martes, 18 de junio de 2013

Acheron - Cap: 63


—¡Oh! No me dijiste que dolería.
Se encogió de hombros.
—Nacer siempre es doloroso y no lo es menos renacer.
No estaba bromeando. Sintió algo haciéndose trizas desde el interior hacia fuera. Con náuseas y mareada, parpadeó ante la oscuridad que era tan opresiva como para cegarla.
Lo siguiente que supo, era que estaba en los brazos de Nick. Estaba sentado en el suelo, sosteniéndola contra su cuerpo, mejilla con mejilla, la mecía y le susurraba.
—Por favor, Miley, por favor no te mueras. Por favor no me dejes solo. No quiero vivir sin ti…
Esas afligidas palabras la ahogaron, pero lo que la dejó atónita fue la humedad de las mejillas.
Estaba llorando.
Por ella.
Levantando la mano, deslizó los dedos contra las patillas de la mandíbula.  Nick se echó atrás con un angustiado jadeo.
—¿Soteria?
Asintió, entonces sintió el hambre que su madre había mencionado. Ésta quemaba a través de ella con una increíble ferocidad, alargando sus incisivos. Decidida, le sostuvo la mirada.
—Deja que me quede contigo, Nick.
No pudo respirar cuando entendió lo que le estaba pidiendo. Lo que necesitaba. Y por primera vez en la eternidad, estaba dispuesto a sangrar para darle la vida.
—¿Estás segura?
Asintió.
Se apartó el pelo a un lado e inclinó el cuello. Cerrando los ojos, se preparó para el dolor del mordisco. Para la odiosa sensación de la respiración en el cuello mientras se alimentaba.
Se detuvo cuando le sintió ponerse rígido. Le llevó un segundo darse cuenta del porqué. No podía soportar tener a alguien respirándole en el cuello y aún así, allí estaba sentado, ofreciéndose sin reserva o comentario alguno. En ese momento lo amó incluso más.
Y con sus recién descubiertos sentidos, supo que el cuello no era el único lugar del que podía alimentarse…
Abrió los ojos cuando se alejó. Frunciendo el ceño, observó como bajaba y le mordía en el interior del muslo. Jadeó con fuerza cuando una ola de deseo le cegó y endureció su pe/ne, estando sólo a algunas pulgadas de esa boca. Pero lo que más le sorprendía, era que no le hubiese agarrado del pelo y herido mientras se alimentaba del cuello. Estaba siendo gentil y considerada, y cuando levantó la mirada, esos ojos coincidieron con los suyos.
Esa profunda plata remolineante que tanto odiaba, se veía hermosa en ella. Ahora estaban vinculados. Los poderes. La sangre. Eran suyos ahora. Pero incluso así, la quería como había sido. Besándola en los labios, volvió sus ojos al color marrón que le había robado el corazón la primera vez que había mirado alrededor de la sala, con nervioso pánico.
Esa era la mujer que amaba. La única sin la que no podía vivir.

Miley sintió un crudo e inimaginable poder en su interior. Ahora podía oírlo todo. Ver los más minúscu/los colores en cada objeto.
—¿Es así como ves el mundo?
—Sí.
Era tan vívido. Abrumador. Al mismo tiempo el cuerpo estaba caliente y necesitado. Le miró y él realmente se sonrojó antes de vestirse.
Aclarándose la garganta, le indicó la puerta con una inclinación de cabeza.
—No podemos hacerlo aquí.
—Artemisa —gruñó el nombre.
Asintió.
—Todavía estamos encerrados en su templo.
—No por mucho tiempo. —Poniéndose de pie, fue hacia la puerta.
Frunció el ceño cuando Miley cerró los ojos y extendió las manos a ambos lados. Sintió el viento de su abuela agitándose alrededor. La mandíbula se le aflojó cuando se dio cuenta de lo que estaba sucediendo… su madre le había dado parte de sus poderes. No solo tenía los suyos.
Y la combinación de esos poderes con los de su madre…
Era algo aterrador.
El pensamiento apenas había terminado antes de que la puerta se astillara en miles de fragmentos.
Artemisa chilló fuera, y luego huyó hacia la sala del trono.
Nick se levantó y fue hacia Miley.
—Vámonos a casa.
Negó con la cabeza.
—Ve adelantándote. Estaré allí en unos minutos.
Se detuvo ante la extraña nota en la voz.
—Miley…
Le dedicó una traviesa sonrisa, cortando las palabras.
—Sólo voy a hablar con ella. No te preocupes.
Sí, claro. ¿No preocuparse? ¿Estaba loca? Por una vez, no estaba seguro cuál de ellas estaba en más peligro.
Vaciló, pero finalmente confió en ella.
—Recuérdale que sabré si te hace daño y si lo hace, no hay bastante poder en el Olimpo que la proteja.
See besó la punta del dedo y lo presionó contra la punta de su nariz.
—No estés tan intranquilo. Sólo vamos a tener una charla de chicas.
De algún modo lo dudaba. Conociendo a Miley, sería igual que una pelea de gatas. Pero no interferiría. Era hora de que alguien pusiese a la diosa de rodillas.
—De acuerdo, bebé. Estaré esperando en mi apartamento.
No se movió hasta que Nick se marchó. Al instante en que sintió los poderes a salvo al regresar al mundo humano, se dirigió en la dirección en la que Artemisa había salido huyendo.
Con los nuevos poderes desatados, iba a tener una larga conversación atrasada de “Ven con papá” con la diosa.

Artemisa esperó hasta que todos los poderes se desvanecieran de su templo. 
Salvo que no fue así. Sintió que los poderes primarios de Nicholas se fueron, pero aún quedaban más. Poderosos. Fríos. Calculadores.
Eso no era Nicholas.
Y cuando Soteria cruzó las puertas de su sala de baño haciala Saladel Trono con un caminar mortal, la sangre se drenó completamente de la cara de Artemisa. No había duda que la mujer quería un pedazo de ella y que estaba dispuesta a pelear.
Pese a todo se negó a permitir que la chica viera su pánico.
—No eres nada para mí, humana.
Miley se burló, y le habló en un griego perfecto.
—Oh, estás equivocada sobre eso, Artemisa. No soy un nada. Soy la que te va a patear el cu/lo si alguna vez te vuelves a acercar a Nicholas.
Artemisa extendió su mano e hizo a Miley volar a lo largo de la habitación.
 —Tú no eres amenaza para mí.
Miley levantó sus manos y justo cuando iba a golpearse contra la pared, dejó de moverse. Abriendo sus ojos, se sorprendió al encontrarse flotando sobre el piso a unos cuantos centímetros de la piedra con la cual Artemisa tenía intención de golpearla.

Artemisa gritó de indignación mientras Miley se reía de alivio. Estos poderes eran grandiosos.
Manteniendo sus manos a cada lado, se colocó de nuevo en el piso de la habitación. Artemisa corrió hacia ella y la agarró por el cuello. Miley se deslizó fuera de su agarre, y la empujó.
—Oh, pe/rra, por favor. —Estiró su mano y presionó a Artemisa contra la pared.
—¡Suéltame!
Miley apretó su agarre sobre ella.
—Por todas las veces que has herido a Nick, tienes suerte de que no te arranque el corazón del pecho ahora mismo. ¿Cómo pudiste?
Se formaron lágrimas en los verdes ojos de Artemisa mientras luchaba para liberarse.
—Lo amo.
Miley sacudió la cabeza.
—¿Cómo puedes decir eso? Ni siquiera entiendes lo que significa. Amar no es avergonzarte de ser vista con la persona que te importa. No se trata de castigo o de daño.
 Sintiendo compasión por la diosa, Miley la dejo ir.
 —El amor es lo que te da la fuerza necesaria para enfrentar cualquier cosa sin importar lo brutal o aterradora que sea. Es lo que hizo que Nick permitiese ser golpeado en lugar de decirle a su padre acerca de ti. Es lo que le hizo permitir ser destripado en el suelo a tus pies en lugar de avergonzarte públicamente. Y tú escupiste en su amor y lo rechazaste. Para ser una diosa, eres patética.
 Artemisa la miro desdeñosamente.
—Eres humana. A nadie le importa si duermes con una pu/ta.

Miley hizo algo que nunca en su vida había hecho antes. Abofeteó a una persona. 
 Artemisa gritó y trató de agarrarla, pero Miley aferró sus muñecas en sus manos y la empujó. Le brindó una mirada asesina a la diosa para hacerle saber que iba en serio.
 —Si alguna vez insultas a Nicholas de nuevo, que dios me perdone, pero te voy a hacer lo que le permitiste a tu hermano hacer con él. Voy a cortarte la lengua. Nicholas es el hombre al que amo y nadie, nunca, tiene problemas con él sin tener problemas conmigo.
Artemisa liberó una de sus manos y trató de golpearla, pero Miley capturó de nuevo su muñeca.
—No eres mejor que yo —le gruñó Artemisa—. Lo sacrificarías en un instante para salvarte.
Miley sacudió su cabeza.
—Estás equivocada. No hay nada en esta tierra, encima o debajo de ella, que valore más que a Nicholas. Y ambos tenemos suficiente de ti. Que tengas una gran eternidad y si quieres seguir teniendo esa eternidad, mantente alejada de mi camino y deja a Nicholas en paz.
Artemisa curvó sus labios.
—No has terminado conmigo totalmente, humana. Soy la madre de su hija.
 Eso le hizo sentirse mal.
—Tienes razón. Eres la madre de Katra, pobre de ella. Pero estás equivocada en una cosa.
—¿Y esa sería?
Miley dejó que el poder dela Destructora se uniera con el de Nick dentro de ella. Un minuto, era normal y en el próximo, sintió que su cabello se convertía en un rubio blanco que se extendía a su alrededor mientras rayos la rodeaban y salían de sus manos.
—Ya no soy humana —dijo con una demoníaca voz—.  Soy la Atlantia KedemoniaTheony laGuardiana de los dioses Atlantes. Y ahora mismo sólo hay uno de ellos, caminando por el mundo y para salvarlo de otro doloroso recuerdo creado por ti, estoy dispuesta a bañarme en tus entrañas, pe/rra. En cuanto a Kat, es una chica grande, estoy segura de eso, ya que solía vivir con ella. Va a sobrevivir a la muerte de su madre. Confía en mí, tengo experiencia de primera mano con ese tema.
Artemisa la miró sorprendida.
—¿Destruirías el mundo entero por él?
—Sí, lo haría. ¿Lo harías tú?
 Artemisa apartó la mirada.
 —Y es por lo cuál que vas a desearle lo mejor y salir de nuestras vidas. La próxima vez que te vea, Diosa, será mejor que me lleves regalos que me hagan sonreír, de lo contrario el panteón griego estará buscando una nueva diosa de la caza. ¿Me entiendes?
—Entiendo. —Pero sus ojos decían que ya estaba tramando alguna forma de molestarlos.
—Que así sea.
 Los enemigos eran una desafortunada parte de la vida. No hay nada que Miley pudiera hacer al respecto, salvo cumplir su promesa si Artemisa descubría tener el suficiente coraje como para ir tras de ella de nuevo.
Nadie se llevaría algo suyo sin luchar, y por Nick, ella daría la vida.
—Adiós, Artemisa, y por tu propio bien, en caso de que encuentras a alguien que te ame de la misma forma en que Nick lo hizo, cuida mejor de él.

Con estas palabras, Miley regresó a Nueva Orleáns, donde encontró a Nick esperando en el sofá de su apartamento. Se puso de pie antes de inspeccionar su cuerpo en busca de heridas, en realidad era bastante adorable.
—¿Estás bien?
—Te dije que iba a estar bien.
 Su mirada estaba llena de dudas.

—¿No te hizo daño?
—Nop —levantó sus manos para mostrarle exactamente cuan sana estaba—. Estoy muy bien.
El alivio en sus ojos la tocó profundamente mientras él se inclinaba hacia abajo para depositar un ligero beso sobre sus labios. Ay, cómo amaba a este hombre.
 —Me siento mal por lo que te hice —respiro pesadamente—. Nunca quise herirte.
 —Lo sé, cariño. —Ella le sonrió—.  ¿Qué fue lo que le dijiste a Wulf? ¿A veces las cosas tienen que ir mal, para que puedan ir bien? Si no te hubieras alimentado de mí, no tendría los poderes que necesitaba para estar contigo. Así que no te sientas mal, Nick. Porque yo no lo hago.
Se estremeció como si ella lo hubiera golpeado y se sintió mal por él.
—Nunca quise que me vieras así.
—¿Verte como qué?
 —Como un monstruo. Desprecio mi verdadera forma.
 Ella sacudió la cabeza mientras él ponía sus brazos alrededor de su cintura.
 —No puedo imaginarme por qué, muy aparte de que me mataras, eres realmente lindo en una forma muy de Papá pitufo.
—¿Papá pitufo? —Hizo un sonido de total sufrimiento y le frunció el ceño—. No me veo como Papá pitufo.
 —No, bebé —le dijo en un fingido y sarcástico tono mientras juguetonamente palmeaba sus mejillas—, en absoluto. Te ves como sexo envasado. ¿Está tu ego mejor? —Una ceja se alzó ante sus palabras. Al menos hasta que ella se estiró para tomarlo en su mano. Tomó aliento bruscamente mientras ella lentamente desabrochaba sus pantalones.
 —¿Qué estás haciendo?
Ella lamió sus labios ante el calor que corría por sus venas.
 —Todavía me estoy sintiendo bastante... animada por esa alimentación. Y honestamente, Papá Pitufo, te ves lo suficientemente bien como para comerte.
Nick apenas podía respirar, mientras ella se arrodillaba en el suelo frente a él y abría su bragueta. Cuando lo miró, sus ojos brillaban con amor un instante antes de que lo tomara en su boca.
Toda la razón desapareció de su cabeza mientras la observó provocarlo y lamerlo.
—¿Has estado leyendo ese libro de nuevo, verdad?
 Ella se rió y la sensación de su garganta vibrando en torno a él fue más de lo que pudo soportar. Antes de que pudiera detenerse, su cuerpo se liberó. Nick se inclinó contra la pared mientras su cuerpo convulsionaba. Honestamente, fue uno de los mejores orgasmos que había tenido y el hecho de que ella no se había apartado, sólo lo hacía mejor.
 Hasta que se dio cuenta de lo que había hecho. Maldijo ante su est/upidez, mientras esperaba que ella lo regañara.
 —No fue mi intención, Miley. Debí advertirte.
 Ella le frunció el ceño mientras cerraba sus pantalones.
—¿Advertirme sobre qué?
 Él apartó la mirada, incapaz de mirarla.
—Normalmente tengo más control. Te prometo que te daré tiempo para alejarte en el futuro.
Miley se levantó y giró su barbilla hasta que encontró su mirada.
—Nick, no hay nada de ti que me parezca repugnante. Nada. Ni tus ojos. Ni tu raro cuerpo azul. Y sobre todo no algo que yo he iniciado. De hecho, me encanta tu sabor y que pierdas el control. Esto significa que lo estoy haciendo bien.
Agarrando su mejilla, la acarició con su nariz, deleitándose en la suavidad de su piel contra la suya.
—Eres demasiado buena para ser verdad.
 —Sólo dices eso porque no hay un martillo por aquí.
Él se rió e inclinó su cabeza para acariciar su cuello.
—Estoy tan agradecido de que no me encuentres repulsivo.
 Ella acarició su oído con sus dedos.
—Sólo recuerda que tienes que avisarme antes de soltar colmillo sobre mí de nuevo.
La miró con un ceño.
—¿Soltar colmillo?
 Ella sonrió juguetonamente.
—Sí, es un término de la serie de vampiros que L.A. Banks escribe. Deberías leer sus libros alguna vez. Son geniales.
—Con un sustento como ese, ¿Cómo podría negarme? Pero primero, creo que tenemos que leer un poco más de ese libro tuyo, el “Chupar su pepino”.
Ella se rió hasta que el pepino le hizo pensar en comida.
—Oye, ¿Todas esa cosa sangrienta significa que ya no puedo comer?
—No, Miley —le dijo sonrientemente—. Simplemente no necesitas comer comida de verdad. Puedes saborearla, pero no va a saciar el hambre de sangre. Vas a tener que alimentarte cada par de semanas.
—¿O me convertiré en la señora pitufo?
Él se rió.
—No, sólo yo hago eso. Tú te convertirías en...
—¿Qué?
—Estaba pensando en el término de Simi. Una diosa pe/rra.
Ella juguetonamente le dio un puñetazo en el estómago.
—¡No te atrevas a llamarme así! Eres un hombre malo.
Nick se puso serio al darse cuenta de la forma en la que estaban jugando y bromeando. Ni una sola vez en toda su vida había estado tan a gusto con alguien. Ella sabía todo acerca de él.
Todo.
Y nada de eso le importaba. Su pasado no era nada.
Pero ella era su futuro.
Tomando su mano, la llevó hacia su cama, donde tenía la intención de hacerle el amor durante el resto del día. La besó mientras desaparecían sus ropas y la colocaba en la cama.
—Te amo, Soteria.
Miley lo acercó hacia ella, envolvió su largo, y delgado cuerpo contra él y lo abrazó fuertemente.
—Sagapo, Achimou. Sagapo. (Te amo, Acheron. Te amo)
Su griego lo calentó mientras los vellos en la coyuntura de sus muslos provocaban su estómago y hacían que su cuerpo comenzara a endurecerse de nuevo.
—Agapay, Sota.
Miley le frunció el ceno.
 —¿Agapay?
Él asintió.
—En Atlante significa Te amo. Sota es el equivalente Atlante de tu nombre.
Miley amaba ese sonido, sobre todo la forma tan sexy en la que rodaba su lengua, en ese musical acento suyo, y amaba aún más el que estuviera compartiendo su lenguaje con ella.
—¿Cuál sería el equivalente de tu nombre?
—Acho.
—Agapay, Acho.
Él jugó con su cabello mientras le sonreía.
 —Siempre he odiado el Atlante, pero no cuando tú lo hablas.
Ella no podía imaginarse por qué, considerando lo hermoso que era. Podría escucharlo hablar todo el día, y cada vez que lo hiciera, derretirse nuevamente. La ponía extremadamente caliente.
Acariciar su hombro le hizo preguntarse otra cosa.
—Por curiosidad, ¿cuántos idiomas sabes?
—Soy un dios, Miley. Los sé todos. Y cuando entres en contacto con ellos, también los sabrás.
Eso, ahora, es definitivamente impresionante. Se mordió el labio en regocijo y luego sus ojos se abrieron ampliamente.
—Oh oh, tengo otra pregunta. Tú eres omnisciente, ¿verdad?
—Para la mayoría de cosas, sí.
—Entonces tienes que responderme esto, porque necesito saberlo. ¿Qué es el final de todo?
Él se encogió de hombros.
—Esa es fácil.
—Entonces dime.
—La letra G.
Gimiendo, Miley lo golpeó en la cabeza con una almohada.
—Eres un caso perdido, Achimou. Por esto, vas a tener un castigo. —Rodó, hasta que él estuvo bajo ella.
Nick tomó aliento mientras ella rodeaba su pezón con su lengua. Ahora, este era el tipo de castigo que un hombre podía esperar con entusiasmo.
—¿Qué más puedo hacer para enojarte?
Ella besó la piel de sus costillas.
—Podrías dejarme.
Él gimió ente el pensamiento.
—Nunca haría eso, Miley. Nadie puede vivir sin corazón y eso es lo que eres para mí.

Miley se recostó sobre él y lo abrazó. Hasta que otro horrible pensamiento se le ocurrió. Se tensó y se levantó para poder encontrar su mirada.
—Nick, espera... ¿Artemisa es dueña de tu alma?
—No, yo no soy realmente un Dark-Hunter. A diferencia de ellos, no le he dado voluntariamente mi alma. Usó mis poderes para engañarme y revivirme en contra de mi voluntad. Pero porque soy un dios, no pudo llevarse mi alma. Siempre la he tenido.
—Pero tienes el tatuaje del arco y flecha.
El cuál en este momento no estaba en su cuerpo.
—Sólo porque no quería que los otros Dark-Hunters supieran que no era uno de ellos. Sólo quería que me trataran como si fuera normal. Es la misma razón por la que tengo colmillos cada vez que están cerca, a pesar de que retroceden a menos que esté por alimentarme.
Ella sostuvo su cabeza en su mano y trazó círcu/los sobre su pecho.
—Sabes que no tienes que ser normal a mi alrededor, ¿verdad?
—Lo sé.
—Bien.
Y por el resto de la noche, Nick se tomó su tiempo al hacerle el amor. Mostrándole exactamente lo mucho que significaba para él y cuánto la atesoraba.
Fue justo después de la medianoche, cuando finalmente se quedó dormida de puro agotamiento. Su cuerpo totalmente saciado, Nick la cubrió con una manta antes de dejar la cama y vestirse con pantalones de cuero negro y una larga camiseta de los VG Cat Rat mangual. Colocándose su largo abrigo, se transportó de Nueva Orleáns al Monte Olimpo.
Por primera vez no fue a ver a Artemisa. En cambio, caminó a lo largo del templo de los destinos. En el momento en que puso un pie en el vestíbulo, Atropo, Cloto y Laquesis aparecieron para bloquearle el paso hacia el resto de su dominio. No es como si pudieran. Como Destino Final, él las gobernaba y ellas lo sabían.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Le preguntó Cloto, con voz chillona por su nerviosismo.
—Quería hablar contigo.
—Sobre qué.
Miró a Atropo que era alta, rubia y que lo odiaba con una pasión que él nunca llegó a entender. En ese momento, le permitió ver cada onza de la furia dentro de él.
—Si alguna vez cortais el hilo de la vida de Soteria de nuevo no hay poder existente que evite que desgarre vuestras gargantas. Vosotras tres me habéis jod/ido por última vez. Durante todos estos siglos, os he dejado en paz. Ahora, os estoy advirtiendo que me devolváis el favor, porque la próxima vez que os metan con mi destino, voy a terminar el vuestro
El miedo en sus rostros le dijo que lo habían entendido y aceptado totalmente su sugerencia. Perfecto.
Estaba cansado de jugar. Cuando se trataba de Soteria, no tenía sentido del humor. Cualquiera que la amenazara, se condenaba a morir.
Es así de simple.
Ella le había enseñado a aceptar finalmente lo que era. A la mie/rda con los demás. Porque ahora no sólo era el héroe de su madre, sino también de la pequeña mujer que poseía su corazón.
Por ella, haría cualquier cosa.
Incluso destruiría el mundo.




Dos semanas después
Nueva Orleáns
Pese a que Nick confiaba en Miley, su estómago estaba hecho un nudo mientras la seguía haciala Sala de Conferencias de Tulane, en donde iba a dar otro discurso sobrela Atlántida.
—¿Por qué no me dices lo que planeas decir?
La respuesta más obvia era que lo quería torturar, cosa que había estado haciendo durante días.
Demonios, hasta podría darle lecciones a Artemisa.
Ella le ofreció la misma cálida sonrisa que sólo servía para asustarlo aún más.
—No es de tu incumbencia. Pero si te metes conmigo o con mi repu/tación al igual que hiciste en Nashville, vas a estar viviendo en tu propio apartamento. Solo. Acuérdate, de que me quedo con la custodia de Simi. ¿No es así, Sim?
—Exacto —dijo Simi sonriendo orgullosamente mientras se trasladaba al lado de él—. Relájate, Akri. Akra-Miley no hará nada para enfadarte. Sólo Simi hace eso.
Él se rió, aunque el nudo en su estómago se apretaba aún más con cada paso que daba hacia la habitación.
 —Todavía no has contestado a mi pregunta —dijo Miley, volviendo al tema que había iniciado camino aquí—. ¿Cómo era realmente Julio César?
Él  se encogió indiferentemente.
—El hombre era brillante, pero hacia trampa en los dados.
Ella dejó salir un impresionado suspiro, mientras tensaba sus hombros soñadoramente.
—No puedo creer que lo conocieras a él y Alejandro Magno.
—Bueno, Alex fue un accidente. Yo estaba persiguiendo a un Daimon que huyó hacia la ciudad en donde éste se alojaba y después que lo maté, trató de sumarme a su ejército. Le dije que estaba dirigiendo uno propio y no tenía tiempo para unirme a él.


Miley nunca se cansaba de escuchar los recuerdos del pasado de Nick. Había hecho tantas cosas fascinantes y había sido testigo de la historia sobre la que ella sólo había leído. Había estado allí durante el primer saqueo de Roma. Había estado en la Muralla Chinaapenas unos días después de haber sido terminada. Había debatido sobre filosofía con Confucio, cenado con Kublai Khan e incluso había asistido a un festín con Buda cuando él había sido apenas un muchacho. Había caminado en Egipto cuando la necrópolis de Giza se estaba construyendo. Había jugado con El Delfín[1] cuando el muchacho había sido un niño pequeño y cenado con el verdadero Rey Arturo. . . la vida que había vivido era simplemente increíble.
Y le hacía preguntarse qué futuros acontecimientos históricos compartirían juntos.
—¿Y con respecto a Jesús? —Le pregunto, muriéndose por saber la verdad—. ¿Llegaste a conocerlo?
—Lo oí hablar en varias ocasiones. Cada vez era brillante y fascinante. Simplemente había algo sobre el que te hacia prestarle atención.
—¿Pero nunca lo conociste?
Él sacudió la cabeza.
—¿Por qué no?
—Por la misma razón por la que nunca me reuní oficialmente con Gandhi. No me sentía lo suficientemente digno. Sólo me gustaba escucharlos hablar—. Nick abrió la puerta ala Salade Conferencias.
Miley se congeló cuando vio la multitud reunida.
Nick puso su mano sobre su brazo para darle fuerzas.
—Todo va a estar bien. Simi y yo vamos a comernos a cualquier persona que aunque sea te pestañeé de mala manera.
Aún así no se sentía mejor.
—No estoy segura sobre esto.
—Entonces vámonos. Mi motocicleta está fuera, llena de combustible.
Ella lo miró antes de sacudir su cabeza.
—Por lo menos esta vez mis páginas están numeradas—. Tomando un profundo aliento de valentía, se obligó a sí misma a entrar en la habitación donde las personas se veían más como tiburones que historiadores, estudiantes y arqueólogos.
Por lo menos esta vez tenía a Nick y a Simi con ella.
Nick permaneció a su lado hasta que llegó a la primera fila. Colocó su mochila en el suelo y tomó asiento. Simi se sentó a su lado y sonrió alentadoramente.

Miley sentía como si el corazón se le fuera a salir del pecho, mientras se acercaba al podio. La multitud aquí era casi tan grande como la de Nashville.
Dios, cómo odiaba hablar en público.
Mientras  ella preparaba sus páginas, la puerta se abrió para que entraran Kim y Pam quienes a saludaron antes de sentarse al lado de Simi. Agradecida por su apoyo, Miley ajustó el micrófono. Y justo cuando estaba a punto de comenzar su discurso, Artemisa abrió la puerta.
Se quedó fría al verla y ante lo que podía significar que estuviera aquí. Por no mencionar, que vio la forma en que Nick se tensó visiblemente como si esperara que el Armagedon empezara.
Sin decir una palabra a nadie o darle un vistazo a Nick, Artemisa se sentó en la fila de atrás, lejos de Nick y de la multitud.
 ¿Qué demonios quería?
Aclarándose la garganta, Miley  se obligó a ignorarla. Artemisa no era importante aquí.
—Um, hola a todos —dijo, hablando suavemente por el micrófono—. Quería agradecerles por venir hoy. Sé que algunos de ustedes estaban en Nashville para presenciar el desastre de mi extrema humillación... —dirigió su mirada hacia Nick que tuvo la delicadeza de verse avergonzado y contrito —pero como saben, mi equipo, hace un par de semanas, excavó una gran parte de las ruinas bajo el mar de lo que creíamos erala Atlántida.
Una mano se levantó, de un hombre al que reconoció como un historiador, pero no podía recordar su nombre. La oradora lo señaló.
—He oído que entre las cosas encontradas había artefactos concluyentes que datan del9000 A.C. Si usted podría confirmar esto, ¿Se da cuenta de que rescribiría completamente la historia?
Antes de que pudiera responder las puertas se abrieron una vez más para mostrar a un mensajero de UPS. Indiferente ante el hecho de que estaba interrumpiendo su conferencia, se dirigió hacia ella.
—Dra. Kafieri?                             
—Esa sería yo.
Él le entregó una libreta electrónica para firmar.
Confundida, miró nerviosamente a su alrededor.
—Por favor, discúlpenme —dijo hacia la habitación mientras firmaba su nombre, luego tomó el pequeño paquete en sus manos. Frunciendo el ceño, lo abrió para encontrar el último diario de Demi, el que Artemisa había hecho que sus hombres robaran junto con la mochila de Nick.

Era la prueba concluyente que rescribiría la historia y que haría que no sólo su nombre sino el de su padre y tío fueran leyendas en su campo.
Este era el momento que siempre había soñado. Desde que habían enterrado a su padre, su único objetivo en la vida había sido la redención de su nombre.
Con el corazón martillando, miró a Nick cuya cara estaba ahora pálida. Lo miró a los ojos y vio a su temor desvanecerse.
Sigue adelante, bebé. Sé lo mucho que significa para ti. Devuélvele  a tu padre su repu/tación. —Sólo ella podía oír la profunda voz  de Nick en su cabeza.
Esas palabras trajeron lágrimas a sus ojos. Ella sabía lo que eso le haría a Nick. Los hombres y las mujeres que él llamaba amigos sabrían exactamente cuan horrible había sido su pasado. Aunque estaba segura de que a muchos de ellos no les importaría, conocía demasiado a las personas como para saber que no todos se sentirían de la misma manera. Algunos de ellos nunca lo verían de la misma. Se reirían y se burlarían de él.
Muchos de ellos nunca lo perdonarían por una verdad que no había sido su culpa. Lo harían sentirse de la misma manera que Artemisa lo había estado haciendo por todos esos siglos.
Y eso lo destruiría.
—Lo siento, papá —susurró bajo su aliento antes de poner el libro de nuevo en su sobre y volver a su discurso. Se aclaró la garganta—. Sí, hemos encontrado unos cuantos objetos que son bastante antiguos. Lamentablemente, ninguno de ellos se remonta a lo que creo fue el tiempo dela Atlántida. Esmás, las ruinas que encontramos no parecen ser nada más que una pequeña aldea griega de transporte marítimo. Me temo que los expertos están en lo cierto. No hay Atlántida en el Egeo. Después de todos estos años, he llegado a entender que mi familia y yo hemos estado en el camino equivocado.
Dicho esto, mi equipo está actualmente dirigiéndose a las Bahamas a fin de que podamos ver más de cerca al Camino Bimini encontrado. Si hay una Atlántida, cosa que ahora dudo por completo, éstas podrían ser la clave para encontrarla.
Ella tragó mientras miraba a su alrededor viendo los ceños fruncidos en los rostros de sus compañeros.
—Me gustaría tener mejores noticias y todos ustedes pueden leer mi informe sobre nuestras conclusiones en mi próximo trabajo, así como en mi sitio web una vez que lo haya terminado. Al final, sin embargo, mi búsqueda dela Atlántidame enseñó algo. En todo nuestro pasado se encuentra nuestro futuro. Por nuestras propias manos y decisiones seremos condenados y salvados. En lo que sea que hagan, pongan su mejor esfuerzo, incluso si todo lo que están haciendo es perseguir un arco iris sin final. Tal vez nunca lleguen al final de él, pero a lo largo del camino encontrarán gente que va a significar el mundo para ustedes y van a hacer recuerdos que los mantendrán calientes incluso en las noches más frías. Gracias a todos por venir.

Juntando sus páginas, se encontró con la incrédula mirada de Nick y le sonrió.
Hubo murmullos y susurros mientras la multitud se dispersaba tranquilamente, incluso algunos eran despectivos sobre ella y su padre. Pero por una vez, no le importaba. Las palabras no eran nada. Eran las personas en su vida las que realmente importaban.
A medida que se iban, Simi le dio un puñetazo a Nick en el brazo.
—Ves, Akri. Simi no cría tontos. Te dije que mi niña era de calidad. Akra-Miley nunca va a hacer nada que pueda herir a su Achimou.
Nick se rió.
Artemisa, sin embargo, parecía menos que complacida mientras caminaba hacia Miley. 

Miley apretó su agarre sobre el paquete que Artemisa le había enviado, dispuesta a luchar hasta el final de los tiempos para mantener el diario lejos de las manos de Artemisa.
—Creí que seguramente usarías eso para guardar las apariencias.
Miley encogió los hombros.




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