martes, 28 de mayo de 2013

Acheron - Cap: 41


Nick hizo todo lo posible por sacarse a Miley de la mente, pero era imposible. Sencillamente había algo respecto a ella que lo atraía.
Él odiaba eso.
Pero ni la mitad de lo que odiaba el modo en que la había dejado en la estacada como un cobarde el día anterior. Seguía diciéndose que era para bien y aún así, no podía convencerse completamente de ello. Había algo consolador cuando estaba a su alrededor, lo cual, dada su habitual hostilidad hacia él, no tenía sentido en absoluto.
Ahora sentado en el tejado de la casa que estaba ayudando a construir, intentó despejar la cabeza y regresar al trabajo.
Alguien le tocó el pie. Miró hacia arriba para ver a Karl delante de él. Nick se quitó uno de los auriculares.
—¿Sí?
—Visita.

Asumiendo que era uno de sus compañeros en Nueva Orleáns, Nick dejó el martillo y se dirigió hacia la escalera de mano. No fue hasta que había bajado hasta la mitad que vio a Miley esperándolo. Su pelo estaba recogido hacia delante en onduladas coletas. Llevaba puesta una falda beige larga y una chaqueta marrón.
Pero fueron sus grandes ojos azules lo que se le quedó grabado.
Por mirarlos y no a lo que estaba haciendo, perdió pie y se cayó de golpe de la escalera, directamente al suelo donde aterrizó con el más embarazoso porrazo, y que no ayudó el que la escalera se cayera entonces sobre él, atrayendo todas las miradas hacia su torpe est/upidez. El dolor lo golpeó con fuerza en la espalda, cadera y hombro mientras luchaba por conseguir algo de aparente dignidad.

Considerando el modo en que quedó despatarrado, realmente esto no tenía remedio. Suspirando, apartó la escalera de sus piernas.
Miley se acercó atropelladamente para arrodillarse a su lado.
—¿Estás bien?
La respuesta hubiera sido sí hasta que ella colocó la mano en su pecho. En esta posición, todo en lo que pudo pensar fue en tirar de ella y tumbarla sobre él y darle uso a su mano para algo mucho más agradable.
—Sí, estoy bien. —Entonces él echó una ojeada hacia las otras personas a su alrededor que lo contemplaban preocupados. Su cara ardió de vergüenza—. Estoy bien, a todos —dijo más alto—: Sólo fue un pequeño resbalón.
Ellos volvieron a trabajar mientras él deseaba volverse invisible. Nunca había hecho una cosa como esta.
—Deberías tener más cuidado —dijo Miley en tono de regaño. ¿Qué le pasó a su respeto hacia él? Obviamente había seguido el mismo camino que su último vestigio de dignidad—. Podrías haberte roto el cuello o con lo grande que eres haber aterrizado sobre alguno de ellos y cargártelo.
De acuerdo... la mujer estaba chiflada.
—¿Qué haces aquí, Miley? —Rodó y se levantó, entonces se dio cuenta de que se había hecho algo de verdadero daño en la pierna cuando esta palpitó dolorosamente en protesta al ser usada de nuevo. Hizo todo lo que pudo para no gruñir o cojear.

La sonrisa de ella lo deslumbró.
—He venido para tentarte.
Era demasiado tarde, ya lo había hecho y sabía que ella no quería decirlo en el sentido en que él lo hacía.
—No puedo ser tentado.
—Sí, puedes. Toda persona puede ser tentada.
Pero él no era una persona. Recogió la escalera de mano y la devolvió a su posición original. Entonces se puso a reco/ger los clavos que se habían caído de su cinturón de herramientas. Cuando emprendió el regreso hacia la escalera, ella se plantó firmemente en su camino.
—Miley... —gruñó.
—Mira, te seré honesta, No hubo jamás en toda la historia de la humanidad un ser humano nacido más obstinado que yo.
—Sí, aquí lo hay. Yo.

Cuando él se puso en marcha dejándola a un lado, ella corrió hacia la escalera rodeándole y se situó en el primer peldaño. Debería estar cabreado como el infierno y aún así ella estaba tan adorable allí, de pie, con su falda larga y zapatos planos con un brazo trabado alrededor del peldaño por encima de su cabeza que hizo todo lo que pudo por no sonreírle.
—Muy bien, no tienes que traducirlo. Sólo enséñame como hacerlo y te dejaré en paz. Si esto ayuda, aprendo realmente rápido.
Él rechinó los dientes con frustración.
—No me gusta discutir. No me gustan los conflictos. Básicamente me gusta que me dejen en paz para hacer mis cosas y esto no incluye enseñarte a ti nada. Ahora, ¿me permites?
—Por favor... —La expresión de ella era una mezcla de la más ardiente y maravillosa súplica y de la más cruda seducción que él hubiera visto alguna vez—. Seré tu esclava de baklava hasta que muera.
Él frunció el ceño.
—¿Mi qué?
—Esclava de baklava. Hago el mejor que hayas probado jamás y te mantendré surtido de este hasta que seas gordo y viejo.
—No como baklava.
—Eso es porque nunca has comido el mío. A menos que seas alérgico a las nueces, te encantará.

Intentó soltarla a la fuerza de la escalera, pero veraz a sus palabras, ella no iba a moverse. Su cólera se rompió. ¿Cómo podía ser uno de los seres más poderosos en el universo y no ser capaz de quitar de en medio a una simple y pequeña mujer?
Ella hizo que sus ojos se parecieran a los de un cachorrito triste.
—Por favor, Nicholas —dijo en griego. Después cambió al inglés—. Tres días y luego nunca tendrás que verme de nuevo. Dime lo que quieres a cambio y lo haré.

Karl se rió cuando los oyó por casualidad.
—¿Por qué no le pides que sea tu esclava sexual? Por eso yo le enseñaría todo lo que ella quisiera.
La mandíbula de ella cayó como si ese fuera el pensamiento más repugnante que hubiera tenido jamás.
—¡Agg!
Aquel único sonido lo puso en guardia.
—¿Agg? —repitió Nick—. No puedes hablar en serio.
—¡Sí, agg! Ni siquiera te conozco realmente y aquí los dos pensáis que sencillamente voy a meterme corriendo en la cama contigo. ¡No gracias! Dios, eres un autentico cerdo arrogante.
¿Cerdo arrogante?
Ella torció su cara con repugnancia y dejó la escalera.
—Muy bien, investigaré sin ti —tembló—. Acostarme con él por una traducción, asqueroso —dijo en voz baja mientras se iba.
Nick dejó colgando el brazo apoyado en la escalera mientras la veía encaminarse hacia su coche. Estaba completamente asombrado.

Ella no quería acostarse con él...
Ella pensaba que acostarse con él era asqueroso.
Todo el mundo pasada la pubertad querían estar en su cama. Todos.
Excepto Miley. Un estallido de esperanza le traspasó cuando se dio cuenta de que podría ser una de las personas excepcionalmente raras que eran inmunes a la maldición de su Tía Epithymia. Incluso las mujeres que no encontraban atractivos a los hombres lo miraban.
Hasta ahora, y a lo largo de la historia, los que habían sido inmunes siempre fueron hombres... o mujeres que eran ciegas.
Encontrar una hembra humana que no lo deseara...
Podría comportarse de manera normal en torno a ella. Bajar la guardia y no tener que estar preocupado porque fuera a empezar a echarle mano a la entrepierna. La novedad de esto únicamente logró que ansiara estar a su alrededor.

Antes de que pudiera frenarse, fue hacia el coche de ella y la hizo detenerse.
—Te enseñaré.
Ella se giró airadamente y le clavó el índice en el pecho.
—No voy a acostarme contigo, amigo.
Le sonrió.
—No te lo estaba pidiendo. Lo juro. Nunca te pediría eso a ti.
Ella se quedó con la boca abierta antes de que se inclinase hacia él con un gruñido ofendido.
—¿Qué? ¿Piensas que acostarte conmigo sería repugnante? ¡Ah eres un gilipo/llas!
Nick alzó las manos con frustración.
—¿Por qué nunca puedo ganar contigo? Si quiero acostarme contigo soy un cerdo y si no lo hago soy un gilipo/llas. ¿Qué quieres de mí?

Ella se quedó de pie junto a la puerta abierta de su coche y alzó la mirada hacia él, con aquellos ojos llenos de sentimiento que lo abrasaban hasta las entrañas.
—Quiero que traduzcas el diario y te guardes las manos para ti.
—¿Y a pesar de eso aún tengo atractivo para ti?
Ella soltó una risa diabólica.
—Exactamente. Ahora lo has pillado. —Le dio unas palmaditas en el brazo—. Te veré esta noche a las siete.

No podría esperar, pensó él sarcásticamente. Tal vez debería hacer que Simi viniera con él. Cada vez que estaba cerca de Miley, sentía una profunda necesidad de protección. Al menos debería asegurarse de llevar puesto un suspensorio esta noche así ella no podría pillarle desprevenido cuando él no estuviera mirando.
¿Qué tipo de bastardo masoquista era él que seguía implicándose con mujeres que lo aborrecían?

Deberías olvidarte de eso de enseñarle algo.

Sí, pero ella poseía una parte de su pasado y si él no la alejaba dela Atlántiday de Didymos, iba a haber problemas aún más grandes. La fuente primigenia podría requerir de la indulgencia en él, si ella se encontraba con otro de los diarios de Demi. Él tenía los que pensaba que eran los más condenatorios. Pero no sabía sobre qué más había escrito su hermana. Tenía que encargarse de Miley y su búsqueda obsesiva.

La última cosa que necesitaba era que los Dark-Hunters averiguaran que su madre era quién había creado a los Daimons contra los que pasaban la eternidad luchando y que estaban siendo dirigidos por un tsoulos que todavía se vendía para protegerlos. Sería desastroso para él.
No, él tenía que ayudarla lo suficiente como para conseguir desviarla de esta búsqueda. Tal vez debería encontrar algo sobre Lemuria y llevarla a ese tema. Después de todo, el pasado de Lemuria no tenía nada que ver con el suyo.

Podrías simplemente matarla.

Esa sería la respuesta de Savitar. Pero Nick no podía hacer esto tampoco. Theo había sepultado ya a la mayor parte de su familia y si había algo que él sabía sobre su viejo amigo era cuánto amaba Theo a su familia.
No, tenía que encontrar otro modo de mover la masa inerte que era la obstinación de Miley antes de que fuera demasiado tarde...
Escila y Caribdis. Como Odiseo, estaba atrapado entre la espada y la pared.

Miley lo tenía todo dispuesto perfectamente. Su cuaderno, el diario y una cerveza en hielo para su alto e irritable invitado. Estaba en el sofá, mordisqueando un taco de queso cuando hubo un golpe en la puerta en el preciso instante en que el reloj daba las siete.
Caray... ¿Cómo de puntual podría ser una persona?

No fue hasta que estuvo cerca de su puerta que se dio cuenta de por qué.
Nick estaba allí. Vestido con un largo abrigo negro que le hacía preguntarse cuantos tenía, se inclinó contra la pared con los brazos cruzados sobre el pecho. Su actitud era tan poderosamente indiferente que resultaba fascinante. Miró hacia abajo y sonrió ante sus pies cruzados enfundados en botas y la siempre presente mochila negra descansando tras ellos.
Las gafas de sol oscuras estaban en su lugar y su pelo largo estaba echado hacia atrás en una coleta. Y el pendiente plateado de su nariz había sido cambiado por uno que parecía un pequeño rubí rojo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó, alcanzando la puerta.
—Esperándote.
Echó un vistazo alrededor del embotellamiento que había causado.
—De verdad, deberías haber llamado. Creo que el Jefe de Bomberos habría tenido problemas con esto.
Una lenta sonrisa atravesó su cara.
—Lo siento.
Abrió la puerta y se echó hacia atrás.
—Mejor pasa dentro mientras las mantengo a raya.
Cogiendo su mochila, se rió antes de acceder.
Miley se giró hacia la colección de estudiantes.
—¿Veis lo excitante que esla Antropología? Es un destacado experto enla Grecia Antigua.Ahora deberíais cambiar todas vuestras especialidades de modo que podáis comeros con los ojos hombres como él durante todo el día. O aún mejor, descubrir estatuas de hombres desnudos.

Cerró la puerta para encontrar a Nick sonriéndole con complicidad.
—¿Era necesario?
—Eh, vivo para reclutar estudiantes para el departamento. Si puedo hacerte bueno para algo, entonces por los dioses que voy a hacerlo.
—¿Por los dioses?
Se encogió de hombros mientras dejaba la brazada de libros en el escritorio.
—Sí, como si no dijeras cosas raras también. Así que, ¿qué puedo hacer por ti?
—Quiero volver a esa frase de “hacerte bueno para algo” durante un minuto… ¿Por qué me odias tanto?
Miley se retorció un poco bajo su oculto escrutinio y la cuestión señalada.
—No diría que te odio. El odio ha descendido hasta un leve desagrado.
—¿Por qué?
Suspiró mientras devolvía algunos de los libros a las estanterías tras el escritorio.
—Porque todo parece demasiado fácil para ti. ¿Has tenido alguna vez en tu vida un día en que la gente no estuviera haciendo cola para prestarte atención?
—Sí, Soteria. Lo he tenido. Te lo aseguro, mi vida nunca ha sido fácil y deberías estar agradecida cada día que vivas de que no puedas imaginar la clase de niñez que tuve.

Miley se detuvo ante el tono de su voz y la mortal sinceridad de sus palabras.
—Lo siento, Nick. No lo sabía.
Puso la mochila en el suelo.
—Es fácil mirar a la gente y hacer juicios rápidos sobre ellos, sus presentes y sus pasados, pero estarías asombrada ante el dolor y las lágrimas que esconde una sola sonrisa. Lo que una persona muestra al mundo es sólo una minúscula faceta del iceberg escondido de la vista. Y la mayoría de las veces, está marcado con grietas y cicatrices que recorren todo el camino hasta los cimientos de su alma.
Tenía razón y la hizo sentir culpable por ser tan rápida evaluando a la gente. Siempre había sido un defecto suyo en el que había intentado no caer.
—Eres asombrosamente astuto para alguien de tu edad.
Resopló.
—Te lo dije, soy más viejo de lo que parezco y nunca he tenido nada en mi vida por lo que no haya pagado de un modo u otro.
Revolvió una pila de papeles de la bandeja de entrada.
—Ahora que lo pienso, has tenido que ser de los que les va la marcha para seguir acercándote a mi dada mi severa personalidad en lo que a ti concierne.
Nick le tendió la mano.
—¿Tregua?
—Paz, mi hermano —dijo estrechándosela—. Ahora, ¿por qué estás aquí?
Suspirando, dio un paso atrás y cruzó los brazos sobre el pecho.
—Bueno, oí de un amigo que algunos arqueólogos en Grecia han sido arrestados por excavar sin un permiso. Quería ver si por casualidad resultaban ser tu equipo.

Ondeó la mano desdeñosamente.
—¿Por qué sería mi equipo?
—Estaban excavando en un lugar que afirmaban que erala Atlántida. Mesonó como a tus chicos.
—Pero nosotros tenemos todos nuestros papeles.
—Si estás segura… —dejó que su voz se desvaneciera de modo significativo.
Arrugó el rostro como si se diera cuenta de que su suerte podría haberles metido en problemas.
—Espera. Déjame llamar.
Nick se sentó en la silla frente al escritorio y estiró las piernas mientras ella sacaba el teléfono del bolso.
Miley  frunció el ceño ante su mochila, que estaba en el suelo, y el modo en que la mantenía a su alcance.
—¿Qué hay en esa mochila, por cierto? Siempre la estás protegiendo como si contuviera secretos de seguridad nacional o algo así.
—Ropa interior sucia.
Puso los ojos en blanco.
—Muchas gracias por esa imagen.
—Tú preguntaste.
Sacudiendo la cabeza, marcó el número de David. Cuando no contestó, llamó a Justina. De nuevo, no hubo respuesta. El pánico la sacudió mientras lo intentaba con Bruce.
—¿Miley?
Respiró aliviada cuando respondió.
—Eh, cariño, no puedo…
—Han sido todos arrestados.
Disgustada y temerosa, echó una mirada a Nick cuya bella cara estaba completamente estoica.
—¿Qué?
—Al equipo entero. Yo permanecí en tierra para esperar y firmar para el nuevo equipo de buceo que estaba llegando y lo siguiente que supe era que el barco estaba incautado y todo el mundo puesto en custodia.

Miley dejó escapar un suspiro frustrado.
—¿Cómo es posible?
—Dijeron que nuestros papeles estaban falsificados.
—¡Mie/rda! No están falsificados. Solin nos ayudó a conseguir la renovación la primavera pasada.
—Sí y como de costumbre, Solin ha volado de escena. Tampoco podemos encontrarle. Por todo lo que sé, está en la cárcel junto a ellos.
—Oh, cielo santo. Está bien, no te muevas y veré lo que puedo hacer —colgando, miró a Nick, el cual se sentaba quieto como una estatua—. Tenías razón. Mi equipo entero. Desaparecido. Arrestado. Perfecto. Dispárame ahora y ahórrame el gasto de una bala más tarde.

Dejó escapar el aire cansado mientras frotaba una enorme mano contra su muslo.
—No te preocupes. Haré una llamada y los sacaré fuera.
—¿Puedes hacer eso?
—Puedo hacerlo —sacó su móvil y lo abrió con un brusco giro de su muñeca.
Esperando que no estuviera mintiendo, Miley se sentó tras su escritorio y contuvo el aliento mientras apoyaba la cabeza entre las manos. ¿Cómo había ocurrido? Su pobre equipo. Tenían que haber estado aterrados.
Nick habló con en un griego tan profunda y rítmicamente impecable que envió un escalofrío por su columna vertebral.
—Hola Gus, soy Nicholas Parthenopaeus. Necesito que me hagas un favor. Hay un grupo de antropólogos que fueron arrestados por excavar en el Egeo, esta mañana, creo. ¿Puedes sacarlos y librarlos de todos los cargos?
Rió.
—Sé que creen que esla Atlántida. Todoel mundo quiere encontrar un tesoro. Pero no quiero verles heridos por una quimera. Son amigos inocentes de una amiga si sabes lo que quiero decir. Sácalos de este problema por mí.
Se dio golpecitos con el pulgar en el muslo mientras escuchaba.
—No… no creo que necesiten una lección. Estoy seguro de que ya están lo bastante nerviosos. Deséale lo mejor a Olympia y hazme saber cuando nazca el bebé. Os veré a los dos la próxima vez que esté en Grecia.
Se enderezó cuando él cerró el teléfono.
—¿Bien?

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