lunes, 10 de junio de 2013

Acheron - Cap: 49


Nick llamó a la puerta principal de Miley Oyó a las mujeres riéndose como jovencitas en la sala antes de que Kim abriera la puerta de golpe y le dirigiera una diabólica sonrisa que le puso nervioso.
—¿Te gusta el negro, verdad Nick?
Inseguro de si debería responder, frunció el ceño.
—Es correcto.
—Pero, ¿cuál es tu color favorito? —le preguntó, dando un paso atrás de modo que pudiera entrar en la casa.
Entró y se preguntó si tal vez no debería salir corriendo en dirección contraria. ¿En qué se habrían metido?
—Nunca lo he pensado.
Pam se aclaró la garganta.
—Pero si tuvieras que escoger uno, ¿cuál sería?
Flexionó la mano sobre la correa de la mochila.
—Cualquiera que no sea blanco. —Ese era el color favorito de Artemisa y pensar en él, le revolvía el estómago.

Miley resopló ante su evasiva respuesta.
—¿Podrías reducir un poco las opciones?
—No va a dejarte en paz hasta que respondas —dijo Pam, chasqueando la lengua.
Aún aprensivo sobre lo que habían planeado, se encogió de hombros.
—Esto, está bien. Rojo supongo. ¿Por qué?
Algo fue volando hasta su cabeza. Sin estremecerse Nick lo cogió y eso chilló. Frunciendo el ceño, abrió la mano para encontrar un pequeño demonio rojo agachado que tenía cuernos negros… extrañamente le recordaba a Simi en su forma de demonio.
Frunció el ceño ante las mujeres.
—Esto… ¿gracias?
Rompieron a reír.
Nick les echó una mirada mientras Kim se movía para sentarse junto a Pam.
—¿Alguna vez os habéis sentido como si caminarais en mitad de una película y hubieran olvidado contaros de que va?
Kim ondeó la mano en rechazo.
—Me ocurre todo el tiempo en el trabajo. Van unidos.
—Lo cual es realmente malo teniendo en cuenta que es enfermera de oncología —rió Pam.
—Oh cállate —dijo Kim, golpeando juguetonamente a su amiga en el brazo.
Pam y Kim cogieron sus chaquetas del sofá. Pam se puso la suya.
—Bueno, ya que Nick está de vuelta, os dejaremos solos. Nick, si te lanza otro martillo, háznoslo saber para regañarla por hacerte eso.
Perplejo, no se movió ni habló hasta después de que se hubieran ido.
—Tienes unas amigas interesantes.

Miley cerró la puerta mientras sonreía de orgullo.
—No, tengo las mejores amigas del mundo. No sé qué haría sin ellas.
Nick sintió su corazón hundirse al pensar en Joe.
—Sí, yo tuve uno de esos.
Se giró hacia él con el ceño fruncido.
—¿Qué ocurrió?
Se acostó con Simi y le maté por ello. Bueno, no técnicamente. Sólo había maldecido a Joe a morir lo cual era lo mismo que haber apretado el gatillo que acabó con su vida.
—Dejamos de hablar.

Sólo lucharon y trataron de matarse el uno al otro. Y todo fue por su culpa. En un arranque de ira Nick había destruido su amistad.
Ella le puso una consoladora mano en el brazo. Estaba seguro de que ella no sabía nada de eso y sin embargo le había tocado profundamente en su interior que se molestara siquiera en extender la mano hacia él.
—Lo siento mucho, Nick. No puedo imaginar lo que haría sin mis chicas. Es tan reconfortante saber que puedo llamarlas a cualquier hora del día o de la noche y que estarán aquí tan pronto como puedan. Todo el mundo debería tener amigos así.
—Sí, deberían.

Miley cogió la pizza que quedaba mientras recordaba a Nick diciéndole que tampoco tenía familia.
—Entonces ¿a quién llamas cuando estás deprimido?
Él se quitó la mochila.
—Nunca lo hago.
Ella se detuvo.
—¿Nunca te deprimes o no llamas a nadie?
Él miró alrededor de la habitación.
—Así que ¿voy a dormir en el sofá?
Ella no se perdió el hecho que había desviado el tema lejos de lo personal.
—No, tengo una habitación de sobra arriba. Incluso puedes dejar tu mochila allí y no tener miedo de que la toque.
Él asintió lentamente.

El silencio era un poco incómodo mientras tiraba la pizza a la basura.
—Finalmente conseguimos devolver a su lugar todo lo que los ladrones desordenaron. El orden compulsivo reina de nuevo.
—Bien. ¿Supiste lo que faltaba?
Rechinó los dientes ante la inocente pregunta.
—Nada.
—¿Nada?
—Obviamente estaban buscando algo que no estaba aquí, como la policía y tú pensasteis. Lo cual me hace preguntarme cuando volverán.
—Entonces ¿quieres ir a un hotel a dormir? Te ofrecería mi casa, pero sólo tengo un pequeño apartamento de una habitación. De cuarenta metros cuadrados, no hay mucha habitación para dos personas.
Vaya, eso era un lugar pequeño al que llamar hogar y le dijo mucho sobre su naturaleza solitaria.
—Un montón de entretenimiento ¿verdad?
Él sonrió.
—Te lo dije, me gusta estar solo. Pero tengo algunos amigos con los que podemos contactar si eso te hace sentir más cómoda. Sus casas son enormes y tendrías muchas habitaciones para estar lejos de mí. Estoy seguro de que algunos de ellos incluso tienen cajas de herramientas si las necesitas.
Le palmeó el brazo de nuevo mientras se reía por su tierna burla.
—Si eso te hace sentir algo mejor, lo del martillo no lo hice a propósito. Soy una tiradora de hachas de campeonato. Créeme, si realmente quisiera hacerte daño, lo haría.
Él resopló.
—No es realmente reconfortante desde mi perspectiva. No tienes muchas citas ¿verdad?

Miley se rió de nuevo mientras pensaba en ello.
—Lo intento, pero nunca me va bien.
—¿De verdad?
—Sí. Es como si estuviera maldita o algo por el estilo. Cada vez que estoy realmente cerca de un chico, o él descubre que es gay o tiene un accidente inesperado y decide romper conmigo.
—¿Accidentes inesperados que incluyen martillos?
Puso los ojos en blanco.
—No, pero un chico se rompió la pierna mientras intentaba trepar a la cama conmigo. El mayor fiasco de mi vida amorosa. Por no mencionar un serio golpe a mi ego. Oh bueno… no has comido. ¿Quieres algo de comer?
Él negó con la cabeza.
—No gracias. Comí un sándwich en mi casa.
Ella le miró suspicaz mientras tiraba la última de las botellas de cerveza.
—Sabes que somos griegos. Se supone que comemos y comemos un montón.
—Eso es un estereotipo.
—No en mi familia, no lo es. De hecho, es más como un deporte olímpico. Mi tía Del es una ramita de mujer que ha sido echada de buffets de todo-lo-que-puedas-comer porque se abría camino hacia la comida como un defensa en un campo de entrenamiento. En mi familia, nosotras las mujeres cocinamos y vosotros los hombres coméis. Es el orden natural.

Nick se cruzó de brazos mientras notaba la curva de su trasero cuando ella se inclinó para reco/ger una pequeña servilleta que había caído al suelo. Maldición, esa posición creó un fuego en él cuando una imagen de ella haciendo eso desnuda le torturó. Podría hacer un uso más serio de ella así…
Su respiración de repente se volvió irregular, era todo lo que podía hacer para no extender la mano y ahuecarla en un lugar que garantizaba el que fuese abofeteado con fuerza. También podría ser peor.
—Bueno, en verdad no como mucho, así que no te preocupes por alimentarme.
Se dirigió hacia él mirándole con el ceño fruncido.
—¿Eres alguna clase de vampiro raro? Nunca te quitas las gafas y sólo subsistes con cerveza…, aunque eso también suena como un chico de fraternidad y te he visto fuera a la luz del día… Así que eso acaba con mi fantasía vampírica.
Si tan solo finalizara la fantasía de su desnudez tan fácilmente.
—Cambiando de tema —que se aproximaba demasiado a la verdad para su gusto—, voy a llevar mis bártulos arriba. ¿Por dónde voy?
—Segunda puerta.
Nick se dirigió hacia las escaleras y mientras las subía, las fotos familiares de la pared le golpearon de nuevo. Miley era tan absolutamente normal. Había pasado tan poco tiempo alrededor de gente como ella, que no podía hacer nada más que sonreír.
Pero más que eso, se preguntaba cómo sería haber crecido en un ambiente familiar tan grande, amado. Todos parecían tan felices en las fotos. Miley estaba con primos en Grecia mientras se abrazaban los unos a los otros. Había más fotos de ellos en la tienda gourmet Theo’s en Nueva York.

Su favorita era una de Miley con unos catorce años en un bote con Geary. Ambas llevaban sombreros marrones de ala ancha con filtro solar blanco en sus narices mientras estaban enganchadas en un abrazo y risas. Antes de que pudiera detenerse, extendió la mano para tocarle la cara. Y contra su voluntad, trató de imaginar a alguien que le agarrara así, alguien que estuviera feliz de estar con él.
¿Cómo se sentiría eso?
Estás cansado.
La única persona que le quería y le tocaba así alguna vez era Simi. Ella le apreciaba mucho y por eso era tan protector con ella.

Se tocó el tatuaje del pecho, agradecido porque estuviera con él. Necesitaba dejarla libre pronto, pero sinceramente siempre odiaba el momento de la separación. Había cierto consuelo en tenerla con él…
Era egoísta, pero no podía evitarlo.
Agarrando la correa de la mochila, continuó subiendo las escaleras, hacia la habitación. Como el resto de la casa, era pequeña y acogedora. Las cortinas y el edredón eran beige con flores rosas.
Alguien había entrado y había apartado las sábanas para él. No sabía porqué, pero eso le hacía sentir bienvenido.

Dejó la mochila y tendió la mano hacia una guitarra acústica que estaba colocada en una mecedora. Sintió una presencia tras él. Volviéndose, vio a Miley en la puerta, observándole.
—¿Tocas? —le preguntó.
—La torturo de vez en cuando. ¿Y tú?
—Lo hago a veces.
—¿Eres bueno?
—Lo hago bien.
Ella entró en la habitación con una pequeña pila de toallas y toallitas que puso en el vestidor.
—El baño está cruzando el pasillo. ¿Necesitas algo más?
Tú tocándome como si te importara… Negó con la cabeza ante el pensamiento prohibido.
—Soy un hombre de pocas necesidades.
Ella suspiró.
—Lo había notado.

Antes de que Nick pudiera detenerse, dio un paso más cerca de ella. Lo bastante cerca como para que pudiera oler la maravillosa esencia de Miley mezclada con los melocotones de su champú. Lo saboreó. Como saboreó la visión de aquellos inquisitivos ojos que le preguntaban todo sobre él.
Dioses, como deseaba una parte de esta mujer…
Miley no podía respirar mientras Nick permanecía tan cerca, que podía sentir el calor de su cuerpo. Era tan increíblemente sexy. Tan bello.
Va a besarte…

Ya podía saborear aquellos labios masculinos. Sentir sus brazos alrededor.
Pero no era la realidad. En el momento en que había tocado su piel, ella se alejó de un salto.
—Muy bien entonces. Te dejaré solo.
Nick quería gimotear mientras ella salía de la habitación tan rápido que dejó un rastro de vapor. ¿Cómo podía no desearle? Toda la vida había estado rechazando a la gente. Defendiéndose de manoseos y toques indeseados. Ahora que por fin encontraba a alguien que quería que le tocara le trataba como si fuera un leproso.
¿Qué demonios era esto?

Exasperado, se pasó la mano por el pelo y maldijo en voz baja. Iba a ser una larga noche con ella durmiendo tan cerca y aun así tan lejos.

Demasiado pronto a la mañana siguiente, Miley estaba despierta y aún con cara de sueño mientras se tambaleaba escaleras abajo hacia la cocina. En el momento en que entró en la habitación, se quedó congelada sobre sus pasos.
Nick estaba allí. Vestido sólo con vaqueros, estaba de pie de espaldas a ella.

¡Madre santísima! La extensión de impecable piel bronceada era más de lo que una mera mujer mortal podía ver y no salivar encima. Anchos hombros muscu/losos se estrechaban hacia abajo hasta sus angostas caderas y un perfectamente formado cu/lo. Con el pelo aún desordenado por el sueño, abrió una cerveza.

Miley hizo un sonido de disgusto por sus acciones.
—Tienes que estar tomándome el pelo.
Él se giró y la poca cordura que la quedaba voló. Sí, él aún tenía aquellas molestas gafas de sol puestas, pero el botón de arriba de sus vaqueros no había sido abrochado. Los llevaba bajos en las caderas, y el rastro oscuro de vello que iba al sur de su ombligo era ligeramente más espeso en la abertura.
No llevaba ropa interior…

Y ese largo y duro cuerpo estaba hecho para el pecado. Realmente, ningún hombre debería verse así y definitivamente no el que estaba de pie en su cocina… En su cama era otra historia. Tío, cómo la gustaría devorarle.
—¿Pasa algo malo? —preguntó él inocentemente.

Le llevó tres latidos antes de que pudiera recordar la protesta por su estado de desnudez.
—Estás bebiendo una cerveza a primera hora de la mañana. ¿Qué clase de alcohólico eres?
Él le mostró una tentadora sonrisa antes de tomar un largo trago.
—No soy un alcohólico.
Sí, claro.
—Eso es lo que todos dicen. Al menos pon algo en el estómago antes de beber eso.
Sus facciones se endurecieron.
—No necesito una madre, Miley.
Durante un minuto no pudo creer eso. Enfadada por lo que estaba haciendo, intentó quitarle la botella, pero él se negó a dársela.
Le fulminó con la mirada.
—Necesitas alguien que cuide de ti. ¡Jesús! ¿Cómo puedes hacerte esto a ti mismo?
—Sólo es una cerveza.
—Y el infierno es una sauna. —Fue hacia el frigorífico y cogió huevos y algo de queso—. Siéntate y te haré algo de comer.
—No tengo hambre.
—Y yo estoy a punto de blandir una sartén y un cuchillo así que si sabes lo que es bueno para ti, dejarás de discutir conmigo y te sentarás.
—Yo no desayuno —murmuró en voz baja mientras se apartaba de su camino.
—Realmente no me preocupa —se burló ella con una voz cantarina que estaba tan cerca de su acento como pudo conseguir.
Él se movió hacia el otro lado del mostrador de desayuno.
—Eres tan mandona.
—Sí lo soy. Ahora siéntate.
—Sí, Su Majestad. ¿Hay algo más que pueda hacer por ti?
—Ponte una camisa encima como una persona civilizada. ¿Sabes lo antihigiénico que es estar en una cocina sin camisa?

Nick se rió incluso a pesar de que deseaba estrangularla. Tenía que ser la única persona que hubiese conocido alguna vez que deseaba que llevara más ropa. Comenzó a levantarse, pero ella hizo un sonido de desaprobación.
—¿Qué pasa ahora? —le preguntó, realmente desconcertado por sus cambios de humor.
Ella le señaló amenazadoramente con el cuchillo.
—No te atrevas a moverte hasta después de que te vea comer algo.
Dejó escapar un suspiro frustrado.
—Me dijiste que fuera a ponerme una camisa.
—¿Desde cuándo escuchas una sola cosa de lo que te digo? Nunca. Sé lo que estás planeando hacer. Irás arriba y no volverás. Así que siéntate.

Levantó las manos en rendición mientras la observaba cascar dos huevos y ponerlos en un tazón para así poder batirlos con un fervor que le habría asustado si no fuera un dios con poderes protectores.
—¿No eres una persona de madrugadora, verdad?
Ella puso un puñado de queso encima.
—No y no he tenido mi cafeína intravenosa tampoco, lo cual significa que sería más sabio para ti seguirme la corriente.

Nick escondió una sonrisa. ¿Por qué le divertía tanto? No lo entendía y a no ser que quisiera decirle la verdad sobre lo que realmente comía, no tenía más elección que sentarse aquí mientras ella le hacía una tortilla, beacon y tostadas.
Ella dejó caer el plato frente a él.
—¡Fie! —Comer en griego.
Miró fijamente la comida que olía deliciosamente cuando emociones enterradas surgieron.¿Quieres comer, pu/ta? Compláceme…

En el fondo de su mente, se vio a sí mismo en el despacho de Estes, de rodillas en el suelo, desnudo y encadenado al escritorio mientras su tío leía a última hora de la tarde. Famélico porque no le había sido permitido comer en todo el día mientras había trabajado hasta que estuvo sangrando y dolorido por ello para hacer más rico a su tío, Nick había mirado el tazón de higos azucarados que Estes había dejado frente a él. Durante una hora miró fijamente la comida, mordiéndose los labios en desesperada agonía. Convencido de que Estes estaba tan absorto en su lectura que no le veía, Nick había extendido la mano por uno.

Aún podía sentir el picotazo de aquella bofetada despiadada. Ver la ira en los ojos de Estes mientras le tiraba del pelo y ponía a Nick de pie. ¿Te di permiso para comer, pu/ta? No tomes nunca nada de mí sin ganartelo...

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