martes, 18 de junio de 2013

Acheron - Cap: 60


Miley apretó los dientes ante lo indigno de la postura. Sus manos estaban encadenadas a una tabla sobre la cabeza. Las piernas tenían una tanto más de libertad, pero estaban igualmente encadenas en una amplia postura y ella lo odiaba. Era tan degradante ser maniatada así, y no ser capaz de liberarse. Ni siquiera podía rascarse la picazón de la nariz y eso la volvía loca.
Más que nada, le dio una mejor comprensión de lo que Nicholas pasó y que la hizo querer matar a todos los que lo habían traicionado. ¿Cuántas veces habría estado atado así? ¿Salvajemente golpeado mientras aquellos a su alrededor alentaban y se burlaban? O peor, ¿tomando placer sexual de su humillación?

Hoy finalmente llevaron a cabo la castración de Nicholas, por un crimen que sé que no cometió. Aún puedo escuchar los gritos de insoportable dolor. Los gritos rogando por piedad y muerte. La forma en que sollozaba de un modo en que nunca antes lo había oído llorar. No creo que sepa cómo el sonido de su miseria hacía eco a través de las paredes. Cómo esos gritos marcaron mi alma. Y dudo si seré capaz de silenciarlos de mi corazón.

Las palabras de Demi le llegaron. Ahora entendía completamente lo que Nick había sufrido como ser humano. Un peón de sus enemigos. Un peón de las brutales maquinaciones de personas que no tuvieron respeto por su vida o sus sentimientos. Asaltado, traicionado y abusado. Era increíble que siguiera cuerdo. Que no fuera despiadado y frío con un mundo que fue así con él. El hecho de que pudiera encontrar un mínimo de compasión la asombraba. Y no iba a dejar que estos imb/éciles la utilizaran para lastimarlo.
Con rabia y determinación creciendo en su interior, tiró de las cadenas de sus manos tan fuerte como pudo.
Sonó una risa.
—Podrías olvidarlo. Lo único que conseguirás es hacerte daño. Y aún si te liberas, nunca sobrevivirías a los Daimons y demonios que te comerán en el instante que dejes esta habitación.
Se detuvo para mirar a Satara de pie a unos cuantos metros vestida con un traje negro, esta vez con el cabello de un profundo rojo borgoña. ¿Qué pasaba con los dioses que constantemente jugaban con su cabello?
Centró la mirada sobre Satara.
—Sabes, toda mi vida he estado orgullosa de ser griega, pero debo decir que después de ti y Artemisa, estoy empezando seriamente a odiar algo de mi herencia. ¿Es congénito o hay algo más que te hace ser una pe/rra?
Siseó como una gata a la que se le ha pisado la cola.
—No me insultes, humana. Se supone que no debo hacerte daño. Al menos en teoría. Aunque pensándolo bien, un pequeño desarreglo en tus plumas no sería tan malo.
Tal vez eso debió atemorizarla, pero por alguna razón que no pudo imaginar, no lo hizo.
—De verdad, ¿Por qué quieres asesinar a tu tía con tanto ahínco?
Satara se mofó.
—Sirve a su engreído y corrupto trasero por once mil años y verás a qué extremos llegas por liberarte. Le ofrecí a Nicholas un trato hace siglos para liberarnos y el bastardo se negó. Se merece el infierno que ella le ofrece y más. Pero yo no. A diferencia de él, no me até voluntariamente a ella. Fui forzada y de una manera u otra, me liberaré.
—Cuando Nick venga por mí…
Rió, cortando las palabras de Miley.
—No vendrá aquí, cariño. No puede. Estás en el reino del infierno Atlante. Si tu amante pone un pie aquí buscándote, su madre se libera y el mundo termina. Piensa demasiado en la humanidad para permitir que eso suceda. Así que eres mía por un tiempo. Personalmente, creo que deberíamos tener un poco de distracción.



Nick convocó a Simi fuera de su cuerpo.
Inclinando la cabeza, lo estudió como una niña pequeña.
—¿Qué sucede Akri? Te ves muy triste.
No quiso contestar la pregunta, ya que probablemente la molestaría y eso era lo último que quería.
—Te voy a dejar en el Santuario mientras hago algo.
—¿Qué vas a hacer?
Cometer suicidio probablemente, pero eso no importaba. Sólo el bienestar de Miley importaba. Sin embargo, si iba a luchar, para lo que estaba preparado, Simi podría salir para pelear a su lado y no podía permitir que la hirieran por su causa.
—Compláceme, Simikee. Voy donde tú no puedes.
Arrugó la nariz con disgusto.
—Vas a ver a esa vaca, ¿No? Bien.La Simi se quedará, así no tendrá que oír esos soplidos, resoplidos ni ninguna cosa que revuelva el estómago de un demonio. Akri, ¿Tienes idea de lo que es tener náuseas siendo un tatuaje? No es divertido, cree a tu Simi cuando dice esto.

Sacudió la cabeza, asombrado que pudiera hacerlo reír cuando se sentía tan mal.
—Te creo, Simi. Ahora quédate. —La llevó abajo donde Dev, Angel, Kyle y el resto de los osos estaban teniendo una pelea de algún tipo. Algún cliente debió hacerle un comentario a Aimee y ellos estaban contemplando hacerlo el plato especial del día siguiente.
—Voy a dejar a Simi aquí un rato —le dijo a Dev—. ¿Podríais cuidarla? —Era una pregunta retórica.
Al menos eso pensó hasta que Dev negó con la cabeza.
—Vamos a ir contigo.
Frunció el ceño.
—¿De qué estás hablando?
—Sabemos lo que estás planeando —dijo Angel—, y vamos a ir contigo.

Estaba completamente asombrado. Cuando vio a Valerius, Talon, Kyrian, Julian, Zarek, Sin, Vane, Kyl, Katra, Fang, Tabitha y Fury entrando, todo lo que pudo hacer fue enco/gerse confundido.
¿Por qué estarían todos ellos ahí?
—¿Qué está pasando? —Les preguntó.
Kyrian le lanzó una divertida mirada.
—No hay uno de nosotros aquí por quien no hayas arriesgado el trasero, por algunos, más de una vez. Alexion nos contó lo que pasó con Miley y estamos aquí para cubrirte la espalda no importa qué hayas planeado.
Talon asintió.
—Wulf ya está en camino también. Llegará aquí apenas aterrice el avión y Otto lo traerá tan rápido como pueda. Él también planea unirse.
Valerius corrió a Tabitha hacia atrás.
—Tabitha no peleará. Regresará a casa pronto, pero quería hacerte saber que estará en espíritu.
Tabitha hizo una mueca.
—Es por el bebé, sino, estaría rompiendo pelotas por ti, Nick. Sabes eso.
Nick sonrió.
—Lo sé, Tabby.
—Los otros Dark-Hunters quisieron estar aquí —dijo Talon—, pero como el sol no se ha puesto aún no pudieron. Sin embargo, una vez que la resplandeciente esfera baje, estarán aquí si los necesitamos.
Estaba asombrado por la disposición a sangrar por él. Lo conmovió en un nivel que no sabía que existía. Es por eso que quería mantener su pasado en secreto. ¿Estarían dispuestos a apoyarlo si conocieran su pasado? ¿O serían como todos los demás y pasarían encima suyo?
Como Merus…
Aún así, este gesto significaba todo para él.
Miró a Kat.
—No te quiero en esta pelea.
Le gruñó.
—Papá…
—Sin discusiones —dijo cortándola—. Si Simi se queda fuera de la pelea, tú también.
Sin lanzó una grave y malvada risa.
—Me alegra tanto que sea tu padre. Y que por esta vez podamos vernos mano a mano.
Señaló con el dedo a Sin.
—Tú estás fuera de mi dormitorio esta noche. Y tú… —Giró hacia Nick—.  Simplemente me irritas. Miley es una muy buena amiga. Si algo va mal y me necesitas, más os vale que me llaméis. De otra manera, iréis todos a parar a la caseta del pe/rro. —miró hacia atrás a su esposo—. Tú estarás en ella de todos modos.
Sin acogió su ira afablemente.
Zarek los ignoraba con su habitual desdén.
—Esto aún no significa que me gustes, Nicholas. Pero te lo debo por mi esposa y mi hijo. Arriesgaría la vida por ti, porque sin ti, no tendría una mie/rda y lo sé.
Esa era, probablemente, lo más cercano a una declaración de amor que el hombre podría articular y honestamente lo conmovió.
—No esperaba que ninguno de vosotros me apoyara. Lucharemos no sólo contra Daimons, también lo haremos contra demonios.
Sin resopló.
—Vivo para desgarrar a los demonios. Que traigan a los bastardos.
Zarek asintió.
—Estoy de acuerdo… Adelante con la lluvia. Una cosa que aprendí de Astrid es que no se trata de encontrar refugio en una tormenta. Se trata de aprender a bailar bajo la lluvia. No me importa qué es lo que asesino, siempre y cuando me vuelva sangriento mientras lo hago.
Talon sonrió.
—Estamos aquí por ti T Rex. Así cómo has estado para nosotros.
Pensar que siempre había creído que estaba solo. Mientras entrenaba a los Dark-Hunters, o peleaba con los Were-Hunters para ayudarlos, nunca esperó que le devolvieran el favor.
—Gracias, chicos. No estoy acostumbrado a tener gente a mi espalda. —Siempre lo entregaban a sus enemigos o lo engañaban. Era bueno saber que no estaba solo—. Sé que todos teneis familia que os quieren, así que si deseais marcharos…
Vane se mofó.
—No estaríamos aquí si no quisiéramos. Val y tú peleasteis por salvar a mi hermana cuando nadie más se hubiera molestado. Y eso no lo olvido.
—Yo no he olvidado lo que los Dark-Hunters hicieron por Maggie y por mí —dijo Wren serenamente.
Fury asintió.
—Sí, somos familia. Psicótica, bizarra, con un revoltijo de personalidades que probablemente nunca se entenderán, pero aquí estamos. Ahora vamos a patear algunos cu/los.




Satara le sonrió cruelmente a Joe mientras lo enfrentaba a Miley.
—Piénsalo, amor. Es la venganza perfecta, ¿No es así?
Miró fijamente a la mujer, quién debía ser la más miserable de las criaturas. Alguien realmente necesitaba darle una paliza.
Satara lo dejó para ir al lado de Miley.
—Sé que no es mucho para admirar. Pero puedes pretender que me estás follando a mí. —Se paró directamente detrás de Miley, la rodeó para ahuecar los senos para que Joe los inspeccionara—. Piensa en lo mucho que mataría a Nick saber que violaste a su mujer mientras no tenía el poder de detenerte. Piensa en la culpa y agonía con la que tendría que vivir día tras día, pensando en ella gritando y suplicando por piedad mientras no había nadie que la ayudara. De sus gritos, llamándolo cuando no podía estar con ella. Es la venganza perfecta.
Miley se tiró hacia atrás y estrelló la cabeza contra la cara de la mujer.        
—Mejor alégrate de que esté atada, pe/rra.
Satara enterró la mano en el cabello de Miley y tiró con fuerza hacia atrás.
—Es hora de amordazarte.
Una tira de paño apareció sobre el rostro de Miley.
Satara cortó la blusa con una daga con mango de oro. La arrastró contra la piel hasta que enganchó la cuchilla debajo del sujetador.
—Vamos, Joe. La pequeña pe/rra te humilló en el Santuario. Toma tu venganza contra ella y Nicholas.
Se aproximó lentamente. Cautelosamente.

Trató de gritar a través de la mordaza pero el sonido no salió. Aterrorizada, tiró de las cadenas y odió estar tan imposibilitada para defenderse.
Satara cortó el sujetador, derramando los senos hacia afuera.
—Es toda tuya.
Joe tomó el cuchillo de su mano.


(cuando salta a otra parte de la historia es como un flashback)

Nick dejó que el agua se deslizara sobre su piel mientras luchaba con el dolor y la rabia en su interior. Miley nunca lo volvería a mirar de la misma manera. Jamás.
¿Por qué diablos había escuchado a su madre? Debería haber destruido cada uno de los diarios de su hermana.
Soy un completo gilipo/llas.
No había manera de negar la verdad. Siempre había estado marcado por un pasado que nunca quiso. En ese momento odiaba a Estes incluso más de lo que lo había odiado antes. Era el único jod/ido bastardo que lo había privado de todo.
Incluso del respeto de Miley.
Cerrando el agua, salió de la ducha para encontrársela en el umbral de la puerta, mirándole fijamente. La vergüenza y el azoramiento lo llenaron ante su silencio mientras cogía una toalla para secarse. Se preparó para sus insultos y rabia.
—Siento haberte manchado, Soteria. No tenía derecho.
Una simple lágrima se deslizó por su cara cuando se aproximó.
Nick se tensó esperando su bofetada e insultos. No se merecía menos y no esperaba nada más. Así que cuando lo atrajo a sus brazos y lo besó, estaba completamente atónito.
Miley se apartó de sus labios y le pasó los brazos rodeándole el cuello para mantenerlo cerca cuando la verdad del horror de su vida humana la rasgó. Y pensar que se había atrevido a acusarlo de no entender lo que era ser burlado y humillado. Gracias a Dios que no tenía idea de la profundidad de su pena hacía la burla de la suya.
No podía hablar debido a la telaraña de emociones que se reunieron en su garganta ahogándola. Estaba enfadada por él y su roto corazón.
Y en ese momento, se dio cuenta de lo mucho que amaba a ese hombre. Ahora las palabras de Takeshi tenían completo sentido para ella.
“Cuida de él, Soteria. Y recuerda que requiere un gran coraje y corazón para un hombre que no conoce la amabilidad mostrársela a otros. Incluso la más salvaje de las bestias puede ser domesticada por una paciente y gentil mano”.
Deslizó la mano por su lisa y perfecta espalda mientras recordaba las historias de sus palizas. Ni siquiera habían dejado que su espalda cicatrizara para que la densa y cicatrizada piel lo ayudara a escudarse del dolor de nuevos latigazos. Lo que le habían hecho estaba mal…
—Siento tanto lo que te hicieron, Nicholas. Lo siento mucho.
Nick cerró los ojos cuando la sostuvo contra él y jadeó.
—¿No me condenas?          
—¿Por qué?
—Yo soy… —no podía permitirse decirle la palabra pu/ta.
Miley apretó su abrazo cuando recordó sus palabras acerca de estar roto la noche anterior. Eso era lo que había querido decir con ellas. Echándose atrás, ahuecó su cara en las manos de modo que pudiera ver su sinceridad.
—Nada ha cambiado entre nosotros. No me importa tu pasado, Nick. A mí no. Todo lo que me importa es el hombre frente a mí ahora mismo.
—Yo no soy un hombre, Soteria.
No, no lo era. Era un dios. Poderoso. Humilde. Tierno y mortal. Por primera vez, entendía todos los vislumbres que había visto de él.
—Lo sé. Pero si crees que tu divinidad te excusa de bajar la tapa del baño, piénsalo otra vez.
Nick se rió, asombrado por su fuerza y humor sin importar la situación.
—No suelo tener a nadie quedándose conmigo.
—Lo sé. Siempre tuve suerte. Mi familia lucharía con el mismísimo diablo para mantenerme a salvo. No puedo imaginar la fortaleza que necesitaste para estar solo en el mundo. No tener a nadie que te protegiera de aquellos que te lastimaron. Pero no te abandonaré. Si no soy otra cosa en mi vida, si soy leal para aquellos a los que llamo amigos. Y estaré más que honrada de ser tu amiga, Nicholas, si me dejas.
El dolor le arrasó el corazón ante su ofrecimiento y la simple verdad que no podía negar.
—Nunca he tenido un amigo que supiera sobre mí antes.
No podía contar a Artemisa como amiga y esa carencia de conocimiento era lo que había terminado con la muerte de Joe. Si hubiera confiado lo bastante en Joe, sólo por una vez, para presentarle a Simi, Joe no se habría acostado con ella porque habría sabido que le pertenecía. Era un error que les había costado todo a ambos.
—Sé lo que estás pensando, Nick —dijo, dando un paso atrás para mirarle—. Tienes que confiar en mí y nunca te abandonaré.
El tiempo lo diría.
Bajó la mirada y sonrió cálidamente.
—Por cierto, estás muy mono desnudo. Ahora vístete. Tengo algunas preguntas para ti.
Estuvo vestido al instante.
Los ojos de Miley se agrandaron ante sus poderes.
—Sabes que eso podría serme de utilidad. Apuesto a que nunca llegas tarde, ¿huh?
—Lo intento. ¿Ahora, qué preguntas tienes?
Ella lo dirigió de regreso a la habitación donde el diario estaba tendido sobre la cama.
—Anoche me dijiste que tenías una hija embarazada. Ahora por la fecha del diario, se la edad que tienes. ¿Qué edad tiene ella?
—Yo tenía veintiuno cuando ella nació —era la explicación más fácil para la edad de Kat.
Miley levantó el diario y lo abrió por la marca de papel donde había dejado la lectura.
—De acuerdo así que es una tatara-tatara-tatara-abuela —hizo una anotación en el margen del diario—. ¿Quién es su madre?
—Prefiero no decirlo.
—Artemisa. Entiendo. Nunca hablaremos de ello.
Frunció el ceño ante su habilidad para suponer y estar tan satisfecha acerca de su pelirrojo problema.
—Cómo…
Colocó una mano en sus labios para evitar que hablara.
—Lo deduje por el diario ya que la protegías incluso cuando se negaba a devolverte el favor. Pero mi próxima pregunta para ti es ¿Qué va a hacer cuando sepa sobre mí?






Satara permaneció oculta en las sombras del Santuario, fingiendo ser un cliente en una mesa sorbiendo su cerveza de cuello largo, un desagradable brebaje, mientras esperaba  que Nicholas dejara la habitación donde había estado recluido con su recién descubierta mascota. El único verdadero regalo de su padre, Apolo, había sido darle la habilidad de ser indetectable para otros dioses. Lo había hecho de modo que pudiera espiar para él. Poco sabía que usaba el regalo en su contra más que para él. Para un dios de la profecía, su padre podía ser increíblemente denso. Su ego era tal que no podía concebir que nadie adorara el suelo por donde pasara.
Y a causa de su regalo, para Nicholas, incluso con todos los poderes que poseía, le estaba blindada. Qué bonito tener un dispositivo de camuflaje anti-atlante.
Lo cual había sido de mucha ayuda anoche mientras estaba en el club intentando obtener información para Stryker y en vez de eso había descubierto la actual obsesión femenina de Nicholas. O debería decir, debilidad.
El diario que buscaba estaba allí, podía sentirlo tirando de ella, pero el dios Atlante lo protegía y mientras lo hiciera no sería capaz de tocarlo sin arriesgarse a su ira.
Así que estaba esperando a que bajara la guardia y dejara su mochila o al bollito descuidado. Y si sus demonios hacían bien su trabajo, tendría de un tiro el libro de Demi y los secretos que contenía.
Satara jadeó cuando sintió dolor en el pecho que significaba que Nick había dejado el edificio. Sonriendo, se levantó y se dirigió escaleras arriba para robar su más preciada posesión.

Satara retrocedió al ver a Aimee Peltier con la nueva mascota de Nick, de pie en la puerta de la habitación donde ambos habían estado. ¡Jod/er! No podía tocar a la muy pe/rra mientras la osa estuviera. Una vez en Seattle, intentó violar la santidad de la zona segura de un santuario Were Hunter y casi la matan.
Savitar lo había dejado muy claro. Para ella, los Weres no estaban en el menú.
Cab/rón.
Bueno, al menos había aprendido de la experiencia. Lo que significaba que no podía hacerse con el diario hasta que la osa se fuera o dejaran la puerta abierta y pudiera colarse dentro. Eso sin mencionar el hecho de que dos sacerdotisas de Apollymi pululaban por ahí. Lo último que necesitaba es que cualquiera de ellas convocara los poderes de la diosa. Apollymi era una zo/rra letal, que hacía que Artemisa pareciera un perrito apaleado.

Tenía que esperar el momento adecuado.
Retrocediendo, volvió a las sombras, a esperar el momento en que pudiera lanzarse o que llegaran los demonios, si es que podían lograrlo. Los dichosos demonios causaban más problemas de lo que traían soluciones. Al contrario de los Daimons, tenían complejo de dios y no les gustaba responder ante nadie a quién no tuvieran que obedecer.
Aunque a veces le venían bien. Y si violaban las leyes del santuario, oh que pena. ¿A quién le importaba si morían?
O todavía mejor…
La tía Artemisa podría ser el mejor de los aliados en este asunto. Por lo menos podría mantener a Nicholas alejado por un tiempo, especialmente si se enteraba que Nicholas había estado jugando en el jardín de otra mujer.



Miley estaba desesperada por seguir leyendo pero, como Aimee parecía no conocer la antigua lengua, se abstuvo de hacerlo y guardó el diario en su mochila para mantenerlo a salvo
Miró la mesita redonda donde se sentaban Aimee, Justina y Katherine contando historias de malas citas.
No era exactamente la manera preferida de pasar el tiempo de Miley.
—Chicas —dijo sonriéndoles—, no lo toméis a mal, pero me estoy volviendo loca. ¿Podemos bajar al bar o hacer algo que no sea estar sentada aquí aburriéndome a muerte mientras vosotras tres veis como me crecen las cejas? De verdad estoy bien. No voy a estallar en combustión espontánea o algo así de raro. Lo juro.
Aimee rió.
—Vale, pero si bajamos y los chicos me ven, me pondrán a trabajar.
Miley sonrió ampliamente.  
—Ponme a trabajar, por dios. —Cualquier cosa antes que quedarse inactiva.
Aimee inclinó la cabeza recelosa.
—¿Sabes servir mesas?
—Por supuesto. Mi familia tiene tres tiendas y dos restaurantes en Nueva York. Trabajo como esclava cada vez que voy.
Justina levantó las manos e hizo una mueca.  
—Yo no toco mesas, platos, ventanas ni nada que implique contacto con saliva o los gérmenes de otra gente.
Las tres la miraron con curiosidad ante la confesión voluntaria que, además, era más información de la que cualquiera de ellas necesitaba tener.
—Vale, sexo y besos no incluidos. Eso es completamente diferente. La comida es otro tema. La gente no.
Miley se destornillaba de risa.
—Yo también ayudo —dijo Katherine—, Tina puede quedarse con Miley y asegurarse de que nadie la atrape mientras estamos ocupadas. Eso la mantendrá a salvo de gérmenes y saliva y a Miley a salvo del aburrimiento.
Aimee se burló de Katherine.  
—Señoritas, ¿no habéis visto los musculitos que tenemos abajo? Si alguien o algo entra aquí con malas intenciones, mi familia limpiará el suelo, las paredes y el techo con ellos. ¿Por qué creéis que Nick trajo a Miley aquí?
Katherine sonrió.  
—Vale. Vamos. Además voy a situar a mis sacerdotisas entre la gente y así podemos vigilar también. Estaremos bien cubiertas.
 —Genial. —Miley siguió a Aimee escaleras abajo para que le diera una camiseta del Santuario y un delantal blanco para ponerse sobre los vaqueros. Puso el diario en el bolsillo del delantal y empezó a servir mesas mientas Justina intentaba seguirla sin llamar la atención.
Sí…
Era difícil pasar por alto a la morena alta con aire de “que te den” tan fuerte que podría cercar una ciudad. Miraba a todo el mundo como si fuera su próxima víctima. Pero todo iba bien. A Miley le encantaba la tía, con actitud incluida.
Sonriendo a su amiga, fue hacia una mesa donde un tío extremadamente guapo estaba solo y llevaba unas gafas de sol que le recordaban las de Nick. Vestía todo de negro y tenía la misma actitud de “que os jodan” que tenía Nick la noche que se conocieron. Llevaba el pelo peinado hacia atrás, despejando el rostro donde tenía el mismo arco doble y flecha que Dev llevaba en el brazo. Nick le había dicho que esa era la marca de Artemisa en los Dark Hunters pero todavía era de día, así que a lo mejor era como Dev y la llevaba porque pensaba que era genial.
Al acercarse, supuso que era otro Were Animal de esos.
—Hola, cariño. —Dijo saludándole—. ¿Qué te traigo?
No podía saber si la estaba mirando por las gafas, pero podía sentir la mirada como un peso tangible. Antes de que pudiera parpadear, se puso de pie detrás de ella con una mano en su cintura. Inclinó la cabeza hasta el pelo y aspiró hondo.
 —Apestas a Nicholas. —La voz era profunda y tenía un acento cajún espeso.
Puso la mano en el diario, lista para luchar a muerte por él.  
—A lo mejor te gustaría quitarme la mano de encima y dar un paso atrás.
—¿Si no lo hago qué?
—Te voy a estropear el día.
Rió amargamente en su oído.  
—¿Tú crees?
Tan rápido como pudo quitó la mano del diario y la puso en su entrepierna. Rechinando los dientes y con la fuerza de sus años de arqueología, apretó y retorció hasta que se dobló de dolor. Le soltó cuando la cara se le puso de un rojo brillante y la insultó.
 —Ni lo pienses, colega. Dado que mido 1,86 debes saber que no soy una enclenque.
Justina se puso detrás de ella.


******

Él empezó a avanzar, pero antes de que la alcanzara, Dev estaba allí empujándole hacia atrás.
—Joe, sabes que no puedes.
Se quitó a Dev de encima. Cuando fue a por él, levantó la mano y con una fuerza invisible, le estampó contra la pared.  
—No soy tu pe/rra, Dev. No vuelvas a ponerme las manos encima. —Se estiró la chaqueta tirando de las solapas y se acercó a ella. Cogió un mechón de pelo del hombro—. Dale recuerdos a Nick y asegúrate de decirle que has conocido a Joe Gautier. —Dejó caer el mechón como si le diera asco y salió.
—Odio a ese hijo de pu/ta.
—¿Entonces por qué le ofreciste refugio? —preguntó Apollymi.
La miró con tal frialdad que pudo sentirlo por todo su cuerpo.
—Tú tienes tus demonios para que te protejan, me parece justo que yo tenga los míos. Ambos sabemos que ya no disfruto de tu favor, Apollymi. Incluso aunque haya sacrificado a mi propio hijo para hacerte feliz. Incluso aunque haya pasado un millón de vidas en ciego servicio a ti, soy sólo un medio para alcanzar un fin. Quieres herir a mi padre por lo que le hizo a tu hijo y yo soy la herramienta elegida para ello. La verdad, no me importaba que me utilizaras mientras pensaba en ti como una madre. Pero me declaraste la guerra y aquí estamos. Ninguno de los dos felices. Ambos alienados por nuestros hijos. —dejó escapar una risa amarga—. Vaya par ¿eh?

Apollymi se aproximó a él lentamente, con sus emociones contenidas. No era tan sencillo como lo había expresado.
—A pesar de lo que piense, Strykerius, te amaba. Pero soy una diosa de la venganza y cometiste el error de olvidarlo. En el momento en que fuiste tras Apostolos para dañarle, fuiste tú quien lanzó la declaración de guerra, no yo. En lo que concierne a mi hijo no tengo ni razón ni lealtad por encima de él. Él es lo que más quiero y él, su hija y su nieto son las únicas cosas en el mundo por las que moriría por proteger. Ahora tú retienes lo que es sagrado para él. Libérala inmediatamente o ni siquiera tus demonios podrán salvarte de mí.
Stryker la miró con ira al darse cuenta de que no bromeaba.
—¡Satara!
Su hermana apareció instantáneamente con expresión de desprecio.
—No uses ese tono conmigo.
Apollymi  la miró
—¿Dónde está Soteria?
La est/úpida niña ni siquiera tenía el buen juicio de temerla. En su lugar, se encogió de hombros.
—De momento, está a salvo.
—Libérala. —exigió Apollymi.
—Creo que no.
Apollymi extendió el brazo y atrajo hacia sí a Satara para poder agarrarla por la garganta con la otra mano.
—No estoy para jueguitos, pequeña. Libérala o te mataré.
Satara tosía y salivaba intentando retirar la mano de Apollymi de su garganta. Era inútil. Nadie sobrepasaba los poderes de Apollymi.
—Si me matas ella también muere.
Apollymi apretó su cuello más fuerte.
—¡Apollymi, espera! —soltó Stryker—, no miente. Mira su muñeca. Lleva un brazalete atlante. Y apostaría a que el otro está en la muñeca de Soteria. Si la matas, Soteria morirá con ella.
Satara sonrió con maldad.
—Estás en lo correcto, hermano.
Maldiciendo, Apollymi la arrojó contra Stryker.
—Quiero a Soteria libre.
Satara se enderezó y enfrentó su ira con una satisfacción que le hizo querer hacer que la desgraciada desapareciera en el olvido.
—Cuando Nicholas me entregue mi diario, ella será liberada. Créeme, no quiero hacerle daño más que tú. —La burla en su voz no pasó desapercibida para Apollymi, que también se percató de que la pe/rra estaba mintiendo—. Solamente quiero lo que tiene Nicholas.
Apollymi se burló.
—¿Crees que confiará en ti para hacer un trato?
—No. Por eso mis demonios han convocado a Jaden. Jaden será el negociador. De esa forma, sabré que Nicholas no usará sus poderes contra mí y yo no usaré mis poderes ni mis demonios contra él.
Apollymi puso los ojos en blanco ante la ridícula fanfarronada. Estaba asombrada por la arrogancia de la gente que subestimaba tan seriamente sus habilidades.
—Muchachita, tú no tienes poderes.
Satara se rió malevolente.
—Oh, Apollymi, con todos los tuyos, me subestimas grandemente si piensas eso. —Se desvaneció.
No podía poner los ojos más en blanco sin quedarse ciega. Apollymi se volvió hacia Strykerius.
—Comprendo la necesidad de una familia, pero si fuera tú, me alejaría de esa antes de que te arrastre a unas profundidades tan hondas que te ahogarás. —Se desvaneció también de vuelta a su jardín donde podía hablar con Apostolos a solas.
Como madre, odiaba darle malas noticias y eso la hacía odiar a Satara mucho más.
—No puedo hacer nada, m’gios. Han llamado a Jaden que contactará contigo y te dirá los términos para traerla de vuelta.
Podía sentir la furia de la impotencia en Apostolos.
—Matera.
—Soteria tiene puesto un brazalete. Si intento algo, Satara la matará.
Él suspiró pesadamente.
—¿Qué quieren?
—El diario de Demi.
—¿Cuál?
—No lo han dicho, pero estoy segura de que Jaden te dirá todo lo que necesitas para traerla. —Y una vez que Satara se quitara el brazalete iba a desear no haberse cruzado nunca con Apollymi o su hijo.





Nick se separó de su madre y deseándole su bien. En esos momentos tenía cosas más importantes de las que preocuparse. Si Satara quería uno de los diarios sólo había una razón.
Quería matar a Artemisa y a Apolo.
—Maldita sea, Demi. —¿Por qué siempre tenía la necesidad de poner por escrito todo lo que pensaba? A pesar de todo, esas palabras le habían consolado durante siglos.
Ahora eran la amenaza más grande que había conocido.
Hizo una mueca cuando un dolor fuerte le corrió por la espalda. Sólo por eso, debería dejar que Artemisa se las apañara con Satara.
Pero, desafortunadamente, su muerte desencadenaría el fin del mundo.
No había nada que pudiera hacerse. Negociaría con Satara pero, por ahora, tenía que asegurar a Soteria.
Cerrando los ojos se transportó de vuelta a su habitación del Santuario. Fue al otro lado de la cama y se quedó helado.
La mochila no estaba.
¿Qué co/ño? Buscó alrededor pero ni siquiera podía sentir los objetos que contenía. La aprensión le encogió el estómago. Esto no era nada bueno. Nadie podía tener acceso a esta habitación o a su mochila.
Salió de la habitación y se encontró a Aimee que estaba sirviendo mesas. Ella fue a un rincón tranquilo al verle aproximarse.
—Hey —dijo en tono bajo—. ¿Has visto a alguien subir a nuestra habitación?
—No, ¿por qué?
—Mi mochila ha desaparecido.
Sin saber lo importante que era, frunció el ceño.
—Deja que pregunte a ver si alguien sabe algo.
Nick se daba golpecitos en el muslo con el pulgar intentando localizar la mochila con sus poderes. No le llegaba nada. Era como si la hubieran absorbido de la existencia.
Cuando Aimee volvió negando con la cabeza, supo que algo iba rematadamente mal.
Puesto que la mochila no parecía estar en el reino humano y no estaba en Katoteros ni en Kalosis, sólo queda un sitio.
El Olimpo.
Cabreado a un nivel al que sólo podía llevarle Artemisa, fue a su templo y la encontró sentada en su tumbona blanca como si no tuviera ni una preocupación en el mundo. Como si no hubiera azotado cada fragmento de la piel de su espalda. Y cuando le miró con una sonrisa fría y tonta de orgullo, supo que le había jod/ido bien otra vez.
—¿Qué has hecho? —exigió.
—No he hecho nada.
—No me mientas, Artemisa. No estoy de humor.
Por lo menos había conseguido borrar la est/úpida sonrisa de su cara. —No te estoy mintiendo. No me has hecho ninguna pregunta real.
Odiaba jugar este jueguito con ella.
—Vale. Mi mochila ha desaparecido. ¿La has visto?
Al instante apareció a sus pies.
Artemisa soltó un suspiro de disgusto.
—No sé porque le tienes tanto cariño a ese topo andrajoso.
—Trapo andrajoso.
—Lo que sea. Deberías pensar en comprarte una nueva.
Nick no respondió. Se inclinó para revisar el contenido. En el momento que la abrió la furia le recorrió con renovado vigor.
—¿Dónde están los diarios de Demi?
—A salvo.
Ya, pero ella no lo estaba en este momento.
—Esa respuesta no es aceptable.
Se levantó lentamente de la silla en un remolino de pelo rojo y ropa blanca. Estaba majestuosa y fría y le soltó con un gruñido, —Es la única respuesta que vas a obtener. Esos diarios son un riesgo para mí y ahora los he iluminado.



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