El sábado, Nick me recoge en nuestro lugar a las seis. Me asegure de haber hecho todas mis tareas muy bien y rápidamente. Seguía tratando de encontrar la manera de escabullirme cuando mis padres comenzaron a pelear, dándome la oportunidad para escapar. Había ido por las escaleras como si me dirigiera a mi habitación, como sabía que esperaban que hiciera, luego me puse la chaqueta de Nick (la cual seguía insistiendo que conservara por otro día cada vez que trataba de regresársela) y trepé por la ventana.
Corro todo el camino hasta nuestro lugar de encuentro, manteniéndome en las sombras en caso de que me vean en el atardecer.
Llego justo cuando él está poniendo el freno. No espero a que salga y abra mi puerta, sólo la abro y salto dentro.
—¡Oye! —se queja.
—¡Vámonos! —le ordeno, deslizándome hacia abajo en el asiento mientras cierro la puerta detrás de mí.
—¿Alguien está persiguiéndote? —Su cuerpo está tenso con alarma.
—Todavía no. Sólo vámonos.
Él no me pregunta de nuevo, sólo pisa el acelerador y se aleja de la acera. Cuando siento que el coche ha dado una vuelta en U, me asomo sobre la parte de atrás de mi asiento. No veo a mis padres o a su coche. Con un suspiro de alivio, me siento completamente erguida y le sonrío. Él está mirándome raro.
—Ésta tiene que ser la manera más extraña en que alguna vez he recogido a alguien.
—Lo siento. —Sé que no suena como que lo lamento, estoy eufórica. ¡Me he escapado!
Viajamos por casi tres cuadras, entonces giramos hacia la izquierda y avanzamos otras dos cuadras. Él gira a la izquierda de nuevo por una calle lateral y llega a la entrada de una casa de tres pisos. Estaciona el coche y lo apaga.
—Ni se te ocurra tocar la manija de esa puerta —me advierte.
No tenía la necesidad de preocuparse, no creo que pueda siquiera moverme aún si mi vida dependiera de ello. Estoy mirando por la ventana del coche con consternación a la gran casa de ladrillos rojos que se levanta delante de mí. Es enorme. Conozco a personas que viven en casas como estas, personas como Demi. Personas que visten pantalones que cuestan más de lo que cuesta mi guardarropa entero. Personas que conducen coches caros y beben vinos costosos y que escupen en las familias pobres como la mía.
Nick abre mi puerta. Después de un minuto, se inclina hacia abajo y me mira con atención.
—¿Quieres entrar, o debería traerte tu cena aquí afuera? —él bromea. Estoy agradecida que esté lo suficientemente oscuro para que no puede leer la alarma en mi rostro o ver las lágrimas que brillan en mis ojos. Salgo del coche, manteniendo mis ojos bajos.
—¿Vives aquí? —pregunto y espero que no pueda escuchar el temblor en mi voz.
—Siiiiiiii —Viene su interminable respuesta, vacilante, que termina sonando como si fuera una pregunta.
Miro el cuidado césped con sus flores ordenadas y la iluminación del jardín, y siento mi estómago hundirse. Hay cemento de color y con grabados cubriendo la ancha entrada bajo mis pies, un garaje para cuatro coches más adelante en el camino con puertas personalizadas, obviamente caras. Un edificio bastante grande, está detrás de la casa. Probablemente un establo, pienso cínicamente. Debería haberlo sabido. Él me había dicho que su padre era un veterinario, debería haber sabido que tenía dinero, pero él es tan agradable que nunca lo había imaginado. Lo miro ahora y parece tan obvio. Sus ropas son claramente mejores que el promedio, sus zapatos del tipo caro, incluso la manera en que se sostiene con una confianza sin pretensiones gritando dinero.
La chaqueta de él que ahora uso es gruesa, y de buena calidad. Me siento enferma por mi estupidez. Jessica tenía razón, no tengo un sitio con él, ni siquiera como amigo.
—Debería ir a casa —le digo, mis palabras saturadas con desaliento.
Él pone mis manos en las suyas.
—Miley, ¿he hecho algo malo? ¿Cuál es el problema?
—Eres rico —lo acuso.
—En realidad no, no lo soy. Mi padre es rico, yo soy pobre y estoy viviendo de su buena voluntad —bromea, con una sonrisa insegura en su rostro. Eso es algo que sólo alguien criado con una gran cantidad de dinero puede decir, me quejo conmigo misma.
Miro hacia abajo y veo mis desgastados zapatos al lado de los suyos elegantes y limpios.
—No pertenezco aquí.
Él se ríe y me abraza.
—Por supuesto que sí. Escucha, mi familia te va a amar, justo como... — Se detiene a mitad de la frase, al darse cuenta de la expresión en mi rostro —Por favor, mi mamá está realmente entusiasmada con esto. Yo también lo estoy.
Mi decisión se desmorona ante su tono de súplica. Le dejo tirar de mí hacia adelante, sintiéndome como Daniel siendo llevado al foso de los leones. Bueno, pienso, sólo me quedaré hasta el final de la cena y entonces haré mi escape. Puedo sobrevivir al snobismo y el desdén que seguramente tendrán para mí durante tanto tiempo, por Nick.
Él sigue sosteniendo mi mano mientras avanzamos a través de la lujosa puerta frontal, a un vestíbulo que es como las imágenes que he visto de grandes hoteles, suelo de mármol, una escalera curva con escalones de madera, una mesa de madera oscura al lado de una pared perfectamente pintada con un gran jarrón con un arreglo de flores. A la izquierda hay una sala de estar con muebles que lucen formales e incómodos. A la derecha, hay un comedor con una larga mesa, rodeada de pesadas sillas. Mi estómago se aprieta más si eso es posible.
Caminamos por un corto pasillo hacia la parte posterior de la casa, y puedo escuchar a gente riendo y hablando. A medida que avanzamos a través del arco del salón familiar, la casa cambia. Ésta habitación está llena de cómodos, y mullidos muebles, del tipo diseñado para subir tus pies en ellos.
Hay un gran televisor, en el que se muestra un dibujo animado de Halloween. En frente de la TV se encuentra una pequeña niña con un escaso cabello rubio, con un libro abierto en su regazo al que mira con absoluta concentración, ignorando el ruido a su alrededor.
El salón familiar da a la cocina, de la que vienen fuertes olores que me hacen agua la boca, huele a comodidad. Hay cuatro personas en la cocina, los que hacen todo el ruido, pareciendo estar tropezando el uno con el otro por su proximidad. Estoy de pie por un momento, asimilándolo todo. No es la escena silenciosa de música de elevador que me había imaginado un momento antes. Es la escena que sueño a veces, sobre cómo debería de ser una familia. La pequeña niña se voltea y nos ve de pie ahí.
—¡Nick! —grita, luchando para ponerse de pie, escalando y saltando sobre la espalda de uno de los sofás. Corre y salta hacia Nick. Él la atrapa y ella envuelve sus brazos alrededor de su cuello.
—Sabes, te vi hace sólo diez minutos —le dice haciéndole cosquillas en las costillas lo que la envía a un ataque de risa. Él le planta un beso en la mejilla. Sus ruidos han atrapado la atención del resto de la familia, y todos vienen a donde estamos parados.
Él cambia de posición a la pequeña niña y la sostiene con un brazo, y coloca el otro alrededor de mis hombros. —Estos son mis padres, Paul y Denisse, y mis hermanas Avery y Lucy. Y ésta de aquí —dice, levantando a la pequeña niña con su brazo —es Christine—. Me sonríe.
—Todos, ésta es Miley.
Su padre se acerca y estrecha mi mano. Él luce muy parecido a Nick, sólo que con líneas de expresión alrededor de sus ojos cuando ríe, y un poco de gris esparcido por su cabello, qué luce plano en lugar de punta como el de Nick, y es tal vez una pulgada más bajo que Nick.
—Es bueno conocerte finalmente —me dice. Su madre da un paso adelante y en lugar de darme la mano me da un abrazo, liberándome rápidamente antes de que tenga la oportunidad de responderle o estar desconcertada. Aunque se mantiene con sus manos en mis hombros, sonriéndole a mi rostro.
—Todo lo que escuchamos es acerca de Miley, Miley, Miley, así que no puedo comenzar a decirte cuándo me alegra conocerte y ver que eres una chica real.
Mi boca cae abierta ante esto, y el padre de Nick la aleja con una sonrisa.
—Está bien, cariño, es suficiente de avergonzar a esta chica por ahora.
—Mi turno, mi turno —dice Lucy, quien tiene diez. También me da un abrazo.
Avery la empuja fuera del camino. Sé que esta es la hermana que tiene trece años, pero luce como de dieciséis. Es tan alta como yo, es absolutamente hermosa, y me siento intimidada por ella de inmediato.
—Lamento que todos ellos sean un grupo de tontos —dice ella. No hay malicia detrás de sus palabras, sin embargo. Pone su brazo alrededor de mis hombros, empujando a Nick y maniobrando conmigo lejos de la habitación.
Christine se apresura fuera de los brazos de Nick y regresa a su libro junto al televisor. Él nos alcanza y me dice: —Déjame disculparme ahora por esta de aquí —y empuja con el pulgar a Avery, quien me mira y rueda los ojos.
—Lo que sea —dice sarcásticamente, y con el mismo tono dice — Linda chaqueta.
—No es mía. Es de Nick.
—Huh —me mira —Realmente debes gustarle, porque si pido prestado algo de él, se enfurece. Tienes un cabello realmente impresionante.
Me sacudo ligeramente ante el repentino cambio de tema. Alcanzo a tocar mi ordinario cabello.
—¿Puedo tocarlo? —me pregunta, y entonces lo hace sin esperar por aprobación—. Es como pensaba. Es tan suave. Luce como el de los comerciales, ya sabes, para el champú o lo que sea, dónde ellas siempre tienen este perfecto, brillante y lustroso cabello que sabes que solo está de esa manera porque alguien se lo cepilló por horas. ¡Debes cepillártelo bastante! Me encantaría poner mis manos sobre él, ver cómo luce rizado.
—Avery —le advierte la señora Jonas —Miley no es un de tus conejillos de indias para cambios de imagen. Trata de contenerte a ti misma.
—Claro, mamá, lo que sea. —Estoy sorprendida por el tono sarcástico que usa con su madre, con el que sólo se gana una mirada irónica en lugar de un golpe o una patada. La señora Jonas se acerca a donde estamos.
—¿Puedo tomar tu chaqueta? —me pregunta cortésmente, dándole a Nick una mirada fija.
—Oh, lo siento —él dice, no estoy muy segura de si es que su disculpa es por mi o por ella — Es sólo que me he acostumbrado a verla en ti.
La desabrocho, y trato de no mostrar mi sorpresa cuando me ayuda a quitármela. He visto lo caballeroso en películas antiguas donde los hombres siempre hacían cosas como esta por las mujeres, pero no en la vida real, mucho menos ser el destinatario de ésta.
Una mesa informal se encuentra al lado de un rincón, ya dispuesta y decorada con una gran cantidad de decoraciones de otoño y de Halloween. Incluso los platos tienen las formas y colores de las hojas de otoño. Luce como algo salido de una revista, justo como la parte delantera de la casa.
—La mesa luce genial —le digo a la señora Jonas.
Avery irradia orgullo.
—Yo lo hice. Mi mamá me dijo que podía ayudar una vez que fuera adolescente, y este año tengo trece, oficialmente una adolescente, así que me dejó hacerlo por mí misma.
—No deberías animarla —me dice Nick —ella no necesita ninguna ayuda con su ego. —Esto lo dice con una sonrisa indulgente hacia ella.
—Espero que te guste la calabaza —me dice ella.
—No lo sé —digo—, nunca la he probado.
—¿En serio? ¿Quién no ha probado la calabaza? —pregunta con su nariz arrugada—. Oh bueno, te va a gustar. Nadie hace sopa de calabaza como mi mamá.
—Si no te gusta, cariño, sólo dime y conseguiremos algo más —dice la señora Jonas.
Pronto estamos sentados a la mesa, después de un pequeño alboroto de Christine quien quería terminar su libro. Una promesa de Nick de leerle una historia después, antes de dormir, lo resuelve. Es obvio que ella y Nick están locos el uno por el otro, mientras ella insiste en sentarse a su lado. Me siento al otro lado de él, mirando alrededor a ellos, todos sonrientes y risueños y hablando por encima del otro en una especie de caos organizado, y siento que el mundo cambia de nuevo.
No sabía que este tipo de familia realmente existía. Veo la forma en que sus padres se miran entre sí, con un profundo entendimiento y seguridad en su amor el uno por el otro. Sus hermanas pelean un poco, pero es obvio que hay amor, tanto entre ellas, como para Nick. Y me incluyen como si perteneciera. Todos ellos aceptan la sopa de calabaza servida en calabazas huecas, los rollos hechos en casa en un cesto de mimbre forrada con una servilleta de tela, la calabaza con sal, la atmósfera completa, cosas como esas, para mí, son como un cuento de hadas.
Cuando la madre de Nick se levanta para ir a la cocina a recuperar las galletas de calabaza que hizo para el postre, mis ojos la siguen. Mientras desaparece a través de la puerta abierta, mis ojos se detienen sobre Nick, quien está mirándome de cerca. Veo sus ojos oscurecerse como lo hacen cada vez que siente algo fuerte sobre algo. Parece leer algo en mi rostro, pero no pregunta, simplemente busca debajo de la mesa y alcanza mi mano, dándome un anclaje seguro al que aferrarme.
Después de la cena, la señora Jonas no me permite ayudarle a limpiar porque soy la invitada, no importa cuán persistente soy.
—Llévala a ver la clínica —le dice a Nick.
Cuando la madre de Nick se levanta para ir a la cocina a recuperar las galletas de calabaza que hizo para el postre, mis ojos la siguen. Mientras desaparece a través de la puerta abierta, mis ojos se detienen sobre Nick, quien está mirándome de cerca. Veo sus ojos oscurecerse como lo hacen cada vez que siente algo fuerte sobre algo. Parece leer algo en mi rostro, pero no pregunta, simplemente busca debajo de la mesa y alcanza mi mano, dándome un anclaje seguro al que aferrarme.
Después de la cena, la señora Jonas no me permite ayudarle a limpiar porque soy la invitada, no importa cuán persistente soy.
—Llévala a ver la clínica —le dice a Nick.
No estoy segura de lo que es la clínica, pero estoy de acuerdo con estar a solas con Nick, así que felizmente me pongo en marcha. Él toma su chaqueta para que me la ponga. Salimos a través de un par de impresionantes puertas francesas a una terraza que es más grande que mi habitación. Cruzamos una extensión de césped qué aún está verde, a pesar del hecho de que debería estar en hibernación. Él toma mi mano y me lleva hacia el gran edificio que había visto antes.
Resulta que no estaba tan equivocada cuando pensé que era un establo, pero sin caballos desde que su padre no se especializa en animales de gran tamaño, como Nick me explica, pero es la clínica donde trata a los animales. Él abre la puerta y enciende las luces fluorescentes, revelando una limpia y estéril habitación que, me dice, es la sala de operaciones. Me guía hacia adentro, mostrándome las habitaciones de tratamiento individual, la sala de recuperación, y la sala de espera que tiene grandes ventanas con vista hacia el lado opuesto del edificio desde la casa. Puedo ver el parqueadero y me doy cuenta que es accesible desde la carretera principal.
—¿Tu papá trabaja en casa? —pregunto.
—Más o menos, sí.
—¿Tu mamá está de acuerdo con eso? —le pregunto, pensando en qué tanto mi propia madre odia cuando mi padre está en casa. Cuando él está en casa todo lo que hacen es pelear, de todos modos. Se ríe.
—Extraño, ¿no? Mis padres siguen vergonzosamente enamorados. Ella pasa la mayor parte de su tiempo aquí cuando él está trabajando.
Estamos de pie en el umbral que separa la sala de espera del resto de la clínica, miro a mi alrededor a la cómoda sala de espera, que es más acogedora que mi propia casa, y siento lágrimas picando en mis ojos, ante las evidentes diferencias entre mi vida y la de él.
—No te merezco —le susurro, inmediatamente enrojeciendo con vergüenza al haber expresado en voz alta el pensamiento.
—No tienes ninguna idea de cómo me siento por ti, ¿verdad? —me pregunta.
Levanto la vista hacia él. Está de pie con ambas manos enterradas en sus bolsillos delanteros, con los hombros ligeramente encorvados hacia adelante, apoyándose contra el marco de la puerta, del lado opuesto en el que estoy.
No habíamos encendido las luces de la sala de espera, la única luz proviene de las farolas de la calle brillando a través de las ventanas, y de una enorme pecera que brilla en un rincón. Las luces del pasillo detrás de nosotros resplandecen brillantemente, sombreando su rostro en la oscuridad, así que no puedo leer su expresión. Sacudo mi cabeza. Ladea su cabeza.
—¿Has tenido alguna vez un novio?
Me ahogo una carcajada. —Difícilmente. Has visto... bueno, has visto cómo es en la escuela. No tengo ni siquiera un amigo.
—Lo tienes ahora —dice en voz baja.
—No sé por qué lo quieres ser, pero eres mi amigo. Mi único amigo. Mi mejor amigo.
Se ríe suavemente. —Me alegro por eso. —Su tono es bajo y ronco con una concentración que no le he oído usar antes. Lentamente, se inclina hacia mí, acercando su rostro al mío. Se detiene a unos centímetros de mi rostro—. Pero he estado tratando muy duro para ser algo más.
Mi respiración se atrapa en mi garganta ante su cercanía. —¿Alguna vez has sido besada? —me susurra, con una sonrisa. Sólo por ti, pienso. Si él no lo recuerda, no voy a tocar el tema.
Sacudo mi cabeza, agachándome un poco con incomodidad. Me besa entonces, sus labios son cálidos y suaves sobre los míos. Estoy aturdida, mis ojos abiertos mirando fijamente a los suyos cerrados. Lo beso de regreso, instintivamente, inocentemente, inundada en la sensación de sentir. No hay movimiento en la habitación, sin sonidos más que el de nuestra respiración, mi corazón latiendo en mis oídos. Él no está tocándome en ninguna parte, sólo con sus labios en los míos.
Es el mejor momento de mi vida, incluso mejor que el de columpiarme. —Ew, asqueroso —Avery viene detrás de nosotros, no la escuchamos acercarse, o al menos, no la escuché sobre el zumbido en mis oídos.
Me alejo instintivamente, pero Nick me presiona más cerca, trayendo una de sus manos a la parte de atrás de mi cuello, atrapándome. No quita su boca de la mía, a pesar de que abre sus ojos para encontrarme mirándolo fijamente. Siente la tensión en mí, y susurra —relájate— contra mi boca.
Levanta su mano izquierda y le da a Avery un ligero empujón hacia atrás.
—¡Oye! —ella grita.
—Vete —él gruñe, con su boca aún presionada con la mía. Cierra la puerta, encerrándonos dentro de la oscura sala de espera. Sonrío contra su boca, y él la encuentra con su propia sonrisa, alejándome suavemente.
Miro hacia abajo, renuente a encontrar su mirada en las intensas emociones de las consecuencias del beso. Fue más de lo que podría haber soñado, incluso más maravilloso que cuando toma mi mano. No creo que nada pudiera ser mejor que eso, el simple contacto humano que no he experimentado desde que era joven.
Él trae sus dos manos hacia arriba, apoyándolas en ambos lados de mi cuello, con sus pulgares rozando suavemente mis mejillas, obligándome a levantar la mirada. La sonrisa cae de su rostro mientras lleva su boca de nuevo a la mía. Ésta vez, cierro mis ojos, dejando que las sensaciones fluyan a través de mí.
mi capis preferido
ResponderEliminarfue hermoso la parte del beso
no podrían ser mas tierno