viernes, 3 de mayo de 2013

Archeron - Cap: 18


Su cabeza se restregó de acá para allá en la almohada mientras trataba de encontrarle sentido a esto. Pero no había ningún sentido en ello. Y cuando Nicholas comenzó a empujar despacio y profundamente contra ella, gimió extasiada.
Nicholas se perdió en los suspiros complacidos que Artemisa hacía, lo que emparejó sus golpes. Ella lo sujetaba de un modo como nadie jamás lo había hecho antes...

Como si él significara algo para ella.
Las lágrimas punzaban detrás de los ojos mientras se impulsaba aún más profundo en ella. Ya no estaba ebrio, estaba en la gloria. Todo lo que podía ver era su hermoso rostro.
Los ojos de ella se oscurecieron un instante antes de que le apartara el pelo del cuello y hundiera sus dientes en él. En el momento en que lo hizo, ella se corrió otra vez.
La sensación de ella bebiendo de él mientras su cuerpo se aferraba al suyo lo condujo hasta el borde. Incapaz de soportarlo, él también se corrió en una onda cegadora de éxtasis.
Se desplomó encima de ella mientras esta se alimentaba. Entre su orgasmo y la pérdida de sangre, estaba débil y saciado. Ella le hizo rodar sobre su espalda para así poder beber aún más.

En este momento Nicholas le habría dado cualquier cosa que le pidiera. Incluso su vida.
Artemisa se retiró cuando con la pierna tocó algo mojado en la cama. Echando un vistazo hacia abajo, vio su sangre mezclada con el semen en el colchón. La realidad de lo que acababa de hacer se precipito sobre ella con una fuerza tan aguda que hizo pedazos toda su felicidad.
Ella ya no era virgen.
Si Apolo o los demás se enteraban...
Estaría arruinada. Ridiculizada. Humillada.
¿Qué había hecho?
Has sido profanada por una pu/ta humana...
Con los parpados medio caídos, Nicholas extendió una mano hacia ella. Esta se retiró mientras el corazón se cerraba de golpe dentro de su pecho. Esto era terrible. Horrible. Aterrorizada por lo que le había permitido hacer, abandonó la cama, sintiéndose enferma.
Nicholas la siguió.
—¿Artemisa?
—¡No me toques! —gruñó cuando él trató de sujetarla. Ella le dio un empujón.
—¿Te hice daño?
La preocupación de su voz dejó un agujero irregular en el corazón. Pero esto no era nada comparado con la vergüenza y el miedo que sentía.
—Me has arruinado.
En aquel instante le odió por lo que habían hecho. ¿Cómo se atrevió él a hacerla desearlo de esta manera? Hacer que se olvidara de quién era y por qué su virginidad era tan importante.
Dioses queridos, ¿qué había hecho?
Quería matarlo y aún así no podría. ¿Cómo podía odiarlo con tantas ganas y todavía desearlo tan ardientemente?
—¿Por qué me tocaste?
Él pareció asombrado por la pregunta.
—Tú me lo pediste.
—No te pedí que me besaras en mi templo —lo acusó—. Yo nunca había conocido un beso antes. Y entonces tú me tocaste... —le abofeteó con fuerza por la afrenta.

Nicholas se tambaleó hacia atrás ante el golpe mientras su mejilla ardía. Antes de que él pudiera recuperarse, Artemisa lo atacó, con bofetadas y puñetazos. Cuando esto no pareció satisfacerla, lo arrojó contra la lejana pared y allí lo mantuvo con sus poderes de diosa.
Yo te protegeré...

Las palabras de ella sonaron en sus oídos cuando él la miró desde arriba, esperando que finalmente lo matara. Sinceramente prefería estar muerto a sentir como el corazón se le astillaba por lo que ella estaba haciendo.
Ella había mentido.
De repente, cayó de golpe en el suelo. Aquella misma fuerza invisible lo derribó y lo sostuvo contra el mármol mientras Artemisa se le acercaba con una mirada fiera.
—Así que colabora. Di en toda tu vida una palabra de esto a una sola alma y te veré aniquilado tan dolorosamente que tus gritos pidiendo clemencia resonarán a lo largo de la eternidad.
Aquellas palabras trajeron lágrimas a los ojos al recordarle a otros tantos que lo habían odiado porque ansiaban estar con él. ¿Cuántos dignatarios y nobles habían venido a él y luego lo habían maldecido al momento siguiente de que les hubiera complacido?

Vivian con el miedo de que una pu/ta arruinara sus preciadas repu/taciones. Le habían sacado a patadas de la cama o lo habían tirado al suelo, maldiciéndolo por su propia lujuria como si él hubiera querido esto.
¿Por qué había llegado a pensar por un momento que Artemisa sería algo diferente?
Al final, él era lo que era.
Nada.
—¿Me oyes? —gruñó Artemisa en su cara.
—Te oigo.
—Te arrancaré la lengua.
Él tuvo que obligarse a no reírse ante una amenaza que experimentaba por primera vez. Pero él sabía la verdad. Su lengua tenía más valor que cualquier otra cosa puesto que esta les proporcionó la mayor parte del placer.
—Tu voluntad es mi voluntad, akra.
Ella lo agarró por el pelo y tiró de su cabeza hacia arriba para obligarlo a mirarla.
—Soy la diosa Artemisa.
Y él era Nicholas Parthenopaeus. La pu/ta maldita. Esclavo despreciado. Incapaz de ser amado por alguien.
Cuán est/úpido había sido al tragarse sus mentiras. Pensar que por un minuto algo como él podría haber tenido alguna vez valor para una diosa.
Artemisa vio el dolor en sus ojos y esto la desgarró el corazón. No quería hacerle esto, pero ¿qué opción tenía? Él estaría muerto en unas décadas, pero su propia vergüenza sería eterna si alguna vez la noticia de esto llegaba a otros dioses.
Los humanos no eran dignos de confianza. Jamás.
—Recuerda que mi ira será legión. —Ella le tiró del pelo como advertencia antes de enviarlo de vuelta a su mundo.

Trastornado, Nicholas se sentó en el suelo de su cuarto. Entumecido por el rechazo y el ataque, avanzó lentamente hasta el balcón con vistas al mar y descansó la cabeza contra la baranda de piedra. Oyó las voces de los Atlantes llamándole.
Más que nunca antes estaba tentado a ir. ¿Qué importancia tendría si lo mataban?
Si pudiera estar seguro de que no abusarían más de él, iría a ellos. Pero en lo profundo del corazón estaba el miedo a que ellos sólo lo convocaran para así poder torturarlo también. Inclinando la cabeza, lloró y a medida que caía cada lágrima odió a Artemisa por ello.

Nadie lo había hecho llorar de esta manera en años. No desde el día en que Estes había vendido su virginidad al mejor postor y luego había celebrado una fiesta para que todo el mundo observara la brutal violación que le había causado dolor y hemorragias durante días después. Incluso ahora la risa y las burlas lo perseguían.
Rompo a la pu/ta para el resto de nosotros...
Nicholas golpeó el puño contra la piedra, queriendo que el dolor borrara la vergüenza dentro de él. Pero no hubo ningún alivio. Ninguna piedad. Nada podía llevársela.

La pu/ta estaba cansada ahora. Por fin estaba vencido. Y no era por la mano de su maestro o un cliente.
Había sido por la mano de la única persona a quién había amado alguna vez. Derrotado y perdido, Nicholas se tumbó en el frío balcón y cerró los ojos, rezando para que la muerte finalmente viniera y terminara con esta pesadilla que era su vida.



28 de Enero, 9528 A.C.

Demi estaba en la sala del trono de su padre mientras, Styxx, Apolo y él se reían juntos, ignorándola. Lo cual era habitual. Pero lo que ella odiaba era el hecho de que Apolo la quisiera para él desde el primer momento de su llegada. Él la trataba como a una posesión cuyo único objeto era sonreír y adular su presencia. Y esto la hizo preguntarse si así fue como Nicholas se había sentido en la casa de Estes.
¿Y qué si el dios era excepcionalmente hermoso? Aborrecía el modo en que él la trataba, como si ella fuera insignificante. La única peor cosa de ese tratamiento hacia ella, era la insistencia de su padre en que estaba bendecida al estar en presencia del dios.
Si esto era estar bendecida, odiaría verse maldita.
Volvió la cabeza cuando vislumbró a una criada que vacilaba en la entrada. Bonita y tímida, la muchacha era un año o dos más joven que Styxx.
—¿Pasa algo, Hestia? —preguntó a la criada.
Hestia miró a los hombres tímidamente antes de dirigirse al lado de Demi a fin de poder hablarle en un tono suave.
—Su Majestad quería que yo le informara si... —la mirada de Hestia regresó al rey antes de terminar la oración— el prisionero real dejaba de comer.
El prisionero real. Nicholas. El corazón de Demi palpitó atemorizado.
—¿Está enfermo?
Ella se aclaró la garganta.
—No que yo sepa, Su Alteza. No lo he visto en días. Yo dejo la comida y cuando vuelvo está sin tocar. Y nadie dormido en la cama.
—¿Qué? —el rugido de su padre las hizo a ambas brincar—. ¡Guardias! Seguidme. —Bramó desde la sala en su dirección.
Atemorizada por su hermano, Demi corrió tras él.
—¿Qué sucede aquí? —preguntó Apolo a Styxx  mientras los dos seguían su estela.
Styxx hizo un sonido de profundo disgusto en la cavidad de su garganta.
—Eso es Nicholas. Es un esclavo sin valor que solía ser un tsoulus. Lamentablemente su vida está atada a la mía, así que tenemos que mantenerlo sano. Aunque yo me siento bien, así que estoy seguro de que él hace esto sólo para llamar la atención. Que los dioses no nos permitan alguna vez dejarnos olvidar su presencia aquí por un solo día.

Demi apretó los dientes. La última cosa que Nicholas quería era cualquier tipo de atención por parte de Styxx o de su padre. Pero en la mente egoísta de Styxx él no podía comprender el deseo de Nicholas por esconderse de sus gloriosas presencias.
Su padre entró enfurecido en el cuarto de Nicholas, luego se detuvo en seco. Ella entró detrás de él e hizo un alto para explorar el interior vacío. No había señal alguna de Nicholas.
Su padre se volvió hacia ella con un furioso ceño fruncido.
—Te dije que no podías confiar en él.

Demi le ignoró mientras iba a un lugar que su hermano frecuentaba. El balcón.
Al principio no lo vio, pero cuando se adelanto bajo la marquesina que la protegía de la tormenta pasajera, vio una figura fuera de su visión periférica. Era Nicholas sentado en el lateral con las rodillas plegadas y sus brazos doblados sobre ellas. Completamente desnudo, él miraba fijamente al espacio como si no fuera consciente del frío glaciar y la lluvia que chorreaba por su cuerpo. El pelo estaba pegado a la cabeza y la barba crecida de al menos dos días espolvoreaba sus mejillas…
Procurando quedarse fuera de la lluvia, se acercó lentamente a él.
—¿Nicholas?
Él no respondió. Había algo en él que no estaba bien. Era como si hubiera muerto, pero su alma no hubiese abandonado su cuerpo todavía.
Ella se arrodilló a su lado.
—¿Hermanito?
Él volvió aquellos ojos sobre ella con una furia que no había visto desde la mañana en la que la había echado fuera del burdel.
—Déjame —gruñó en un tono tan feroz que realmente la asustó.
Por el rabillo del ojo, vio la furia de su padre.
—No te atrevas a hablarle de ese modo.
—Que te jodan, bastardo.
Styxx dejó escapar un profundo gruñido mientras se precipitaba hacia Nicholas.

Demi cayó hacia atrás cuando Nicholas se puso en pie y corrió hacia Styxx con la misma furia. Ella se cubrió la boca cuando los dos chocaron bajo la torrencial lluvia. Ni una sola vez había visto a Nicholas golpear a otra alma viviente. Pero peleaba con Styxx con todo lo que tenía.
Apolo tiró de ella hacia atrás para evitar que ellos la hirieran accidentalmente.
Styxx había sido entrenando para luchar desde los cinco años por los mejores instructores que su padre pudo contratar. Y le estaba dando una paliza a Nicholas bajo la lluvia. Incluso así, Nicholas luchaba con tanta fuerza como podía.
Pero a la larga no era rival para su gemelo. Styxx le pateó en las costillas.
—Eres patético.
Nicholas rodó en el agua y se puso en pie. Cuando fue de nuevo por Styxx, éste le golpeó otra vez. La lluvia rodaba por su cara, mezclándose con la sangre que corría desde su ojo, nariz y boca. A pesar de eso corrió hacia Styxx, una y otra vez como si pensase que su voluntad era suficiente para vencer a su hermano gemelo.
—Guardias, cogedle —ordenó el padre.
Nicholas intentó luchar con ellos cuando se acercaron para someterlo, pero ya estaba debilitado por Styxx. Lo arrastraron de vuelta al cuarto donde su padre esperaba.
Su padre enterró la mano en el pelo mojado de Nicholas y tiró de su cabeza hacia atrás de modo que Nicholas pudiera ver el completo desprecio que guardaba el rey a su hijo mayor.
—Golpeadle hasta que no le quede piel en la espalda. Si se desmaya, despertadle y golpeadle de nuevo.
Nicholas rió desapasionadamente.
—Yo también te quiero, Padre.
Su padre le golpeó con el dorso de la mano.
—Sacadle de aquí.
—¿Padre? —preguntó Apolo con una mirada asombrada, enarcando las cejas.
Su padre se burló:
—Él me llama así, pero no es hijo mío. Mi anterior reina se prostituyó y engendró esa abominación.
Demi sintió caer las lágrimas ante la condena de su padre.
—Él es humano, padre.
Todos se rieron de ella. Incapaz de permanecer ante sus burlas, siguió a los guardias para ofrecer consuelo a Nicholas.
Para cuando llegó al patio donde lo estaban golpeando, él ya estaba ensangrentado. Pero al contrario que otras veces que lo castigaban, él luchaba contra sus atacantes.
—¡Golpéame otra vez! —le chilló al guardia—. ¡Con fuerza!
La desenfrenada rabia en él la impactó completamente. Él realmente se estaba riendo de los guardias como si le resultara placentero lo que le estaban haciendo.
¿Se había vuelto loco?
¿Qué le había sucedido?
Nicholas los incitó hasta que se desmayó por la paliza. Los guardias intercambiaron una cautelosa mirada unos con otros antes de que el más alto de ellos alcanzara un cubo de agua para revivirlo.
Demi le puso la mano sobre el hombro.
—Por favor, no —rogó ella.
—Alteza… su padre se enfadará si descubre que no cumplimos sus órdenes.
—Yo no se lo diré si tú no lo haces. Por favor. Él ya ha pasado por bastante.

El guardia asintió, entonces lo bajó. Ella vio la compasión en los ojos de ambos cuando llevaron a Nicholas de regreso a la habitación, bajo su dirección, dejándolo boca abajo sobre la cama. Se dieron media vuelta y la dejaron sola con su hermano tan patéticamente vulnerable tendido sobre la cama, sangrando.

Demi no tenía idea de hacia dónde se habían marchado Apolo, su hermano y su padre. Y para ser sinceros, no le importaba. Todos ellos podían pudrirse por su crueldad.
Con mano temblorosa debido a la pena por su hermano, apartó el pelo de la mejilla de Nicholas. Él estaba ardiendo de fiebre.
—No te preocupes, Nicholas. Yo cuidaré de ti.
—Bueno, eso fue realmente entretenido.
Artemisa apartó la mirada de sus koris que estaban bañándose en la fuente fuera del templo para fijarla en su hermano a su lado.
—¿El qué?
—Mi favorita tiene un hermano ilegítimo al que odian.
Su corazón dio un salto ante la mención de Nicholas.
—¿De veras? —dijo ella, esperando que no detectara el tono entrecortado de su voz.
Él asintió antes de tomar asiento cerca de ella.
—Nunca había visto nada igual a aquello. Él estaba sentado desnudo bajo la lluvia completamente quieto, sin molestar a un alma, y ellos lo golpearon con saña, entonces se lo llevaron arrastras para azotarlo.
Artemisa se forzó a no reaccionar en la más mínima forma ante las noticias.
—¿Por qué?
—Ni idea. Pero juraría que el príncipe heredero tuvo una erección cuando lo inmovilizó en el suelo y lo golpeó.
Artemisa apartó la mirada mientras recordaba cuantas veces Apolo la había tratado de manera muy similar. Era extraño que no viera sus propias acciones reflejadas en los humanos. Su pobre Nicholas. Quería ir con él, pero no se atrevía.
Apolo se rió.
—Sin embargo le concedo el mérito al humano, luchó contra ellos igual que un león. Incluso les retó a golpearlo con más fuerza.
Las lágrimas se acumularon estrangulándola. Artemisa parpadeó rápidamente para dispersarlas.
—Nunca entenderé a los humanos.
—Eso es por lo que mis Apolitas los someterán un día. Los humanos son demasiado defectuosos.
Ella sacudió la cabeza ante el plan de su hermano para derrocar a la gente que su padre había creado.
—¿Los humanos griegos saben que no vas a respaldarles en su guerra contra los Atlantes y los Apolitas?
—¿Estás loca? Por supuesto que no. Déjales que me ofrezcan a sus hijas y hagan sacrificios. ¿Qué me importa?
Artemisa arqueó una ceja ante esto.
—Te importa tu favorita, ¿no es cierto?
Él se encogió despreocupadamente de hombros.
—Me entretiene por el momento. Pero hay muchas más mujeres exquisitas en el mundo. Además al final envejecerá y me desharé de ella.
—Ellos envejecen demasiado rápido. —Eso era más para su beneficio que para el de él. Seguramente Nicholas no la atraería una vez se esfumara su belleza.
Apolo no dijo nada.
Artemisa se preguntó sobre su presencia en el jardín de su templo.
—¿Por qué no estás con tu favorita?
—Está con el esclavo, atendiéndole. Una vez que lo golpearon, se volvió demasiado malhumorada para mi gusto.
—¿Y tú lo toleras?
Él se encogió de nuevo de hombros.
—Creo que su hermano ilegitimo debe haberle aconsejado sobre como agradarme. Se ha conducido de una manera demasiado conocedora y sumisa para una virgen. Styxx me contó que solían vender al bastardo a los humanos para sexo. Por lo visto es una tradición familiar.
Las noticias la sorprendieron. Normalmente su hermano rehuía a cualquiera que fuese impúdica.
—¿Demi ha estado con otros?
—No. La hubiera matado. Cuando no estoy por ahí, la mantienen bien guardada. Pero encuentro fascinante que me la ofrezcan a mí de tal manera. Nunca haré eso con mi hija.
Artemisa echó un vistazo a Satara, la joven hija de Apolo la cual estaba bailando en la fuente con otras de sus koris.
—No, tú sólo me diste a tu hija para que fuera sirvienta.
—Te di a mi hija para que te alimentaras cuando yo no ando por aquí y te mantuvieras alejada de los humanos. Ella nunca será tocada por ningún hombre.
—Aún es joven. ¿Qué pasará cuando crezca y decida tomar un consorte?
Los ojos de Apolo brillaron con furia.
—Los mataré a ambos.
Artemisa estaba espantada por sus palabras.
—¿Matarías a tu propia hija?
La mirada de él la atravesó.
—Mataría a mi propia gemela si se prostituyese a sí misma con un hombre. Satara es una de los muchos niños que tengo. Pero ninguno de ellos me avergonzará sin sentir todo el peso de mi ira.
—¿Incluso si ella lo ama?
Él curvó los labios con disgusto.
—¿Qué eres tú? ¿Afrodita? No me hables de amor. Eres una diosa. No hay amor para nosotros. Sólo lujuria la cual se desvanece. Un hombre puede buscar amantes, pero para una mujer hacer tal cosa…

La convertía en una pu/ta. Ella conocía la postura de su hermano sobre esto.
Como si pudiera oír lo que se decía de ella, Satara dejó de jugar para mirar a su padre.
—Me voy. —Apolo se desvaneció.
Artemisa no se perdió la mirada de desilusión en la cara de Satara porque su padre no se había molestado en hablar con ella. Un instante después, empujó a la kori más cercana a ella y se marchó airadamente.

Artemisa sacudió la cabeza. Aparentemente la violencia corría intensamente por sus genes.
Sus pensamientos volvieron a Nicholas y la culpa la embistió. Lo que le había hecho había estado mal y lo sabía. ¿Pero como podía enfrentarse a él después de la forma en que había actuado?
Eres una diosa. Él debería estar agradecido de que siquiera te fijes en él.
Esa era la manera en que había sido criada. Aún así Nicholas era diferente. Él no había sido sólo otro humano. Habían sido amigos.
Y ella lo había herido por miedo. Le había hecho muchas cosas que había jurado que nunca haría. Cosas que ella sabía que lo herían y humillaban.
¿Por qué?

Cerrando los ojos, pudo verle persiguiéndola a través del bosque. Oír su risa mientras bromeaba con ella.
Nadie la había hecho sentirse así. Nadie.
Y lo había echado a perder por ser *beep*.
Él es humano, ¿A quién le importa? Esa sería la postura de Apolo. Si tan sólo pudiera compartirla. Pero profundamente en su corazón sabía la verdad. Le extrañaba y le dolía el pensar que él había sido herido otra vez por su padre.
Ni siquiera lo pienses…
Era demasiado tarde. Ya se había desmaterializado del jardín a la habitación de él. Flotó en las sombras desde donde vio a su hermana inclinada sobre él.
—Por favor come, Nicholas —susurró Demi—. No quiero que te hagan más daño. Padre dice que si te niegas a comer hará que te alimenten a la fuerza. —Ella sostuvo un trozo de pan ante su boca.
Él volvió la cabeza de lado.
Artemisa vio el crudo dolor en la cara de Demi.
—Bien. No quiero que te hagan más daño. —La princesa se llevó el pan a la boca y lo tragó entero. Después de eso, se comió toda su comida.
Con los ojos llenos de pena, Demi se levantó.
—Les diré que te lo has comido. —Cuando ella estiró una mano hacia Nicholas, éste la agarró y la apartó de él.
Con gesto afligido, ella suspiró.
—Duerme en paz, hermanito. Me aseguraré de que nadie te moleste.
Artemisa no se movió hasta que Demi los hubo dejado solos. Materializándose en una forma sólida, salió de las sombras.
Nicholas hizo una mueca ante ella.
—Déjame.
—No deberías usar ese tono conmigo.
Él soltó una carcajada, entonces contrajo la cara como si le doliera algo.
—¿Tengo aspecto de que me preocupe lo que puedas hacerme? Saca tu culo fuera de aquí y déjame solo.
—Nicholas…
 


2 comentarios:

  1. QUE HIJA DE P*** que esa Artemisa como le va a hacer eso a mi Nicholas yo quiero que sea feliz muy feliz y seguro que cuando aparezca miley el lo sea bueno siguela que me encantaron los capitulos!!!!!!!!!

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  2. Bitch odio leer esto D= me pone triste, me da pesar de Nick, todos lo lastiman, hasta Demi, que me cae mal (en tu nove) siempre dice que protegera a Nick, pero nunca hace ni c...., es como todos solo ven cuando lo lastimas D::::::=

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