lunes, 17 de junio de 2013

Archeron - Cap: 55



Él se rió de su impaciencia. Con el cuerpo ardiendo, hundió el pulgar dentro de ella. Ella mordió su labio y dio un respingo en respuesta.
—Estás mojada —él bajó la cabeza para lamerla y hacerla incluso más resbaladiza.
Miley abrió las piernas deseando sentir tanto de él como fuera posible.
—Me estás matando, Nicholas.
—Paciencia, amor, paciencia. —él deslizó un largo dedo en su interior. Ella tembló en respuesta cuando su lengua giró y jugueteó. Ese dedo fue seguido por otro. Él deslizó su barbilla contra ella.
—Córrete para mí, Soteria. Quiero probarte.
Cuando él volvió a ella, no tuvo elección excepto obedecer. Su orgasmo salpicó a través de ella hasta que estuvo segura que moriría por ello. Ola después de ola se estrellaban sobre ella y él todavía no la pe/netraba.

En vez de eso, le dio la vuelta, sobre su estómago. Antes de que pudiera preguntarle que intentaba, empezó a masajearla. No un masaje normal, sino uno que aflojaba cada múscu/lo de su cuerpo.
—No te quiero tensa, —le explicó, su voz espesa con su melódico acento.
—Oh, créeme, soy masilla. 
Su profunda risa llenó sus oídos antes de que él deslizara sus dedos dentro de ella otra vez.
Nick se mordió el labio mientras su cuerpo se dolía, queriendo estar dentro de ella. Ahora estaba incluso más mojada. Un orgasmo más y sería capaz de penetrarla sin mucho dolor.
Inclinándose, le pellizcó las nalgas.

Miley gritó ante el placentero dolor que fue seguido por sus manos conduciéndose incluso más profundamente dentro de ella mientras Nick trasladaba su boca a besar la base de su columna. Él le empujó el vestido hasta los hombros con el rostro mientras sus manos obraban magia sobre su cuerpo. Entonces el movió la mano de modo que pudiera frotar su pe/ne contra ella sin penetrarla. Ella jadeó ante la sensación mientras él movía las manos para cubrir sus pechos.
Esto era más de lo que ella podía soportar. Antes de que pudiera recuperar el aliento, su cuerpo explotó otra vez.
Esta vez, él se condujo profundamente en su cuerpo mientras su orgasmo remontaba. Miley gruñó ante la extraña sensación de su cuerpo dentro del suyo. El grosor sólo hacía su orgasmo más intenso.
Ella gritó por el ciego placer de esto.
Con la garganta seca, Nick no se movió cuando sintió el cuerpo de ella aferrando el suyo. Le tomó toda su fuerza no empujar, pero no era aún el momento. Su cuerpo todavía se estiraba para acomodarlo.
—¿Estás bien?
—¿Estás de broma? —Ella se deslizó bajando por su eje.
Él jadeó cuando el placer casi anuló su control.
—¿Eso es que sí?
—Sí. —jadeó ella, cerrando con fuerza los ojos mientras todo su cuerpo temblaba.
Ella se meció contra él incluso más fuerte.
—¡Para! —gritó Nick.
Miley se congeló, temiendo que lo hubiese lastimado.
—¿Qué pasa?
Él salió de ella y rodó sobre su espalda para mirarla. Le apartó el pelo de la cara antes de pasar la almohadilla de su pulgar por su labio inferior.
—Quiero correrme mientras te miro.
Ella le besó mientras él tiraba de ella sobre su cuerpo. Ella se sentó a horcajas sobre sus caderas mientras se besaban.
Nick bajó su mano por la espalda de ella hasta tocarse a sí mismo de modo que pudiera guiarse de regreso a su interior. Ellos jadearon al unísono cuando ella se hundió bajando sobre él.
Cuando lo hizo, sus pensamientos susurraron a través de su cabeza. ¿Lo estaré haciendo bien? Espero que no esté decepcionado. ¿Por qué no puedo hacerlo con las gafas puestas para así poder verle mejor? Por favor no estés decepcionado, Nick.
Aquellos dudosos pensamientos lo atravesaron. Más que nada la sinceridad en ellos, la preocupación por él trajeron lágrimas a sus ojos.
—Eres maravillosa, Miley. Perfecta.
Ella se detuvo bizqueando ante él.
—¿De verdad?
—Sí —jadeó él, estirándose hacia debajo de modo que pudiera acariciarla mientras ella lo montaba lenta y fácilmente. Con la garganta apretada, su gentileza lograba penetrar donde los latigazos no lo habían hecho.

Una pequeña lágrima se deslizó desde la esquina de su ojo derecho.  Cerrándolos de golpe se rindió a ella. Ahora mismo, en este momento, ella era su dueña de una manera que nadie lo había sido antes.
No, ella no era su dueña.
Se daba a sí mismo a ella y por primera vez, entendía la diferencia. Entendía lo que significaba hacer el amor. Compartir su cuerpo con alguien no por obligación o miedo, sino porque los hacía estar más cerca.
En un único latido de corazón, él era suyo y ella era suya.

Miley ardió ante la sensación de Nick profundamente en su interior. Toda su vida se había preguntado cómo se sentiría. Pero la imaginación no tenía nada que ver con esta realidad. Nada con la belleza de sentir la serena fuerza de Nick bajo ella.
Él era tan duro y fiero y todavía tan gentil. Lamentaba no poder avanzar en su interior o más al punto que pudiera abrigarse a su alrededor e impedir que le hicieran daño para siempre.
Si solo le dejara.
Nick ahuecó su cara en las manos y la besó apasionadamente un instante antes de correrse con tal fuerza que lo dejó temporalmente confuso. Gruñendo, se retiró para mirar fijamente sus ojos mientras saboreaba la primera verdadera dicha que alguna vez había conocido.
Y esta fue seguida por un temor tan profundo que su corazón dejó de latir. Ahora que habían terminado, ¿Cómo reaccionaría?
¿Lo apartaría? ¿Lloraría? ¿Lo odiaría? ¿Lo maldeciría?
Él contuvo la respiración, esperando.
Sonriendo, ella se inclinó contra su pecho y se acurrucó allí igual que una gatita mientras sus cuerpos estaban todavía unidos. Ella dejó escapar un profundo suspiro mientras acariciaba su hombro y brazo.
—Eso fue incluso mejor de lo que había soñado.
Nick se estremeció esperando todavía lo peor.
—¿No estás furiosa conmigo?
—¿Por qué debería? —ella tomó su mano en las de ella y se la llevó a los labios de modo que pudiera mordisquear sus nudillos.
Nick se relajó cuando se dio cuenta de que ella no estaba enfadada o molesta con él por lo que habían hecho.
Y cuanto más se relajaba, más disfrutaba de la sensación de su cuerpo desnudo tendido contra el suyo.
—Podría quedarme así para siempre.
—¿No sería fantástico?
El asintió mientras inclinaba su cabeza contra la de ella e inhalaba la esencia de su pelo. Desafortunadamente, él se sintió deslizarse fuera de ella. Maldición.
—Será mejor que me encargue de esto —él se movió de mala gana de su lado de modo que pudiera quitarse el condón.

Miley lo observó dejar la cama. Odiando no verle, se estiró a por sus gafas. Después de ponerlas en su lugar, abrió el Sprite que había dejado allí y tomó un sorbo.
Nick volvió con un paño mojado para ella.
—Lamento que sea tan desastroso.
Ella acarició sus labios con los dedos.
—Me gusta tu desastre. Yo creo que sabes maravillosamente. —ella intercambió su bebida por el paño.
Nick nunca había probado antes la soda. Curioso, le dio un sorbo y se sorprendió por la aguda acidez.
—Wow, esto es realmente bueno.
—¿No habías probado antes el Sprite?
—No.
Ella puso los ojos en blanco mientras se limpiaba.
—Lo sé, te atienes a la cerveza.
Nick no respondió mientras tomaba otro profundo trago. Ella frunció el ceño ante una extraña ola de vértigo atravesándole la cabeza. Si no supiera que era imposible, pensaría que se estaba achispando. Pero eso era imposible. Como dios, no podía emborracharse. E incluso si lo hiciera, no había nada en la soda que lo embriagara.
Miley frunció el ceño cuando vio a Nick vaciar los 600 mililitros de Sprite de un trago.
—¿Nick?
—¿Hay más de esto?
Él estaba actuando de forma peculiar. Como si estuviera borracho.
—Debería haber otra botella en la nevera.
Él se lamió los labios mientras ahuecaba su barbilla en la mano.
—Sabes, eres hermosa para ser una humana.
—¿Qué sería si no?
Él se rió antes de besarla.
—Podrías ser una diosa, pero no eres lo bastante zo/rra para eso. Aunque, Katra no es una zo/rra. Ella es hermosa igual que tú. — Él inclinó la cabeza como si se le ocurriese otro arbitrario pensamiento—. Tengo que ver pronto a mi hija. Va a tener un bebé. Una niña sólo que no igual que ella. Este bebé suyo tendrá mucho más poder. Solo espero que tenga lo bastante de su padre y no sea una diosa de la destrucción. Ya hay demasiados de nosotros. Necesitamos más que sean innatamente buenos.

Miley estaba confundida por su extraño tono que era medio griego y medio inglés.
—¿De qué en el mundo me estás hablando? —No había manera de que fuese lo bastante viejo para tener una hija lo bastante mayor para dar a luz un bebé—. ¿Estás jod/iendo  conmigo, Nick?
Él le pellizcó el pecho.
—Ya lo he hecho, Soteria, y he disfrutado como no he disfrutado jamás. ¿Dónde está esa bebida?
Ella le tendió otra botella.
—¿Estás borracho?
—Me siento borracho —él levantó la mirada y sonrió intensamente—. Estoy borracho de tu belleza. Mira lo que me has hecho, humana. —él tomó un sorbo de Sprite, entonces lo dejó a un lado y se estiró a por ella—. Tócame, Soteria, me siento tan limpio y completo cuando me tocas.

Él frotó su mano contra su pecho, arrastrando sus uñas sobre sus pezones y cuando lo hizo, ella vio una cicatriz aparecer desde su garganta bajando todo el camino hasta su ombligo. Otra cicatriz, la marca de una mano, apareció rodeándole la garganta mientras su pelo cambiaba de negro a rubio.
—¿Nick?
Sus ojos se volvieron de un oscuro y fiero rojo.
Aterrada, Miley corrió hacia la puerta.
De algún modo Nick apareció frente a ella.
—¿A dónde vas?
Aterrada e insegura de él, tragó saliva.
—¿Qué eres?
—Soy un dios, Soteria. El último del panteón Atlante.

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