía, se moría de hambre. Más que eso estaban los recuerdos de ser obligado a comer por los guardias de su padre. Méteselo por la garganta. Agárrale la boca y tápale la nariz hasta que trague. Y cuando se ahogaba por que estaban vertiéndole el alimento brutalmente por la boca, le pegaban y abofeteaban, también.
Odiaba comer.

Miley estiró la mano por el queso y se congeló cuando captó la extraña expresión del rostro de Nick. Si no lo conociera mejor, hubiera jurado que tenía miedo de la comida frente a él.
—¿Qué va mal?
—De verdad no desayuno.
Esta vez ella oyó la nota subyacente en su voz que le recordó a un pequeño y aterrado niño. Antes de que pudiera detenerse, fue hacia él y se detuvo a su lado. Él continuaba mirando el plato.
Dulcemente, le cogió la barbuda barbilla en la mano y le giró la cabeza para que pudiera mirarla.
—No voy a obligarte a comer contra tu voluntad, Nick. Pero no quiero verte hambriento. Por favor, come algo.
Nick miró fijamente la vena de su cuello que latía con la vitalidad de su vida. Podía oír su corazón latiendo… que era la comida que ansiaba.
Los incisivos se alargaron ante el aumento del hambre que le recorría. Sus sentidos se afilaron mientras sentía los ojos volviéndose rojos.
Come…

Pero no podía obligarse a alimentarse de ella del modo en que Artemisa lo había hecho con él cuando había sido humano. Aunque podía hacerlo placentero para ella, no podía hacerlo. Era una sensación de ser violado el tener a alguien drenando la sangre de tu cuerpo. Tenerlos rasgando tu carne con sus dientes mientras eres incapaz de detenerlos…
No lo haré.
Ella alargó la mano hacia abajo y cortó un pedacito de los huevos antes de llevar el tenedor a sus labios.
—¿Me harías el favor de tomar un pedacito?
Sus instintos eran empujarla lejos de él mientras sus dientes se retraían. En vez de eso, se encontró abriendo los labios de modo que ella pudiera colocar los huevos en la boca. El sabor le asombró. Nunca había vuelto a probar la comida desde que había muerto.

Pero mejor que la comida fue la sonrisa satisfecha en la cara de Miley. Ella alargó la mano y le acarició la mandíbula con el dorso de los dedos.
Cerrando los ojos, saboreó la ternura de ese toque mientras su pe/ne se endurecía enérgicamente. En ese momento, le costó cada gramo de fuerza que tenía no atraerla hacia él y besarla. O más concretamente, desnudarla y satisfacer el dolor del vacío en su interior.

Nunca en toda su existencia había saboreado la lujuria así. Era más que un simple antojo, era una cruda y exigente necesidad.
Ella cogió un pedazo de tostada y lo sostuvo contra su boca. Obedientemente, abrió los labios y dejó que lo alimentara de nuevo.

Miley no podía explicar la peculiar sensación de satisfacción que tenía alimentándole, pero no había rechazo. Sentía como si estuviera domando a un león salvaje. Y cuando lo alimentó con un trozo de beacon, la mordió suavemente los dedos.
Un escalofrío la recorrió.
—No es tan malo ¿verdad?
Él negó con la cabeza.
Ella le dio otro trozo de huevos. Los tragó, luego tomó un trago de cerveza. Ella no podía verle los ojos, pero podía sentir el peso de su mirada en ella y eso le calentaba todo el cuerpo.
—Ahora que te he apaciguado… —Tiró de ella contra él y la besó.
Miley gimió cuando su lengua tocó la de ella. Nunca en su vida un hombre la había besado así, como si estuviera respirándola. Poseyéndola. Su beso era caliente y exigente mientras él le acunaba la cara entre las manos.

Nick estaba en llamas por su sabor, por la sensación de su lengua contra la de él. Una y otra vez, podía imaginarse a sí mismo enterrado profundamente en su interior. Sentir sus manos en la espalda acariciándole con la mima ternura que había usado para tocarle la mejilla.
Incapaz de resistirlo, pasó una mano hacia abajo por su brazo y alrededor de sus caderas para acercarla más a él.
El cuerpo de Miley vibró con una increíble exigencia. Quería deshacerse de aquellos vaqueros y probar cada centímetro de su cuerpo hasta que estuviera ciega de éxtasis, pero en definitiva, no era est/úpida.

Un hombre como ese no tenía una cita con una mujer como ella. Simplemente no ocurría.
—So, chico —dijo, echándose hacia atrás—. Abajo. Nos acabamos de conocer. En realidad, ni siquiera sé de qué color son tus ojos.
Nick quiso quejarse cuando ella dio un paso alejándose. Su mirada cayó en los pezones que eran claramente visibles bajo la camiseta sin mangas que llevaba. Todo lo que quería hacer era empujarla hacia arriba y meterse uno de ellos en la boca.
¿Le abrazaría como si él le importara?
¿O le abofetearía después de que la hubiera complacido y le echaría de una patada de la cama?

El último pensamiento cayó sobre él como agua helada. No quería sentirse usado nunca más. Por no mencionar que tenía un enorme problema pelirrojo que le golpearía hasta que no tuviera piel sobre el cuerpo si alguna vez se enteraba de que había besado a otra mujer.
Maldita sea. Su vida nunca había sido suya.
—Lo siento —exhaló—. Eres extremadamente irresistible.
—Qué extraño, los hombres se me han resistido durante años.
—Sí bueno, eran idi/otas.
Sonriendo, extendió la mano hacia las gafas.
—¿Puedo quitarlas?
Nick juró mientras el miedo le desgarraba.
—Desearía que no lo hicieras.
—¿Por qué?
—Porque te harán sentir incómoda. A nadie le gusta mirarme a los ojos.
Ella le miró con el ceño fruncido.
—¿Qué eres? ¿El bebé de Rosemary?
—Más o menos.
Ella negó con la cabeza ante su miedo.
—Bueno, en caso de que no te hubieras dado cuenta, no soy como la mayoría de la gente.
No, no lo era. Pero ni siquiera los dioses podían mirarle a los ojos sin que sus labios se curvaran de disgusto.
—Sólo recuerda, cuando hagas esto, no habrá vuelta atrás.

Miley se congeló ante aquellas graves palabras. Ahora tenía que saber cómo eran. Alargando la mano lentamente, le quitó las gafas de los ojos.
Nick miró al suelo, impidiéndole ver su color. Pero maldición, el hombre era incluso más guapo sin las gafas. Nunca había visto un conjunto más perfecto de facciones.
—Mírame, Nick.
Nick rechinó los dientes cuando recordó a Artemisa diciéndole lo mismo. Pero entonces, no había temido que le hiciera daño por ellos. Ahora no había miedo de que Miley le hiciera daño, pero incluso después de todos estos siglos sabía que rara vez la gente encontraba su mirada sin observarle con desprecio o vergüenza. Odiaba que alguien viera la evidencia de su divinidad.

Miley le acarició la frente con un ligero y tierno toque.
—Por favor ¿Nick?
Fortaleciéndose para su horror y miedo, miró hacia arriba y encontró su mirada levemente.
Miley le miró con sorpresa por el remolino de color plateado. Nunca en su vida había visto nada como ello. El color era tan pálido y puro. Le recordaron al mercurio.
—¿Eres ciego? —Incluso mientras la pregunta salía de sus labios, sabía que era absurda. Él podía ver claramente.
Su expresión era estoica.
—No, no soy ciego. Es sólo un desafortunado defecto de nacimiento.
Ella vio la vergüenza en sus ojos mientras hablaba, y eso hizo que le pecho se le tensara porque algo tan bello le hiriera tanto.
—No es un defecto. Tus ojos son preciosos. Únicos… como tú. Creo que son geniales.
Él apartó la mirada.
Le cogió la barbilla y le obligó a mirarla otra vez.
—¿Quién te hizo daño?
Su mirada era cautelosa.
—¿Qué?
Miley le acarició la mandíbula mientras se daba cuenta de lo regañona que debía haber sonado.
—Lo siento, eso fue muy entrometido por mi parte. Es sólo que eres tan cauteloso y reservado incluso con las cosas más inocuas. Como que tienes miedo de dejar salir algo que será devuelto contra ti. Y eso es todo, lo que nos lleva directamente a tu color de ojos. Apostaría a que el negro ni siquiera es el color natural de tu pelo ¿verdad?

Nick tragó con dificultad ante su pregunta. Ella era inquietantemente perceptiva.
—Como dijiste, apenas nos conocemos el uno al otro.
Le apartó el pelo de la cara.
—¿Has intimado alguna vez con alguien?
—Naturalmente que sí.
—No quiero decir intimidad sexual. No tengo dudas de que has estado con incontables mujeres, incluso a tu edad. De lo que estoy hablando es de tener a alguien que conoce tus pensamientos más íntimos. ¿Alguien con quien puedas estar sin miedo de que te juzgue o piense mal de ti?
Nick rió amargamente ante la mera idea de ser tan abierto con otra persona.
—Está en la naturaleza de la gente herirse los unos a los otros. A nadie le importan tus pensamientos o tus sentimientos.


Miley  se apenó por él. Era tan cerrado que le hizo querer llorar.
—A mi me importan tus pensamientos.
—¿A ti? Has juzgado mal todo en mi desde el mismo comienzo. No soy nada más que otro gilipo/llas con el que tienes que tratar.
—Porque no me has dado nada más que lo peor de ti para que te juzgue por ello. ¿Por qué viniste a Nashville? ¿Eh? ¿Por qué arruinar mi repu/tación era tan importante para ti?
Ella vio la luz apagarse en sus ojos mientras se retiraba aún más en su interior. Pero fue el dolor en ellos lo que la hizo dolerse por él y en ese momento supo que tuvo una razón muy personal para lo que había hecho.
—¿Por qué Nick?

El reloj de la entrada sonó.
Él se echó hacia atrás.
—Son las nueve. Tengo una cita.
Desconcertada, frunció el ceño mientras él salía de la cocina con la cerveza y se dirigía hacia la salita donde había conectado una Xbox360 ala televisión. Al menos eso era lo que creía que era, pero en vez de ser blanca estaba cubierta con pegatinas negras en las que ponía “hacker” y “pwn3d”.
Ignorándola, sacó una camiseta de la mochila, se la puso, luego se sentó en el sofá y se puso un auricular en la cabeza.
Ella se sentó en el brazo del sofá.
—¿Qué significa pwn3d? Lo veo por todo Internet.
—Es un término de jugador que significa que has sido vencido o derrotado totalmente. —Lo encendió todo.
—¿Haces esto a menudo?
—Cada sábado por la mañana.
Ella puso los ojos en blanco esperando ver empezar algo como Halo o Gears of War o algún otro juego de machitos. Así que cuando comenzó con animales rosas bailando, frunció el ceño.
—¿Viva Piñata? —Parecía un juego de niños.
—Sí —dijo él mientras se registraba bajo su propio nombre—. Hey Tobe.
Ella se dio cuenta de que estaba hablando con alguien por el auricular.
—Sí, sé que he llegado un poco tarde. Lo siento.
Confundida, vio a Nick escoger el personaje de un zorro mientras alguien llamado Tobinator era un oso. Entonces JadeNX se unió y Toki-san.
Nick le echó una mirada, luego volvió toda su atención al juego.
—Toby, mira a Jaden. Oí que tuvo una mala noche y está en modo aniquilación. —Rió—. El fin del mundo no me toca hoy, tío. Hey Takeshi, quita tu gordo cu/lo de mí. Estás aplastando al zorro. —Deslizó su personaje lateralmente en la carrera—. No hay honor en sacrificar al zorro, tú, feo erizo.

Completamente perpleja por el hecho de que hombres adultos estuvieran jugando a un juego de niños pequeños, se fue a bañarse y vestirse.
Volvió treinta minutos más tarde para encontrarle aún en guerra con sus oponentes.
—¿Dónde hay un jod/ido cohete cuando lo necesitas? Ah mie/rda, Jaden, para con el polen. Odio eso. —Levantando la cabeza, golpeó un botón—. Sí, prueba la miel, gamberro.
Oyó el sonido de la risa de un chico pequeño a través del auricular.
El teléfono de Nick sonó. Le echó una mirada antes de apagar el auricular y responder.
—Hey, Trish. Si, entiendo. —Colgó el teléfono y volvió al juego—. Chicos, creo que tengo que declarar a Toby el ganador final. Su madre dice que tiene que quitarse el pijama y asearse para conocer el mundo. —Hubo un audible gemido de protesta—. Lo sé, Tobe. La gimnasia apesta, pero te veré más tarde ¿vale?
Nick sonrió tristemente.
—Escucha a Takeshi, colega. Tiene razón. —Se detuvo para escuchar—. Buen juego, caballeros. Gracias por la competición. Jaden, tú y yo vamos a tener la revancha más tarde. Paz, hermanos. —Colgó y apagó el juego.
Miley le miró mientras lo guardaba todo.
—¿Cuántos años tiene Toby?
—Ocho.
—¿Y los otros dos?
—Tienen más de ocho.
—¿Así que hombres crecidos quedan online para vencer a un niño de ocho años cada sábado por la mañana?
Él rió.
—No, Toby siempre gana.
Miley dejó escapar un irritado suspiro.
—Lo ves, lo estás haciendo otra vez. No me estás contando nada.
Nick se giró para mirarla.
—Sabes que confiar es una buena idea… para otra persona. Cada vez que he cometido el error de confiar en alguien… fue un error del que me arrepentí y lo pagué caro. Estoy realmente contento de que nadie te haya herido gravemente. Yo no he tenido tanta suerte ¿vale?
—Yo nunca te traicionaría, Nick.
Él sacudió la cabeza amargamente.
—He tenido gente que he conocido mucho mejor que a ti diciéndome eso. Al final, mintieron y fui jod/ido por ellos. Sin ofender, pero no quiero repetir.
Miley quiso llorar. ¿Cuán duramente había sido traicionado para que ni siquiera pudiera contarle si la gente al otro lado del juego eran amigos, familia u otra cosa?
—Voy a darme una ducha. —Cogió la mochila y la llevó con él.

Maldición, nunca había visto a nadie tan desconfiado. Probablemente no había nada más en la mochila que ropa interior sucia. Pero Dios prohibiera que alguien viera alguna vez su ropa interior, podrían aprender algo personal sobre él como su talla de ropa. ¡Llama a los federales! Tal cosa podría poner en peligro la seguridad nacional.
Suspirando, cogió el mando negro de la mesa de café y se detuvo mientras otra idea se le ocurría.
No lo hagas.
No pudo detenerse. Encendiendo el sistema de nuevo, se registró con el perfil de Nick. JadeNX no estaba, pero Toki-san aún estaba allí.
Le envío un mensaje.
—¿Eres un amigo de Nicholas?
Le respondió.
—¿Y tú?
Maldición, ¿todos a los que conocía Nick eran tan defensivos?
—Sí, mi nombre es Miley, ¿podrías llamarme? 204-555-9862.
Su teléfono sonó unos pocos segundos más tarde. Miley apagó el juego y la televisión antes de responder.
—Soy Miley.
—Takeshi —le respondió una voz profunda con acento japonés—. ¿Qué quieres de mí?
De repente se sintió ridícula y entrometida.
—Lo siento, no debería haberte molestado. Perdóname. —Comenzó a colgar.
—Espera. No habrías contactado conmigo si no fuera importante. ¿Nicholas está en problemas?
—No. Soy una arqueóloga y él se está quedando conmigo porque creemos que alguien puede estar intentando robar algunos artefactos atlantes que mi equipo ha encontrado. —No tenía ni idea de por qué le estaba contando todo esto a él—. Nick es tan reservado sobre todo que yo… no lo sé.
—No le contaré nada de lo que me digas. Él es muy reservado sobre ciertas cosas y se tomaría esto airadamente.
—Lo sé. No debería haber contactado contigo. Sólo necesitaba saber que es… que no está loco o algo.
Takeshi rió.
—Estás más segura con él que con tu propia familia. Tiene su honor por encima de todas las cosas, incluso sobre su propia vida.
Eso la hizo sentir mejor.
—Gracias.
—De nada. —Se detuvo antes de hablar de nuevo—. Cuida de él, Soteria. Y recuerda que hace falta gran coraje y corazón para un hombre que no conoce la amabilidad el demostrársela a otro. Incluso la más salvaje de las bestias puede ser domesticada con paciencia y una mano amable. —Colgó.
Miley se quedó de pie allí, digiriendo la última cosa cuando algo la golpeó… la había llamado Soteria.
¿Cómo demonios había sabido él su nombre real cuando no se lo había dado?

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Cual fue su parte favorita?

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2 comentarios:

  1. todoooooo me encanta todo me encanta cuando hay momentos de nick y miley c:
    siguela porfa no te demores si c:

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  2. El beso de nick y miley sin duda fue mi momento favorito♡ no demores en subir besos

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