viernes, 19 de abril de 2013

Secrets Of The Night - FIN


Miley ya había llamado a Margot y lo había arreglado todo para que le hiciera una transferencia bancaria, pero todavía necesitaba algún medio de acudir al banco a retirar el dinero. Y también necesitaba, con bastante urgencia, realizar algunas compras, y no sabía si alguna de las tiendas de la ciudad le vendería algo. La situación entre ella y Nick se había modificado de manera drástica, pero en la ciudad no estaban al corriente.
–Lo primero es lo primero –declaró Halley cuando Miley dijo que tenía que ir al banco. Observó a Miley con ojo crítico cuando ésta salía para subirse al coche. Las quemaduras no resultaban tan incómodas, pero Miley tenía la misma sensación que si la hubiera atropellado un camión, probablemente a consecuencia de las dos duras colisiones que había tenido con el suelo–. Voy a llevarte a mi casa –dijo Halley–. No tengas reparo en usar mi maquillaje, peinarte y arreglarte un poco. Y mientras lo haces, si me dices la talla que usas, te haré unas cuantas compras rápidas. Nada maravilloso –le dijo cogiéndola de la mano cuando la otra abrió la boca para protestar–, sólo ropa interior, unos pantalones y una camisa para que puedas quitarte esa bata. Ya me lo pagarás cuando saques el dinero.
Poniendo las cosas de aquel modo, Miley no pudo negarse.
–Gracias –dijo sonriente a Halley–. Estaba pensando si podría comprar ropa en la ciudad.
–Podrás –repuso Halley con total seguridad–. O de lo contrario yo misma llamaré a Nick Rouillard y le diré que resuelva el tema. Además, la ciudad entera no para de hablar de la noticia de que su padre en realidad no se fugó con tu madre, que tú imaginaste que lo habían asesinado y por eso regresaste aquí a demostrarlo. Estamos todos pasmados con lo del señor Chelette. ¡Imaginar que se puso a discutir con su mejor amigo y lo mató accidentalmente, y lo ha ocultado durante todos estos años! Eso debió de volverlo loco para prender fuego a tu casa de esa manera. ¿Es verdad que intentó dispararte a ti también, y que Mónica Rouillard consiguió disparar primero?
–Algo parecido –dijo Miley débilmente, preguntándose cuál sería la versión oficial. No quería contradecir lo que estuviera diciendo la gente. Que ella supiera, tan sólo Nick, Mónica y ella estaban enterados de la aventura no deseada de ésta con Alex que había durado siete años.
Halley la dejó en su casa, y Miley disfrutó de otra larga ducha durante la cual tuvo que enjabonarse el pelo varias veces con un champú con olor a fresa para quitarle el olor a humo. Le tomó la palabra a Halley y se embadurnó de crema hidratante de la cabeza a los pies, tras lo cual empezó a sentirse humana de nuevo. Se puso una cantidad mínima de maquillaje, justo lo suficiente para aportar un poco de color a la cara, y se secó el pelo con el secador. Para cuando terminó, Halley ya estaba de vuelta con las compras, entre las cuales, por fortuna, se incluía un cepillo de dientes.

La ropa era sencilla: braga y sujetador de algodón, y un ligero conjunto de punto de pantalón y túnica. Era maravilloso volver a llevar ropa interior; era muy consciente de su desnudez bajo la bata. Halley tenía buen ojo para los colores; el conjunto de punto que le había escogido era de un halagador rosa pálido. A una pelirroja con cabello de color zanahoria no le habría sentado bien, pero Miley tenía el pelo rojo oscuro, casi de color vino, y el hecho de saber que la favorecía el rosa le levantó el ánimo.
Halley pasó con ella la mayor parte del día, llevándola en coche a donde tuviera que ir: el banco, lo primero de todo. Tener mil dólares en efectivo obró maravillas a la hora de sentirse segura, y lo primero que hizo fue devolver a Halley el dinero que se había gastado en la ropa. La siguiente visita fue a la compañía de seguros, que gracias a Dios requirió una sola escala, ya que la misma compañía aseguraba la casa y el coche. Miley se había recuperado lo suficiente para divertirse con el trato comprensivo, incluso deferencial, que recibió; la línea que separaba la celebridad de la mala fama era muy delgada, pero era obvio que ahora ella se encontraba en el lado de la celebridad.

A medida que fue transcurriendo la mañana, se sintió agradecida por su nueva posición. Como carecía por completo de identificación, tuvo que acudir el agente de seguros a verificarlo todo antes de poder conseguir tarjetas de crédito nuevas, pues las empresas que expedían éstas no eran muy proclives a enviar alegremente tarjetas a todo el que llamaba. Se le enviarían las tarjetas nuevas a cargo del agente de seguros, y llegarían al día siguiente. La compañía de seguros también se encargó de alquilar un coche para ella, que le entregarían aquella misma tarde.

A continuación tocaba ir de compras, y era tanto lo que necesitaba que se le bloqueó la mente al pensar en ello. Ni siquiera cuando la expulsaron de allí había perdido todas sus posesiones, a pesar de lo magras que eran. Esta vez estaba empezando desde cero, pero también tenía más recursos.
La eficiente Halley sugirió que hicieran una lista y ayudó a Miley a organizar sus ideas. Maleta, bolso, billetero; champú, jabón, desodorante, dentífrico, tampones; maquillaje y perfume; cuchilla de afeitar, cepillo, peine, secador de pelo, plancha de viaje; ropa interior, medias, zapatos, ropa.
–Dios mío –exclamó Miley contemplando la lista, que iba haciéndose cada vez más larga–. Esto va a costarme una fortuna.
–Sólo porque tienes que comprarlo todo de una vez. Todo lo que figura ahí tendrías que comprarlo en cualquier caso, con el tiempo. De todos modos, ¿qué dejarías fuera, el maquillaje?
–Seamos realistas –dijo Miley, y ambas rompieron a reír. Era la primera vez que reía en todo el día, y le produjo una sensación muy agradable.
Bajaron al centro comercial local y llenaron dos carros. Incluso reduciendo las compras a lo mínimo necesario, estaba acumulando un montón de cosas. Sin embargo, ninguno de los zapatos le quedaba bien, lo cual supuso tener que hacer otra parada. Halley estaba tan entusiasmada con todo aquello, que Miley descubrió que en realidad estaba disfrutando. Nunca había participado en aquel rito de las jóvenes americanas de ir de compras con las amigas, y para ella constituía una experiencia nueva.
De forma inconsciente, Halley se hizo eco de lo que pensaba Miley:
–¡Vaya, esto sí que es divertido! Hacía siglos que no hacía algo así. Tenemos que repetirlo... en circunstancias distintas, naturalmente.

El importe total supuso un buen mordisco para su reserva de efectivo. Una vez que terminaron, Miley se dio cuenta de que estaba exhausta, y la observadora Halley la llevó de vuelta al motel.
Nick la llamó aquella noche, con voz que sonaba tan exhausta como se sentía ella.
–¿Qué tal estás, nena? –le preguntó–. ¿Has conseguido hacer todo lo que querías?
–Estoy bien –respondió Miley–. Por lo menos, funciono. –Se había echado una siesta de dos horas, pero no le había servido de mucho–. La compañía de seguros está ocupándose de los detalles del coche de alquiler y de las empresas de las tarjetas de crédito, de manera que todo está saliendo bien. Halley me ha llevado de compras, así que ya tengo ropa.
–Maldición.
Miley hizo caso omiso del comentario, pero una sonrisa jugueteó en su boca.
–¿Cómo estás tú?
–Como si me hubiera pasado un tren por encima.
Miley titubeó, pues no estaba segura de querer oír la respuesta a su siguiente pregunta.
–¿Has encontrado algo ya?
–Aún no. –Su voz sonó tensa.
–¿Cómo se encuentra Mónica?
Nick suspiró.
–No lo sé. Se pasa el tiempo sentada con la cabeza gacha. Ella y Mike tendrán que solucionar esto ellos mismos; yo no puedo inmiscuirme.
–Cuídate –dijo Miley con un tono de ternura en la voz.
–Tú también –repuso él con suavidad.

En cuanto colgó el teléfono, Miley llamó a Renée. Se sentía culpable por no haber pensado antes en ello, sabiendo lo turbada que estaba Renée por aquel asunto.
Contestó la abuela. Cuando Miley preguntó por Renée, la anciana dijo con preocupación:
–Supongo que se ha ido. Cogió su ropa y se largó, anteanoche. No he vuelto a saber de ella.
A Miley se le cayó el alma a los pies. Probablemente a Renée le había entrado el pánico después de confesarle lo sucedido en la casa de verano, y ahora volvía a fugarse, sin razón alguna.
–Abuela, si sabes algo de ella, quiero que le digas una cosa. Es importante. El hombre que mató a Guy Rouillard está muerto. Ya no tiene que seguir estando asustada.
Su abuela guardó silencio por espacio de unos instantes.
–Así que por eso estaba tan nerviosa –dijo por fin–. Bueno, tal vez llame. Se dejó algunas cosas, así que puede que vuelva a buscarlas. Si viene, se lo diré.
La tarde del día siguiente sacaron el coche del señor Pleasant del lago. El señor Pleasant estaba dentro.
Probablemente siguiendo órdenes de Nick, un agente del sheriff fue al motel a decírselo a Miley. El joven se mostró incómodo y respetuoso, dando vueltas al sombrero entre las manos. No supo decir cómo había muerto el señor Pleasant, pero iban a llevar el cadáver al depósito municipal, donde yacería en la misma sala que su asesino. Miley tuvo que reprimir el impulso instintivo de protestar, pues sabía que era inútil.
Cuando se marchó el agente, se dejó caer en la cama y lloró largo rato, y después llamó al detective Ambrose. Al pobre señor Pleasant no le quedaba ningún pariente, pero el detective prometió que averiguaría lo que le fuera posible acerca de lo que el señor Pleasant pudiera haber dispuesto para su propio funeral, dado su estado de salud. Había que pasar por diversos trámites, por supuesto, ya que su muerte había sido por homicidio, pero como el asesino ya estaba muerto no sería un problema recoger pruebas forenses para un juicio.

El Cadillac de Guy Rouillard fue encontrado a la mañana siguiente, no muy lejos de donde se había hallado el automóvil del señor Pleasant. El largo esqueleto que encontraron en el asiento de atrás constituía el único resto mortal del padre de Nick. El método de Alex Chelette para deshacerse de los cadáveres era sencillo: meterlos dentro de sus coches, poner un ladrillo encima del acelerador y meter la marcha. El sheriff McFane fue a quien se le ocurrió buscar los coches, y en el lago había sólo tres lugares en los que había profundidad suficiente para ocultar un coche. Al estrechar de aquel modo la búsqueda, no les costó mucho encontrar los cadáveres.

Miley no consiguió hablar con Nick, pero la información volaba por la ciudad, y supo que estaba valiéndose de modo implacable de su influencia para lograr que liberasen los restos de Guy lo antes posible, para un funeral que iba a celebrarse con doce años de retraso. Noelle Rouillard se presentó en la ciudad por primera vez desde la desaparición de su marido, con aspecto trágico e increíblemente hermosa con su traje negro. La cínica valoración que había hecho Nick de su madre dio en el clavo: ser viuda era preferible con mucho a ser abandonada. Ahora que todo el mundo sabía que su esposo no la había dejado por la pu/ta del pueblo, podía volver a pasearse con la cabeza alta.

El funeral se celebró cuatro días después de hallarse los restos de Guy. Aunque sabía que la gente cuchichearía acerca de su presencia, Miley se compró un vestido negro y asistió al servicio, sentada en un banco negro al lado de Halley y de la familia de ésta. Nick no la vio en la iglesia, pero más tarde, después de la procesión que transportó el cuerpo de Guy al cementerio, su mirada oscura se vio atraída por el reflejo del sol en su cabellera ardiente.
Estaba de pie, rodeando a Mónica con un brazo. El sheriff McFane estaba situado al otro lado de ella, de modo que Miley supuso que el compromiso seguía adelante. Noelle estaba apoyada por la comprensión y solidaridad de todas sus antiguas amistades, las que ella se había negado a ver durante doce años. Miley se encontraba a unos diez metros de distancia, separada de Nick por un grupo de personas, pero las miradas de ambos se cruzaron y supo que él estaba pensando en lo que ella le había dicho. Guy estaba siendo llorado sinceramente por sus hijos; lo que Noelle sintiera no importaba.

Lo miró fijamente, comiéndoselo con los ojos. Parecía cansado, pero tranquilo. Llevaba el pelo largo peinado hacia atrás y recogido en la nuca, y vestía un traje italiano negro de botonadura cruzada que le sentaba de maravilla. Su frente se veía perlada de sudor al calor del mediodía.
Miley no hizo movimiento alguno para ir hacia él, y él no le indicó con ningún gesto que se acercara. Lo que había entre ambos era privado, no para exhibirlo en público en el funeral de su padre. Nick sabía que contaba con su apoyo, porque había llorado su pena en brazos de Miley. Bastaba con que ella estuviera allí.

Cuando ya se marchaban del emplazamiento de la tumba fue cuando Miley vio a Yolanda Foster, de pie a su lado; a Lowell no se lo veía por ninguna parte. Yolanda había estado llorando, pero ahora contemplaba la tumba con los ojos secos y una expresión de aflicción en el rostro.
Entonces recobró la compostura y dio media vuelta, y Miley tuvo la sensación de que encajaban todas las piezas del rompecabezas.

Nunca había tenido lógica que Guy lo hubiera dejado todo por Renée después de los años que llevaban teniendo un romance. Alex había dicho que Guy estaba pensando en divorciarse de Noelle, y eso sí que tenía más lógica, pero de pronto Miley supo que no era Renée con quien había planeado casarse Guy. Después de todos sus años de donjuán, Guy Rouillard se había enamorado aquel verano, de la mujer del alcalde. Había protegido la reputación de Yolanda y ni siquiera había hablado de ella a su mejor amigo. Habían corrido los chismorreos acerca de ellos, o de lo contrario Ed Morgan no habría sabido nada, pero su relación no había sido del conocimiento de todos.
Incluso era posible que Renée le hubiera contado a Morgan que Guy se estaba viendo con la esposa del alcalde.
Yolanda y Guy habían trazado planes en secreto. Y ahora, después de tantos años, ella supo que su amante no la había abandonado. Después de todo, Guy estaba siendo llorado sinceramente por alguien más que sus hijos.

Ya se había hecho tarde cuando el último de los simpatizantes se quedó sin pretextos para permanecer más tiempo, y Nick tuvo un momento de intimidad con su familia. Bebió lentamente de su copa de whisky mientras observaba a Noelle, que estaba infinitamente más alegre ahora, después de haber enterrado a su marido, de lo que lo había estado durante los doce años que llevaba faltando de casa. Necesitaba a Miley, se dijo. Quería estar con ella. El hecho de haberla visto en el cementerio había agudizado su hambre. Hambre sexual, emocional, mental. Simplemente la deseaba de todas las maneras posibles. Recordaba el modo en que se le expandió el corazón en el pecho cuando ella le dijo que lo amaba, un momento de alegría desbordante. Igual que un idi/ota, aún no le había dicho que él también la quería, pero aquél era un lapsus que tenía la intención de rectificar en cuanto tuvieran una oportunidad para estar solos.
En este preciso momento, tenía algo que decir a su madre y su hermana.
–Voy a casarme –dijo con calma.

Dos pares de ojos perplejos se volvieron hacia él. En los de Mónica vio consternación que rápidamente se transformó en aceptación, y su hermana asintió levemente con la cabeza.
–¿En serio, cariño? –murmuró Noelle–. Perdóname, no he estado muy al día de tu vida social. ¿Con alguien de Nueva Orleans?
–No, con ______ Devlin.
Noelle depositó con toda calma su copa de vino.
–Esa broma es de muy mal gusto, Nicholas.
–No es una broma. Voy a casarme con ella en cuanto podamos organizarlo.
–¡Lo prohibo! –exclamó ella.
–Tú no puedes prohibir nada, madre.

Aunque Nick lo dijo con calma, Noelle reaccionó como si él la hubiera abofeteado. Se puso de pie, erguida como una reina.
–Eso lo veremos. Puede que tu padre se relacionase con esa gentuza, ¡pero por lo menos nunca la trajo a casa ni esperó que yo me relacionara con ella también!
–Ya basta –dijo Nick en un tono suave y peligroso.
–Por el contrario, si te rebajas a casarte con esa ramera, descubrirás que esto no ha hecho más que empezar. Yo me encargaré de hacerle la vida tan desgraciada...
–No, no harás tal cosa –la interrumpió Nick dejando bruscamente el vaso en la mesa de forma que el whisky se derramó por el borde–. Voy a dejar clara una cosa, madre: Sé lo que contiene el testamento de papá. Te dejó a ti dinero suficiente para que mantengas tu nivel de vida, pero todo lo demás nos lo dejó a Mónica y a mí. Si te portas como es debido y tratas a mi esposa con cortesía, podrás continuar viviendo aquí. Pero no te equivoques: La primera vez que la molestes, yo mismo te acompañaré hasta la puerta. ¿Está claro?

Noelle se encogió con el semblante pálido y mirando a su hijo con ojos desencajados.
–Mónica –dijo con voz frágil–. Ayúdame a subir a mi habitación, querida. Los hombres son tan poco civilizados...
–Que te zurzan, madre –dijo Mónica con cansancio.
–Perdona, ¿cómo has dicho? –Noelle habló en un tono helado.
Mónica, visiblemente, hizo acopio de fuerzas. Estaba tan pálida como Noelle, pero no retrocedió.
–Lo siento, no debería haber dicho eso. Pero Nick se merece ser feliz. Si no quieres asistir a su boda, de acuerdo, pero yo pienso ir encantada. Y ya que estamos hablando del tema, yo también voy a casarme. Con Michael McFane.
–¿Quién? –preguntó Noelle con expresión vacía.
–El sheriff.
Su boca se curvó en un gesto de desdén.
–¡El sheriff! Realmente, querida, es...
–Perfecto para mí –terminó la frase Mónica con firmeza. Parecía a la vez asustada y entusiasmada por haberle hecho frente a Noelle por fin–. Si quieres venir a mi boda, me alegraré, pero no puedes evitar que me case con él. Además, madre... creo que serías más feliz si te fueras a vivir a Nueva Orleans.
–Buena idea –dijo Nick guiñándole un ojo a su hermana.

A la mañana siguiente, Miley fue a Nueva Orleans para asistir al funeral del señor Pleasant.
Tenía la esperanza de que la llamara Nick, pero comprendió que no lo hubiera hecho. Había insistido machaconamente al sheriff McFane para que hiciera lo que pudiera para entregar el cadáver del señor Pleasant, y él le había dicho que Nick estaba enredado en el proceso de verificar oficialmente el testamento de su padre y utilizando su influencia para acelerarlo. Las dificultades legales que planteaba un poder escrito falso, en virtud del cual había dirigido sus posesiones financieras a lo largo de aquellos años, quedaron invalidadas en su mayoría, ya que en su testamento Guy se lo había dejado todo a Nick y Mónica, pero aún quedaban problemas que solventar.
Margot acudió a Nueva Orleans para estar con Miley, pues por el teléfono había percibido que estaba más afectada por lo del señor Pleasant de lo que había dado a entender. Al breve funeral asistieron sólo un puñado de personas: algunos vecinos, Margot y ella, la mujer del pelo azulado del bufete de Houston H. Manges. Para sorpresa suya, también acudió el detective Ambrose, vestido con lo que parecía el mismo traje gastado. Acarició la mano de Miley como si ella fuera pariente del señor Pleasant, y mientras tanto sus desengañados ojos de policía no se apartaron ni un momento del rostro de Margot.
Miley estaba demasiado cansada para regresar conduciendo a casa, de modo que tomó una habitación en un hotel para pasar la noche. Margot decidió quedarse también nada sorprendente y salir con el detective Ambrose.
–No me acuesto con un hombre en la primera cita –dijo Margot a la mañana siguiente, parloteando con nerviosismo–. Quiero decir que simplemente no quiero, es demasiado peligroso, además de vulgar. –

No paraba quieta mientras las dos daban cuenta del desayuno dispuesto en el carrito del servicio de habitaciones, en el cuarto de Miley; jugueteaba con la servilleta, con la cubertería, con la ropa. Su mirada revoloteaba por la habitación; la suya era contigua y prácticamente idéntica, pero a ella por lo visto todo le resultaba enormemente interesante–. 
Puede que esté pasada de moda, pero yo creo que el sexo debe esperar por lo menos hasta que exista un compromiso, y todavía sería mejor esperar hasta el matrimonio. Las mujeres arriesgamos demasiado al irnos a la cama con un hombre que no es nuestro marido...
–Entonces, ¿estuvo bien? –la interrumpió Miley tomando un sorbo de café.
Margot se puso una mano en el pecho y puso los ojos en blanco en un gesto teatral.
–¡Dios mío, ya lo creo! –Se levantó de un salto y se puso a pasear por la habitación–. No me creía lo que estaba pasando, yo no hago esas cosas, pero este hombre estaba decidido y fue todo como en una montaña rusa, que no hay modo de salirse. Bueno, no es eso exactamente lo que quiero decir. Lo de salirse, vamos, porque sí que... –De pronto se interrumpió y se puso intensamente colorada. Miley estuvo a punto de ahogarse con el café, de tanto reír–. Quiere verme esta noche, pero yo le he dicho que tengo un vuelo de regreso a Dallas y que tendrá que llamarme a casa si quiere verme otra vez. –Margot parecía angustiada–. ¿Tú crees que habrá alguna forma de frenar esto y volver al camino correcto?
–Puede –contestó Miley, pero ya había visto a Margot enamorada en otras ocasiones y dudaba que hubiera algo que la frenase.
Pasaron la mañana yendo de compras, rellenando el ropero de Miley con el surtido de las boutiques de Nueva Orleans. Se marchó de a ciudad hacia las dos de la tarde para permitir a Margot intimidad y tiempo para otra cita con el detective Ambrose.
Llegó al motel, su hogar temporal, a las cuatro. Reuben la saludó con la mano y salió a su encuentro para ayudarla con las bolsas. Acto seguido, hambrienta tras el ejercicio, fue al centro del pueblo para ir al café de Halley.

Estuvo un rato charlando con Halley y después pidió el emparedado de ensalada de pollo que se había convertido en su cena habitual. Estaba sentada a una mesa de espaldas a la puerta y justo acababan de traerle el emparedado cuando oyó que la puerta se abría con un estruendo. Se hizo un brusco silencio en el interior del café. Sobresaltada, levantó la vista y se encontró con un iracundo Nick Rouillard que se cernía sobre ella. Debía de haberlo llamado Reuben, pensó distraídamente.
Llevaba el pelo negro suelto, esparcido sobre los hombros.
–¿Dónde diablos –ladró– has estado metida?
–En Nueva Orleans –repuso ella en tono manso, aunque era plenamente consciente de que todo el mundo los estaba mirando sin pestañear.
–¿Sería mucho pedir que me informaras de dónde vas a estar? –barbotó él.
–He ido al funeral del señor Pleasant –replicó Miley.

Nick se deslizó en el asiento de enfrente y parte de la cólera se borró de su cara. Por debajo de la mesa, sus largas piernas chocaron con las de ella, y extendió los brazos para cogerle las manos.
–Estaba cag/ado de... Estaba asustado –confesó, corrigiendo rápidamente la frase para adoptar un vocabulario más decente–. No dejaste el motel, pero Reuben te vio metiendo una maleta en el coche. Incluso lo obligué a que abriera tu habitación para ver si todavía estaban allí tus cosas.
–No me habría marchado de la ciudad sin decírtelo –dijo Nick, secretamente divertida por el hecho de que Nick creyera que tal vez se había ido para siempre.
–Más te vale –musitó. Le apretó las manos con más fuerza–. Mira –empezó, pero se detuvo–. Mie/rda, ya sé que éste no es el sitio más adecuado para hacerlo, pero todavía tengo toneladas de papeleo que resolver y no sé cuánto tiempo pasará antes de que pueda ver la luz del día. ¿Quieres casarte conmigo?

Había conseguido sorprenderla. Había ido incluso más allá de la mera sorpresa. Se recostó en el asiento, estupefacta y sin habla. ¿Nick quería casarse con ella? Ella misma ni siquiera se había atrevido a pensar en esa posibilidad. Con el pasado del uno enredado en el del otro, la espinosa situación con su madre y su hermana... En fin, simplemente no parecía que fuera una alternativa.
Era evidente que Nick se tomó su reacción como un rechazo, y frunció sus negras cejas. Siendo quien era, inmediatamente tomó medidas implacables para obtener lo que quería.
–Tienes que casarte conmigo–dijo, alzando la voz lo suficiente para que todos los presentes pudieran oírlo–. La niña que estás esperando es mía. Necesitará un padre, y tú necesitas un marido.
Miley dejó escapar una exclamación y abrió los ojos horrorizada.
–Maldito canalla –rugió al tiempo que se levantaba con dificultad del asiento. No estaba embarazada, y él lo sabía, la menstruación le había llegado con puntualidad, tres días antes. Tuvo una impresión confusa, vertiginosa, de una estancia repleta de rostros ávidos que la miraban fijamente, y de Nick que le sonreía con una expresión satisfecha y despiadada, disfrutando de su acceso de furia salvaje e incoherente. Tal vez Nick captó algo en sus ojos, una advertencia en una fracción de segundo, pero no fue suficiente. La mano de Miley salió disparada, agarró el vaso de té helado y se lo arrojó en pleno rostro.
–¡No estoy embarazada! –vociferó.
Nick se levantó también de su asiento limpiándose el té de los ojos con la servilleta de Miley.
–Puede que no lo estés ahora, pero si quieres estarlo, tendremos que casarnos.
–Cásate con él –le aconsejó Halley, inclinada sobre el mostrador y sonriendo de oreja a oreja–. Y hazle la vida imposible. Se lo merece, después de esta escenita.
–Eso –dijo él afirmando–. Me lo merezco.
Miley lo miró fijamente.
–Pero... ¿y tu madre? –preguntó impotente.
Él se alzó de hombros.
–¿Qué pasa con ella? –Miley abrió la boca para gritar otra vez, pero él sonrió y levantó una mano–. Les he dicho a ella y a Mónica que voy a casarme contigo. 

Mi madre cayó en su síndrome de desaprobación aguda, pero Mónica le dijo, literalmente, que la zurcieran. Fue lo más divertido que he visto nunca. Bueno, excepto una cosa. –Sus ojos relucieron al mirar a Miley, recordándole con malicia lo sucedido en el palacio de justicia–. Mónica nos ofrece sus parabienes; va a casarse la semana próxima con Michael. Le sugirió con gran entusiasmo a mi madre que se fuera a vivir a Nueva Orleans, que de todas formas siempre le ha gustado más que Prescott. Así que, nena, voy a sentirme muy solo en esa casa tan grande, y necesito a mi pelirroja personal para que me haga compañía.

Lo decía en serio. Miley tragó saliva, una vez más incapaz de hablar. Nick ladeó la cabeza y le sonrió, con una expresión de deseo y ternura en los ojos.
–Hay otra cosa que quería decirte –murmuró–. Te amo, pequeña. Debería habértelo dicho antes, pero empezaron a ocurrir cosas.
Miley pensó en pegarle. Pensó en agarrar el vaso de té de otra persona y tirárselo a la cara. Pero en lugar de eso dijo:
–Sí.
Nick le tendió los brazos y ella se echó en ellos, acompañada por la correspondiente salva de aplausos de todos los clientes del café.

Fin



3 comentarios:

  1. Y aquí es cuando digo valio la pena esperar tantos meses por el final :') La ame ♡

    ResponderEliminar
  2. NO PUEDO CREER QUE YA HAYA TERMINADO UNA DE MIS NOVELAS FAVORITAS DE HECHO TODAS LAS NOVELAS QUE SUBIS SON ESTUPENDAS
    ESTUVO HERMOSO EL FINAL ME ENCANTO!!!!!!!
    NILEY FOREVER

    ResponderEliminar
  3. hahahaha me encanto, que bonito, pero como tu dijiste, una novela sin epilogo no tiene un final completo asi que... ¬¬

    ResponderEliminar