lunes, 20 de mayo de 2013

Acheron - Cap: 37


NICHOLAS
ENLA ACTUALIDAD




Nunca verás los momentos por venir, que mutilarán para siempre tu vida al menos no hasta después que te hayan rasgado.
SAVITAR






CAPÍTULO UNO


21 de octubre de 2008
El Partenón
Nashville, Tennessee
Martes, 6:30 p.m.
Nicholas  se teletransportó a la habitación principal donde se encontraba la estatua de Atenea, cubierta en oro. Debido a la conferencia que iba a iniciar en unos minutos en otra parte del Partenón, la zona de la estatua había sido cerrada.
Probablemente debería obedecer las reglas, pero ¿por qué? Era una de las pocas ventajas que tenía por ser un dios.
Moldes de los mármoles del Partenón original se encontraban ubicados en las cavidades que delimitaban las paredes en ambos lados. A pesar de que el interior del Partenón no era exactamente igual al de la antigua Grecia, le encantaba venir aquí. Algo acerca de este lugar lo confortaba. Y cada vez que estaba en Nashville, se aseguraba de visitarlo.
Se trasladó al centro de la habitación para poder ver la versión del artista de la diosa Atenea. No se veía nada como ella. Con cabello negro y pálido, Atenea era frágil en apariencia como sorprendente. Pero su apariencia era definitivamente engañosa. Como diosa de la guerra, podía dar un puñetazo tan fuerte como cualquier hombre.
—Nicholas… —dijo la estatua, cobrando vida ante él—. Dime qué es lo que buscas.
Él puso los ojos en blanco.
—Una noche lejos de ti, Artemisa. Como si no lo supieras.
Ella salió de la estatua para pararse frente a él en su estatura normal.
—Oh, no eres divertido.
—Sí, claro. Lo siento. La broma esa, la de la estatua perdió su humor once mil años atrás. No se ha hecho más atractiva con el tiempo.
Cruzando los brazos sobre el pecho, le hizo un mohín.
—Tú siempre ma/mas toda la diversión.
Nick dejo surgir un lento e impaciente suspiro.
—Chupas, Artemisa. La frase es “chupas toda la diversión”.
—Ma/mado, chupado. Da igual.
Se burló de ella mientras caminaba hacia los moldes que estaban contra la pared.
—No, no lo es. Tómalo de alguien con un íntimo conocimiento de ambos.
Giró el rostro hacia él.
—Odio cuando eres tan crudo.
Y era exactamente por lo que lo hacía. Lamentablemente, toda la crudeza del mundo no era suficiente para alejarla de él.
—¿Por qué estás aquí? —preguntó sobre el hombro.
—¿Por qué estás  aquí? —le dijo siguiendo sus pasos.
Una vez más, se alejó de su acosadora menos predilecta.
—Hay un arqueólogo que piensa que encontróla Atlántida. Sentícuriosidad así que, aquí estoy.
Sus ojos se iluminaron.
—Oh, esto lo tengo que ver. Me encanta cuando vas a la vernacular.
—Yugular —le corrigió apretando los dientes. Era una pena que no compartiera su entusiasmo. Odiaba quitarle credibilidad a alguien, o peor aún, avergonzarlo públicamente.
Pero lo último que necesitaba era que el mundo encontrara la Atlántida y expusiera lo que él había sido en ella. Por primera vez en su existencia había personas que lo miraban con respeto y le permitían dignidad.

Si algún día se enteraban…
Prefería morir de nuevo. No, mejor una mancha en el ego del profesor que en el suyo. Si bien tenía momentos de altruismo, éste no era el caso. Nadie lo iba a exponer de nuevo.
Artemisa pestañeó en feliz expectación.
—¿Dónde va a ser esta conferencia?
—En la sala al final de pasillo.
Ella desapareció.
Nicholas sacudió la cabeza. Se tomó unos minutos para caminar en torno a la exposición y sonreír ante la interpretación del mundo moderno sobre el pasado. ¿Cómo podía la humanidad ser tan extrañamente astuta, y al mismo tiempo tan densa? Sus percepciones pasaban de ser infaliblemente precisas a francamente ridículas. 
¿Por otra parte, no todas las criaturas sufrían del mismo dilema?



—¿Doctora Kafieri?
Soteria miró a la docente que la estaba observando con expresión perpleja. Oh, por favor, no me digas que estaba hablándome en voz alta otra vez. Por la cara de la mujer ya sabía la respuesta y odiaba haber sido descubierta... otra vez.
—¿Sí?
—Tienes una buena cantidad de personas allí afuera. ¿Sólo quería saber si necesitas un poco de agua para tu presentación?
Sus intestinos se anudaron ante estas palabras. Yeesh. Ella odiaba las multitudes y hablar en público. Si no fuera por el hecho de que necesitaban el financiamiento de nuevos equipos en Grecia, nunca habría aceptado esto.
—Sí, por favor, pero asegúrese de que sea con taparosca. Siempre derramo las bebidas cuando no la tienen.

La mujer dio media vuelta y se fue. Miley miró hacia abajo, a las notas que estaba revisando, pero las palabras de la mujer rondaban en su mente.
Bastante gente. ¿Qué oxímoron para una mujer que odiaba las multitudes? Con la garganta hecha un nudo, fue a espiar la habitación.
Sip, era definitivamente una multitud. Al menos sesenta personas estaban allí. Se sentía enferma.
Mientras comenzaba a retirarse hacia las sombras, la puerta se abrió y entró un hombre que le quitó el aliento.
Increíblemente alto, ingresó a la habitación como si le perteneciera. No, no ingresó, se deslizó dentro de ella como un seductor depredador. Cada mujer en la habitación giró a observarlo. No podían evitarlo. Era como un imán para los ojos.
Su largo cabello negro tenía un mechón de un brillante rojo en el frente que enmarcaba un rostro increíblemente guapo que sería hermoso si no tuviera esa aura tan dura. También le hacía querer saber exactamente como lucían sus ojos, pero ya que llevaba un par de gafas de sol Oakley opacas y negras, no podía saberlo. Vestido con un largo abrigo negro, usaba un sudadera gris oscura que se abrió para mostrar una camiseta de los Misfits. El pantalón negro estaba metido en un par de botas Doc Martens color cereza oscuro con cráneos y huesos cruzados subiendo a cada lado.
Ignorando a las mujeres que lo observaban, retiró una mochila de cuero negro de uno de sus amplios hombros y la puso en el suelo frente a él en un sitio muy aislado antes de sentarse. El cuero estaba tan desgastado como el de su abrigo y la mochila estaba marcada con un símbolo blanco de la anarquía y el símbolo de un sol atravesado por tres rayos.
No sabía que tenían esas largas piernas que se estiraban delante de él que hacían acelerar sus latidos cardíacos, pero lo hacían. Se veía tan masculino sentado ahí de esa manera. Con sus grandes manos cubiertas por guantes negros sin dedos, deslizó las mangas de su chaqueta hasta los antebrazos, y luego se apoyó en la silla, completamente a gusto.

Ella capturó la visión de un tatuaje de dragón rojo y negro en el brazo izquierdo. También tenía una pequeña pieza de plata perforando el orificio nasal derecho, así como un pequeño aro de plata en la oreja izquierda.
Tomó aliento profundamente y apoyó un brazo sobre el respaldo de la silla. Demonios, el hombre se movía como el agua. Lenta, elegante, y sin embargo, daba la impresión de que en cualquier momento podía entrar en acción y derribar a cualquier persona que lo amenazara.
Definitivamente...
—¿Doctora Kafieri?
No fue sino hasta la tercera vez que su nombre se repitió que notó que la docente había regresado.
—Lo siento. Estaba teniendo un poco de pánico escénico. —Y un largo minuto lleno de lujuriosas fantasías sobre sí misma envuelta alrededor del señor Gótico.
—Oh, está bien. —La mujer le entregó el agua.
Miley no estaba tan segura. Las multitudes la aterrorizaban y a diferencia del hombre Gótico de afuera, odiaba sobresalir. Trataría de imaginárselo en ropa interior, pero eso era aún más perturbador ya que todo lo que hacía era ponerla caliente y aún más nerviosa...
Tenía que ser el único hombre vivo que podría verse intimidante en calzoncillos.
Dios, ¿y si toda esa masiva sexualidad era mentira?
Obligándose a sí misma a poner fin a esos pensamientos, verificó el reloj y vio que era casi hora de empezar.
Tragó fuertemente.

Observó a la multitud para ver una alta, extremadamente voluptuosa pelirroja aproximarse al hombre Gótico. La mujer era tan hermosa como el hombre, pero no parecía el tipo de mujer que normalmente se asociaría con él. Mientras él vestía de negro, con ropa gótica, ella vestía desde un traje completamente blanco, hasta delicados zapatos Jimmy Choo. Inmaculadamente ataviada, la mujer le recordaba a una modelo de pasarela. Y cuando se sentó al costado del hombre Gótico, él en realidad le hizo muecas de desagrado a pesar de que ella estaba sonriendo y ofreciéndole algo de la bebida que trajo con ella.
La mujer le habló y él giró la cabeza para responder con un rudo.
—Jódete.

Se veía completamente desolada por su frialdad. Miley apretó los dientes. Era evidente que se conocían y mientras la mujer estaba enamorada del hombre, él no podía estar menos interesado.
Típico idi/ota. Miley odiaba juzgar a las personas, pero había visto a los de su tipo una y otra vez en las clases que dictaba e incluso cometió el error de creerse enamorada de uno de ellos una vez. Usuarios que se aprovechaban de la mujer que los amaba. No dudaba que la pelirroja había comprado cada pieza de las costosas ropas que tan orgullosamente él usaba.
Pero la relación no era su problema. Sólo esperaba que la mujer tomara conciencia y abandonara al imb/écil ese.
—Voy a presentarte.
Miley saltó al sonido de la voz del doctor Allen mientras pasaba frente a ella. Con poco más de cincuenta, era delgado y muy en forma, con cabello gris y un pequeño bigote. Había sido el profesor que la invitó a hablar de la Atlántida como parte de la serie del Partenón sobre civilizaciones clásicas. Ahora, si pudiera utilizar eso para ayudar a financiar su próxima excavación, habría matado dos pájaros con una presentación. 
Sólo no me dejes caer y tartamudear...
Se santiguó tres veces, escupió e hizo una rápida plegaria.

Sé que muchos de ustedes están familiarizados con el nombre Kafieri y la incertidumbre acerca de lo que el padre y tío de Soteria clamaban haber descubierto. Sin embargo, con toda seguridad, la doctora Kafieri ha tomado su beca muy en serio y he de decir que sus descubrimientos me han impresionado tanto que quise traerla aquí. Por no mencionar, que al ser una de las pocas personas en recibir su doctorado a los veinte años demuestra exactamente su nivel de compromiso. Todavía no he conocido a nadie que pueda refutar sus teorías o su dedicación en el campo de estudios antiguos. Ahora, si todos ustedes me ayudan le daremos la bienvenida a la doctora Kafieri.
Nick retuvo su aplauso mientras esperó a ver a la profesora que estaba a punto de rostizar.
—¡Demonios!
La vergonzosa palabra no sería audible para nadie más que Artemisa y él, pero la tensión en la voz provocó una oleada de piedad en él. Arqueó la ceja cuando oyó documentos siendo empujados unos contra otros como si se le hubieran caído al presentador.

Un instante después, ella surgió de la puerta detrás del podio. Muy alta y delgada, era muy bonita con cabello marrón y liso que había recogido en un severo moño. Un par de pequeñas y redondas gafas con montura de bronce cubrían sus profundos e intrigantes ojos marrones. El traje color beige a cuadros hacía muy poco para destacar su cuerpo y era evidente que no estaba cómoda usándolo. De hecho, se veía muy fastidiada.
Ella ubicó los documentos en el podio y se aclaró la garganta antes ofrecerle a todos una avergonzada y encantadora sonrisa que estaba seguro la había sacado de muchos problemas mientras crecía.
—Sé que no se acostumbra a abrir un discurso con una disculpa, pero se me cayeron los papeles camino aquí, así que si pudieran aguardar un momento mientras los ordeno lo apreciaría mucho.
Nick escondió su sonrisa.
El doctor Allen parecía perturbado, pero asintió amablemente.
—Tómese su tiempo.
Y ella lo hizo.
La gente alrededor de él estaba empezando a agitarse por la demora mientras ella trataba de ordenar su discurso.
El doctor Allen se inclinó hacia delante.
—¿No están numeradas?
Su rostro se tornó de un brillante rojo.
—No, me olvidé de hacerlo.
Varias personas en la audiencia se rieron mientras un par de ellos maldecía.
—Lo siento —dijo, mirando hacia delante mientras alineaba las páginas—. Realmente lo siento mucho. Permítanme retroceder y volver a empezar.
Con una última y nostálgica mirada abandonó el discurso, hizo clic en una foto en el retroproyector que mostró una imagen del Partenón de Grecia.
—Muchos de ustedes saben que encontrar la Atlántida era la obsesión de toda la vida de mi padre y tío, ambos dieron sus vidas por esta búsqueda, al igual que mi madre. Y como ellos, he hecho mi misión en la vida resolver este misterio. Desde que estaba en pañales, mi familia ha estado excavando en Grecia, tratando de encontrar la verdadera ubicación de la Atlántida. En 1995, miprima la doctora Megeara Kafieri encontró lo que creo que es el sitio correcto y aunque ella abandonó la búsqueda, Yo nunca lo hice. El pasado verano fui finalmente capaz de encontrar la prueba definitiva de que la Atlántida es real y que la  investigación de Megeara finalmente la descubrió.

Nick puso los ojos en blanco ante el reclamo que tantos habían hecho. Si tuviera un centavo por cada vez, hubiera sido incluso más rico de lo que era.
Soteria pulsó el botón y cambió de foto a una que le hizo sentarse derecho en la silla mientras la reconocía. Era un busto roto de su madre, Apollymi. Y sólo había un lugar en el cual la buena doctora lo podría haber encontrado.
La Atlántida.
Ella empujó las gafas sobre la nariz con el nudillo.
—Éste es uno de los muchos artefactos que mi equipo y yo hemos rescatado desde el fondo del mar Egeo. —Utilizó un puntero láser rojo para mostrar la escritura Atlante en la parte inferior que detallaba el nombre de su madre—. He estado buscando a alguien que pueda traducir lo que parece ser una forma temprana de escritura griega. Sin embargo, nadie ha sido capaz de descifrar las palabras o incluso todas las letras. Es como si este alfabeto tuviera caracteres que están desaparecidos del griego tradicional.
Artemisa lo golpeó en el brazo.
—Parece que estás roto, Nicholas.
—Atrapado —le corrigió soltando lentamente el aliento.
—Lo que sea —le dijo Artemisa enfadada.
Soteria miró a su audiencia, y a continuación, centró su atención en el doctor Allen.             
—Porque nadie puede leer esto o inclusive identificar todas las antiguas letras, estoy convencida de que es Atlante. Después de todo, si la Atlántida se encontraba en el mar Egeo, como mi familia y yo creemos, es posible su idioma tuviera una base griega o quizás es su idioma el que forma lo que hoy conocemos como griego. La ubicación de la isla tendría que ser en el centro de donde los marineros griegos comercializaban, haciéndola una potencia a tener en cuenta y permitiéndole darle forma a la cultura, las tradiciones y el idioma de la antigua Grecia. 
Hizo clic a la siguiente foto que mostraba un fragmento de pared del palacio real Atlante.
—Este es un edificio que yo he descubierto...
—¿No vas a decir algo? —le susurró Artemisa.
Nick no pudo. Estaba demasiado aturdido mientras observaba imágenes que no había visto en más de once mil años. ¿Cómo pudo esta joven mujer encontrarlas?
¿Cómo es posible que él no lo supiera?
Otra vez, había una respuesta fácil. Maldita fuera su madre. Habría sabido que estaban perforando el sitio de la isla, pero en lugar de dejárselo a él, se había sentado esperando que uno de los arqueólogos la liberara de su cautiverio.
—Mi compañero piensa que es de un templo —continuó Soteria—, pero dada su ubicación estoy convencida de que era un edificio gubernamental. Se puede ver aquí, que hay más de la escritura que vimos en el busto, pero de nuevo no puedo descifrarla. —Cambió a otra fotografía submarina de columnas—. Ahora, éste es un sitio hermano que encontramos, que creemos que es una isla griega que negociaba frecuentemente conla Atlántida. Encontréun trozo de piedra con el nombre Didymos grabado en ella.
 Nick no podía respirar. Lo había encontrado. Queridos dioses, la mujer había encontrado Didymos...
Pasó a otra foto que literalmente lo hizo empezar a sudar frío.
—Éste es un diario que descubrimos en unas ruinas de Didymos de lo que parecía ser un palacio real. Un diario encuadernado —repitió excitadamente—. Sé lo que todos ustedes están pensando, que no encuadernaban  libros en este período de tiempo. Ni siquiera deberían haber tenido papel. Pero una vez más, tenemos la misma escritura y fecha en ella que muestra que son anteriores a todo lo que alguna vez se encontró en Grecia. Lo que tenemos aquí es el Santo Grial de la Atlántida. Lo sé con cada parte de mí ser. Estos dos sitios son importantes el uno para el otro y el sitio principal es, de hecho, la Atlántida.
—¿Nicholas? —Artemisa lo golpeó de nuevo.
No podía hablar mientras observaba uno de los cuidadosamente confeccionados diarios de Demi, su escritura estaba tan clara como si hubiera sido escrito ayer. Esta página no documentaba nada en particular, pero lo que más miedo le daba era ¿qué otra cosa podría contener? y, a diferencia de los otros escritos, era griego. No había mucha gente en el mundo que podría traducirlo. Pero había suficientes como para arruinar su vida si lo hicieran y contuviera algo incriminatorio.
—Oh esto es aburrido —dijo Artemisa enojada—. Me voy de aquí —se levantó y se fue.
La siguiente imagen era un busto con una cabeza aplastada. Había sido uno de los muchos que había en Didymos, se habían colocado en línea a lo largo de la calle y era una imagen de su hermano gemelo Styxx. Nick casi se cayó de su asiento.
Era hora de detener esto antes que ella lo expusiera.

Se obligó a sí mismo a parecer despreocupado aunque por dentro estaba aterrorizado y enojado.
—¿Cómo sabe que la fecha del carbono del diario no está contaminado?
Miley miró a la calmada voz masculina que era tan profunda que reclamaba atención. Le llevó un segundo darse cuenta  a quién le pertenecía.
Al idi/ota señor gótico.
Empujando las gafas sobre el puente de la nariz en un hábito nervioso, se aclaró la garganta.
—Fuimos meticu/losos en ello.
Le lanzó una sonrisa burlona que la molestó en serio.
—¿Cuán meticu/losos? O sea, enfrentémoslo, eres una arqueóloga con una agenda que tiene como principal meta demostrar que tu padre y tu tío no eran unos cazadores de tesoros con cabezas huecas. Todos sabemos cómo los datos pueden ser manipulados. ¿Cuál es la fecha del Diario? 
Ella se encogió ante la pregunta. Miente Miley, miente. Pero no estaba en ella hacerlo.
—Pues algunas de las pruebas iniciales mostraron una fecha mucho más antigua.
—¿Cuánto más antigua?
—El primer siglo antes de cristo.
Una fina ceja se arqueó sobre el borde de las gafas de sol negras, burlándose de ella.
—¿Primer siglo antes de cristo?
—Es aún demasiado pronto para un libro y sin embargo, tenemos un libro —dijo ella con firmeza, regresando a la imagen del diario—. Tenemos fuertes pruebas empíricas que nadie puede refutar.
En realidad la hizo callar. 

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COMENTEN, bien daré mi opinión yo hubiera preferido que Miley a pareciera cuando el no era un dios 


3 comentarios:

  1. meee encanto amo esta novela por que ya nick no sufre mucho y coincido contigo yo tambien hubiese preferido eso
    bueno siguela!!!!!

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  2. joder tiaa esta buenisima yo tambien coincido contigo hubiese preferido que todavia no era un dios pero siguela por fa esta mas buena que nunca C:

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  3. Omg hahahaha hasta que porfin aparece miley! A mi me parece bien que aparezca ahorita, cuando el no era un dios bueno no me hubiera gustado! Siguelaaa amo esta nove

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