—Perdóname, akra. No estoy en posición de hacerte peticiones.
Ella curvó el labio.
—Oh, deja ya ese tono lloriqueante. Odio cuando haces eso. Sólo márchate.
Fue inmediatamente lanzado de regreso a su habitación. Echó un vistazo alrededor del simple mobiliario y las oscuras sombras.
—Estoy tan enfermo de todo esto…
Desesperado porque pasara algo cogió la capa y salió del palacio, a la ciudad. No paró hasta que llegó a casa de Merus y Eleni. La luz del hogar parpadeaba tras las persianas cerradas y se los imaginó a los dos dentro, riendo y bromeando.
Una familia.
Conocía la palabra, pero la verdad es que no comprendía el significado. No sabía cómo sería ser recibido en el hogar. Saber que ahí fuera había una persona que moriría por él.
Aquí nunca encontrarás esa sensación.
Nicholas recorrió con la vista la calle vacía y recordó el día en que su padre le había echado de la casa de Estes. Había vagado durante meses intentando encontrar un sitio donde descansar. Había intentado encontrar trabajo. Todos se negaron a dárselo. Al menos para cualquier otra cosa que no fuera prostituirse.
Eres tan guapo... Démosle un buen uso a ese cuerpo...
Se estremeció ante los amargos recuerdos que le obsesionaban.
Quiero salir de aquí.
E intentó buscar una salida. Fue de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo y en todas partes era lo mismo. No tenía a dónde ir ni a nadie que le quisiera por más tiempo del que se necesitaba para follarle. La única razón por la que había vuelto había sido el recuerdo de su hermana y el verano en que se sintió como una persona y no como un objeto.
Con el estómago revuelto levantó la vista hasta el palacio sobre la colina que brillaba como una estrella mágica.
Y aún, aquellas voces talantes le susurraban.
Ven con nosotros, Apostolos. Ven a casa...
Nicholas se rió con amargura.
—¿Para qué? ¿Para que podáis jod/erme como todos los demás?
No tenía sitio donde ir. No había liberación para su tormento. La única razón que tenía para seguir viviendo eran las dos únicas personas que no le juzgaban.
Demi y Apollodorus. Que los dioses se apiadaran de él si los perdía. Nunca sería capaz de seguir viviendo si ellos abandonaban este mundo sin él.
18 de Febrero, 9527 A.C.
—No sé que hay entre tú y ese niño, pero eres la niñera más asombrosa que he visto.
Nicholas se rió ante el comentario de Demi cuando cogió a Apollodorus de entre sus brazos. Ninguno de los dos podía entender por qué la presencia de Nicholas calmaba a su sobrino, pero no se podía negar que cada vez que Apollodorus estaba inquieto se calmaba inmediatamente ante la presencia de Nicholas. De hecho, Demi había empezado a dejarle el niño cada noche para poder dormir.
—Sabes que puedes dejarle conmigo siempre que quieras. Creo que nos llevamos bien porque los dos funcionamos al mismo nivel. —Nicholas alborotó el pelo de su sobrino.
Sonriendo, Demi arropó con la manta a Apollodorus.
—Gracias a los dioses que te tengo. No sé qué haría sin que me ayudaras con él.
Un instante después, las puertas de la habitación de Nicholas se abrieron de golpe. Seis guardias irrumpieron en la habitación y le sujetaron contra el suelo.
—¿Qué es esto? —Preguntó Demi.
No contestaron. Nicholas luchó contra ellos pero, al final, le engrilletaron mientras el niño lloraba protestando.
—¡No ha hecho nada! —Gritó Demi mientras les seguía fuera de la habitación bajando al vestíbulo.
No pararon hasta llegar a la sala del trono y le pusieron de rodillas a la fuerza ante su padre y Styxx que estaban sentados muy engreídos en sus tronos mientras le miraban con desdén.
Nicholas les miró con los ojos llenos de odio.
—¿Por qué estoy aquí?
Su padre bajó del trono rugiendo de ira.
—Tú no me preguntas a mí, traidor.
Nicholas, aturdido, no pudo ni siquiera parpadear durante todo un minuto.
—¡Padre! —Dijo Demi con brusquedad—, ¿Has perdido el juicio?
Su respuesta fue cruzarle la cara a Nicholas.
—¿Dónde estabas anoche?
Nicholas jadeó del dolor que explotó en la mejilla y en el ojo. Había estado con Artemisa, pero eso no se atrevía a decírselo a su padre.
—Estuve en mi habitación.
Su padre le abofeteó otra vez.
—Mentiroso. Tengo testigos que te vieron en un burdel planeando mi muerte.
Asombrado, no pudo ni siquiera responder. Todo lo que podía hacer era mirar a Styxx y la temerosa luz en los ojos del príncipe le dijeron exactamente quién había estado en el burdel.
—No he hecho tal cosa.
Su padre le pegó de nuevo antes de volverse hacia los guardias.
—Torturadle hasta que decida decirnos la verdad.
Nicholas gritó su inocencia mientras luchaba con los guardias que le sujetaban.
—¡No, padre! —Demi se lanzó hacia delante.
El rey se volvió hacia ella con un gruñido animal.
—No vas a salvarle esta vez. Ha cometido traición y no voy a permitir que eso quede sin respuesta.
Con el aliento entrecortado, Nicholas, sujeto por los guardias, encontró y sostuvo la mirada de Styxx. ¿Cómo podía su hermano planear la muerte de un hombre que besaba por donde él pisaba? Habría matado por tener sólo una mínima parte del amor que Styxx desdeñaba.
Pero no había necesidad de pedir clemencia. Su padre ya había tomado una decisión. Sólo Nicholas, el bastardo, podía ser el traidor. Styxx nunca. La única persona que podía exonerarle era Artemisa. Y ella moriría antes de admitir abiertamente que había estado con él en su templo la noche antes.
Nicholas fue arrastrado fuera de la sala del trono y llevado a los calabozos de la parte de abajo.
Aunque luchó con los guardias cada peldaño del camino no fue suficiente para evitar que le quitaran la ropa del cuerpo y le encadenaran en el bloque de interrogatorios. La piedra de granito le heló hasta los huesos. Había manchas de sangre en la piedra y sin duda su propia sangre se mezclaría pronto con la de los que habían sido torturados y muertos antes que él.
Cerrando los ojos, Nicholas intentó pensar en algo, cualquier cosa que le protegiera de lo que estaba por venir. Pero cuando el interrogador se acercó, supo que no había nada que pudiera hacer.
Nada iba a salvarlo de esto.
—El rey quiere los nombres de todos los que estuvieron contigo.
Nicholas se estremeció de dolor ante lo que vendría cuando dijera la verdad.
—No he estado con nadie.
Pasó un látigo de acero al rojo por el pecho de Nicholas.
Nicholas gritó al darse cuenta de lo imposible que iba a ser todo esto.
Demi estaba aterrorizada cuando volvió a su habitación y cogió a su hijo que lloraba de los brazos de la niñera. ¿Qué iba a hacer?
Al contrario que su padre, sabía quién era el verdadero traidor. Si los testigos habían visto a alguien alto, rubio y que se parecía a Nicholas, ese era Styxx. Nicholas no tenía nada que ganar matando al rey como no fuera la venganza y no era esa clase de persona.
Sin mencionar que a Nicholas nunca se le veía descubierto en público y especialmente no en un burdel. Si hubiera sido así, aún estaría allí, sacudiéndose de encima a la gente.
—¿Qué has hecho, Styxx? —Susurró a través del nudo que tenía en la garganta.
¿Por qué conspiraría contra su propio padre? Entonces lo supo, la historia de la humanidad estaba escrita por hijos que querían más y estaban dispuestos a hacer cualquier cosa para conseguirlo. Aún así, había pensado que Styxx estaba por encima de tales maquinaciones. ¿Quién había envenenado su mente?
—Tengo que encontrar a Artemisa. —No había nadie más que pudiera ayudarla a salvar a Nicholas.
Demi se dirigió a su puerta para salir pero antes de que hubiera dado tres pasos las puertas se abrieron en entraron los mismos guardias que habían arrestado a Nicholas.
—Vuestra alteza, hemos de llevaros para que os interroguen.
Se le heló el corazón ante esas palabras.
—¿Interrogarme? No puede ser.
Pero sí que lo era. Rodeándola la llevaron al cuarto de guerra de su padre, donde la esperaba junto con Styxx.
Se dirigió a ambos la más fría de las miradas que pudo esbozar.
—¿Qué es todo esto, Padre?
Nunca había parecido tan viejo como en estos momentos. Sus hermosos rasgos estaban tensos con la tristeza.
—¿Por qué me traicionarías, Hija?
—Nunca he hecho nada para traicionarte, Padre. Nunca.
Él movió la cabeza.
—Tengo un testigo que ha llegado ante mí y ha dicho que estabas con Nicholas anoche.
Le lanzó una mirada asesina a Styxx.
—Entonces están mintiendo como mintieron con respecto a Nicholas. Yo estaba con Apolo anoche. Convócale y compruébalo.
La cara de Styxx se puso blanca.
Así que también había pensado deshacerse de ella. No podía creer la est/upidez de su padre en lo que a Styxx concernía.
El alivio se extendió por el ceño de su padre.
—Me alegra que se hayan equivocado, gatita —posó la mano gentilmente en su cara—. El sólo pensamiento de mi amada hija traicionándome...
¿Y su amado hijo?
Miró más allá de su padre y vio a Styxx con los ojos clavados al suelo.
—Nicholas es inocente.
—No, niña. Esta vez no. Tengo demasiados testigos que le vieron allí.
¿Cómo podía hacerle ver la verdad?
—Nicholas nunca estaría en un burdel.
—Por supuesto que sí. Trabaja en uno. ¿Dónde más podría ir?
A cualquier sitio menos ahí. Nicholas odiaba cada minuto que pasa en aquellos sitios.
—Por favor, Padre. Ya le has hecho bastante. Déjale en paz.
Él negó con la cabeza.
—Hay un nido de víboras a mi alrededor y hasta que no descubra los nombres de cada uno con los que habló no cejaré.
Las lágrimas llenaron sus ojos al darse cuenta de la pesadilla por la que iban a hacer pasar a Nicholas. Otra vez.
—Los sacerdotes dicen que Hades reserva un lugar especial en el Tártaro para los traidores. Estoy segura de que el nombre real de tu traidor ya ha sido grabado allí mientras hablamos.
Styxx se negó a mirarla.
Así que volvió a mirar a su padre.
—Todos estos años, Nicholas sólo ha buscado tu amor, Padre. Un momento en que le miraras con otra cosa que no fuera odio ardiendo en tus ojos. Nada más que una palabra amable y cada vez le has negado y le has hecho daño. Has destrozado al hijo que sólo quería amarte. Libérale antes de que le hagas un daño irreparable, te lo ruego.
—Me ha traicionado por última vez.
—¿Traicionado? —Preguntó, profundamente herida por su razonamiento—. Padre, no puedes creer algo así. Lo único que pretende es estar fuera de tu vista. Que no te des cuenta que está cerca. Se encoge cada vez que se pronuncia tu nombre. Si dejaras de ser tan ciego durante un minuto, verías que nunca se mezcla con la gente y que nunca te ha traicionado.
—¡Era una pu/ta! —Rugió.
—Era un chico que tenía que comer, Padre. Su propia familia le repudió. Le traicionaron los que debían haberle protegido de cualquier mal. Yo estaba allí cuando nació y recuerdo cómo todos vosotros le volvisteis la espalda. ¿Lo recuerdas? ¿Recuerdas siquiera cuando le rompiste el brazo? Tenía sólo dos años y casi no sabía hablar. Se acercó para abrazarte y tú le empujaste tan fuerte que le rompiste el brazo como si fuera una ramita. Cuando gritó le abofeteaste y te alejases.
—Y por eso, ha planeado tu asesinato, Padre. —Styxx intervino por fin—. No dejes que una mujer te aleje de lo que debe hacerse. Las mujeres son nuestra mayor debilidad. No acosan con nuestras culpas y nuestro amor por ellas. ¿Cuántas veces no me lo has dicho? No puedes escucharlas. Piensan con el corazón y nosotros con el cerebro.
La cara de su padre se volvió de piedra.
—No dejaré que se salga con la suya esta vez.
Las lágrimas corrieron libremente por su cara ante la ceguera de su padre.
—¿Esta vez? ¿Cuándo has dejado que Nicholas se saliera con la suya?
Se sacudió las lágrimas de los ojos e intentó hacerle razonar.
—Guárdate de la víbora en tu armario. ¿No es otra de las cosas que dices siempre, Padre? —Le lanzó una significativa mirada a Styxx—. La ambición y los celos están en el corazón de todos los traidores. La única ambición de Nicholas es permanecer fuera de tu vista y si estuviera celoso, no sería de ti. Pero sé de otro cuya vida mejoría inmensamente si tu no estuvieras.
Su padre la abofeteó.
—¿Cómo osas implicar a tu hermano?
—Ya te lo dije, Padre. Me odia. No me sorprendería si también se hubiera acostado con la pu/ta.
Demi se quitó la sangre de los labios.
—La única persona de esta familia que sé que se acuesta con pu/tas eres tú, Styxx. Me pregunto si Nicholas fue supuestamente visto en tu burdel favorito... —Con estas palabras salió de la habitación hacia la calle.
—¡Dejadnos!
Nicholas apenas reconoció el sonido de la voz de su padre a través del pulsante y atroz dolor. Ninguna parte de su cuerpo había sido respetada o dejada sin violar. Le dolía incluso parpadear.
Una vez que el cuarto estuvo vacío, su padre se aproximó donde yacía en el bloque de piedra.
Para su completo desconcierto, su padre le acercó un cazo con agua para que bebiera.
Nicholas se encogió de dolor esperando que el rey le hiriera con el cazo. No lo hizo. En realidad, su padre le levantó la cabeza y le ayudó a beber. Salvo por el hecho de que podría matar a Styxx, pensó que podría estar envenenada.
—¿Dónde estuviste anoche?
Nicholas sintió que una lágrima solitaria se deslizaba por el borde del ojo al escuchar la pregunta que le habían hecho una y otra y otra vez. Lo salado de la lágrima escoció en la herida abierta de su mejilla cuando cogió aliento de forma entrecortada y agónica.
—Dime qué quieres que diga, akri. Dime qué es lo que evitará que sigan haciéndome daño.
Su padre estrelló el cazo contra la piedra al lado de la cara de Nicholas.
—Quiero los nombres de los hombres con los que estuviste.
No sabía los nombres de los senadores. Raramente le decían su nombre después de haberle follado.
Nicholas sacudió la cabeza.
—No estuve con nadie.
Su padre enterró la mano en su pelo y le forzó a mirarle.
—Dime la verdad, maldita sea.
Perdido en el dolor, Nicholas luchó por inventar una mentira que su padre pudiera creer pero, al igual que con el interrogador, volvió a la simple verdad.
—No he hecho nada. No estuve allí.
—Entonces, ¿Dónde estuviste? ¿Tienes algún testigo de tus andanzas?
Sí, pero ella nunca se presentaría. Si en vez de él fuera Styxx... Pero no, Artemisa nunca apoyaría a una despreciable pu/ta como él.
—Sólo tengo mi palabra.
Su padre rugió de ira. Se acercó pero antes de que pudiera alcanzarle, se quedó congelado.
Nicholas contuvo el aliento mientras intentaba comprender qué estaba pasando. Un instante después Artemisa apareció a su lado.
Asombrado, no pudo hacer otra cosa que mirarla.
—Tu hermana me dijo de lo que te acusaban. No te preocupes, tu padre no recordará nada de esto. Y tú hermano tampoco.
Nicholas tragó mientras trataba de entender lo que le estaba diciendo.
—¿Me estás protegiendo?
Ella asintió. Un instante después, estaba de vuelta en su habitación y curado. Nicholas yacía de espaldas en su cama, más agradecido de lo que las palabras podían expresar. Pero aún así, no se mitigaba el dolor que había soportado. Ni tampoco ocultaba el hecho de que Styxx estaba planeando destronar a su propio padre.
¿Qué iba a hacer?
Artemisa se materializó a su lado. Su expresión era triste al retirarse el pelo de la cara.
—¿Demi nos recordará? —Le preguntó.
—No. De ahora en adelante ni siquiera recordará que tú y yo nos conocemos. Quizás debería haberlo hecho antes. Pero parecía que podía tener la boca cerrada. Ahora no tendré que preocuparme por eso.
Era lo mejor.
Miró a Artemisa asombrado por lo que había hecho. No, no le había apoyado, pero le había salvado. Era un gran paso adelante desde la última vez que le había dejado a merced de sus “atenciones”.
—Gracias por venir a por mí.
Ella posó la mano en su mejilla.
—Me gustaría poder llevarte lejos de aquí.
Era la persona que podía hacerlo. Pero su miedo era demasiado grande. Quizás tenía razón. ¿Qué bien le haría echarse a perder por él?
No lo merecía.
Nicholas la besó en los labios aunque interiormente seguía helado. No tenía dónde ir y estaba cansado de estar aquí donde la gente le odiaba.
Styxx…
En un abrir y cerrar de ojos la respuesta más clara vino a él. ¿Por qué no había pensado antes en ello?
Alejándose de Artemisa, le sostuvo la mano.
—Deberías irte antes de que alguien irrumpa aquí dentro.
—Te veré mañana.
—No si podía evitarlo.
—Hasta mañana.
Nicholas observó como ella se desvanecía y al segundo de haberse ido, inmediatamente hizo planes para lo que estaba por venir.
Su padre se negaría a dejarle morir tanto tiempo como su vida estuviera atada a la de Styxx y Styxx estaba planeando la muerte de su padre.
La respuesta era simple. Si él mataba a Styxx, su padre estaría a salvo y él sería libre.
Paz. Finalmente tendría paz.
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