miércoles, 15 de mayo de 2013

Archeron - Cap: 26


27 de Octubre, 9528 A.C.

Nicholas se recostaba en la cama con la cima de la nariz picándole tanto que realmente hacía caso omiso al resto de su dolor. Vendería su alma si sólo pudiera rascarse. Un brillante destello a su izquierda llamó su atención.
Era Artemisa. Vestida de blanco, estaba tan hermosa como siempre y la odiaba por ello.
Su estómago se encogió ante la rabia que finalmente ella le recordaba.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Estaba aburrida.
Bufó ante su petulancia y al hecho de que viniese a él ahora.
—Me temo que no podré entretenerte más. Ya no seré capaz de ello.
Ella tiró de la sábana y curvó el labio al ver lo que le habían hecho a su pe/ne.
—¡Ew! ¿Qué te hicieron?
Él cerró los ojos cuando lo bañó la humillación.
—Me castraron, ¿recuerdas? Incluso fui lo bastante est/úpido para pedirte ayuda.
—Oh, eso. —Ella chasqueó los dedos.
Nicholas jadeó cuando su pe/ne fue atravesado incluso por más dolor. Dolía tanto que le quitó la respiración y trajo lágrimas a sus ojos.
—¿Ves? Ya estás mejor.
Con la respiración entrecortada, todavía estaba en llamas.
—Ya no tienes el cabello largo.
¿Eso era todo lo que le importaba? ¿Qué no tuviera el cabello largo? Era una buena cosa que no pudiera moverse, de otro modo quizás se habría ido a sobre cuello por ese comentario.
—¿Por qué estás encadenado?
Si ella hacía una pregunta *beep* más, realmente iba a estrangularla.
—Para evitar que me suicide.
—¿Por qué harías eso?
Nicholas apretó los dientes. ¿Qué bien haría explicárselo? A ella no podría importarle menos. Menos aún le había importado cuando había rogado que lo hiciera por él. Excepto por el hecho de que se aburriría y quizás realmente lo intentara y encontrara otro hombre al que saltarle encima. Los dioses prohibirían que la po/lla de otro hombre realmente la satisficiera.
—Pareció una buena idea en aquel momento. Actualmente ya no tanto.
Ella le miró con enfado.
—Tendré que conseguir que te suelten, lo juro, causas más problemas de lo que vales. Espera aquí.
¿Acaso tenía elección?
—No te preocupes —gritó después de que ella se desvaneciera— No puedo levantarme ni para mear.
Y la nariz todavía le picaba.
No pasó mucho antes de que su padre entrara en la habitación mirándolo con disgusto. ¿Aquello era nuevo?


Como siempre, el rey se veía pulcramente arreglado. Su pelo rubio estaba perfectamente peinado y sus túnicas blancas brillaban a la luz del sol.
Nicholas se encontró con su ceño impávidamente.
—¿Puedo ayudaros?
Los ojos azules de su padre se iluminaron con furia.
—¿Qué más hay que hacer para enseñarte tu lugar?
¿Su lugar? Ese debería ser como el heredero de su padre. Debería ser el de un reverenciado príncipe.
En vez de eso, estaba tendido y encadenado a una cama, su desnudez sólo cubierta por la ensangrentada sábana que Artemisa había vuelto a ponerle encima de modo que no tuviera que ver la obra del carnicero. Estaba mugriento por la falta de aseo y no dudaba que su pelo estaría tan harapiento como su barba.
Nicholas apartó la mirada.
—Conozco mi lugar.
Su padre pateó la cama. Así que Artemisa había conseguido liberarle.
—Las criadas están enfermas de limpiar tu suciedad, no es que las culpe. Por esa razón, vas a ser liberado. Pero si haces algo est/úpido, juro por todos los dioses que te encadenaré a la pared en una mazmorra y te dejaré allí para que te pudras.
Él ya le había hecho eso.
—No os preocupéis, Padre. Permaneceré fuera de vuestro camino.
—Mejor que sea así. —Indicó a los guardias tras de él que quitaran los grilletes.
Finalmente, Nicholas pudo rascarse la nariz otra vez. Apenas había acabado de hacerlo antes de que Styxx entrara en la habitación y le tirara una prenda azul pálido.

Nicholas frunció el ceño hasta que se dio cuenta que era uno de las togas de Demi.
Styxx se rió.
—Pensé que quizás querías algo acorde a tu nuevo tú.
Su mirada se volvió roja de rabia.
Antes de que pudiera pensarlo, Nicholas salió de la cama. Tiró a Styxx contra el suelo y le golpeó la cabeza contra la piedra, queriendo partirla igual que un melón. Consiguió propinarle seis buenos sólidos golpes hasta que los guardias lo sacaron del estómago de Styxx.

Nicholas se encontró luchando con ellos con todo lo que tenía, pero le sostuvieron los brazos a la espalda de modo que no había mucho que pudiera hacer excepto maldecirlos. Gracias, Artemisa, por retirar tu regalo.
Styxx se levantó del suelo con una furiosa maldición propia. Agarró la espada de su padre y habría matado a Nicholas si su padre no lo hubiera detenido.
—Llevadlo fuera y golpeadle —bramó su padre.
—¡No!
Nicholas levantó la mirada para ver a Demi en el corredor.
La expresión de su padre era de una completa incredulidad.
—¿Qué has dicho?
Ella cruzó los brazos sobre el pecho y se mantuvo fuerte y decidida en el dentro de las puertas abiertas.
—Ya me habéis oído, Padre. Dije no.
La cara del rey enrojeció de furia.
—Tú no me dices lo que hacer, mujer.
—Tenéis razón —dijo ella calmadamente—. No puedo daros órdenes. No tengo poder sobre vos, pero como la amante de Apolo, tengo algo que decir en lo que a él se refiere y a quien él perdona, especialmente con respeto a mi propia familia… —Miró de manera significativa a Nicholas y volvió de nuevo a él—. Estoy harta de que se abuse de Nicholas. Nunca más.
El rey indicó hacia Styxx.
Él miró a Nicholas y asintió.
—Ha sangrado más de lo que le corresponde.
Styxx está sangrando.
Su mirada fue a la toga en el suelo.
—Y por su crueldad yo diría que recibió una ligera sentencia.
Styxx la fulminó con la mirada.
—Un día, Demi, seré tu rey. Harás bien en recordar eso.
Ella encontró su enfado levemente divertido.
—Y yo soy la madre de un semidiós. Harías bien en recordar eso, hermano.
Styxx la empujó cuando salió de la habitación. Su padre sacudió la cabeza.
—Mujeres —farfulló antes de irse dejándolos a solas.
Demi se inclinó y cogió la toga del suelo antes de apretarla igual que una pelota.
—Me disculparía por él, pero no hay excusa que valga —bufó ella—. Sólo desearía poder haber usado ese argumento tuyo de antes. Poco saben ellos que a Apolo no podría importarle menos lo que yo piense. Pero ese será nuestro secreto, ¿vale?
Nicholas se encogió de hombros cuando se apartó de la cama y tiró de la sábana rodeándose con ella para cubrir su desnudez de la mirada de su hermana.
—Sólo me quedaría atónito si Padre me mostrara otra cosa que desprecio.
Ella dejó escapar otro largo y triste suspiro.
—¿Debo conseguir una bandeja de comida para enviártela al baño?
Él negó con la cabeza.
—No tengo intención de ir allí otra vez.
—Tienes que bañarte.
No realmente. Quizás si olía lo bastante mal nadie lo molestaría ya. Pero no estaba dispuesto a discutir con su hermana.
—Deberías ir y descansar mientras Apollodorus no te necesite.

Ella le dio un gentil abrazo antes de marcharse.
Demi apenas había cerrado las puertas antes de que Artemisa saliera de las sombras.
Ella le sonrió.
—Di gracias, Artemisa.
—Sólo si puedo decirlo rechinando los dientes.
Se quedó boquiabierta como si no pudiera creer su enfado.
—¿No estás agradecido?
Nicholas levantó las manos a modo de rendición.
—No quiero pelear contigo, Artie. Honestamente. Sólo quiero lamerme las heridas durante un rato.
Se materializó a su espalda y tiró de él contra sí.
—Yo puedo lamerlas por ti. —Ella hundió su mano para cubrirlo.
Encogiéndose por sus caricias, Nicholas le apartó la mano del pe/ne.
—Dado que ha pasado menos de una semana desde que me cortaron los huevos, Artemisa, no estoy de humor.  
Ella hizo un sonido de disgusto.
—No seas tan bebé. Ahora estás intacto. Celebrémoslo dándoles uso. —Le sopló ella al oído.
Nicholas saltó alejándose. Naturalmente, ella lo siguió.

Sólo dale lo que quiere. De otro modo esto continuaría hasta el punto que se pusiera furiosa y probablemente lo atacara.  Preferiría que me arrancaran los ojos. Por supuesto, se regenerarían solos lo cual le hacía preguntarse si sus pelotas no habrían hecho lo mismo sin la ayuda de Artemisa.
Honestamente, no tenía sentido luchar en esto. No era como si no hubiera sido forzado a tener sexo con gente a la que detestaba antes. Todo un argumento que retrasaría lo inevitable y conseguiría que lo hirieran de nuevo.
Quizás también consigas librarte de ello lo más rápido posible.
Se volvió a mirarla.
—¿Dónde me quieres?
Las palabras apenas habían dejado sus labios antes de que se encontrara de espaldas, sobre su cama con ella desnuda encima de él.
—Te he extrañado, Nicholas.
Él hizo una mueca cuando ella hundió los dientes en su cuello y entonces hizo lo que siempre hacía. Le dio placer y no tomó nada para sí mismo.

Ella ni siquiera se dio cuenta, excepto para decir que le gustaba cuando no estaban tan sucios como cuando lo estaban siempre que él eyaculaba. Ahora se recostó sujetándola mientras ella ronroneaba de satisfacción.
Y Nicholas todavía estaba vacío por dentro.
Artemisa se sentó y se envolvió en una sábana.
—Mejor que regreses ahora. Hades está dando una fiesta en el templo de Zeus esta noche y tengo que hacer acto de presencia.
Él ni siquiera había tenido tiempo de abrir los labios antes de estar de regreso en su habitación a solas… Como un mueble desechado con el que estuvo para pasar el tiempo. Fue a lavar el tazón y vertió un poco de agua del cántaro para asearse y afeitarse, después se vistió.

Enfermo hasta el alma, consideró ir a los juegos, ¿Pero por qué preocuparse? Haría falta mucho más que eso para que lo hirieran interiormente. Y cuando miró alrededor de su prisión, su mirada cayó en el vino que Demi había comprado. 

Desafortunadamente no era lo bastante fuerte para llenar el vacío agujero que ardía.
Agarrando su bolsa de monedas y capa, dejó el palacio y fue a la calle donde todos los componedores estaban relegados. No le tomó mucho encontrar su viejo comerciante. Bajo y rellenito, el hombre era calvo con una boca llena de dientes podridos, y permanecía en la esquina en el exterior del peor burdel de la ciudad.
Euclid sonrió en el momento en que lo vio acercarse.
—Nicholas, ha pasado mucho tiempo.
—Lo mismo digo. ¿Tienes alguna Hierba de Morfeo?
Él se relamió con avidez.
—Por supuesto que sí. ¿Cuánto quieres?
—Todo lo que tengas.
Arqueó una ceja ante eso.
—¿Tienes suficientes monedas?
Nicholas le tendió su bolsa.
Impresionado, Euclid sacó un pequeño arco de madera del carro que para los no iniciados o ingenuos parecía contener sólo harapos. Le tendió a Nicholas el arco para que lo inspeccionara. Nicholas lo abrió y se llevó las hierbas a la nariz. La acre lavanda no era bastante para enmascarar la hierba que lo aliviaría.
Nicholas lo cerró.
—Gracias. Necesitaré la cuerda y las ollas para ello también.
Euclid se las tendió a cambio de más monedas.
—Tendré más la próxima semana. Cualquier cosa que necesites, házmelo saber y si no tienes monedas para ello, seguro que los dos podemos llegar a un acuerdo. —Arrastró un sucio dedo bajando por el lado de la cara de Nicholas.
No sabía por qué se ofendía. Después de todo, era una práctica común para las pu/tas el ofrecer sus cuerpos a cambio de mercancía, pero por alguna razón eso lo cortaba profundamente.
—Gracias, Euclid.
Bajando la capucha, continuó su camino a través de los oscuros callejones de regreso al palacio y su habitación.
Allí en la oscuridad, abrió el arco y mezcló las hierbas. Cuán extraño que recordara la cantidad exacta a usar.
“Inhálalo chico. Esto hará que todo sea mucho más placentero para ti.”

Sus intestinos se encogieron al oír la voz de Estes en su cabeza. La primera vez que se la había dado, su tío lo había sujetado en el suelo y lo había obligado a respirarlo. Después de eso, Nicholas había necesitado muy poca coacción. Su tío había tenido razón, esto lo hacía mucho más tolerable ya que apartada todo de su conciencia y pelea. Lo hacía un est/úpido suplicante a cualquier acto degradante que quisieran realizar con él.

Quemó las hierbas y sopló hasta conseguir carbonizar ligeramente la cantidad correcta para los vapores fueran suficientemente potentes. Cerrando los ojos, cogió la máscara de arcilla y la mantuvo en la nariz, entonces inhaló hasta que todo el dolor se detuvo.
Con la cabeza a la deriva, se derrumbó sobre la cama y se tendió de modo que podía ver el techo inclinándose y girando.
¿Apostolos? ¿Dónde estás?
—Hola, voces —suspiró él. Siempre se hacían más fuertes cuando estaba en lo alto.
Queremos que vengas a casa, Apostolos. Dinos dónde encontrarte.
Él miró alrededor de la habitación y suspiró.
—Estoy en una habitación oscura.
¿Dónde?
Nicholas se rió, entonces se enroscó sobre su estómago y gruñó ante la sensación de la áspera ropa contra su cuerpo. Dejó escapar una harapienta respiración cuando su pe/ne se endureció. Artemisa se había deshecho de él demasiado pronto. La droga lo estaba poniendo increíblemente caliente.

Como siempre, a ella no le importaba lo más mínimo lo que él hiciera. Cada vez que iba a su cama, ella arrugaba la nariz desagradablemente. Por lo que para él era más fácil sólo jod/erla y darse placer a si mismo después cuando estaba a solas.
Jadeó bruscamente cuando la sábana rozó sus pezones. El placer era intolerable. Pero se negaba a tocarse a sí mismo.

No quería liberación ni ningún tipo de placer. Sólo quería paz.
Más que eso, quería ser acariciado por alguien que diera una mie/rda por él. Y ciertamente ese no era él.

12 de Noviembre, 9528 A.C.


Nicholas estaba sentado en su balcón, dejando que los helados vientos lo enfriaran cuando se dio cuenta de que su hermana estaba en la ventana observándole. Él le hizo un gesto para que entrara.
Los dientes empezaron a castañearle inmediatamente.
—Aquí fuera hace frío.
—Para mí se siente bien. —Él realmente estaba sudando.
Demi entrecerró los ojos sospechosamente cuando se acercó a él.
—¿Qué has hecho?
—No he hecho nada. Absolutamente nada. —Apenas tenía fuerza para comer.
Ella sacudió con furia la cabeza.
—Has estado tomando esas drogas otra vez, ¿verdad?
Nicholas apartó la mirada.
Ella le agarró la cara y lo obligó a mirarla.
—¿Por qué harías tal cosa?
—No empieces conmigo, Demi.
—Nicholas, por favor —dijo con voz forzada mientras lo soltaba—, te estás matando a ti mismo.
Lo deseaba. Bajando la mirada, giró la muñeca para ver la perfecta e intachable piel. No había rastro de los cortes que había seccionado su piel y sus venas.
—No puedo suicidarme. Los dioses saben que lo he intentado. No hay vía de escape para mí así que aquí estoy sentado, esperando el momento oportuno hasta que los dioses acaben con mi vida, mientras intento quedarme al margen del camino de todo el mundo.
Ella le cepilló el cabello apartándoselo de los ojos.
—Te ves terrible. ¿Cuándo fue la última vez que te bañaste?
Él la hizo a un lado, enfadado por la pregunta.
—La última vez que me bañé, fui acusado de violación y castrado. No te ofendas, prefiero oler.
Ella sacudió la cabeza.
—¿Cuándo fue la última vez que comiste?
—No lo sé. —Se rascó las barbudas mejillas—, ¿Cuál es la diferencia? No es como si Padre vaya a dejarme pasar hambre hasta morir. Comeré cuando tenga que hacerlo. Cuando ellos me obliguen.
Lo siguiente que supo, es que Demi lo alcanzó y le agarró la oreja y se la pellizcó con fuerza.
—Vas a comer ahora mismo.
—¡Ey! —Chasqueó Nicholas, pero ella se negaba a dejarlo ir. Con un determinado agarre, lo sacó de la baranda y lo obligó a seguirla a la habitación. Era bastante más pequeña que él, que era casi el doble de su tamaño y tuvo que luchar para mantener sus frenéticos pasos—. Sabes que soy más grande que tú —le recordó él.
—Sí, pero yo soy más mezquina y loca. —Soltó su mano de un tirón, dándole un último aguijonazo a su lóbulo.
Frunciendo el ceño, se frotó la oreja.
Ella indicó su tocador donde había un plato con fruta, pan y queso esperando.
—Siéntate y come. ¡Ahora!
—Sí, Su Majestad.
Cuando Nicholas se estiró por un trozo de queso, captó su reflejo. Los ojos hundidos, teñidos de rojo miraban fijamente a un hombre desaliñado. La barba esta andrajosa, el pelo corto desgreñado. Se veía más como un anciano que como un joven.
Estaba bien, se sentía tan viejo como parecía. Apartando la mirada, se llevó el queso a la boca mientras Demi le servía una copa de vino.
Le dejó para caminar a la puerta que conducía al cuarto de la doncella.
—¿Nera? ¿Podrías prepararme un baño en mi habitación? Y encuéntrame una navaja de afeitar.
Nicholas no habló mientras comía. Honestamente, estaba hambriento. Las doncellas no le habían traído comida y no se atrevía a ir a buscarla por sí mismo dada la manera en que su padre había reaccionado la última vez que lo encontró cerca de la cocina y el comedor.

Cuando Demi regresó, estaba sosteniendo a Apollodorus. El bebé sonrió al momento en que vio a Nicholas y se estiró hacia él.
Incapaz de negarse, Nicholas lo cogió en sus brazos.
—Saludos, sobrino. ¿Cómo has estado?
Él gorjeó en respuesta.
Nicholas levantó la mirada hacia Demi quien sostenía paños para un pañal.
—Ha crecido desde la última vez que lo vi.
—Sí, lo ha hecho.
Nicholas observó el escaso pelo del bebé.
—También te estás quedando calvo.
Demi se rió repentinamente.
—Tú hiciste lo mismo. Todo el pelo negro se te cayó y entonces se te volvió rubio.
Apollodorus se estiró y le tiró de la barba.
Nicholas le tendió el bebé a Demi.
—Estoy demasiado sucio para sostenerle.
—A él no le importa. Sólo está encantado de ver a su tío otra vez. Te ha extrañado.
Él también lo había extrañado.
Nicholas abrazó al bebé más aún mientras mirada a su hermana.
—Esto es injusto, Demi. Sabes lo que me ocurrirá si padre siquiera me encuentra aquí. Y si me ve cerca de Apollodorus…
Ella colocó una mano sobre su hombro.
—Lo sé, Nicholas.
La puerta se abrió para dejar entrar a las sirvientas que traían una enorme tina de agua caliente. Demi cogió al bebé mientras Nicholas comía más.

Una vez el baño estuvo listo, lo dejó solo.
Con más entusiasmo del que quería, Nicholas se hundió en la humeante agua caliente y suspiró. Había pasado mucho tiempo desde que se había dado un baño y casi había olvidado cómo se sentía. Incluso así, no le importaba el riesgo.
—Te quiero, Demi —susurró.
Era la única que realmente se preocupaba por él. Artemisa lo quería como amante, pero era una diosa y el suyo era un amor egoísta… muy parecido al de Estes. Por tanto tiempo como él la complaciera, ella sería amable. Le concedía que ella daba más de lo que Estes había dado jamás, pero todavía tenía límites sobre lo que hacía.
Lo que más lastimaba de Artemisa eran los recuerdos de cómo habían sido en el comienzo. Anhelaba esa inocencia en su pasado. Aquel sentimiento de que él había significado algo para ella…

Intentando no pensar en ello, se estiró por la navaja que finalmente rasuró sus barbudas mejillas. Una vez terminó, se arrastró fuera de la tina y alcanzó sus ropas limpias.
Después de vestirse, llamó a la puerta de la doncella.
—He terminado. Gracias.
Demi se unió entonces a él antes de cerrar la puerta de modo que la doncella no pudiera oírles.
—Por favor, no tomes más drogas, Nicholas. No me gusta lo que te hacen —la preocupación en sus pálidos ojos azules lo escaldaron.
—Las dejaré.
—¿Lo prometes?
Él asintió.
—Pero sólo por ti.
Ella le sonrió.
—Te ves mucho mejor. Siempre que quieras darte un baño, ven aquí y haré que te preparen uno. —Se alzó sobre las puntas de los pies para abrazarle.
Nicholas la apretó, retirándose después. Había permanecido allí ya demasiado tiempo. Ambos sabían era demasiado riesgo para él estar en sus aposentos mientras el resto de la casa estaba despierta.
Entrando a su habitación otra vez, se quedó mirando el arco de Raíz de Morfeo que estaba sobre la mesa.
Tíralo.

No, no podía. Enfermaría otra vez si lo dejaba de golpe. Su existencia era lo bastante miserable sin eso. Haría lo que le había prometido a Demi. Se limpiaría de eso.
—¿Nicholas?
Se tensó ante la voz de Artemisa. ¿Cómo sabía el preciso momento para venir a verle?
Bien mirado, era una diosa.
—Buenos días, Artie.
Apareció tras de él y le pasó un brazo alrededor de la cintura.
—Mmm, hueles bien.
Era por el baño mezclado con las drogas.
—Acabo de bañarme.
Retrocediendo, frunció el ceño ante él.
—Te ves extraño. ¿Estás enfermo?
—No.
—Entonces ven. Estoy de humor para bailar.
¿Acaso tenía elección? Pero no estaba de humor para desafiarla. Estaba aprendiendo a evitar las palizas y disfrutaba de ello.
Artemisa lo llevó a su templo. Nicholas se animó brevemente cuando vio lo que ella había hecho. Había velos por todo el lugar mientras la música tocaba muy bajo. Se había ordenado un pequeño banquete.
La miró con el ceño fruncido.
—¿Qué es esto?
Ella le ofreció una tierna sonrisa.
—Ha pasado algún tiempo desde que estuvimos juntos. Quería que esta fuese una noche especial. ¿Te gusta?
Estaba demasiado sorprendido para pensar.
—¿Hiciste esto por mí?
—Bueno, la verdad es que no organizaría una velada romántica para mi hermano o una de mis koris —fue a la mesa y levantó una cajita—. E hice que Hefesto hiciera esto para ti.
Nicholas estaba completamente atónito mientras se quedaba mirando la caja y lo que eso significaba. Aquello estaba tan lejos de su carácter que por un momento se preguntó si alguien le habría golpeado en la cabeza.
—¿Tienes un regalo para mí?
—Bueno, quería algo para reemplazar el anillo. No puedes llevártelo contigo, pero puedes dejarlo aquí y usarlo cuando me visites.
Con curiosidad, abrió la caja para encontrar un par de brazaletes de oro.
Artemisa le apretó el antebrazo.
—Es para tus muñecas siempre que cacemos. Nunca dices nada, pero sé que la cuerda del arco te araña la muñeca cuando disparas. Te protegerán la piel y se asegurarán de que las flechas vuelen siempre en la dirección correcta.
Era un pensamiento tan increíble y le recordaba lo fácil que había sido darle su corazón. ¿Por qué no sería siempre de esta manera?
—Gracias, Artie.
—¿Te hace feliz?
Ella era casi infantil en su esfuerzo por complacerle. Nicholas le retiró el pelo de la cara de modo que pudiera besarle la mejilla.
—Me hace más que feliz.
—Bien. Has estado tan triste últimamente y no me gusta cuando estás triste.
¿Entonces por qué hacía cosas que lo molestaban? No lo entendía, pero ella ahora lo estaba intentando. No iba a echarle el pasado en cara.
Le tendió la mano.
—¿Bailamos?
Sonriendo, tomó su mano y le permitió hacerla girar. Su risa llenó sus oídos.

Nicholas deseó sentir desesperadamente su alegría. Pero no había nada en él excepto un fugaz sentimiento de alivio de que ella no lo tirara al suelo y saltase sobre él. Por supuesto todavía estaba atontado por los restos de la raíz de Morfeo que había tomado hacía un par de horas. Esta era la parte donde su cuerpo estaba calmado y podía funcionar sin estar caliente o mareado.
Artemisa apoyó la cabeza contra su pecho y suspiró mientras se balanceaban al compás de la música.
Los dioses sabían cuánto deseaba volver a hacerle el amor. Pero estaba asustado por desearlo. Cada vez que bajaba la guardia, ella le hacía daño. Si al menos reconociera ante el mundo que eran amigos. O le permitiera saber que realmente significaba algo para ella.
Tragó saliva deseando que ella reconociera su amistad.
—¿Artie?
—¿Sí?
—¿Pasarías conmigo todo el día de mañana?
Ella sonrió con cara de felicidad.
—Puedo reco/gerte por la mañana.
—Aquí no. En Didymos.
Se alejó de él.
—No sé, Nicholas. Alguien podría vernos.
Siempre acababan igual.
—Puedes tomar otra forma. No tienes que parecer tú.
Ella dejó escapar un suspiro frustrado.
—¿Por qué es tan importante para ti? ¿Por qué no quedarte aquí conmigo?
No lo digas...
 Pero no pudo evitarlo. Las drogas no le dejaban sujetar la lengua.
—Aquí no me siento humano.
Ella frunció el ceño.
—¿Qué?
Nicholas se alejó de ella indeciso. Parte de él no quería decirle la verdad, pero la otra estaba enfermo de ocultárselo.
—Estar aquí hace que me sienta como una mascota. Es como vivir en la casa de mi tío enla Atlántida. Nose me permite dejar tu dormitorio a menos que estés conmigo. No puedo salir a fuera sin tú permiso. Es degradante.
—¿Degradante? —Lo miró con los ojos entrecerrados—. Estás en el templo de una diosa del Olimpo. ¿Cómo en nombre de Zeus puedes sentirte degradado por eso?
Tú. Pu/ta. Dado su tono, las palabras eran intercambiables. Se le clavaron igual que un cuchillo atravesándole el corazón

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5 comentarios:

  1. siguela esta buena, quiero que ya aparezca miley :)

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  3. sigueee siguee ojala el papa de nick muera, la autora es una sadica con este libro lo dejaron casto x.x

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  4. hahahah si ves perra, no soy la unica que opina que la autora (tres mil veces puta) es una sadica, y nos hace sufir

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  5. Pobre nick D: Quiero que aparezca mileyyy! Amo esta adaptación con mi alma♥

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