domingo, 22 de septiembre de 2013

Paraíso Robado - Cap: 14


–Mejor, porque no sé cómo hacerlo.
–No soy granjero –la tranquilizó Nick–. Ya lo sabes.
La verdadera causa de la tristeza de Miley se tradujo en un profundo suspiro. Luego añadió:
–Debía empezar mis estudios universitarios el mes que viene. Tengo que ir a la universidad. Mi intención es llegar un día a la presidencia, Nick.
Atónito, Nick bajó la barbilla para observar su rostro.
–Es una meta ambiciosa –comentó––. Presidenta de Estados Unidos...
Al oírlo, la imprevisible Miley estalló en una sonora carcajada.
–¡De Estados Unidos no, sino de unos grandes almacenes! –Tras aclarar el error, levantó sus hermosos ojos hacia él. Las lágrimas que ahora los inundaban eran de risa, no de desesperación.
–¡Gracias a Dios! –bromeó Nick, tan empeñado en complacerla que no prestó atención a las implicaciones de sus palabras–. Espero convertirme en un hombre razonablemente rico dentro de unos años, pero incluso entonces comprarte la presidencia de Estados Unidos puede estar más allá de mis medios.
–Gracias –murmuró ella.
–¿Por qué?
–Por haberme hecho reír. Desde niña que no me reía tanto. Ahora parece que no puedo parar.
–Espero que no te hayas reído de mi alusión a mi futura riqueza.

A pesar de la cómica situación, Miley presintió que Nick hablaba en serio. Sofocó la risa. Advirtió una vez más la fuerte voluntad que irradiaba el muchacho, reflejada en su mentón y en sus inteligentes ojos grises. La vida no había sido muy generosa con él, no le había proporcionado las ventajas de que gozaban los jóvenes de la privilegiada posición social a la que ella pertenecía. Sin embargo, Nick Farrell poseía una rara especie de fortaleza combinada con una voluntad indomable de éxito. Miley intuía algo más en relación con el hombre que la había dejado embarazada. A pesar de su actitud arbitraria y su leve cinismo, en el fondo de su corazón habitaban la sensibilidad y la dulzura, como demostraba su reacción ante los hechos. Era ella quien seis semanas atrás lo había seducido, y su embarazo y su propuesta de matrimonio suponían un desastre para ambos. A pesar de todo, Nick no le había reprochado su estu/pidez ni su descuido, y contrariamente a lo que esperaba, tampoco la había mandado al diablo cuando ella le pidió que se casaran.

Nick se dio cuenta de que ella lo observaba y creyó adivinar los pensamientos de Miley. Debía de estar pensando que le resultaba imposible aceptarlo. La noche de su encuentro él parecía un hombre de éxito, pero ahora ella conocía su procedencia, lo había visto engrasar un camión, moverse en su medio... Nick recordaba con amargura la mirada traumatizada e incluso asqueada que Miley le lanzó al verlo emerger de debajo del capó del camión. Ahora, contemplando aquel hermoso rostro, esperaba que riera burlándose de su pretensión... No, se dijo, no reiría, era demasiado bien educada para eso. Pronunciaría algunas palabras condescendientes y él comprendería enseguida, porque aquellos expresivos ojos la delatarían.
Miley rompió el silencio. Sonriente, susurró con voz pensativa:
–Estás planeando prenderle fuego al mundo, ¿no?
–Con una antorcha –confirmó Nick.
Perplejo, Nick vio que Miley Bancroft alzaba una mano y le acariciaba tímidamente la mejilla. Luego sonrió y sus ojos también brillaron de alegría. Suavemente, pero con absoluta convicción, musitó:
–Estoy segura de que lo conseguirás, Nick.

El joven abrió la boca para decir algo, pero no pronunció palabra alguna. El contacto de los dedos de Miley , la proximidad de su cuerpo, la mirada de sus ojos y su actitud decidida, lo turbaron. Seis semanas atrás se había sentido irresistiblemente atraído por ella. De pronto esa atracción latente estalló con tal fuerza que lo obligó a inclinarse y a besar la boca de Miley . Devoró su dulzura, asombrado de su urgencia y su actitud, aunque instintivamente sabía que, al menos en parte, ella sentía lo mismo que él. Y cuando Miley le devolvió el beso, un sentimiento de triunfo se apoderó de él. Ajeno al sentido común, Nick se colocó sobre ella, loco de deseo, y casi gimió cuando momentos después Miley lo devolvió a la realidad, apartando la boca e interponiendo las manos entre ambos cuerpos.
–Tu familia... –jadeó la joven–. Están abajo.
Nick se obligó a retirar la mano que apoyaba en el pecho desnudo de la chica. Su familia. Se había olvidado completamente de ella. Abajo su padre habría llegado a una conclusión acertada con respecto a un matrimonio tan repentino, pero sin duda también a conclusiones erróneas con respecto a Miley . Tenía que bajar y aclarar las cosas, antes de que su padre se reafirmara en la idea de que la muchacha era una fulana rica, puesto que su hijo estaba encerrado en la habitación con ella en ese mismo momento. Nick se asombró de haberlo olvidado, pero lo cierto es que con Miley no podía evitar perder el control. En realidad, deseaba poseerla en aquel mismo instante. Nunca le había sucedido nada parecido.

Inclinando la cabeza hacia atrás, suspiró, se incorporó y saltó de la cama, rechazando la tentación. Con un hombro apoyado en la cabecera de la cama, observó que ella también se incorporaba y se quedaba sentada. Miley lo miró con inquietud, mientras se alisaba la ropa y se cubría el pecho que él había estado besando y acariciando momentos antes.
–Quizá parezca impulsivo –dijo él–, pero estoy empezando a pensar que un matrimonio solo nominal entre nosotros es una idea muy poco práctica. Es obvio que nos une una fuerte atracción sexual... y que hemos engendrado un bebé. Tal vez deberíamos considerar la posibilidad de vivir como un verdadero matrimonio. Quién sabe. –Encogió sus anchos hombros y sonrió–. Podría gustarnos.
Miley pensó que no se habría sentido más sorprendida si en aquel momento Nick hubiera echado a volar por la habitación. Pero después advirtió que él se había limitado a lanzar la idea como una posibilidad, sin hacer ninguna sugerencia concreta. Debatiéndose entre el resentimiento por la indiferencia de su tono y un extraño placer y agradecimiento por el hecho de que se le hubiera ocurrido la idea y la hubiera expresado, no supo que decir.
–No hay prisa –prosiguió él con una sonrisa picara, incorporándose... Tenemos unos días para pensar.

Cuando salió, Miley se quedó mirando la puerta cerrada, incrédula y agotada, presa de una turbación que le producía la personalidad de aquel hombre. Nick llegaba a conclusiones, daba órdenes, cambiaba de actitud, todo a una velocidad vertiginosa. Nicholas Farrell era un individuo complejo, de múltiples facetas, y Miley nunca sabía quién era realmente. La noche en que se conocieron, Miley había detectado en él una gran frialdad y, al mismo tiempo, Nick rió de sus bromas, habló de sí mismo, la besó y le hizo el amor con pasión y también con exquisita ternura. Aun así, ella intuía que la dulzura con que la trataba no se correspondía necesariamente con su forma de ser, por lo que sería arriesgado subestimarlo. Asimismo, pensaba que cualquier cosa que Nick Farrell decidiera hacer de su vida, algún día se convertiría en una fuerza a tener en cuenta. Miley se durmió pensando que, de hecho, Nick era ya una fuerza a tener en cuenta.
Cuando Miley bajó a cenar, notó que la conversación que Nick había mantenido con su padre surtió efecto, pues Patrick Farrell parecía aceptar sin más objeciones que ambos jóvenes hubieran decidido casarse. No obstante, fue la charla incesante de Julie lo que impidió que la cena se convirtiera en un tormento para Miley . Nick permaneció pensativo y en silencio la mayor parte del tiempo, aunque aun así su presencia dominaba la estancia e incluso la conversación. Donde él estaba, se hallaba el centro, independientemente de su actitud.
Patrick Farrell, normalmente el cabeza de familia, había abdicado en favor de su hijo. Era un hombre delgado, en cuyo rostro se leían las huellas indelebles de la tragedia y del alcohol. Cuando se planteaba una cuestión familiar, por trivial que fuese, Patrick la dejaba en manos de su hijo. Miley sintió al mismo tiempo lástima y miedo por ese hombre; además, notaba que ella tampoco le caía muy bien.

Julie, que parecía haber aceptado su función de ama de casa y cocinera de ambos hombres, era como un cohete del Cuatro de Julio; no se le ocurría una idea que no se materializara de inmediato en un torrente de palabras entusiastas. Sentía devoción por su hermano Nick, y no le importaba evidenciarlo. Se precipitaba a la cocina para traerle café, le pedía consejo y estaba siempre pendiente de sus palabras como si fueran las del mismo Dios. Miley , que se esforzaba por evadirse de sus propios problemas, se preguntó cómo Julie mantenía vivos su entusiasmo y su optimismo, como una muchacha aparentemente tan inteligente como ella podía renunciar por voluntad propia a una carrera para quedarse en el pueblo cuidando de su padre. Miley daba por sentado que este era el destino de Julie. Inmersa en sus pensamientos, tardó unos segundos en darse cuenta de que la hermana de Nick Farrell le estaba hablando.
–En Chicago hay unos almacenes que se llaman Bancroft –decía Julie–. A veces veo los anuncios en Seventeen, pero sobre todo en Vogue. Tienen cosas maravillosas. Una vez Nick fue a Chicago y me trajo de allí una bufanda de seda. ¿Compras en Bancroft?
Sonriendo, Miley hizo un gesto de asentimiento y sintió cierto orgullo ante la sola mención de los almacenes, pero no fue más explícita. No había tenido tiempo de hablarle a Nick de su relación con Bancroft, y en cuanto a Patrick, que tan negativamente había reaccionado al ver el Porsche, mejor obviarlo. Por desgracia, Julie siguió insistiendo.
–¿Esos Bancroft son parientes tuyos? Me refiero a los dueños de los almacenes.
–Sí.
–¿ Parientes cercanos?
–Muy cercanos –confesó Miley , divertida por la excitación que percibió en los grandes ojos grises de la muchacha.
–¿Hasta qué punto? –apremió Julie, dejando el tenedor sobre la mesa y clavando la mirada en Miley . Nick, que se disponía a llevarse la taza de café a los labios, interrumpió el movimiento y también miró a Miley . Frunciendo el entrecejo, Patrick Farrell la observó reclinándose en su silla.
Con un suave suspiro de derrota, Miley reveló:
–Mi bisabuelo fue el fundador.
–¡Es increíble! ¿Sabes qué hacía mi bisabuelo?
–No, ¿qué? –preguntó Miley , que ante el entusiasmo de Julie olvidó observar la reacción de Nick.
–Emigró de Irlanda y fundó un rancho de caballos –respondió Julie, levantándose de la mesa para recoger los platos.
Miley sonrió y también se levantó para ayudarla. Luego dijo:
–¡El mío fue un ladrón de caballos! –Tras ellas, ambos hombres se dirigieron al salón llevando sendas tazas de café en la mano.
–¿De veras fue un ladrón de caballos? –preguntó Julie mientras llenaba la pila de agua y jabón–. ¿Estás segura?
–Muy segura –afirmó Miley , evitando volverse para ver como se alejaba Nick–. Lo colgaron por eso.
Al cabo de un rato, Julie comentó:
–Papá hará un turno doble durante los próximos días. Yo pasaré esta noche en casa de una amiga, estudiando.

Sintiéndose interesada por los estudios de Julie, Miley no se dio cuenta que acababa de informarle de que pasaría la noche sola con Nick.
–¿Estudiando? ¿Es que no tienes vacaciones de verano?
–Voy a la escuela de verano. De ese modo habré concluido el bachillerato en diciembre. Exactamente dos días antes de cumplir diecisiete años.
–Eres muy joven para graduarte.
–Nick obtuvo el título a los dieciséis.
–¡Vaya! –exclamó Miley , poniendo en duda la calidad del sistema educativo rural que permitía a todo el mundo obtener el título a edad tan temprana–. ¿Qué piensas hacer después de terminar el bachillerato?
–Iré a la universidad y me especializaré en ciencias, aunque todavía no he decidido en cuál. Probablemente biología.
–¿De veras?
Julie asintió y siguió hablando, llena de orgullo.
–Tengo una beca completa. Nick ha esperado hasta ahora para marcharse porque quería asegurarse de que yo sabría defenderme sola. Pero valió la pena, porque así él pudo obtener su máster en administración de empresas mientras yo crecía. Además, tenía que quedarse en Edmunton de todos modos trabajando, para pagar las facturas médicas de mamá.

Miley se volvió y miró sorprendida a Julie.
–¿Qué dices que obtuvo?
–Su máster en administración de empresas. Ya sabes, un título de especialización después de la carrera universitaria –le explicó Julie–. Verás, Nick hizo una carrera con especialización doble: economía y finanzas. En nuestra familia abunda la masa encefálica. –Se interrumpió al ver la cara de asombro de Miley y, tras un instante de vacilación, añadió–: No sabes casi nada de Nick, ¿verdad?
Solo sé cómo besa y hace el amor, pensó Miley , avergonzada.
–No mucho –admitió con un hilo de voz.
–Bueno, no te preocupes. Casi todos creen que no es fácil conocer a Nick y vosotros solo hace un par de días que os conocéis. –A Miley estas palabras le parecieron tan sórdidas que volvió el rostro, incapaz de mirar a Julie–. Miley –continuó Julie, mirándola–, no hay nada de lo que tengas que avergonzarte... quiero decir que... no tiene importancia que estés embarazada.
–¿Te lo ha contado Nick? –masculló Miley –. ¿O lo has adivinado tú sola?
–Nick se lo dijo en secreto a mi padre, pero yo tenía el oído pegado a la pared. No me sorprendió, porque lo suponía.
–Estupendo –repuso Miley, avergonzada.
–A mí me gustó saberlo –convino Julie sin captar La humillada ironía en la voz de Miley –. Me refiero a que empezaba a creer que yo era la única virgen de más de dieciséis años.

Miley cerró los ojos, un poco mareada. Eran demasiados sobresaltos y demasiado intensos; además, detestaba que Nick se lo hubiera contado todo a su padre.
–¡Menuda sesión de chismes debéis de haber tenido! –dijo con amargura.
–¡Te equivocas! Nick le contó a papá la clase de persona que eres. –Miley se sintió mucho mejor, y al notarlo Julie agregó con tono algo distinto–: De las doscientas muchachas de la escuela secundaria, treinta y ocho están embarazadas. En realidad –le confió a Miley con cierto desánimo–, yo nunca he tenido que preocuparme por ese problema. Casi todos los chicos temen darme un simple beso.
–¿Por qué? –preguntó.
–Por Nick –contestó Julie–. En Edmunton todos saben que soy hermana de Nick Farrell. Y saben muy bien lo que mi hermano les haría si quisieran propasarse conmigo. En lo que se refiere a preservar la «virtud» de una mujer –añadió con un suspiro de burla–, tener a Nick al lado es lo mismo que llevar un cinturón de castidad.
–De algún modo –comentó Miley , incapaz de contenerse– mi experiencia personal me dice que eso no es exactamente cierto.

Las dos se echaron a reír. Poco después se unieron a los hombres en el salón. Miley se disponía a pasar un par de horas ante el televisor, pero Julie tomó una vez más las riendas.
–¿Qué vamos a hacer? –preguntó mirando con expectación a Nick y a Miley- . ¿Jugamos a algo? ¿Cartas? No, esperad. Juguemos a algo realmente tonto. –Se dirigió a la biblioteca y con un dedo recorrió varios juegos–. ¡Monopoly! –exclamó.
–No cuentes conmigo –repuso Patrick–. Prefiero ver la película.

Nick no deseaba jugar a nada, y estuvo a punto de proponerle a Miley un paseo por el parque. Pero de pronto se dio cuenta de que la joven necesitaba una tregua. Una conversación entre ambos sería, como siempre, intensa, y Miley debía de estar saturada de emociones. Además, parecía llevarse bien con Julie y sentirse muy a gusto con ella. Así pues, asintió, fingiendo que la idea del juego le gustaba. Sin embargo, al mirar a Miley advirtió que no sentía más entusiasmo que él por la partida. Aun así, ella sonrió y también asintió.
Dos horas más tarde, Nick tuvo que admitir que el juego había sido un éxito total, hasta el punto de que él mismo se había divertido. Con Julie como instigadora, la partida pronto se convirtió en una especie de farsa, en que las dos muchachas lo intentaron todo para ganar y, al no conseguirlo, recurrieron a las trampas. Dos veces Nick sorprendió a Julie quitándole el dinero que les había ganado, y ahora era Miley a que esgrimía más ultrajantes razones para nlo pagarle las deudas.
–Esta vez no hay excusa que valga –le advirtió a Miley cuando su ficha cayó en un terreno del que él era propietario–. Eso son mil cuatrocientos.
–No te debo nada –replicó ella con una sonrisa de satisfacción. Con un dedo, señaló los pequeños hoteles de plástico que Nick había colocado en sus terrenos y tumbó uno–. Ese hotel invade mis propiedades. Has construido sobre terrenos míos, y por lo tanto tú eres el deudor.
–Ya invadiré yo tus propiedades –amenazó él sonriendo–, si no me pagas.
Riendo, Miley se volvió hacia Julie. Luego dijo:
–Solo tengo mil dólares. ¿Me prestas algo?
–Claro que sí –aceptó Julie, que también lo había perdido todo. Alargó el brazo, cogió varios billetes de quinientos dólares del montón de Nick y se los entregó a Miley . Poco después, esta se declaraba derrotada. Julie fue a buscar sus libros y Miley retiró el juego y lo dejó en su sitio. Tras ella, Patrick Farrell se levantó su asiento.
–Es hora de irme –le dijo a Nick–. ¿Has dejado camión en el garaje? –Nick hizo un gesto de asentimiento y añadió que por la mañana iría a la ciudad a buscarlo. Entonces Patrick se volvió hacia Miley . Durante la ruidosa partida, ella había sentido la mirada fija del padre de Nick. Ahora él le sonrió, con tristeza e incertidumbre, y dijo–: Buenas noches, Miley.

Nick también se puso de pie y le preguntó a Miley si le gustaría dar un paseo.
–Buena idea –contestó ella.
Fuera, el aire de la noche era reconfortante y la luna dibujaba un ancho camino en el patio. Habían salido del porche cuando los alcanzó Julie, con un suéter cubriéndole los hombros y llevando libros de texto en las manos.
–Os veré por la mañana. Joelle pasará ahora a buscarme por el camino. Me voy a estudiar a su casa.
Nick se volvió, ceñudo.
–¿A las diez de la noche?
Julie se detuvo, se agarró de la barandilla del porche y en su hermoso rostro apareció una sonrisa de exasperación.
–¡Nick! –exclamó, y elevó la mirada al cielo ante la actitud obtusa de su hermano.
Nick lo comprendió.
–Saluda a Joelle de mi parte. –Julie se marchó corriendo hacia las luces parpadeantes de un coche que acababa de llegar y se había detenido al final del camino de grava. Entonces Nick le preguntó a Miley algo que lo tenía sumido en el mayor desconcierto.
–¿Cómo sabes tanto sobre invasión de terrenos ajenos, violaciones de zona y cosas semejantes?
Miley contempló la preciosa luna llena que pendía del cielo como un gran disco plateado.
–Mi padre siempre me ha hablado de negocios. Tuvimos varios problemas de esa índole cuando construimos una sucursal de los almacenes en una zona residencial. Por ejemplo, un constructor pavimentó una zona de aparcamiento sobre el que teníamos derechos.

Puesto que Nick había preguntado primero, ella se decidió a plantear una cuestión que había estado consumiéndola durante horas. No obstante, antes se detuvo, arrancó la hoja de una rama y se obligó a que su voz no sonara con tono acusador.
–Julie me dijo que tienes un máster en administración de empresas. ¿Porqué me dejaste creer que eres un obrero común a punto de viajar a Venezuela para probar fortuna con los pozos de petróleo?
––¿Y qué te hace pensar que un fundidor es un hombre común y un economista un hombre especial?
Miley captó la ligera censura en las palabras de Nick y se sintió turbada. Apoyó la espalda en un árbol y miró al joven.
–¿Te parezco una esnob?
–¿Lo eres? –replicó él, metiendo las manos en los bolsillos y observando detenidamente a Miley.
–Yo... –Vaciló, también miró a Nick y sintió la extraña tentación de decir lo que a él le gustaría oír. No obstante, finalmente admitió–: Probablemente sí lo soy.
No captó el tono sombrío de su propia voz, pero Nick sí. Una sonrisa encantadora surcó el rostro del joven, y a Miley se le aceleró el pulso.
–Lo dudo –repuso Nick, y sus palabras causaron en Miley un placer irracional.
–¿Por qué?
–Porque a los esnobs no les preocupa parecerlo o no. Sin embargo, y respondiendo a tu pregunta, si no te mencioné nada de mi título se debió, en parte, a que para mí no significa nada mientras no tenga una utilidad práctica. En estos momentos no tengo más que un puñado de ideas y planes que podrían no cuajar.
Julie había dicho que era difícil conocer a fondo a Nick. A Miley ya no le resultaba difícil creerlo, aunque en ocasiones como esa se sentía en total armonía con hasta el punto de que casi podía leerle el pensamiento.
–De acuerdo, ya sé por qué no me has dicho que posees un título universitario Creo que además querías averiguar si el hecho de que fueses un obrero me importaba o no. Me pusiste aprueba. ¿Me equivoco? –inquirió con voz serena.
–Supongo que no –respondió Nick, sonriendo–. Por otra parte, es posible que esté condenado a ser un obrero durante el resto de mi vida.
–Y ahora te has pasado de las fundiciones a los pozos de petróleo –bromeó ella– porque querías un trabajo de más prestigio. ¿No es así?
Nick tuvo que esforzarse para contener su deseo de estrecharla entre sus brazos y besarla. Miley era joven, consentida, y él estaba a punto de emprender viaje a un país extranjero donde las necesidades más elementales serían lujos. Aquel loco deseo de llevársela consigo no era más que eso, una locura. Por otra parte, Miley era tan valerosa como dulce. Y llevaba a su hijo en las entrañas. ¡Su hijo! El hijo de ambos. Quizá la idea no fuera tan descabellada. Dirigió la mirada al cielo, tratando de librarse de aquel pensamiento y entonces sugirió algo que le ayudaría a tomar una decisión.


3 comentarios:

  1. ME ENCANTOO!!!!
    definitiva mente estoy obsesionada con la novela
    tienes que subir urgente los siguientes capítulos
    SIGUELA!!!!!
    BESO...<3

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  2. OMC! me estoy enamorando de esto! ajajaja
    no quiero que algo malo les pase... aunque lo que yo quiera no importa jajajaja
    please. sube mas los espero con muchas ancias!
    besos. :3

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  3. Esta nove cada vez se pone mejor Haaaaaa continualaaaa la ameeeeeee[♡♡♡♡♡♡♡♡♡

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