viernes, 3 de mayo de 2013

Archeron - Cap: 17


—No lo creo. No dejaré que nadie te lastime, Nicholas. Soy toda la protección que necesitas.
—¿Qué tal si te aburres de mí?
Ahuecó su mejilla en su mano.
—¿Cómo podría alguna vez aburrirme de ti?
Nicholas le ofreció una sonrisa que no llegó a sus ojos.
—Realmente desearía que me enseñaras.
Su insistencia hizo estallar su temperamento.
—Ya te he dicho que no —le espetó.
Nicholas se detuvo ante la hostilidad de su tono. Conocía la ira y de dónde se derivaba.
—¿Quién te golpeó?
Artemisa levantó su arco.
—Creo que hay un venado por este camino.
—Artie… —la cogió para detenerla—. Conozco el sonido en tu voz. Lo he tenido demasiado en la mía como para no reconocer lo que significa. ¿Quién te lastimó?
Vaciló por tanto tiempo que dudó que le contestara, pero cuando lo hizo su tono era tan bajo que apenas pudo escucharla.
—Otros dioses.
Le impactó la confesión.
—¿Por qué?
—¿Por qué se golpea a alguien? —Sus ojos estaban furiosos de nuevo—. Hace que se sientan más poderosos. No dejaré que me golpees. Jamás.
—Nunca lo haría —dijo, con la voz llena de convicción—. No podría hacer a otro más de lo que me han hecho a mí para cortar mi corazón. Sólo deseo protegerme.
—Y ya te lo dije. Te protegeré.
Acarició su brazo antes de dejar caer la mano y dar un paso atrás.
—Entonces deberé confiar en ti, Artie. Pero quiero que sepas que no confío fácilmente. Por favor no seas como todos los demás y rompas tu palabra. Detesto que me mientan.
Lo besó suavemente en la mejilla.
—Vamos a cazar.
Nicholas asintió antes de tomar una nueva flecha y aplacar a la única amigar real que había tenido. Ella no lo eludía y él no trataba de ocultarse. Lo que lo atemorizaba, sin embargo, eran los sentimientos que lo embargaban cuando no estaba cerca.
Estaba enamorado de una diosa y sabía lo est/úpido que era. Dejando de lado de todas las cosas que podía ser, nunca había sido un tonto.
Hasta ahora.
Lo hacía sentir completo. Feliz. Y no quería que esa sensación se fuera.
Apartando lejos ese pensamiento, tomó aire ante la presa. Mientras suspiraba, ella corrió hacia él y le hizo cosquillas. La flecha voló fuera de su marca, clavándose en un árbol perturbando a una ardilla que de verdad le arrojó una nuez.
Nicholas se rió antes de estrechar su mirada en ella. Arrojó su arco a un lado y la acechó.
—Has arruinado mi tiro perfecto. Vas a pagar por ello.
Artemisa soltó su arco antes de escaparse.
Corrió tras ella mientras trataba de desaparecer entre los árboles. Su risa lo divirtió haciéndolo reír más. La atrapó por la derecha cuando alcanzaba el riachuelo.
Envolviéndola con sus brazos en su cintura, la balanceó alrededor.
Artemisa no pudo respirar cuando el peso de él la impactó. La visión de su sonrisa, la luz en esos mágicos ojos…
La hizo querer gritar de éxtasis.
La hizo girar mientras los pájaros cantaban una melodía especial para ellos. Estaba perdida en ese espacio y tiempo con él. Esto era lo que siempre había querido. Lo que siempre había necesitado.
A Nicholas no le importaban sus caprichos o su mal humor. Tampoco el estremecimiento de que se alimentara de él. La aceptaba como era y lo sobrellevaba a pesar de todo.
Quiso perderse en ese momento y con él para toda la eternidad.
—Hazme el amor, Nicholas.
Nicholas se congeló con sus palabras mientras su rostro palidecía.
—¿Qué? —La dejó de nuevo en el suelo.
Apartó el hermoso cabello de su cara.
—Quiero conocerte como una mujer. Quiero sentirte dentro de mí.
La soltó y dio un paso atrás, su expresión era reservada.
—No lo creo.
—¿Por qué no?
Tragó y vio el miedo en esos plateados ojos.
—No quiero que nada cambie entre nosotros. Me gustar ser tu amigo, Artie.
—Pero ya me has tocado en lugares como nadie ha hecho. ¿Por qué no querrías estar dentro de mí?
—Eres virgen.
—Sólo un pequeño tecnicismo. Por favor, Nicholas. Quiero compartirme contigo.
Nicholas miró lejos mientras las emociones ardían en su interior. Lo que le ofrecía era inimaginable. Sin embargo, había tenido numerosas princesas y nobles que habían llegado a él para que preparara sus cuerpos con gentileza para la cópula con otros hombres.

Parthenopaeus… el que perfora la doncellez. Así era como Estes y Catera habían ofrecido sus servicios a sus clientes femeninas. La repu/tación de Nicholas por su suavidad había sido legendaria. El hecho de que estuviera extremadamente bien dotado y aún así fuera cuidadoso no lo había dañado tampoco.
Ahora una diosa se le ofrecía. Cualquier otro hombre saltaría ante la oportunidad. Para lo que importaba, cualquier otro hombre ya estaría desnudo.
Pero a diferencia del resto, entendía las complejidades físicas de la intimidad. Aún cuando habían pedido y pagado por ello, había mujeres que lloraban por la pérdida de su inocencia. Otras la maldecían y a ellas mismas. Algunas se tornaban violentas ante la pérdida. Y un pequeño puñado se regocijaba.
El problema era que no sabía de cuales era Artemisa.
—No quiero lastimarte.
Caminó hasta sus brazos.
—Por favor, Nicholas. Quiero sentirte dentro de mí cuando me alimente de ti.
—Realmente no creo que debas.
Sus ojos cayeron con furia sobre él.
—Bien. Vete entonces. Fuera de mi vista.
—Artie…
Era demasiado tarde. Estaba de vuelta en su habitación. Sólo.
—Lo siento —susurró, con la esperanza que lo escuchara.

Si lo oyó, no le dio ninguna pista de ello.
Debiste haberte acostado con ella. ¿Era realmente importante? Se había acostado con todos los demás. Pero los otros habían sido sólo cuerpos para que él los complaciera. Artemisa era diferente.
La amaba.
No, no era tan simple como eso. Lo que sentía por ella…. desafiaba al amor. La necesitaba de una forma que no creía posible y ahora la había enojado.
Con su corazón apesadumbrado, sólo esperaba encontrar una forma de reconquistarla y hacer que lo perdonara.

26 de Enero, 9528 A.C.

Habían pasado dos semanas desde la última vez que Nicholas había visto a Artemisa y cada día que pasaba, se desanimaba aún más. Ella se negaba a responder sus llamadas.
Ni siquiera se molestaba en ir a los juegos. Nada podía aliviar el dolor que había en su interior por querer estar con ella. Todo lo que quería era verla otra vez.

Echando la cabeza hacia atrás, engulló el último trago de vino de la botella de la que había estado bebiendo. Furioso y herido, la lanzó sobre la baranda para dejar que se estrellara contra las rocas de abajo. Alcanzó una nueva botella e intentó sacar el corcho. Estaba demasiado borracho para lograrlo.
—¿Nicholas?
Se quedó inmóvil ante el sonido de la única voz que había estado rogando oír.
—¿Artie? —Intentó ponerse en pie, pero en vez de eso cayó de culo al suelo. Alzando la mirada, la vio en las sombras de su habitación.
Ella dio un paso adelante con la cara pálida y contraída. El ojo izquierdo estaba hinchado y tenía una tenue marca rojiza con la huella de la mano de alguien.
La rabia oscureció su mirada.
—¡¿Quién te golpeó?!
Artemisa retrocedió, temerosa del hombre ante ella. Nunca había visto a Nicholas borracho, pero cada vez que había visto a Apolo en ese estado, él se volvía violento.
—Yo regresaré…
—No —jadeó él, la voz era un ronco suspiro—, Por favor no te vayas.
Él le tendió la mano.
Su primer instinto fue huir, tragó saliva y se recordó a sí misma que era una diosa. Él era un humano y no podía herirla de ninguna manera. Las piernas la temblaban ligeramente, se estiró lentamente y tomó su mano en las de ella.
Nicholas se la llevó a la mejilla y cerró los ojos como si estuviese contento de morir ahora, como si tocarla fuera el placer más grande que pudiera imaginar. Enterró la cara contra su piel e inhaló profundamente.
—Te he extrañado tanto…
Ella también le había extrañado. Todos los días se juraba que no iba a ir a verle, pero hoy…
Después del ataque de Apolo, necesitaba que la abrazara alguien que supiera que no iba a herirla.
—Tienes un aspecto horrible —dijo ella, frunciendo el ceño ante la gruesa y espesa barba que había crecido sobre la cara—. Y hueles mal.
Él se rió ante sus críticas.
—Es culpa tuya que me vea así.
—¿Y eso por qué?
—Pensé que te había perdido.
Esas angustiosas palabras la tocaron tan profundamente que trajeron lágrimas a los ojos. Cayendo de rodillas, sacudió la cabeza ante él.
Antes de que pudiera hablar, él le susurró al oído:
—Te amo, Artie.
La respiración se la quedó atascada en la garganta.
—¿Qué has dicho?
—Te amo. —Se inclinó contra ella y le pasó el brazo alrededor del cuello antes de desplomarse y desmayarse.
Artemisa se sentó allí, sosteniéndole mientras sus palabras resonaban hasta el fondo de su alma. Nicholas la amaba…
Bajó la mirada al rostro que todavía era increíblemente guapo a pesar del estado desarreglado. La amaba. Eso acabó por hacerla llorar de una manera en la que no había llorado desde que era una niña. Y odió el hecho de que él pudiera hacerla sentir así. Odió el hecho de que aquellas palabras significaran tanto para ella cuando no deberían significar nada en absoluto.
Pero la verdad era la verdad y no podía negarla.
—Yo también te amo —susurró sabiendo que nunca podría decírselo si estaba despierto. Eso le daría a él, un mortal, demasiado poder sobre ella.
Pero en ese momento, podía decirle la verdad que quería negar con cada parte de sí misma. ¿Cómo podía una diosa estar enamorada de un hombre? ¿Especialmente ella? Se suponía que era inmune a eso. Pero algo en este mortal había entrado en su alma.
Si tan sólo fuera un dios…
No lo era y no era posible que lo fuese. Era humano y no cualquier humano. Era un esclavo. Una pu/ta que había sido brutalmente usado por todos a su alrededor. Se habían burlado de él y se burlarían de ella por estar con él. Contrajo la cara ante la verdad. Había tenido bastantes problemas con su credibilidad en lo que concernía a otros dioses. Si se enteraran de esto, le quitarían sus poderes y la desterrarían al mundo humano.
No podía permitirlo.

Ni siquiera por Nicholas. Esto era más de lo que podía dar. Más de lo que podía soportar. Había visto cuán crueles eran los humanos los unos con los otros. Lo último que quería era estar desprotegida en ese mundo a merced de personas que no tenían corazón. Sólo tenía que ver lo que le habían hecho a Nicholas. Él ni siquiera podía caminar en público sin que alguien lo hiriese.
Imaginaba lo que la harían si descubrieran que había sido una diosa…
La destrozarían.

Sollozando, lo acercó a ella y se lo llevó de ese est/úpido y mezquino mundo.
En su propia cama, pasó la mano sobre él y lo aseó de modo que se viera igual al Nicholas que ella amaba. Su pelo estaba suave y limpio, sus mejillas tersas y suaves mientras yacía desnudo sobre el colchón de plumas. Cada músculo de su cuerpo estaba fuertemente esculpido.
Las líneas de su abdomen…
¿Cómo podía alguna mujer no amar un rostro y un cuerpo tan perfectos?
Queriendo estar tan cerca de él como fuese posible, se quitó la ropa y después se tendió en la cama a su lado. Hizo aparecer una sábana para cubrirlos mientras se acurrucaba cerca y escuchaba su respiración.

Mientras él dormía, ella pasó la mano sobre los músculos que cubrían su pecho. Su cuerpo era perfecto. Delgado y adecuadamente musculoso, parecía poderoso incluso estando inconsciente. El calor la recorrió mientras le acariciaba el pezón. Este se arrugó en respuesta ante el toque, haciéndola sonreír.
Y se preguntó si sabría como... Nicholas siempre la saboreaba, pero ella nunca se lo había hecho a él. Era tímida respecto a su cuerpo. Pero con él de esta manera, se envalentonó.
Hundiendo la cabeza, llevó la lengua sobre el pico tenso. Hmmm, él sabía realmente bien. Su piel era salada y olía completamente a Nicholas. La dolía el cuerpo, se movió despacio sobre su pecho, probando cada centímetro de este.

No fue hasta que alcanzó el estómago que ella se retiró. Él tenía todo el torso sin vello excepto por un pequeño tramo del pelo que iba desde su ombligo hacia abajo hasta la zona más espesa en el centro de su cuerpo. Ella sepultó la mano allí, permitiendo que el vello áspero pasara a través de los dedos. A diferencia de los pelos de su cabeza, éstos eran rizados y cuando pasó la mano por ellos, su pe/ne comenzó a endurecerse.
Artemisa lo tocó con cautela. Estaba fascinada con la parte de él que era tan diferente de su propio cuerpo. Al principio fue capaz de moverlo a voluntad, pero en poco tiempo estuvo tan duro y tieso que todo lo que pudo hacer fue bajar la mano por su longitud y hacer que el pe/ne danzara en respuesta a su toque.
Qué raro...

Igual de extraña era la humedad que goteaba de la punta. Echó un vistazo hacia arriba para asegurarse de que él todavía estaba inconsciente. Confiada, se mordió el labio, luego lentamente avanzó acercándose más. El corazón la golpeaba con temor y curiosidad, bajó la cabeza para probarlo.
Artemisa gimió profundamente en su garganta. No había nada atemorizante respecto a esto. En realidad, nada atemorizante respecto a Nicholas en lo más mínimo. Sonriendo, se retiró para ahuecarle en la mano.
Él seguía dormido, inconsciente del hecho de que lo estaba explorando.

Ella se incorporó subiendo por su cuerpo para besar aquellos labios que la habían perseguido estos últimos días en sus sueños. No podía soportarlo más…
—Despierta para mí, Nicholas.
Nicholas estaba aturdido mientras trataba de enfocar sus pensamientos. Pero todo lo que él podía ver era a Artemisa. Estaba inclinada sobre él con sus verdes ojos abrasándole con su calor.
—Me robas el aliento —susurró él.
Ella sonrió muy dulcemente antes de mordisquearle la barbilla con los dientes.
Él ya estaba duro y doliente debido a la exploración de ella. ¿Era esto un sueño? Tenía tal confusión mental que no lo podía asegurar. Había como una neblina sobre todo.
—Muéstrame tu amor —susurró ella en su oído.
Quería y con ella sobre él de esa manera no podía acordarse de sus objeciones para hacerlo. Giró la cara hacia la suya y la besó profundamente. Él nunca había querido hacer el amor con nadie antes, pero ahora mismo quería estar dentro de ella con una locura tan inesperada que lo desgarró y dejó sin fuerzas.

Con la cabeza dándole vueltas, rodó sobre ella y bajó la cabeza para excitar su seno derecho.
Artemisa jadeó ante la sensación de la lengua acariciándola. El estómago se contraía bruscamente con cada deliciosa lamida. Y para su asombro, de hecho se corrió por esto.
Jadeando, le agarró la cabeza y tembló mientras ola tras ola de placer barrían por ella. No había tenido ni idea de que él pudiera hacer esto.
Él gruñó inesperadamente, antes de comenzar a descender por su cuerpo. Apartó de un codazo sus muslos para contemplarla, con un hambre tan crudo que la provocó un escalofrío.
—Tócame, Nicholas. Muéstrame lo que puedes hacer.
Él la recorrió con un largo dedo, haciéndola estremecerse en respuesta. Un instante más tarde enterró la boca contra ella. Ella lanzó un grito cuando su lengua la atormentó. Era insoportablemente placentero.
Y ella quiso más.

Por primera vez, él deslizó un dedo dentro de ella mientras la saboreaba. La intrusión era sorprendente al tiempo que increíblemente placentera. Cuando él deslizó otro dedo dentro, ella se tensó.
—¿Qué haces?
Él encontró su mirada antes de asestarla otro exquisito lametazo.
—Procuro que tu cuerpo esté listo para mí de modo que no te haga daño cuando entre en ti. —Se retiró. —¿Has cambiado de opinión?
Ella sacudió la cabeza.
—Te deseo, Nicholas.
La besó a su manera, subiendo despacio por su cuerpo mientras seguía excitándola con la mano.
Artemisa se aferró a él mientras otro orgasmo se derramaba por ella. En el momento en que esto comenzó, Nicholas se deslizó profundamente dentro de su cuerpo. Se movió tan rápidamente y con tanta suavidad que en vez de hacerla daño, esto aumentó su orgasmo a un nivel cegador.

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