viernes, 26 de abril de 2013

Archeron - Cap: 11


18 de Mayo, 9529 AC


La mañana era tan fría como temía que fuera. Sola, me escabullí del palacio y me deslicé silenciosamente a través de la ciudad, siguiendo las indicaciones de Catera hasta que encontré su ubicación.
Como había predicho, no había nadie alrededor.
Me dejó entrar a través de la puerta negra, entonces me dirigí rápidamente a través de la casa a una habitación en lo más alejado de la parte de atrás. Mantuve la cabeza y la cara bien cubiertas e hice todo lo posible por no mirar a las pobres almas que pasaban.
Abrió una puerta.

Di un paso vacilante al interior, esperando ver a Nicholas. No estaba allí. Sin embargo, oí el agua chapoteando en la habitación situada al otro lado y supe que debía estar bañándose.
El mohoso olor del sexo persistía en la habitación e intenté no mirar hacia la cama recién hecha. Cerré los ojos cuando pensé en Styxx y en la manera en que vivía su vida con comodidad y paz mientras Nicholas era forzado a esto.

No podía imaginarme la degradación que Nicholas debía sufrir cada día. El dolor.
Entró en la habitación completamente desnudo, secándose el pelo con una toalla. Se quedó parado brevemente cuando captó mi presencia justo al lado del umbral.
—Perdonadme, Mi Señora —dijo con esa sensual y suave voz suya que contenía un matiz de acento atlante. Estaba agradecida de que al menos las esferas no estuvieran recubriendo su lengua—. Pensé que pasaría la noche.
Bajé la capucha.
Reconociéndome instantáneamente, entrecerró su mirada.
—Bueno, si es mi hermana Demi. Dime, ¿estás aquí para salvarme o para jod/erme? Oh espera, lo olvidé. Cuándo me salvaste, me jodiste, ¿no es cierto?
Las lágrimas picaron mis ojos ante su hostil desdén. Pero, ¿quién podía culparlo?
—No tienes que ser tan crudo.
—Discúlpame si mis maneras son deficientes. Siendo una pu/ta, no estoy muy versado en cómo hablar con la gente decente. El único momento en que conversan conmigo es para darme instrucciones sobre cómo jod/erlas mejor —tiró la toalla sobre la cama y se movió hacia una silla junto a la ventana.
Ignorándome, se sentó y abrió una caja sobre la mesa. Observé en silencio mientras colocaba varias hierbas extrañas y flores en un frasco. Las encendió, entonces cerró la tapa. Cogiendo un pequeño bol de arcilla, lo sostuvo frente a su rostro, cubriéndose la boca y la nariz, e inhaló.
—¿Qué estás haciendo?
Hizo varias inspiraciones antes de alejar el bol de arcilla de su boca.
—Estoy usando Xechnobia —ante mi ceño fruncido, me lo explicó—. Es una droga, Demi.
—¿Estás enfermo?
Se rió de eso, entonces inhaló más.
—Es cuestión de opiniones —hizo una pequeña pausa. Un tic empezó en su mandíbula cuando la miró de cerca—. Lo uso de modo que pueda olvidar cuantos pares de manos he tenido sobre mí en un solo día. Me permite dormir en paz.
Había oído tales cosas, pero en mi mundo no existían. No dudé de que fue Estes quien le había enseñado la droga. Quería llorar ante lo que se había convertido el Nicholas que solía hornear pan y jugar con Maia.
—Así que, ¿por qué estás aquí, Princesa? —preguntó.
—Quería verte.
—¿Por qué?
—Por que estaba preocupada por ti. Hoy te vi en el mercado y quería ver como te estaba yendo.
Nicholas añadió más hierbas a la olla, entonces sopló para dispersar las ascuas alrededor.
—Estoy bien. Ahora puedes volver a casa y dormir hasta tarde y con la conciencia tranquila —el sarcasmo que ridiculizaba su tono me aguijoneó profundamente en el alma.
Sacudí la cabeza cuando las lágrimas se acumularon en mis ojos.
—¿Cómo puedes hacerte esto?
Arqueó una ceja de modo burlón.
—Soy un perro entrenado, Demi. Sólo estoy haciendo lo que me entrenaron para hacer.
—Es tan degradante. ¿Cómo puedes haber vuelto a eso?
En sus tempestuosos ojos vi la rabia que me taladraba.
—¿Volver a esto? Por qué, hermana mayor, hablas como si fuese algo malo. Para mí es el paraíso. Sólo tengo que follar a diez o doce personas en una noche, generalmente sólo una a la vez. Por fin se me permite comer en una mesa, no en el suelo o en el regazo de alguien. Nadie me hace rogar por comida o me castiga algunos días al año cuando estoy enfermo y no puedo echar un polvo. Si alguien me hiere o me pega Catera les prohíbe su burdel, Incluso me paga por mi trabajo y tengo un día libre una vez a la semana. Lo mejor de todo, cuando me voy a dormir, me voy solo a la cama. Nunca he estado mejor.
Quería gritar ante el horror que describía. El hecho que supiese que esa era la verdad sólo me hería más.
—¿Y estás contento de vivir de esa manera?
Dejó la olla de arcilla sobre la mesa y me perforó con su mercurial mirada.
—¿Honestamente, que piensas, Princesa?
—Pienso que vales más que eso.
—Bueno, ¿no eres especial por ser capaz de verme como algo más que una pu/ta? Deja que te instruya sobre lo que ve el resto del mundo. Dejéla Atlántiday estuve enfermo durante semanas por las drogas que Estes me había obligado a tragar.
Recordaba bien lo enfermo que había estado cuando lo había secuestrado.
—No tenía nada excepto el himation que me diste. Ni dinero, ni ropa. Nada.
—¿Así que volviste a prostituirte?
—¿Qué elección tenía? Viajé por todas partes intentando encontrar trabajo haciendo otra cosa, pero nadie me daba trabajo. Cuando las personas me ven, sólo quieren una cosa de mí y da la casualidad que soy muy bueno en ello. Dime, Princesa, si Padre te echara mañana, desnuda a las calles, ¿qué harías? ¿Qué sabes hacer?
Alcé la barbilla.
—Podría encontrar algo.
—Te desafío a que lo intentes, Princesa. —indicó hacia la puerta detrás de él—. Adelante. Ni siquiera sé como barrer un suelo. Todo lo que sé es como usar mi cuerpo para complacer a otros. Estaba enfermo y sólo sin ninguna referencia, amigos, familia o dinero. Estaba tan débil por el hambre que incluso un mendigo robó tu himation mientras estaba tendido en el suelo, esperando la muerte e incapaz de evitar que lo robara. Así que no vengas aquí con tus desdeñosos ojos y me mires como si estuviera por debajo de ti. No necesito tu caridad y no necesito tu compasión. Sé exactamente lo que ves cuando me miras.
—¿De verdad?
Se levantó y abrió los brazos, mostrándome su perfecto cuerpo desnudo.
—Lo veo claramente en tu cara. Lo que ves es al patético niño pequeño que besaba los pies de su padre y le rogaba que no le enviara a prostituirse. Ves a la pu/ta que le daba placer a un príncipe y entonces fue echado de su casa.
Sacudí la cabeza negándolo.
—No, Nicholas. Lo que veo es un niño pequeño que solía correr hacia mí y preguntarme por que sus padres no lo querían. El mismo pequeño querubín de pelo dorado que perseguía los rayos de sol en mi cuarto y se reía cuando caían en su palma. Tú eres mi hermano y nunca veré nada malo en ti.

La rabia en su cara se intensificó hasta el punto que pensé que quizás me golpeara.
—Márchate.
Cubriéndome la cabeza, me giré y me marché.
Esperé que me detuviera. No lo hizo.
Y con cada paso que daba, lloraba con más intensidad por lo que había descubierto esta mañana. Mi precioso Nicholas se había ido y en su lugar estaba un hombre que no quería tener nada que ver conmigo.

La peor parte era que no podía culparle por ello. Era todo tan injusto. Debería estar en sus cámaras reales con sirvientes atentos a su seña y llamada.
En vez de eso estaba encerrado en una pesadilla de la cual ninguno de nosotros podría liberarle. Seguramente esta no sería su vida. Seguramente Nicholas significaba más que eso.
¿Más cómo podía negar lo que había visto? Tenía razón. La gente sólo quería una cosa de él. Y a menos que Padre estuviera dispuesto a protegerlo, Catera era mejor que nada.
Mi hermano pequeño era una pu/ta. Era hora de que me diese cuenta de la realidad.

23 de Agosto, 9529 AC


El día había amanecido con la más despreciable de las reuniones. Se me había informado que mi padre y sus senadores habían decidido intentar aplacar al dios Apolo con un sacrificio humano.
Yo.
Aunquela Guerrahabía estallado entre Grecia y Atlántida, los reyes griegos habían estado pensando en alguna manera de evitarla. Pero los Apolitas que gobernabanla Atlántidanos odiaban y estaban decididos a hacer de Grecia nada más que otra provincia atlante.
Temiendo ser esclavos de la tecnología superior de los Atlantes, las capitales griegas habían luchado con cada cosa que teníamos.
Desafortunadamente, no pareció ser bastante. Apolo favorecía a los Atlantes y a los Apolitas que había creado y que compartíanla Atlántidacon ellos. Hasta el punto de que siempre que lucharan a la luz del día, eran invencibles.
Los Reyes griegos estaban acabados. Así que las sacerdotisas y los oráculos se habían reunido para ver que, cualquier cosa, que pudiera devolver el favor de Apolo a las personas que originalmente lo habían venerado.
—El dios sólo puede ser distraído y tentado por la más hermosa de todas las princesas —había proclamado ante todos el oráculo de Delphi.
Algunos lunáticos me habían nombrado entonces a mí como dicha princesa.
A esos hombres, podría matarlos.
—Por favor, padre —le rogué, yendo tras él y Styxx. Se dirigían hacia la sala del Senado y no tenían tiempo para mí. No es que eso fuera inusual.
—Suficiente, Demi —dijo con severidad—. La decisión está tomada. Serás la ofrenda para Apolo. Le necesitamos de nuestro lado si vamos a ganar esta guerra contra los Atlantes. Tanto como continúe favoreciéndolos y ayudándolos a ellos, nunca tendremos una oportunidad. Si eres su amante, se volverá más amable hacia nuestra gente y quizás se incline a nuestra causa.

Me golpeó en la cara el que fuera a ser cambiada y vendida sin más como…
Me quedé de piedra cuando pensé en Nicholas. Finalmente entendía como se sentía.
Entendía que era no tener ni voz ni voto en lo que se hiciera con mi cuerpo.
Era un sentimiento terriblemente enfermizo. No me extrañaba que me echase de su habitación. En mi inocencia había actuado de manera bastante santurrona sobre algo que no entendía.
Sin embargo, no estaba de acuerdo con ellos. Decidida, seguí a Padre y Styxx de regreso por el corredor.

Cuando nos aproximamos al vestíbulo principal, el sonido de un pequeño grupo de senadores charlando en el atrio me detuvo en seco.
—Es igual a Styxx.
Mi padre y Styxx también se detuvieron cuando lo oyeron.
—¿Qué dices? —preguntó otra voz.
—Es cierto —dijo el primer senador—. No podrían parecerse más a no ser que hubieran nacido gemelos. La única diferencia es el color de sus ojos.
—Sus ojos son extraños —interrumpió un tercer senador—. Podría decirse que es el hijo de algún dios, pero no dice de cual.
—¿Y es tan hábil como dices?
—Sí —dijo el segundo—. Te lo dije, Krontes, tienes que visitarle. Imaginarse que es Styxx me ha ayudado inmensamente a tratar con el real gilipo/llas. Pasa una hora con Nicholas de rodillas y la próxima vez que veas a Styxx, tendrás una perspectiva completamente nueva.
Ellos se rieron.

Sentí  la sangre drenándose de mi rostro cuando Padre y Styxx se volvieron con roja furia.
—Deberías haber estado anoche en nuestro banquete —dijo el primer hombre—. Lo vestimos con túnicas reales y lo paseamos igual que una ramera caliente.
Me sentí repentinamente enferma.
Padre se dirigió directo hacia el grupo, llamando a los guardias para que los arrestaran por difamar a Styxx de tal manera.
Styxx difamado.
Una histérica risa surgió de mi interior mientras me doblaba de dolor. Que Zeus prohibiera que Styxx fuera insultado. No importaba que fuese Nicholas quien estaba siendo degradado y obligado a servirles.
Nicholas nunca importaba.
Al menos no a nadie excepto a mí.



23 de Junio, 9529 AC

Amanecía cuando dejé, sola, el palacio. Era una *beep* búsqueda la que me proponía, pero no podía detenerme. Hoy Nicholas cumpliría diecinueve.
En mi corazón sabía que nadie le daría un regalo por el aniversario de su nacimiento. Me preguntaba si incluso sabría el día exacto en el que había venido a este mundo. Y pensé en la celebración que había planeado y que nuestro padre había arruinado devolviéndole ala Atlántida.
Apreté su regalo bajo mi himation mientras caminaba a través de las abandonadas calles hacia el local en el que ya había estado antes.
Llamé a la oscura puerta y pregunté por Catera. Después de una breve espera, apareció con el ceño fruncido.
—¿Mi señora? ¿Por qué estáis aquí?
Le sonreí con amabilidad.
—Quiero ver de nuevo a Nicholas. Solo por unos minutes.
La tristeza oscureció sus ojos.
—Desearía poder ayudaros, mi señora, pero ya no está aquí.
Un helado terror me rasgó el corazón.
—¿Qué? ¿A dónde ha ido?
—No sé a dónde se lo llevaron.
—¿Llevaron? —susurré la palabra cautelosamente, esperando que no quisiese decir lo que pensaba.
Desafortunadamente, lo hacía.
—Fue arrestado hace varios meses. Los guardias del rey vinieron al atardecer. Irrumpieron por la puerta exigiendo que se les mostrara al real impostor. Nicholas fue sacado de su cama mientras estaba durmiendo y lo encadenaron, entonces lo arrastraron fuera de aquí y no he vuelto a oír nada desde entonces.
Mis dedos se entumecieron, sentí caer mi regalo al suelo mientras me quedaba allí demasiado atónita para moverme.
—¿Mi padre lo ha secuestrado?
Por supuesto que lo había hecho. Debería haberme dado cuenta de eso yo misma. No dudaba que hubiese enviado a sus hombres el mismo día que escuchó la charla de los senadores. ¿Qué clase de tonta era que no lo comprobé?
Pero claro, había estado demasiado ocupada pensando en mi inminente destino con Apolo. Me avergonzaba no haber puesto a Nicholas por delante. No había manera de decir lo que le habían hecho.

Mi único consuelo era el conocimiento de que Padre no podía matarlo. No sin matar también a Styxx.
Catera recogió mi regalo y lo envolvió devolviéndomelo.
Le di las gracias por costumbre y me marché.
Nicholas tenía que estar en algún lugar del palacio. No importaba lo que costase, iba a encontrarle y sacarlo de allí.

23 de Junio, 9529 A.C.

Era mediodía antes de que finalmente encontrara el paradero de Nicholas. Sabía bien que  preguntarle a mi padre por su ubicación, sólo provocaría su enfado hacia mí, y no me enteraría de nada que ya no conociera, de manera que recurrí a sobornar a los guardias del palacio.
Incluso eso fue más fácil de decir que hacer, ya que la mayoría de ellos no sabía nada en  absoluto y aquellos que sabían, tenían demasiado miedo de la ira de mi padre para  hablar de ello.
Pero por fin, tenía la respuesta. Mi hermano había sido llevado a la parte más baja del palacio, bajo los cimientos dónde mantenían la peor clase de criminales: violadores, asesinos, traidores…
Y un joven príncipe cuyo padre lo odiaba por ninguna otra razón que el haber nacido.
No quería bajar allí donde podía oír los lamentos y gemidos de los condenados, dónde podía oler su carne podrida y torturada. Era sólo el conocimiento de que Nicholas estaba allí, lo que me hizo encontrar el valor que necesitaba para visitarlo.  

Estaba absolutamente segura que si le hubieran dado una opción, no habría estado allí tampoco.
Bajé, por los serpenteantes corredores, tirando mi capa incluso más cerca para calentarme. Estaba tan húmedo y frío aquí. Oscuro. Imperdonable. Ni aún mi toque podría desterrar la oscuridad.  
Cuando pasé las celdas, aquéllos que podrían ver la luz gritaron por mi  misericordia. Sin embargo, no era mi misericordia lo que ellos necesitaban para ser libres. Era mi padre.  
Desgraciadamente, él no tenía ninguna de sobra...
El capitán de los guardias me llevó a una puerta pequeña en el mismo fin del corredor, pero se negó a abrirla. Podía oír el sonido de agua que goteaba adentro, pero nada más. Había un olor fétido pe/netrando el aire y asfixiándome. No tenía ninguna idea de lo que lo causaba. De verdad éste era un lugar aterrador.  
—Simplemente entrégame la llave. Juro que nadie alguna vez lo sabrá.
El rostro del guardia palideció.
—No puedo, Su Alteza. Su Majestad dejó claro que cualquiera que abriera esta puerta sería sentenciado a muerte. Tengo niños que alimentar.

Comprendí su miedo y no dudé de que mi padre realmente lo matara por tal afrenta. Los dioses sabían, él había matado hombres por menos de eso. Así que le di las gracias y esperé que me dejara sola antes de arrodillarme sobre el frío y húmedo suelo y abrir la trampilla que había sido diseñada para pasar la comida desde el pasillo a la celda.
—¿Nicholas?— llamé—. ¿Estás allí?
Me tumbé sobre el asqueroso suelo para tratar de ver a través de la pequeña abertura  en el suelo, pero no podía ver nada. Ni un sólo pedazo de piel o vestimenta o luz.  
Finalmente, escuché un muy ligero susurro.
—¿Demi? —su voz era débil y rasposa, pero me llenó de alegría.
Estaba vivo.  
Estiré la mano a través de la apertura como una ofrenda a él.
—Soy yo, akribos.
Sentí como su mano tomaba la mía. Estrechándola muy suavemente. Sus dedos eran delgados, esqueléticos, su caricia gentil.
—No deberías estar aquí —dijo en ese tono rasposo—. No se le permite a nadie hablar conmigo.
Cerré los ojos ante sus palabras y respiré entrecortadamente. Quería preguntarle si estaba bien, pero yo lo sabía muy bien.  ¿Cómo podía estar bien viviendo en una  pequeña celda como un animal?
Apreté su mano con más fuerza.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí?
—No lo sé. Aquí no hay modo de distinguir el día de la noche.
—¿No tienes una ventana?
Él se rió amargamente de eso.
—No, Demi. No tengo ninguna ventana.
Quise llorar por él.  
Soltó mi mano.
—Debéis iros, princesa. No pertenecéis a este lugar.
—Tú tampoco.  —Intenté alcanzarlo, pero no sentí otra cosa más que el sucio suelo.
—¿Nicholas?
Él no respondió.
—Nicholas, por favor. Sólo necesito escuchar el sonido de tu voz. Necesito saber que estás bien.
Me contestó el silencio.
Me quedé allí tumbada por un largo rato con mi mano aún en su celda, esperando que la volvería a tomar. No lo hizo. Mientras esperaba, seguí hablándole aunque él se negaba a contestarme. No es que lo culpara.
Tenía todo el derecho para estar enfadado y malhumorado. No podría imaginar el horror de ellos arrastrándolo través de las calles para encerrarlo en este lugar. 
¿Y por qué?  
¿Algunos imaginaban el desprecio que mi padre sentía? ¿Algunos necesitaban que Styxx tuviera que aliviar su dignidad? Me hastiaba.  
No me marché hasta que un sirviente le trajo la cena. Un tazón de aguada sopa y agua fétida. Lo miré fijamente, con horror.
Esta noche Styxx cenaría sus platos favoritos y comería hasta que estuviese lleno y satisfecho, mientras los nobles se reunirían para desearle bienes y adorarlo en cada antojo.  Padre lo colmaría de regalos y derramaría amor y buenos deseos.
Y aquí Nicholas se sentarían en una sucia celda. Solo. Hambriento. En cadenas.  
Con mis ojos llenos de lágrimas, vi al sirviente cerrar la puerta y abandonarnos.
—Feliz cumpleaños, Nicholas. —susurré, sabiendo que no podía escucharme










22 de Octubre, 9529 A.C.

Durante los últimos meses, me había estado preparando para mi unión con Apolo. Durante las horas de la mañana antes de que el palacio empezara a revolverse con  actividad, me esmeré en visitar a Nicholas en su celda. Él raramente hablaba, pero de vez en cuando le sacaba una o dos palabras.
Apreciaba cada una de ellas.
Sólo deseaba que participara más en nuestras discusiones. Me entristece decir que a veces  era bastante brusca con él, incluso me enfadaba. Yo hacía tal esfuerzo, y me arriesgaba mucho para verlo y traerle las golosinas de pan y dulces. Al menos podría ser semi-cordial conmigo.   
Pero al parecer, eso era pedir demasiado.  

Era tarde y yo había estado reunida con Padre, Styxx y el Alto Sacerdote en el estudio de Padre para discutir lo que tendría que llevar para la ceremonia que me ligaría a Apolo.  
Originalmente el concilio había querido ofrecerme al dios completamente desnuda. Por suerte el sacerdote les había desalentado de esto y ahora había mucho debate sobre el vestido correcto y la joyería.  
Mientras el escriba tomaba apuntes, Styxx cayó repentinamente enfermo. Demasiado débil para estar de pie, se derrumbó en el suelo dónde se tumbó como un niño pequeño, temblando. Cada latido del corazón parecía hacerlo más pálido. Más débil.  
Aterrada, miré como Padre lo recogía en sus brazos y lo llevaba a su cuarto. Los seguí, asustada de lo que lo podría haberlo poseído. Aunque nos pelábamos a menudo, yo de hecho amaba a mi hermano y la última cosa que quería  era verlo herido.  


1 comentario:

  1. Ay pobre nick :( no demores en subir estoy amando cada día mas esta nove♡

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