miércoles, 15 de mayo de 2013

Archeron - Cap: 25


¿Nicholas?
Nicholas se despertó para encontrarse con Demi frente a él. Estaba recostado de lado con su mano sobre el estómago de Apollodorus. El bebé aún tenía que despertarse, pero por el movimiento de subida y bajada del diminuto pecho, supo que estaba bien.
—¿Qué hora es?
—Media mañana. —Parecía incrédula—. ¿Cómo hiciste para que durmiera toda la noche?
—No lo sé. Estábamos hablando sobre puterías y cayó dormido.
Ella volvió a reír.
—No te atrevas a corromper a mi bebé, pícaro.
Nicholas retiró la mano para que Demi pudiera co/ger al bebé. Apollodorus abrió sus ojos y sonrió a su madre antes de poner un puñito en la boca para chuparlo.
—Lo que sea que hayas hecho, te bendigo por eso. Es el primer sueño bueno que tengo en meses —miró hacia la puerta—. Ahora, déjame marcharme antes de que Padre sepa que estamos aquí.
Por favor. Era la última cosa que él necesitaba.
Estirándose, Nicholas se sentó en la cama. Era más tarde de lo que usualmente se levantaba. Prefería levantarse antes que el resto de la familia y atender sus necesidades sin ningún miedo de encontrarse con alguien.

Dicho esto, ahora era demasiado tarde para que alguien se metiera en su camino.
Agarró su ropa y su navaja y se dirigió a la sala de baños. Afortunadamente el enorme cuarto estaba vacío. Como siempre, puso la navaja en el hueco de la pared y colgó sus ropas.
Desnudo, descendió por las escaleras que se adentraban en el agua tibia y que se sentía increíblemente bien sobre su piel. La piscina le llegaba hasta la cintura a menos que se sentara y larga como una mesa de comedor. Nicholas se arrodilló y se echó hacia atrás para mojar su recortado cabello y así poder lavarlo. Cerrando los ojos, suspiró con satisfacción. Esta era la mejor parte del día.

Se levantó y alcanzó el jabón, entonces se congeló cuando se dio cuenta que ya no estaba solo.
Nefertari estaba ahí, observándolo con esa mirada ardiente que él conocía muy bien.
Nicholas retiró la mano y dio un paso atrás en el estanque.
—Perdóname, mi Señora. No fue mi intención interferir en tu tiempo.
Ella lo miraba como un gato mirando a un ratón y cuando él fue a alcanzar la toalla ella lo detuvo.
—¿Cómo es que eres mucho más guapo que tú hermano gemelo? —Tiró del alfiler de su vestido y lo dejó caer. Su desnudo cuerpo era hermoso, pero él no quería ninguna parte de él.
Nicholas emergió de la piscina, pero ella le bloqueaba la salida.
—Tengo que irme.
Riendo, ella se envolvió en su cuerpo.
—No, no tienes. —Mordisqueó su barbilla con sus dientes.
—Estoy con alguien.
—Yo también.
Nicholas trató de zafarse pero a menos que la hiriera, no había nada que pudiera hacer mientras ella lo aferrara así. Escapándose del agarre, empezó a alejarse sólo para pisar el jabón que había dejado a un lado de la piscina. Se golpeó contra el piso tan fuerte que le sacó el aire.
Nefertari estuvo sobre él en un instante.
—Hazme el amor, Nicholas.
Él rodó con ella, y justo cuando se estaba levantando, las puertas se abrieron.
La sangre se drenó completamente de su rostro cuando vio a Styxx y a todo su séquito ahí. Ellos se pararon en seco, sus ojos sin perder ningún detalle.
Nicholas maldijo cuando se dio cuenta cuán indiscutible se veía esto. Cuán irrefutable era.
Nefertari comenzó a gritar y a golpearlo.
—¡No me violes! ¡Por favor!
Sintiéndose enfermo, rodó lejos. Ella se revolvió y se lanzó hacia Styxx, donde lloró como si tuviera el corazón roto.
—Gracias a los dioses que llegaste cuando lo hiciste. Fue terrible.
Styxx la entregó a sus guardias.

Nicholas se alzó y lentamente se puso de pie para enfrenta a su gemelo, cuya furia era tan grande que las mejillas estaban moteadas de rojo. Sabía que aunque tratara de explicarlo, Styxx nunca le creería.
Así que dejó que lo cogieran. Ellos lo llevaron y encerraron en las celdas debajo del palacio. Nicholas hizo una mueca de dolor mientras lo enclavaban en el hoyo que trajo de regreso “cariñosos” recuerdos. Se envolvió con los brazos, tratando de retener un poco de calor. Pero nada podía calentar el frío que había en su alma ante el temor de lo que fueran a hacerle después de esto.
—¿Artemisa? —exhaló suavemente su nombre.
Él podía sentir su presencia aunque no la pudiera ver.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—He sido acusado de violación.
Sintió una severa presión en su cuello por donde ella lo agarró.
—¿Lo hiciste?
Él tosió.
—Ya lo sabes.
La presión se retiró.
—Entonces, ¿por qué estás aquí?
—Ellos no creerán en mi inocencia y yo juro por mi alma que no la toqué… Yo… yo necesito tu ayuda.
—¿Cómo?
Él miró hacia donde estaba la sombra de ella y dijo la única cosa que había deseado en su vida.
—Mátame.
—Sabes que no voy a hacerlo.
—Van a castrarme, Artemisa. ¿Entiendes eso?
—Yo lo arreglaré.
Nicholas rió amargamente.
—Tú lo arreglarás. ¿Esa es tu respuesta?
—Bueno, ¿qué quieres que haga?
—Mátame —gritó.
—No seas tan melodramático.
—¿Melodramático? Van a encadenarme, abrir mi escroto y remover mis testículos, y después van a aplastar el canal. Todo eso mientras yo siento todo lo que hacen y te aseguro que no van a ser gentiles. ¿Cómo mie/rda es eso melodramático?
Ella se mofó de su cólera.
—Y yo lo repararé después de eso. Así que no tienes nada de qué preocuparte.
Horrorizado por su actitud y despido, sintió cuando se alejaba de él. Queriendo matarlos a todos, golpeó su cabeza contra la pared.
Debería haber luchado…
Pero honestamente, ¿qué bien le haría eso? Lo hubieran superado y golpeado hasta que no hubiera quedado nada para pelear. Y luego lo hubieran arrastrado hasta aquí de todos modos.

Ajeno a todo, no supo cuánto tiempo había pasado antes que los guardias regresaran por él. Fue arrastrado afuera y encadenado y luego lo llevaron hasta el salón del trono de su padre. Desnudo, fue forzado a arrodillarse ante Styxx, su padre y Nefertari que aún seguía llorando.
El rey lo miró despiadadamente.
—Me encuentro en un dilema. El crimen que has cometido se castiga con la muerte. Pero en vista que no puedo hacer eso, he decidido castrarte. Sin duda es lo que debí haber hecho desde tu nacimiento.
Nicholas rió ante la ironía.
—Eso hubiera sido demasiado piadoso de tu parte. Sin mencionar lo enojado que se hubiera puesto tu hermano por neutralizar a su juguete favorito.

Su padre se levantó del trono con un violento grito.
Nicholas no se estremeció.
—No te enfades, Padre. No es que no supieras lo que Estes me hacía. De hecho su gran sueño era que tú murieras y dejaras a Styxx con él para así disfrutar de los dos en su cama a la vez.

Las maldiciones de su padre hicieron eco en sus oídos como si el hombre se asentara con la ira de las Furias. El primer golpe le cayó a Nicholas en la mandíbula. El siguiente le rompió la nariz que palpitaba violentamente. Golpe tras golpe le llovieron encima.
Nicholas les dio la bienvenida a cada uno mientras continuaba burlándose del rey. A lo mejor su padre podría matarlo. Al final estaría tan insensible ante los golpes que no sentiría de lleno el dolor de lo que le hicieran.
—¡Padre, por favor! —dijo Styxx, apartándolo. Giró hacia Nicholas que estaba yaciendo de costado—. No eres más que un montón de mie/rda. —Styxx lo pateó tan fuerte en el costado que se escuchó cómo se rompían las costillas. La fuerza del golpe lo hizo rodar sobre la espalda. La siguiente patada de Styxx fue a aterrizar firmemente entre sus piernas.
Nicholas gritó de insoportable dolor mientras su hermano lo pateaba repetidamente hasta que estuvo seguro que no necesitaría que lo castraran.
—¡Traigan al médico! —rugió su padre—. Veamos como acaba este bastardo.

Jadeando en un esfuerzo de tomar aire para su apaleado cuerpo, Nicholas fue puesto en una fría losa de piedra, los brazos encadenados sobre la cabeza y las piernas abiertas y encadenadas.
Él inclinó su cabeza hacia atrás y se rió de ellos.
—Si estás planeando una fiesta, Padre, necesitas encadenarme boca abajo primero.
—Amordacen a esa inmundicia.
Uno de los guardias le metió un trapo en la boca. Nicholas vio la sombra del médico acercarse. Tensó su agarre en las cadenas preparándose a sí mismo para lo que iba a venir.
Pero ninguna preparación podía reducir el dolor de lo que le hicieron. Nicholas gritó en agonía hasta que su garganta estuvo en carne viva y sangrante como el resto de su cuerpo.

Para el momento en que lo arrojaron de nuevo en su habitación, él estaba espiritualmente entumecido si sólo el resto de él lo estuviera también. Incapaz de pararse, se arrastró por el suelo hasta la pequeña mesa donde había dejado un cuchillo de su cena de la noche anterior. Alcanzándolo, lo tomó con mano temblorosa.
Estaba tan cansado de rogar, tan cansado de sufrir. Incapaz de soportar un día más de eso, se abrió las muñecas y observó como la sangre se derramaba.


25 de Octubre, 9528 A.C.

Nicholas maldijo de manera repugnante cuando se despertó por el extremo dolor. ¿Por qué no estaba muerto? Pero entonces lo supo. Mientras que la vida de Styxx estuviera ligada a la suya nadie tendría piedad de él. Jamás. Agobiado por la desesperación, intentó moverse sólo para encontrarse encadenado a la cama.
Dejó escapar un grito de frustrada furia antes de golpearse la cabeza contra el colchón de paja.
Un movimiento a su derecha atrajo su mirada y se congeló al ver a la pequeña mujer de pie allí. Era Demi, vestida en púrpura y oro.

Ella se acercó y la mirada de pena y culpa en sus ojos fue suficiente para traer lágrimas a los suyos.
—No se lo dije, —susurró ella—. Styxx se desmayó y Padre te encontró. —Las lágrimas caían por su rostro—. No puedo creer lo que te hicieron. Sé que no tocaste a Nefertari. Jamás le habrías hecho tal cosa a nadie y se lo dije repetidamente. Nunca oyeron ni una palabra de lo que decía… Sé que esto no ayuda, pero Styxx rompió su compromiso con ella y la enviaron de regreso a Egipto. Lo siento, Nicholas. —Inclinó su cabeza contra la de él y lloró silenciosamente en su oído.

Nicholas retuvo sus propias lágrimas. No había necesidad de llorar. Esta era su vida y no importaba lo que intentara, nunca mejoraría.
Además Artemisa lo curaría…
Quería gritar en amarga frustración y rabia ante la altiva actitud de la diosa.
Ryssa le acarició la mejilla.
—¿No vas a hablarme?
—¿Y decir qué, Demi? Creo que mis acciones hablan lo bastante, incluso para que un sordo las oiga. Pero de todos modos nadie me escucha.
Ella se limpió las lágrimas mientras pasaba en una tierna caricia los dedos a través de su pelo.
—Es tan injusto para ti.
—La vida no suele ser justa —jadeó él—. Esto no es acerca de la justicia. Es sobre la resistencia y cuánto podemos sufrir.
Estaba ya tan cansado... Pero nadie le dejaría dormir.
A través de las paredes oyó llorar a Apollodorus.
—Tu hijo te necesita, Princesa. Tienes que ir con él.
—Mi hermano también me necesita.
Él dejó escapar un cansado suspiro.
—No. Créeme. No necesito a nadie.
Ella presionó los labios contra su mejilla.
—Te quiero, Nicholas.
No dijo nada cuando ella se retiró. Ahora mismo no había ese tipo de amor en su interior. Sólo podía sentir la angustia y la desesperación. Volviendo la cabeza, bajó la mirada a la venda blanca que envolvía su muñeca. La habían acolchado para que no pudiera volver a abrir la herida y acabar lo que había empezado.
De modo que así era entonces.
Cerrando los ojos, pensó en su futuro. De nada que cambiara. De vivir sometido y golpeado… para siempre.
Bramó ante el peso de su desesperanza. Entonces peleó contra sus restricciones con todo lo que tenía. Pero no fue suficiente para romperlas.
Nunca sería suficiente de nada.
Bramando aún más fuerte, tomó consuelo en el latente dolor de sus heridas.

Demi llegó corriendo entrando en la habitación.
Nicholas la ignoró mientras intentaba romper las cadenas que lo mantenían atado.
—¡Ya he tenido bastante y quiero que se acabe!
Ella lo abrazó para contenerlo. Él intentó luchar contra ella, pero no podía.
—Lo sé, Nicholas. Lo sé.
No, no lo sabía. Gracias a los dioses que ella no tenía idea de cuán jodidamente atroz era su vida. Con cuánto dolor había vivido. Con cuánto rechazo.
Golpeó la cabeza contra el cabecero y finalmente dejó caer sus lágrimas. Incluso aunque era un hombre, se sentía igual que un niño estirándose por la caricia de su madre para sólo obtener una bofetada.
—Emborráchame, Demi.
Ella se echo hacia atrás.
—¿Qué?
—Por el amor de los dioses, dame algo que haga que deje de doler tanto. Alcohol o drogas, no me importa cual. Sólo haz que se vaya… Por favor.
Demi quería negárselo. No creía en huir de sus problemas, pero cuando le miró y vio la sangre goteando de las heridas de su cuerpo y las lágrimas en sus ojos, no pudo hacer a un lado su única petición.
Nadie debería sufrir tanto. Nadie.

Contra su voluntad, bajó la mirada a su pe/ne. La sangre allí le revolvió el estómago. La crueldad de lo que le habían hecho no tenía medida…El hecho de que ambos, su Padre y Styxx obtuvieran tanto placer de sus acciones la disgustaba a un nivel que jamás había soñado que existiera. Jamás se volvería a sentir bien por ninguno de ellos.
—Volveré ahora mismo.
Corrió a su habitación y agarró la única botella de vino que tenía.
—¿Nera? —dijo a su doncella que estaba barriendo las escaleras— ¿Podrías conseguir más vino y traérmelo al cuarto de Nicholas?
La confusión parpadeó en el ceño de la menuda niña, pero lo aceptaba antes que preguntarle a su señora.
—¿Cuánto más, Princesa?
—Tanto como puedas llevar.

Demi volvió a su habitación con la que tenía. Él se deslizó fuera de la cama con sólo una sábana cubriéndole. La sangre seca y las magulladuras estropeaban la mayor parte de su cuerpo y el dolor en sus ojos plateados le robaba el aliento.
Doliéndose por él, se enjuagó las lágrimas de los ojos antes de levantarle la cabeza y ayudarle a beber.
—Que los dioses te bendigan por tu amabilidad —jadeó él cuando la terminó.
Nera llegó con más. Demi intercambió las botellas con ella, entonces la inclinó a los labios de Nicholas. No fue hasta la tercera botella que estuvo completamente borracho.
—¿Nicholas? —Preguntó, temiendo que quizás le hubieran dado demasiado.

Él dejó escapar un largo suspiro antes de que su atormentada mirada capturara la suya.
—Prométeme algo, Demi.
—Cualquier cosa.
—No odies jamás a tu hijo. Por favor —sus ojos aletearon cerrándose antes de que se desmayara.

Llorando, Demi lo sostuvo cerca mientras se dolía por él. Mataría a cualquiera que se atreviera a herir a su hijo de esa manera. Incluso a su propio padre. Pero Nicholas nunca conocería tal amor, tal cariño y eso le rompía el corazón, incluso más.
—Duerme en paz. Hermanito. Duerme en paz.
Limpiándose las lágrimas, lo dejó solo y fue a comprobar a Apollodorus. Durante el resto del día sostuvo a su hijo cerca de ella, prometiéndole que nunca sería estaría solo en el mundo. Que siempre lo amaría y lo protegería de cualquiera que le hiciera daño.
Si sólo su madre le hubiese hecho tal promesa a Nicholas.

2 comentarios:

  1. Pobre Nick, cuando sera que dejara de sufrir?? e insisto, odio a la autora de este libro, se pasa de sadica, digo no se.... simplemente la odio, me cae gorda por hacernos sufrir tanto, he andado deprimida estos dias por el, por todo el dolor que pasa

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  2. orfoihgri me encanto
    odio que nick sufra cuando va ser feliz? jajaja
    siguela

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