sábado, 27 de julio de 2013

Asleep - FIN

—Sé que ahora no importa, con todo lo que ha sucedido, pero es importante para mí que entiendas que la mayor parte de los últimos diez años han sido una niebla borracha para mí. —Levanta las manos como si protestara—. No es una excusa para lo que he hecho. O por lo que no he hecho. O por cualquier cosa que permití que te ocurriera. Asumo la responsabilidad absoluta de ello. Yo era tu padre, y no siempre actúe como tal. Pero Miley, yo siempre te he amado. Hice un trabajo muy pobre al demostrarlo, pero lo hice.
—¿Por qué ahora? —pregunto, curiosa—. ¿Ocurrió algo para que decidieras conseguir ayuda?
—Tú. —responde, como si debiera haber sido obvio—. La última vez que estuviste aquí. Estabas tan enojada. Y me di cuenta que eso era culpa mía. —Sonríe con tristeza—. Cuando llegué a casa y no estabas aquí, y no regresaste, supe que había destruido mi vida y alejado de mí la única cosa buena que tenía.
—Pero no fuiste a buscarme.
—No. —Él sacude la cabeza—. Me di cuenta que me odiabas, y con buena razón. No tenía derecho a pedirte que me perdonaras. Pero sabía de ti.
—¿En serio?
—Me tomó algún tiempo para lograr la sobriedad. Cuando lo hice realmente me di cuenta de lo que había perdido. Así que pregunté por los alrededores. Supe dónde estabas viviendo y arrinconé a Tom Bolen en la ferretería. Tomó algún tiempo y varias conversaciones con él para convencerlo de que mi preocupación era genuina y que no buscaba hacerte daño antes de que él me dijera algo. —Agita su mano hacia la pared junto a la abertura entre la cocina y sala de estar, y veo un teléfono blanco colgado en la pared.
—Finalmente conseguí un teléfono. Me mantengo sobrio, de forma que puedo mantener mi trabajo, por lo que puedo pagar una factura de teléfono, así que puedo hablar con Tom acerca de ti. —Sacude la cabeza—. Patético, ¿no?
—No, no es patético. Es responsable. Paternal. —Sus ojos parpadean con algo parecido a la esperanza y la ira restante que está en mi corazón se derrite. Saco una libreta y un bolígrafo de mi bolso, garabateo un número en ella, pasándoselo a él—. Mi número de móvil —le digo—. Me puedes llamar directamente ahora y te diré lo que está pasando.
—¿Te puedo llamar?
—Seguro. —Él está mirando el papel, frotando el dedo ligeramente sobre la tinta—. ¿Crees que algún día puedes permitir intentar ser tu papá otra vez? —pregunta en voz baja.
—Eso me gustaría. —Cubro su mano con la mía. Él se inclina y me besa los nudillos—. ¿Me puedo quedar para la cena? Podría cocinar para nosotros —le digo.
—Puedes quedarte, pero yo cocino. Me he vuelto muy hábil con la parrilla de atrás. Me gustaría mostrárselo a otra persona aparte de mí, por una vez. Yo me río. —Trato hecho.

Desde ese día he hablado con él por teléfono casi a diario. Voy a su casa un par de veces a la semana para cenar con él. Sobrio es un hombre nuevo, está muy lejos de la extraña embriaguez que había conocido antes.

Él me preguntó una vez por Nick porque el papá de Demi le había dicho que había roto con él, pero lo interrumpí, negándome a hablar de ello, y a diferencia de Demi él no vuelve a preguntar. A veces, sin embargo, veo que me observaba con una mirada triste, con confusión en sus ojos y sé que quiere preguntar, quiere saber lo que nos podría haber conducido a terminar, pero él no lo pregunta.

El verano se desvanece y circula el otoño, las montañas cambian de verde a rojo, como el cambio de las hojas, y finalmente a blanco en cuanto llega el invierno y cae la nieve. Mi vida es una vida media, pero aun así es más de lo que había sido antes de Nick. Voy a la escuela y lo hago bien, ya no siento la necesidad de mantenerme desapercibida con calificaciones mediocres. 

Voy a trabajar y no tengo que fingir ser cualquier cosa, porque la mayoría de los pacientes tienen problemas para recordarme de todos modos de vez en cuando. Voy al cine con Demi, y veo la televisión con sus padres. Paso tiempo con mi padre, incluso asisto a algunas de sus reuniones de AA con él. Veo a mi psiquiatra y trabaja en mi culpa y la falta de autoestima tanto como sea posible. Sonrío y río cuando se supone que debo hacerlo.

Pretendo que no soy muy consciente de que ya se ha ido, a donde sea que su destino lo haya llevado. Justo antes de Navidad regreso a casa con mi padre. Estoy decidida a mantener una cara feliz por él, para ayudarle a mantenerse sobrio y a no hundirlo con mi dolor. Por la noche todavía lloro y sueño con Nick; le echo de menos con una dolorosa soledad que amenaza con abrumar a todo lo demás en mi vida.

***

La primavera llega temprano. La nieve y el hielo se derriten con rapidez, las flores de primavera florecen cuando no deberían hacerlo. Sigo avanzando tanto como me sea posible, así que estoy contenta por las flores, sobre todo cuando estoy en el campus, porque son tan hermosas. Se sienten como una nueva vida, nuevos comienzos. Me gusta caminar de edificio en edificio para ir a clases, con el cálido sol en mi espalda. 

Me pongo la chaqueta de Nick, que me quedé, decidiendo que este pequeño trozo de auto-tortura vale la pena con tal de sentirme más cerca de él. Cuando escucho mi nombre ser llamado una tarde de primavera por una voz más familiar que la mía, decido que es el poder de la ilusión, ya que estoy vistiendo su chaqueta.

Doy vuelta de todos modos, instruyendo a mi sonrisa para no mostrar lo mucho que deseo que esa voz pertenezca realmente a él, esperando ver a uno de mis compañeros de clase allí. Mi sonrisa se cae, mis brazos flojean con mis libros, los cuales se dispersan por el suelo cuando mis ojos se aterrizan sobre él. Él está aquí, realmente aquí, de pie a tres metros de mí. Él se acerca más, con una sonrisa irónica cruzando su rostro cuando toma los libros esparcidos. Mi corazón se retuerce dolorosamente por la expresión familiar, mis manos se encrespan en puños, enterrándome las uñas para impedirme gritar de dolor.

—Todavía no eres buena cargando los libros ¿eh? —pregunta, su mirada se fija en mi cara. Casi soy atropellada por el dolor que veo reflejado en sus ojos. Me acuclillo, recogiendo mis libros hasta que me doy una oportunidad de reagruparlos. Cualquier posibilidad de eso se pierde cuando se acerca aún más, sus zapatos están junto a mí ahora. Poco a poco me pongo de pie, respirando, con ganas de salir corriendo, pero lo enfrento de todos modos.
—¿Por qué estás aquí? —Tengo la intención de suene como algo que me tiene sin cuidado, remoto. En cambio las palabras suenan casi sin aliento, con un dolor que subyace en cada sílaba.
—Realmente no lo sé —dice, sus palabras repitiendo la respuesta de la primera vez que hablé con él, cuando le pregunté por qué quería ser mi amigo.
—Deberías irte. —Ordeno a mis pies voltearse y caminar lejos, pero desobedecen, fijos en su lugar.
—No puedo, Miley . —El sonido de mi nombre en sus labios es como un golpe físico. Me mezo un poco hacia atrás por el impacto—. No hasta que te diga lo que he venido a decir.
—Dilo entonces —murmuro entre dientes, esperando que este momento termine ahora porque no creo de que sea capaz aguantar por mucho más, pero también queriendo alargarlo, de forma que pueda emborracharme con la visión de él, que en realidad es mucho mejor de lo que es en mis sueños.
—Creo que es hora de que dejes de ser una mártir. —Sus palabras salen duramente, con tensión en su mandíbula. Pasa sus dedos por su pelo; el gesto es tan encantadoramente familiar que me duele. Da un paso más cerca —¿Cuánto tiempo más tenemos que sufrir, aparte de hasta el momento en que tú sentido de justicia se cumpla?

—¿Por qué estás aquí? —Tengo la intención de suene como algo que me tiene sin cuidado, remoto. En cambio las palabras suenan casi sin aliento, con un dolor que subyace en cada sílaba.
—Realmente no lo sé —dice, sus palabras repitiendo la respuesta de la primera vez que hablé con él, cuando le pregunté por qué quería ser mi amigo.
—Deberías irte. —Ordeno a mis pies voltearse y caminar lejos, pero desobedecen, fijos en su lugar.
—No puedo, Miley. —El sonido de mi nombre en sus labios es como un golpe físico. Me mezo un poco hacia atrás por el impacto—. No hasta que te diga lo que he venido a decir.
—Dilo entonces —murmuro entre dientes, esperando que este momento termine ahora porque no creo de que sea capaz aguantar por mucho más, pero también queriendo alargarlo, de forma que pueda emborracharme con la visión de él, que en realidad es mucho mejor de lo que es en mis sueños.
—Creo que es hora de que dejes de ser una mártir. —Sus palabras salen duramente, con tensión en su mandíbula. Pasa sus dedos por su pelo; el gesto es tan encantadoramente familiar que me duele. Da un paso más cerca —¿Cuánto tiempo más tenemos que sufrir, aparte de hasta el momento en que tú sentido de justicia se cumpla?
—¿Qué? —jadeo—. ¿Crees que esto es alguna especie de masoquismo, o auto-castigo?
—Si no, entonces ¿qué? —Su voz se eleva, y algunos estudiantes cercanos miran en nuestra dirección.
—Esto no puede funcionar, Nick. Te lo dije…
—¡Tú me dijiste un montón de mierda! He pensado en todo lo que dijiste, un centenar de veces al día, todos los días, y no tiene ningún sentido. Lo único que tiene sentido es que piensas que no eres lo suficientemente buena para mí, piensas que no me mereces. Tú crees que tienes que hacer un auto-sacrificio para finalmente hacer felices a todos.

Eso da tan cerca de la realidad que el dolor se vierte sobre mí. A su vez yo convierto ese dolor en rabia.
—Bastante arrogante, Nick. Pareciera que si pensaras que tú eres demasiado bueno para mí.
—No trates de voltear mis palabras, Miley.
—Tú estabas conmigo sólo porque me compadeciste. Yo sólo era una pobre criatura que rescataste.
—¡No! —Su negación es vehemente —Al principio no. Y luego, bueno, tal vez un poco. —Estoy asombrada de que admita eso —Pero no después de eso. ¡Tú, Miley, me enamoré de ti! Con tú fuerza y coraje, con tú ingenuidad e inocencia, con tú sentido del humor no instruido. Con tú lealtad y cómo de buena gana me diste tu amor y confianza.
—No es exactamente halagador, Nick. —Lo repaso, tratando de encontrar una parte en su discurso que no sea como un canto a través de mi corazón, tratando de mantener mi ira. Finalmente encuentro una sola palabra —¡Fiel! Como un buen perro.
—Estas volteando mis palabras de nuevo, Miley —gruñe. Su cara está a sólo unos centímetros de la mía, cuando nos gritamos el uno al otro, tan cerca que si yo me inclinara unos pocos centímetros más, nuestros labios se tocarían.

Noto el momento en que Nick se da cuenta de lo mismo, cuando su rostro cambia de la ira a la intensidad, cuando empieza a avanzar. Canalizo cada onza de autocontrol y fuerza de voluntad que tengo en mí para tirarme hacia atrás y tomar un paso de distancia de él. Su mandíbula se tensa.

—Esto es una estupidez, Miley. Te amo. Quiero estar contigo. Hoy, mañana y siempre. Y sé que me amas. Dime que estoy equivocado acerca de ti, acerca del por qué me has dejado. Dime que no me amas.

Sé que debería abrir la boca y decir las palabras, decir una mentira, y entonces él podrá seguir adelante. Abro la boca. No sale nada, así que me obligó a cerrarla.
—Llevas mi chaqueta —la acusación está empapada con miseria. La ajusto más a mi alrededor, en respuesta, mi garganta se obstruye por las lágrimas.
—Así que éste es el trato —dice, cuando me quedo callada, aclarándose su garganta y empezando de cero. Él se acerca a mí, luego se detiene a sí mismo, su mano cae inútilmente a un lado —Estoy viviendo en casa, iré a la escuela aquí, a la universidad, lo que estaré haciendo durante los próximos tres años. Y después de eso no sé dónde estaré, pero en donde sea que eso sea, sé que quiero estar allí contigo. No quiero ir sin ti, pero lo haré. Y luego volveré por ti. Si tengo que esperar un día o veinte años, esperaré por ti. Así que cuando decidas que hacer con esto… —Su voz se apaga buscando la palabra correcta. Aparentemente no encontrándola, continúa —En cuanto nos hayas castigado lo suficiente, vendrás a mí. Porque esto es a lo que me has reducido, un hombre que va a vivir una vida patéticamente vacía, sólo esperando por ti. —Me mira fijamente durante un poco más que un segundo eterno, mientras hay un remolino de mil pensamientos en mi cabeza, cada uno luchando por salir, sin tener éxito. 

Finalmente, se voltea y comienza a alejarse, haciendo caso omiso de las lágrimas corren por mis mejillas. Hace una pausa, y murmura un —Estoy torturado, Miley. —Antes de continuar alejándose de mí.

—Nick. —Su nombre sale antes de que pueda detenerme, antes de que sepa qué intento decirle. Él se detiene, se congela, y luego lentamente se vuelve hacia mí. Su rostro está plagado de miseria, el dolor brilla en sus ojos, cada línea de su cuerpo refleja desesperación. Y me doy cuenta de que todo eso se debe a mí. Lo amo más de lo que se pensaba que fuera posible amar a alguien, y aquí estoy, causándole tanto dolor, cuando todo lo que quería era que él fuera feliz. Con eso, mi decisión está tomada. Me seco las lágrimas, cuadrando mis hombros.

—Quiero contarte una historia —le digo—. Se trata de una chica, que se enamoró de un chico. Pero ella no creía que fuera digna del amor de ese chico, o del amor de nadie. Ella pensó que tenía que alejarlo para él pudiera ser feliz. —Veo que la comprensión lentamente cruza su rostro, aunque todavía atenuada por la idea de que podría no estar diciendo lo que él quiere. Empiezo a caminar lentamente hacia él—. Ella era una niña tonta, miserable y solitaria, lloraba hasta dormirse todas las noches porque lo extrañaba mucho. Pero eso no importaba, lo importante era que él estaba mejor sin ella. —Sacude su cabeza, abriendo la boca para protestar, pero estoy delante de él, y coloco mi dedo ligeramente sobre sus labios para detenerlo. Calor, y un sentimiento de exactitud, fluye a través de mí por el contacto, estando casi a punto de descarrilar mi tren de pensamiento —Pero un día él vino a ella, y ella pudo ver que él estaba herido y que ella había provocado con eso —mi mano acuna su mejilla— que le había hecho daño aun cuando ella preferiría morir mil veces lentamente, con agonizantes muertes, antes que causarle a él un solo segundo de dolor. Y se dio cuenta de que quizá se había equivocado. —Su mano se acerca, capturando la mía, presionando la palma de mi mano contra sus labios —Ella entendió que tal vez ella sí podría hacerlo feliz y se cuestionó, si ella le preguntara de forma realmente agradable, si él podría perdonarla y darle otra oportunidad. Que tal vez él podría permitirle pasar el resto de su vida demostrándole cuanto lo lamenta y lo mucho que lo ama. —Su mano libre se acerca a mi mejilla, ahuecando mi mandíbula.
—He escuchado esta historia —dice sonriendo.
—¿Ah, sí? —le pregunto, perdiéndome en sus ojos oscuros que ahora están brillando con alegría —¿Cómo termina?
—No termina —dice, arrastrándome cerca—. Se inicia, de esta manera.

Cuando su boca baja hacia la mía, mi corazón palpita libre con la carga y se eleva. Estoy de vuelta a donde pertenezco.

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