martes, 28 de mayo de 2013

Archeron - Cap: 42


—Puede sacarlos sin problema, pero los artefactos están confiscados y no hay nada que podamos hacer. Si vosotros chicos vais a bucear allí abajo de nuevo, van a ejecutaros.
—Estás bromeando.
—En realidad no. Las autoridades son extremadamente intransigentes sobre esto.
—Pero tenemos los permisos correctos.
Nick sostuvo el teléfono cerrado contra la barbilla.
—De acuerdo con ellos no y están a un paso de expedir una orden de arresto contra ti porque te llevaste parte de su herencia nacional fuera del país sin permiso.
—Lo que tengo no es griego, es atlante.
—El diario es griego y no son est/úpidos. Incluso si fuera atlante, lo reclamarían ya que salió del Egeo, lo cual es su territorio.

Miley hundió la cabeza entre las manos.
—No puedo creerlo. Iba a entregárselo una vez que tuviera una traducción. Siempre les doy lo que encontramos… sólo que no necesariamente tan pronto como lo encontramos.
—Bueno, Gus puede conseguir restarle importancia. Tus chicos estarán fuera de la cárcel dentro de poco y probablemente iría en tu mejor interés si devolvieras ese libro al gobierno antes de que reconsideren su decisión y expidan una orden para ti.
Le miró.
—Gracias por toda tu ayuda, Nick. De verdad. Gracias. No sé lo que habría hecho si no hubieras oído sobre esto y hubieras venido aquí.
—Diría que no hay problema pero realmente lo hay, así que no lo hagas otra vez. Pedir favores es algo que realmente trato de no hacer. Por lo general, me muerde el cu/lo de alguna manera.
Miley le dio una triste sonrisa, sabiendo que le había puesto en una mala posición.
—¿Me dirás que puedo hacer para compensártelo?
—Sólo mantente fuera de problemas.
—Es lo que planeo —le gruñó antes de apartarse del escritorio—. Está bien, basta de autocompasión, yo… —sus palabras fueron interrumpidas por su teléfono sonando—. Mantengo esa idea —descolgó el teléfono—. ¿Sí? No, no estoy en casa. Sí, por favor envía a la policía. Estoy en camino.
Nick frunció el ceño.
—¿Qué pasa?
—Es la compañía de la alarma. Hubo un robo de grado tres en mi casa —cogió las llaves y el bolso.
—Yo conduciré.
—¿Qué?
—Estás demasiado nerviosa para conducir y no necesitas ir sola a enfrentar ladrones. Iré contigo.
Miley le estaba tan agradecida en ese momento. Le tendió las llaves y le siguió mientras salía del edificio hacia el aparcamiento donde había dejado su Mustang.
—Qué día… —exhaló mientras se metía dentro—. No, me mie/rda de semana. Casi tengo miedo de levantarme mañana.
Nick encendió el motor.
—Lo sé, la primera vez que nos conocimos, Dios nos libre, tu equipo fue atacado. Ahora tú casa. ¿Dónde hay un martillo cuando lo necesitas?
Sonrió a pesar de sí misma.
—Todo estará bien —le aseguró.
Así lo esperaba. Pero en el fondo de su mente, se estaba diciendo que era una falsa alarma. Que no había nada malo en su casa.
Por favor no dejes que haya nada malo en mi casa. 

No podía soportar la idea de un extraño tocando sus cosas. De su vida siendo revuelta.
En el momento en que Nicholas aparcó delante, lo supo. La puerta frontal estaba abierta de par en par y no había señal de la policía. Comenzó a abrir la puerta del coche, pero Nick la detuvo.
—Espera a la policía.
—¿Por qué?
—No quieres contaminar la evidencia antes de que entren ahí.
Estaba en lo cierto, pero lo odiaba.
Pasaron otros quince minutos antes de que la policía llegara. Entraron primero y luego hicieron señas para dejarles saber que era seguro.
Miley sintió las lágrimas comenzando incluso antes de que entrara en la salita. Su casa entera había sido registrada.
—Oh, Dios mío… —su TOC estaba horrorizado por lo que habían hecho. Todo estaba fuera de lugar.
Los policías, un hombre y una mujer oficiales, la miraron con compasión.
—Necesitamos una lista de todo lo que falta.
Miley apenas entendió lo que estaban diciendo. Cubriéndose la boca con la mano, miró fijamente las fotografías de sus padres y su familia que habían sido tiradas al suelo. Los cajones habían sido abiertos y su contenido volcado en el suelo. No había visto tanto daño desde que había ayudado a amigos a limpiar después del Katrina.
—No creo que un ser humano pueda hacer esto a otro.
De repente, Nick estaba allí, sosteniéndola contra su pecho.
—Todo está bien, Soteria. Solo respira.
Se aferró a él, agradecida porque estuviera con ella. Agradecida porque la estuviera sosteniendo mientras su mundo entero se volvía del revés. Primero el ataque de Nikolas, luego su equipo arrestado y su material confiscado, ahora esto…
La oficial frunció el ceño mientras escudriñaba el daño.
—¿Soy yo o parece como si estuvieran buscando algo?
Miley se echó hacia atrás ante su pregunta.
—¿Qué quiere decir?
El oficial señaló los cajones en el suelo.
—En la mayoría de los robos, especialmente cuando tienes casas así de cerca y es de día, normalmente se llevan algunos artícu/los caros y 
huyen —dirigió el flNick hacia el televisor, aún sobre su lugar en la esquina frente a las altas ventanas—. 

Ni siquiera se llevaron su televisor.
La oficial asintió de acuerdo.
—Por no mencionar, que parece que la alarma fue activada al salir de aquí. Como si estuvieran intentando atraerla o algo.
Miley les frunció el ceño.
—¿Por qué querrían atraerme? No tiene ningún sentido.
—No, no lo tiene —dijo la oficial, apagando su linterna y devolviéndola a su cinturón—. A menos que estuvieran buscando algo.
La mujer le ofreció una sonrisa amable.
—Tenemos a la unidad de la policía científica viniendo para tomar huellas. En realidad, no hay nada más que podamos hacer. Haga una lista con cualquier cosa que falte, lo pondremos en su archivo y lo pasaremos por las casas de empeño locales. Aparte de eso, tendrá que presentar un informe a su compañía de seguros.
El oficial coincidió.
—Y podría querer hacer que su novio se quede con usted esta noche.
Una oleada de miedo la recorrió.
—¿Cree que volverán?
El oficial negó con la cabeza.
—No lo sabemos. Además la mayoría de las víctimas de robo tienen problemas para dormir durante una noche o dos tras la intrusión.

Miley se sentó en el brazo de su sofá mientras inspeccionaba la destrucción a su alrededor. Estaba agradecida por mantener sus preciosos artefactos con ella o guardados en una cámara de seguridad en el campus.
—No puedo creer esto —Nick le cogió la mano y no habló mientras la policía preguntaba sobre posibles sospechosos y su gente entraba para empolvar varias zonas y objetos buscando huellas.
No encontraron nada. Ni una sola mancha. O los ladrones habían usado guantes o eran mutantes.
Personalmente, votaba por los mutantes. Prefería pensar eso que tratar con el hecho de que una persona normal y corriente podía hacer algo así a otra.
Cuando finalmente la policía se fue, se giró hacia Nick.
—Estoy segura de que tienes algo mejor que hacer que hacerme de niñera.
—Cierto. No importa. Hay algunas cosas por las que no deberías pasar sola.
Había una ligera nota en su tono que la hizo pensar que había pasado solo por muchas de ellas.
Se detuvo a reco/ger las fotografías de sus padres antes de devolverlas a su mantel. No dijo por qué, pero por el modo en que las trató hizo que su corazón se apretara con ternura ante su consideración por ella.
—¿Tienes alguna familia, Nick?
Puso las fotografías de vuelta donde habían estado, como si recordara el lugar exacto de su visita anterior.
—Todos tenemos gente que amamos.
No se perdió el hecho de que evitaba responder a su pregunta. Sin mirarla, fue hacia los objetos que habían sido tirados de su mesita auxiliar.

Arrodillándose en el suelo, Nick frunció el ceño cuando recogió una caja de los recuerdos que tenía una pequeña roca negra dentro. En una minúscula placa de bronce en la parte de atrás se leía “PRIMERA EXCAVACIÓN DE SOTERIA.1985”
—¿Qué es esto?
Sus ojos se empañaron mientras se movía para co/gerlo de su mano.
—Es de la primera vez que mis padres me permitieron excavar con ellos. Estaba tan orgullosa cuando encontré esto. Pensé que había descubierto una rara punta de lanza. Mi padre no tuvo corazón para decirme que solo era una piedra. Así que lo enmarcaron para mí y lo pusieron en mi habitación junto a mi cama con una luz que solía brillar
sobre ella —sollozó mientras una lágrima escapaba de su control—. ¡Esos bastardos tocaron las pertenencias de mis padres!

Nick se puso en pie para sostenerla mientras lloraba. Se aferró a él como si su mundo entero se hubiera roto en pedazos. Él había aprendido a enterrar las lágrimas tan profundamente en su interior que no podía entender la pasión y el dolor que le suponía para llorar así. Todo lo que sabía era que las pocas veces en su vida en que había llorado de esa forma, la única cosa que había ansiado era consuelo. 
Y ni una sola vez había lo habido.
Así que le ofreció lo que nadie le había dado nunca. 

La dejo sollozar hasta que se agotó y la camisa sobre su pecho estuvo húmeda por las lágrimas.
Miley se echó hacia atrás, limpiando la húmeda mancha que había hecho.
—Lo siento tanto, Nick. No soy una persona emocional. No lo soy —se aclaró la garganta y le echó la mirada más decidida que hubiera visto nunca—. No voy a dejar me que hagan esto. Soy más fuerte.
—Todo el mundo llora alguna vez, Miley. Hay algunos dolores que corren demasiado profundamente como para que el más fuerte los acepte sin romperse. No pienso menos de ti por ello.
Rió nerviosamente.
—¿En realidad no eres el gilipo/llas que pensé que eras, verdad?
Le ofreció una sonrisa amable.
—En realidad, tengo momentos de gran gilipo/llez. Desafortunadamente, pareces haber sido testigo de uno de los más recientes.
Miley le dio unas palmaditas en el muscu/loso brazo en agradecimiento por su comprensión. A veces era tan fácil hablar con él. Sorbiendo las lágrimas, miró a su alrededor el desorden.
—Nunca conseguiré limpiar todo esto.
El teléfono de la casa sonó. Dejó a Nick en la salita mientras iba hacia la cocina para responder.
Nick volvió a reco/ger las fotografías mientras intentaba entender que había pasado aquí. Debería ser capaz de repetir la escena completa en su cabeza, pero cuando intentaba ver el futuro de Miley, estaba en blanco. Eso no era normal para él.
Era un dios del destino…
Echando una mirada por encima del hombro, la observó mientras volvía a su lado y recogía uno de los cajones que había sido tirado boca arriba cerca del sofá.
—Era mi amiga Pam. Se asustó cuando no contesté al móvil y llamó a casa. Ella y Kim van a venir y ayudarme a limpiar.
—Entonces, ¿quieres que me vaya?
Dudó.
—Sólo si quieres. Es realmente reconfortante tenerte aquí conmigo —apartó la mirada de él como si admitiera que eso la avergonzaba y colocó el cajón de vuelta en su lugar. Dio un paso atrás y se estremeció—. Qué raro.
—¿Qué?
—Tampoco robaron mi equipo estéreo —movió un jersey que había sido tirado sobre él por los ladrones para mostrarle su equipo de música blanco Bose.
Era algo extraño que un ladrón lo olvidara.
—Tal vez no lo vieron.
—Tal vez —lo colocó en la estantería, entonces lo encendió.
Nick frunció el ceño cuando los Bee Gees atronaron.
—¿Night Fever? —Se estremeció—. ¿Música disco?
—Chitón —le dijo, haciéndole señas antes de co/ger otro cajón—. Me consuela cuando me siento mal.
—¿Cómo demonios puede consolarte la música disco?

Cogió una fotografía de sus padres y la giró hacia él. Su madre, que se parecía mucho a Miley, llevaba un top de escote halter con el pelo castaño suelto mientras su padre llevaba una camiseta de poliéster amarilla con estampado de cachemira y un traje marrón con el pelo negro rizado y bigote. Estaban apoyados el uno en el otro frente a lo que parecía ser un club disco de Nueva York que Nick recordaba vagamente de los últimos años setenta.
Miley acarició la foto amorosamente.
—La mejor amiga de mi madre, Sheri, que es una importante fotógrafa aficionada, tomó ésta la noche que mis padres se conocieron por primera vez. Mi padre pensó que mi madre era la mujer más bella que había visto nunca. Así que tímidamente fue y le pidió bailar, esperando que le dijera que no. No lo hizo. Pensó que su tímida indecisión era tan dulce que le dijo que sí. Salieron a la pista de baile justo cuando la canción “Last Dance” de Donna Summer comenzaba a sonar. La versión extendida. Para cuando acabó, mi padre se puso de rodillas allí mismo en el club y se le declaró. Se casaron un año después y nunca más se separaron hasta el día en que mi madre murió.

Tragó con dificultad como si los recuerdos le fueran difíciles de tratar. Su labio inferior tembló mientras se balanceaba con la canción.
—Cuando era pequeña, mis padres solían sacar sus álbumes disco y bailábamos hasta que estábamos demasiado cansados para movernos. Oír música disco es como tenerlos conmigo de nuevo. Juro que cada vez que oigo la canción de Thelma Houston “Don’t Leave Me This Way”, oigo la voz de mi madre cantándome mientras me sostiene en sus brazos y bailamos alrededor de la habitación conmigo riéndome.

Envidió aquellos recuerdos de ser amada y apreciada. Deseó por su bien que sus padres estuvieran aquí para consolarla.
—¿Qué edad tenías cuando murieron?
—Tenía siete cuando murió mi madre y diez cuando murió mi padre. Nunca fue el mismo después de que ella nos dejara.
—No os dejó por su gusto.
—Lo sé —Miley colocó la foto en las estanterías en lo alto de una vieja y usada copia de “La Odisea” de Homero—. Es más fácil decir que nos dejó que decir que murió —le miró—. ¿Y tú? ¿Tienes algunos recuerdos como esos?
Intentó no pensar en eso.
—En realidad, no. Crecí sin mis padres.
—¿Murieron?
Se giró y se concentró en limpiar el desastre del suelo.
—Es más complicado que eso, por lo que no hablo de ello.

Miley frunció el ceño ante la frialdad de su voz que le hizo estar segura de que sólo lo estaba usando para protegerse.
—Lo siento, Nick. ¿Los conociste siquiera?
No contestó, pero pudo sentir su tristeza lo que la llevó a creer que en realidad no había sabido nada de ellos en absoluto.
Le observó mientras ordenaba el caos que los ladrones habían dejado. Había un aire del Viejo Mundo en él. En realidad, un alma vieja atrapada en un cuerpo joven. Más que eso, había algo tranquilizador. Como si estar con él la calmara en su interior de un modo en que nada más lo había hecho nunca. Era casi como estar en casa… No tenía ningún sentido, pero no había rechazo en lo que sentía cuando estaba a su alrededor.

De repente, hubo un golpe brusco en la puerta.
Se fue para encontrar a Pam y a Kim de pie fuera con dos cajas de pizza extra grande y un pack de doce cervezas. Ambas se parecían mucho de varias maneras. Pam era más alta y tenía el pelo teñido de rubio en las puntas por delante y teñido de negro por detrás. El pelo de Kim era del el mismo estilo pero los colores exactamente al contrario. De punta en blanco con su estilo gótico único, parecían encajar con Nick mucho más que Miley.
Pam señaló la calle tras ella con el pulgar.
—Eh, ¿hay un policía en el coche del otro lado de la calle?
Miley miró el sedan marrón.
—No lo creo. ¿Por qué?
—Porque los dos tipos en él tenían un par de prismáticos enfocados hacia este lugar cuando nos acercamos.

Nick estaba en la puerta antes de que Miley pudiera siquiera parpadear. La rozó al pasar, pero antes de que pudiera dar el primer paso el coche se marchó a toda velocidad.
Nick casi convocó a Simi para que siguiera al coche, pero se contuvo en el momento en que las palabras se amontonaron en su lengua. Maldición, había estado tan cerca. Las mujeres habrían estado conmocionadas por encontrar a un demonio viniendo a la vida de su brazo…
—¿Por qué estarían vigilando la casa? —preguntó Miley.

Nick se giró para enfrentarla.
—Creo que necesitas decirme todo lo que encontraste en esa excavación.
—¿Qué quieres decir?
—Creo que fue descubierto algo en lo que mucha gente está repentinamente interesada.
Miley se burló.
—Son piezas de museo. Nada de valor real para nadie más que un coleccionista.
Sí y la pequeña esfora del collar que Nick le había dado a su hija también tenía las capacidades de acabar con el mundo entero. El problema con los amuletos más poderosos y los talismanes era que los mortales no podían identificar su importancia.
Pero en buenas o malas manos, más bien, podían tener consecuencias cataclísmicas.
—Sígueme la corriente y enséñame lo que has encontrado.

Acheron - Cap: 41


Nick hizo todo lo posible por sacarse a Miley de la mente, pero era imposible. Sencillamente había algo respecto a ella que lo atraía.
Él odiaba eso.
Pero ni la mitad de lo que odiaba el modo en que la había dejado en la estacada como un cobarde el día anterior. Seguía diciéndose que era para bien y aún así, no podía convencerse completamente de ello. Había algo consolador cuando estaba a su alrededor, lo cual, dada su habitual hostilidad hacia él, no tenía sentido en absoluto.
Ahora sentado en el tejado de la casa que estaba ayudando a construir, intentó despejar la cabeza y regresar al trabajo.
Alguien le tocó el pie. Miró hacia arriba para ver a Karl delante de él. Nick se quitó uno de los auriculares.
—¿Sí?
—Visita.

Asumiendo que era uno de sus compañeros en Nueva Orleáns, Nick dejó el martillo y se dirigió hacia la escalera de mano. No fue hasta que había bajado hasta la mitad que vio a Miley esperándolo. Su pelo estaba recogido hacia delante en onduladas coletas. Llevaba puesta una falda beige larga y una chaqueta marrón.
Pero fueron sus grandes ojos azules lo que se le quedó grabado.
Por mirarlos y no a lo que estaba haciendo, perdió pie y se cayó de golpe de la escalera, directamente al suelo donde aterrizó con el más embarazoso porrazo, y que no ayudó el que la escalera se cayera entonces sobre él, atrayendo todas las miradas hacia su torpe est/upidez. El dolor lo golpeó con fuerza en la espalda, cadera y hombro mientras luchaba por conseguir algo de aparente dignidad.

Considerando el modo en que quedó despatarrado, realmente esto no tenía remedio. Suspirando, apartó la escalera de sus piernas.
Miley se acercó atropelladamente para arrodillarse a su lado.
—¿Estás bien?
La respuesta hubiera sido sí hasta que ella colocó la mano en su pecho. En esta posición, todo en lo que pudo pensar fue en tirar de ella y tumbarla sobre él y darle uso a su mano para algo mucho más agradable.
—Sí, estoy bien. —Entonces él echó una ojeada hacia las otras personas a su alrededor que lo contemplaban preocupados. Su cara ardió de vergüenza—. Estoy bien, a todos —dijo más alto—: Sólo fue un pequeño resbalón.
Ellos volvieron a trabajar mientras él deseaba volverse invisible. Nunca había hecho una cosa como esta.
—Deberías tener más cuidado —dijo Miley en tono de regaño. ¿Qué le pasó a su respeto hacia él? Obviamente había seguido el mismo camino que su último vestigio de dignidad—. Podrías haberte roto el cuello o con lo grande que eres haber aterrizado sobre alguno de ellos y cargártelo.
De acuerdo... la mujer estaba chiflada.
—¿Qué haces aquí, Miley? —Rodó y se levantó, entonces se dio cuenta de que se había hecho algo de verdadero daño en la pierna cuando esta palpitó dolorosamente en protesta al ser usada de nuevo. Hizo todo lo que pudo para no gruñir o cojear.

La sonrisa de ella lo deslumbró.
—He venido para tentarte.
Era demasiado tarde, ya lo había hecho y sabía que ella no quería decirlo en el sentido en que él lo hacía.
—No puedo ser tentado.
—Sí, puedes. Toda persona puede ser tentada.
Pero él no era una persona. Recogió la escalera de mano y la devolvió a su posición original. Entonces se puso a reco/ger los clavos que se habían caído de su cinturón de herramientas. Cuando emprendió el regreso hacia la escalera, ella se plantó firmemente en su camino.
—Miley... —gruñó.
—Mira, te seré honesta, No hubo jamás en toda la historia de la humanidad un ser humano nacido más obstinado que yo.
—Sí, aquí lo hay. Yo.

Cuando él se puso en marcha dejándola a un lado, ella corrió hacia la escalera rodeándole y se situó en el primer peldaño. Debería estar cabreado como el infierno y aún así ella estaba tan adorable allí, de pie, con su falda larga y zapatos planos con un brazo trabado alrededor del peldaño por encima de su cabeza que hizo todo lo que pudo por no sonreírle.
—Muy bien, no tienes que traducirlo. Sólo enséñame como hacerlo y te dejaré en paz. Si esto ayuda, aprendo realmente rápido.
Él rechinó los dientes con frustración.
—No me gusta discutir. No me gustan los conflictos. Básicamente me gusta que me dejen en paz para hacer mis cosas y esto no incluye enseñarte a ti nada. Ahora, ¿me permites?
—Por favor... —La expresión de ella era una mezcla de la más ardiente y maravillosa súplica y de la más cruda seducción que él hubiera visto alguna vez—. Seré tu esclava de baklava hasta que muera.
Él frunció el ceño.
—¿Mi qué?
—Esclava de baklava. Hago el mejor que hayas probado jamás y te mantendré surtido de este hasta que seas gordo y viejo.
—No como baklava.
—Eso es porque nunca has comido el mío. A menos que seas alérgico a las nueces, te encantará.

Intentó soltarla a la fuerza de la escalera, pero veraz a sus palabras, ella no iba a moverse. Su cólera se rompió. ¿Cómo podía ser uno de los seres más poderosos en el universo y no ser capaz de quitar de en medio a una simple y pequeña mujer?
Ella hizo que sus ojos se parecieran a los de un cachorrito triste.
—Por favor, Nicholas —dijo en griego. Después cambió al inglés—. Tres días y luego nunca tendrás que verme de nuevo. Dime lo que quieres a cambio y lo haré.

Karl se rió cuando los oyó por casualidad.
—¿Por qué no le pides que sea tu esclava sexual? Por eso yo le enseñaría todo lo que ella quisiera.
La mandíbula de ella cayó como si ese fuera el pensamiento más repugnante que hubiera tenido jamás.
—¡Agg!
Aquel único sonido lo puso en guardia.
—¿Agg? —repitió Nick—. No puedes hablar en serio.
—¡Sí, agg! Ni siquiera te conozco realmente y aquí los dos pensáis que sencillamente voy a meterme corriendo en la cama contigo. ¡No gracias! Dios, eres un autentico cerdo arrogante.
¿Cerdo arrogante?
Ella torció su cara con repugnancia y dejó la escalera.
—Muy bien, investigaré sin ti —tembló—. Acostarme con él por una traducción, asqueroso —dijo en voz baja mientras se iba.
Nick dejó colgando el brazo apoyado en la escalera mientras la veía encaminarse hacia su coche. Estaba completamente asombrado.

Ella no quería acostarse con él...
Ella pensaba que acostarse con él era asqueroso.
Todo el mundo pasada la pubertad querían estar en su cama. Todos.
Excepto Miley. Un estallido de esperanza le traspasó cuando se dio cuenta de que podría ser una de las personas excepcionalmente raras que eran inmunes a la maldición de su Tía Epithymia. Incluso las mujeres que no encontraban atractivos a los hombres lo miraban.
Hasta ahora, y a lo largo de la historia, los que habían sido inmunes siempre fueron hombres... o mujeres que eran ciegas.
Encontrar una hembra humana que no lo deseara...
Podría comportarse de manera normal en torno a ella. Bajar la guardia y no tener que estar preocupado porque fuera a empezar a echarle mano a la entrepierna. La novedad de esto únicamente logró que ansiara estar a su alrededor.

Antes de que pudiera frenarse, fue hacia el coche de ella y la hizo detenerse.
—Te enseñaré.
Ella se giró airadamente y le clavó el índice en el pecho.
—No voy a acostarme contigo, amigo.
Le sonrió.
—No te lo estaba pidiendo. Lo juro. Nunca te pediría eso a ti.
Ella se quedó con la boca abierta antes de que se inclinase hacia él con un gruñido ofendido.
—¿Qué? ¿Piensas que acostarte conmigo sería repugnante? ¡Ah eres un gilipo/llas!
Nick alzó las manos con frustración.
—¿Por qué nunca puedo ganar contigo? Si quiero acostarme contigo soy un cerdo y si no lo hago soy un gilipo/llas. ¿Qué quieres de mí?

Ella se quedó de pie junto a la puerta abierta de su coche y alzó la mirada hacia él, con aquellos ojos llenos de sentimiento que lo abrasaban hasta las entrañas.
—Quiero que traduzcas el diario y te guardes las manos para ti.
—¿Y a pesar de eso aún tengo atractivo para ti?
Ella soltó una risa diabólica.
—Exactamente. Ahora lo has pillado. —Le dio unas palmaditas en el brazo—. Te veré esta noche a las siete.

No podría esperar, pensó él sarcásticamente. Tal vez debería hacer que Simi viniera con él. Cada vez que estaba cerca de Miley, sentía una profunda necesidad de protección. Al menos debería asegurarse de llevar puesto un suspensorio esta noche así ella no podría pillarle desprevenido cuando él no estuviera mirando.
¿Qué tipo de bastardo masoquista era él que seguía implicándose con mujeres que lo aborrecían?

Deberías olvidarte de eso de enseñarle algo.

Sí, pero ella poseía una parte de su pasado y si él no la alejaba dela Atlántiday de Didymos, iba a haber problemas aún más grandes. La fuente primigenia podría requerir de la indulgencia en él, si ella se encontraba con otro de los diarios de Demi. Él tenía los que pensaba que eran los más condenatorios. Pero no sabía sobre qué más había escrito su hermana. Tenía que encargarse de Miley y su búsqueda obsesiva.

La última cosa que necesitaba era que los Dark-Hunters averiguaran que su madre era quién había creado a los Daimons contra los que pasaban la eternidad luchando y que estaban siendo dirigidos por un tsoulos que todavía se vendía para protegerlos. Sería desastroso para él.
No, él tenía que ayudarla lo suficiente como para conseguir desviarla de esta búsqueda. Tal vez debería encontrar algo sobre Lemuria y llevarla a ese tema. Después de todo, el pasado de Lemuria no tenía nada que ver con el suyo.

Podrías simplemente matarla.

Esa sería la respuesta de Savitar. Pero Nick no podía hacer esto tampoco. Theo había sepultado ya a la mayor parte de su familia y si había algo que él sabía sobre su viejo amigo era cuánto amaba Theo a su familia.
No, tenía que encontrar otro modo de mover la masa inerte que era la obstinación de Miley antes de que fuera demasiado tarde...
Escila y Caribdis. Como Odiseo, estaba atrapado entre la espada y la pared.

Miley lo tenía todo dispuesto perfectamente. Su cuaderno, el diario y una cerveza en hielo para su alto e irritable invitado. Estaba en el sofá, mordisqueando un taco de queso cuando hubo un golpe en la puerta en el preciso instante en que el reloj daba las siete.
Caray... ¿Cómo de puntual podría ser una persona?

No fue hasta que estuvo cerca de su puerta que se dio cuenta de por qué.
Nick estaba allí. Vestido con un largo abrigo negro que le hacía preguntarse cuantos tenía, se inclinó contra la pared con los brazos cruzados sobre el pecho. Su actitud era tan poderosamente indiferente que resultaba fascinante. Miró hacia abajo y sonrió ante sus pies cruzados enfundados en botas y la siempre presente mochila negra descansando tras ellos.
Las gafas de sol oscuras estaban en su lugar y su pelo largo estaba echado hacia atrás en una coleta. Y el pendiente plateado de su nariz había sido cambiado por uno que parecía un pequeño rubí rojo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó, alcanzando la puerta.
—Esperándote.
Echó un vistazo alrededor del embotellamiento que había causado.
—De verdad, deberías haber llamado. Creo que el Jefe de Bomberos habría tenido problemas con esto.
Una lenta sonrisa atravesó su cara.
—Lo siento.
Abrió la puerta y se echó hacia atrás.
—Mejor pasa dentro mientras las mantengo a raya.
Cogiendo su mochila, se rió antes de acceder.
Miley se giró hacia la colección de estudiantes.
—¿Veis lo excitante que esla Antropología? Es un destacado experto enla Grecia Antigua.Ahora deberíais cambiar todas vuestras especialidades de modo que podáis comeros con los ojos hombres como él durante todo el día. O aún mejor, descubrir estatuas de hombres desnudos.

Cerró la puerta para encontrar a Nick sonriéndole con complicidad.
—¿Era necesario?
—Eh, vivo para reclutar estudiantes para el departamento. Si puedo hacerte bueno para algo, entonces por los dioses que voy a hacerlo.
—¿Por los dioses?
Se encogió de hombros mientras dejaba la brazada de libros en el escritorio.
—Sí, como si no dijeras cosas raras también. Así que, ¿qué puedo hacer por ti?
—Quiero volver a esa frase de “hacerte bueno para algo” durante un minuto… ¿Por qué me odias tanto?
Miley se retorció un poco bajo su oculto escrutinio y la cuestión señalada.
—No diría que te odio. El odio ha descendido hasta un leve desagrado.
—¿Por qué?
Suspiró mientras devolvía algunos de los libros a las estanterías tras el escritorio.
—Porque todo parece demasiado fácil para ti. ¿Has tenido alguna vez en tu vida un día en que la gente no estuviera haciendo cola para prestarte atención?
—Sí, Soteria. Lo he tenido. Te lo aseguro, mi vida nunca ha sido fácil y deberías estar agradecida cada día que vivas de que no puedas imaginar la clase de niñez que tuve.

Miley se detuvo ante el tono de su voz y la mortal sinceridad de sus palabras.
—Lo siento, Nick. No lo sabía.
Puso la mochila en el suelo.
—Es fácil mirar a la gente y hacer juicios rápidos sobre ellos, sus presentes y sus pasados, pero estarías asombrada ante el dolor y las lágrimas que esconde una sola sonrisa. Lo que una persona muestra al mundo es sólo una minúscula faceta del iceberg escondido de la vista. Y la mayoría de las veces, está marcado con grietas y cicatrices que recorren todo el camino hasta los cimientos de su alma.
Tenía razón y la hizo sentir culpable por ser tan rápida evaluando a la gente. Siempre había sido un defecto suyo en el que había intentado no caer.
—Eres asombrosamente astuto para alguien de tu edad.
Resopló.
—Te lo dije, soy más viejo de lo que parezco y nunca he tenido nada en mi vida por lo que no haya pagado de un modo u otro.
Revolvió una pila de papeles de la bandeja de entrada.
—Ahora que lo pienso, has tenido que ser de los que les va la marcha para seguir acercándote a mi dada mi severa personalidad en lo que a ti concierne.
Nick le tendió la mano.
—¿Tregua?
—Paz, mi hermano —dijo estrechándosela—. Ahora, ¿por qué estás aquí?
Suspirando, dio un paso atrás y cruzó los brazos sobre el pecho.
—Bueno, oí de un amigo que algunos arqueólogos en Grecia han sido arrestados por excavar sin un permiso. Quería ver si por casualidad resultaban ser tu equipo.

Ondeó la mano desdeñosamente.
—¿Por qué sería mi equipo?
—Estaban excavando en un lugar que afirmaban que erala Atlántida. Mesonó como a tus chicos.
—Pero nosotros tenemos todos nuestros papeles.
—Si estás segura… —dejó que su voz se desvaneciera de modo significativo.
Arrugó el rostro como si se diera cuenta de que su suerte podría haberles metido en problemas.
—Espera. Déjame llamar.
Nick se sentó en la silla frente al escritorio y estiró las piernas mientras ella sacaba el teléfono del bolso.
Miley  frunció el ceño ante su mochila, que estaba en el suelo, y el modo en que la mantenía a su alcance.
—¿Qué hay en esa mochila, por cierto? Siempre la estás protegiendo como si contuviera secretos de seguridad nacional o algo así.
—Ropa interior sucia.
Puso los ojos en blanco.
—Muchas gracias por esa imagen.
—Tú preguntaste.
Sacudiendo la cabeza, marcó el número de David. Cuando no contestó, llamó a Justina. De nuevo, no hubo respuesta. El pánico la sacudió mientras lo intentaba con Bruce.
—¿Miley?
Respiró aliviada cuando respondió.
—Eh, cariño, no puedo…
—Han sido todos arrestados.
Disgustada y temerosa, echó una mirada a Nick cuya bella cara estaba completamente estoica.
—¿Qué?
—Al equipo entero. Yo permanecí en tierra para esperar y firmar para el nuevo equipo de buceo que estaba llegando y lo siguiente que supe era que el barco estaba incautado y todo el mundo puesto en custodia.

Miley dejó escapar un suspiro frustrado.
—¿Cómo es posible?
—Dijeron que nuestros papeles estaban falsificados.
—¡Mie/rda! No están falsificados. Solin nos ayudó a conseguir la renovación la primavera pasada.
—Sí y como de costumbre, Solin ha volado de escena. Tampoco podemos encontrarle. Por todo lo que sé, está en la cárcel junto a ellos.
—Oh, cielo santo. Está bien, no te muevas y veré lo que puedo hacer —colgando, miró a Nick, el cual se sentaba quieto como una estatua—. Tenías razón. Mi equipo entero. Desaparecido. Arrestado. Perfecto. Dispárame ahora y ahórrame el gasto de una bala más tarde.

Dejó escapar el aire cansado mientras frotaba una enorme mano contra su muslo.
—No te preocupes. Haré una llamada y los sacaré fuera.
—¿Puedes hacer eso?
—Puedo hacerlo —sacó su móvil y lo abrió con un brusco giro de su muñeca.
Esperando que no estuviera mintiendo, Miley se sentó tras su escritorio y contuvo el aliento mientras apoyaba la cabeza entre las manos. ¿Cómo había ocurrido? Su pobre equipo. Tenían que haber estado aterrados.
Nick habló con en un griego tan profunda y rítmicamente impecable que envió un escalofrío por su columna vertebral.
—Hola Gus, soy Nicholas Parthenopaeus. Necesito que me hagas un favor. Hay un grupo de antropólogos que fueron arrestados por excavar en el Egeo, esta mañana, creo. ¿Puedes sacarlos y librarlos de todos los cargos?
Rió.
—Sé que creen que esla Atlántida. Todoel mundo quiere encontrar un tesoro. Pero no quiero verles heridos por una quimera. Son amigos inocentes de una amiga si sabes lo que quiero decir. Sácalos de este problema por mí.
Se dio golpecitos con el pulgar en el muslo mientras escuchaba.
—No… no creo que necesiten una lección. Estoy seguro de que ya están lo bastante nerviosos. Deséale lo mejor a Olympia y hazme saber cuando nazca el bebé. Os veré a los dos la próxima vez que esté en Grecia.
Se enderezó cuando él cerró el teléfono.
—¿Bien?