jueves, 14 de febrero de 2013

Secrets Of The Night Cap: 1


Era un buen día para soñar. Caían las últimas horas de la tarde, el sol proyectaba sombras alargadas cuando conseguía abrirse paso entre las densas nubes, pero en su mayor parte la luz dorada y traslúcida se quedaba prendida en las copas de los árboles y dejaba el lecho del bosque sumido en misteriosas sombras. En el aire del verano, cálido y húmedo, flotaba el perfume rosado y dulzón del néctar de madreselva, mezclado con el rico aroma marrón de la tierra y de la vegetación podrida, además del penetrante olor a verde de las hojas. Para Miley Devlin, los olores tenían color, y desde que era pequeña se entretenía poniendo colores a los aromas que percibía a su alrededor.

La mayoría de los colores eran obvios, extraídos del aspecto que tenía cada cosa. Naturalmente, la tierra olía a marrón; por supuesto, aquel aroma fresco y fuerte de las hojas era verde en su mente. El pomelo olía amarillo brillante; nunca había comido pomelo, pero en cierta ocasión había cogido uno en la frutería y había olfateado su piel, titubeante, y el olor había explotado en sus papilas gustativas, agrio y dulce a la vez.

Le resultaba fácil poner color al olor de las cosas en la mente; en cambio, el color de los olores de las personas era más difícil, porque las personas no eran nunca una sola cosa, sino diferentes colores mezclados entre sí. Los colores no significaban lo mismo en los olores de la gente que en los de las cosas. Su madre, Renée, despedía un aroma rojo profundo y picante, con algunas volutas de negro y amarillo, pero el rojo picante casi aplastaba todos los demás colores. El amarillo era bueno en las cosas, pero no en las personas; ni tampoco el verde, ni siquiera algunos de sus matices.

Su padre, Amos, era una insoportable mezcla de verde, morado, amarillo y negro. Con él fue verdaderamente fácil, pues desde una edad muy temprana lo había asociado con el vómito. Beber y vomitar, beber y vomitar, eso era lo único que hacía papá. Bueno, y ****. Meaba mucho.

El mejor olor del mundo, pensó Miley mientras deambulaba entre los árboles contemplando los rayos de sol capturados y guardando su felicidad secreta en lo más hondo de su pecho, era el de Nick Rouillard. Miley vivía por los breves atisbos de él que alcanzaba a ver en la ciudad, y si se encontraba lo bastante cerca para oír el sonido ronco y profundo de su voz, temblaba de alegría.
Hoy había logrado estar lo bastante cerca de él para olerlo, ¡y él incluso la había tocado! Aún flotaba en una nube tras vivir aquella experiencia.

Había entrado en la tienda de Prescott con Jodie, su hermana mayor, porque ésta le había robado a Renée un par de dólares del bolso y quería comprarse un esmalte de uñas. El olor de Jodie era anaranjado y amarillo, una pálida imitación del aroma de Renée. Salieron de la tienda llevando el preciado frasco de esmalte de uñas rosa intenso cuidadosamente escondido en el sostén de Jodie para que Renée no lo viera. Jodie llevaba ya casi tres años usando sostén, y eso aunque sólo tenía trece años, un hecho que ella utilizaba para burlarse de Miley cada vez que se le ocurría, pues Miley tenía once años y aún no le habían salido tetas. Sin embargo, últimamente los pezones planos e infantiles de Miley habían empezado a hincharse, y se sentía muy avergonzada de que alguien se los viera. Se daba mucha cuenta de cómo despuntaban bajo la fina camiseta de la LSU que llevaba, pero cuando estuvieron a punto de chocar con Nick en la acera cuando éste entraba en la tienda y ellas salían, Miley se olvidó de lo liviano de su camiseta.
–Una camiseta muy bonita –había dicho Nick con sus oscuros ojos brillando divertidos, y le había tocado el hombro. Nick estaba pasando en casa las vacaciones veraniegas, jugaba al fútbol americano para la LSU en la posición de defensa en su primer curso. Tenía diecinueve años, medía más de uno noventa y seguía creciendo, y pesaba ciento cinco compactos kilos. Miley lo sabía porque lo había leído todo en la página deportiva de la gaceta local. Sabía que corría un 4,6 cuarenta y que tenía una gran velocidad lateral, fuera eso lo que fuera. También sabía que era muy guapo, no a lo fino, sino con el mismo estilo salvaje y poderoso que el estimado semental que poseía su padre, Maximilian. Se le notaba su ascendencia francesa criolla en el color oscuro y en la fuerte y nítida estructura ósea de su cara. Tenía un cabello negro y abundante que le caía sobre los hombros y le daba el aspecto de un guerrero de la Edad Media que se encontrara accidentalmente en la época actual. Miley se leía todas las novelas que caían en sus manos sobre caballeros medievales y sus bellas damas, por eso reconocía un Caballero en cuanto lo veía.

Sintió un cosquilleo en el hombro cuando la tocó Nick, y sus pezones hinchados se estremecieron y la hicieron sonrojarse y bajar la cabeza. Todos sus sentidos giraron en un torbellino al percibir su olor, compuesto por una mezcla penetrante e indefinible que no supo describir, caliente y almizclada, con un rojo aún más intenso que el de Renée, lleno de tentadores colores de matices profundos y lozanos.
Jodie sacó hacia afuera sus senos redondos, cubiertos por una blusa rosa sin mangas. Se había dejado desabrochados los dos botones superiores.
–Y mi camiseta, ¿qué? –preguntó poniendo morritos para que sus labios también sobresalieran, tal como había visto hacer a Renée miles de veces.
–Te has equivocado de color –dijo Nick endureciendo el tono y poniendo en él una gota de desdén. Miley supo la razón: Era porque Renée se acostaba con su padre, Guy. Había oído cómo hablaban los demás de Renée, y sabía lo que significaba la palabra «pu/ta».

Nick pasó entre ambas, empujó la puerta y desapareció en el interior de la tienda. Jodie se lo quedó mirando por espacio de unos segundos y después posó sus voraces ojos en Miley.
–Déjame tu camiseta –le dijo.
–Te queda demasiado pequeña –replicó Miley, y se alegró enormemente de que así fuera. A Nick le había gustado su camiseta, la había tocado, y ella no estaba dispuesta a renunciar a aquello.
Jodie frunció el gesto ante aquella obvia verdad. Miley era pequeña y delgada, pero incluso sus estrechos hombros pugnaban contra las costuras de su camiseta, que se le había quedado pequeña hacía dos años.
–Ya conseguiré otra –declaró

Ella también, pensó Miley ahora mientras contemplaba con expresión soñadora el parpadeo del sol entre los árboles. Pero Jodie no tendría la que había tocado Nick; ella se la había quitado nada más llegar a casa, la había doblado con todo cuidado y la había escondido debajo del colchón. La única forma de encontrarla era deshaciendo la cama para lavar las sábanas, y como ella era la única que hacía tal cosa, la camiseta permanecería a salvo y ella podría dormir encima todas las noches.

Nick. La violencia de sus emociones la asustó, pero no podía controlarlas. Lo único que tenía que hacer era verlo, y el corazón empezaba a latirle con tal fuerza en su delgado pecho que le hacía daño en las costillas y sentía calor y escalofríos a un tiempo. Nick era como un dios en la pequeña población de Prescott, Luisiana; era indómito como un potro, según decía la gente, pero estaba respaldado por el dinero de los Rouillard, e incluso de niño había poseído un duro e inquieto encanto que hacía aletear los corazones de las féminas. Los Rouillard habían engendrado un buen número de pícaros y renegados, y Nick pronto demostró tener el potencial para ser el más indomable de todos. Pero era un Rouillard, y aun cuando armara bronca, lo hacía con estilo.

A pesar de todo eso, nunca había sido desagradable con Miley, tal como había ocurrido con algunas personas del pueblo. Su hermana Mónica escupió una vez en su dirección cuando Miley y Jodie se tropezaron con ella en la acera. Miley se alegraba de que Mónica se encontrase en Nueva Orleáns en un estirado colegio privado para señoritas y de que no fuera a casa con demasiada frecuencia, ni siquiera durante el verano, porque estaba en casas de amigas. Por otra parte, el corazón de Miley había sufrido durante meses cuando Nick se marchó a la LSU; Baton Rouge no estaba tan lejos, pero durante la temporada de fútbol no le quedaba mucho tiempo libre e iba a casa sólo en vacaciones. Siempre que sabía que Nick estaba en casa, Miley intentaba dejarse caer por el pueblo en los lugares donde pudiera acertar a verlo, paseándose con la gracia indolente de un gato grande, tan alto y fuerte, tan peligrosamente excitante.

Ahora que era verano, Nick pasaba mucho tiempo junto al lago, lo cual era uno de los motivos de la excursión de Miley a través del bosque. El lago era privado, abarcaba más de ochocientas hectáreas y estaba totalmente rodeado por las tierras de los Rouillard. Era alargado y de forma irregular, con varias curvas; ancho y bastante superficial en algunos sitios, estrecho y profundo en otros. La gran mansión blanca de los Rouillard estaba situada al este del lago, la chabola de los Devlin al oeste, pero ninguna de las dos se encontraba de hecho a la orilla del agua. La única casa de la ribera era la mansión de verano de los Rouillard, un edificio blanco y de una sola planta que contenía dos dormitorios, una cocina, un cuarto de estar y un porche provisto de una rejilla que lo rodeaba por entero. Debajo de la casa había un cobertizo para botes y un embarcadero, y también una barbacoa de ladrillo que habían construido. 

A veces, en verano, Nick y sus amigos se juntaban allí para divertirse nadando y remando toda la tarde, y Miley se deslizaba entre los árboles de la orilla para alegrarse el corazón observándolo.

A lo mejor estaba allí hoy, pensó, sintiendo ya el dulce anhelo que la embargaba cada vez que pensaba en Nick. Sería maravilloso verlo dos veces en un mismo día.
Estaba descalza, y los raídos pantalones cortos que llevaba no le protegían las piernas de los arañazos y las serpientes, pero Miley se encontraba tan cómoda en el bosque como las otras tímidas criaturas; no la preocupaban las serpientes, y no hacía el menor caso de los arañazos. Su largo cabello de color rojo oscuro tendía a colgarle en desorden por delante de los ojos y molestarla, de modo que se lo había echado hacia atrás y lo había sujetado con una goma. Se deslizaba igual que un espectro entre los árboles, con una expresión soñadora en sus grandes ojos gatunos al imaginar a Nick en su mente. A lo mejor estaba allí; a lo mejor un día la veía oculta entre los arbustos, o asomada detrás de un árbol, y entonces le tendería la mano y le diría:

«¿ Por qué no sales de ahí y vienes a divertirte con nosotros?».
Se perdió en la deliciosa fantasía de formar parte de aquel grupo de chicos bronceados por el sol, risueños y pendencieros, de ser una de aquellas muchachas que eran todo curvas y lucían breves bikinis.
Incluso antes de llegar al borde del claro en el que se alzaba la casa de verano, vio el brillo plateado del Corvette de Nick enfrente del edificio, y el corazón empezó a latirle con familiar violencia. ¡Estaba Allí! Se deslizó silenciosamente tras el parapeto de un gran tronco, pero al cabo de unos instantes se dio cuenta de que no oía nada. No se percibía ningún ruido de chapoteos, voces, chillidos ni risas.

A lo mejor estaba pescando desde el embarcadero, o quizá hubiera tomado el bote para dar un paseo. Miley se acercó un poco más y torció hacia un lado para tener una vista del embarcadero, pero éste se encontraba desierto. Nick no estaba allí. Sintió que la invadía la desilusión. Si había tomado el bote, no había forma de saber cuánto tiempo hacía de eso, y ella no podía quedarse a esperarlo. Había robado aquel rato para sí, pero tenía que regresar pronto y ponerse a preparar la cena y cuidar de Scottie.

Estaba dando media vuelta para marcharse cuando le llegó un sonido amortiguado que la hizo detenerse con la cabeza inclinada para localizarlo. Salió de entre los árboles y dio unos cuantos pasos en dirección al claro, y entonces oyó un murmullo de voces, demasiado débil e indistinto para entenderlo. Instantáneamente, el corazón le dio otro vuelco; después de todo, sí que estaba allí. Pero se encontraba dentro de la casa; sería difícil atinar a verlo desde el bosque. Sin embargo, si se acercaba más, podría oírlo, y eso era todo lo que necesitaba.
Miley poseía el don de las criaturas pequeñas y silvestres para guardar silencio. Sus pies desnudos no hicieron el menor ruido al acercarse a la casa. Procuró permanecer fuera del campo visual en línea recta de todas las ventanas. El murmullo de las voces parecía provenir de la parte posterior de la casa, donde estaban los dormitorios.

Alcanzó el porche y se acuclilló junto a los escalones, e inclinó otra vez la cabeza en un intento de entender lo que estaban diciendo, aunque sin éxito. Pero era la voz de Nick; los tonos graves eran inconfundibles, al menos para ella. Entonces oyó un suspiro, una especie de gemido, de una voz mucho más aguda.

Atraída de forma irresistible por la curiosidad y por el imán de la voz de Nick, Miley abandonó su postura en cuclillas y tiró con cautela de la manilla de la puerta. No estaba cerrada. La abrió apenas lo suficiente para que pudiera pasar un gato, y deslizó su cuerpo delgado y ligero al interior, y después, con idéntico silencio, dejó que se cerrase la puerta. Se puso a gatas y avanzó sobre las tablas del porche en dirección a la ventana abierta de uno de los dormitorios, del cual parecían provenir las voces.

Oyó otro suspiro.
–Miley –dijo la otra voz, una voz de chica, tensa y temblorosa.
–Chist –murmuró Nick, un sonido grave que apenas le llegó a Miley. Dijo algo más, pero fue algo que Miley no logró entender. Luego dijo – Mon chére – y en ese momento todo encajó de pronto. Nick estaba hablando en francés, y tan pronto cayó en la cuenta aquel las palabras cobraron sentido en su mente, como si hubiera hecho falta aquella pequeña comprensión para que los sonidos encontrasen el ritmo necesario en su cerebro. Aunque los Devlin no eran inmigrantes franceses ni criollos, Miley entendía la mayor parte de lo que Nick estaba diciendo. La mayoría de los parroquianos hablaban y entendían francés, en diversos grados.

Sonaba como si estuviera tratando de tranquilizar a un perro asustado, pensó Miley. Su voz era cálida y arrulladora, salpicada de frases halagadoras y cariñosas. Cuando la muchacha habló de nuevo, su voz todavía sonó tensa, pero esa vez tenía un matiz de embriaguez.

Llevada por la curiosidad, Miley se echó hacia un lado y movió con cuidado la cabeza para asomar un ojo por el marco de la ventana abierta Lo que vio la dejó congelada en el sitio.
Nick y la chica estaban desnudos en la cama, la cual estaba colocada con el cabecero debajo de la ventana de la pared adyacente. Ninguno de los dos tenía probabilidades de verla, lo cual era un golpe de suerte, pues Miley no podría haberse movido incluso aunque ambos se la hubieran quedado mirando directamente.

Nick estaba tendido de espaldas a ella, con el brazo izquierdo colocado debajo de la cabellera rubia de la muchacha. Se inclinaba sobre ella de un modo que hizo que Miley contuviera la respiración, porque había en aquella postura algo a la vez protector y depredador. La estaba besando, unos besos lentos que dejaban la habitación en silencio excepto por los profundos suspiros de ambos, y tenía el brazo derecho... Parecía como si... estuviera... Cambió de postura, y Miley vio con claridad que tenía la mano derecha entre los muslos desnudos de la chica, justo encima de su gatito peludo (LOL).

Miley se sintió mareada, y cayó en la cuenta de que le dolía el pecho de aguantar la respiración.
Exhaló el aire con cuidado y apoyó la mejilla contra la madera blanca. Sabía lo que estaban haciendo. Tenía once años y ya no era una niña aunque todavía no le hubieran empezado a crecer los pechos. Varios años antes había oído a Renée y a papá haciendo lo mismo en su dormitorio, y su hermano mayor, Russ, le había explicado gráficamente y sin ningún pudor cómo era la cosa. Ella había visto a perros hacerlo, y también había oído chillar a los gatos mientras lo hacían.

La chica lanzó un grito, y Miley volvió a mirar. Esta vez Nick estaba encima de ella, todavía murmurando suavemente en francés, halagándola, calmándola. Le decía lo bonita que era y lo mucho que la deseaba, tan atrayente y deliciosa. Y mientras hablaba iba ajustado su posición, abriéndose paso entre los cuerpos de los dos con la mano derecha y apoyado sobre el codo izquierdo. Debido al ángulo, Miley no veía lo que estaba haciendo, pero de todas maneras ya lo sabía. Le causó una fuerte impresión reconocer a la chica: Lindsey Partain. Su padre era un abogado de Prescott.
–¡Nick! –exclamó Lindsey con voz tensa–. ¡Dios mío! No puedo...
Las musculosas nalgas de Nick se contrajeron, y la muchacha se arqueó bajo él, gritando otra vez. Pero estaba aferrada a Nick, y el grito fue de intenso placer. Movió sus largas piernas, enroscando una alrededor de la cadera de Nick y anclando la otra al muslo.

Nick comenzó a moverse despacio. Su cuerpo joven y musculoso se estremecía de fuerza. La escena era cruda y perturbadora, pero también había en ella una belleza que tenía cautivada a Miley.

Nick era tan grande y fuerte, con su bronceado cuerpo, elegante e intensamente masculino, mientras que Lindsey era esbelta y bien proporcionada, delicadamente femenina en su manera de suspirar.
Nick parecía tener exquisito cuidado con ella, y ella disfrutaba mucho, aferrada a la espalda de él con sus esbeltas manos, la cabeza arqueada hacia atrás y moviendo las caderas a la par del lento ritmo del muchacho.


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ok yo en lo personal AMOOOOO esta novela es tan hermosa y lo van a odiar en casi toda la novela por como la trata, por que como es obvio ella lo ama desde pequeña, para ella, el es como su ídolo y es como cuando te das cuenta de que todo lo que creías de alguien se viene abajo, si me entienden?

comenten por favor :c
4 para seguirla

4 comentarios:

  1. haahha bicth todavia no la he leido, porqu sbaes que no tengo compu, y mi tiempo en la compu de mi hermano es limitado, pero hahahahah

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  2. Jeny te voy a matar



    me va a dar un ataque de ansiedad
    si no subis pronto de esta novela
    en verdad voy a odiar a nick
    buenooo... los hombres son tontos
    la mayoria del tiempo *lo superaremos*
    hahahah
    porfiii subi prontiiiitooo
    pleaseee¡?¡? =)=

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  3. SUBE MARATON!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
    POR QUE LA DEJAS AHI? NO LO ENTIENDE DICES QUE NOS AMAS PERO NO LO PARECE SI EN VERDAD NOS QUIERES SUBIRAS MUCHOS CAPIS DE ESTA NOVELA!!!!!!
    YAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

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  4. Gatito peludo jajajajajajajajajaajajajajajajajajajajajajajaja hahahahahahahahahha me meo de la risa, no lo supero, hahhha que chistosa, y tu que decias que iba a llorar, pero llorar de la risa, ok ya, si voy a sufrir en los proximos capitulos como dices D=

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