Miley soltó a Amanda al ver a Kyrian.
—Estabas muerto —susurró—. Te vi.
—Los dos estaban muertos —dijo Ash mientras pasaba entre las gemelas y se encaminaba al living.
Estiró la mano y la apretó en un puño.
El cuerpo de Desiderius se desvaneció instantáneamente.
—¿Eres un dios? —le preguntó Nicholas, mientras lo que Ash había dicho antes finalmente se filtraba en su mente.
Ash no respondió. No necesitaba hacerlo.
—¿Por qué nunca nos dijiste? —preguntó Kyrian.
Ash se encogió de hombros.
—¿Por qué debería hacerlo? Mañana ninguno de ustedes recordará que supieron esto de mí.
Miley frunció el ceño.
—No comprendo.
Ash respiró hondo.
—El universo es una cosa extremadamente complicada. Todo lo que ustedes necesitan saber es que Amanda y Kyrian ahora son inmortales. Nadie podrá volver a matarlos.
—¿Qué? —preguntó Amanda, apartándose de Miley.
Ash miró a Kyrian.
—Prometí que no te dejaría morir y estoy obligado por mi promesa.
—¡Espera! —dijo Miley . Eres un dios. ¡Puedes traer de regreso a Tia!
El rostro de Ash se puso pálido.
—¿Tia está muerta?
—¿No lo sabías?
—No —dijo Ash con calma. Tenía esa expresión ausente, como si estuviese escuchando algo muy débil—. No se suponía que muriera esta noche.
—¡Entonces, sálvala!
Él parecía tan enfermo como Miley se sentía.
—No puedo ayudar a Tia. Su alma ha continuado. No puedo forzarla a regresar a su cuerpo contra su voluntad. Las almas de Amanda y Kyrian se rehusaron a abandonar a su hija, y llegué a tiempo para restaurarlas.
—¿Y qué hay de mi bebé? —preguntó Amanda—. ¿Fue lastimado por esto?
Ash sacudió la cabeza.
—Está bien, y dice que apreciaría muchísimo que bebieras más jugo de manzana.
Ash levantó las manos y todo en la casa regresó a como estaba antes de que los Daimons llegaran.
Nada estaba fuera de sitio.
—Ash —dijo Miley, yendo a pararse a su lado—. Por favor, trae a Tia de regreso, por mí.
Él acunó su rostro con la palma.
—Desearía poder hacerlo, Miley. Realmente. Pero debes saber que está cuidándote, y que te ama.
Ella se puso furiosa ante esas palabras.
—Eso no es lo suficientemente bueno para mí, Ash. La quiero de regreso.
—Lo sé, pero ahora mismo hay otras personas de las que debo ocuparme.
—Pero mi hermana…
Ash tomó la mano de Miley y la colocó sobre la de Nicholas.
—Tengo que irme, Miley —giró hacia Otto—. Jean-Luc está vivo, pero seriamente herido. Necesito que tú y Liam lo lleven de vuelta a su barco…
—No sabemos dónde está Liam —dijo Otto en voz baja—. Encontré muerta a su madre.
Ash desapareció inmediatamente.
—Realmente odio cuando hace eso —dijo Kyrian mientras tomaba a una Marissa ahora dormida en sus brazos.
Miley no se movió mientras su hermana se sentaba en el suelo y comenzaba a llorar.
Miley se sentó a su lado y la abrazó.
—Qué día —sollozó Amanda—. Vi a mi esposo asesinado. Kassim… Tia, y ahora Cherise.
—Lo sé —dijo Miley . No estoy tan segura de que seamos quienes ganaron esta vez.
—No —dijo Kyrian mientras se unía a ellas en el piso—. Aún estamos aquí, y ellos no. Para mí, eso es ganar.
Atrajo a su esposa contra su pecho y le besó la cabeza.
Miley giró para ver a Nicholas yendo hacia la puerta con Otto.
Para el momento en que los alcanzó, él y Otto estaban fuera de la casa.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó.
—No queríamos entrometernos en un momento familiar —dijo él con calma—. Tu hermana te necesita.
—Y yo te necesito a ti.
Nicholas estaba asombrado mientras ella iba hacia sus brazos.
Envolvió los suyos alrededor de él y lo sostuvo con fuerza mientras Otto apagaba el auto de ella.
—Dejaré las llaves puestas, nos veremos más tarde —dijo antes de subir a su Jaguar e irse.
—Gracias —susurró Miley mientras acurrucaba la cabeza bajo el mentón de Nicholas—. No hubiese podido pasar esta noche sin ti.
—Lamento no haber sido de más ayuda, y lo siento muchísimo por Tia.
Él sintió las lágrimas de Miley escaldando su pecho a través de la camisa.
—Tu madre dijo que quería que fueras a su casa.
Miley asintió.
—Sí, necesito ir a verla. Ella toma su fuerza de nosotras —se apartó mientras Amanda salía al porche—. Iré a ver a mamá.
Amanda asintió.
—Dile que estaré allí mañana por la mañana. No quiero que me vea así.
Miley observó el camisón ensangrentado de Amanda.
—Sí, es lo último que necesita.
Entonces Amanda hizo la cosa más sorprendente del mundo: se estiró y abrazó con fuerza a Nicholas.
—Gracias por venir, Nicholas, y por mantener a Miley a salvo. Realmente lo aprecio.
Le dio un beso en la mejilla antes de apartarse.
Nicholas jamás había estado tan sorprendido en su vida. En ese momento, sintió una extraña sensación, casi de pertenecer a algún sitio. Era una sensación tan rara y ajena a él, que no estaba seguro de cómo manejarla.
—Es un placer para mí, Amanda.
Ella le palmeó el brazo y regresó a su hogar.
Nicholas ayudó a Miley a subir a su estropeado auto y, por una vez, tomó el asiento del conductor. No dijo ni una palabra mientras ella le daba indicaciones hacia la casa de su madre en Metairie.
Ninguno de los dos habló en todo el camino. El corazón de Nicholas sufría por ella. Tomando su mano, la sostuvo en silencio, en la oscuridad, mientras ella miraba hacia fuera por la ventanilla del lado del acompañante.
Cuando llegaron a la casa de su madre, él bajó y le abrió la puerta.
Miley respiró entrecortadamente mientras contemplaba el hecho de enfrentar a su madre. Por una vez, su coraje había desaparecido.
Nicholas le alcanzó las llaves.
Ella frunció el ceño mientras él se apartaba.
—¿Qué estás haciendo?
—Iba a regresar.
—No me dejes, Nick. Por favor.
Él pasó tiernamente su mano contra su fría mejilla y asintió. Mantuvo las manos en los hombros de Miley y, a decir verdad, ella necesitaba sentir su contacto mientras golpeaba a la puerta.
Su padre atendió, con el rostro lúgubre. Su severa expresión se suavizó, y las lágrimas llenaron sus ojos al verla y atraerla en un abrazo como para quebrarle las costillas.
—Gracias a dios que al menos tú estás bien. Tu madre ha estado desquiciada de miedo por ti.
Ella le devolvió el abrazo.
—Estoy bien, papi, y Amanda y Kyrian también.
Su padre la soltó y entrecerró los ojos al mirar a Nicholas.
—¿Quién eres tú?
—Él es mi novio, papi, por favor, sé agradable con él.
La bondad era lo último que Nicholas esperaba, así que, cuando el padre estiró la mano, se quedó asombrado.
Nicholas la estrechó y entonces fue conducido al interior de una casa llena del clan Devereaux.
Y mientras pasaba a la sala, Nicholas sintió algo que jamás había sentido en toda su vida.
Sintió como si hubiese llegado a casa.
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Ash ingresó al templo de Artemisa en el Olimpo sin ningún preámbulo. En medio del enorme salón principal, que estaba rodeado por columnas, ella estaba reclinada en un trono blanco que era más parecido a una chaise longue.
Sus koris, que habían estado cantando y tocando el laúd, salieron corriendo inmediatamente de la habitación, y mientras una kori bastante alta y rubia pasaba junto a él, Ash se detuvo y se dio vuelta para mirarla.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Artemisa, y por una vez su tono fue vacilante.
Él se dio vuelta para enfrentarla y se pasó la mochila de un hombro al otro.
—Quería agradecerte lo que hiciste esta noche, pero mientras tomaba en cuenta eso, me di cuenta de que ni una sola vez en once mil años has hecho algo gratis por mí. Sólo el puro factor de miedo de esa comprensión hizo que viniera a buscarte. Entonces, ¿qué quieres?
Artemisa se abrazó mientras se sentaba en su trono blanco.
—Estaba preocupada por ti.
Él rió amargamente.
—Nunca te preocupas por mí.
—Sí que lo hago. Te llamé y no me respondiste.
—Casi nunca te respondo —ella apartó la mirada, recordándole a Ash a una niña acobardada que había sido atrapada haciendo algo malo—. Lárgalo, Artemisa. Tengo un montón de porquería que limpiar esta noche, y no te quiero encima de ella.
Ella respiró hondo.
—Muy bien, no es como si pudiese ocultártelo.
—¿Ocultarme qué?
—Un nuevo Dark Hunter nació esta noche.
Su sangre se heló al escucharla. Literalmente.
—¡Maldita seas, Artemisa! ¿Cómo pudiste hacerlo?
Ella bajó de su trono preparada para la batalla.
—No tenía elección.
—Sí, claro.
—No, Acheron. No tenía elección.
Mientras Artemisa hablaba, su mente se conectó con la de ella y las imágenes de ella junto a Liam lo atravesaron.
—¿Liam? —susurró, con el corazón rompiéndose en pedazos.
¿Qué había hecho?
—Lo condenaste —dijo Artemisa con calma—. Lo siento tanto.
Ash apretó los dientes mientras la culpa lo consumía. Sabía que no le convenía hablar mientras estaba enojado.
Su voluntad, incluso cuando no lo pensaba bien, se hacía realidad. Una palabra incorrecta…
Había condenado a su mejor amigo.
—¿Dónde está?
—En el salón privado —Ash comenzó a alejarse, pero Artemisa lo detuvo—. No sabía qué más hacer, Acheron. No lo sabía.
Ella estiró la mano y un amuleto verde oscuro apareció. Se lo pasó a él.
—¿Cuántos latigazos? —preguntó amargamente, pensando que era el alma de Nicholas lo que le ofrecía.
Una sola lágrima cayó por la mejilla de Artemisa.
—Ninguno. Es el alma de Liam, y no tengo derecho a tenerla —dijo presionándola contra la mano de él.
Ash estaba tan aturdido que no sabía qué decir.
Él la colocó en su mochila.
Artemisa tragó con fuerza mientras lo veía guardarla con cuidado.
—Ahora aprenderás.
—¿Aprender qué?
—La pesada responsabilidad que es un alma.
Él la miró con sequedad.
—Aprendí eso hace mucho tiempo, Artie.
Y con eso, salió y se trasladó a voluntad a la prisión de Liam. Abrió la puerta lentamente, para encontrar a su amigo en posición fetal en el piso.
—¿Liam?
Liam levantó la mirada, sus ojos negros estaban bordeados de rojo. La furia y el dolor que Ash vio y sintió provenir de Liam lo desgarró.
—Mataron a mi madre, Ash.
Una nueva ola de culpabilidad lo azotó. En un ataque de rabia y con nada más que una simple oración, había alterado sus destinos, y le había quitado a Liam y a Miley a dos personas que no deberían haber perdido.
Era todo su culpa.
—Lo sé, Liam y lo siento —lo lamentaba más de lo que Liam jamás sabría—. Cherise era una de las pocas personas decentes en este mundo. Yo también la quería.
Quería al grupo de Nueva Orleáns mucho más de lo que debería. El amor era una emoción inútil, que jamás le había ofrecido otra cosa que miseria.
Incluso Simi…
Ash pasó la mano sobre su tatuaje mientras luchaba contra sus emociones.
Se entumeció, y se estiró hacia Liam.
—Vamos.
—¿Adónde vamos?
—Te llevaré a casa. Tienes mucho que aprender.
—¿Acerca de qué?
—Cómo ser un Dark Hunter. Todo lo que crees que sabes sobre luchar, sobrevivir, no es nada. Tengo que enseñarte a usar tus nuevos poderes y ver correctamente con esos ojos.
—¿Y si no quiero aprender?
—Entonces morirás, y no tendrás modo de regresar esta vez.
Liam tomó su mano y le permitió ayudarlo a ponerse de pie.
Ash cerró los ojos y llevó a Liam a casa.
Jamás había esperado con ansias entrenar a un nuevo Dark Hunter, pero éste…
Este le dolía más que ninguno.
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Nicholas abandonó la casa de los Devereaux una hora antes del amanecer. Miley finalmente se había quedado dormida, y él la había cargado escaleras arriba a la habitación que había compartido con Amanda cuando eran pequeñas.
Luego de dejarla sobre la cama, había pasado más tiempo del que debía observando las viejas fotos en la pared, de ellas dos juntas.
De ellas con sus hermanas.
Su pobre Miley. No sabía si alguna vez sanaría.
Llamó a un taxi para que lo dejara en su casa. El lugar estaba completamente oscuro. Ahora no había nadie allí, y se dio cuenta de lo mucho que había llegado a confiar en Miley.
Estas últimas semanas…
Habían sido milagrosas.
Ella era milagrosa.
Ahora su tiempo juntos había terminado.
Nicholas abrió la puerta de su casa y escuchó el silencio. Cerró y trabó la puerta, y luego subió las escaleras hacia el solarium donde la estatua de Agrippina esperaba.
Rellenó el aceite de su lámpara antes de comprender lo est/úpido que había sido, tanto como hombre como Dark Hunter.
No había sido capaz de proteger a Agrippina o a Miley el sufrimiento que era la vida.
Tal como no podía protegerse a sí mismo.
Pero, bueno, quizás la vida no se trataba de protegerse. Quizás se trataba de otra cosa.
Algo incluso más valioso.
Era acerca de compartir.
No necesitaba a alguien que lo protegiera del pasado. Necesitaba el contacto de una mujer cuya calidez ahuyentara a esos demonios. Una mujer cuya presencia hiciese soportable lo insoportable.
Y, en todos esos siglos, aún no había aprendido lo más valioso de todo.
Cómo decirle “te amo” a alguien.
Pero, al menos, ahora comprendía el sentimiento que significaba.
Con el corazón rompiéndose en pedazos, tocó la fría mejilla de Agrippina. Era hora de dejar ir al pasado.
—Buenas noches, Agrippina —susurró.
Renunciando, apagó la llama de un soplido y salió de la habitación que había sido sólo de ella, hacia la que había aprendido a compartir con Miley.
Miley despertó para encontrarse sola en su vieja cama. Cerró los ojos y deseó regresar a su infancia. Regresar a los días en que todas sus hermanas habían compartido esta casa con ella. Regresar a la época en que su mayor temor era no conseguir una cita para el baile de graduación.
Pero el tiempo siempre era efímero.
Y no había modo de regresar.
Suspirando, se dio vuelta y se percató que Nicholas no estaba con ella. Sintió su ausencia inmediatamente.
Se levantó y se puso una bata que su madre debía haber dejado para ella en la habitación. Mientras pasaba frente al tocador, se detuvo y dio un paso atrás al ver un anillo encima del mismo.
Su corazón latió violentamente al reconocer el anillo de sello de Nicholas, encima de una nota doblada.
Tomándolo, leyó las contadas palabras.
“Gracias, mi señora Miley. Por todo. Nick.”
Miley frunció el ceño. ¿Era una despedida? Oh, sí, justo lo que necesitaba en ese momento.
¿Por qué no?
Estaba casi furiosa hasta que la leyó otra vez y se dio cuenta de que no había firmado como “Nicholas”.
Había usado el sobrenombre que ella le había dado.
Un sobrenombre que odiaba.
Con la garganta hecha un nudo, metió la nota en su bolsillo y besó el anillo que le había dejado. Lo deslizó en su pulgar y fue a bañarse.
Nicholas estaba soñando con Miley. Ella reía en su oído mientras se recostaba debajo de él.
Parecía tan real, que casi podía jurar que sentía su mano en la espalda…
No, ahora estaba enterrada en su cabello.
Y entonces ella la apartó y la pasó por su cadera, bajándola por su muslo hasta que lo acunó en su palma.
Gruñendo de placer, Nicholas abrió los ojos para comprender que no era un sueño.
Miley estaba recostada a su lado.
—Hola, bebé —le susurró ella.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó, incapaz de creer que fuera real.
Miley levantó la mano para mostrarle su anillo.
—¿Cómo podría estar en otro sitio, dada la brusquedad de tu nota?
—Mi nota no era brusca.
Ella resopló.
—Casi pensé que me estabas diciendo que me largara.
—¿Por qué pensarías eso? Te dejé mi anillo.
—¿Regalo consuelo?
Él puso los ojos en blanco ante su mal concebido razonamiento.
—No, ese anillo significa que el portador vale su peso en oro. ¿Ves? —lo levantó para que ella pudiese ver la cresta real.
Una lenta sonrisa apareció en el rostro de Miley.
—¿Valgo mi peso en oro?
Nicholas corrió la mano de ella hacia sus labios, para poder besarla.
—Vales mucho más que eso para mí.
Los ojos de ella se empañaron mientras lo miraba.
—Te amo, Nicholas.
Él jamás había escuchado algo más precioso.
—También te amo, Miley —dijo, con la voz poco clara.
La sonrisa de ella se ensanchó mientras lo atraía a sus brazos y lo besaba hasta dejarlo sin sentido.
Ella literalmente se arrancó la camisa antes de menearse debajo de él.
Nicholas rió ante su impaciencia, antes de besarla suavemente en los labios.
Ella no estaba de humor para eso. Hicieron el amor furiosamente, como si no fueran a tener otra oportunidad.
Más tarde, se quedaron recostados uno en brazos del otro. Nicholas jugaba con su cabello mientras contemplaba su futuro.
—¿Y qué hacemos ahora, Miley?
—¿Qué quieres decir?
—¿Cómo hacemos que esta relación funcione? Kyrian aún me odia, y todavía soy un Dark Hunter.
—Bueno —dijo ella entrecortadamente—. Roma no se construyó en un día. Daremos un paso por vez.
Poco imaginaba que esos pasos serían horrorosos.
El primero llegó la noche del funeral de su hermana. Nicholas había llevado a Miley a casa de sus padres, sólo para parase en seco al darse cuenta de que Kyrian, Amanda, y Julian y su esposa Grace, estaban allí.
La hostilidad era tangible.
Miley había tenido la intención de quedarse con Nicholas todo el tiempo, pero su tía Zelda la había apartado.
—Regresaré enseguida.
Nicholas asintió mientras iba a buscar algo para tomar.
Julian y Kyrian lo arrinconaron en la cocina.
Suspiró cansadamente mientras esperaba que empezaran. Dejó su vaso.
Kyrian lo tomó del brazo.
Nicholas estaba a punto de dejarlo allí cuando se dio cuenta de que Kyrian no estaba lastimándolo. Él retiró la manga de Nicholas para que las cicatrices de su ejecución quedaran visibles.
—Amanda me contó cómo moriste —dijo Kyrian con calma—. No le creí —Nicholas apartó su brazo de un tirón.
Sin una palabra, comenzó a alejarse de los dos griegos. Pero la voz de Kyrian lo detuvo.
—Mira, Nicholas, tengo que decirte que literalmente me mata cada vez que te veo. ¿Puedes imaginar cómo sería si yo tuviese el rostro del hombre que te clavó a la madera?
Nicholas rió amargamente ante la ironía.
—En realidad, sé exactamente cómo te sientes, General. Cada vez que uso un espejo, también veo el rostro de mi ejecutor.
Podía no haber sido gemelo de sus hermanos, pero se parecían lo suficiente como para que le resultara difícil mirarse en un espejo sin verlos a ellos reflejados. Por eso es que estaba tan condenadamente agradecido que los Dark Hunters no tuvieran reflejo a menos que quisieran.
Kyrian asintió.
—Sí, supongo que sí. Creo que no puedo sobornarte o intimidarte para que te alejes de Miley, ¿verdad?
—No.
—Entonces tendremos que ser adultos, porque amo demasiado a mi esposa como para lastimarla. Ya ha perdido a una hermana, y la mataría perder a otra. Necesita a Miley —Kyrian hizo una mueca como si le doliera, y estiró su mano hacia Nicholas—. ¿Tregua?
Nicholas estrechó su mano.
—Tregua.
Kyrian lo soltó, y entonces Julian ofreció su mano.
—Que conste —dijo Kyrian antes de irse—, que esto sólo nos convierte en amigables enemigos.
Miley entró a la cocina mientras ellos salían.
—¿Estás bien?
Él asintió.
—Kyrian decidió madurar.
Ella parecía impresionada.
—Supongo que la inmortalidad le sienta bien.
—Aparentemente.
Los dos se quedaron en el funeral hasta después de la medianoche, cuando decidieron ir a casa en el apaleado Mini Cooper de Miley.
Cuando entraron al vestíbulo encontraron a Ash esperándolos.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Nicholas.
Ash se adelantó y le entregó una pequeña caja a Miley.
—Sabes qué hacer. Sólo recuerda: no lo dejes caer.
Miley estaba espantada mientras sostenía la caja que contenía el alma de Nicholas en sus manos.
—Habíamos decidido que no haríamos esto. No quiero quitarle su inmortalidad a Nicholas.
Ash respiró lenta y cansadamente.
—Hasta que le regreses su alma, Artemisa es su dueña. ¿Es eso lo que quieres?
—No.
—Bueno, ahí tienes —Ash se dirigió a la puerta, y luego se detuvo para mirarlos—. A propósito, Miley ahora también eres inmortal.
—¿Qué?
Él se encogió de hombros.
—No sería justo para Amanda perderte cuando envejezcas.
—Pero, ¿cómo? ¿Cómo puedo ser inmortal?
Ash le sonrió irónicamente.
—Es la voluntad de los dioses. No la cuestiones.
Salió por la puerta y los dejó a solas.
—Wow —susurró Miley mientras abría la caja, para encontrarse con un medallón azul oscuro dentro.
Vibraba con colores remolinantes que hacían parecer que tenía vida.
Cerró la caja.
—Bueno, ¿qué piensas?
—Pienso que será mejor que no la dejes caer.
Ella estuvo de acuerdo.
Más tarde esa noche, cuando llegó el momento de estacarlo para poder regresarle su alma, comprendió algo horrible.
No podía hacerlo.
—Vamos, Miley —dijo Nicholas mientras se sentaba en la cama, con el torso desnudo—. Me apuñalaste la noche que nos conocimos, sin siquiera parpadear.
—Sí, pero entonces eras una bolsa de basura.
—Creo que estoy ofendido.
Las semanas pasaron, mientras Miley intentaba apuñalar a Nicholas, sólo para encontrarse fracasando.
Incluso intentó simular que era un Daimon.
No funcionó. Sin mencionar el pequeño hecho que aún tenían que descubrir qué drenaría sus poderes de Dark Hunter y hacerlo humano el tiempo suficiente como para que muriera.
Entonces entraron en una extraña especie de paz. Miley se mudó de su apartamento sobre la tienda, y lo dejó para que Marla lo cuidara mientras ella vivía con Nicholas.
Se quedaban juntos de día, y cazaban juntos por la noche.
Aún no podía estacarlo pero, al menos, una tarde, se había enterado de cuál era su debilidad: lastimarla. Había sido un accidente. Nicholas se había estirado para tomar su espada y le había dado un codazo accidentalmente. Durante dos horas, sus ojos habían sido azules.
Aún así, ella aún no era capaz de apuñalarlo.
Era imposible.
Hasta ese verano. Mientras Miley y Nicholas estaban en medio del entrenamiento en el gimnasio del primer piso, lo inimaginable sucedió.
En un instante, ella estaba jugando con Nicholas; al siguiente, Kyrian había entrado violentamente por la puerta, haciendo que Nicholas la golpeara por accidente. Sus ojos se habían vuelto instantáneamente azules. Antes de comprender lo que Kyrian estaba haciendo, él tomó a Nicholas, lo arrojó al suelo, y pasó una estaca a través de su corazón y la dejó allí.
—¿Qué estás haciendo? —chilló Miley, corriendo hacia él.
Amanda la atrapó.
—Está bien, Miley —le dijo, poniéndole la caja que contenía el alma de Nicholas en sus manos por la fuerza—. Como sigues diciéndome que no puedes hacer esto, Kyrian se ofreció como voluntario.
—Sí, y con un poco de suerte, podrías dejarlo caer —dijo Kyrian maliciosamente.
Miley lo miró con el ceño fruncido.
Tomando la caja de manos de su hermana, se arrodilló junto a Nick.
Nicholas estaba en el suelo, jadeando. Su rostro estaba cubierto de sudor mientras sangraba por su herida.
—No te preocupes, bebé. No lo dejaré caer.
Él le ofreció una sonrisa temblorosa.
—Confío en ti.
El corazón de Miley se detuvo mientras él moría. Tomando el medallón, gritó mientras quemaba su palma. Miley se mordió el labio y colocó el medallón sobre la marca de arco y flecha en la cadera de Nicholas.
—Shh —dijo Amanda tranquilizadoramente—. Dejará de quemar en un segundo. Sólo piensa en Nicholas.
Lo hizo, aunque cada parte cuerda de ella quería soltar el ardiente trozo de lava que quemaba su mano.
Finalmente, comenzó a enfriarse.
Nicholas no se movía.
Miley comenzó a entrar en pánico.
—Está bien —dijo Amanda—. Sólo toma un minuto.
Y luego de algunos más, Nicholas abrió sus ojos, que eran ahora de un permanente y vibrante tono de azul. Sus colmillos habían desaparecido por completo.
Miley sonrió al verlo, excesivamente agradecida porque él estaba vivo.
—No te ves bien.
Nicholas acunó su rostro.
—Yo creo que te ves hermosa.
—Yo creo que debería estacarlo otra vez sólo por añadidura —dijo Kyrian.
—Yo creo que debemos irnos —dijo Amanda mientras se levantaba del suelo, tomó a su esposo e hizo una salida rápida.
—Oh, vamos —se quejó Kyrian desde el pasillo—. Por favor, ¿no puedo estacarlo una vez más?
—Hola, humano —dijo Miley antes de besarlo.
Entonces se apartó con un grito, mientras se percataba de algo.
Ella era inmortal. Ahora que Nicholas ya no era Dark Hunter, no lo era.
—Oh, dios mío —susurró—. ¿Qué hemos hecho?
Pero la respuesta era simple. La habían condenado a vivir la eternidad sin él.
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