jueves, 13 de junio de 2013

Archeron - Cap: 53


—Kim ha hablado con tu abuelo y con tu tía Del. Dice que quieren que les llames en cuanto puedas. —Se acercó para que pudiera verle.
—Gracias, Nick.
—De nada. Kim también ha dicho que Pam te va a traer las gafas de repuesto tan pronto como pueda.
Puso su mano sobre la mano que Nick tenía apoyada sobre la barandilla de la cama y le dio un ligero apretón.
—Gracias también por acordarte de las gafas. —Le tomó la mano y la puso contra la suya. Siempre había pensado que tenía manos de hombre puesto que eran mucho más grandes que las de la mayoría de las mujeres. Pero comparadas con las de él, las suyas eran delicadas. Tenía los dedos largos y elegantes con callos que también marcaban las palmas. Eran manos masculinas y no podía dejar de preguntarse cómo se sentiría si las deslizaba por su cuerpo…
—Tienes las manos grandes.
—Y tú pequeñas y suaves. —No le pasó desapercibida la sorpresa en su voz antes de que apartara la mano.
—Las mías son muy toscas —dijo como si se avergonzara.
—Me gustan tus manos. Creo que son hermosas.
—Eso no lo sé. Hacen lo que tienen que hacer la mayor parte de las veces, creo.
Movió la cabeza.
—Odias los cumplidos, ¿verdad?

Se le retorcieron las tripas ante los recuerdos indeseables que le provocaron su pregunta. Como humano, cada cumplido había ido seguido de que le metieran mano contra su voluntad o palizas brutales de la gente que no quería sentirse atraída hacia él. Como dios no recibía ninguno, lo que dado sus anteriores experiencias, estaba bien.
—¿Quieres que te traiga algo de comer?
Miley asintió.
—Siempre tengo hambre.
—Enseguida vuelvo.
No se movió mientras lo veía salir otra vez. Era tan extraño y tan seductor. Protector, arrogante y al mismo tiempo, inseguro de sí mismo. Lo que para ella no tenía sentido. ¿Cómo podía no sentirse seguro?
Ponderó la dicotomía allí tumbada durante varios minutos.
—Hola, chica.
Sonrió al borrón que debía ser Pam.
—Hola, cielo.
Pam se acercó y le puso las gafas. Soltó un suspiro de alivio cuando el mundo se enfocó de nuevo.
—Bendita seas.
—De nada. ¿Cómo te encuentras?
—Bastante bien considerando que me ha atropellado un coche y he muerto.
Pam gruñó.
—No tiene gracia. ¿Y dónde está tu delicioso guardaespaldas?
—Ha ido por comida para mí.
—Ooooh, está bueno y encima te busca comida cuando tienes hambre. Es un guardián. ¿Cuándo te vas a acostar con él?

Se quedó parado en la puerta de la habitación cuando oyó lo que Pam le preguntaba a Miley.
Dio un resoplido poco digno.
—¿Acostarme con él? Por favor. Como si no tuviera nada mejor que hacer. Te juro que tal y como piensas sólo en el sexo, deberías haber nacido chico.
—Sí, ya. Mira al tío. No hay modelo que esté más bueno. Créeme. Al contrario que tú, yo lo veo muy bien. Es, sin lugar a dudas, la cosa más buena que hay sobre dos piernas, o tres si juegas bien tus cartas.
Dejó escapar un sonido de total conmoción.
—Deja de hablar así de él. Se moriría de vergüenza si te oyera.
Pam chasqueó la lengua.
—Te lo digo, si dejas que se te escape sin acostarte con él lo vas a lamentar el resto de tu vida.
—Sí y por mi historial con los tíos, si intento acostarme con él, se morirá. El último tío con el que intenté acostarme acabó con escayola.
Pam rió.
—Mírame y dime con sinceridad que no lo has pensado.
—No estoy tan ciega. Pero no pienso en Nick de esa manera. Estoy mucho más interesada en su mente que en su cuerpo. Y ahora pasemos al siguiente tópico antes de que pulse el botón y les diga a todas las enfermeras que me está acechando una insana amiga acosadora.
—Serías capaz.
Nick hizo su entrada considerando que ahora era seguro. La cara de Pam se puso roja automáticamente y se puso al otro lado de la cama.
Puso la bolsa en la bandeja de Miley y se la acercó.
—No sabía seguro lo que te gusta, así que traigo un poco de todo.
Sonrió.
—No hay muchas cosas que no me gusten. La maldición de mi tía Del, que siempre me hablaba de los pobres niños que tenían que comer tierra para no morirse de hambre.
Nick ajustó la bandeja y le abrió una gaseosa.
—Eh, tíos. —Dijo Pam al desenvolver Miley una hamburguesa—. No creo que puedas comer eso recién operada. ¿No tienen los pacientes dietas líquidas o algo así? —Miró incómoda hacia la puerta. —¿Dónde está Kim cuando la necesito?
Miley no le hizo caso.
—Estoy bien.
Nick sacó las patatas y las extendió.
—No le traería nada que pudiera hacerle daño.
Sostuvo la hamburguesa ante él.
—¿Quieres un mordisco?
—No, gracias.
Mirando a Pam, le señaló con la hamburguesa.
—Te juro que es la prueba viviente de que el aire tiene calorías. Si no es así estaría seco del todo.
—Mira quién habla. Si hubiera justicia en este mundo, estarías más gorda que mi casa. Comes como un chico y estas como una espátula. —Sonrió falsamente a Nick—. Mi madre solía llamarla Zampabollos cuando éramos niñas. Gracias a dios que tenía una tienda de ultramarinos aunque te juro que Miley se comía las ganancias cuando trabajaba en la tienda.
Nick rió.
—Sólo porque Del hace los mejores koulourakias, kourabiethes y melomacarinas del mundo.
Pam le sonrió a Nick con afectación.
—¿Has entendido una palabra de lo que ha dicho?
—Pues claro que sí. Es griego. Y aunque no coma, conoce los pasteles. Apuesto a que su madre le llenaba de ellos cuando era pequeño.
Nick bufó ante la imagen de su madre cocinando otra cosa que no fuera la destrucción de mundo.
—La verdad es que no. Mi madre no era del tipo de las que cocinan. —Al menos no si la receta no incluía napalm o plagas.
Un jadeo agudo hizo que todos se volvieran y vieran a Kim en el umbral.
—¿Qué haces comiendo eso?
Miley y Pam señalaron a Nick.
—Él lo ha traído.

Con un sonido de angustia, Kim se lanzó hacia la cama y le quitó la hamburguesa de las manos.
Miley la apartó.
—Ni por tu vida, Kim y lo digo literalmente.
—No puedes comer eso después de una operación. Te pondrás mala.
—Mejor la vaca que tu mano, de la que voy a morder un trozo si intentas quitarme otra vez la hamburguesa. Tengo hambre. Todos vosotros sabéis bien que no debéis interponeros entre la comida y yo.
Se volvió hacia Nick con una mirada malévola.
—¿Cómo has podido traerle esto?
—Dijo que tenía hambre.
Kim le dio una fuerte palmada en el cu/lo.
—No vuelvas a hacerlo. Comprueba su dieta con el médico o las enfermeras. No se trae comida a la gente hospitalizada. ¿Has perdido la cabeza?
Estaba demasiado asombrado para reaccionar cuando Kim cogió la bolsa de la bandeja y revolvió dentro.
—Vosotros dos sois malísimos, pero muy malos. —Empezó a enrollar el cierre de la bolsa.
Miley la miró como un león salvaje.
—Si te llevas esa bolsa, voy a hacer que lo lamentes.
—Sé razonable.
—Mi estómago quiere comida.
Levantó la mano.
—Y cuando después tengas un horrible dolor de estómago, recuerda que yo intenté detenerte. —Se volvió hacia Nick que se aseguró de que su trasero estuviera a cubierto. Literalmente—. Si vosotros dos no estuvierais siendo perseguidos por homicidas, mandaría que los echaran.
Retrocedió otro paso.
—No me vas a pegar otra vez, ¿verdad?
—Debería. Si fueras medio metro más bajo, te pondría sobre mis rodillas. —Kim hizo un último sonido de disgusto antes de dejarlos solos otra vez.
Pam sacudió la cabeza buscando la mirada de Nick.
—¿Quieres que te bese la pupita para que no te duela?
—¡Pam! —Saltó Miley.
—Cómo si tú no lo hubieras pensado también. Relajaos los dos, estoy de broma. Dejadme que calme a la enfermerita antes de que os meta en líos con el médico.

Suspiró cuando Pam se hubo marchado.
—Disculpa a mis amigas. La verdad es que intenté adiestrarlas mientras crecíamos, pero obviamente no lo logré.
Rió ante sus palabras. La verdad es que encontraba refrescante la calma que tenía en su compañía. La mayoría de la gente se sentía intimidada o asustada. Sólo los niños parecían indiferentes y lo trataban como a cualquier persona de la calle.
—No pasa nada. Me gustan.
Miley cogió otro trozo de hamburguesa antes de envolverla.
—Será mejor que lo deje antes de que haga daño. Pero está buena. Muchísima gracias por traérmela.
—Hay un sándwich de jamón, pepinillos, patatas fritas y yogur en la bolsa.
—Eres un encanto. De verdad has traído un poco de todo. ¿Seguro no quieres un bocado?
—Estoy bien.
Le tendió la bolsa.
—Vale. ¿Qué tal si te cambio la bolsa por el diario?
Nick dudaba. Puesto que su nombre estaba por todo el diario... Puedo decirle que es otro nombre. Sí. Ella no sabía las letras. Podría funcionar si la convencía de que era algo así como Archon en vez de Nicholas.
Quitándose la mochila del hombro, abrió la cremallera y sacó el diario.
—Toma.
Lo abrió por donde lo habían dejado.
—¿Dónde estábamos?
—Demi estaba hablando de su hermano en la Atlántida.
Juntó las cejas con confusión.
—¿Demi? ¿Cómo sabes que se llama Demi?
Se tensó al darse cuenta que su hermana no había escrito su nombre en ninguna parte.
—Mmm... no lo sé. Sólo le he puesto nombre. Me parece más educado que decir: “ Eh, tú, chica antigua.”
Arrugó la nariz.
—Para tu información, odio la palabra “chica”.
—Entonces la borraré de mi vocabulario.
Sonriéndole, le puso la mano en el brazo y se inclinó contra él.
—Eres tan complaciente. ¿Es este?
Le llevó todo un segundo contener el aliento ante la forma tan informal en que le tocaba. Ante lo tentadores y dulces que eran sus labios.
—Sí. —Dijo forzándose a mirar la página.
Ella señaló una línea más debajo de donde estaba leyendo.
—¿Lo echa de menos?
—Sí.
Su dedo fue a la siguiente frase.
—¿Lo habían mandado fuera?
—Aprendes increíblemente rápido.
—Eso solía decir mi padre. Me puso el apodo de Atenea.
Se sorprendió. No se parecía nada a la diosa griega.
—¿Atenea?
—Ya sabes, salió completamente formada de la cabeza de Zeus. Mi padre solía decir que yo hice lo mismo y, al igual que Atenea, le di a mi padre un dolor de cabeza terrible. —Sonrió ampliamente—. Enséñame un poquito de lo que sea y bang, experta instantánea. Pero este idioma es difícil de aprender. Hermoso, pero difícil. ¿Puedes leer un rato y así aprendo la cadencia?
Asintió antes de acceder a la petición.

Escuchaba las inflexiones de su voz, hipnotizada no sólo por lo sexy que era, sino por su inteligencia. Sin poder evitarlo, puso la mano en su mandíbula para sentir cómo trabajaban sus múscu/los al hablar.
Hizo una pausa ante la ternura de su toque y buscó su mirada.
—No dejes de hablar —le susurró. —Me encanta oír tu acento.
No tenía ni idea de que haría cualquier cosa que quisiera mientras siguiera tocándolo así. Tragó con fuerza antes de seguir leyendo. Soteria, quisiera... quisiera hacerte el amor como un hombre. Sin pasado entre nosotros y sin remordimiento. Vendería mi alma por ello.

Miley le miró ceñuda ante las palabras que parecían venir de su corazón.
—¿Qué has dicho?
—Que eres un diablillo preguntón.
Resopló.
—De eso nada.
—Puede. Pero no lo sabes con certeza ¿verdad?
Le gruñó aunque le encantaba el hecho de que cuando hablaba en inglés el acento era pesado y cadencioso.
—¿Sabes que cuando usas ese acento tuyo, podrías librarte de asesinato? —Bajó las gafas, dobló las patillas y se las guardó en el bolsillo—. Me gusta mirarte a los ojos.
—Eres una mujer muy rara.
Quizás, pero había algo en él que la hacía sentirse cálida y a salvo. Le pasó la yema del pulgar por los labios.

Atlantikoinonia irrumpió en su casa, conseguí escapar por la puerta de atrás con el diario y el sello mientras él los entretenía. —Justina se santiguó tres veces mientras sus ojos se llenaban de lágrimas por el amigo que habían perdido.
Nick maldijo al recordar haber visto a Justina en su visión. Solo que no se había dado cuenta de qué lado estaba. Asumió que estaba trabajando para el enemigo.
 —¿La Atlantikoinonia? —Miley preguntó a Justina.
 —Un grupo de lunáticos. —soltó Justina—. Nos han venido persiguiendo desde Grecia hasta Nueva Orleáns. Cada vez que nos dábamos la vuelta, allí estaban, intentando echarle el guante al diario.
Katherine asintió. 
—Son un grupo de hombres que han jurado proteger los secretos dela Atlántiday son implacables.
 —Destruyeron nuestro barco. —le dijo Justina a Miley—. Maté a uno mientras huía y eso fue lo que me hizo correr a casa de Dimitri por el diario. Hasta entonces no me había dado cuenta de lo importante que era nuestra búsqueda.

Miley movió la cabeza como si todo esto la estuviera haciendo marearse. 
—Estoy muy confundida.
Nick le puso el brazo alrededor para sujetarla. 
—También acaban de operarla y casi la matan esta mañana. Sin mencionar  que nuestros amigos podrían encontrarnos otra vez y cuando lo hagan no quiero estar al descubierto donde puedan co/ger o tener un blanco claro. Chicas, ¿sabéis donde está el Santuario en las Ursulinas?
 —Yo sí. —dijo  una de las mujeres de los KAC.
 —Nos encontraremos allí. —Nick le abrió la puerta a Miley que le miró con dureza.
 —Exactamente, ¿qué está pasando aquí, Nick?
 —No estoy seguro, pero creo que estamos a  punto de conseguir algunas respuestas.
 —Bien. Porque estoy harta de estar en la oscuridad.  —Miley entró en el coche  y empezó a abrir la bolsa en su regazo, pero Nick puso la mano sobre las suyas.
 —Yo que tú no haría eso.
Le miró ceñuda. 
—¿Por qué?
Porque me pondrás al descubierto. 
—Esperemos hasta que lleguemos al Santuario.
Y allí podré librarte de él sin peligro.
 —Vale. —su confianza ciega hizo que una oleada de culpabilidad le recorriera todo el cuerpo. Cruzó los brazos por delante de la bolsa y la sujetó fuerte sin saber que eran su vida y su dignidad lo que sujetaba cerca del corazón. Cada uno de los secretos por los que había trabajado tan duro para guardarlos estaban justo ahí...
Quería maldecir. Tenía un nudo en el estómago. 

Pasó al otro lado y se deslizó dentro del coche para conducirles de vuelta a al Barrio Francés.
Miley pasó la mano por el cuero color tierra del interior del coche como si admirar el estilo alemán. 
—¿Sabes lo que pienso que desentona en estos coches?
No tenía ni idea. No encontraba que nada desentonara. Adoraba su Porsche 
—¿Qué?
—Los posavasos.
Él se rió. Los posavasos estaban metidos en un compartimiento que había que girar hacia abajo para expulsarlos y poder desplegarlos. 
—Sí. Los Transformers son posavasos disfrazados.  Pero no es eso lo que tienes en la cabeza, ¿no?
 —No. Estoy intentando distraerme para no pensar en el hecho de que estoy sujetando en el regazo algo por lo que alguien está dispuesto a matar. De que uno de mis amigos más queridos pagó con su vida por este descubrimiento y de que si hubiéramos dejado estar lo dela Atlántida, Dimitri estaría vivo. Su esposa no sería viuda y su pobre madre no estaría enterrando a su único hijo. —se encogió—. No me puedo creer que mi est/upidez egoísta le haya costado la vida a alguien. ¿Qué es lo que he hecho?
A Nick se le encogió el corazón al pensar en Joe. 
—Es fácil equivocarse. Lo difícil es vivir con las consecuencias.
—Dímelo a mí. ¿Tienes algún anillo espía secreto que me ayude con la pena?
—Me gustaría, pero no. Hay penas que van demasiado profundas para aliviarlas. Lo mejor que podemos hacer es reco/ger los pedazos y rogar por la fuerza necesaria para seguir adelante.
 —¿Eso es lo que haces tú?
 —No, yo me lío a hostias. Eso ayuda aún más.
Le lanzó una risa suave. 
—No te veo siendo tan duro.
No se daba idea pero le gustaba que no conociera la parte de él que era capaz de la destrucción total.
Miley apoyó la cabeza contra el cristal y miró por la ventanilla.
No hablaron más hasta que Nick se metió por la entrada de detrás del Santuario. Las sacerdotisas aparcaron en la calle mientras llevaba a Miley a la puerta principal.
Dev Peletier estaba de guardia en forma humana… mientras fuera de día. Había dos clases de Were-Hunters. Los nacidos como humanos que podían convertirse en animales y los que eran animales  que podían convertirse en humanos. Durante las horas diurnas los Were-Hunters preferían su forma original que para Dev era un oso. El hecho de que estuviera en su forma humana tenía asombrado a Nick puesto que sólo los más poderosos de su raza podían hacer algo así.

Como hombre, Dev no era mucho más bajo que Nick. Tenía el pelo rubio largo y ondulado y un hoyuelo que sólo se mostraba cuando hablaba puesto que los osos no sonríen a menudo. Llevaba vaqueros y la camiseta negra del personal del Santuario y estaba sentado con indiferencia engañosa. Incluso en forma humana podía entrar en materia con la rapidez suficiente como para darle a Nick un mal rato. Pero lo que más divertía a Nick era el doble arco de Cazador Oscuro en el brazo de Dev. No estaba seguro de por qué el oso pensaba que era divertido llevar la marca de Artemisa, pero Dev la llevaba con orgullo.

En cuanto vio a Nick sacó el mando a distancia del cinturón y  “Sweet Home Alabama” empezó a sonar dentro del bar, advirtiendo al resto de habitantes no humanos que Nick estaba a punto de entrar en el edificio. Era un juego. Puesto que los Were-Hunters eran primos de los Apolitas, a menudo daban cobijo a Apolitas y Daimons. Siendo Nick un Cazador Oscuro, estaba obligado a matar a cualquier Daimon que se cruzara en su camino, lo que quería decir  que cualquier Daimon que hubiera dentro estaba corriendo a esconderse en ese momento.
Los Apolitas preferían no cruzarse con los Cazadores 

Oscuros así que escasamente se mostraban cuando él estaba por allí.
 —¿Cómo lo llevas, Dev? —preguntó Nick.
 —Ahí vamos. —Dev arqueó una ceja cuando vio a
Miley y a las otras mujeres que se acercaban—. Gracias por embellecernos el bar. Lo apreciamos mucho.
Nick sacudió la cabeza. 
—Necesitamos un rincón tranquilo.
 —Escalera arriba, a la derecha. Todo el área está acordonada a estas horas del día. Te mando a Aimee con las bebidas.
 —Gracias.


Miley sonrió al rubito que le guiñó el ojo al seguir a Nick. Había pasado por delante del bar docenas de veces pero, como el heavy metal no era lo suyo, nunca había entrado. Era un sitio enorme, mucho más grande de lo que parecía desde la calle.
Tenía tres pisos con secciones a parte de la zona del bar, un billar, un escenario y pista de baile y un restaurante. Era rústico y al mismo tiempo bastante hogareño, excepto por el ataúd en un rincón al lado del bar que tenía una placa en la que se leía “EL ÚLTIMO TÍO QUE LE PIDIÓ SALIR A AIMEE”, con un esqueleto desmembrado dentro.
Obviamente, Aimee era alguien a quien los visitantes no debían poner la mano encima.
Miley siguió a Nick escaleras arriba hasta una mesa redonda al fondo, contra la pared. Se colocó de forma que estaba contra la pared y esperó a que todas estuvieran sentadas antes de sentarse.
Una vez que todo el mundo estuvo colocado, inclinó la cabeza hacia ellas. 
—Bueno, señoritas, resolvamos este rompecabezas.
—No es difícil.  —dijo Katherine—. Desde que la familia de Miley empezó  a excavar  cerca de las ruinas dela Atlántida, la diosa nos asignó para vigilarlos y asegurarnos de que no la ofendía con sus actos.
—¿Vuestra diosa? —preguntó Miley.
Katherine sonrió. 
—Apollymila Gran Destructora.Nuestra orden se remonta a los días en quela Atlántidagobernaba la tierra. Después que dela Atlántidafue destruida y bajo la protección de nuestra diosa que nos salvó de la destrucción, fuimos a Grecia y establecimos nuestra orden allí, donde se ha mantenido en secreto desde entonces.
—Éramos una de las grandes tribus de Amazonas  —dijo Justina—. Sólo que mientras el resto eran griegas, nosotras mantuvimos las costumbres atlantes.
Katherine sonrió con orgullo. 
—Y éramos las más fuertes de todas. Desde el momento en que nuestras antepasadas escaparon a Grecia, hemos sido perseguidas porla Atlantikoinonia. Ungrupo creado por la diosa Artemisa. Su objetivo es erradicar  toda evidencia de quela Atlántiday Apollymi hayan existido nunca.
—Lo que significa mataros a todas. —susurró Miley.
Katherine asintió. 
—Otra de las razones por la que llevamos siglos escondiéndonos.
Justina se quitó la chupa y la colgó en el respaldo de la silla. 
—Si no fuera por la protección de Apollymi no habríamos sobrevivido tanto tiempo.
Miley admiró el modo en que hablaban, la lealtad que mostraban a su diosa. 
—Habláis como si fuera real.
Justina sonrió. 
—Para nosotras lo es.
—No —dijo Katherine con rapidez—. Por lo que sabemos, nadie sabe en que lengua está escrito. Nuestro Orácu/lo nos dijo que se lo trajéramos a Miley y eso hemos hecho. Se ha predicho que ella, al igual que la antigua atlante Soteria, será su guardiana.


A Miley la pilló con la guardia baja el uso de su nombre de pila. 
—¿Perdona?
—Es una antigua leyenda.  —dijo Nick—. Cuandola Atlántidafue destruida la bibliotecaria jefe de los archivos  nacionales intentó salvar tanto como pudo. Se cuenta que su Sombra vigila los tesoros dela Atlántiday los protege del saqueo.
Katherine abarcó con la mano a la totalidad del grupo. 
—Las Apollymachi somos su Sombra. Somos las guardianas yla Atlantikoinonia son los destructores.
Nick se quedó mirando la bolsa que Miley todavía apretaba contra su pecho. 
—Quizás en esto nosotros tengamos que ser los destructores.
Miley negó con la cabeza. 
—Quiero saber qué dice el libro antes de destruirlo.
—Nadie sabe leerlo. —repitió Katherine.
Miley negó con la cabeza. 
—Nick sí sabe.
Las mujeres le miraron con la sorpresa grabada en los rostros.
Justina intercambió una mirada con Katherine antes de hablar. 
—¿Por eso el Orácu/lo nos dijo que se lo entregáramos al Elekti?
—¿Elekti?  —preguntó Miley que no conocía el significado de la palabra.
—Significa Elegido.  —le explicó Justina.
Miley las miró ceñuda, eso parecía bastante amenazador. 
—¿Elegido para qué?
Katherine se subió las mangas de la cazadora. 
—Nuestra orden habla de un hombre en cada generación que porta el signo de la gracia dela Destructora. Seráconocido por su anillo, lo lleva en el pulgar derecho.

Miley bajó la vista y vio una banda de oro gruesa en el pulgar de Nick. Llevaba el mismo símbolo del sol que tenían las cazadoras  de las mujeres y que su mochila. 
—¿Qué no me estás contando? —le preguntó a Nicholas.
—Mucho. —se volvió hacia Katherine—.  ¿Qué órdenes tenéis ahora que habéis entregado del diario?
—Debemos proteger a Soteria y seguir las órdenes del Elekti.
—¿Por qué? —insistió.
—Porque es la voluntad de la diosa.
Nick se burló de sus palabras. 
—No deberíais obedecer ciegamente a nadie. Te lo dice uno que lo sabe bien. Vuestra diosa no es infalible.


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