jueves, 14 de febrero de 2013

Perfecta Cap: 61


–¿Cómo lo adivinaste?
–¿A qué hora quieres que aparezca mañana?
–Alrededor de las siete. Eso nos dará tiempo más que suficiente para asistir al ensayo.
–Trato hecho. A propósito, una de esas señoras mellizas me paró en el pueblo y me hizo pasar por su casa para ver su costura. No soy un experto, pero me pareció que trabajan realmente bien.
–Ustedes, los de ciudades grandes, son todos iguales –bromeó Miley–. Creen que el talento sólo se encuentra en las grandes ciudades. ¡Los floristas de nuestro pueblo han sido elegidos por la Asociación de Floristas para encabezar el equipo que decorará la Casa Blanca para el Baile Inaugural! Espera y verás lo que será la recepción de nuestro casamiento. Todas las mujeres que trabajan en ello están invitadas, de manera que se esmerarán para que sea un suceso inolvidable.
–Con tal de que tú estés allí y que nos casemos, todo me parecerá maravilloso –dijo Nick, evitando con cautela aventurar una opinión acerca de la competencia de las señoras que preparaban la recepción.

Sin advertencia previa, de repente Miley se puso sombría y ansiosa.
–Te aseguro que estaré allí. En este momento, lo único importante es que me quieras bastante como para perdonarme si hiciera algo que te pareciera tonto o hasta muy equivocado.
–¿Eso involucra a otro hombre?
–¡Por supuesto que no!
–En ese caso –dijo Nick con aire magnánimo–, me encontrarás más que dispuesto a perdonar. Pero en lo que se refiere a ti y a otros hombres, soy posesivo y celoso –al decirlo pensó en Richardson–. Y ahora dime, ¿qué has hecho que pueda ser tonto o estar mal?
–Bueno, en realidad no llegué a decir que hubiera hecho nada de eso –se evadió ella–. Fue simplemente una pregunta retórica. Tengo que ayudar a mamá con la comida –agregó, batiéndose en una repentina retirada.
–¿Estás segura de que no hay ningún problema?
–No, todavía no –aseguró ella, y desapareció.

A pesar de las palabras de Miley, durante toda la comida Nick tuvo la sensación de que algo preocupaba a su novia y a sus suegros. En cuanto levantaron la mesa, el reverendo Mathison y su señora anunciaron su intención de visitar amigos y salieron tan presurosos, que Nick estuvo más seguro que nunca de que sucedía algo. Después Miley rechazó su ofrecimiento de ayudarla en la cocina, cosa que era muy poco habitual, así que volvió al escritorio, pensando en el extraño comportamiento de toda la familia. Media hora más tarde, cuando Nick estaba estudiando algunos documentos legales que acababa de enviarle su abogado, Miley reapareció en la puerta.
–Nick –dijo con una sonrisa demasiado brillante–, ha venido alguien a verte.
Nick se levantó, se encaminó al living y al llegar quedó petrificado, con la mirada clavada en la anciana que estaba parada en el centro de la habitación, con el bastón en la mano. Su voz sonaba tal como él la recordaba: enérgica, fría y arrogante. Después de saludarlo con una majestuosa inclinación de cabeza, la anciana dijo:
–Ha transcurrido mucho tiempo, Nicholas.
–No el suficiente –retrucó él. Clavó su mirada gélida en Miley–. ¿Qué demonios es esto?
–Esto –dijo Miley con toda calma– significa que debes escuchar lo que tu abuela quiere decirte. –Nick empezó a volverse para salir, pero Miley le apoyó una mano en el brazo–. Por favor, querido. ¡Hazlo por mí! Que sea mi regalo de casamiento. Yo iré a la cocina a preparar un poco de té.
Nick estudió a la anciana con desprecio.
–Di lo que viniste a decir, ¡y después te pido que salgas definitivamente de mi vida!
En lugar de atacarlo verbalmente, su abuela asintió y habló, vacilante.
–Vine a decirte que... que lamento mucho todo lo que te hice.
–Muy bien –dijo Nick con tono sarcástico–. ¡Ahora vete!
–También vine a pedirte que me perdones.
–¡No seas ridicula!
–Y a decirte que yo... yo... –Se le perdió la voz y buscó con expresión indefensa a Miley, en procura de ayuda. Pero Miley ya se había ido a la cocina. Entonces la anciana extendió la mano en un gesto de súplica–. ¡Por favor, Nicholas! –Nick miró la mano aristocrática que le tendía; estaba más vieja y demasiado delgada, y la alianza de oro era su único adorno. Al ver que él se negaba a tomarla, ella dejó caer la mano–. No te suplicaré –dijo, alzando el mentón en un gesto arrogante. Se volvió hacia la ventana, irguió los hombros y contempló la calle tranquila–. Pero vine a explicarte algunas cosas, y lo haré. –Permaneció algunos instantes en silencio, y cuando por fin habló, en su voz había una inseguridad desconocida para Nick–. Poco antes de la muerte de Justin, yo había subido a poner flores frescas en la mesa del entrepiso. Los oí discutir en el cuarto de Justin. Discutían acerca de cuál de los dos debía llevar a Amy Price al baile del club de campo. –Respiró hondo antes de continuar–. Pocos minutos después hubo un disparo y Justin estaba muerto.

La señora Stanhope miró sobre el hombro y dijo con amargura:
–Yo sabía que mentías cuando le dijiste a la policía que el arma se había disparado accidentalmente, lo noté en tus ojos. Sólo que... creí que mentías al decir que lo habías matado por accidente.
Al ver la pena que se pintaba en la cara de su abuela, Nick tuvo que hacer un esfuerzo para no reaccionar, pero le sorprendió enterarse de que ella lo hubiera oído discutir con Justin, y comprendió tardíamente que eso debió de resultarle muy sospechoso. En realidad él había discutido con Justin porque su hermano se había echado atrás y no quería llevar a Amy Price al baile, e insistía en que lo hiciera Nick en su lugar.
–¡Por favor, di algo! –pidió la señora Stanhope con voz ronca.
Parada en la puerta del living, y al ver que Nick no pensaba hablar, Miley intercedió con suavidad.
–Señora Stanhope, ¿por qué no habló con la policía sobre la pelea entre Nick y Justin que usted había oído?
Margareth Stanhope contempló las manos arrugadas que apoyaba sobre el bastón, como si le avergonzara verlas tan débiles.
–No pude –explicó–. No podía soportar la presencia de Nicholas, pero tampoco podía tolerar la idea de que lo enviaran a la cárcel. Así que te eché de casa, para que estuvieras fuera de mi vista –terminó, mirando la cara impasible de Nick–. Lejos de tu hogar, de tu hermano y de tu hermana. Sabía que no tendrías problema en sobrevivir –agregó con voz ronca por la emoción–. Verás... sabía que eras el más fuerte de mis nietos, Nicholas. –Volvió a respirar hondo antes de continuar–. Y el más inteligente. Y el más orgulloso. –Al ver que Nick todavía no reaccionaba, continuó diciendo–: Tu abuelo los obligó a ti y a Foster a prometer que jamás me dirían que Justin se suicidó, ni por qué lo hizo. Foster rompió esa promesa el día que te dejaron en libertad. Sintió que ya se habían cometido demasiadas injusticias contigo, y no pudo seguir soportando el peso de su promesa. Ahora soy yo la que debo cargar con la culpa de todo lo que te he hecho. Te robé a tu hermano y a tu hermana, te arrojé del hogar que te pertenecía por derecho propio, y logré que Miley te creyera capaz de asesinar. Y fui yo quien la asusté hasta el punto de llevarla a traicionarte y entregarte a las autoridades.

Entonces esperó que Nick dijera algo, y al ver que seguía en silencio, miró a Miley con expresión indefensa.
–Te dije que no me perdonaría. Se parece demasiado a mí para aceptar una simple disculpa por algo que es imperdonable. –Se volvió hacia la puerta de calle, pero antes de salir se detuvo y miró a Nick con angustia–. ¡Qué patética debo de parecerte en este momento! ¡Y qué ciega! He desperdiciado toda mi vida esforzándome por no querer primero a tu abuelo, y luego a ti. Y Miley me dice que ambos me quisieron más de lo que nunca imaginé. Ahora pasaré el resto de mi vida lamentando los años perdidos, y mi estupidez, mi crueldad y mi ceguera. Un castigo justo, ¿no crees, Nicholas?
–¡No! –exclamó Miley, presintiendo la lucha interior de Nick, al verlo apretar los dientes–. ¡No es un castigo justo, y Nick tampoco lo cree! –Estiró una mano y le tocó el mentón rígido, negándose a retroceder a pesar de la expresión helada de sus ojos–. Nick –dijo con suavidad–, no permitas que esto suceda. Puedes ponerle punto final al asunto ahora mismo. Yo sé que quieres a tu abuela, ¡lo sé! Lo oí en tu voz cuando me hablaste de ella en Colorado. Te oyó discutir con Justin justo antes de que él muriera, eso es algo que hasta ahora no sabías, ¿verdad?
–No –contestó Nick, cortante. Miley le apretó el brazo con desesperación.
–A mí me has perdonado cosas mucho peores –suplicó.
La señora Stanhope giró para irse, pero volvió a detenerse para sacar una cajita de terciopelo de su cartera.
–Traje esto para dártelo –dijo, tendiéndosela a Nick. Al ver que se negaba a aceptarla, se la entregó a Miley, mientras le explicaba a su nieto–: Es el reloj de tu abuelo. –Irguió los hombros, asintió en dirección a Miley y dijo con una sonrisa triste–: Te agradezco lo que trataste de hacer. Eres una jovencita notable, cálida y valiente... una digna esposa para mi nieto. –Al pronunciar la última palabra se le quebró la voz y tomó el picaporte para salir.
–Miley acaba de preparar té –dijo entonces Nick, con tono cortante–. Probablemente le gustaría que te quedaras a tomarlo.
Era lo más cercano a una declaración de paz que pudo decir, pero tanto su abuela como Miley supieron lo que significaba. La señora Stanhope miró a ese hombre alto, orgulloso y apuesto que había logrado sobrevivir y triunfar a pesar de las enormes dificultades que encontró en su camino. Y luego miró a la joven valiente a quien él amaba.
–Tu hermano y tu hermana están esperando en el auto –dijo entonces la señora Stanhope con voz ronca de emoción–. Si no te opones, les gustaría verte.
Miley contuvo el aliento al ver que Nick vacilaba, pero respiró aliviada al verlo salir al porche. Allí se detuvo, con la manos en los bolsillos, y miró la limusina estacionada junto al cordón de la vereda. Miley comprendió que no tenía la menor intención de acercarse al auto ni de encontrarse con ellos a mitad camino, pero que les estaba dando una oportunidad.
Y ellos la aprovecharon.

La puerta trasera de la limusina se abrió y bajó un chico, de traje oscuro y corbata, seguido con más lentitud por su madre y su tío. El chiquilín subió a los saltos los escalones del porche, se detuvo junto a Nick y lo estudió con la cabeza ladeada.
–¿Eres realmente mi tío Nick? –preguntó. Nick miró al chico de ojos oscuros y sonrió a regañadientes al comprobar que las facciones de los Stanhope volvían a aflorar en otra generación; la criatura se parecía tanto a él a esa edad que resultaba increíble.
–Sí –contestó Nick–. ¿Y tú quién eres?
El muchachito sonrió.
–Soy Jamison Nicholas Arthur Stanhope. Puedes llamarme Jamie, como me llama todo el mundo. Mamá me puso Nicholas por ti. Y abuela se enojó muchísimo –confió.
Nick se inclinó y lo alzó.
–¡Apuesto a que se puso furiosa! –dijo con sequedad.
Desde la puerta, Miley observaba la escena.
–¡Hola, Elizabeth! –dijo Nick en voz baja cuando su hermana subió corriendo los escalones y le arrojó los brazos al cuello. El hermano de Nick le tendió la mano con expresión vacilante.
–No te culpo si no quieres estrechar mi mano, Nick –dijo–. Si yo estuviera en tu lugar, no lo haría.
Nick pasó a su sobrino y a su hermana llorosa al brazo izquierdo y le tendió la mano derecha a su hermano. Alex la miró, la estrechó y luego abrazó a Nick, palmeándole la espalda.
Jamie miró a su madre, a su abuela y después a Miley.
–¿Por qué están todas llorando? –le preguntó a Nick.
–Porque sufren de alergia –mintió él con una sonrisa tranquilizadora–. ¿Cuántos años tienes?

Más tarde, sentados en los escalones del porche de la casa de los Mathison, Nick y Miley observaban las estrellas que brillaban en el cielo oscuro, mientras escuchaban el canto de los grillos.
–Voy a extrañar este lugar –dijo Miley en voz baja, apoyando la cabeza contra el pecho de Nick.
–Lo sé –contestó él–. Y yo también. –Durante las últimas dos semanas había hecho dos viajes de negocios a California, y en las dos oportunidades se descubrió deseando volver a Keaton y a Miley con una impaciencia casi adolescente. Al día siguiente tenía que volar a Austin para reunirse con la Cámara de Justicia Criminal, que consideraba la posibilidad de tomar severas medidas disciplinarias contra Wayne Hadley. Después, se casaría.
–¡Ojalá no tuvieras que ir a Austin mañana! –Nick le besó el pelo y deslizó un brazo alrededor de su cintura.
–Yo tampoco tengo ganas.
–No olvides que debes volver lo más temprano posible.
–¿Por qué? –bromeó Nick–. ¿Planeas sorprenderme con la presencia de otro grupo de parientes distanciados?
Ella levantó la cabeza para mirarlo.
–¿Los tienes?
–¡No! –exclamó Nick. Notó que ella se esforzaba por sonreír y le levantó la cara–. ¿Y ahora, qué pasa?
–No me gusta que te acerques a nada que se relacione con cárceles.
Nick la tranquilizó con una sonrisa, pero su voz era implacable.
–Es algo que debo hacer, pero no hay por qué preocuparse. Si llegan a tratar de encerrarme –agregó en broma–, sé que puedo contar con que me harás liberar a tiempo para el casamiento.
–¡Por supuesto! –exclamó ella con tanta ferocidad que Nick lanzó una carcajada.
–Estaré en tu escuela mañana a las siete en punto –prometió.

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