miércoles, 10 de abril de 2013

Secrets Of The Night - Cap: 26


Nick tenía demasiada experiencia para no comprender cómo se sentía Miley al respecto, e inmediatamente discernió el motivo. Le dirigió una mirada de incredulidad y a continuación volvió a apoyar la cabeza en la almohada y rompió a reír. A Miley le tembló el labio inferior y trató de darse la vuelta, pero él la sujetó entre sus brazos y la retuvo en el sitio.
–Oh, Dios –dijo, jadeando por el esfuerzo que le suponía controlarse. Se secó los ojos con el dorso de la mano–. Eres muy inocente. Hablo bien el francés, pero no es mi primera lengua. –Se veía a las claras por la expresión de aquellos ojos verdes que Miley no comprendía, así que se explicó–: Pequeña, si todavía puedo pensar con claridad suficiente para hablar en francés, es que no estoy del todo concentrado en lo que estoy haciendo. Tal vez suene bonito, pero no significa nada. Los hombres somos diferentes de las mujeres; cuanto más excitados estamos, más cavernícolas parecemos. Contigo apenas sé hablar en inglés, y mucho menos en francés. Que yo recuerde, mi vocabulario se deterioró hasta no abarcar más que unas cuantas palabras explícitas, la más prominente de todas la que significa «fo/llar».
Para asombro suyo, Miley se ruborizó, y él sonrió ante aquella nueva prueba de su encantadora mojigatería.
–Duérmete –le dijo con suavidad–. Lindsey ni siquiera estaba a la altura de una segunda vez.

Sólo Dios sabía por qué aquello le resultaba tan tranquilizador, pero así fue. Se quedó dormida con la facilidad de un niño, agotada por los acontecimientos de la mañana, y se despertó para hacer otra vez el amor. Esta vez Nick fue más pausado, con un brillo claramente perverso en los ojos, y le susurró palabras de amor en francés. En aquel momento tuvo que sujetarle las muñecas para que no le tirara del vello del pecho y rió con ganas al ver su indignación. Así fue como pasaron la tarde, durmiendo, haciendo el amor y después hablando el uno con el otro en voz baja y soñolienta. Si bien el hecho de hacer el amor era vivamente excitante, era en aquellas conversaciones donde se forjaba una intimidad más profunda, un sereno compartir pensamientos y secretos, un vínculo entre los respectivos pasados de ambos.
–Háblame del hogar de adopción en el que estuviste –le dijo Nick en una ocasión, y se sintió aliviado al ver que ella sonreía.
–Los Gresham. Ellos me proporcionaron el primer hogar verdadero que he conocido. Todavía sigo en contacto con ellos.
–¿Cómo acabaste yendo a vivir con una familia adoptiva?
–Mi padre se marchó poco después de... aquella noche –respondió Miley, con la voz un poco entrecortada–. Russ, mi hermano mayor, no tardó en seguirlo. Spencer intentó ganar dinero para darnos de comer, tuvo ese mérito, pero se sintió aliviado cuando nos encontraron los asistentes sociales. En aquella época estábamos en Beaumont. Jodie fue a un hogar de acogida, y Scottie y yo a otro. No resultó fácil encontrar a alguien que quisiera aceptar a Scottie, pero los Gresham accedieron a condición de que yo me ocupara de él. Como si yo fuera a abandonarlo –dijo suavemente.
–¿Qué le sucedió?
–Murió el enero siguiente. Por lo menos fue feliz durante los seis últimos meses de su vida. Cuando nos mudamos a vivir con ellos, los Gresham se portaron maravillosamente con él. Le compraron juguetes, jugaban con él. En Navidad disfrutó mucho, pero después empeoró rápidamente. Yo me senté a su lado –dijo Miley en voz baja, con los ojos inundados de lágrimas al recordar aquellos momentos y le sostuve la mano hasta que murió. –Se pasó la mano por los ojos–. En aquel tiempo me preguntaba si Guy sería su padre.

Nick nunca había pensado en ello. Miró fijamente a Miley, perturbado tanto por la idea de que su padre pudiera haber engendrado otros niños como por el horroroso pensamiento de que pudiera haber arrojado al barro a su hermano pequeño.
Miley buscó su mano a tientas.
–No creo que lo fuera –dijo, sintiéndose impulsada a consolarlo–. Tu padre no habría permitido que uno de sus hijos viviera como vivíamos nosotros. Si Scottie hubiera sido hijo suyo, habría cuidado de él. Pero no hay forma de saber quién era el padre de Scottie; dudo de que fuera mi padre.

Nick parpadeó con los ojos también brillantes por las lágrimas.
–Sí –dijo con voz ronca–. Habría cuidado de él.
Más tarde preguntó:
–¿Qué le ocurrió al resto de tu familia?
–No lo sé. Creo que Jodie vive cerca de Jackson, pero no la he visto desde que cumplió los dieciocho. No tengo ni idea de lo que puede haber sido de mi padre y de los chicos. –Puso especial cuidado en no mencionar a Renée.

De manera que la familia de Miley había quedado desmembrada debido a sus actos, pensó Nick. Abrazó a Miley con fuerza, como si pudiera protegerla del dolor del pasado.
–Durante un tiempo odié a mi padre –admitió–. Dios, cuando descubrí que se había fugado... Él era nuestra roca, no mamá. Me dolió mucho, no pude soportarlo.
Miley se mordió el labio, pensando en lo que tenía que decirle, y pronto.
–Mónica intentó suicidarse –dijo Nick bruscamente–. Se cortó las muñecas nada más decirle yo que papá se había ido. Estuvo a punto de morir desangrada antes de que tuviera tiempo de llevarla a un hospital. Cuando fui a la chabola aquella noche, venía precisamente del hospital de Baton Rouge.
Miley se dio cuenta de que estaba intentando explicar su rabia, por qué había hecho lo que había hecho. Lo besó en el hombro en un gesto de perdón. De hecho ya lo había perdonado hacía tiempo, pues comprendía el dolor y la sensación de traición que debía de haber experimentado.
Nick contempló el ventilador del techo.
–Mi madre se retrajo completamente. Dejó de hablar, incluso dejó de comer. Se pasó dos años sin salir de su habitación. Es la persona más egocéntrica que conozco –dijo con una sinceridad brutal–, pero no quiero volver a verla así.
Y por eso se mostraba tan inflexible respecto de que ni Mónica ni su madre se vieran molestadas por nada que Miley dijera o hiciera. Ella misma había experimentado algo de aquel excesivo afán de protección. En cierto sentido Nick era como el señor feudal de Prescott, su influencia alcanzaba casi todos los aspectos de la vida de la parroquia, y, al igual que un señor feudal, se tomaba muy en serio sus responsabilidades.

Rodó para situarse encima de Miley y la penetró con una suave insistencia que de todos modos la hizo contener la respiración, porque estaba dolorida de todas las veces anteriores. Se apoyó en los codos y tomó la cabeza de ella en las manos.
–Esa noche es un lazo entre nosotros –susurró–. Por muy desagradable que fuera, ambos compartimos ese recuerdo. Además, no todo fue desagradable. Esa noche te deseé, Miley. –Comenzó a moverse dentro de ella, y sus ojos se oscurecieron conforme iba aumentando la pasión–. Tú tenías sólo catorce años, pero yo te deseé. Y cuando volví a verte en el motel, fue como si esos doce años de separación no existieran, porque seguía deseándote. –Entonces inició una sonrisa–. ¿Quieres que te lo diga en francés?

Cuando se despertó, Miley permaneció tumbada en silencio y contempló cómo dormía Nick. Sus pestañas negras eran dos tizones oscuros en sus pómulos, y una incipiente barba negra le sombreaba el mentón. Dormía con los labios entreabiertos y el poderoso cuerpo relajado. Su belleza la impresionó. Con el cabello largo esparcido sobre los hombros, parecía un pirata descansando en el lecho de una dama tras una larga jornada de abordajes y luchas a espada. El minúsculo diamante que llevaba en la oreja izquierda no hacía nada por menoscabar aquella imagen.

Estaba demasiado dolorida para hacer el amor otra vez, se dijo, pero aun así aquel cuerpo la atraía. Estaba hecho maravillosamente bien, todo, huesos largos y músculos duros. Tenía un brazo colgando por un lado de la cama, pero el otro yacía relajado sobre su pecho. Tenía manos grandes, con dedos delgados y bien formados, pero el meñique era tan grueso como el pulgar de ella. Pensó en aquellas manos sobre su propio cuerpo y tembló de placer.
Se inclinó sobre él e inhaló delicadamente el aroma cálido de su piel, que ascendía en volutas de calor. Aquél era Nick. Aquel pensamiento la dejó estupefacta de nuevo. Estaba allí de verdad, podía tocarlo, besarlo, hacer todas las cosas que había soñado hacer durante la mayor parte de su vida.
Su carne la atraía igual que un imán, le aceleraba ligeramente la respiración y hacía que se le sonrosara la piel. A aquellas alturas no había restricciones a su sensualidad natural, y la libertad de tocarlo y ser tocada por él resultaba intoxicante. 

Apoyó una mano en su muslo y palpó músculo duro bajo la aspereza del vello; luego deslizó las puntas de los dedos, en una sensual exploración, hacia donde la piel era lisa y sin vello. El escroto colgaba bajo, los testículos eran como dos huevecillos en su saco. Volvió la mano y lo cogió; estaba frío y pesaba. Nick se agitó inquieto y separó las piernas, pero no se despertó. Era un maravilloso animal macho y, al menos por el momento, totalmente suyo.
Se inclinó un poco más sobre él dejando que las puntas de sus senos rozasen el vello duro y rizado del pecho de él, y contuvo un instante la respiración ante la sensación de hormigueo que hizo que los pezones se le pusieran erectos.
En aquel momento Nick abrió los párpados.
–Hum –dijo en tono placentero, e inmediatamente rodeó a Miley con sus brazos.
Ella hundió la cara contra su garganta y se deslizó por su cuerpo, contoneándose sinuosamente para frotarse contra él, disfrutando como un felino.
–Es maravilloso tocarte –susurró al tiempo que le mordisqueaba el lóbulo de la oreja y después lo acariciaba con la lengua–. Tienes los tres factores.
–¿Cuáles son los tres factores? –quiso saber él–. ¿O debería saberlo?
–Caliente, duro y velludo.
Nick rió y se estiró lánguidamente debajo de ella. Fue una sensación sorprendente, como estar encima de una balsa que se balancea en la superficie del océano. Se agarró de sus hombros para no caerse.
El pelo de Nick le rozó los dedos, y cuando volvió a quedarse quieto ella introdujo la mano en aquella mata negra. Era densa y sedosa, con un ligero rizo. La mayoría de las mujeres habrían dado cualquier cosa por tener un pelo así.
–¿Por qué llevas el pelo largo? –le preguntó, tomando otro mechón y haciéndole cosquilla con él en la nariz–. ¿Y por qué usas ese pendiente? Resulta bastante atrevido para un hombre que se sienta en varias juntas directivas.
Él hizo una mueca, atento, y luego rompió a reír.
–¿Me prometes no decírselo a nadie?
–Lo prometo... a no ser que me digas que alguien te asustó con un retrato de Sinéad O'Connor; eso tendría que contarlo.
Los dientes blancos de Nick relucieron en una leve sonrisa avergonzada.
–Es casi igual de malo. Me dan miedo las maquinillas de cortar el pelo.
Miley se quedó tan atónita que resbaló de su pecho.
–¿Las maquinillas? –repitió. ¿Aquel pirata de más de un metro noventa y cien kilos de peso tenía miedo de las maquinillas de cortar el pelo?
–No me gusta el ruido que hacen –explicó Nick, volviéndose hacia un lado y doblando un brazo bajo la cabeza. Tenía los ojos sonrientes–. Me da horror. Me acuerdo de cuando tenía cuatro o cinco años y apartaba la cabeza cuando mi padre intentaba sujetarme quieto para que el bueno de Herbert Dumas me cortase el pelo. Naturalmente, el hecho de sujetarme convertía a mi padre en un traidor, así que empezó a sobornarme para que fuera bueno, pero yo no podía. Era oír aquel zumbido y ponerme malo. Cuando tenía unos diez años, ya habíamos llegado al acuerdo de cortarme el pelo a tijera. Cuanto mayor me hago, más voy espaciando los cortes de pelo. En cuanto al pendiente... –Rió en voz alta–. Es una especie de camuflaje. El hecho de llevar un pendiente hace que parezca que llevo el pelo largo a propósito. Parece un estilo, más que una fobia.
–¿Quién te corta el pelo? –preguntó Miley, demasiado fascinada para reír. Todavía estaba tratando de asimilar la imagen de un hombre adulto que evitaba las peluquerías igual que algunas personas evitan al dentista.
–A veces yo mismo. Otras veces me lo corto cuando estoy en Nueva Orleans. Allí hay un salón que tiene la norma de no usar maquinillas de cortar cuando estoy yo. ¿Por qué? ¿Quieres encargarte tú de hacerlo? –Le puso una mano a un lado del cuello y le acarició el lóbulo de la oreja con el dedo pulgar. Sonreía, pero Miley percibió que hablaba en serio.
–¿Te fiarías de mí para cortarte el pelo?
–Por supuesto. ¿No te fiarías tú de mí para lo mismo?
Su respuesta fue rápida.
–No en esta vida. Pero sí te dejaría que me depilaras las piernas.
–¡Trato hecho! –contestó Nick con la misma rapidez, al tiempo que la abrazaba.
Era casi el anochecer la siguiente vez que Nick se despertó, y se pasó la mano por la cara con un gruñido.
–Estoy muerto de hambre –anunció con la voz ronca–. Maldita sea, tengo que llamar a casa para decir dónde estoy.
Miley rodó de espaldas y se estiró con cuidado. Aunque había pasado en la cama la mayor parte del día, estaba tan cansada como si no hubiera dormido en toda la noche. Estar en la cama con Nick Rouillard no era ningún descanso; era muy divertido, era maravillosamente excitante, pero de descansado, nada.

Ahora que él lo mencionaba, cayó en la cuenta del hambre que tenía. A ninguno de los dos se le había ocurrido la idea de almorzar, y ya hacía muchas horas desde el desayuno. Lo que necesitaba en aquel momento era comida.
Nick se sentó en el borde de la cama, ofreciendo a Miley una vista maravillosa de sus nalgas.
Ella extendió una mano y se las acarició mientras él levantaba el teléfono y le dedicaba una ancha sonrisa por encima del hombro.
–Tienes total libertad –la invitó mientras marcaba el número de su casa.

Su espalda era otra maravilla, igual que su torso, pensó Miley soñadora. Estaba constituida por músculos compactos, dividida por la profunda hendidura de la columna vertebral, y descendía formando una cuña desde los anchos hombros hasta la firme cintura.
–Hola –dijo él al aparato–. Dile a Delfina que no voy a ir a cenar a casa.
Miley oyó un murmullo ininteligible, alguien que le preguntaba dónde se encontraba, porque él repuso tranquilamente:
–Estoy en casa de Miley.
La voz siguió siendo ininteligible, pero se notaba bastante más agitada. Miley observó cómo se le tensaban los músculos de la espalda y de inmediato se sintió incómoda, como si estuviera escuchando una conversación ajena. Tenía que irse a otro sitio, pensó confusa; no podía soportar que él diera una excusa para explicar su presencia allí. Se incorporó y sacó los pies de la cama, haciendo un gesto de dolor al experimentar una inesperada rigidez en la espalda y en las piernas.
–Monie –dijo Nick con paciencia, y suspiró–. Tenemos que hablar. Mañana por la mañana estaré en casa... No, no puede ser antes. Por la mañana. Si surge algo importante, llámame aquí.
Miley  se puso de pie despacio, enderezándose con dificultad. Todos y cada uno de los músculos de su cuerpo parecían protestar. Sentía las piernas ridículamente débiles, y le temblaban los muslos.
Estaba desesperada por salir de la habitación, pero su cuerpo no colaboraba. Dio un paso inseguro, haciendo una mueca de dolor, y luego otro.
–Te digo que ya hablaremos mañana. –El tono de Nick era de firmeza. Se giró para mirar a Miley, y a punto estaba de volverse de nuevo cuando su atención se quedó clavada en ella igual que un rayo láser–. Adiós –le dijo a Mónica en tono ausente y colgó interrumpiéndola en medio de una protesta. Acto seguido se levantó y rodeó la cama para acudir en ayuda de Miley.
–Pobrecita –la arrulló–. ¿Tienes los músculos doloridos?
Ella le dirigió una mirada furiosa.
–Conozco perfectamente el remedio –prometió Joe cogiendo la sábana encimera de la cama y sacudiéndola.
–Yo también. Una ducha caliente.
–Eso, después. –Enrolló la sábana alrededor de Miley y la tomó en brazos–. Tú quédate quieta y disfruta.
–¿Que disfrute de qué?
–De estar quieta. ¿De qué, si no? –replicó él exasperante, pero Miley ni siquiera pudo golpearlo porque tenía los brazos aprisionados por la sábana.
Enseguida lo averiguó. Nick la llevó a la cocina y la depositó con cuidado sobre la mesa, después desenrolló la sábana para extenderla debajo de ella.
–Se me ocurrió una idea fantástica con esta mesa tan grande la primera vez que la vi –dijo con algo más que satisfacción.
Miley, atónita, dijo:
–¿Qué estás haciendo? –Llevaba horas desnuda en sus brazos, pero por alguna razón estar tendida desnuda en la mesa de su cocina la hacía sentirse insoportablemente desprotegida, como si se tratase de un sacrificio humano sobre un altar de piedra.
–Masaje –dijo Nick–. No te muevas.
Salió de la habitación dejándola allí tumbada. La dura superficie resultaba incómoda, pero la promesa de un masaje la hizo quedarse donde estaba. Nick regresó a la cocina con un frasco de aceite para bebés y un paño.
–Ponte boca abajo –le ordenó. Abrió el grifo del agua caliente del fregadero y la dejó correr hasta que empezó a elevarse el vapor, y a continuación llenó un cuenco y volcó en él el frasco de aceite.
Miley obedeció con movimientos rígidos. Nick no había encendido ninguna luz, por lo que la cocina estaba sumida en sombras profundas, pues acababa de anochecer. El aire acondicionado estaba conectado, y aunque en el dormitorio había estado perfectamente cómoda, el frío de la mesa traspasaba la sábana y la estaba dejando helada. Tuvo un escalofrío, y deseó que Nick se diera prisa.
–Cierra los ojos y relájate –dijo él en voz queda–. Duérmete, si quieres.
Sus músculos doloridos se fueron acoplando a la dureza de la mesa y le permitieron relajarse un poco. Cerró los ojos y se concentró en los sonidos de lo que estaba haciendo Nick. Oyó un chapoteo de agua y suspiró con placer esperando sentir el tacto del aceite templado en la piel.
La voz de Nick sonaba grave y calmante, poco más que un murmullo.
–Voy a lavarte para que estés más cómoda –le dijo justo antes de que Miley sintiera el contacto de un paño húmedo y muy caliente entre las piernas. Aquella sensación de calor resultó maravillosa para su carne inflamada y dolorida. Nick actuaba con una suavidad increíble, pero al mismo tiempo era concienzudo a la hora de lavar toda huella de su anterior acto amoroso. Retiró el paño, y Miley oyó correr el agua de nuevo–. Esta vez va a ser frío –avisó, y seguidamente presionó el paño húmedo y frío entre las piernas de ella. Repitió la operación varias veces, calmando el dolor. Después pasó a usar el aceite.
Comenzó por los hombros hundiendo sus poderosos dedos en los músculos. Miley se puso tensa automáticamente ofreciendo resistencia, y luego se relajó al notar que la fuerza y la tensión parecían abandonar su cuerpo. El aceite caliente hacía que las manos de Nick resbalasen sobre su piel dejándola brillante y fragante. Trabajó cada brazo, incluso masajeando las manos y los espacios entre los dedos. Y allí donde tocaba iba dejando los tendones relajados, los músculos inertes y un contento total. 

Miley ronroneó de placer cuando Nick volvió a trabajarle la espalda, comenzando por la cintura y subiendo poco a poco las manos en movimientos amplios y firmes que comprimían la caja torácica y arrancaban un gemido en voz alta a cada caricia. Fue repasando sin descanso cada músculo en tensión y lo masajeaba hasta que quedaba dúctil bajo sus manos.
A continuación les tocó el turno a las piernas. Trabajó los músculos endurecidos, las pantorrillas, los tendones de Aquiles, las plantas de los pies. Hizo girar los tobillos adelante y atrás, apretando con los pulgares en el empeine, y Miley experimentó un sorprendente deseo sexual que la hizo flexionar los dedos.
–¡Oh! –dijo involuntariamente.
–Te gusta, ¿eh? –preguntó Nick en un tono suave y amortiguado por la creciente oscuridad de la habitación. Repitió el movimiento, y Miley reaccionó con un gemido.

Nick subió de nuevo por las piernas, separándolas y masajeando los tendones doloridos e inflamados de la cara interior de los muslos. Esta vez Miley gimió de dolor y se agarró a los bordes de la mesa. Él murmuró unas palabras para tranquilizarla y centró la atención en los glúteos. Ella volvió a relajarse y cerró los ojos. Ahora sentía un agradable calor, y no sólo a causa del aceite; las manos acariciantes de Nick estaban surtiendo otro efecto totalmente distinto. Iba naciendo lentamente el deseo, calentándole la sangre, sin ninguna urgencia.
–Ahora túmbate de espaldas –le dijo Nick, y la ayudó a darse la vuelta. Observó con interés los pezones erguidos y sonrió.
Sus manos grandes y aceitosas cubrieron suavemente los senos, extendiendo el aceite sobre la piel del pezón magullada por su vigoroso succionar y por el roce de su barba sin afeitar.
–Tienes la piel delicada como la de un bebé –comentó–. Tendré que afeitarme dos veces al día.
Miley no contestó, demasiado absorta en lo que él le estaba haciendo.
Para cuando terminó con el estómago y los muslos, Miley ya se encontraba en un estado de doloroso anhelo, con el cuerpo arqueado bajo las manos de Nick. La cocina estaba ya completamente a oscuras, las sombras lavanda del crepúsculo habían dado paso a la noche. Hizo una pausa para encender la luz del fregadero, que los aisló a ambos en un leve resplandor.

Los músculos doloridos de las caras internas de los muslos recibieron mayor atención, y esa vez Nick no cesó hasta que los gemidos de Miley se transformaron en ronroneos. Sus dedos untados de aceite se deslizaron más hacia arriba, acariciando y explorando, y Miley se estremeció de placer.
–Nick. –Su voz sonó densa, turbia por el deseo. Extendió los brazos hacia él–: Por favor.
–No, nena, estás demasiado dolorida para otra sesión más –susurró Nick–. Yo me ocuparé de ti.
La arrastró hacia el borde de la mesa, con sábana y todo, haciendo resbalar suavemente la tela sobre la lisa superficie.
–¿Qué... –empezó Miley, pero enseguida volvió a dejarse caer hacia atrás al tiempo que él le acomodaba los muslos sobre sus hombros.
Nick separó suavemente los pliegues de carne inflamada de entre las piernas, y Miley sintió su aliento cálido sobre ellos. Apenas tuvo tiempo para contener la respiración antes de que él introdujera la lengua en aquella sensible carne causándole un fogonazo de sensaciones que la hizo gritar. Fue muy tierno, y muy concienzudo, y en cuestión de minutos la redujo a un éxtasis de temblores y gritos.

Después la llevó al cuarto de baño. Ella permaneció de pie, soñolienta, bajo la ducha con él, rodeándole la cintura con los brazos y la cabeza apoyada en su pecho. Había desaparecido buena parte de la inflamación y el dolor, pero ahora sentía los músculos como si fueran de gelatina.
Cuando empezó a correr el agua caliente, Nick separó la mejilla que tenía apoyada en su cabeza.
–¿Comemos? –murmuró.
Miley se soltó de él de mala gana y cerró el grifo del agua caliente. Se escurrió el pelo mojado de la cara y lo miró con los ojos salpicados de gotas de agua en las pestañas, semejantes a diamantes. Parecía fuerte y despiadado, pero era muy humano, con sus deseos, miedos y rarezas, y ella lo amó todavía más profundamente por aquellas peculiaridades. Pero, sólo por espacio de unos instantes, Miley hubiera deseado que fuera más impenetrable, porque no podía aplazar mucho más lo que tenía que decirle de su padre.
Lo menos que podía hacer era darle de comer primero.

Nick devoró dos bocadillos de jamón con tomate y luego se recreó un poco más en el tercero mientras Miley daba cuenta de uno. Después hicieron otra vez la cama con sábanas limpias, y Nick se dejó caer en ella con un suspiro de agotamiento. La envergadura de sus brazos y piernas extendidos ocupaba la mayor parte de la cama, pero Miley trepó hasta uno de los huecos y se acurrucó con la cabeza todavía húmeda en el lugar acostumbrado junto a su hombro. Lo rodeó con sus brazos y se apretó a él con fuerza como si pudiera protegerlo del dolor.
–Tengo que decirte una cosa –dijo en voz baja.

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Bien falta muy poco para el fina :D y luego subire otra novela que es tan kdshfkdsfgdshfs ok ya ahahhaha pero depende de los comentarios que tenga que tan rapido voy a subir asi que comenten :D


1 comentario:

  1. YA TE DIJE QUE ESTA NOVELA ESTA MUY DBSDJFUENSJKAJDJDNDJDNDJNDJD BUENA AWW ME ENCANTO QUE BUENO QUE SUBISTE TE JURO QUE YA NO DABA MAS NECESITABA SABER QUE PASABA ESTABA ENTRE COMENTAR MENSAJES AMENAZANTES O SOLO ESPERAR (VIRTUD QUE NO TENGO) SIGUELA O SI NO CUMPLIRE MI PROMESA DE LOS MENSAJES ADEMAS CREO QUE EN TWITTER TE TENGO Y LO HARE AHI TAMBIEN
    POSDATA: AWWWW NICK JONAS Y MILEY CYRUS JFFIGNGIDHFYBYEBXHDNUFHF HACIENDO EL AMOR ME PONE CACHONDA JAJAJAJA NO MENTIRA XD
    BESOS

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