sábado, 20 de abril de 2013

Archeron - Cap: 3


3 de Noviembre, 9532 A.C.


Han pasado nueve años desde la última vez que vi a mi hermano, Nicholas. Nueve años y no ha pasado ni un sólo día para mí sin que me preguntara qué estaba haciendo. Cómo estaba siendo tratado.
Cada vez que Estes nos visitaba, siempre lo llevaba a un lado y le preguntaba por Nicholas.
—Está bien y sano, Ryssa. Lo aprecio como si fuera de mi casa. Él tiene todo lo que quiere. Estaré encantado de decirle que has preguntado por su bienestar.
Aún así, algo en mi interior no se contentaba lo suficiente con esas palabras. Le pedí a padre repetidamente que enviase por Nicholas. Que le trajese a casa al menos por las fiestas. Como príncipe, nunca debería de haber sido enviado lejos. Con todo allí, él permanecía en un país que estaba en constante conflicto con nosotros. Incluso, aunque Estes era un embajador, eso no cambiaba el hecho de que si iban a la guerra, Nicholas, como príncipe Griego, moriría.
Y padre se negaba a cada petición que yo hacía.
Había estado escribiendo a Nicholas durante años y él normalmente me escribía religiosamente.
Sus cartas siempre eran breves, con sólo un puñado de detalles, pero incluso así, yo atesoraba cada una.
Así que cuando me llegó una carta hace algunas semanas, no pensé que hubiese algo inusual en ello.
No hasta que la leí.

Mis más estimados y exaltados saludos Princesa Ryssa.
Perdonadme por mi atrevimiento. Perdonadme por mi impertinencia. Encontré una de sus cartas escritas a Nicholas y he, con gran peligro para mí misma, decidido escribirle. No puedo decirle que daños le acontecen a él, pero si realmente ama a su hermano como dice hacerlo, entonces le pido que venga y lo vea.

Yo no dije nada acerca de la carta. Ésta no había sido siquiera firmada. Por todo lo que yo sabía podía ser una trampa.
Aún así, no podía sacarme la sensación de que no lo era, que Nicholas me necesitaba.
Durante días me debatí acerca de ir hasta que no pude contenerme más.
Tomando a mi guardia personal Boraxis conmigo para mi protección, me escabullí de palacio y les dije a mis doncellas que le dijeran a mi padre que estaba visitando a mi tía en Atenas. Boraxis pensó que yo era una enorme *beep* por viajar todo el camino hastala Atlántidapor una carta que el autor ni siquiera había firmado, pero no me importaba.
Si Nicholas me necesitaba, entonces iría allí.
Sin embargo, ese coraje vaciló días después cuando me encontré a mi misma a las afueras de la casa de mi tío en la ciudad capital de Atlántida. La brillante construcción roja era incluso más intimidante que nuestro palacio en Didymos. Era como si hubiese sido diseñado sin otro propósito que inspirar temor y admiración. Por supuesto, como nuestro embajador, esto beneficiaba tanto a Estes como impresionaba a nuestros enemigos.
Mucho más avanzada que mi Grecia natal, la isla del reino de Atlantida brillaba y resplandecía. Había más actividad de esa gente a mi alrededor de la que jamás había visto antes. Era realmente una bulliciosa metrópolis.
Tragando el temor que sentía, miré a Boraxis. Más alto que la mayoría de los hombres, con el pelo negro trenzado bajando por su espalda, era enorme y corpulento. Letal. Y me era exageradamente leal, incluso, aunque fuera un sirviente. Había estado protegiéndome desde que yo era una niña y sabía que podía depender de él.
Nunca permitiría que me hicieran daño.
Recordándome eso, subí las escaleras de mármol, hacia la entrada dorada. Un sirviente abrió la puerta, incluso antes de que la alcanzara.
—Mi señora —dijo diplomáticamente, —¿Puedo ayudarla?
—He venido a ver a Nicholas.
Él inclinó la cabeza y me dijo que lo siguiera al interior. Encontré extraño que el sirviente no me preguntara mi nombre o negocios con mi hermano. En casa, a nadie se le estaba permitido acercarse a la familia real sin una completa investigación.
Admitir a alguien desconocido en nuestra residencia privada era un crimen castigado con la muerte. Aún así, a este hombre no le importaba conducirnos a través de la casa de mi tío.
Una vez que alcanzamos otro salón, el hombre frente a mí se volvió para mirar a Boraxis.
—¿Su escolta se unirá a usted durante su tiempo con Nicholas?
Fruncí el ceño ante la extraña pregunta.
—Supongo que no.
Boraxis aspiró aire con fuerza. Había preocupación en sus profundos ojos marrones.
—Princesa…
Le puse la mano sobre el brazo.
—Estaré bien. Espérame aquí y regresaré enseguida.
Él no parecía nada complacido con mi decisión y honestamente, yo tampoco lo estaba, pero seguramente nadie me lastimaría en casa de mi tío. Así que lo dejé allí y continué bajando por el corredor.
Y mientras caminábamos, lo que más me sorprendió acerca de la casa de mi tío era cuan extremadamente silenciosa estaba. Ni siquiera se podían oír murmullos. Ni risas. A nadie hablando.
Sólo nuestras pisadas resonando bajo el largo y oscuro corredor. El mármol negro se extendía tan lejos como alcanzaba a ver, reflejando nuestras imágenes cuando nos dirigíamos a través de la opulencia de desnudas estatuas y exóticas plantas y flores.
El sirviente me condujo a una habitación en el lado más alejado de la casa y abrió una puerta.
Yo pasé al interior y vacilé, cuando me di cuenta que esta el dormitorio de Nicholas. Cuan extraño era para él admitirme allí sin saber que yo era la hermana de Nicholas. Entonces otra vez, quizás él lo hiciera. Eso explicaría muchas cosas.
Por supuesto, debía ser eso. Él debía haberse dado cuenta de que yo tenía un gran parecido con mis hermanos. Excepto por los divinos ojos plateados de Nicholas, nosotros éramos idénticos.
Relajándome, eché un vistazo. Era una habitación excepcionalmente grande, con una enorme chimenea. Había dos sofás ante un hogar de piedra con una extraña estructura entre ellas. Esto me recordaba al bloque de castigo, pero eso no tenía sentido. Quizás fuera algo único enla Atlántida. Todami vida había oído que esa gente tenía extrañas costumbres.
La cama en sí misma era bastante pequeña para una habitación de este tamaño, con cuatro altos postes tallados con el complejo diseño de un pájaro. En cada poste, la cabeza del pájaro estaba girada hacia debajo de modo que pudieran sostener los ganchos que sujetaban las negras cortinas, aún así allí no había cortinas de cama.
Al igual que el vestíbulo que llevaba al cuarto, las paredes eran de un brillante mármol negro que me devolvía mi imagen a la perfección. Y mientras echaba un vistazo, me dí cuenta que no había ninguna ventana en toda la habitación. Ni siquiera había un balcón. La única luz provenía de los fortines dispersos en la pared. Esto hacía la habitación muy oscura y siniestra.
Cuan extraño…
Tres sirvientes estaban hacienda la cama de Nicholas y una cuarta mujer los supervisaba. La supervisora era una mujer de pequeña estatura que parecía estar alrededor de los cuarenta o así.
—No es el momento —le dijo ella al hombre que me había conducido a través de la casa—. Él todavía se está preparando.
El hombre curvó el labio ante ella.
—¿Le dirás tú a Gerikos que tengo a una cliente esperando mientras Nicholas se retrasa?
—Pero él ni siquiera ha tenido tiempo de comer todavía —insistió la mujer—. Ha estado trabajando toda la mañana sin un sólo descanso.
—Tráelo.
Fruncí el ceño ante sus susurrantes palabras y su conducta. Aquí algo no iba del todo bien. ¿Por qué mi hermano, un príncipe, estaría trabajando?
La mujer se volvió hacia una puerta en el lado más alejado del dormitorio.
—Espera —le dije, deteniéndola—. Yo iré a él. ¿Dónde está?
La mujer le dedicó una aterrada mirada al hombre.
—Es su tiempo con él —dijo con firmeza el hombre—. Deja a la dama hacer lo que desee.
La mujer mayor se hizo a un lado y abrió la puerta de una antecámara. Cuando pasé a través de ella, la oí a ella y al hombre reunir a los sirvientes y marcharse.
De nuevo, cuan peculiar…
Vacilando, entré a la habitación esperando encontrar al hermano gemelo de mi hermano Styxx. Un arrogante joven que lo sabía todo del mundo. Un insultante, hombrecito jactancioso que se preguntaría por qué lo molestaba con tan insensata búsqueda.
No estaba en absoluto preparada para lo que encontré.
Nicholas estaba sentado en una enorme tina de baño a solas. Tenía su espalda descubierta hacia mí e inclinaba su cabeza rubia hacia delante como si estuviera demasiado cansado para incorporase mientras se bañaba. El largo pelo le caía pasando los hombros y estaba húmedo, pero no mojado.
Con el corazón acelerado, me moví hacia delante y advertí una fuerte esencia a naranjas en el aire. Una pequeña bandeja de pan y queso estaba depositada en el suelo a su lado, sin tocar.
—¿Nicholas? —susurré.
Él se congeló durante un momento, entonces aclaró su cara en el agua. Dejó la tina y se envolvió rápidamente en una toalla secándose como si le diese completamente igual que yo hubiese interrumpido en su baño.
Había un aire de poder que lo rodeaba mientras se secaba con cortas y rápidas pasadas, entonces lanzó la toalla hacia un pequeño montón de ellas.
Por un instante, estuve cautivada por su juvenil y masculina belleza. Por el hecho de que no hiciera ningún movimiento por vestirse o cubrirse. Todo lo que lo adornaban eran bandas de oro. Tenía una delgada alrededor del cuello que sostenía un pequeño colgante de algún tipo. Las bandas más gruesas rodeaban cada uno de sus bíceps en la parte superior de sus brazos y hasta la unión del codo con otra banda alrededor de sus muñecas. Una cadena de pequeños círculos conectaba cada banda a lo largo de sus brazos. Y una pequeña banda de oro con un pequeño aro estaba conectada a cada uno de sus tobillos.
Cuando él se acercó a mí, me quedé atónita por lo que vi. Él era el gemelo idéntico a Styxx en apariencia y aún así veía algunas similitudes entre ambos.
Styxx se movía más rápido. Mercurialmente.
Nicholas se movía despacio. Metódicamente. Era igual que una sensual sombra cuyos movimientos eran una poética sinfonía de músculo, nervio y gracia.
Era más delgado que Styxx. Demasiado delgado, como si no tuviese suficiente comida que comer. Incluso así, sus músculos eran extremadamente bien definidos y pulidos a la perfección.
Él todavía tenía esos extraños ojos plateados, pero sólo brillaron brevemente antes de que apartase la mirada hacia el suelo a sus pies.
También había algo extraño en eso. Un aire de desesperada resignación lo rodeaba. Era el que había visto incontables veces en los campesinos y mendigos que venían a reunir limosnas a las puertas de palacio.
—Disculpadme, mi señora —dijo suavemente, su voz extrañamente seductora y suave mientras hablaba entre dientes—. No sabía que vendríais.
Sus cadenas titilaron suavemente en el silencio, él se movió detrás de mí igual que un suave y seductor espíritu. Alcanzó a rodear mi cuello y me desabrochó la capa.
Aturdida por sus acciones, no pensé en protestar cuando me quitó la prenda y la tiró al suelo. No fue hasta que me apartó el pelo del cuello y se movió para besar la desnuda piel descubierta por él.
—¿Qué estás haciendo?
Él parecía tan extrañado como me sentía yo, pero todavía mantenía su mirada fija en el suelo ante mí.
—No se me ha instruido para lo que ha pagado, mi señora —dijo suavemente—. Supuse por su mirada que me quería suavemente. ¿Me equivoco?
Me quedé tan sacudida por sus palabras, como tan bien por el hecho de que él continuaba apretando la mandíbula.
—¿Por qué hablas de esa manera? ¿Pagar por qué? Nicholas, soy yo. Ryssa.
Él frunció el ceño como si no recordase su nombre. Él se estiró por mí otra vez.
Yo me hice a un lado y agarré mi capa del suelo.
—Soy tu hermana, Nicholas. ¿No me conoces?
Sus ojos brillaron de enfado cuando encontraron su mirada durante un instante.
—Yo no tengo hermana.
Mis pensamientos  giraron mientras intentaba encontrarle sentido a eso. Este no era el chico que me había escrito cartas casi cada día, el chico que me contaba sus días de ocio.
—¿Cómo puedes decir eso después de todos los regalos y cartas que te he enviado?
Su rostro se relajó como si finalmente entendiera.
—Ah, esto es un juego que deseas jugar conmigo, mi señora. Deseas que sea tu hermano.
Yo lo miré con frustración.
—No, Nicholas, no es un juego. Tú eres mi hermano y te escribí casi cada día y tú, de vuelta, me escribías a mí.
Yo podía sentir que él quería mirarme y todavía no lo hacía.
—Soy analfabeto, mi señora. No seré capaz de jugar con vos de esa manera.
La puerta tras de mí se abrió de golpe. Un hombre bajo y regordete que llevaba una larga bata-formesta Atlante irrumpió en ello. Estaba leyendo un pergamino y no nos prestaba atención.
—Nicholas, por que no estás en tú… —su voz disminuyó cuando levantó la mirada para verme.
Su mirada se entrecerró peligrosamente.
—¿Qué es esto? —gruñó. Volvió unos furiosos ojos hacia Nicholas quien retrocedió dos pasos—. ¿Estás tomando clientes sin notificármelo?
Yo vi el temor en la cara de Nicholas.
—No, despotis —dijo Nicholas usando el término atlante para maestro—. Nunca haría tal cosa.
La furia curvó los labios del hombre. Agarró a Nicholas por el pelo y lo obligó a arrodillarse sobre el duro suelo de piedra.
—¿Qué está haciendo ella aquí entonces? ¿Te estás entregando nuevamente gratis?
—No, despotis —dijo Nicholas, apretando los puños como si intentara no estirarse y tocar al hombre que le estaba tirando del pelo—. Por favor. Juro que no he hecho nada malo.
—¡Déjalo ir! —Agarré la mano del hombre e intenté obligarlo a apartarse de mi hermano—. ¿Cómo te atreves a asaltar un príncipe! ¡Tendré tu cabeza por esto!
El hombre se rió en mi cara.
—Él no es un príncipe. ¿No es verdad, Nicholas?
—No, despotis. Yo no soy nada.
El hombre llamó por sus guardias para escoltarme fuera.
Ellos entraron inmediatamente en la habitación para cogerme.
—No me iré —le dije. Me giré a los guardias y les dediqué mi más altanera mirada—. Soy la Princesa Ryssa de la Casa de Arikles de Didymos. Exijo ver a mi Tío Estes. Ahora. Mismo.
Por primera vez, vi la reserva pe/netrar en los ojos del hombre.
—Perdonadme, Princesa —dijo él, su tono menos que de disculpa—. La llevaré a la sala de recibo de su tío.
Él asintió a los guardias.
Horrorizada por su arrogancia, me volví para marcharme. En el mármol negro, lo vi susurrar algo a Nicholas.
El rostro de Nicholas palideció.
—Idikos prometió que no tendría que verle más.
El hombre tiró del pelo de Nicholas.
—Harás como te digo. Ahora levántate y prepárate.
Los guardias cerraron la puerta y me obligaron a salir de la habitación. Me condujeron a través de la casa hasta que llegamos a una pequeña sala de recibo que estaba vacía a excepción de tres pequeños asientos.
No sabía o entendía que estaba pasando allí. Su alguien nos hubiese tocado a mí o a Styxx de la manera en que ese hombre había tocado a Nicholas, mi padre lo habría hecho matar inmediatamente.
Nadie tenía permitido hablarnos sin el debido respeto y reverencia.
—¿Dónde está mi tío? —pregunté a los guardias cuando empezaron a marcharse.
—Está en la ciudad, Alteza. Volverá en breve.
—Enviad por él. Ahora.
El guardia inclinó la cabeza ante mí, entonces cerró la puerta.
Sólo había pasado un corto tiempo cuando una puerta secreta se abrió al lado de la chimenea. Era la supervisora que había estado en la habitación de Nicholas cuando llegué, la mujer mayor que había estado preocupada por su bienestar.
—¿Su alteza? —preguntó vacilante—. ¿Sois realmente vos?
Fue entonces que me di cuenta quien debía ser ella.
—¿Tú eres la que me escribió pidiéndome que los visitara?
Ella asintió.
Yo respiré aliviada. Finalmente alguien quien podría dar una explicación.
 —¿Qué está pasando aquí?
La mujer exhaló un profundo y desigual aliento, como si lo que fuese a decir la hiriera profundamente.
—Ellos venden a vuestro hermano, mi lady. Le hacen cosas que nadie debería sufrir.
Mi estómago dio un vuelco ante sus palabras.
—¿Qué quieres decir?
Ella retorció sus manos en el delantal de su vestido.
—¿Qué edad tenéis, mi señora?
—Veintitrés.
—¿Eres doncella?
Me ofendió que se atreviese a hacer una pregunta tan íntima.
—Eso no es de vuestra incumbencia.
—Perdonadme, mi señora. No quise ofenderos. Simplemente intentaba ver si entenderíais lo que ellos le hacen. ¿Sabéis que es un tsoulus?
—Por supuesto, yo… —El absoluto horror me consumió. Ese era un término atlante que no tenía una auténtica traducción en griego, pero conocía la palabra. Eran hombres y mujeres jóvenes entrenadas como esclavos sexuales para los ricos y los nobles. Al contrario que las prostitutas y otros de esa ralea, ellos eran cuidadosamente entrenados y aislados a edad muy temprana.
La misma edad que había tenido mi hermano cuando lo alejaron de casa.
—¿Nicholas es un tsoulus?
Ella asintió.
La cabeza me dio un vuelco. Esto no podía ser.
—Mientes.
Ella negó con la cabeza.
—Es por lo que os dije que vinieseis, mi señora. Sabía que no lo creeríais a menos que lo vieseis vos misma.
Y aún así no lo creía. No era posible.
—Mi tío nunca permitiría tal cosa.
—Vuestro tío es el único que lo vende. ¿Qué creéis que paga esta casa?
Me sentí enferma con las noticias y todavía parte de mí se negaba a creer en algo que era verdaderamente obvio.
—No te creo.
—Entonces ven, si te atreves, y velo por ti misma.
Yo no quería y aún así la seguí por los oscuros pasadizos de la casa. Caminamos sin fin hasta que alcanzamos la antecámara donde Nicholas se había estado bañando.
Ella alzó el dedo a sus labios para advertirme que guardara silencio.
Fue entonces que los oí. Quizás fuera virgen, pero no era ingenua. Había oído a otros copulando en las fiestas que mi padre me prohibida atender.
Pero peor que los sonidos de placer eran los gritos de dolor que oí de mi hermano. El hombre estaba lastimando a Nicholas y él estaba tomando gran placer del dolor que le causaba.
Me dirigí hacia la puerta sólo para encontrar a la mujer en mi camino.
Ella habló en un tono bajo, mortal.
—Detenlos, mi señora, y tu hermano sufrirá en maneras que no puedes imaginar.
Sus susurrantes palabras pasaron a través de mí. Mi alma gritó para que lo detuviera. Pero la mujer tenía mucha razón en todo. Ella conocía a mi hermano y mi tío incluso mejor de lo que yo lo hacía.
Lo último que quería era verle a él incluso más herido.
Finalmente. Después de lo que pareció una eternidad, hubo silencio.
Oí los fuertes paso cruzando el dormitorio, entonces la puerta abrirse y cerrarse.
Aturdida, no podía respirar. No podía moverme.
La doncella abrió la puerta a su habitación para mostrar a Nicholas encadenado a la cama por aquellos círculos. Los de sus muñecas y tobillos habían sido encadenados a las argollas que decoraban los picos de pájaro de los cuatro postes.
Y yo estúpidamente pensé que eran para enganchar las cortinas de la cama.
“No se me instruyó por lo que habéis pagado. Supuse por vuestra mirada que me queríais suavemente”.
Esas palabras me rasgaron cuando observé a la mujer soltándole.
No podía sacar mis ojos de la vista de él allí tendido, desnudo. Herido. Sangrando.
Mi hermano.
Las lágrimas llenaron mis ojos cuando recordé la última vez que lo había visto. Su llena carita había sido herida, pero no de esta manera. Ahora sus labios estaban partidos, su ojo izquierdo hinchado, la nariz manchada de sangre. Había marcas de manos rojas y magulladuras formándose sobre la mayor parte de su cuerpo.
Nadie se merecía eso.
Me adelanté un paso al mismo tiempo que la puerta más alejada se abría. La supervisora me indicó que saliera de la habitación.
Aterrada, me deslicé a las sombras donde podría oír sin ser vista.
Sonó una maldición.
—¿Qué ha sucedido aquí?
Yo reconocí la voz de mi Tío Estes.
—Estoy bien, Idikos. —dijo Nicholas, su voz débil y llena de dolor. Sonaba como si él dejase la cama y se cayera.
Yo esperaba que mi tío se pusiera furioso con el hombre que había herido a Nicholas. No lo hizo. Su furia era para mi hermano.
—Eres un gusano —gritó Estes—. Mírate. No vales un sola así.
—Estoy bien, Idikos —insistió Nicholas en una voz tan sumisa que me revolvió el estómago—. Puedo limpiar mis…
—Trae el bloque y castígalo —Dijo Estes, interrumpiéndole.
Oí a Nicholas protestar, pero en vez de palabras su voz fue amortiguada como si algo le impidiera hablar.
Yo deseaba el coraje para irrumpir en la habitación y decirles que se detuvieran, pero no si siquiera podía hacer que mis pies me obedecieran. Estaba demasiado horrorizada para moverme.
Escuché como las cadenas tintineaban y entonces oí el sonido de madera golpeando la carne.

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Gracias por comentar sdhfdsahfksdhsjdfslkh  espero les guste 


2 comentarios:

  1. jffrkrktkfijdehfdkjfkjfkijf POBRE NICHOLAS MI VIDA POR QUE LE HACEN ESO
    ME ENCANTA ESTA NOVE SIGUELA!!!!!!!!

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