miércoles, 8 de mayo de 2013

Archeron - Cap: 24


Con un grito de batalla nacido de la desesperación y el tormento, luchó contra las cadenas. Pero no había nadie para preocuparse y ningún modo de liberarse. Todo lo que había logrado al hacerlo era reabrir las heridas en su espalda y hacerse nuevas en las muñecas. Al final, sólo se hizo más daño.
Así permaneció hasta la tarde del tercer día. Los guardias regresaron para liberarlo, pero antes de hacerlo, le habían afeitado la cabeza y gravado el símbolo de doble arco de Artemisa en su cráneo.
Nicholas rió ante la ironía. Su nombre había sido marcado en su corazón antes que esto y ahora llevaba públicamente el símbolo de la diosa que nunca volvería a reconocerlo. La crueldad de esto era insoportable.
Una vez que terminaron, fue llevado fuera hacía la calle donde un caballo esperaba. Sus manos estaba atadas frente a él para que el caballo pudiera arrástralo todo el regreso hacia el palacio. Para el tiempo que llegó, había poco en lo que no quedara piel sobre su cuerpo.
Apenas consiente, fue llevado a su habitación y tirado al interior. Nicholas dio un paso y cayó de rodillas. Demasiado débil para moverse, se desparramó en el suelo. Pero al menos la piedra estaba fría contra sus heridas, incluso el pensamiento las hacía latir.
No habría Artemisa para ayudarle esta vez. Ninguna diosa para ofrecerle un socorro o refugio.
—No eres nada para mi, humano. —Esas palabras estaría grabadas por siempre en su corazón.
Así sea.

Cerrando los ojos, no tenía ninguna esperanza para el futuro. Ningún deseo para alguna vez recuperarse o moverse hacia delante. Su hermana y su amante lo habían destrozado por última vez. Había “un lo siento”, que una disculpa no podían sanar, y esta vez, Nicholas había llegado a su límite.
No había nada más que pudieran hacer para lastimarlo. Con el alma enferma, se arrastró profundamente dentro de sí mismo y juró que nunca se abriría así mismo a alguien nuevamente.



















2 de Septiembre,  9528 A.C.

Artemisa se sentó sola en su diván, queriendo llorar. Apolo le había contado a todo dios  en el Olimpo sobre Nicholas y su pretensión de ser su consorte.
Se habían estado riendo todos de ella desde entonces.
—Deberías destriparlo en el suelo de tu templo —había dicho Zeus anoche mientras ella visitaba su pabellón.
Apolo se había mofado:
—No puede. Su vida está atada a su hermano gemelo y si  se mueren me arruinarían la diversión por una temporada. Pero es para morirse de la risa la de mentiras que cuentan estos humanos.
Afrodita había puesto los ojos en blanco.
—No puedo imaginar que una pu/ta piense que podría pretender una relación con Artemisa de entre todos los dioses. ¿Ha comprobado alguien su estado mental?
—Definitivamente está loco —había dicho Apolo—. Lo supe la primera vez que lo vi.
Después de esto, Artemisa no había vuelto a acercarse a ninguno de los demás. Pero incluso peor que sus risas era el enfermizo nudo en su estómago por el dolor que sabía que Nicholas sentía.
Él se lo merece.

Eso era cierto. Su traición merecía una muerte dolorosa y aún con todo lo que ella quería hacer era abrazarle. Echaba de menos la manera en como la hacía sentir. El sabor de sus labios...
Cuando estaba con ella, ella sonreía todo el tiempo. Había algo en él que la hacía feliz. Nada más importaba  realmente excepto ellos dos.
Él te traicionó.

Esto era algo que no podía perdonar. Él la había convertido en un hazmerreír. Lo único que la salvaba era el hecho de que ninguno de los demás creyó las pretensiones de él.
Aún así todavía, todo que quería era ir con él...

Artemisa, te convoco a la forma humana. —Demi contuvo el aliento dentro del templo de Artemisa, temiendo que la diosa la ignorase. Lo recorrió con la mirada, asegurándose nuevamente de que estaba absolutamente sola—. Diosa, por favor oye mi llamada y ven a mí. Necesito verte.


Una trémula neblina apareció a la derecha del altar. Demi sonrió mientras la niebla se condensaba para dar forma una pelirroja increíblemente hermosa. Los rasgos de Artemisa eran muy similares a los de Apolo, excepto que la cara de la diosa tenía una estructura ósea más sutil.
—¿Qué quieres, humana?
—Estoy aquí de parte de Nicholas.
Los ojos de Artemisa ardieron con cólera.
—No conozco a nadie con ese nombre. —Comenzó a desvanecerse.
—No por favor... esto no es culpa suya. Él no se lo dijo a nadie. Lo hice yo.
Artemisa se materializó de nuevo cuando aquellas palabras la arrasaron. Fulminó con la mirada a la pequeña belleza rubia que portaba al hijo de su hermano.
—¿Qué?
Demi dio un paso hacia adelante, sus ojos brillaban con lágrimas no derramadas.
 —Nicholas nunca ha dicho ni una sola palabra sobre ti a nadie, ni siquiera a mí. Vi la herida de mordedura en su cuello y supe que tuviste que ser tú. Por favor, si me equivoqué, entonces perdóname. Pero si tengo razón, no quería que estuvieras enfadada con él por algo que él no hizo.
Artemisa miró con ferocidad hacia su hinchado abdomen.
 —Mejor alégrate de llevar al hijo de mi hermano. Esa es la única razón por la que todavía estás viva. Sí alguna vez vuelves a unir mi nombre al de Nicholas, por el Río Estigia que haré que cubran con tu pellejo el muro de mi templo.

Artemisa se marchó en un destello, pero se detuvo antes de volver al Olimpo. En realidad, su corazón estaba cantando por el hecho que él no la había traicionado. Su Nicholas había sido fiel...
Aliviada, fue a verlo.
Él yacía desnudo en el suelo de su cuarto delante de la cama. Ella frunció el ceño ante la visión de su cabeza rapada y las salvajes heridas que todavía permanecían talladas por todo su cuerpo. Pero aquella que parecía ser la más dolorosa era la de su propio símbolo que estaba todavía en carne viva en la parte de atrás de su cráneo.
—¿Nicholas?
Él abrió los ojos, pero no habló.
Ella estiró una mano para curarle. Antes de que pudiera tocarlo, él agarró su muñeca con su mano. Su apretón la sorprendió. No habría pensado que él tendría tal fuerza en semejante condición.
—No quiero nada de ti.
—Pensé que me habías traicionado.
—Yo no falto a mi palabra, Artemisa. Jamás.
—¿Cómo iba a saberlo yo?
Él se rió amargamente.
—¿Qué? ¿Piensas que unos latigazos bastan para quebrarme? Eres una diosa. ¿Cómo puedes saber tan poco?
—Tú no tienes ni idea lo duro que es ser un dios. Las voces lloronas que siempre están clamando ayuda por las cosas más insignificantes. «Quiero un nuevo par de zapatos. Quiero más grano en la cosecha» Aprendes a desconectarte.
—Esas cosas pueden ser insignificante para ti, pero para algunos humanos hasta algo tan inofensivo como un momento de paz puede marcar toda la diferencia en una vida. Una sonrisa. Un minúsculo acto de bondad. Esto es todo lo que demandamos.
—Bien, estoy aquí con mi bondad.
Nicholas se burló:
—Estoy cansado de ser tu mascota, Artemisa. No me queda nada más dentro para darte.
La cólera de él encendió la suya propia.
 —Eres un humano. Tú no me das órdenes.
Nicholas suspiró. Ella tenía razón. ¿Quién era él, un gusano despreciable, para decirle algo? Además, no estaba en condiciones de discutir con nadie.
—Perdóname, akra. Olvidé mi lugar.
Ella sonrió y le pasó una mano por su cabeza calva.
 —Este es el Nicholas que conozco.
No, lo no era. Este era el Nicholas que fue comprado y vendido. El hueco cascarón que actuaba para la diversión de otros, pero que no sentía nada por dentro. ¡Qué patético! que su corazón significara tan poco para alguien, que ni siquiera ella pudiera reconocer el hecho de que este le faltase.
Liberando su mano, él se quedó inmóvil mientras ella lo curaba. Por una vez toleró el dolor.

Una vez hecho, ella se recostó para mirar su obra y luego hizo una mueca.
 —Ah, esa calvicie tiene que desaparecer. Me gusta demasiado tu cabello.
Éste creció perfectamente y a pesar de eso Nicholas no se movió.
Enojada, Artemisa cruzó los brazos sobre su pecho.
—¿No puedes al menos darme las gracias por curarte?
Dado el hecho que ella era la razón por la que fue golpeado tan duramente, el mero pensamiento de agradecérselo se le atascaba en la garganta. Pero por otro lado estaba acostumbrado a cosas semejantes a ésta.
—Gracias, akra.
Como un niño ignorante de que ha roto su juguete favorito, ella sonrió satisfecha.
 —Deberíamos salir a cazar hoy.
Nicholas no habló cuando ella se lo llevó a su bosque privado y lo vistió de rojo como si fuera su muñeca y no un hombre de carne y hueso. Su cara estaba radiante cuando le dio un arco y el carcaj. Él se echó el carcaj a la espalda sin comentarios y la siguió cuando ella encabezó la búsqueda de ciervos.

Ella parloteaba sin parar sobre nada en particular mientras él hacía lo que le había pedido, e intentaba hacer todo lo posible por no sentir nada en absoluto.
—Estás terriblemente callado —dijo ella una vez se dio cuenta de que él no participaba en su conversación.
—Perdóname, akra. ¿Qué te gustaría que yo dijera?
—Cualquier cosa que tengas en la mente.
—No hay nada en mi mente.
—¿Nada? ¿No tienes ningún pensamiento en absoluto? —dijo ella malhumorada.
Él negó con la cabeza.
—¿Cómo puede ser? —Ella se puso de morros con petulancia—. Estás intentando castigarme, ¿verdad?
Él evitó toda emoción en su voz, sobre todo la cólera que ella le provocaba.
—Yo nunca pretendería castigarte, Diosa. Ese  no es mi lugar.
Ella lo agarró por su pelo, provocando en él una mueca antes de que lo obligara a encontrar su mirada pe/netrante.
—¿Qué pasa contigo?
Nicholas respiró hondo mientras se preparaba para lo que iba a acontecer. Una cosa que había aprendido viviendo con su tío, es que la lujuria anulaba la cólera. Ella todavía podría golpearlo más tarde, pero si él la complacía lo suficiente, el castigo no sería tan severo.

Dio un paso acercándose y la besó.
Tal como esperaba, ella aflojó el agarre en su pelo y se derritió en sus brazos. Lo extraño, es que él se sintió más como una pu/ta en este momento de lo que se había sentido nunca antes y no entendió por qué.
Quizá porque no debería tener que usar su cuerpo para negociar con alguien a quien había entregado su corazón. A pesar de eso aquí estaba él, usando su toque para aligerar la cólera de ella... como siempre.

Asqueado de sí mismo, le ofreció su cuello y sucumbió a la muerte de un cobarde cuando ella lo tomó.
¿Pero qué más podía hacer? Era follar o ser golpeado. Aunque para ser sinceros, él ya no podía decir cuál de las dos cosas era más dolorosa para él. Una dejaba cicatrices en su cuerpo.
La otra cicatrices en su alma.




















14 de Septiembre, 9528 A.C.

Nicholas se sentó en la baranda de su balcón, bebiendo. Estaba desconcertado por como Artemisa había logrado hacerle sentir tan sucio y como a pesar de que los días pasaban se sentía cada vez más como lo que su tío le había hecho sentir.
—¿Hermano?
Él inclinó su cabeza hacia atrás para ver a Demi aproximándose.
—¿Sí?
—Siento molestarte, pero estoy demasiado dolorida por el bebé. ¿Podrías por favor hacer esa cosa que me haces para que me sienta mejor?
Él bufó ante las palabras que podrían tan fácilmente ser malinterpretadas. Gracias a los dioses su padre no lo había oído.
—Eso se llama masaje.
—¿Puedes hacerlo?
—Claro. —Como en todo lo demás, él había sido bien instruido sobre cada músculo del cuerpo humano y le habían adiestrado en cómo relajarles y complacer. Deslizándose de la baranda, hizo que ella se sentara en el suelo y se reclinase hacia adelante de modo que él pudiera aliviar la tensión en su espalda.
—Mmm —exhaló ella—. Esto es la cosa más mágica que haces.
En realidad no. Él estaba sencillamente contento por poder usarlo en alguien que no se iba a  dar media vuelta y comenzar a follarle por esto.
—Estás realmente tensa.
—No puedo conseguir estar cómoda. Me duele por todas partes.
—Entonces sólo respira. Te quitaré los nudos y te sentirás mucho mejor. —Él descendió hasta el punto de presión y clavó su uña.
Demi soltó un gemido satisfecho.
—¿Cómo puedes hacer esto?
—Muchísima práctica. —Y muchísimas palizas cada vez que  lo había hecho mal.
—Te juro que deberíamos hacer tus manos en bronce.
La mayoría de las personas se sentían de esa manera, pero por muchos otros motivos.
Ella le echó un vistazo por encima del hombro.
—¿Piensas quedarte escondido hasta que te vuelva a crecer el pelo?
Nicholas hizo una pausa cuando el dolor le atravesó ante el recordatorio. El único momento en que él tenía pelo era siempre que Artemisa aparecía, aún cuando ésta era la causante de esto ella odiaba la visión de él así. En el momento en que lo abandonaba, su pelo volvía a su estado real.
—No tengo ninguna razón para marcharme. Y punto.
—Pensé que disfrutabas yendo a los juegos. A pesar de eso no has estado en mucho tiempo.
Ni siquiera estos podían aliviar el dolor que él sentía dentro. La traición. En todo caso, ver los juegos lo volvía aún más sombrío.
—Prefiero quedarme solo en mi cuarto, Demi.
Ella abrió su boca para hablar, pero sus palabras murieron ocultas por un grito agudo de dolor.
—¿Demi?
—Es el bebé... ¡ya viene!
El corazón de Nicholas palpitó con fuerza mientras se alzaba para ponerse de pie, luego la recogió en sus brazos. La llevó al cuarto de ella antes salir a localizar a sus criadas para que pudieran llamar a las comadronas y a su padre.
—Nicholas —le llamó cuando él comenzaba a retirarse—. Por favor, no me abandones. Estoy asustada. Sé que puedes hacer que mi dolor sea menor. Por favor...
—Padre me golpeará si me quedo.
Ella gritó cuando otra contracción la agarró.
Incapaz de dejarla así, él fue hasta la cama y comenzó a masajearla otra vez.
—Respira, Demi —dijo en tono tranquilo, aplicando una presión en sentido contrario al lugar donde estaba tensa.
—¿Qué es esto?
Él se encogió ante el gruñido en la voz de su padre.  Demi se giró para mirarlo.
—Padre, por favor. Nicholas puede aliviarme el dolor.
Su padre lo apartó de un empujón.
 —¡Sal de aquí!
Nicholas no dijo nada mientras obedecía. Él se cruzó con Styxx y una fila de senadores en el corredor que entraban para atestiguar la culminación de la unión entre su hermana y Apolo. Varios de ellos se burlaron de él e hicieron comentarios en voz baja. Un par incluso le hicieron proposiciones.

Les ignoró y continuó hacia su cuarto. Luego cerró con llave las puertas para asegurarse que nadie lo siguiera dentro.
Deseando haber podido ayudar a su hermana, se sentó en su cuarto y escuchó sus chillidos, sollozos y gritos que continuaron durante horas. Dioses, si esto era un parto era un milagro que alguna mujer lo soportara.
¿Por qué lo hacían?
¿Y aun habiendo soportado algo tan horrorosamente doloroso, cómo podría una madre rechazar al mismo niño por el que había luchado tan arduamente, y por el que había sufrido tanto tiempo, hasta parirle?
Se esforzó en recordar el rostro de su madre. Todo lo que realmente podía recordar era la mirada de odio en sus ojos azules. «Eres repulsivo».  Cada vez que se había acercado a ella lo había abofeteado apartándole.
Pero no todas las madres eran de esa manera. Él las había visto en el mercado y en las gradas durante los juegos. Las madres abrazaban a sus niños con amor,  como con la que él se había tropezado en el templo de Artemisa. Su bebé había significado todo para ella.
Nicholas se pasó el dorso de sus dedos contra su propia mejilla. Cerrando los ojos, fingió que esta era la suave caricia de una madre, que una mujer lo estaba tocando tan dulcemente. Entonces se burló de su propia est/upidez. ¿Quién necesitaba ternura? 

Todo lo que tenía que hacer era pasar cerca de cualquier ser humano y  tendría todas las caricias que quisiera.
Pero ellos nunca amaban y nunca venían sin condiciones y un precio.
—¡Es un chico! —El grito de su padre fue amortiguado por las paredes y seguido de un grito enorme que resonó.
Nicholas sonrió, feliz por su hermana. Ella le había dado a Apolo un hijo. A diferencia de su madre, ella sería honrada por su labor.

Las horas pasaron  mientras esperaba  hasta asegurarse de que todos la habían dejado.
Nicholas se dirigió a su cuarto, pero fue bloqueado por los guardias de fuera.
—Nos dijeron que te mantuviéramos alejado. De ninguna manera tienes permitido ver a la princesa.
Cuán est/úpido por su parte pensar de otra manera. Sin una palabra, Nicholas regresó a su cuarto. Sin nada más que hacer,  se acostó.
—¿Nicholas?
Él se despertó de golpe ante la llamada susurrada. Abriendo los ojos, se encontró a Demi de rodillas a su lado.
—¿Qué haces aquí?
—Oí que ellos no te dejaban entrar, así que esperé hasta que fui libre de venir a ti. —Ella sostenía un pequeño bulto para que él lo inspeccionara. —Te presento a mi hijo, Apollodorus.

Una sonrisa curvó los labios de él cuando vio a la diminuta criatura. Él tenía un abundante pelo negro y ojos profundamente azules.
—Es hermoso.
Demi le devolvió la sonrisa antes de que le pusiera al bebé en sus manos.
—No puedo, Demi. Podría hacerle daño.
—No vas a hacerle daño, Nicholas. —Ella le mostró como sostenerle la cabeza.
Asombrado, Nicholas no podía creer el amor que él sintió dentro de si se hiciera aún más grande.
Demi sonrió.
 —Le gustas. Él ha estado quejándose toda la noche con las niñeras y conmigo, pero mira que tranquilo está contigo.
Era cierto. El bebé dio un minúsculo suspiro y luego se durmió. Nicholas se rió cuando le examinó los dedos diminutos que ni siquiera parecían reales.
—¿Tú estás bien?
—Dolorida y muy cansada. Pero no podía dormirme hasta verte. Te quiero, Nicholas.
—Yo también te quiero. —A regañadientes, le ofreció a Apollodorus—. Mejor te vas antes de que te pillen. Padre se pondría sumamente enfadado con ambos.
Asintiendo, ella tomó al bebé y se marchó.

No obstante el olor del bebé se quedó con él, como lo hizo la imagen de la inocencia. Era difícil de creer que él hubiera sido tan pequeño alguna vez y aún más difícil de creer que hubiera sobrevivido dada la animosidad que su familia albergaba hacia él.
Mientras intentaba volver a dormirse se preguntó lo que sería tener una mujer que sostuviera a un niño suyo con tal amor y orgullo. Imaginar la cara de una mujer tan alegre porque había dado a luz una parte de él...
Pero nunca pasaría. Los galenos de su tío se habían encargado de eso. Su pe/ne se sacudió ante el recuerdo de  su cirugía.
Es para mejor.
Tan imperfecto como era para el resto del mundo que lo aborrecía, no podía imaginarse nada peor que ver a su niño despreciarlo. Hacer que su propio niño le negara.
Por supuesto, si él tuviera uno, jamás le daría motivo para odiarlo. Él lo abrazaría y lo amaría pasara lo que pasara.
Duérmete, Nicholas. Simplemente olvídate de todo.
Cerrando los ojos, soltó un aliento cansado y trató de dormir otra vez.



—¿Qué haces?
Él abrió los ojos para encontrarse a Artemisa en su cama, a su lado.
 —Intentaba dormir.
—Ah... ¿Te has enterado de lo de nuestro sobrino?
—lo hice. Demi acaba de estar aquí con él.
Ella arrugó la cara.
—¿No encuentras a los bebés sucios y repugnantes?
—No. Pensé que era hermoso.
—¿Y quién no? —se burló ella­—. Yo pienso que son malolientes y quejicas. Nunca están contentos. Siempre exigiendo. ¡Puaf!, no puedo imaginar pasar por todo eso para tener algo tan asqueroso pegado a mí.

Nicholas puso los ojos en blanco cuando imaginó todas las pobres criaturas que fueron dadas a Artemisa. Obviamente ella dedicó a su cuidado a alguien mucho más maternal.
—Creo que los griegos deberían haberse enterado de esto sobre ti antes de que te declararan  diosa del parto.
—Bueno, eso es porque ayudé a mi madre a dar a luz a Apolo. Eso fue diferente. —Ella estiró la mano hacia abajo para ahuecarle suavemente en su mano—. ¿Qué tengo aquí?
—Si no lo sabes ya, Artie, ninguna cantidad de explicación va a ayudarte.
Ella se rió desde lo profundo de su garganta mientras su po/lla se endurecía aún más.
 —Yo esperaba encontrarte todavía despierto.
Nicholas no hizo ningún comentario cuando ella bajó su cabeza para tomarlo en su boca. Él miró hacia arriba, al techo, mientras ella le pasaba la lengua. Probablemente sería más agradable si él no tuviera que asegurarse de mantenerse bajo control. Pero sabía que no debía correrse con ella de ese modo. A ella le gustaba su sabor, pero no le gustaba cuando él se liberaba en cualquier sitio que no fuera en su interior.

Incluso entonces ella sólo lo toleraba.
Él se sacudió cuando ésta lo pellizcó lo bastante fuerte como para hacerle daño. Ella curvó sus dedos en el pelo alrededor de su po/lla. Suspirando, Nicholas lamentaba no poder volver al principio de su relación. De vuelta a cuando esto había significado entonces mucho más que solamente chupársela.

Ella le dio una lamida larga antes de retirarse. Él esperaba que regresara a sus labios. En cambio ella hundió los dientes en la parte superior de su muslo a apenas cinco centímetros de su saco.
Chillando de dolor, tuvo que contenerse para no apartarla y hacerse incluso más daño.
El dolor rápidamente pasó a ser una onda de placer extremo. Pero ella no le permitió correrse todavía.
 —Te quiero profundamente dentro de mí, Nicholas.
Haciéndola rodar sobre su estómago, él apoyó las caderas de ella en alto sobre las almohadas y complació su petición. Agarró las caderas en sus manos y se sepultó profundamente en su interior. Empujó contra ella hasta que ésta tuvo los suficientes orgasmos como para pedirle que parara. Poniéndose boca arriba, ella se rió satisfecha.
Artemisa suspiró saciada hasta que se dio cuenta de que él aún estaba duro.
—¿Por qué no terminaste?
Nicholas se encogió de hombros.
—Lo hiciste tú.
—Pero tú no.
—Viviré.
Ella soltó un sonido de disgusto.
—¿Nicholas? ¿Qué te pasa últimamente?
Nicholas apretó los dientes, sabiendo que era mejor no contestar a su pregunta. Ella no quería oír nada a parte de lo maravillosa que era.
—No quiero pelear, Artemisa. ¿Qué importa? Tú quedaste satisfecha, ¿no?
—Sí.
—Entonces todo está bien en el mundo.
Ella se apoyó sobre uno de sus brazos alzándose para mirarle fijamente mientras él descansaba a su lado.
 —Realmente no te entiendo.
—En realidad no soy complicado. —Todo lo que él pedía eran las dos cosas que ella no podía darle.
Amor y respeto.
Ella arrastró una uña larga alrededor del cuello de él.
—¿Dónde está mi anillo, el que te di?
Nicholas se estremeció ante el recuerdo de ser obligado a tragarlo.
 —Se perdió.
—¿Cómo pudiste ser tan insensible?
¿Insensible, él? Al menos  no la había arrojado su regalo a la cara y luego la había golpeado por ello.
—¿Dónde están las perlas que te di?
El rostro de ella se volvió rojo.
 —Bien. Te conseguiré otro.
—No lo hagas. No necesito ninguno.
Sus ojos se oscurecieron furiosamente.
—¿Estás rechazando mi regalo?
Como si él fuera a aceptar alguna vez otro regalo así de ella. Ya había tenido suficiente maltrato.
 —No rechazo nada. Sólo que no quiero arriesgarme a avergonzarte. Considerando todo que ha pasado, realmente no creo que sea juicioso que yo tenga algo que es tan claramente suyo.
—Ese es un buen argumento. —Le sonrió—. Tú me eres leal de siempre, ¿verdad?
—Sí.
Ella le besó la mejilla.
—Haría mejor en irme ahora. Buenas noches.
Después de que ella se fue, Nicholas rodó sobre su  espalda. Cerrando los ojos, permitió que sus pensamientos vagaran. En su mente él imaginó a una mujer con ojos amables. Una que agarrara su mano en público, que estuviera orgullosa de estar con él.
Imaginó como podría oler su pelo, como sus ojos se iluminarían cada vez ella le mirara. Las sonrisas que compartirían. Entonces la imaginó besándole un sendero hacia abajo por su cuerpo, la imaginó alzando sus ojos hacia él mientras ella descendía por él.
Con su respiración irregular, se empujó contra su mano, fingiendo que era ella la que le hacía  el amor.
Te amo, Nicholas... —Podía oír su voz tan dulce y serena... sobre todo, sería sincera.
Él jadeó cuando el semen caliente cubrió su mano y se filtró entre sus dedos y no dentro de una mujer que lo amaba.
Estremeciéndose y sólo parcialmente saciado, abrió los ojos a la brutal realidad  de su vida.
Él estaba solo.
Y ninguna mujer, mortal o cualquier otra cosa, lo reclamaría gustosamente jamás.

23 de Octubre,9528 A.C.

Nicholas rodó en la cama tratando de dormir. Apollodorus estaba gritando tan alto que hacía eco en todo el camino hasta su habitación. El bebé lloró durante horas.
Se suponía que no debía acercarse al niño, sin embargo, no podía soportar el sonido de tanta ira e infelicidad. Incapaz de tolerarlo un minuto más, salió de la cama y se vistió.
Silenciosamente, caminó por el pasillo hasta la habitación de Demi, asegurándose que nadie lo viera. Abrió un poco la puerta para ver a Demi y su niñera en el salón cambiando al bebé que había entre ellas.
—¿Por qué está haciendo esto? —preguntó Demi con un tono que sonaba como si estuviera a punto de llorar.
—No lo sé, Alteza. A veces lo bebés lloran sin ninguna razón.
Demi acarició la cabeza al bebé que la niñera estaba meciendo en sus brazos.
—Por favor, hijo, ten piedad de tu madre y descansa. No puedo resistir mucho más.
Nicholas entró en la habitación.
—Yo lo co/geré.
La cara de la niñera palideció mientras se giraba.
—Está bien, Delia. Deja que Nicholas vea si puede calmarlo.
La niñera pareció dudar, pero al final obedeció.
Nicholas tomó a su sobrino y lo metió en la curva de su codo.
—Hola, pequeño. Tú no vas a molestarme a mí, ¿no es verdad?
Apollodorus suspiró profundamente como si fuera a soltar otro gemido, entonces abrió los ojos. Miró fijamente a Nicholas por varios segundos antes que gorgojeara con calma y luego se cerraron para dormir.
Eso es un milagro —exclamó la niñera—. ¿Qué es lo que hizo?
Nicholas se encogió mientras colocaba a Apollodorus sobre su hombro.
Ryssa sonrió.
—Eso es. Te nombro su niñero.
Nicholas rió ante la idea de él siendo niñero de alguien.
—Ve a la cama, hermana. Te ves exhausta.
Asintiendo agradecidamente, se marchó. La niñera extendió las manos hacia el bebé.
Nicholas lo entregó, pero en el momento es que Apollodorus dejó sus brazos, el bebé se despertó y gritó otra vez.
Ryssa saltó.
—Por el amor de los dioses, deja que Nicholas sostenga al niño. No podré soportar otra hora de esto.
La niñera obedeció inmediatamente.
Otra vez acunado contra Nicholas, Apollodorus se durmió.
—¿Dónde lo puedo poner? —preguntó Nicholas.
Demi se detuvo.
—Mejor no arriesgarse con el cuarto de los niños. Padre o Styxx podrían entrar ahí. —Miró a la niñera—. Ve al cuarto de los niños y cúbrenos por si alguien preguntara por él.
—Sí, Su Alteza —se inclinó y salió.
Demi acarició su brazo con gratitud.
—Despiértame cuando esté listo para alimentarse. Mientras tanto, debo dormir.
Nicholas la besó suavemente en la mejilla.
—Descansa. Volveremos cuando él lo necesite. —La observó subir a la cama antes de llevar a su sobrino a su habitación.
—Bueno, al parecer seremos sólo los dos, pequeño. ¿Qué dices si nos desnudamos, emborrachamos y vamos a buscar algunas mozas?
Y el bebé, en realidad, le sonrió como si lo entendiera.
Nicholas asintió.
—Así que eso es, ¿no? Apenas un mes de edad y ya eres un lascivo. Eres hijo de tu padre.
Sentándose en la cama, apoyó su espalda contra la cabecera y levantó las rodillas así podía acostar a Apollodorus contra sus piernas y acunarlo. Nicholas le hizo cosquillas en la barriga haciéndolo reír y patear su estómago.

El diminuto bebé lo asombraba. Nunca había estado alrededor de uno antes. Apollodorus tomó su dedo en la pequeña mano y lo dirigió a la boca para así chupar el nudillo de Nicholas. La sensación de las encías sin dientes fue tan extraña, sin embargo, esto pacificó al bebé aún más.
¿Cómo podía alguien odiar algo tan puramente inocente? ¿Algo indefenso?
Los pensamientos dieron vueltas alrededor de su mente mientras pensaba en sus padres y trataba de entenderlos. Podía comprender un poco el odio de su padre ahora. No es que Nicholas fuera a salir de su camino sólo para complacer al hombre.
Pero cuando niño…
¿Cuántas veces fue abofeteado por el simple hecho de mirar a alguien? ¿Cuántas veces había Estes atado sus manos a la espalda y reprenderlo con furia por hacer una simple pregunta?
Pero peor que sus recuerdos eran los temores de que alguien pudiera lastimar a este bebé de tal manera.
—Mataré a cualquiera que quiera lastimarte así, Apollodorus. Te lo prometo, nadie te hará llorar alguna vez.

El bebé bostezó y sonrió antes de cerrar sus ojos. Aún sosteniendo el dedo de Nicholas mientras dormía. Una calidez se propagó a través de Nicholas. No había juicios o ira en ese bebé. Él lo aceptaba sin ninguna malicia.
Sonriendo, posó al bebé sobre la cama para que durmiera más confortablemente y lo cubrió con una manta.
Nicholas yació por horas, viéndolo dormir en perfecto reposo. Él mismo, exhausto al fin, se adormeció.



3 comentarios:

  1. O por dios :') hace mucho no subias y no sabes como extrañe capitulos, solo espero que no le hagan nada a nicholas por estar con el bebé :( Le estoy empezando a cojer fastidio a artemiza, algo dentro de mi me dice que ella lo lastimara feo :s Por favorrrrr no la demores tantooo siiii?

    ResponderEliminar
  2. Stay strong nicholas... jajjajjaj no me puede resistir lo siento LOL

    ResponderEliminar
  3. Tengo un nudo en la garganta, a veces quiero que Nick muera para que no sufra mas y asi el estupido de Stixxs tambien muera

    ResponderEliminar