Moviendo el brazo, sus ojos se abrieron de golpe para encontrar a Artemisa en la cama con él, lo cual mató instantáneamente su pacífico humor.
—No.
Ella hizo un mohín.
—Oh vamos, Nicholas. De verdad no vas a dejar que todo eso se desaproveche ¿verdad?
Se giró para darle la espalda.
—Prefiero mast/urbarme.
Le dio un puñetazo en el hombro.
—Estás de ése ánimo otra vez, ¿verdad? Odio cuando te pones tan huraño conmigo.
¿Entonces por qué seguía a su alrededor cuando era su estado natural en presencia de ella? Bien, eso y severamente enfadado.
—¿Qué quieres, Artie? No es propio de ti aparecer en mi cama y no eres tan tonta como para venir a Katoteros. De todos modos, ¿cómo demonios conseguiste dejar atrás a Alexion?
—Está demasiado pendiente de su mujer para darse cuenta de mí en estos días.
Nota para mí mismo, matar otra vez a Alexion más tarde. Al menos hacer que el bastardo vague por las orillas de la Isla de la Muerte durante un rato.
—Así que, ¿para qué estás aquí, Artie?
—Me quieres aquí.
Sí, tanto como un extraterrestre metiéndome un dedo por el cu/lo.
—¿Cómo lo has averiguado?
—Ya que no puedes verlo porque afectaría a tu futuro, me dijiste que te hiciera saber siempre cualquier cosa que pasara que involucrara los restos Atlantes.
Y ya había fallado en contarle sobre el diario que podía haber sido desastroso para él si hubiera sido uno de los de Demi cuando estaba en la veintena.
—¿Y?
—Bueno, hice detener a aquella gente en Grecia por excavar sin licencia. Di gracias, Artemisa.
Nick giró la cabeza para mirarla. Estaba literalmente sonriendo tontamente de orgullo por lo que había hecho.
—¿Qué gente?
—Ya sabes, ¿esa arqueóloga con pinta patética que vimos? Su gente. Habían descubierto la localización y estaban sacando cosas del agua ayer a manos llenas. Encontraron toda clase de cosas. Sé lo molesto que te pones cuando la gente hace eso, así que hice que las autoridades fueran a arrestarlos y confiscaran los artefactos.
—¿Y no se te ocurrió también que les dieran una paliza para verlo?
—¿Por qué haría eso?
Se burló mientras se frotaba la frente.
—Pareces tener un orgasmo viendo como golpean a la gente.
Entrecerró aquellos malignos ojos verdes.
—Estás de un humor nauseabundo. No me gusta verte herido.
Había visto el brillo de la satisfacción sexual demasiadas veces en sus ojos mientras estaba siendo castigado para creerlo. Amaba hacerle sangrar. Era el único momento en que se sentía más poderosa que él y la ponía más caliente de lo que lo estaba ahora mismo.
—Lo que tú digas, Artie.
—Entonces gírate y satisfáceme.
—Tengo dolor de cabeza.
Pasó la manó por el pelo negro, volviéndolo rubio.
—No puedes tener dolor de cabeza.
—Seguro que sí. Tengo uno de cincuenta y cuatro kilos frotándose contra mí incluso mientras hablo.
Le abofeteó la espalda desnuda.
—Eres un gilipo/llas —le mordió fuerte en el brazo antes de desaparecer.
Haciendo una mueca, Nick se frotó el lugar. Al menos no le había arrancado la piel. Esta vez.
“Hice que los arrestaran”.
Suspiró cuando se dio cuenta de que serían amigos de Miley. Sería mejor que se levantara y tratara con ello. Miley estaría furiosa y asustada.
—Enhorabuena, hermano.
Stryker levantó la vista para ver a su media hermana, Satara, de pie en la puerta de su oficina. A causa de que habían tenido diferentes madres Satara se había librado de la maldición de muerte Apólita con la que Stryker cargaba, pero luego, desde que su padre la había dado a Artemisa para ser una criada permanente de la pu/ta, no estaba seguro de cuál de ellos tenía la peor vida.
Hoy, el pelo de Satara era negro carbón como el suyo y llevaba un apretado vestido de cuero rojo que se pegaba a cada marcada curva de su cuerpo.
—¿Qué te trae por aquí, hermana?
—La tiíta Artemisa, por supuesto. Dijiste que siempre te contara cuando estuviera excitada por algo. Salió por algo grande la pasada noche.
—¿Por qué?
—Parece que un equipo de arqueólogos encontraronla Atlántida. Lade verdad. Y algunos de los artefactos, incluido un inmaculado diario, fueron recuperados.
Stryker se sentó hacia atrás en la silla.
—¿Uno de los diarios de Demi?
—Dada la reacción de Artemisa, supongo que sí.
Oh, esto era bueno. Los humanos no tenían ni idea de que los Apólitas y los Daimon vivían entre ellos y habían hecho bastantes esfuerzos para que permaneciera de ese modo. Pero si uno de los diarios de Demi era descubierto…
Podía contarlo todo sobre ellos.
Ya era bastante malo que él y sus hermanos Daimon tuvieran a los Dark-Hunter tras ellos. La última cosa que necesitaban de su fuente de alimentación era que se asustaran y comenzaran a cazarlos por la noche. Sólo tenían unas pocas horas cada noche para cazar o morir. Esto podía ser malo.
—Necesito que encuentres ese diario.
Satara caminó hacia delante apoyándose en el escritorio.
—Artemisa ya va un paso por delante de ti.
Ponderó eso. Artemisa rara vez se molestaba en hacer por sí misma, nada más que perseguir a Nicholas.
—¿Por qué lo querrá tanto?
Satara se encogió de hombros.
—Supongo que tiene miedo de que alguien pueda saber que no fue Apolo el que hundióla Atlántida.
O tal vez Demi sabía de la relación de Artemisa con Nicholas y escribió sobre ello.
La mente de Stryker giró con otras posibilidades.
—O tal vez hay algo en ese libro que cuente el punto débil de Nicholas. Tal vez incluso un modo de matarle a él o a Apolo y la tiíta Artemisa también.
Los ojos de Satara brillaron con renovado interés.
—Encontraré ese libro.
—Hazlo. Y si alguien se interpone en tu camino…
—Son comida.
—Olvida a Jake Gyllenhaal y Shia LaBeouf, ¿has visto alguna vez un hombre mejor parecido en tu vida?
Miley frunció el ceño mientras caminaba pasando a un grupo de estudiantes femeninas que estaban riendo tontamente y muertas de curiosidad por quién sabía qué.
—No creo que vaya ahí. Nunca le he visto antes, pero mataría por tenerle al menos en una clase.
—¡Mataría por tenerle debajo de mi!
—Yo le he visto por aquí. Ha estado en el bar El Santuario de Ursulinas un par de veces cuando estaba de fiesta con amigos. Creo que está enrollado con esa camarera alta y rubia que tiene una actitud desagradable.
—¿Lo dices en serio? ¿Cómo demonios me perdí eso? Debo haber estado bien colocada y borracha.
Sus comentarios se apagaron mientras Miley se dirigía a su oficina. Pero mientras se acercaba, el recuento del cuerpo estudiantil femenino iba en ascenso, más y más hasta el punto de ser más y más denso. Realmente tuvo que empujar para abrirse camino entre ellas.
Sí… esto no estaba bien. Nunca había visto tanta gente con este interés en el departamento de Antropología antes.
Su voz sonaba afilada por la impaciencia.
No juegues éste juego conmigo. Necesito saber dónde está. Ahora.
Soy tu madre, no uses ese tono conmigo.
Suavizó su voz antes de hablar de nuevo.
Por favor, Matera, ¿dónde está el diario?
No puedo decirte.
—¡Y un cuerno, Matera, contéstame! —Nick saltó del sofá con ira sólo para darse cuenta de que las tres mujeres lo miraban fijamente con curiosidad.
Pam se aclaró la garganta.
—¿Alguna idea de lo que acaba de decir?
Miley frunció el ceño.
—Um... no realmente.
—Wow —dijo Kim con una risa ligera—, algo Griego que la princesa Griega no puede entender. Estoy impresionada.
Pam arqueó una ceja.
—Deben ser las voces en su cabeza a las que está respondiendo. Sólo espero que no le estén diciendo que nos asesine.
Nick sintió el calor escaldando sus mejillas.
—Ooo —gorjeó Pam—. Que mono. Me encanta la manera en que sus mejillas se colorean de rojo cuando lo avergonzamos.
—También lo hacen cuando está enfadado o sudando—dijo Miley, comiendo un trozo de fría pizza.
—¿En serio? —preguntó Pam—. Tengo que decir que eso lo hace incluso más ardiente en mi opinión.
Nick les gruñó.
—Mujeres, por favor, ¿podrían no discutir eso mientras estoy delante?
Pam alzó su otra ceja.
—¿Estás de vuelta con nosotras o todavía estás hablando con la gente en tu cabeza? —buscó en su bolsillo y sacó unos auriculares Bluetooh—. Sabes que te digo… Hijo de Sam. Porqué no te los pones así tendré algo de paz mental y podré pretender al menos que estás al teléfono con alguien más y no recibiendo órdenes de perros o algo.
Nick se rió de su verdad poco entusiasta.
—Está bien, sólo estaba pensando cuantas cosas desastrosas podrían haber pasado si Miley hubiera estado aquí cuando la casa fue allanada.
Las mujeres intercambiaron miradas de duda.
Pam ojeó hacia la puerta.
—Sabes, Miley, tiene un punto. Que con los otros siendo atracados…
—Tal vez no deberías permanecer aquí —añadió Kim—. ¿Por qué no vienes y te quedas con nosotras?
Miley agitó su cabeza.
—No puedo poneros en peligro chicas y no quiero vivir con temor. Puedo cargar a Henry y cuidarme a mí misma.
—¿Henry? —preguntó Nick con curiosidad.
Kim respondió.
—Su niñera Beretta.
Estaba sorprendido de que Miley tuviera un arma. No parecía de ese tipo.
—¿Puedes usar esa cosa?
Pam rió mientras gesticulaba hacia Miley que parecía extremadamente modesta mientras comía más pizza.
—Mírala. Parece tan inofensiva y dócil, pero por dentro es una leona. Miley es una adicta a la adrenalina de las que probablemente nunca has visto… cualquier cosa desde submarinismo a alta profundidad. Infiernos, hasta salta de aviones perfectamente bien sólo por diversión.
Nick estaba sorprendido e impresionado.
—¿En serio?
Miley se encogió de hombros.
—Me gusta vivir peligrosamente.
—No —dijo Pam, con voz llena de orgullo por su amiga—, vive sin miedo.
Él inclinó su cabeza con respeto.
—La valentía es un rasgo muy deseable en cualquier ser humano. La est/upidez, no. Estaré contigo hasta que esto se calme —la declaración lo sorprendió, pero de nuevo tenía sentido. Su equipo le conseguiría el diario y si se mantenía cerca, sería el primero en encontrarlo. Después podría destruirlo antes de que alguien más tuviera oportunidad de leerlo.
Eso esperaba.
Pam enganchó su brazo en el de Miley.
—Yo aceptaría su oferta. Has estado en nuestra casa antes, lo que significa que sabes sobre Kim y su problema de “ropa interior en el suelo”
—¡Esa no es mi ropa interior! Es la tuya.
Pam alejó su ira agitando la mano.
—No vamos a discutir sobre las pequeñas cosas de la vida, como quien posee la ropa interior. El punto es, me he colgado del tipo grande. Es mucho más intimidante que nosotras.
—También más mono —sonrió Kim abiertamente—. Si rechaza la oferta, ¿puedo pedir protección? Creo que tengo un vecino que me está echando mal de ojo. Me podría lastimar, ¿sabes?
Nick rió.
—No lo sé… ese problema tuyo de la ropa interior…
Pam prorrumpió en risas.
Kim hizo un mohín.
—Como si nunca lo hubieras hecho.
De hecho no. No llevaba ropa interior para tirar al suelo. Pero las mujeres no necesitaban saber eso.
—Cambiando de tema nuevamente. ¿Has tenido noticias de Dimitri sobre el diario?
—Todavía no.
—¿Está en Grecia? —Preguntó Nick.
Miley asintió.
—Ok —Nick balanceó la mochila sobre su hombro—. Odio dejaros, chicas, pero tengo que ir a mi casa a co/ger algunas ropas. Teneis el número de mi móvil. Sólo con ver una simple sombra fuera de la ventana, me llamáis y estaré de vuelta. Sólo vivo a unas cuantas calles.
Miley sonrió.
—Estaremos bien.
Nick lo esperaba. Dirigiéndose hacia la puerta, las dejó y salió a la calle. Tan pronto como estuvo seguro de que nadie podía verlo, se destelló hacia Grecia fuera de la puerta de la casa de Augustus Tsigas.
El padre de Gus había sido escudero, uno de los sirvientes humanos que ayudan a los Dark-Hunters. Como un adulto, Gus había ido a trabajar para el gobierno Griego, ayudando así no sólo a Nick, sino también a otros Dark-Hunters Griegos cuando lo necesitaban.
Golpeó ligeramente la puerta a fin de no asustar a la esposa de Gus, Olympia, que no tenía ni idea sobre el mundo paranormal en el que su marido estaba involucrado. Sin mencionar el hecho de que aquí eran las dos de la madrugada.
Escuchó pasos al otro lado de la puerta antes de que se encendiera una luz.
Gus abrió la puerta con un ceño en la cara.
—Es mejor que sea importante, Nicholas.
—¿Te despertaría por cualquier otra razón?
—Sí.
Nick rió por su displicencia cuando ambos sabían que nunca molestaría a Gus innecesariamente.
—Esto es importante. ¿Recuerdas al grupo de personas a las que ayudaste?
—¿Los arqueólogos?
—Sí. Había uno llamado Dimitri. Necesito su dirección.
Gus lo observó extremadamente irritado.
—Pensé que eras omnisciente. ¿No puedes obtenerla tu mismo?
—Vengo con ciertas restricciones y, desafortunadamente, Dimitri es una de esas excepciones.
Restregándose los ojos, Gus bostezó.
—Entra y te la conseguiré en un tiempo récord.
—¿Gus? ¿Hay algún problema?
Nick cerró la puerta al mismo tiempo que Olympia entraba a la habitación. Diminuta y menuda, tenía largo cabello negro y grandes ojos cafés.
—Lo siento, te desperté.
Ella sonrió mientras lo miraba.
—Está bien, Nicholas. Sé que probablemente ustedes dos necesitan que los deje a solas. Volveré a la cama.
—Buenas noches —siguió a Gus hacia su oficina—. Por cierto, es un niño.
Gus sonrió orgullosamente.
—Gracias por hacérmelo saber.
—No hay problema —esperó silenciosamente mientras Gus se registraba en su cuenta de trabajo en el ordenador.
Después de que Gus anotara la dirección, se la entregó a Nick.
—Espero que esto ayude.
—Lo hace. Gracias.
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