jueves, 19 de septiembre de 2013

Paraíso Robado - Cap: 11


–Esta es mi casa –dijo Miley, cuando el automóvil se detuvo ante la entrada.
Nick contempló la imponente estructura de piedra con sus emplomadas ventanas de cristal, mientras Miley abría la puerta principal.
–Parece un museo.
–Por lo menos no has dicho un mausoleo –bromeó ella.
–Pero lo pensé.
Miley aún sonreía cuando llegaron a la biblioteca envuelta en penumbra, situada en la parte trasera del edificio. Encendió una luz, y cuando vio que Nick se dirigía directamente al teléfono del escritorio, se sintió afligida. Quería que se quedara, quería hablarle, quería hacer cualquier cosa para contrarrestar la desesperación que la abrumaría una vez más cuando se encontrara sola.
–No tienes por qué marcharte tan pronto. Mi padre se quedará jugando a las cartas hasta que el club cierre, a las dos de la madrugada.
Nick se volvió hacia ella, advirtiendo el tono de desesperación de su voz.
–Miley, por lo que a mí respecta tu padre me tiene sin cuidado, pero tú debes vivir con él. Si viene y me encuentra aquí...
–No vendrá –le aseguró Miley- . Ni la muerte interrumpiría su partida de cartas. Es un jugador obsesivo.
–También está malditamente obsesionado contigo –comentó Nick, y Miley contuvo la respiración al verlo vacilar con el auricular en la mano. Finalmente Nick lo colgó. Quizá esta sería la última velada agradable de que Miley gozaría durante meses, y estaba decidida a aprovecharla.
–¿Quieres un coñac? Me temo que no puedo ofrecerte nada que comer, porque los sirvientes están ya en la cama.
–Coñac está bien.
Miley se dirigió al mueble bar y sacó la licorera del coñac. Tras ella, sonó la voz de Nick.
–¿No me digas que los sirvientes cierran con llave la nevera cuando se van a dormir?
Ella se detuvo con una copa de coñac en la mano.
–Algo así.
Nick no se dejó engañar. Ella lo supo en cuanto le llevó la copa al sofá y vio la expresión divertida de sus ojos.
–No sabes cocinar. ¿Acierto, princesa?
–Estoy segura de que podría –bromeó ella–, si alguien me indicara dónde está la cocina y me enseñara el horno y la nevera.

Nick apretó los labios. Luego se inclinó hacia delante y dejó la copa sobre la mesa. Ella sabía exactamente lo que se proponía hacer, incluso antes de que le asiera las muñecas y la atrajera hacia si con firmeza.
–Sé que cocinas bien –dijo, levantándole la barbilla.
–¿Qué te hace estar tan seguro?
–El hecho –susurró Nick– de que aún no hace una hora me prendiste fuego.
Su boca estaba casi pegada a la de la joven cuando el fuerte sonido del teléfono los interrumpió. Miley se separó de los brazos de Nick y atendió la llamada.
Era su padre.
–Me alegro de que hayas tenido el buen sentido de hacer lo que te ordené –dijo con voz gélida– Y quiero que sepas, Miley , que estaba a punto de permitir que te matricularas en la Noroeste, pero después de lo ocurrido, olvídalo. Tu conducta de esta noche es una prueba irrefutable de que no se puede confiar en ti. –Colgó sin esperar la respuesta de su hija.

Con mano temblorosa, Miley colgó el auricular. El temblor se extendió al resto de su cuerpo, provocado por un creciente sentimiento de ira y futilidad. Tuvo que colocar las manos sobre el escritorio para mantenerse relativamente firme.
Nick se le acercó por detrás y le puso las manos sobre los hombros.
–¿Miley? –preguntó con sincera preocupación–. ¿Quién era? ¿Ocurre algo malo?
–Era mi padre –masculló–. Quería cerciorarse de que estoy en casa, tal como me ordenó.
Nick se quedó un momento en silencio, luego habló con voz suave.
–¿Qué le has hecho para que desconfíe tanto de ti?
La velada acusación de Nick le llegó al corazón, destruyendo el escaso control de sí misma que aún le quedaba.
–¿Que qué he hecho? –repitió histéricamente–. ¿Que qué he hecho?
–Debes de haberle dado alguna razón para hacerle pensar que tiene que vigilarte hasta ese punto.
El enorme resentimiento que se agitaba en el interior de Miley afloró en una explosión de furia. 

Tenía los ojos llenos de lágrimas y su rostro reflejaba cierta determinación. De pronto se lanzó sobre Nick y empezó a acariciarle el pecho.
–Mi madre era muy promiscua. No podía vivir sin un macho. Mi padre me vigila porque sabe que soy igual que ella.

Cuando la joven le echó los brazos al cuello, él preguntó, entrecerrando los ojos:
–¿Qué diablos estás haciendo?
–Ya sabes lo que hago –susurró Miley , y sin darle tiempo a responder se apretó contra él y le dio un beso interminable.

Él la deseaba. Miley lo supo en el momento en que la rodeó con sus brazos, atrayéndola aún más hacia sí. Notó su excitación. Sí, la deseaba. La estaba besando apasionadamente, y Miley hacía lo posible para que no parara, para que no cambiara de opinión, y para que ella misma tampoco lo hiciera. Tiró de la camisa de Nick, desabrochándola con manos temblorosas. Acarició su pecho musculoso, bronceado y poblado de vello negro. En un momento dado Miley cerró los ojos, alcanzó la cremallera de su vestido con la mano y empezó a bajarla. Lo deseaba, y se dijo con rabia que se lo había ganado.
–¿Miley?
La voz pausada de Nick la devolvió a la realidad por un momento. Levantó el rostro, pero no tuvo el valor suficiente para mirarlo a la cara.
–Estoy halagadísimo, pero debo confesar que nunca he visto a una mujer arrancarse la ropa en un acceso de pasión. Y menos después de un solo beso.
Derrotada antes de haber iniciado el combate, Miley apoyó la frente contra el pecho de Nick. Él le puso una mano sobre el hombro, luego la deslizó hasta la nuca y la dejó allí, acariciándola con el dedo pulgar. Posó la otra mano en la cintura, ejerciendo una suave presión para indicar su deseo de tener a Miley muy cerca. Al cabo de un momento, sus dedos se deslizaron por la espalda desnuda y, al llegar a la cremallera, terminó de abrir el vestido.
Tragando con fuerza, ella levantó los brazos para cubrirse. Vaciló.
–No lo hago muy bien...
Nick recorrió el cuerpo de la joven con la mirada, y finalmente se detuvo en los pechos.
–¿No? –repuso con voz ronca, e inclinó la cabeza.
Miley deseaba gozar del amor. Volvió a besar a Nick. Acariciando los armoniosos músculos de su espalda, lo besó poseída por una necesidad ciega. Saboreó el contacto de su lengua cuando esta se introdujo en su boca. Él jadeó y apretó con más fuerza el cuerpo de Miley, que perdió enteramente el control y se entregó a las sensaciones. Sintió una corriente de aire frío recorriendo su cuerpo desnudo. Nick liberó su cabello, que se derramó como una cascada sobre sus hombros. La habitación pareció tambalearse cuando él la tumbó sobre el sofá y se colocó a su lado, también desnudo.

Pero todo cesó de pronto, excepto las caricias de las manos de Nick sobre su cuerpo. Ella emergió levemente de su éxtasis y vio que Nick, apoyado en un antebrazo, la observaba bajo la suave luz de la lámpara del escritorio.
–¿Qué haces? –susurró Miley.
–Mirarte. –En efecto, Nick observaba detenidamente su cuerpo. Avergonzada, Miley quiso impedirlo e incliné la cabeza para besarle el pecho. Entonces el joven hundió sus dedos en el pelo de la nuca y, ejerciendo una suave presión, le hizo levantar el rostro. Y cuando ella lo miró a los ojos, Nick la besó como nunca la habían besado. De inmediato Miley sintió una oleada de pasión. Él siguió besándola hasta que la joven emitió un leve gemido. De pronto, su boca se posó en un pecho, luego en el otro, mientras los dedos exploraban el cuerpo de Miley. Esta arqueó la espalda de placer. Nick se situó sobre ella, las caderas moviéndose sin pausa, mientras sus labios, rudos y tiernos a la vez, le besaban el cuello y luego de nuevo la boca. Sin dejar de besarse, Nick le separó las piernas, pero de pronto se detuvo.
Le tomó la cara entre las manos y musitó:
–¡Mírame!
Sin saber cómo, ella consiguió salir de su ensueño sensual. Abrió los ojos con esfuerzo y observó los de Nick. Y en ese momento él la penetró con tal fuerza que de la garganta de la muchacha surgió un alarido apagado, mientras su cuerpo se torcía como un arco. De inmediato Nick advirtió que le había arrancado la virginidad y su reacción fue más violenta que la de ella. Se detuvo, cerrando los ojos con fuerza. Permaneció en el interior de Miley , pero sus hombros y sus brazos estaban tensos, inmóviles.
–¿Por qué? –exigió en un rudo susurro.
Ella no entendió bien la pregunta y se limitó a responder:
–Porque no lo había hecho antes.
Cuando Nick abrió los ojos, ella no halló en su mirada decepción ni enojo, sino ternura y arrepentimiento.
–¿Por qué no me lo dijiste? Habría podido hacerlo más fácil para ti.
Miley le puso una mano en la mejilla y le sonrió suave y tranquilizadoramente.
–Lo hiciste fácil. A la perfección.
Aquellas palabras surtieron en él un efecto inusitado. Gimiendo, besó la boca de Miley y con infinita suavidad empezó a embestirla, cada vez más rápidamente, hasta que la joven pareció enloquecer de placer. Le hundió las uñas en la espalda, en las caderas, aferrándose a él desesperadamente, y por fin la pasión que la abrasaba estalló en largos espasmos de placer. Nick la abrazó, la besó con fuerza sin dejar de moverse. Aquel profundo y hambriento beso, aquel caudal de pasión derramado en el interior de su cuerpo, hicieron que Miley se aferrara más a él y gimiera, gozando de tan exquisita sensación.

Con el corazón latiéndole con fuerza, ladeó el cuerpo, arrastrándolo. Permanecían abrazados.
–¿Tienes idea de lo excitante y receptiva que eres? –le preguntó Nick con voz ronca y teblorosa, rozando la mejilla de Miley con los labios.
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2 comentarios:

  1. ooooh por dios me encantoooo el maraton
    el mejor capitulo de todos estuvo hermoso
    que bueno que subiste no podia aguantar mas
    la tienes que seguir esta novela esta fantastica
    POR FAVOR TIENES QUE SEGUIRLA!!!!!!!!!!

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  2. OMC! OMC! por triple OMC! :3
    me encantato el maraton,
    el capi estubo hermoso!,
    no puedo aguantar mas! espero el proximo besos!

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