martes, 18 de junio de 2013

Acheron - Cap: 61


Miley sintió lágrimas de frustración anegar sus ojos. ¿Cómo podía cualquier hombre digno hacerle esto a una mujer? Nunca lastimaría a otro ser de esta manera. El hecho que Satara, como mujer, orquestara la violación de otra, la hacía la más repugnante de las criaturas.
Y más valía que la mataran después, porque una vez que estuviera en libertad, los mataría.
Con los rasgos completamente impasibles, Joe tocó el filo de la cuchilla.
Satara resplandecía de satisfacción.
—Adelante, amor. Hazme sentir orgullosa.
Detuvo la mano y la miró.
—¿Sabes algo Satara? Sólo hay una persona por quien he dado todo para hacerla sentir orgullosa. —Agarró con firmeza el cuchillo, sacándose las gafas. Miley jadeó al darse cuenta que tenía los mismos ojos de plata que Nicholas.

Encontró su mirada antes de volver la vista hacia Satara, quien reía con repugnante vanidad.
—Y esa persona no eres tú. —En el instante en que las palabras salieron de sus labios, enterró profundamente la daga en el vientre de Satara.
Trastabilló, jadeando mientras se cubría la herida. La sangre fluía entre los dedos. El rostro era una máscara de dolor e incredulidad.
—¿Qué estás haciendo?
—Abrazando mí destino. —Arrebató las llaves del bolsillo. Rodeándola, removió la gruesa cadena de plata del brazo de Miley y la dejó caer al piso donde aterrizó con un ruido sordo.

Satara dejó escapar un grito para alertar a su hermano mientras corría hacia la puerta.
Joe arrojó la daga al cuerpo de la mujer con precisión mortal. Ésta se estrelló contra la parte baja de su espalda y la mandó directamente al suelo.
Miley estaba demasiado atontada como para moverse mientras Joe abría las cadenas que sostenían los brazos en alto.
—¿Por qué me ayudaste?
Cuando se enderezó después de liberarle los pies, cerró la blusa sobre su pecho. Luego se sacó la chaqueta y se la extendió.
—No me malinterpretes. Odio a Nick con cada parte de mi ser y lo mataré algún día, ten en cuenta mis palabras. Pero no tengo que imaginar el dolor que sentiría si te torturara. Vivo con ese dolor cada maldito día por su causa. Escucho la voz de mi madre clamando por mi ayuda. Para que salvara su vida mientras la estaban torturando y asesinando. Por ella, soy mejor hombre de lo que Nick es. No dejaré que un inocente muera por vengarme. Tú no mereces morir más de lo que mi madre lo merecía.
Revolvió la cabeza, tratando de entender.
—Pero me amenazaste en el Santuario.
—No, sólo quise agitarlo. Nunca le haría daño a una mujer. Mi madre me crió bien.
Ella observó el cuerpo sin vida de Satara.
Se mofó ante la lástima en su rostro.
—No era una mujer, créeme. Se merecía más de lo que le hice, les hizo cosas peores a otros, incluyéndome. No volveré a ser un peón para nadie más otra vez. —La dejó para ir a sacar la daga de la espalda de Satara.
Lo siguió.
—Es Atlante, ¿No es verdad?
Sonrió vilmente.
—Asegúrate de decirle a Nick que la tengo.
Entonces la tomó del brazo y la arrastró hacia la puerta.
En el instante en que la abrió, se dio cuenta que estaban en una habitación que daba a un pasillo lleno de Daimons y demonios.
Se encogió mientras Joe maldecía por lo bajo.
—No podemos ir por ese camino, ¿Verdad?
Negó con la cabeza.
—No a menos que desees ser comida. —Estaba por empujarla cuando lo imposible sucedió. El portal en el centro del salón se abrió.
Flameaba brillante y dorado.
Y cuando se disipó, Nicholas y Urian estaban ahí de pie, desafiantes, enfrentando a los Daimons.

Aún escondida tras la puerta con Joe, Miley pestañeó, y luego sonrió ante la visión de Nick de pie, furioso y extraordinario en medio de los Daimons. La postura lo decía todo, Aquí estoy para limpiar tu casa y no tendré piedad mientras lo hago. Jódeme y no serás más que un mal recuerdo para tu madre.
El cabello negro tenía mechones rojo oscuro. El dobladillo del abrigo largo, de doble pechera estilo pirata, colgaba alrededor de las Doc Martins rojo cereza que usaba la noche que se conocieron. El piercing de rubí estaba de vuelta en la nariz y por primera vez, adoró la visión de las gafas sobre su rostro.
Nicholas era hermoso y sintió el corazón acelerarse agradecido, por haber ido por ella.
El hombre rubio y alto a su lado, estaba aparentemente mucho más calmado. Llevaba ropas sencillas, una camisa negra enrollada en las muñecas y vaqueros. Pero era casi igual de guapo, de rasgos perfectos y el cabello rubio platino sujeto en una coleta. No pudo pasar por alto el hecho que si no fuera por el cabello rubio, el hombre tendría una notable semejanza con Stryker.
Y como Stryker, tenía un aire mortal que era sólo superado por el que envolvía a Nick.
—Pensé que Nick no podía venir aquí —le susurró a Joe.
—Aparentemente está dispuesto a acabar con el mundo por ti. Deberías estar impresionada. Yo lo estoy.
Por la sorpresa en sus ojos, lo estaba. ¿Por qué correría un riesgo así?

Todo demonio y Daimon estaba congelado ante su presencia. Ni una sola palabra fue dicha por la multitud. Era como si estuvieran conteniendo el aliento de forma colectiva, mientras esperaban que el Armaggedon comenzara.
Todos excepto Stryker, que tenía la mirada fija en el hombre rubio al lado de Nick con una expresión perfectamente definida de irritado odio.
—¿Te atreves a estar de pie junto a mi enemigo?
—Contra ti, Padre, estaría de pie junto a Mickey Mouse.
Torció los labios.
—Tú, despreciable hijo de pu/ta. Nunca deberías haber sido nada más que una mancha de esperma.
El rubio se mofó.
—Definitivamente, podría decir lo mismo sobre ti. Tendríamos el mundo a salvo y a mucha gente sin sufrir en este momento, ¿No es así?
Los Daimons empezaron a acercarse, pero fueron lanzados hacia atrás por una fuerza desconocida.
Nick giró hacia Stryker y gruñó.
—Suficiente de ésta reunión familiar de mie/rda. ¿Dónde está Soteria?

Miley frunció el ceño ante las palabras. Aunque la voz era la de él, tenía un denso acento griego y no el fluido atlante que acostumbraba cuando no hablaba el inglés americano coloquial. Qué raro. Aún cuando hablaba en griego fluido, su acento no era tan gutural y tradicional.
—Está allí. —Una mujer alta y rubia apareció a pocos metros de Nick e indicó la puerta donde estaba Miley con un imperioso movimiento de la barbilla.
Miley jadeó ante su belleza, mientras la mujer cruzaba la corta distancia para abrazar a Nick.
—Al fin, m’gios. Has venido a liberarme. —besó su mejilla y le susurró algo al oído.
Estaba atontada cuando notó que era la diosa Apollymi. La madre de Nick.

La diosa de la Destrucción Total.
Nick la abrazó fuerte y asintió antes de dar un paso atrás. Con una burla lanzada a Stryker, giró y se dirigió a la habitación.
Antes de que Joe pudiera detenerla, Miley empujó la puerta y corrió hacia él. Se tiró a sus brazos y lo abrazó con alivio. Y cuando sus labios se encontraron…
Se congeló sorprendida.
Éste no era Nick. En apariencia era completamente idéntico, pero no olía ni se sentía como Nicholas. Y definitivamente no besaba como él.
Joe corrió hacia el impostor, pero antes de que pudiera alcanzarlo, Urian lo agarró y lo empujó dentro del cuarto donde habían estado.
—Tenemos que irnos —les dijo Urian mientras destruía la puerta detrás de ellos. Miró a Joe—. Tú tienes que venir con nosotros.
Joe torció los labios con evidente odio.
—No voy a ninguna parte con él, prefiero estar muerto.
Urian lo obligó a mirar el cuerpo de Satara.
—Voy a hacer la loca e infundada suposición de que la muerte de Satara fue por tu mano y la de Miley. —Aferrándole la barbilla, le obligó a mantener la mirada— Ahora, quédate conmigo en esto, Cajún. Mi padre me cortó la garganta y mató a mi esposa, porque pensó que lo había traicionado al haberme casado. Antes de eso, me amaba más que a su vida y era su único hijo vivo. El segundo al mando. 

Ahora, ¿Qué crees que te va a hacer cuando encuentre el cuerpo? Puedo asegurarte que no será un viaje divertido a Chuck E. Cheese. A pesar de toda la aversión hacia los demás, Satara era su hermana y le sirvió bien durante todos estos siglos. Si realmente quieres quedarte y tener algo de diversión con Stryker, no te detendré. Pero en realidad, no te lo recomendaría.
Eso pareció convencer a Joe. La cordura regresó a sus ojos.
—Bien, iré con vosotros.
—Urian —dijo el falso Nick entre dientes— Creo que ya lo están percibiendo.
—¿Percibir qué? —preguntó Joe.
Miley puso los ojos en blanco ante lo obvio de la pregunta.
—Que éste no es Nick.
Las palabras apenas habían salido de la boca cuando se desvanecieron de la habitación.

Zolan, el tercero al mando de Stryker y líder de la fuerza especial de ataque Illuminati, se aclaró la garganta dentro del aún silencioso salón.
—Mmm… jefe, no digo esto irrespetuosamente pero, ¿Por qué estamos aquí todavía? Quiero decir, si Nicholas ha venido a liberar a Apollymi, ¿No debería haber una explosión o algo?
Los Daimons y demonios miraron alrededor como si esperaran la apertura del mundo exterior, o que Apollymi explotara entre danza y canciones, o que pasara algo más sobrenatural. Mientras tanto, Apollymi permanecía de pie allí, completamente estoica, con una apariencia angelical y dulce, mientras observaba a Stryker fijamente.
Su segundo al mando, Davyn, se rascó la nuca nerviosamente.
—Estoy de acuerdo, Kyrios —dijo a Stryker usando la palabra Atlante para Señor—. No se siente como el fin del mundo.
Stryker se giró con frío desdén hacia Apollymi.
—No, no se siente…
Apollymi arqueó la ceja descaradamente.
—¿Cómo dice la canción? ¿“Es el fin del mundo tal y como lo conocemos, y yo me siento bien”?
Algo iba mal y en un instante se dio cuenta qué era. Saltando del trono, corrió hacia la habitación justo cuando Urian, Miley, Joe y el que tenía que ser el hermano gemelo de Nick, Styxx, se desvanecían.

La furia creció por el obvio truco montado hasta que vio a Satara tirada en el suelo en un charco de sangre. El miedo borró la ira y corrió para encontrarla muerta. Los ojos estaban vidriosos y la piel teñida de azul.
Tenía el corazón destrozado mientras tiraba de ella hacia sus brazos para sostenerla, luchando contra las lágrimas de tristeza y dolor.
—Est/úpida y psicótica pe/rra —gruñó contra la fría mejilla, luchando con los sollozos imposibles de detener—. ¿Qué has hecho ahora?

Apollymi se detuvo en la puerta, sufriendo por Strykerius mientras mecía a su hermana en los brazos, recordándole al día en que encontró el cuerpo de su hijo tirado en los acantilados. Compasión y un nuevo respeto por él la recorrieron.
El hecho de que pudiera amar a alguien tan roto como Satara, decía mucho. Sí, él podría ser de sangre fría, pero no sin corazón. Cerrando los ojos, recordó el día en que se conocieron. Era joven y amargado por la maldición de su padre.
¿Renuncié a todo lo que me importaba por él y es así como paga mi lealtad? ¿Voy a morir en agonía en sólo seis años? ¿Mis hijos pequeños están desterrados del sol y condenados a beber sangre uno del otro en vez de alimentarse y morir con dolor cuando cumplan veintisiete? ¿Y por qué? ¿Por la muerte de una pu/ta griega asesinada por soldados que jamás conocí? ¿Dónde está la justicia en eso?
Así que ella lo había atraído a sus filas y enseñado a escapar de la maldición de su padre, absorbiendo las almas humanas dentro del cuerpo para prolongarle la vida. Le había dado a él y a sus hijos refugio en un reino donde los humanos no podían hacerles daño, y donde no había peligro de que los niños murieran accidentalmente por la luz del sol. Luego permitió que convirtiera a otros y los trajera a vivir aquí.
Al principio, sintió lástima e incluso lo amó como a un hijo.

Pero no era Apostolos y, mientras más estaba a su alrededor, más ansiaba tener a su propio hijo con ella, no importaba cómo. Admitía que era culpa suya haber puesto una barrera entre ella y Strykerius. Y ambos se habían utilizado para vengarse de la gente que odiaban.
Ahora sólo quedaba eso…
—Lo siento tanto, Strykerius.
La miró, los ojos de plata se arremolinaban de dolor.
—¿De verdad? ¿O te regodeas?
—Nunca me regocijo con la muerte. Puede que me entusiasme de tanto en tanto cuando es justificado. Pero nunca me regocijo.
—Y yo no dejo provocaciones como ésta sin respuesta.

Miley no tuvo tiempo siquiera de orientarse en su nueva locación, antes que alguien la sujetara en un abrazo fuerte, tan fuerte, que temió que sus costillas pudieran romperse. Y no fue hasta que el aroma de Nick llegó a ella y la besó profundamente, que sonrió y rió de alivio. Estaba a salvo.
Al envolver los brazos en su espalda, recordó las heridas. En vez de eso, lo abrazó por el cuello y lo acercó.
Éste era el Nicholas real, y se sentía magnífico en sus brazos.
Acunó su cara con las manos.
—¿Estás bien? —Preguntó, los ojos se oscurecieron al ver la blusa rota y la chaqueta abotonada de Joe.
—Estoy bien. De verdad…
—Pero nosotros no —dijo Urian secamente—. Joe mató a Satara mientras estaba con Miley.
—Lo hizo para protegerme —exclamó.
Urian resopló.
—Pondremos eso en la lápida por ti. Mientras tanto, Stryker querrá sangre por eso. Mucha sangre.
Joe se burló con tono grave.
—Sin ofender, pero tu padre no me asusta, especialmente dado que quiero, sin duda, un trozo de él. Que venga y lo haga.
Lo miró menos que impresionado.
—Sé que compartes algunos poderes con él, pero créeme, no te ha dado sino las sobras. Sin mencionar un pequeño detalle. Nadie consigue algo de él antes que yo.
Nick soltó un estridente silbido.
—Tranquilos niños. Tenemos cosas más importantes que hacer antes que salvar vuestro ego.

Miley disimuló una sonrisa cuando finalmente entendió el trabajo de Nick y porqué se describió como un domador. Realmente lo era.
Nick lanzó una mirada hacia Joe.
—Tenemos una batalla que preparar. No dejaré que Stryker se lleve a Joe.
Rió amargamente.
—No necesito tu jodida ayuda. Puedo pelear por mí mismo.
No respondió al odio en su tono.
—Sé que me odias. Lo entiendo. Pero no creo que tu madre quisiera que te mataras de nuevo. Ódiame mañana. Esta noche tolérame como un mal necesario.
Le empujó hacia atrás.
—Esto no nos hace amigos.
Nick sostuvo las manos hacia arriba.
—Lo sé. —Giró hacia Miley—. Styxx, sácala de aquí y mantenla segura.
Jadeó cuando se dio cuenta que era el mismo Styxx de quien había leído en los diarios de Demi, el mismo que torturó y castró a Nicholas.

Una ola de rabia amarga la recorrió. Estaba a punto de decirle a Nick que no tenía intenciones de ir a ninguna parte con el hombre que se había desviado para herirlo, pero antes de que pudiera abrir la boca, un brillante rayo de luz la cegó.
Un nanosegundo después, una multitud de hombres malvados y rubios aparecieron.  Se veían mortalmente serios mientras se cuadraban en  formación.
Stryker avanzó, y la mirada cayó directamente sobre Urian.
—Me has traicionado por última vez. —Le arrojó algo.

Miley no tuvo idea de lo que era hasta que Nick la capturó en la mano. Era una daga de forma extraña, que le recordaba un antiguo diseño griego y, sin embargo, tenía en el mango el mismo símbolo del sol que Nick tenía en su mochila.
Nick fijó la mirada en los Daimons.
—Toma a tus niñas, gritad y correr ahora Stryker. Te ahorrarás tiempo. Créeme, no querrás ponerme a prueba con el humor que tengo hoy.

Stryker pasó la lengua por sus colmillos como si saboreara la idea de alimentarse de Nicholas.
—No hay nada que ansíe más que probar tu sangre. Tus Dark-Hunters no están aquí. —Echó una mirada a los hombres que estaban de pie junto a Nick y rió con diversión—. Es noche de fiesta, Spathi. ¡Atacad!
Miley fue apartada detrás del grupo que permanecía con Nicholas. Quería decirles que podía defenderse, pero cuando los hombres atacaron y los Daimons se defendieron con golpes y ataques de relámpagos, se dio cuenta de que tal vez no era tan eficiente.

No estaban peleando sólo con puños y armas, peleaban con poderes sobrenaturales con los que nunca podría competir. Apenas había acabado el pensamiento, cuando un grupo de demonios se unió a los Daimons para luchar contra ellos.
Stryker fue por Joe, pero Nick lo agarró y ambos cayeron al suelo, golpeándose. Urian apuñaló a un demonio entre los ojos antes de girar y esquivar los colmillos de un Daimon.
Miley tropezó hacia atrás, buscando alguna clase de arma.

Un demonio se lanzó hacia ella. Trató de patearle, pero ni siquiera se tambaleó. Justo cuando iba a alcanzarla, Julian apareció con una espada. Cortó la cabeza del demonio con un estoque bien dado.
Balanceando la hoja de la antigua espada griega, giró hacia ella.
—¿Puedes manejar una espada?
—Sí.
—¡Kyrian! —Gritó Julian al otro hombre rubio del equipo—. Dame una espada.
Kyrian arrojó lo que parecía sólo una empuñadura. Con un fluido movimiento, Julian la atrapó y apretó un botón en la cruz de la empuñadura. La hoja se disparó casi un metro de longitud. Se la dio.
—Los Daimons tienen que apuñalarse a través del corazón. Los demonios entre los ojos y si cortas la cabeza de alguno de nosotros, morimos.
—¿Cómo puedo ver la diferencia?
—La mayoría de los Daimons son rubios y explotan en polvo cuando perforas el corazón. Golpea allí y si no funciona trata entre los ojos. Si apuñalas a alguno que gime y luego cae al suelo, entonces has atacado a uno de los buenos. Sólo PTI
Inclinó la cabeza.
—Gracias por las instrucciones.
Rió antes de poner su cara de batalla y volver a la lucha.
Osciló la espada alrededor del cuerpo, tratando de conseguir impulso. Salida de quien sabe dónde, una mujer Daimon fue hacia ella e hizo aparecer un bordón. Lo lanzó a la cabeza de Miley.
Deteniendo el golpe con la cuchilla, tiró la espada hacia atrás y continuó con la ofensiva. La mujer devolvió golpe por golpe. Su ferocidad, hizo temblar los huesos de Miley.
Odiaba admitirlo, pero la Daimon estaba ganando. Con un gruñido feroz, trató de empujarla hacia atrás.
De repente, Joe estuvo allí. Le sacó ala Daimon de encima y a otro más.
—Nadie lastima humanos en mi turno —gruñó antes de apuñalar al Daimon a través del corazón. Como Julian había dicho, el Daimon gritó y luego se convirtió en polvo dorado.

Se alejó antes de que pudiera agradecérselo.
Otro rayo de luz anunció un grupo aún más grande de Daimons y demonios.
Retrocedió, con la boca abierta. Eran tan numerosos…
Los tipos en su equipo eran luchadores expertos, pero estaban siendo arrasados por el gran número de enemigos.
—Esto es malo…
Nick se congeló cuando vio a uno de los Daimons hundir los colmillos en el brazo de Vane al tiempo que más demonios se le unían.
No podía dejar que hirieran a sus amigos. Cerrando los ojos, convocó su bastón de Katoteros. En cuanto lo sostuvo en la mano, sintió algo que impactó contra él.

Abrió los ojos sólo para ver a Styxx allí con una daga Atlante hundida completamente en el estómago. Stryker maldijo mientras lo soltaba. Entonces fue por Nick otra vez.
Atrapó al señor supremo de los Daimons con la punta de su bastón y lo empujó.     
—Vuela o muere —gruñó.
—Jódete.
Mirando fijamente a Stryker, lo empujó y luego estrelló el bastón contra el suelo. Una onda de duro y salvaje poder se disparó hacia los Daimons y demonios a su alrededor. Todos se convirtieron en polvo.

Excepto Stryker. Él se elevaba sobre el suelo en forma de dragón, gruñendo y resoplando. Bramando, arrojó fuego.
Retiró el brazo, apenas a tiempo para que no le quemara. Disparó otro rayo dorado contra Stryker, quien lo esquivó.
—Esto no ha terminado, Nicholas. La próxima vez, no serás capaz de usar tus poderes. —Con otra ráfaga de fuego, se desvaneció.
Vane sacudió el brazo sangrante en un evidente esfuerzo por aliviar el dolor de la mordida del Daimon.
—¿Por qué estábamos luchando, si tienes esa clase de poder?
Al unísono, todos los ex Dark Hunters y Joe, dijeron.
—Sólo porque puedas, no significa que debas.
—Y algunas veces, las cosas tienen que ir mal para terminar bien —dijo Wulf. Cuando los demás le miraron confundidos por su solitaria irrupción, añadió—. Supongo que soy al único a quien alguna vez le dijo eso.
Fury hizo un extraño ruido de lobo.
—Aún no veo porqué estábamos peleando, cuando simplemente podías patear sus traseros sin nosotros.
—Porque creo en dar a cada uno la oportunidad de luchar… hasta que me cabrean. —Lanzó una rápida mirada estoica a Vane—. Traer refuerzos fue el error de Stryker.
—Y estoy contento que no fuera el tuyo —contestó Fury a Vane con una risa nerviosa—. Sé que estoy emocionado con que no fuera mío. —El lobo miró alrededor, a los restos de Daimons y demonios o, más bien, a lo poco que había—, Nicholas. Esto debería ser total y absolutamente destruido esta noche.

 Nick se arrodilló al lado de Styxx para inspeccionar el daño hecho. No estaba demasiado preocupado, no podía morir a menos que él lo hiciera. Pero eso no significaba que no doliera como el infierno. La daga que tenía Stryker hubiera acabado con él, si Styxx no hubiera detenido el ataque.
Su hermano, quien había querido morir tanto como él, le había salvado la vida.
Apenas podía imaginárselo.
Styxx encontró su mirada, aún cuando estaba temblando de dolor por la herida.
—Sabes hermano, se supone que nunca debes cerrar los ojos durante la batalla.
Nick rió ante el humor negro.
—No era yo quien entrenaba para ser general.
Miró a los hombres que los rodeaban.
—Tal vez. Pero haces mejor trabajo liderándolos de lo que yo lo hice. Definitivamente, creo que Padre entrenó al equivocado.

Esa era la cosa más amable que le había dicho. No habló, mientras ponía la mano sobre la herida.
Styxx le mantuvo la mirada. Pero cuando selló la herida, dejó salir una maldición sobre el “delicado” toque de Nick, que hubiera hecho a Stryker sentirse orgulloso.
—¿Estoy muerto ya? —preguntó sarcásticamente.
—Todavía no. Tienes algunos años aún para cabrearme profundamente.
Sonrió.
—Lo espero con impaciencia.
Por una vez, Nick también lo hacía.
—Hiciste un buen trabajo para mí. Gracias.
—Sí, bueno, la próxima vez que necesites descender a un santuario Daimon, escoge a otro de tus imb/éciles para hacerlo. No tengo el poder de un dios cuando vienen por mí, y eso me pone en absoluta desventaja.

Aún así, se puso frente a Nick para protegerlo… recorrió un largo camino permitiéndose dejar el pasado atrás y aceptando a su hermano. Sonriendo ampliamente, ayudó a Styxx a ponerse de pie.
Talon se rascaba la cabeza mientras los observaba.
—Oye ¿T Rex? Recuérdame que la próxima vez que quiera hacerme el sabelotodo contigo, es un intento est/úpido por mi parte.
Wulf boqueó.
—Oh, no lo harás, niñita. Me dijiste que la próxima vez que vieras a Nick, le preguntarías si había visto la película 10.000 BC y que si le había hecho sentir nostalgia.
Talon hizo un gesto hacia Wulf.
—¿Te importaría no conseguir que me frían esta noche? Me gustaría utilizar algunas partes de mi cuerpo después, si entiendes lo que te digo. Y como estás casado criando a niños, sé que lo haces.


Nick miró a Miley, cualquier gesto de desasosiego que tuviera se evaporó. Estaba a salvo y era todo lo que le importaba.
Miró alrededor, al grupo que había venido a ayudarlo y se maravilló de ellos.            
—Gracias, muchachos.
Kyrian le ofreció la mano.
—En cualquier momento que lo necesites Nicholas, aquí estaremos para ti.
Y uno por uno le dio la mano e hizo la misma declaración.
Hasta que llegó Talon.
—Un día, vas a tener que contarme cómo hiciste esa cosa del palo. Podría ser práctico no sólo con los Daimons, sino también con los cocodrilos y los vecinos insoportables.
Nick rió.
—Un día podría ser.
Al menos hasta que Joe pasó junto a él y chocó el hombro con el de Nick. Fue un acto bastante juvenil. Le miró con fijeza mientras Joe vigilaba a lo lejos, en las sombras.
—Sólo para que lo sepas Joe, también amaba a Cherisse.
Giró en redondo y siguió caminando.
Zarek fue el último hombre en irse. Se paseó y sacudió la cabeza. La mirada fue hacia Miley, antes de regresar a Nick y hablarle en griego.
—Sabes, para mí es asombroso las heridas que podemos cargar por toda le eternidad. Pero lo que más me ha fascinado en estos pocos años, es cómo la persona correcta puede sanarlas. Recuerdo que una vez, un hombre sabio me dijo que todos merecemos ser amados. Incluso tú.
Nick resopló ante el consejo que le había dado a Zarek antes que el hombre casi dejara ir a su esposa.
—Y según recuerdo, me dijiste que me callara.
Zarek se encogió, dando un paso.
—Soy un imb/écil. Lo admito. Voy semanalmente a las reuniones de Imb/éciles Anónimos, pero lleva un poco de tiempo enterrar algunos miles de años de costumbres. Y creo que tienes aún más años que enterrar que yo.
—Así que, ¿Cómo está Bob? —Preguntó Nick, cambiando de tema— ¿Astrid ya ha ganado la batalla?
—¿En llamarlo Menoeceus? Infiernos no. Aún digo que se parece mucho a Menopausia para mi gusto, y ni siquiera hay un buen apodo para eso. ¿Puedes imaginarte estar pegado a ese nombre en la escuela? Llámame ridícu/lo, pero quiero que el niño crezca sin ningún tipo de trauma.
Rió ante la diatriba que Zarek había comentado en más de una ocasión. Aún así, su esposa seguía llamando al pobre niño Menoeceus, mientras que el padre le llamaba Bob.
Sacudió la cabeza.
—Pero te digo una cosa, no hay nada mejor que mirar a un niño y verte unido en él con otra persona en quien sabes puedes confiar y nunca te jod/erá. Y te debo eso, Nicholas. Cada vez que les miro, nunca olvido lo que te debo. —Dio un paso para alejarse y cambió al inglés, sin saber que Miley entendía el griego tan bien como él—. Cuidaos los dos. Y por el bien de los dioses, alejaos de los problemas. Al menos hasta que haga calor. Ya sabes lo que odio estar en lugares fríos. —Se desvaneció instantáneamente.

Envió el bastón de regreso a Katoteros mientras Miley se aproximaba. Arregló la blusa.
Trató de echar un vistazo a su espalda.
—¿Cómo te sientes?
—En este momento, como si pudiera volar. —Extendió la mano hacia ella.
En el instante en que la tomó, los transportó a su piso en Pirate’s Alley.
Miró alrededor, con la ceja arqueada.
—Wow, no estabas bromeando. Este lugar es diminuto.
Se sacó la mochila de los hombros.
—No necesito mucho.
—Sabes qué, yo tampoco. Pero hay una cosa que sí necesito.
—¿Y qué es?
La ardiente y sincera mirada en sus ojos lo chamuscó.
—Tú.
Saboreó la palabra y la oleada de amor que atravesó su corazón. Pero al final, sabía la verdad.
—No puedo estar contigo, Miley. Nunca puede haber un nosotros.
—¿Por qué no?
¿Estaba loca? ¿Había borrado de su memoria los acontecimientos que acababan de vivir?
—Ya viste con lo que tengo que tratar a diario. Mis enemigos no son humanos y tengo muchos más que sólo Stryker para lidiar. Aunque Joe te haya dejado libre esta noche, no lo hará mañana. Sin mencionar el problema pelirrojo. No puedo ponerte en semejante riesgo. Jamás.
—¿Y si no estoy de acuerdo?
—No lo permitiré. Soy un dios,Miley. Si tengo que hacerlo, me borraré de tus recuerdos.
—Si juegas alguna vez con mi cerebro Nicholas, te juro que te haré daño.
Ahora que pensaba en ello, probablemente era como Joe. Demasiado obstinada para que sus poderes funcionaran con ella.
—Sé razonable, Miley. Mi vida es demasiado complicada y peligrosa.
Quiso gritar ante la obstinación.
—Todos merecen ser amados, Nicholas —dijo, repitiendo las palabras de Zarek—. Mírame a los ojos y dime realmente que deseas que me vaya. Dime que no me quieres ver nunca más.

Tragó mientras las emociones le sacudían. No quería que se fuera. Quería tenerla y mantenerla junto a él por el resto de su antinatural vida.
Pero mientras fuera humana, le hacía vulnerable. Y mientras tuviera enemigos que quisieran herirle, no podía permitirle estar cerca.
—Quiero que te vayas, Miley.
—Sí, bueno, la gente en el infierno quiere agua helada. Ahora quítate la ropa y déjame ver tu espalda. Te debe estar matando en este momento.
—Así que, ¿Vas a ignorarme por completo?
—No completamente. Escucho lo que estás diciendo y respeto el hecho de que fui vencida y derrotada esta noche. Que esos demonios entraron y me arrastraron de donde estaba sentada. Pero no soy una mujer est/úpida, y dicho esto, tampoco me rindo cuando pongo el ojo en algo. Te amo, Nicholas, y pretendo estar a tu lado aún cuando trates de alejarme.
Cerró los ojos mientras disfrutaba de cada palabra dicha.
—No sé como amar a alguien, Miley. No lo sé.
—El grupo de gente que vi dispuesta a dar la vida por ti, me dice que estás más lleno de amor que abono en un campo de vacas, amigo.
—Artemisa no nos va a dejar vivir en paz. ¿Lo entiendes?
—Lo que entiendo es que te dije que te quitaras la ropa, y aún estás aquí discutiendo conmigo. Ríndete a mí. Confía, es más fácil así.
Levantando las manos en señal de rendición, usó los poderes para sacarse la camisa.
Aspiró con fuerza cuando vio las heridas abiertas que destrozaban la espalda.         
—¿Cómo puedes soportarlo?
La mirada vacía que le lanzó la atravesó.
—Estoy acostumbrado.
—Métete en la cama. Esta espalda necesita ser atendida y necesitas descansar.
—Sí, señora. —Avanzó hacia el dormitorio mientras Miley iba a la cocina. Hizo una pausa en la puerta para observarla. Olvidándose de él, sacó un tazón y lo llenó de agua.
Una oleada de deseo lo golpeó tan fuerte que literalmente le quitó el aliento. Si no estuviera tan herido, no iría a la cama solo. Pero el dolor en la espalda era infinitamente más urgente que el de su ingle.
Sin embargo, ninguno de ellos podía compararse al de su corazón, que le decía que esto no podría durar. A pesar de su obstinación, iba a tener que irse antes que Artemisa la asesinara.
Estaba en lo correcto. Estaba a punto de volver arrastrándose para rogar por alimento. Entre la lucha y las heridas de la espalda, estaba hambriento. Si no se alimentaba pronto, comenzaría a matar.
Estremeciéndose, se preguntó qué pensaría Miley si viese ese lado suyo. Lo triste era que no quería que lidiara con él así. No quería que viera nunca a la bestia que vivía en su interior.
Suspiró y fue a la cama a esperarla, sabiendo que cuando la mañana llegara, tendría que dejarla ir.



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