viernes, 26 de abril de 2013

Archeron - Cap: 12


Padre lo puso en la cama y llamó a un médico. Me adelanté, intentando ayudar, pero no había realmente nada que yo pudiera hacer. Styxx no podía siquiera hablar. Respiraba como si tuviera la garganta reseca y sus pulmones estuvieran dañados... Me miraba fijamente, sus propios ojos llenos de terror a lo que estaba sucediéndole.
Orando por  él, tomé su mano en la mía y lo sostuve de la forma que a menudo había hecho con Nicholas. Era raro que Styxx tolerara mi toque, lo que me decía lo enfermo que estaba.  
Cuando los médicos llegaron, Styxx se había puesto fantasmalmente pálido y demacrado.  
Yo me marché para que pudieran examinarlo y mientras ellos trabajaban, miré ansiosamente.
—¿Qué es? —preguntó Padre, su voz cargada con preocupación.  
Los médicos parecían confundidos.
—Nunca he visto algo como esto, Señor.
—¿Qué? —pregunté, mi voz quebrándose.  
El médico principal suspiró.
—Es como si él estuviera a punto de morirse de sed y hambre aunque sé que él nunca se pierde una sola comida. Por su apariencia dudo que pase de hoy. No tiene sentido. ¿Cómo un príncipe podría tener estos síntomas?
Mi corazón se detuvo ante sus palabras y al instante supe la fuente de la enfermedad de Styxx.
—Nicholas —dije a mi padre—. Él  se está muriendo.  
Mi padre no me oyó. Él estaba demasiado ocupado gritando al médico para sanase a su heredero.
—¡Padre! —grité, agitando su brazo para obtener su atención—. Styxx está muriendo porque Nicholas está muriendo. ¿No Recuerdas lo que dijola Sabiacuando ellos nacieron? Si Nicholas muere, también lo hace Styxx. Nicholas es el que está muriendo de hambre en su celda de la prisión. Si nosotros lo sanamos, Styxx vivirá.  
Con su rostro furioso, llamó a sus guardias y pidió que trajeran a Nicholas al Salón del trono.
Yo corrí detrás de ellos, mientras recorrieron el ancho palacio y bajaron a las profundidades , a la celda, para llevarlo de regreso. Como siempre, estaba húmedo y apestoso. Odiaba este lugar y me molestó mucho que Nicholas hubiera sido confinado aquí todos estos meses.  
Con el corazón latiendo, me quedé atrás mientras ellos abrían la puerta de la celda.  Finalmente lo vería de nuevo.  
Dieron un paso atrás, mostrándome a Nicholas.  
Nunca en mi vida había maldecido en voz alta, pero maldije vilmente cuando vi cómo habían encerrado a mi hermano.

El cuarto era tan pequeño que le habían obligado a que se sentara doblado. Era aún más pequeño que el que Estes había usado en Atlántida para castigarlo. Nicholas estaba literalmente encorvado  como una pelota. No había ninguna luz en absoluto en el interior.  
Mi hermano había vivido en total oscuridad y suciedad durante casi un año. Incapaz de moverse o estirarse, o para aliviarse incluso. Ni siquiera los animales eran tratados tan pobremente. ¿Por qué Nicholas nunca me había dicho lo que yacía de su lado de la puerta?  
El guardia intentó sacarlo. Demasiado débil para  protestar, Nicholas se desparramó a través del vestíbulo. Su hedor y el del cuarto era tan rancio que hizo que mi estómago diera un vuelco. Obligándome a taparme nariz para no vomitar. 
 Nicholas se extendió  sobre su espalda, su respiración poco profunda  y débil. Estaba tan delgado que no parecía real yaciendo  allí. Podía ver cada hueso en su cuerpo. Una barba espesa cubría su cara y su cabello colgaba a su alrededor como una frágil telaraña. Parecía un hombre viejo, y  no un muchacho de diecinueve.  
Me arrodillé a su lado y puse  su cabeza en mi regazo.
—¿Nicholas?  
Él no respondió. Como Styxx, estaba demasiado débil para hacer algo más que mirarme inexpresivamente.
—Llevadlo arriba, a mi habitación —ordené  al guardia.  
Él encorvó su labio en repugnancia.
—Mi señora, él está asqueroso.  
—Lo llevaras a mi cama o haré que te castiguen por tu insolencia.
La indecisión jugueteó  por su rostro durante varios minutos antes de que cumpliera. Pedí que otro guardia sacara comida y bebida mientras yo los seguía.  

Cada paso parecía llevar demasiado tiempo. No podría creer que la cáscara de un humano en los brazos del guardia fuera el mismo muchacho guapo quien perseguía a Maia en nuestro jardín. ¿Cómo pudo mi padre hacerle esto?  
¿Cómo pudo Nicholas hacerse esto?  
Entrando en mi cuarto, el guardia lo puso en mi cama, entonces salió inmediatamente. Envié a mis sirvientas por agua y paños para que así pudiéramos lavar algo de su suciedad.  
Era tan horrible estar cerca de él de este modo. Olía tan mal, parecía tan débil... ¿Cómo  podría alguien sufrir tal tragedia? Me sentí completamente desvalida.  
Usando la sabana, intenté limpiar algo de la suciedad de su cara.  
Mis sirvientas volvieron al mismo tiempo que traían la comida.  

Acuné la cabeza de Nicholas mientras lo alimentaba cuidadosamente con pequeñas piezas de pan. Pero no parecía querer masticar. Yo no sabía si estaba demasiado débil o demasiado ido  para saber que era el pan en su boca.
—Mi señora —dijo Kassandra— os estropeareis la ropa tocándolo de esa forma.  
—No me importa —Y no lo hacía. Todo lo que me  importaba era que salvar su vida. Derramé lentamente el vino en su boca—. Come, Nicholas —susurré.
Débilmente, él alejó su cabeza de mí.
—Por favor —rogó, su voz un tosco, ronco susurro—. Déjame morir.  
Las lágrimas me ahogaron cuando me di cuenta que debía haberlo hecho a propósito. Sin duda había estado dejando de comer, rogando para que la muerte viniera y lo liberara de ese agujero dónde había estado atrapado.  

Lo más amable que podría hacer dejarle ir.  
Pero no podía. No sólo lo perdería a él, sino también perdería a Styxx y amaba a mis dos hermanos.
—Quédate conmigo, Nicholas, —susurré.
Pero él no lo hizo por  mí. En cambio, él luchó por la  muerte y los días pasaron mientras miraba a los médicos de mi padre que violentamente lo forzaban a alimentarse  mientras él intentaba escupir la comida...  eran implacables en su atención.  


Lo mantuvieron atado a mi cama y abrieron sus labios para que pudieran verter leche, vino y miel por su garganta. Él intentaba escupir la comida y bebida sólo para golpearle  y sostenerle su boca y nariz hasta que tragara.  
Él los maldijo y me maldijo.  
No podía culparlo.
Todos los días eran una pesadilla para él mientras Styxx se hacía más fuerte en el consuelo, con todos despilfarrando alabanzas sobre él y sirviéndole cada una de sus exigencias. Entretanto los cardenales estropeaban la piel de Nicholas, sobre todo su mandíbula que constantemente sujetaban. Los médicos exigieron que se le “alimentara” cada dos horas por lo menos.
Cada vez que los guardias y sirvientes aparecían con esos alimentos, él se tensaba  y me lanzaba la más desaprobadora de sus miradas.  
Cuando se puso más fuerte, las luchas se volvieron más fuertes, hasta que finalmente dejó de luchar por completo. Las odiosas miradas de enfado fueron reemplazadas por unas de desesperada resignación que me hirieron  aún más. Todavía lo dejaron atado y yo comprendí que en realidad no había cambiado su posición. Sólo su ubicación era diferente.  
La realidad de mi hermano era siempre la misma.



1 de Noviembre, 9529 A.C.

Hoy Padre trasladó a Nicholas a una nueva habitación en el mismo corredor que la mía. Una vez más, él estaba atado con los brazos y piernas extendidos en la cama, pero al  menos esta vez estaba vestido. Los alimentos continuaron, pero ahora sólo ocurrían cinco veces al día.
Yo me esmeré en ver a Nicholas  en cada oportunidad que podía y cada vez que lo veía mi corazón se rompía más.
Nicholas nunca se movió o me habló durante mis visitas. Yacía allí, mirando fijamente al techo como si fuera inmune a lo que estaba pasando a su alrededor.
—Desearía que me hablaras, Nicholas.  
Él actuaba como que si no estuviera allí.  
—Tienes que saber que yo te quiero. No quiero verte de esta manera. Por favor, hermanito. ¿Podrías mirarme por lo menos?  
Él ni siquiera pestañeó.

Su falta de respuesta me encolerizó  y una parte de mí quería atacarlo verbalmente. Pero sostuve mi lengua. Él había sido despreciado lo suficiente por los insultos de mi padre y los guardias y sirvientes que lo alimentaron.  
No había nada más que pudiera hacer. Enferma por reconocerlo, lo dejé y continué mis preparativos para Apolo.  










20 de Noviembre, 9529 A.C.

Nicholas continuó acostado, inmóvil, en su cama. Miraba fijamente al techo como siempre, ignorándome mientras intentaba hablar con él.  
—Desearía que me hablaras, Nicholas. Extraño la manera en que conversábamos juntos. Eras mi mejor amigo. La única persona con quien yo podría hablar en la vida, quien no diría cada palabra que dije a Padre.
Otra vez, no hubo respuesta.  
¿Qué lo haría reconocerme? Ciertamente él no podría continuar echado en la cama así. Entonces de nuevo, dado el hecho que él había estado sentándose en un agujero diminuto estos pasados meses, él probablemente se había más que acostumbrado a no moverse.
Mi corazón sufría por  él, empecé salir de la cama cuando noté algo extraño. Frunciendo el entrecejo, me acerqué a la columna de la cama dónde su tobillo estaba  asegurado por un grillete de metal. Me tomó un segundo en comprender lo que estaba mirando. Sangre fresca y seca cubría el metal.  

Yo me encogí cuando vi su piel en carne viva y sangrante que estaba mayormente oculta de mi vista por las esposas. Así que Nicholas no  estaba  de ese modo siempre  inerte. De las heridas que marcaban cada brazo y pierna, podía decir que había estado luchando furiosamente por su libertad siempre que él estaba solo.  
Cuando observé la sangre, mi propia visión se puso roja. Ya había tenido bastante de este abuso.
Mi furia ardiendo lentamente, dejé su cuarto para encontrar a nuestro padre.  
Después de una búsqueda rápida, me enteré que él estaba fuera en el área de entrenamiento mirando como  Styxx practicaba lucha con la espada.  
—¿Padre?  
Él me lanzó una mirada agitada por haber osado interrumpir sus estímulos a Styxx.          
—¿Hay algún problema?
—Si lo hay,  de hecho. Quiero a Nicholas liberado  Lo exijo.  
Él sonrió con desprecio a mi pedido. —¿Por qué? ¿Qué haría él con eso?  
Yo quería que él entendiera lo que estaba haciendo a alguien que nunca le causó daño. Alguien que era su propia carne y sangre. —No puedes dejarle atado como una bestia, Padre. Es cruel. Él no puede ni siquiera asistir a sus necesidades básicas.
—Ni él puede avergonzarnos.
—¿Avergonzarnos  cómo?   
 —Mujeres— gruñó—. Tú estás siempre ciega. ¿No puedes ver lo qué es él?
Yo sabía exactamente quién y lo que mi hermano era.
—Es un muchacho, Padre.  
—Es una pu/ta.
Había más veneno en esas palabras que en el hoyo de la serpiente dónde mi padre arrojaba  a sus enemigos.  
Esto hizo mi ira hervir.
—Era un esclavo torturado que tú echaste a la calle. ¿Qué se suponía que iba a hacer?
Me contestó con un gruñido salvaje.  
Pero me negué a ceder.
—No permitiré esto, Padre. No soportaré esto otro minuto más. Así que ayúdame, si no lo liberas de esos grilletes, me esquilaré el pelo y me marcaré la cara al extremo de que ya no le serviré de utilidad ni a Apolo ni a nadie.
—No te atreverías.
Por  primera vez en mi vida, lo miré fijamente como a un igual. No había ninguna duda dentro de mí que podría  llevar a cabo la amenaza.
—Por la vida de Nicholas, yo lo haría. Merece ser tratado mejor de lo que lo es.
—¡No merece nada!
—Entonces puedes buscar a otra mujer para pu/ta de Apolo.

Sus ojos se oscurecieron de tal manera que yo  estaba segura que me golpearía por mi intrepidez.  
Pero finalmente, yo gané esta batalla.  
Esa misma tarde Nicholas fue liberado de su cama. Él permanecía allí cuando las cadenas  se abrieron  y vi la sospecha en sus ojos. Estaba esperando que algo peor sucediera.  

Una vez los grilletes se fueron, ordené a los guardias que dejaran el cuarto. Nicholas no se movió hasta que estuvimos solos. Despacio, enojadamente, se empujó a mirarme. Estaba inseguro, sus músculos débiles de la falta de uso.

Su largo cabello rubio estaba  enmarañado y grasiento. Su piel enfermizamente  pálida por  la oscuridad que había sido su hogar. Una barba espesa cubría sus mejillas. Había círculos profundos debajo sus ojos, pero  no estaba tan  demacrado,  la atroz alimentación le había agregado bastante peso por lo que él parecía por lo menos  humano.
—No puedes dejar este cuarto —le advertí—. Padre fue  explícito en sus condiciones que te permiten estar libre solo aquí siempre y cuando te mantengas oculto. 
Nicholas se heló ante mis palabras y me dio un aguda y fría mirada.
—Por lo menos ya no estás atado.
No me habló. Ya no lo hacía. Pero sus turbulentos ojos color plata decían mucho. Me hablaron del dolor y la agonía que constituía su vida. Acusaban y se dolían.  
—Mis habitaciones están dos puertas abajo deberías.
—No puedo salir —gruñó—. ¿No es lo que dijiste?
Abrí la boca, entonces hice una pausa. Él tenía razón. Me había olvidado de eso.
—Entonces yo vendré a visitarte.  
—No te molestes.
—Nicholas.
Él interrumpió mis palabras con una cortante mirada enfurecida.
—¿Recuerdas  lo me dijiste en tu última visita a mi celda?  
Me esforcé en recordar. Había estado enfadada con él por no hablarme, pero eso era todo lo que recordaba.
—No.
—Ve y muere, para lo que me importa. Ya no puedo preocuparme más por ti.
Hice  una mueca de dolor ante las palabras que nunca debí de haber pronunciado. Me cortaron el alma profundamente, que no era nada comparado a cómo debieron hacerlo  sentir. Si sólo hubiera sabido la miseria en la que se encontraba... 
—Estaba enfadada.  
Él torció sus labios.
—Y yo estaba demasiado débil para responderte. Es difícil hablar cuando pasas los días con nada más que la oscuridad y ratas por compañía. Pero claro, tú no sabes cómo es tener ratas y pulgas mordiéndote, ¿no es verdad? Lo que es sentarte en tu propia mie/rda.
—Nicholas.
Sus fosas nasales se dilataron.
—Déjame, Demi. No necesito tu caridad. No necesito nada de ti.
—Pero… 
Él me sacó de la habitación y me cerró la puerta de golpe en la cara.  
La miré fijamente hasta que un movimiento junto a mí capturó mi atención. Los guardias de Nicholas. Tenía dos de ellos para asegurarse que no infringiría ningún mandato de Padre.

Así que éste era su destino. Yo solo había cambiado la ubicación de su prisión. Todavía no era libre.  
Mi alma sufría en lo más profundo por él. ¿Él estaba vivo, pero con qué propósito? Quizás habría sido más amable permitirle morirse después de todo. ¿Pero cómo podía hacerlo? Él era mi hermano y yo lo quería incluso cuando él me odiaba.  
Enferma, me volví y regresé a mis aposentos, pero allí no encontré ninguna paz. Había sido poco caritativa con Nicholas, dura. Irreflexiva. Con razón no quería hablarme.  
Pero yo no podría dejarlo con esto. Le daría tiempo. Quizás él regresara en el futuro.

Por lo menos, esperaba en lo más profundo que lo encontrara por sí mismo y me perdonara por ser como todos los demás. Por herirlo cuando yo debía de haber luchando por  él.






1 de Diciembre, 9529 AC

A medida que pasaban los días, yo aprendí más cosas acerca de las órdenes de mi padre hacia el trato de Nicholas. No le estaba permitido entrar a nadie en el cuarto de Nicholas, a excepción de mí misma, a quien él se negaba a ver, y todo lo que él tocaba era destrozado y quemado.
Todo.
Sus platos, sus sábanas. Incluso sus ropas. Esta era la humillación pública de Padre para Nicholas.
Aquello me enfermaba.
Hasta el día en que hice el descubrimiento más asombroso de todos.
Había ido con varias amigas a ver una representación a mediodía. No era algo que soliese hacer normalmente, pero Zateria estaba completamente desesperada por uno de los actores y había insistido en que yo lo juzgara por mí misma.

Estuvimos riéndonos entre nosotras cuando de repente reparé en alguien que estaba sentado dos filas más debajo de nosotras en la sección campesina. Estaba sentado solo con un peplo que lo protegía. Tenía la capucha puesta sobre la cabeza de modo que no podía decir nada acerca de sus facciones y aún así había algo extrañamente familiar en él.
No fue hasta que acabó la representación y el hombre se levantó que me di cuenta de por qué me era familiar.
Era Nicholas.

Se bajó la capucha, pero yo ya había vislumbrado la belleza de su cara y sabía que Styxx nunca se habría rebajado a venir a algo tan común como un juego de mediodía. Incluso si lo hacía, él nunca estaría en los asientos de esa sección.
Me disculpé de mis amigos para ir tras él.
—¿Nicholas?
Él vaciló un instante antes de bajar aún más la capucha y continuar su camino.
Apresurándome para darle alcance, tiré de él para que se detuviera.
Él me miró fríamente.
—¿Vas a decírselo a él?
—No —jadeé, sabiendo que “él” era nuestro padre—, ¿Por qué lo haría?
Él empezó a alejarse, pero yo lo detuve otra vez.
Su expresión era exasperada.
—¿Qué Demi?
—¿Cómo has venido aquí? Los guardias…
—Los soborné —dijo él en un tono contenido.
—¿Con qué? No tienes dinero.

La mirada que me dedicó respondió esa respuesta de forma contundente. Sentí náuseas con el simple pensamiento de lo que había usado para escapar de palacio.
Él entrecerró los ojos sobre mí.
—No parezcas tan horrorizada, Demi. He sido golpeado por mucho menos que una tarde de libertad. Al menos ellos son amables conmigo.
Las lágrimas aguijonearon mis ojos.
—No puedes continuar haciendo eso.
—¿Por qué no? Es todo lo que quieren de mí.
—Eso no es verdad.
—¿No?
Lo observé mientras se arrancaba la capucha. Podía sentir la onda travesó a todo el mundo alrededor nuestro como la gente fijaba la mirada en él.

El repentino ensordecedor silencio. Era tan tangible y no había error en la atención que estaba inmediatamente enfocada sobre él.
Solamente en él.

Las cabezas de las mujeres se juntaban mientras se reían tontamente y trataban de pasar desapercibidas en su ávido mirar. Los hombres no eran tan sutiles. No había duda en el hecho de que cada uno de ellos se lo quedaba mirando con anhelo. Con deseo.
Yo no era más inmune a su nada natural atracción de lo que lo eran ellos, pero la mía estaba temperada por el hecho de que éramos familia.
—¿Quieres saber realmente por qué me odia tu padre?
Yo sacudí la cabeza. Conocía la respuesta. Nicholas lo había dicho el día en que Padre lo había desterrado. Por que él, también, se sentía atraído por Nicholas y despreciaba al chico por ello.

Nicholas me empujó para pasar, saliendo del estadio. Con cada paso que daba, le asediaban con ofrecimientos e invitaciones. Incluso una vez que volvió a colocarse la capucha, la gente no paraba de llamarle y perseguirle a través de la calle.
Me apresuré tras él.
—No seas así —dijo un hombre mientras se arrastraba detrás de Nicholas—. Sería un mentor muy beneficioso.
—No tengo necesidad de un mentor, —dijo Nicholas mientras continuaba caminando.
El hombre lo agarró con rudeza.
—¿Qué quieres?
—Quiero que me dejen solo.
El hombre bajó la capucha de Nicholas.
—Dime tu precio. Pagaré cualquier cosa para tenerte.
Esa hundida y vacía mirada apareció en los ojos de Nicholas haciendo que el hombre se apartara de él.
—¿Qué es esto?
Mi sangre se congeló cuando reconocí la hostil y demandante voz de mi padre. Había estado tan concentrada en Nicholas y el desconocido que no me había dado cuenta de que Padre y sus allegados estaban paseando.

Ahora la atención de padre cayó completamente en Nicholas cuya cara se volvió de piedra.
Padre le arrebató brutalmente a Nicholas la capucha de la cabeza y lo empujó hacia sus guardias a quienes se les ordenó lo tomaran en custodia. Nicholas fue escoltado de regreso al palacio donde Padre lo golpeó por su desobediencia.
Intenté mitigar el castigo, pero Padre no escuchaba. 

Ellos arrastraron a Nicholas al interior del patio fuera de la sala del trono de mi padre que estaba reservado para los castigos. Los guardias le rasgaron la ropa dejándolo desnudo y le propinaron sesenta y cinco latigazos en la espalda. No podía mirar, pero oía cada silbido del látigo cuando viajaba a través del aire y cada latigazo que cortaba a través de su piel.
Nicholas gruñía y varias veces lo oí caer, sólo para que mi padre ordenara a los guardias que lo pusieran de nuevo en pie. Ni una sola vez gritó.
Cuando finalmente se terminó, me volví para ver a Nicholas inclinado contra el poste, sangrando, sus manos todavía firmemente atadas. Los guardias le lanzaron una tosca manta por encima antes de que sus cuerdas fueran cortadas y fuese arrastrado de regreso a su habitación y encerrado dentro.
Todo lo que pude hacer fue sostener después a Nicholas. Por una vez, él no me hizo a un lado. Permanecía tendido con la cabeza en mi regazo como solía hacer cuando éramos niños. Cuando me rogaba que le dijera por que nuestros padres le odiaban.
Esperé a que alguien viniera y atendiera su destrozada espalda.
Nadie lo hizo.

Sólo después me di cuenta de que Padre lo había prohibido. Así que me senté con Nicholas durante horas, sosteniendo su cabeza mientras él lloraba silenciosamente por el dolor.
Si lloraba por el hiriente latido de su espalda o el profundo dolor en su corazón, eso no lo sabía. Dioses, cómo deseaba llevarle de regreso al día en el huerto cuando habíamos estado solo los tres jugando y riendo. Lejos a algún lugar donde pudiera ser libre y apático, donde fuese un chico normal de diecinueve años como debería haberlo sido.
Cuando finalmente se durmió, continué pasando mi mano a través de su cabello dorado, mientras observaba los horribles verdugones en su espalda. No podía imaginarme un dolor tan fuerte.
—Te quiero, Nicholas —susurré, deseando que mi amor fuera bastante para protegerlo de esto.

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aaaaa ven por que amo esta novela sdjfhkashfhskd pobre archeron (nicholas) y bueno la novela es Niley pero Miley no va a aparecer pronto primero se cuenta la historia de archeron, vale mucho la pena leerla y ya viene la parte de el primer amor de archeron :s 


3 comentarios:

  1. Omj dios pobre nick :( Lloro como una bebé, nick siempre tiene que pasar por algo malo, ya quiero ver como el se defiende y hace que ellos pagen por lo que le hacen, awww demi es un amor ella sufre con nick, oye te juro que te encierro en un cuarto como a nick si no la sigues rapido, jajaja un beso y gracias por subirla♡

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  2. awww me encanta esta nove los capis son fantasticos ifrnorigoirfiej siguela!!!!!

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  3. Oye! Jajaja bueno soy tu lectora fantasma! Siempre he leido tus novelas y nunca he comentado ni en este ni en tu otro blog por que no tenia cuenta, pero bueno la abri para comentarle a una amiga y de paso para comentarte a ti, AMO esta adaptación es buenisima, pobre nick sufro con el siempre, no demores en subir♡ Estas novelas me ponen a mil la imaginación.

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