martes, 2 de julio de 2013

Asleep - Cap: 13

Desde esa noche, Nick ha tachado mi decisión de no dejar que nadie nos vea juntos. Siempre me toma de la mano o tiene su brazo alrededor de mí, caminando conmigo a clases y besándome cuando me dejo. Y ya no me interesa tratar de conseguir que se detenga, no importa la amenaza de Demi.

La mayoría de los fines de semana soy capaz de salir una noche para ver a Nick, y algunas veces durante la semana también. En casa, soy más allá de irreprochable o tanto como sea posible, a pesar de que ella se las arregla para encontrar errores; pero desde su cita a cenar con mi papá, ha habido un ligero cambio en ella.

De ninguna manera es ideal, pero a veces lo intenta un poco, preguntándome por la escuela o incluso permitiéndome algo de cenar. Ella y mi papá no están discutiendo mucho, no le he visto un moretón o el labio hinchado desde la cita que tuvieron para cenar. Octubre rueda a noviembre, y la nieve empieza a caer. En un primer momento, sólo dura un día o dos y luego se funde, pero una semana antes de Acción de Gracias una fuerte nevada que cae parece decidida a quedarse por un tiempo.

A causa de lo feliz que estoy con Nick en mi vida, y por el ambiente más calmado en casa, estoy un poco contenta y llena de esperanza, esperanzada de que podría haber una oportunidad de que nosotros nos convirtamos en una verdadera familia, tal vez no tan buena como la de los Jonas, pero por lo menos en una sombra de ellos. 

Decido hacer para nosotros la tradicional cena de Acción de Gracias. Por lo general Acción de Gracias pasa desapercibida como la mayoría de las otras festividades. En el pasado, patéticamente merodeaba por las calles para ver a las familias reunidas en sus hogares. No este año. Este año estoy decidida que nuestra familia sea de las que tienen una comida feliz, riendo juntos. Tal vez la parte de riendo y feliz no van a suceder, pero me conformo con juntos.

Conozco un lugar donde puedo ir a buscar comida proporcionada por el banco de alimentos. He estado allí varias veces previas a nuestra desesperación, cuando seriamente no había nada de comida en las alacenas de casa, ni dinero para comprar nada. Por supuesto, tengo que decirle a mi madre que el dinero proviene del que coloca en el fondo de los enlatados lastimosamente delgados. Ella odia la caridad.

Ellos me proveen de un pavo pequeño, de algunas patatas y de aderezo, algunos fideos, dos latas de verduras y una lata de jalea de arándano, todo esto está expirado, pero por lo menos aún es comestible. No es la preparación elaborada de la cual estoy segura van tener en casa de Nick, pero esto tendrá que bastar. Es mejor de lo que solemos tener. 

La mañana de Acción de Gracias me levanto temprano para iniciar la cocción del pavo. Sigo las instrucciones de la caja y relleno el pavo. Después se cocina un par de horas, y la casa se llena con el delicioso aroma, me adentro a la cocina para empezar a pelar las patatas. A las cuatro en punto el mini-festín está preparado. He alistado la mesa para tres tan elegante como puedo hacerlo con lo que tenemos, e incluyo unas cuantas hojas que he encontrado a finales de otoño bajo el alero del porche trasero, y las cuales milagrosamente no están completamente secas.

Tengo que decir, estoy bastante orgullosa de mí misma, no es para nada como la mesa de Avery, pero no está mal. Mi padre regresa a casa muy tarde en la anoche, y le escucho entrar a la ducha veinte minutos después. Me siento en la mesa, esperando a que baje las escaleras, luego iré a la sala y los llevaré a mi sorpresa.

Oigo sus pasos en la escalera, y casi de inmediato mi madre comienza a recriminarle acerca de haber estado fuera toda la noche. Él empieza a gritar y a los pocos minutos la pelea se extiende a una de gritos. Me siento en la mesa de la cocina, con las manos sobre mis oídos en vano, las lágrimas corren por mi rostro mientras se desmorona mi plan.

Entonces escucho el revelador sonido del puño en la mandíbula, el sonido que mejor conozco de la mayoría de otros sonidos, entonces su coche arranca rápidamente y se aleja. No me muevo, mirando lo que he hecho. Qué ****a soy.
—¿Qué diablos es esto?
Miro a mi madre, descomunal en la puerta. Su rostro está llenó de ira por encima del hinchazón de su mandíbula.
—Es Acción de Gracias —le digo sin convicción.
—¿De dónde salió todo esto? —grita ella.
—Lo conseguí —murmuro, con el miedo ensartando su camino a través de mis venas. Ella da un paso hacia la mesa, mira el pavo perfectamente cocinado, tendido en el plato, a la espera de ser cortado.
—¿Me has robado otra vez, o es de la caridad? —Su voz es baja, pero aún más alarmante que sus gritos. Palidezco. ¿Ella sabe que le he robado? No puedo responder, congelada en mi terror.

Ella toca el pavo, y entonces con un movimiento rápido lo recoge, con placa y todo, y lo lanza a mi cabeza. Me agacho demasiado tarde, el pesado plato de vidrio se rompe sobre mi ceja. Inmediatamente comienza a derramarse la sangre producto del corte que deja en mi cara. Me zambullo hacia los lados de la silla, inclinándome en el lugar donde caigo.

Avanza, se acerca dándome patadas en las costillas. Trato de protegerme a mí misma, pero esto sólo la enfurece más, y los golpes se vuelven más frecuentes y duros. Esto no es suficiente para expresar su enojo, por lo que recoge la silla. Ella se dobla hacia mí, y me recubro con mi brazo en precipitada defensa. Siento la mi presión en mi muñeca cuando los ejes de la madera se rompen.

Con un grito de rabia, ella se agacha y recoge mi camisa con un puño, tirándome hacia arriba en una posición semi-sentada, y con el otro me golpea en la cara. Con un sólo brazo bueno para protección ahora, ella tiene la ventaja. Se vuelve y comienzan a llover los golpes sobre mi cara y gritando me da patadas en las costillas.

Siento cuando comienza a cansarse, lo que es cosa buena ya que mi conciencia se desvanece. Pero ella no ha terminado. Me libera y caigo de nuevo al piso. Entonces ella está sobre mí, a caballo, con las dos manos alrededor de mi garganta mientras corta mis vías respiratorias. Grita de nuevo, pero no puedo escuchar sus palabras por encima del zumbido en mis oídos. El mundo se desvanece en los bordes, y la última cosa que veo es su cara, contraída y púrpura por la rabia antes de que la oscuridad felizmente me encuentre. Mi último pensamiento antes de ceder a la atractiva oscuridad es: esta vez, me matará.


Cuando regreso, todavía estoy tirada en el piso de la cocina donde ella me dejó. Estoy acostada en algo pegajoso. ¿El jugo del pavo? Ruedo a un lado, gritando por el dolor en mis costillas, me detengo y jadeo un doloroso aliento. Me concentro en mi respiración, manteniéndola bajo control, sabiendo por experiencia que esta es la única manera de aliviar un poco el dolor. Me empujo hacia arriba con el brazo bueno, apoyándome contra la pared y tomo respiraciones lentas y profundas cuando el mundo comienza a girar de nuevo. Me siento un poco mejor, miro al suelo y me doy cuenta con rigidez que había estado recostada encima de mi propia sangre. La náusea rueda a través de mí.

Uso el borde de la mesa para impulsarme con mi brazo para pararme sobre mis rodillas, luego a mis pies, luchando contra la nueva ronda de náuseas y de mareos que vienen con eso. Miro a la mesa, está justo como la había dejado, menos el pavo. Ella está allí sentada con desdén, burlándose de mis esfuerzos. Me levanto insegura, tratando de recobrar el suficiente aliento para llegar arriba y limpiarme. Cuando finalmente me muevo, voy instantáneamente hacia la puerta de atrás.

Miro a mi columpio colgado, balanceándose suavemente en la fría brisa y tomo una decisión. Salgo de mi casa, moviéndome lentamente y con cuidado hacia el frente. No sé si ella será capaz de verme, pero no voy a darle la oportunidad. Una vez que estoy en la calle, sin ser detectada por ella o por cualquiera de los vecinos, atravieso el campo y finalmente, hago mi camino a través de los árboles hacia otro lado.

Caigo varias veces, cada vez toma más tiempo que el anterior volverme a levantar. Sé lo que tengo que hacer, tengo que llegar a él. Su cara me hace seguir adelante, tirándome fuera de la nieve cada vez que me caigo y mancho de rojo la intachable nieve blanca.

Finalmente llego a su casa, sin saber cuánto tiempo ha pasado. Está empezando oscurecer, así que calculo que ha sido bastante tiempo. ¿Y ahora qué?, me pregunto. Cojeo por encima del paseo, pero en vez de ir a la puerta de la calle, hago mi camino por alrededor de la casa y colapso de nuevo cerca de la clínica. Trato de levantarme, pero no soy capaz de subir. Me doy por vencida. Me quedo allí en la nieve no sé por cuánto tiempo, entonces ocurre un milagro.

—Nick, la cereza y el pastel de manzana están en el estante superior, pero la crema de plátano y calabaza en el fondo, por lo que no te olvides de ellos— escucho decir a Denisse cuando la puerta de atrás se abre, luz y calor se extienden desde su casa.
—Está bien, mamá —le dice Nick de vuelta, saliendo a la terraza y dejando cerrarse la puerta detrás de él —como si no fuera donde están cada año —dice refunfuñando para sí mismo mientras camina, cerrando la cremallera de su chaqueta ―no lo he olvidado todavía, ¿verdad?
Claramente ha sido enviado a buscar unos pasteles de fuera, en la clínica. Sus quejas continúan. —Los almacenas aquí cada año. No es, como una sorpresa, ni nada. 

No me ve tumbada, porque tiene la intención de cumplir con su propósito y salir rápidamente del frío.
—Nick —le llamo débilmente, levantando mi mano. Se detiene y ve hacia donde estoy, no me reconoce debajo de mi cara hinchada y ensangrentada.
Se acerca con cautela, no demasiado cerca.
—¿Quién anda ahí? —dice.
—Nick —digo otra vez, y veo el cambio en su rostro cuando escucha mi voz.
—¿Qué pasó? ¿Cómo te hiciste...? no puedo... Tengo que traer a mi papá— dice frenéticamente.
—¡No! —Se necesita toda mi fuerza de voluntad para utilizar mi voz con la fuerza suficiente para detenerlo en su carrera. Caigo de nuevo a la nieve —Promete... —Hago un ruido áspero, mi respiración se transforma en algo dolorosamente veloz, pero es importante conseguir su palabra —Nada de policías... sin padres... prométemelo.
—Está bien, está bien— Cada promesa viene acompañada de una respiración jadeante, y con sorpresa me doy cuenta que está llorando.
—Ayúdame —le ruego.
—¿Cómo? —está angustiado.
—Ayúdame a... levantarme. —Él se inclina hacia abajo y gentilmente me hace rodar sobre la espalda. Yo grito de dolor.
—Lo siento —gime él.
—No lo... sientas.

Desliza un brazo detrás de mi espalda y otro debajo de mis rodillas, levantándose lentamente y con cuidado, sosteniéndome con seguridad en sus brazos.
—Tengo... frío —digo.
—Bueno, te voy a llevar adentro.
—No... No a la casa… tú lo prometiste.

Él asiente con la cabeza tristemente, con las lágrimas aun corriendo por sus mejillas. Me carga hasta el interior de la clínica. Está destinada para los animales, pero la cama en la sala de exámenes tiene el justo del tamaño para que quepa en ella, con mis tobillos colgando sobre el final. Me deja caer, cuidadosamente colocando mis brazos sobre mi vientre, bruscamente da una sacudida ya que lloro cuando mueve mi evidente brazo roto.

—Espera aquí, voy a conseguir algunas mantas― Trato de sonreír, aunque es probable que parezca una espantosa mueca producto de la hinchazón y la sangre.
—No... Voy..., a ningún lugar.

Él me da un medio-sollozo, media-risa por eso, inclinándose para darme un suave beso en la frente. Él se va, sólo ha pasado medio minuto cuando regresa, con una pila de mantas. Ninguna de ellas es lo suficientemente larga como para cubrirme, así que las amontona por mi cuerpo.
—¿Qué pasó? —pregunta Nick de nuevo. Sacudo la cabeza, no queriendo decirle por el momento. La puerta se abre detrás de él.
—Nick, tu madre me envió a ver... —Su padre se desvanece cuando me ve acostada. Nick salta y se pone a la defensiva al frente de mí. —¿Qué en el mundo....? ¿Qué está pasando Nick? Eso es... Miley, ¿eres tú? ―Cierro los ojos.
—La encontré, papá, justo ahora, afuera de la clínica.

Su padre se acerca y se mueve con impaciencia a Nick fuera del camino. Echa un vistazo a mi cara, y luego tira de la manta hacia abajo. Echa una mirada a mi muñeca recostada en mi pecho y toma un aliento con los dientes apretados. Comienzo a temblar y tira de nuevo las mantas sobre mí.
—Llama al 911 —ordena a Nick. Se aparta y comienza a abrir las puertas del armario.
—No. —Agarro el brazo de Nick con la mano buena —No, lo prometiste. Por favor, lo prometiste.
El Dr. Jonas se vuelve ante eso, levantando las cejas a Nick quien sacude la cabeza.
—No, papá, le prometí que no haría eso― El Dr. Jonas me mira, suspira y por último, toma una decisión.
—Está bien, pero por lo menos hay que llamar a sus padres.
—¡No! —Mi protesta es aún más exaltada. ¡Eso es peor! Me esfuerzo por incorporarme, jalando contra el brazo de Nick para apoyarme—. No... No... Me voy.... Por favor, no.

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