Tres días más tarde cuando atravesaba caminando el campus hacia su despacho, Miley estaba lo bastante encolerizada como para escupir clavos de hierro. Qué atrevimiento por parte del doctor Alexander, darle su diario a ese... ese...
Un día ella iba a pensar en una palabra que describiría adecuadamente la particular especie de rastrero, del arroyo, repugnante,… infame, de Nicholas.
—¿Doctora Kafieri?
Se dio la vuelta para ver a Kyle Peltier, uno de sus estudiantes, corriendo hacia ella. Era el típico estudiante de penúltimo año, con el pelo rubio y una cara dulce. Acababa de trasladarse de otra facultad este semestre y era uno de sus mejores alumnos.
—¿Sí?
—Un amigo mío me pidió que le diera esto. —Él la ofreció una caja envuelta en papel de embalar.
Ella contempló el inesperado regalo.
—No entiendo.
—Yo tampoco, pero cuando él pide un favor, haces el favor sin preguntar por qué.
Miley frunció el ceño ante sus crípticas palabras mientras cogía la caja. De inmediato Kyle se fue corriendo antes de que ella pudiera preguntarle algo más.
—Bien eso fue interesante. —La caja era pesada. La sacudió, pero no podía imaginarse que era lo que podría contener.
Con su suerte actual, una bomba.
Apartando el pensamiento, se dirigió hacia su pequeño despacho, agarró una taza de café y luego empezó a abrirla, lo cual era más fácil decir que hacer. Parecía que el obsequiante la había sellado herméticamente precintándola con cinta adhesiva.
—¡Odio cuándo la gente hace esto!
Finalmente, después de no menos de cinco minutos, fue capaz de separar la tapa de la caja y liberarla de un tirón. Al abrirla, se quedó helada. Esta contenía un martillo, un manojo de hojas de olivo, una nota atada a una solitaria rosa roja, y una bolsa de cuero del mismo tamaño que un pequeño libro. Con el corazón palpitando, levantó la bolsa de cuero marrón y la abrió para encontrar su diario.
Una sonrisa curvó sus labios. Así que el pequeño monstruo había hecho lo que debía. Entonces fue capaz de reírse por lo del martillo y «las ramas» de olivo que él había puesto dentro. Sacó su nota y la abrió para encontrar una hermosa letra masculina.
No soy realmente el idi/ota que piensas que soy. El diario es de una mujer joven en una aislada parte de Grecia y documenta su vida durante aproximadamente dieciocho meses. Es una lectura más o menos aburrida, pero si quieres más detalles, llámame. 555-602-1938. <--- Literalmente me vi tentada en llamar *w*
Eirini,("Paz" en griego)
Nick
Miley sacudió la cabeza. No el idi/ota, pensó, sí de acuerdo. Pero era una especie de gesto dulce y le había devuelto su diario.
Con una rosa.
Sosteniéndola en alto, inhaló la dulce fragancia y sopesó si quería o no poner los ojos de nuevo en el troll.
Con los brazos cruzados sobre el pecho, Urian miró ceñudo a Nick, mientras Nick se sentaba en su trono en Katoteros y tocaba la guitarra. Casi tan alto como Nick, Urian tenía el pelo largo de color rubio platino y lo llevaba recogido en una coleta. Antiguo Daimon, Urian había sido salvado por Nick después de que el padre de Urian le cortara brutalmente la garganta. Y al igual que su padre, Urian tenía una personalidad sumamente mordaz de la cual estaba más que orgulloso.
Sin ningún deseo de tratar con el inestable mal humor de Urian o justificarse a sí mismo, Nick ignoró al hombre mientras continuaba cantando «Push» de los Matchbox Twenty en voz baja.
Simi estaba acostada boca abajo, viendola QVC mientras devoraba un cubo de palomitas de maíz con sabor a barbacoa. Estaba vestida con medias negras y una falda de tela escocesa corta con una camisa de corte campesino rosa y negra y un corsé.
Urian se desplazó hacia donde estaba Alexion manteniendo las distancias desde un lado, también mirando fijamente a Nick, como si Nick fuera un experimento científico que hubiera salido seriamente mal. Durante miles de años, Alexion había sido la única persona que Nick permitió en su casa aparte de Simi. Por supuesto esto fue por la profundidad de la culpa, ya que Alexion había sido Ias, uno de los primeros Dark-Hunters que creó Artemisa. Nick había logrado devolverlo a una casi fantasmal existencia usando su sangre para impedir que Ias fuese una Sombra.
Muy mal Savitar por no haberle explicado aquellos poderes a Nick antes. Esto le hubiera ahorrado tanto a Ias como a él un montón de sufrimiento. Pero al menos Ias no estaba en constante dolor y miseria.
—¿Qué le pasa al jefe? —le preguntó Urian.
Alexion se encogió de hombros.
—No lo sé. Anoche llegó con un libro, se fue a su cuarto a leerlo, supongo, y luego salió de aquí esta mañana y ha estado tocando... esas canciones desde entonces.
Esas canciones eran baladas, las cuales Nicholas nunca tocaba. Godsmak, Se*x <-- me bloquea la palabra -.- Pistols, TSOL, Judas Priest, pero no...
—¿Eso es... —Urian se encogió físicamente antes de escupir el nombre— Julio Iglesias?
—Enrique. ¿«Nunca te olvidare»?
Urian puso cara de espanto.
—Ni siquiera sabía que él conocía alguna mie/rda melosa. Queridos dioses... ¿está enfermo?
—No lo sé. En nueve mil años, nunca lo he visto de esta manera antes.
Urian se estremeció.
—Comienzo a estar asustado. Esto tiene que ser una señal del Apocalipsis. Si empieza con Air Supply, digo que nos acerquemos sigilosamente a él, lo llevamos a rastras a fuera y le sacamos a golpes la mie/rda.
—Te lo permitiré y que los demonios lo hagan. Personalmente me gusta demasiado mi estado semivivo como para ponerlo en peligro.
Nick levantó la vista y los traspasó a ambos con una malévola mirada encendida.
—¿Vosotras dos chicas no tenéis nada mejor que hacer como quitaros las pelusas de los dedos de los pies?
Urian sonrió abiertamente.
—La verdad es que no.
Nick gruñó por lo bajo una advertencia, pero antes de que realmente pudiera amenazarlos, su teléfono sonó. Reclinando la cabeza hacia atrás, suspiró frustrado. El maldito teléfono siempre se disparaba. Esta vez mejor que no fuera Artemisa para echar un polvo con él o iría por ella y…
Sus pensamientos se dispersaron cuando vio un prefijo local de Nueva Orleáns. No reconoció el número y no registró un nombre. Qué extraño. Con un movimiento seco abrió la tapa y contestó.
—¿Está Nick?
—¿Soteria?
La garganta de Miley se quedó seca ante el modo en que él dijo su nombre. Puesto que ella era griega, nunca había pensado realmente que el griego fuera una lengua bonita, pero cuando él lo hablaba...
Apenas podía formar un pensamiento coherente.
—Um, Miley. Llámame Miley.
—Ah, no lo sabía. ¿Puedo hacer algo por ti?
Sí cariño, desnúdate y...
Ella sacudió la cabeza. Nunca tenía pensamientos como estos y no sabía por qué los tenía ahora, cuando tenía asuntos que discutir con alguien a quien detestaba absolutamente.
—Ah, sí, yo me preguntaba sobre el diario. ¿Hay alguna posibilidad de que pudieras reunirte conmigo más tarde y contarme más sobre él?
—¿A qué hora?
Agradecida de que no la colgara después de que ella le había tirado un martillo, sonrió.
—Estaré en casa en aproximadamente una hora.
—Allí estaré. —Él colgó.
No fue hasta que Miley colgó el teléfono que se dio cuenta de algo. No le había dicho donde vivía.
—Oh Dios mío, él es un acosador.
Su teléfono sonó.
Ella lo contestó para encontrar a Nick allí con aquella hipnótica voz profunda:
—Sólo es que me di cuenta de que no tengo tu dirección.
Riéndose, ella movió la cabeza ante su imaginación hiperactiva.
—No soy difícil de encontrar. Estoy en el 982 de St. Anne bajando por el Quarter.
—Nos veremos más tarde, pues.
La arcaica manera en que él lo dijo, hizo que un temblor recorriera descendiendo su columna. Al colgar el teléfono, no pudo menos que sonreír y ni siquiera sabía por qué.
Él es un gilipo/llas. Un completo y total imb/écil.
Que le había enviado una rosa y que parecía saber leer una lengua que nadie más podía. Una lengua que ella desesperadamente necesitaba entender. Esto era trabajo. No era una cita. Podría soportar su insistente arrogancia el tiempo suficiente para conseguir lo que necesitaba y luego ella iba a tirarlo de cu/lo.
Nick vaciló mientras se teletrasportaba unas cuantas casas más abajo de la de Miley. Como la dueña, ésta combinaba con el resto de las casas de la calle. Realmente no tenía nada destacable, a pesar de eso era sencillamente hermosa. Pintada de un rosa muy pálido, y decorada con un blanco envejecido, era una vuelta al siglo de las típicas shotgun rowhouse de Nueva Orleáns. Las persianas estaban herméticamente cerradas y cuando intentó mirar al interior para encontrarla, no vio nada.
Nada.
Probablemente deberías salir corriendo.
Pero, ¿por qué? Todo lo que esto significaba era que serían amigos de alguna clase. Esta no era la primera vez que le sucedía.
Chorradas. Aun cuando estabas destinado a tener amistad con alguien captaste breves visiones de ellos.
Con ella no había nada...
Esto realmente lo asustaba y aún así se encontró acercándose a la puerta y llamando.
Escuchó lo que sonó como a algo tropezándose dentro, seguido de un murmullo bajo:
—¡Mié/rda!
Él se aguantó una sonrisa ante la obvia tribulación de ella. Hubo más revoltijo antes de que abriera la puerta.
Su cabello castaño hoy caía suelto. Grueso, brillante y ondulado, aquel pelo incitaba a ser tocado... no, incitaba a un hombre a sepultar la cara en él e inhalar en ella. ¿Cómo podía haber pensado alguna vez que era corriente? No le extraña, ella lo había llevado recogido la otra noche. Por no mencionar, que esto hacía que pareciera mucho más joven que cuando lo llevaba suelto en torno a la cara. Sus mejillas estaban ruborizadas, lo que hacía que sus agudos e inteligentes ojos resplandecieran.
Y aquellos labios...
Carnosos y llenos, fueron hechos para una noche llena de besos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario