miércoles, 26 de junio de 2013

Asleep - Cap: 8

Él no menciona el partido de futbol por el resto de la semana. Parte de mi espera que se haya olvidado acerca de eso y no me pregunte de nuevo, obligándome a decirle que no, si lo hace. Una gran parte de mi está consternada al pensar que lo ha olvidado, o que lamenta haberme preguntado, y por eso no me preguntará de nuevo.

Me lleva a casa el viernes. Cada día ha venido por mí en la mañana. Algunas veces vamos en su coche, otras veces vamos caminando. Me gusta más caminar porque toma más tiempo para llegar a la escuela. A solas con él puedo ser yo misma y hablar libremente, o tan libremente como puedo para alguien que está llena de secretos.

Estoy tensa el viernes, llena de temor sobre si me preguntará o no. No dice nada acerca de eso en todo el camino a casa, agradezco que conducir no tome tanto tiempo. Así que con ambos, alivio y decepción digo adiós tan pronto como él abre mi puerta y salgo del coche.
—Espera —dice, tomando mi antebrazo suavemente ―¿Pensaste acerca del partido? ¿Vendrás?
No puedo. Esas son las palabras en mi cabeza, las que intento decir. En cambio me escucho decir. —Está bien― ¿Qué dije? Su rostro hace eco al aturdimiento en mi cabeza, pero se recupera rápidamente.
—Genial. Debería recogerte a tu casa o...
—Nos encontraremos aquí. —Sin estar segura de cómo voy a lograr eso. Mi garganta se cierra con miedo.
—Está bien. ¿Qué tal a las 6:30?

Asiento con la cabeza, sin confiarme en si es que puedo hablar, camino lejos rápidamente en lugar de esperar mientras se aleja como usualmente hago. Me apresuro a casa, queriendo terminar mis tareas tan rápida y eficientemente como sea posible para evitar la ira de mamá. 

Siento como si fuera a vomitar la tensión que se apodera de mí desde la parte superior de mi cabeza hasta la punta de los dedos de mis pies. Estoy orando por algo parecido a un milagro para sacar esto adelante. Cuando llego a casa, encuentro a mamá en la ducha. Esto me confunde, ya que ella nunca se ducha por las tardes. Es raro cuando se ducha por las mañanas, pero nunca lo hace por la tarde.

Estoy en la cocina, insegura sobre qué hacer con respecto a esto.
—¿Miley ? —me llama unos minutos después desde su habitación. Al menos me está llamando “Miley ” en lugar de llamarme por mi nombre completo, y eso nunca termina bien. Con miedo, me acerco a su puerta. Toco suavemente, y me llama para entrar. Miro fijamente la puerta con terror. 

Nunca se me ha permitido incluso acercarme a su habitación, menos aún entrar en ella. Mi mano está en el pomo de la puerta, temerosa de darle vuelta, temerosa de no hacerlo.
—Miley , entra —ordena.
Abro la puerta, pero me quedo en el umbral.
—Ahí estás. —Está de pie en frente de su armario vestida sólo en ropa interior y sujetador. Miro alrededor, preguntándome si di un paso dentro de alguna retorcida versión del mundo real.
—Necesito tu ayuda. Tengo que estar lista para ir a cenar —dice como si se tratara de una petición habitual.
—¿Cenar? —Mi voz es un susurro estrangulado.
—Sí, a cenar— ****a, es claramente el resto no hablado de la oración —¿Sabes lo que es, verdad? La comida que ingieres en la noche, después del almuerzo, antes de irte a dormir— Su voz es burlona. He escuchado sobre eso, sí, sólo que usualmente no consigo tenerla. Imagino las consecuencias de decir esa oración en voz alta. En cambio, le digo: 
—¿Qué puedo hacer para ayudar?
—El jefe de tu papá está teniendo alguna fiesta lujosa en que las esposas tienen la obligación de presentarse. Tienes que ayudarme a vestirme y arreglar mi cabello.

Me pregunto si está hablando de repente en un idioma extranjero, porque sus palabras no tienen sentido para mí. Cuando sólo me quedo parada ahí, me da una sucia mirada.
—No sólo te quedes ahí parada como una imbécil. Entra.

Entro con vacilación dentro del reino prohibido, tratando de no mirar a mí alrededor, a pesar de que no puedo evitarlo de alguna manera. Hay ropa sucia y un desorden de papeles en la habitación. Bueno, pienso, si no dejas entrar a Cenicienta dentro del castillo, ella no puede limpiar por ti.

Se pone una blusa de botones con una falda cruzada, que le ayudo a atar. Se sienta mientras uso la secadora para secar su cabello. Quiere que le ******** rodillos calientes por ella, pero el contacto cercano me hace un manojo de nervios, y sigo dejándolos caer. Finalmente golpea con fuerza mis manos lejos de ella.
—Eres inútil —me dice—. Ve a... limpiar la cocina o algo. Trata de hacer algo útil.

No espero a ver si cambia de opinión, habiéndome dado este alivio. Voy a hacer lo que me ordena, limpio rápido pero a fondo para que no sea capaz de encontrar ningún fallo de inmediato. Cuando mi padre se detiene en la entrada, mi estómago comienza a convulsionar de nuevo. No ha estado en casa temprano por tanto tiempo como puedo recordar. La mayoría del tiempo se siente como si nadie más viviera aquí más que mi madre y yo.

Entra, dándome una mirada pero ignorándome completamente como si fuera invisible. Escucho la ducha de nuevo y unos minutos después ambos salen de su habitación, luciendo para todo el mundo como cualquier otra pareja de casados saliendo a cenar. Estoy segura de que mi boca está colgando abierta.
—Termina tus tareas, después ve a la cama. —Es toda la instrucción de información que consigo mientras caminan hacia la puerta principal. Camino en la sala de estar, observándolos a través de la ventana mientras se suben al apaleado coche viejo de papá y salen de la entrada. No es hasta que se alejan que me doy cuenta de lo que esto significa. Voy a ir a un partido de futbol.

Termino mis tareas en tiempo record. No hay mucho que pueda hacer acerca de mí, además de cepillar mi cabello, y ponerme la camisa menos arruinada de las cinco que tengo. Tengo miedo de que ellos regresen temprano y me detengan, corro calle abajo y doy vuelta en la esquina, y casi caigo sobre Nick.

Él me atrapa por los brazos, tomando el peso de ambos contra un poste de teléfono, arreglándoselas para evitar caer en la acera. Vergüenza fluye por mí mientras me aleja de él.
—¿Estás apurada? —me pregunta con una sonrisa.
—Lo siento, no pensé que estarías aquí todavía― Confusión revolotea a través de sus rasgos.
—¿Entonces por qué la prisa? ¿Tratabas de llegar e irte antes de que llegara?

Estoy sorprendida por la manera en que su mente trabaja, que pudiera pensar que trataría de evitarlo, sacudo mi cabeza.
—Por supuesto que no. Aunque hubiera sido lindo ser la primera aquí. No importa cuán temprano salga de casa, siempre me vences aquí— No es una mentira, sólo una verdad diferente. Él se ríe. 
—Lo siento. Debe parecer que soy algún extraño acosador o algo, aquí sentado esperando que llegues.

Me encojo de hombros. —No me importa. Es agradable de alguna manera tener a alguien esperándome.
Él ladea su cabeza, con sus intensos ojos oscuros. —Bueno, aquellos que no están esperando por ti no saben lo que se están perdiendo.

—No me importa. Es agradable de alguna manera tener a alguien esperándome.
Él ladea su cabeza, con sus intensos ojos oscuros. —Bueno, aquellos que no están esperando por ti no saben lo que se están perdiendo.

Mi aliento se atora en mi garganta. Casi suena como si él estuviera coqueteando. Sacudo la cabeza y doy ‘casi’ una silenciosa carcajada; es una tontería. Está sólo siendo caballeroso como siempre le ha enseñado su madre, de la misma forma en que lleva mis libros o mi bandeja, o saca una silla para mí en el almuerzo, cuando abre mi puerta del coche. Su mirada fija no se ha suavizado, observándome como si esperara algo, una respuesta o una reacción. No tengo ninguna porque no sé cómo responder a ésta clase de bromas.

—Así que —le digo, barriendo mi mano hacia el coche —¿Vas a abrir mi puerta o tengo que hacerlo yo misma y decirle a tu mamá?

Se ríe, rompiendo el hechizo, caminando hacia el coche. Abre la puerta, haciendo un arco con un ademán y barriendo su mano a través del coche. Le sonrío tímidamente mientras lo paso. Llegamos a la preparatoria antes de que el partido comience, pero el estacionamiento está ya repleto de estudiantes. Hay estudiantes no sólo de nuestra escuela, sino también de Jefferson. 

Hay un montón de burlas de buen humor sucediendo, pero los oficiales de policía caminando alrededor dan la impresión de que se podría volver algo más. Nick da la vuelta y abre mi puerta, por supuesto, saludando algunos de sus amigos. Reconozco a unos cuantos que se sientan con nosotros en el almuerzo, y les saludo de regreso, sorprendida, cuando me gritan “hola”.

Nos dirigimos hacia la entrada del campo. Veo a un par de chicas que están en el Equipo de Espíritu sentadas en una mesa, checando las identificaciones de los estudiantes o tomando el dinero de los boletos. Ambas se quedan boquiabiertas cuando me ven caminando hacia la mesa. Sus ojos casi saltan fuera de sus cabezas cuando Nick toma mi mano, entrelazando sus dedos con los míos y tirando de mí hacia él, haciendo obvio que estoy con él.

—Hey Celia, Amber. ¿Cómo les va? —dice Nick. Podía haber sonreído cuando veo a Celia alcanzar dos boletos y dárselos a Nick sin preguntarle por su identificación de estudiantes, sus ojos saltando de ida y vuelta entre nosotros, excepto que estoy comenzando a sentir que esto es un error; debí haberme quedado al margen como siempre hago. Un pozo frío se forma en mi estómago.

Nick no deja ir mi mano, manteniéndome firmemente a su lado mientras entramos por la compuerta, dándole sus boletos a otra chica del Equipo de Espíritu que abre la boca ampliamente como las primeras dos. Él sólo se mantiene sonriendo, saludando a todos, actuando como si no hubiera nada inusual el estar ahí con la perdedora más grande de la escuela. 

Hay un sentimiento de alto entusiasmo dentro del estadio, los estudiantes dando vueltas por todas partes. Estudiantes, padres y profesores de la escuela, todos vestidos con los colores de su propia escuela, dependiendo de cuál equipo estén aquí para apoyar. Incluso Nick está vistiendo los colores de nuestra escuela. Miro abajo hacia mi camiseta amarilla que no representa a ninguno de los dos. Apropiada de alguna manera; una isla en mi misma.

Estoy muy consciente de su mano presionada contra la mía. Sé que esto no es una cita, sólo somos amigos pasando el rato. Sabiendo esto no cambia la velocidad de mi corazón, no he tenido mi mano sostenida desde... bueno, desde que sostuve las manos con Nick en sexto grado.

Caminamos hacia las gradas, llenas de una retorcida masa de humanidad sobreexcitada y estoy doblemente agradecida que me sostenga, porque hubiera sido cosa fácil perderse entre toda esas personas. Él tira de mí detrás de él hasta las gradas, al lugar dónde parece haber un camino, y nos encuentra asientos entre un grupo de chicos que conozco por nombre, de los cuales varios me han torturado en un momento u otro en el pasado.

Choca los cinco a los chicos, diciendo “hola” a las chicas, y yo permanezco de pie detrás de él, mientras deseo que un gran hoyo se abra debajo y me trague. Mantengo mi cabeza baja, incluso cuando Nick me lleva delante de él, dejando ir mi mano y poniendo ambas manos sobre mis hombros.
—¿Todos ustedes conocen a Miley, verdad? —pregunta con un animado y positivo tono, avergonzándolos al reconocerme y diciendo “hola”. Les doy una ojeada a cada rostro, asintiendo ligeramente en respuesta, viendo que están claramente incómodos como lo estoy yo, conociendo la historia entre nosotros, sólo Nick la desconoce.

A pesar de que no parece que haya espacio para otra persona donde nos encontramos, Joe y Kevin, nuestros compañeros de almuerzo, se abren paso y comienzan a bromear ruidosamente y ríen con Nick y los otros ahí de pie. Estoy agradecida por su exuberancia ya que toma la nerviosa atención de mí.

Los equipos de futbol hacen su camino hacia el campo y la multitud crece desenfrenada. A pesar de mi ansiedad, me siento atrapada en la emoción. No voy tan lejos como para gritar y chillar como los otros, pero me encuentro a mí misma sonriendo. Nick silba con fuerza junto a mí, y me lanza una sonrisa pícara que me hace reír. Incluso aquellos que nos rodean parecen haber llegado a un acuerdo con mi presencia y ya no me lanzan miradas de reojo, ignorándome ahora para unirse a los aplausos.

Hay una moneda en el aire, aunque sólo podría decir que estaba a nuestro favor por los aplausos que estallaron a mí alrededor. Después de eso, los equipos se alinean en los extremos opuestos del campo y alguien del otro equipo patea la pelota hacia nuestro equipo. Para mi sorpresa, todos están corriendo hacia él, cuando de pronto se arrodilla. Estoy confundida, mi limitado conocimiento por lo menos sé que se supone que hay tecleos envueltos.

Nick escoge ese momento para mirarme, y al ver la mirada confundida en mi rostro, se inclina. Gritando para hacerse oír entre la multitud, me pregunta: —¿Has visto alguna vez un partido de futbol antes?― Sacudo mi cabeza. —¿Visto uno en la TV?― Sacudo mi cabeza de nuevo —¿Sabes algo al respecto?
—Pensé que lo hacía. Pensé que se suponían tenían que teclearse unos a otros.
—La mayor parte es cierto.
—¿Entonces por qué todos se detuvieron?

Así que me explica, y me explica cada jugada después de eso. Escucho atentamente, determinada a aprender. Es difícil concentrarse porque el ruido que nos rodea hace que sea difícil de escuchar, así que envuelve su brazo alrededor de mi hombro con cada explicación, tirando de mi más cerca para poder escuchar mejor. Crea un pequeño capullo privado, y puedo mirarlo, con los ojos fijos en los de él sin un significado más que el de estar escuchando. No para él, de todos modos, pero mucho más para mí.

Después de un rato, deja de quitar su brazo entre explicaciones, dejándolo descansar en mi hombro. Cuando ha pasado un poco de tiempo, él dice: — Vamos. —Tomando mi mano y tirando de mí por las escaleras, esta vez para caminar por la acera en la parte superior de las gradas.
—¿Ha terminado ya el partido?
—No, es casi el medio tiempo. Pero si no llegamos a un puesto de comida ahora, vamos a tener que esperar en una larga fila.

Cuando llegamos al puesto de comida, la línea es de una docena de personas de largo, y me pregunto lo que él considera una larga fila. Oigo un silbato, entonces ambos equipos corren fuera del campo y supongo que eso significa que el medio tiempo ha llegado. La línea detrás de nosotros ha crecido, serpenteando hasta que puedo ver a lo que él se refería.

Justo antes de llegar a la parte delantera de la línea, Nick se vuelve hacia mí y me pregunta qué me gustaría. El pánico me congela por un momento. No he traído nada de dinero. No tengo nada si hubiera querido traer. Simplemente sacudo la cabeza.
—¿No quieres nada? —Él está genuinamente desconcertado.
—No, estoy bien. Yo... comí antes. —Una vez más, no es exactamente una mentira ya que había comido el almuerzo, en la escuela.
—Vamos, no puedes estar en un partido sin un perrito caliente. Es una tradición.
—No, en serio, estoy bien.

Es nuestro turno, así que él se adelanta y ordena mientras miro a mí alrededor, fingiendo que mi vacío estómago no está gruñendo con los olores. No puedo dejar de notar las miradas que recibo de los que están en la fila que asisten a nuestra escuela. La misma mirada que he visto en otros rostros durante toda la noche. Los ignoro, no queriendo arruinar mi noche.

Nick se da la vuelta y me entrega un refresco y un perrito caliente, empujándolos en mis manos antes de que pueda negarme, dándose la vuelta hacia la chica en el puesto para tomar un par para él mismo.
—No, dije que estaba...
—Lo sé, pero ya que éste es tu primer partido, no quiero ser acusado de no darte la experiencia completa. —Su sonrisa me desarma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario