martes, 18 de junio de 2013

Acheron - Cap: 59


—Necesito un minuto.
Ella se quedó allí esperando. Después de una larga pausa, él se empujó alejándose de la pared y se dirigió a la cama. Sólo había dado un simple paso cuando cayó de rodillas. Sin pensar, ella se estiró para tocarle la espalda.
Él siseó y reculó como si intentara arrastrarse para apartarse de ella. Retirando la mano, ella jadeó al ver la sangre que cubría su palma.
Se arrodilló a su lado.
—¿Qué puedo hacer?
Con la respiración resquebrajada, apretó los dientes como si luchase con una intolerable agonía.
—Mis poderes son inestables. Siento demasiado dolor para dirigirlos adecuadamente.
—De acuerdo. Puedes apoyarte sobre mí y te llevaré a la cama. —Ella se levantó y le tendió las manos.
Nick no podía hablar cuando la vio allí alargándole su extendida mano. No debería estar aquí y lo sabía. Aún así eso era lo que hacía que la buscase cuando nunca habría buscado a nadie. Ella no lo lastimaría o se burlaría de él. Ella lo ayudaría. La única persona a la que le permitía atenderle cuando estaba enfermo era Liza. Pero ni siquiera Liza lo había visto cuando estaba así de vulnerable.
Y condenadamente seguro que no quería que Alexion o Urian lo supieran.
Tomando su mano, la permitió tirar de él. Apretó los dientes cuando otra ola de dolor rasgó a través de él. Ella se pasó su brazo sobre los hombros y colocó cuidadosamente una mano alrededor de sus caderas donde no estaba tan lastimado.
Juntos, caminaron hasta la cama y le ayudó a tenderse boca abajo.
—No se lo digas a Simi –susurró él—. No quiero que se enfade.

Miley asintió cuando lo vio desmayarse. Rabiosa y dolida por lo que le habían hecho, cortó con mucho cuidado la camiseta de su espalda. Y con cada pulgada de ensangrentada piel que descubría, su furia enmudeció ante la horrible mutilación. Eso era increíble.
No le importaba cuando lo había amado Artemisa. Si tuviese a la pu/ta ahora mismo aquí, ¡le arrancaría cada mechón de pelo rojo de su egoísta cabeza!
—Esto va a terminarse —le susurró—. De una manera u otra, Nick, voy a encontrar una manera de poner a esa diosa en su lugar.


*****

Nick se despertó con la extraña sensación de algo frío sobre la espalda. Por un momento, pensó que estaba en el templo de Artemisa hasta que abrió los ojos y vio a Miley en una silla a pocos pasos de él, leyendo. Todo lo inundó de nuevo y cuando tomó una profunda respiración, el dolor en su espalda le recordó cuan real había sido su visita con Artemisa.
Miley puso inmediatamente el libro a un lado.
—Intenta no moverte.
—Créeme, lo estoy haciendo.
Ella se arrodilló en el suelo frente a él.
—Te puse uno de los ungüentos de mi tía Del en la espalda. Es aloe, pepinos y tomates mezclados con Vaselina y lanolina. Sé que suena asqueroso, pero es realmente bueno para las picaduras, cortes y quemaduras.
—Gracias.
Ella sonrió cuando descansó la mejilla sobre la mano que tenía sobre el colchón.
—Tuve que cubrirte con una sábana y le dije a Simi que estabas durmiendo. Ella bajó a comer así que no tiene idea de que estás herido. Nadie la tiene.
Él tomó su mano en la suya y le besó los dedos.
—Gracias.
—De nada, dulzura.
Él atesoró esa palabra cariñosa. Más que nada, la atesoró a ella.
Ella inclinó la cabeza mientras jugaba con sus dedos.
—¿No puedes usar tus poderes de dios para curarte?
—Podría, pero prometí no hacerlo.
—¿Por qué?
Porque soy un idi/ota. No, lo había hecho para protegerla y si este era el precio por su seguridad, que así fuera.
—Prefiero no decirlo.
Ella le palmeó la mano.
—Entonces seguiré encubriéndote con Simi, quien estuvo durmiendo cuando te atendí la espalda. Y hablando de eso, finalmente creo que encontré a alguien que come incluso más que yo. Geary estaría impresionada.

¿Cómo lo hacía? Él estaba tendido allí con la espalda en carne viva y ella estaba ignorándolo alegremente y tratándolo como si se estuviera recobrando de nada más que un común resfriado. ¿Cómo podía ser capaz de tomarse las cosas con tal tranquilidad y no hacerle sentir raro por ello?
—¿No vas a preguntarme nada más que eso?
Ella negó con la cabeza.
—Confío en ti, Nick. Completamente —levantó el libro—. Tú me confiaste ya muchos de tus secretos. Si quieres mantener unos pocos para ti, lo entiendo y no te presionaré.
—Eres demasiado buena para ser real.
Ella sonrió.
—No realmente. Recuerda, soy la única que te ha intentado dar con un martillo.
Él se rió, entonces se encogió ante el dolor.
Ella se encogió en simpatía antes de apartarle el pelo de la mejilla.
—¿Hay algo que pueda hacer por ti?
Hazme humano, igual que tú… Pero ese era un pensamiento est/úpido.
—Por favor, no le digas a nadie que estoy así. Estaré mejor en un par de horas. Sólo necesito descansar un poco más.
Ella le frotó la mandíbula con la yema del pulgar.
—Dalo por hecho. De paso, tu mochila está justo aquí —le tomó la mano y le dirigió a donde estaba puesta en el suelo junto a la cama—. No la he tocado excepto para ponerla ahí.
—Gracias.
—No hay problema —se levantó lentamente—. ¿Tienes hambre o sed?
Estaba hambriento, pero no había nada allí que pudiera saciarle.
—Estoy bien.

Miley inclinó la cabeza cuando él cerró los ojos y dejó escapar un largo suspiro. Incluso con su mejilla arañada y la herida en su labio, él todavía era uno de los hombres más guapos que había visto. El hecho de que tuviera algún interés en ella la asombraba. Honestamente, ella no era Artemisa. La diosa era atónitamente hermosa.
¿Qué humano podía comparársele?

Aún así Nick estaba aquí con ella. Había confiado en ella cuando no confiaba en nadie. Sólo eso ya tocaba su corazón. Y cuanto más leía sobre su pasado, más deseaba poder arroparle con los brazos y sostenerle hasta que los malos recuerdos se desvanecieran.
Bajó la mirada al diario en su mano. Había tanta tristeza en él. No sólo por Nicholas, sino también por su hermana Demi. Demi había intentado ayudarle por todos los medios mientras Apolo había sido tan cruel como Artemisa lo había sido con Nick.
A pesar de que estaba fascinada por la historia y los vislumbres de la vida cotidiana que había visto a través de las palabras de Demi, ya había leído bastante. El pasado de Nick era trágico y decía mucho de él que pudiera tener algo de compasión después de todo.
Estaba espiando sobre él.
Poniendo el diario en su mochila, se aseguró de que estaba completamente cerrada antes de bajar las escaleras para echar un ojo a Simi.


Nick sintió la ausencia de Miley igual que un dolor en su alma. Había algo en su presencia que le levantaba el ánimo y le hacía feliz con sólo estar cerca de ella, lo cual, dado lo dolorido que estaba, decía mucho.
Debes dejarla ir.
Él le había comprado un indulto de las represalias de Artemisa, ¿Pero por cuánto tiempo? Cuando más se quedase con Miley, mayor sería el peligro para ella. Por no mencionar que Artemisa no era la única con la que tenía que tratar.

Stryker mataría a Miley en un instante y lo más seguro era que Joe ya le hubiera hablado al señor de los Daimons sobre ella. Era una humana que no podía encajar en su mundo de ferocidad. De seres que no la mantendrían a salvo de nadie o nada.
Pero el mero pensamiento de no verla era suficiente para ponerlo de rodillas. ¿Por qué no podía tener algo para sí mismo?
No vales nada pu/ta. No te mereces nada excepto desprecio y ridícu/lo.
¿Cómo podía alguien amarlo?
Simi estaba ciega a sus faltas por que la había criado él. La había protegido. Su madre lo amaba, pero otra vez, era parte del lazo madre-hijo. Y Katra…
Ellos todavía se estaban conociendo el uno al otro.
—Basta —se gruñó a sí mismo. No era un niño. No era la misma patética criatura quien rogaba a su padre por una piedad que nunca había tenido con él.
Él era un dios.
Ella era humana.
Era así de simple y así de imposible. Él había sobrevivido solo durante once mil años. En comparación, ella era un embrión. ¿Qué sabía ella acerca de la vida? ¿Cómo sobrevivir en el mundo que él conocía?
Eso tendría que acabar. Era lo bastante Viejo para saberlo. No había manera de un final feliz para él. Se había vendido a sí mismo a Artemisa cuando no había sido más que un niño y de aquello no había manera de salir. Su existencia era demasiado complicada. Una vez que se curara, acabaría con esto y la apartaría de su camino. Eso era lo mejor para todos.


Miley se rió cuando vio a Simi poner salsa barbacoa sobre su helado. Más que eso, estaba agradecida de que ella no tuviera que comérselo, incluso si aún Simi continuaba tentando su “endeble” papila gustativa. Mejor eso que el dolor de estómago que tendría seguramente después la demonio.
Estaba a punto de bromear con Simi sobre ello, cuando una repentina ráfaga de aire la rodeó.
Sin estar segura de que era esa sensación, se detuvo a media frase y vio el color esfumarse de la cara de Aimee mientras ella contemplaba con horror lo que había a espaldas de Miley.
Dev y Katherine se adelantaron a toda prisa.

Miley se volvió para ver allí a un grupo de hombres extremadamente guapos. El líder tenía los ojos negros como el espacio… e igual de basto y vacío.
El se rió ante el clan de osos antes de agarrarla y que todo se volviera oscuridad.


************************
Nick oyó abrirse de nuevo la puerta de la habitación. Esperando que fuera Miley, no se movió hasta que sintió la presencia de Dev a su lado. Abrió los ojos y vio al oso mirándole desde arriba con una expresión que era una mezcla de terror, miedo y cólera.
—¿Qué? —preguntó Nick medio temiendo la respuesta.
—Un grupo de demonios acaba de llevarse a Miley.

Le llevó todo un minuto que esas palabras penetraran en la negación de su interior. Cuando lo hicieron, le embargó una rabia tan volátil que Nick podía paladearla. Rechinando los dientes contra el dolor se vistió antes de apartar la colcha y se levantó a pesar de las heridas que hacían que latiera cada molécula de su cuerpo.
—¿Dónde han ido?
—Kalosis.

Soltó un taco tan crudo que Dev se ruborizó. Necesitó cada gramo de su fuerza de voluntad para no lanzarse contra el oso por haberles permitido llevársela de allí. Afortunadamente para Dev, sabía que no era culpa del oso. El Santuario sólo protegía a los Apolitas, Daimons y Were-Hunters.
Los demonios quedaban fuera de sus reglas.
Y se habían ido al único lugar donde no podía seguirles. El plan había sido cuidadosamente diseñado y ejecutado. Les felicitaría por ello excepto por el hecho de que quería su sangre.
Simi apareció directamente detrás de Dev.
—Yo puedo ir a Kalosis, akri. La Simi traerá a la akra Miley de vuelta para ti.
—¡No! —gritó con voz completamente demoníaca ante la idea de lo que podrían hacerle. Los Gallu y los Caronte eran enemigos naturales y, aunque Simi se podía enfrentar virtualmente contra cualquiera, no podría contener a todos los Gallu ella sola. 

Todavía era un demonio joven en términos de poder y fuerza—. No quiero que te arriesgues.
Si se habían llevado a Miley para utilizarla contra él, capturarían a Simi al instante. Sinceramente, estaba asombrado de que todavía no lo hubieran hecho. Desde luego, aunque Simi era joven tenía los poderes para presentar batalla y si la hubieran capturado, lo habrían pagado caro.
Miley, por otro lado, estaba completamente a su merced.
—Simi, vuelve a mí.
Obedeció con los ojos agrandados y se colocó en su antebrazo. Nick se volvió hacia Dev.
—¿Cuántos eran?
—Seis. Aparecieron en el bar, justo detrás y se dirigieron a ella como si estuviera marcada con algo. Antes de que pudiera llegar hasta ella se había ido por el Portal. Lo siento muchísimo. Hicimos todo lo que pudimos.
—Ya lo sé. —Y por eso el oso todavía respiraba—. Ahora es entre ellos y yo. —Nick se transportó a Katoteros. Con el cuerpo latiéndole pasó por el vestíbulo principal y dejó que la ropa humana cambiara a la flotante fromesta de seda que le resultaba más fácil de llevar sobre los cardenales de su cuerpo.

Salió al balcón con vistas al tranquilo mar. Aunque no le tenía mucho cariño al lugar. Le recordaba demasiado al balcón de la habitación donde su padre adoptivo le mantenía en Didymus. Pero en ese momento necesitaba la claridad que le proporcionaba el balcón.
—¿Matera? —llamó, convocándola desde las profundidades del reino del infierno donde moraba.
¿Apostolos?

Contó hasta diez para controlar su genio y poder hablar con su madre sin que su furia la ofendiera. Aunque siempre se peleaban por los humanos, ella era su madre y la amaba lo suficiente como para mantener un tono respetuoso.
—Te perdoné que enviaras a Stryker por Marissa Hunter en tu esfuerzo por atraerme con engaños a Kalosis para que te liberara, pero esto… —Hizo una pausa antes de que explotara de ira—. ¿Cómo has podido? —preguntó entre dientes.
¿Cómo he podido qué? —en su tono había genuina sorpresa—. ¿De qué me estás hablando?
—Los demonios entraron en el Santuario y se llevaron a Soteria a Kalosis. ¿Me estás diciendo que no tenía conocimiento de ello?
Es exactamente lo que te estoy diciendo… —La airada negación que había en su tono era demasiado sincera para ser fingida. Su sombra apareció a su lado y vio por si mismo que la ira la embargaba en su nombre—. Me ocuparé de ellos, Apostolos. No temas. Enseguida vuelvo.
Nick inclinó la cabeza con respeto ante la sombra, pero en su interior algo le decía que no iba a ser tan fácil.


Apollymi abandonó el oscuro jardín en un remolino de furia y se transportó desde su parte del palacio al salón donde Stryker tenía audiencia con su corte de Daimons. Se sentaba indiferente mientras un grupo de daimons se alimentaban de un desventurado humano a sus pies, al que sin duda habían raptado y llevado allí.
Con el ceño fruncido, Stryker la miró acercarse.
—¿A qué debo el honor?
Ella ignoró el sarcasmo y pasó la mirada por la horda de daimons.
—Los quiero fuera de aquí. Ya.
Stryker soltó un ruido de irritación antes de asentir.
—Ya habéis oído a la diosa. Fuera.
Obedecieron instantáneamente, llevándose al humano con ellos. Apollymi se sentía mal por la persona que habían matado pero estaba en la naturaleza que una forma de vida se alimentara de otra. Si no era justo que el humano hubiera sido asesinado prematuramente, los Daimons lo tenían aún peor. Les habían maldecido a verse a sí mismos y a todo aquel que amaran a perecer en un período de veinticuatro horas porque hacía once mil años un dios se había enfadado por lo que habían hecho una sola docena de Apolitas.

No, la vida no era justa. Era la supervivencia del más dotado, el más astuto y el más rápido.
Y en estos momentos, lo era ella.
Tan pronto como estuvo sola con Stryker le miró con los ojos entrecerrados.
—¿Dónde está ella?
Stryker la miró con expresión vacía.
—¿Y ella es…?
—Soteria Kafieri. Tus demonios se la llevaron del Santuario en Nueva Orleáns. ¿Dónde la tienen?
Stryker se encogió de hombros como si no tuviera ni idea de lo que le estaba hablando.
—¿Qué quieres decir con que mis demonios se la llevaron?
¿Por qué estaba jugando con ella?
—Los Gallus sumerios a los que acogiste aquí. Seguro que ni siquiera tú puedes dejar de oler su hedor. Violaron las leyes Chthonian del Santuario y la tomaron como rehén contra Apostolos. No te atrevas a fingir ignorancia.
—No estoy fingiendo nada. —se levantó indignado—. ¡Kessar! —gritó convocando al líder gallu que era uno de los seres más viles que Apollymi conocía.
El demonio apareció ante él con una arrogancia digna de elogio considerando que, de no haber sido porque Stryker le había acogido, habría estado muerto. Alto y  delgado y de cabello y ojos castaños, parecía más un modelo que un demonio y utilizaba su bien parecido físico en su propio beneficio cuando buscaba humanos que comer.
Curvó sus labios con repugnancia cuando miró a Stryker.
—Te desprecio cuando haces eso, Daimon. No soy uno de tus patéticos secuaces para correr hacia aquí cuando gritas mi nombre.
Stryker no estaba en absoluto intimidado.
—Mientras vivas aquí y te beneficies de mi protección, vendrás cuando te llame.
Los ojos de Kessar se estrecharon peligrosamente. 
—¿Qué puedo hacer por ti, mi señor?
Utilizó el sarcasmo  para mofarse  del tono que Stryker había usado con él.
—Quiero que me cuentes sobre esa mujer que habéis tomado como rehén. ¿Cómo te has atrevido a subir al reino humano sin mi conocimiento?
Kessar se encogió de hombros.
—Hicimos lo que tu hermana nos dijo que hiciéramos. Di por hecho que te lo había comunicado. Si tienes problemas con lo que ha pasado, quizás deberíais tener una reunión familiar. —Se desvaneció.
Styker maldijo.
—Eliminado, Artemisa. Co/ño, aprende a hablar. —Cerró la mochila antes de levantarse y mirarla cara a cara—. Esos diarios son de mi propiedad. Quiero que me los devuelvas ahora mismo junto con el medallón de mi madre y la daga atlante.
Ni siquiera tenía el sentido común de parecer asustada.
—No.
Nick bramó mientras ella continuaba provocándole con su indiferencia.
—No me pongas a prueba.
—¿O qué? —soltó—. Ambos sabemos que nunca me harás daño. Lo juraste. Estoy a salvo de tu cólera. —realmente le sonrió como si su ira la divirtiera—. Olvídate de tu humana y te perdonaré por lo que has hecho. —Extendió la mano para tocarle la cara donde antes le había abofeteado.
Nick le agarró la mano para evitarlo.
—Quiero que me devuelvas lo que es mío.
Las aletas de la nariz se le dilataron.
—Y yo quiero lo que es mío. ¿Hacemos un intercambio? Tú por los diarios.
—No soy de tu propiedad, Artemisa.
—Entonces no se dé que va eso de los diarios y otras materias.
Apretó el agarre de su muñeca deseando tanto abofetearla que se asombraba de poder mantener el control.
—¿Alguna vez me has amado? ¿Siquiera un poquito?
—Por supuesto que sí.
Y él se lo creía. No era capaz de amar. Disgustado, le apartó la mano.
—Pero sólo porque te pertenezco a ti y sólo a ti. Incluso como dios, no piensas en mí como un igual. Para ti nunca he sido más que un juguete que se desecha cuando estás aburrida o has terminado conmigo. —Retrocedió un paso. Cogió su mochila y se la colgó del hombro con intención de marcharse.
Ella le siguió.
—Si quieres salvar la vida de tu humana, Nicholas, tendrás que darme lo que quiero. Júrame que nunca la tocarás ni la verás nunca y puedes recobrar tus est/úpidos diarios y juguetes.
Nick la miró y una pena desoladora le desgarró. En toda su vida sólo había deseado una cosa. Alguien que le hiciera sentirse como se sentía Miley cada vez que le miraba.
Y ahora Artemisa estaba pidiéndole que renunciara a ello.
Para salvar la vida de Miley.
La espalda le quemaba por la furia de Artemisa, recordándole cuan deteriorada estaba su relación. ¿Cómo podría volver a ella cuando había encontrado algo muchísimo mejor?
Y además, ¿qué bien le haría mantenerse firme si Miley estuviera muerta? ¿Podría vivir con la certeza de que había muerto por su culpa?
Tiene que haber una forma de resolver esto. Eres un dios, no un inútil peón.
No, había terminado de jugar este juego.
—No voy a pagar tu precio, Artemisa. Y deberías saber que, pidiéndomelo, has cortado el último vestigio de mí que se preocupaba por ti.
Ella rió amargamente.
—Volverás pidiéndome que te ayude. Suplicando por la vida de tu lastimosa humana. Te conozco, Nicholas.
Negó con la cabeza.
—No, no me conoces. Y esa es la parte más patética de nuestra relación. En todos estos siglos, nunca te has molestado en saber lo más básico sobre mí en absoluto.

Le dolía el corazón de miedo por Miley y el odio por Artemisa. Nick volvió al santuario para llamar a Jaden. Al contrario de muchos de los dioses, Jaden se negaba a abrazar la tecnología moderna. Había proscrito el uso del móvil a su alrededor pero Nick se las había apañado para convencerle de usar el beeper y así, por lo menos ponerle mensajes al negociador y poder tomar parte en la única cosa de la era moderna que le gustaba a Jaden.
Los videojuegos.
Apenas había marcado el número cuando Jaden apareció a su lado mirándole tan mal como Nick se sentía.
—¿Miley está bien?
Jaden cruzó los brazos sobre el pecho y asintió.
—Está enfadad e indignada, no es que la culpe en absoluto, pero no le han hecho daño.
Gracias a los dioses por ello. Pero sólo era un alivio extremadamente temporal.
—No tengo el diario que quieren.
Jaden soltó un silbido bajo. 
—Eso va a ser un problema. ¿Puedes conseguirlo?
La respuesta le habría hecho reír si no fuera tan nauseabunda.
—Si juro eterna esclavitud a Artemisa, sí.
Jaden resopló.
—Antes me cambiaría con Prometeo y que me sacaran las entrañas todos los días.
—Y yo.
—Y ¿qué vas a hacer?
Parecía que esa era la pregunta del día. Si tuviera alguna solución.
—¿Puedes conseguirme algo de tiempo?
Jaden evitó contestar directamente.
—Los demonios no son lo que se dice pacientes por lo general y en este caso en particular. Parece que piensan que el diario de alguna forma los liberará.
—¿Liberarles de qué?
—De ser sirvientes. De vivir enterrados. De tener que sufrir la presencia de los Daimons y su hedor, por esto último no puedo culparles. Escapar de encuentros mortales contigo y con Sin cada vez que salen del subsuelo. Por esto tampoco les culpo. Pero.... —Jaden sacudió la cabeza con amargo regocijo—. Tienes que recordar que estamos tratando con demonios gallu sumerios. Lo más próximo a la forma más baja de demonio en la cadena alimenticia de los demonios. Realmente son demonios sencillos. Humildes. Ya sabes... imb/éciles.
Nick rezongó.
—Fueron los suficientemente brillantes para llevársela de un santuario Were sin que los cogieran.
Jaden arqueó una ceja.
—Eso probablemente le incumbe a Savitar.
Más quisiera él. Pero las leyes no funcionaban así.
—Los humanos no son una especie protegida.
—¿De verdad?
—Sí. Savitar comparte contigo eso de todos-los-humanos-son-sabandijas.
Una de las comisuras de la boca de Jaden se torció en una falsa sonrisa malévola.
—Yo no diría todos los humanos son sabandijas. Tienen algunos usos, especialmente las hembras por un breve periodo. Es sólo que son tan patéticamente… humanos.
—Y por eso tratas con demonios.
—Que, si lo piensas, son incluso más patéticos que los humanos. Personalmente prefiero los videojuegos. Sería fantástico que pudiéramos chupar el alma de la gente que odiamos en la consola, abatirles a tiros y bailar sobre sus tripas.
Nick puso los ojos en blanco ante el regocijo en la voz de Jaden.
—Te has levantado por el lado izquierdo del roble, ¿verdad?
—Sí. Tengo mis propios rollos con los que lidiar y, en este momento, el primero de la lista parecer ser jod/er vivo a mi único amigo. Voy a hacer todo lo condenadamente pueda para conseguirte tiempo con los demonios, pero tienes que apañar un milagro rápido. —Empezó a desvanecerse.
—¡Eh, Jaden! —Nick esperó a que volviera a materializarse antes de hablar—. Gracias. Sé que no tienes por qué hacer lo que estás haciendo por mí y sólo quería que supieras lo mucho que lo aprecio.
—No hay problema. Estoy seguro de que algún día voy a necesitar ayuda para romper las reglas. Y cuando te la pida no quiero escuchar mie/rdas de tu parte.
—Cuando quieras, agriato.

Jaden inclinó la cabeza con respeto ante el uso por parte de Nick de su lengua natal llamándole hermano. No era un idioma que el negociador de demonios escuchara con frecuencia. Le hizo a Nick una reverencia imperial antes de desvanecerse.
Nick se quedó solo en la habitación que parecía tan vacía sin Miley allí para llenarla. Aunque era alta, era de constitución delgada, casi frágil en apariencia pero su espíritu era tan enorme que llenaba su vacío interior de una forma que nada antes lo había hecho.
Negocia contigo mismo con Artemisa por ella y acabemos con esto.
No eres una pu/ta para que te cambien y te vendan. Podía jurar que oía la voz indignada de Miley en su cabeza. Y por primera vez en toda su existencia, no se sentía como tal.
Nick levantó la barbilla y una oleada de orgullo y poder barrió el dolor de los azotes. El dolor que había vivido en su interior  tanto tiempo que casi había olvidado cualquier otra cosa.
Respiró hondo y sacando su verdadera voz dijo las palabras que ahora ardían en su interior.
—Soy el dios Apostolos. El Heraldo del Telikos, El Destino Final de todo. Amado hijo de Apollymila Gran Destructora.Mi voluntad es la voluntad del universo. No soy tu pu/ta, Artemisa y nunca seré tu esclavo.

Se habían terminado el truque y el juego. Miley había hecho lo que no había hecho nadie. Le había dado su autoestima y una resolución que no había conocido antes. Una mujer como Soteria Kafieri no amaría a un pedazo de mie/rda. No amaría a una pu/ta que se arrastraba a las órdenes de una diosa a la que despreciaba.

No. Miley se merecía algo más. Y el amor que sentía por ella le hacía mejor que su pasado. La amaba no sólo por quién era y lo que era, sino por la manera en que le hacía sentirse cuando le miraba.
Nadie iba a hacerle daño mientras él tuviera un hálito de vida en el cuerpo.
Si Satara quería una pelea por Soteria, la muy pu/ta iba a tenerla.


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