—Buen sandwich de atún, es el hombre más alto que he visto nunca.
Miley se rió de Pam, que miraba embobada a Nick.
Nick sacudió la cabeza ante lo que debía ser una de las frases más repetidas de Pam desde que había entrado con él en casa. Ya lo había dicho cuatro veces.
—Pam —le dijo Kim mientras ponía la pizza sobre la mesa de café—. Lo vas a poner nervioso.
Pam dejó la cerveza junto a la caja.
—Bueno, no es como si no lo supiera, quiero decir que mido un metro setenta y nueve, y sé lo alta que soy, Miley mide un metro ochenta y cinco, así que podemos regodearnos. No es como si todos los días conociéramos a un hombre que nos haga sentir pequeñas, ¿verdad Miley? —Pam se puso de puntillas al lado de Nick—. Kim, eres pequeña y apenas llegas al metro cincuenta. No tienes idea de lo que es ser alta en un mundo de hombres promedio. ¡Por fin puedo usar tacones!
Nick se rió antes de tomarla en brazos y llevarla al sofá.
—Oh, ¡dios mío! —Dijo mientras la sentaba—. Nunca antes un hombre me había llevado sin quejarse como si se estuviera muriendo. Estoy en el cielo, cásate conmigo, Nick, ¡por favor!
—Diría que sí, pero tengo más equipaje del que incluso las Samsonite pueden almacenar.
Miley los ignoró mientras entraba a la habitación con sus diarios de la excavación. Empujó las cajas de pizza al lado de la mesa de café, luego las dejó.
—Bien, esto es todo lo del año pasado.
Nick se arrodilló y empezó a ojearlos.
Miley se inclinó sobre su hombro mientras revisaba lo que miraba.
—Verás, casi todo son pedazos de alfarería y fragmentos. Unos pocos grabados y botellas.
Nick se detuvo al encontrar un objeto familiar que hizo que su aliento se cortara… era una peineta de Ryssa era igual a la que había encontrado siglos antes. Su corazón se apretó mientras pasaba la mano sobre la foto, recordando cuan bella había sido con las peinetas en su rubio cabello.
—Está muy bien preservado, ¿verdad? —Dijo Miley, sin darse cuenta de cuánto significaba esa pieza para él—. Las perlas aun están donde deben, parece algo que podrías comprar hoy. La artesanía que tiene es increíble.
—Sí —se forzó a girar la página y ver más alfarería antes de ser traicionado por sus ojos llorosos.
Luego lo encontró…
—¿Dónde está esta pieza?
Miley frunció el ceño, ante el profundo, firme tono de Nicholas. Mirando sobre su hombro, vio una ornamentada daga de oro que Bruce había excavado.
—Todavía está siendo examinada en el laboratorio. ¿Por qué?
—La necesitamos.
Wow, su tono era más autoritario que el de un general llamando ala Guerra.
—¿Es tan valioso?
Nick dudó. No desde su punto de vista, pero como era un arma que podía matar cualquier cosa que respirara, era extremadamente valiosa para él y para otras entidades no humanas que harían cualquier cosa por poseerla.
—Sí.
Pam giró los ojos.
—No os entiendo ni a vosotros ni a vuestras cosas viejas.
Kim bajó los hombros.
—Está bien, cariño, nosotros no te entendemos a ti ni tu obsesión por las muñecas góticas —miró a Miley—. Deberías de haber estado con nosotras en nuestra búsqueda de Leda Swanson. Me arrastró por tres estados hasta que al fin encontramos la muñeca en una boutique en Alabama.
Ignorándolas, Nick siguió mirando el libro, pero no encontró nada más que la daga Atlante que pudiera ser importante. Pero aún así, ¿por qué un humano en un coche la buscaría?
Ningún humano entendería su significado…
Y ningún no humano habría causado este tipo de desastre y la habría dejado. Simplemente habrían atacado y torturado a Miley hasta que les hubiera dicho donde encontrarla.
Era desconcertante. ¿Pero qué más podrían querer?
Aun más importante, ¿qué tan lejos estaban dispuestos a ir para obtenerlo? Una cosa era meterse en una casa. ¿Pero matarían también?
Nick se puso de pie.
—Voy a caminar un rato fuera y a revisar las cosas. Ya vuelvo.
Miley asintió.
—Te guardaremos algo de pizza.
Nick no dijo nada mientras salía de la casa y usaba sus poderes para dejar Nueva Órleans y aventurarse a la isla de Savitar donde el sol literalmente nunca se ponía. Mágica en su naturaleza, la isla se movía constantemente alrededor del mundo mientras Savitar buscaba la ola “perfecta”.
Como lo esperaba, Savitar estaba acostado de espaldas sobre una tabla de surf en el agua, mirando hacia claro cielo mientras las aguas lo mecían.
A diferencia del omnisciente Chthonian, Nick no era un fanático del agua, odiaba el surf y acostarse bajo el sol. Pero también sabía que cuando estás en Roma…
Se subió a una de las tablas al lado de Savitar, quien rió cuando lo vio sentado en la larga tabla.
—Te ves tan fuera de tu elemento.
—Estoy fuera de mi elemento. Al igual de lo que tú lo estarías en un club gótico de Seattle.
Savitar le dio una sonrisa seca.
—Nunca estoy fuera de mi elemento, Atlante. Y debe ser algo muy importante para que te pongas pantalones cortos y te subas a una tabla. Algún día voy a lograr que digas “Seguro que ese es un excelente traje de neopreno de 4 milímetros de espesor, amigo mío”.
Cruzando los brazos sobre el pecho, Nick se rió.
—No es probable.
Savitar le preguntó antes de volver a mirar el cielo.
—He escuchado eso antes. Entonces, ¿qué te trae aquí, Grom?
Nick ignoró el término surfero que normalmente se usa para referirse a los niños menores de 15. Sólo Savitar podría salirse con la suya al llamarlo como a un niño.
—Hay una mujer.
—¿No las hay siempre?
Nick decidió ignorar el comentario sarcástico.
—Está siendo perseguida por alguien y no sé quién es.
Savitar arqueó una ceja mientras uno de sus brazos ampliamente tatuados flotaba en el océano.
—Entonces sabes que no te puedo decir nada.
Esas palabras y su tono condescendiente encendieron el temperamento de Nick.
—Maldición, Savitar, no juegues conmigo. Su vida está en peligro… Tal vez.
Savitar asió la tabla de Nick y lo acercó.
—Como tú, no jugaré con el destino.
—Mie/rda. Juegas con el destino todo el tiempo.
Empujó la tabla de Nick lejos de él.
—Pero no jugaré con el tuyo. Nunca.
Nick maldijo mientras se acercaba a Savitar.
—¿Tienes idea de lo frustrante que es ser el destino final del mundo y no tener control del tuyo?
—Claro que lo sabes, hermanito. Cada decisión que tomas hace que se revele tu destino o que cambie. ¿Acaso no te he enseñado nada?
Savitar tenía razón, pero no era tan simple.
Especialmente cuando estaba involucrada la vida de otra persona.
¿Qué haría falta para que le importara al Chthonian?
Nick entrecerró los ojos.
—Han descubierto una daga Atlante.
Savitar se sentó en la tabla para mirarlo.
—Espero que planees destruirla.
—Tengo que tenerla primero, pero ese es el plan —Nick le devolvió la mirada hostil—. ¿Puedes, por favor, sólo por esta vez, darme algo de conocimiento sobre el futuro?
Savitar sacudió la cabeza.
—Sabes lo que el destino decretó para ti, a través de tus propias acciones te salvarás.
—Eso podría significar cualquier cosa.
Savitar estuvo en silencio durante muchos latidos antes de perforar a Nick con una mirada siniestra.
—Está bien, estoy jod/iendo las cosas, pero es todo lo que puedo decirte. No es la daga lo que los ladrones buscan. Hay otro diario que encontró su gente.
Nick se encogió al soltarle la bomba.
—¿De Demi?
Él asintió.
—No es el que Soteria te mostró. Este lo encontró ayer uno de sus amigos. Y se escribió después de que Demi se convirtiera en la concubina de Apolo. En él está la verdad sobre él y Artemisa y su necesidad de sangre. También dice cómo matarlos.
Nick se sintió enfermo. Sí, eso causaría una aniquilación global que impresionaría incluso a su madre sedienta de sangre.
—¿Y yo? ¿También estoy en él?
Savitar suspiró.
—Confía en mí, no lo quieres en manos de alguien más.
El estómago de Nick se apretó.
—¿Dónde está ahora?
—Eso no te lo puedo decir.
Nick se destelló sobre la tabla de Savitar para poder enfrentarlo. Desafortunadamente, Savitar se desplazó a sí mismo y a la tabla, y apareció al otro lado de la tabla recién abandonada de Nick antes de que lo pudiera atrapar.
—Golpearme no cambiará nada.
Nick nadó de vuelta a su tabla y miró a Savitar.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—Tú de entre todos los seres sabes cómo trabaja el destino. Lo que te pasó como humano, te pasó porque todos desde tus padres hacia abajo trataron de circunvalar lo que tenía que ser, lo que en última instancia fue la destrucción del Panteón Atlante. No se podía cambiar esa profecía. Pero la forma en que sufriste fue completamente innecesaria. Si tus padres hubieran aceptado su verdadero destino, te habrían salvado de años de tormentos. El destino se puede negar. Podemos esculpirle, pero al final sólo somos peones de nuestro destino final. Bueno, malo o indiferente.
Esas palabras le ofrecieron tanto consuelo como una de las palizas de Artemisa.
—¿Voy a ser expuesto verdad?
—No lo sé, ¿acaso estas planeando bajarte los pantalones delante de mí? Porque si es así, avísame primero porque no quiero quedarme ciego.
Nick se levantó de la tabla.
—Sabes lo que quiero decir, después de todas las batallas que he peleado para salvar al mundo y todos los sacrificios en sangre y dignidad que he pagado para liberar a tantos Dark-Hunters, todos van a saber que no soy nada más que una patética pu/ta, ¿verdad?
La mirada de Savitar fue afilada y enfadada.
—Nunca has sido patético.
Pero ambos sabían que había sido una pu/ta. Que al final del día seguía siendo una. Nick quería gritarle ante la injusticia de eso.
No puedes huir de tu pasado.
Sus propias palabras volvían a molestarlo.
—¿Cuánto tiempo tengo hasta ser descubierto?
Savitar dejó salir una larga, cansada respiración.
—Hay tres posibles resultados para tu viaje, Apóstolos. En uno eres expuesto y pierdes todo, incluso tu vida, y tu madre destruye todo el mundo en arranque de ira. En el otro, eres expuesto y los Dark-Hunters te traicionan y los enemigos de Apolo destruyen al dios, causando horrores terribles a la humanidad mientras la esclavizan y abusan de ella…
Nick dudó de preguntar más.
—¿Y la tercera?
—En una palabra, espeluznante.
Nick maldijo.
—Entonces no importa lo que haga, ¿el mundo está jod/ido?
—No dije eso, siempre hay esperanza, Apóstolos. De todos los hombres, tú sabes eso, sólo cuando dejas de tratar de influir en el resultado de tu vida es que estás verdaderamente derrotado. Lo que tenga que venir, vendrá. Es como elegimos manejar la mie/rda que nos toca, lo que nos da forma.
Nick se burló de sus palabras.
—Tú no manejas nada, te sientas aquí al sol, atrapando olas, escupiendo una filosofía que ni si quiera sigues.
—Tienes razón, hace mucho que dejé de tratar de influir en mi destino. Pero porque cada vez que trataba de cambiar el futuro, lo jodía mucho más. Eventualmente, las ratas se cansan de apretar la palanca y se sientan en la esquina a lamerse las heridas. Así que si estás listo para dejarlo y venir a sentarte conmigo en la playa…
—Tengo que pelear.
—Tienes que pelear —Savitar se acostó en su tabla—. Pero eres más que bienvenido a compartir mi playa cuando te canses de la lucha.
Nick dejó salir una larga exhalación mientras lo consideraba seriamente.
—Guárdame un lugar. Si esto explota, volveré con el rabo por siempre escondido entre las piernas —porque muy dentro conocía la verdad, había soportado demasiado ridícu/lo. No podía soportar ver que la gente que amaba lo mirara de la misma forma en que Demi lo hizo cuando lo encontró en el burdel Didymos. Aun cuando ella lo amaba y lo había perdonado, la decepción en sus ojos se había grabado en su alma.
No lo podría soportar de nuevo.
—Viene una ola — le advirtió Nick a su mentor.
No se movió cuando Savitar se puso en pie sobre la tabla en un solo movimiento perfecto.
En el momento en que la ola golpeó, Nick volvió a Nueva Orleáns. Los deportes de agua nunca le habían gustado. Prefería caer del aire o correr por el suelo.
Y no había sido un espectador en unos once mil años. Si había aprendido algo de su deidad, había sido a pelear hasta que lo obligaran a parar.
Aun así no sabía cómo no seguir peleando.
Había otro diario fuera. Bien. Tendría que encontrarlo y asegurarse de que ningún humano vivo u otro ser lo leyera jamás.
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