miércoles, 31 de julio de 2013

Aferrate a la Noche - Cap: 1



—Feliz cumpleaños, Agrippina —dijo Nicholas mientras posaba una sola rosa roja a los pies de la estatua de mármol que poseía un sitio sagrado en su hogar.
No era nada comparado con el sitio sagrado que esa misma mujer había tenido en su corazón mientras estaba viva. Un lugar que aún ocupaba, incluso después de dos mil años.
Cerrando los ojos, se sintió destrozado por el dolor de su pérdida. Destrozado por la culpa que los últimos sonidos que hubiera escuchado como mortal fueran los angustiantes sollozos de ella mientras gritaba pidiendo su ayuda.
Incapaz de respirar, se estiró y tocó su mano de mármol. La piedra era dura. Fría. Rígida. Cosas que Agrippina jamás había sido. En una vida que se medía por una brutal seriedad y aspereza, ella había sido su único refugio.
Y él aún la amaba por la silenciosa bondad que le había otorgado.
Apretó la delicada mano con las suyas, y luego apoyó su mejilla contra la fría palma de piedra.
Si pudiera pedir un deseo, sería recordar el sonido exacto de su voz.
Sentir la calidez de sus dedos sobre los labios.
Pero el tiempo le había quitado todo, excepto la agonía que le había causado a ella. Moriría diez mil veces más si tan solo pudiese salvarla del dolor de esa noche.
Desgraciadamente, no había modo de volver el tiempo atrás. No había manera de forzar a los Destinos a deshacer sus acciones y darle la felicidad que ella debería haber conocido.
Así como no había nada que pudiese llenar el doloroso vacío dentro de él por la muerte de Agrippina.
Haciendo rechinar los dientes, Nicholas  se apartó y notó que la llama eterna que ardía a su lado estaba chisporroteando.
—No te preocupes —le dijo a su imagen—. No te dejaré en la oscuridad. Lo prometo.
Era una promesa que le había hecho en vida, e incluso en la muerte, jamás la había roto. Durante más de dos mil años la había mantenido en la luz, aunque él mismo se veía forzado a vivir en la oscuridad que la había aterrado.

Nicholas  atravesó la iluminada habitación para alcanzar el gran aparador estilo romano que guardaba el aceite para la llama de Agrippina. Lo extrajo y lo llevó hasta la estatua; entonces subió al pedestal de piedra para derramar lo último que quedaba dentro de la lámpara.
En esta posición, su cabeza estaba a la misma altura que la de ella. El escultor al que la había encargado siglos atrás había capturado cada delicada curva y hoyuelo de su precioso rostro. Sólo la memoria de Nicholas sustituía el color miel de su cabello. El vívido verde de sus ojos. Agrippina había sido perfecta en su belleza.

Suspirando, Nicholas tocó su mejilla antes de descender. Era inútil permanecer en el pasado. Lo hecho, hecho estaba.
Ahora había jurado proteger a los inocentes. Custodiar a la humanidad y asegurarse que ningún otro hombre tuviese que perder una luz tan valiosa en su alma como la que Nicholas había perdido.
Seguro de que la llama duraría hasta la noche siguiente, inclinó la cabeza respetuosamente ante su estatua.
Amo —le dijo, susurrando la palabra latina para “te amo.”
Era algo que rogaba a los dioses haber tenido el valor de decirle en voz alta mientras estaba viva.

Aferrate a la Noche - Argumento



Nicholas es el hijo de un Senador Romano. A la edad de veintidós años, se convirtió en un General Romano que lideró las conquistas a través de Grecia, Galia y Britania. Por la razón más obvia, él no se lleva bien con la mayor parte de Dark Hunters y es imperativo que lo mantengamos alejado de Kyrian, Kell, Safrax, Zarek y Zoe.
Nick está realmente condenado al ostracismo por el resto de sus camaradas. Reta ha tratado de tanto en tanto acercarlo al círculo íntimo de los otros Dark Hunters, pero los más antiguos se niegan a perdonarlo por sus crímenes en el pasado.
Nadie sabe qué lo trajo de nuestro lado.

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Bien volveré a subirla pero en Niley -.- 

sábado, 27 de julio de 2013

Asleep - Epílogo

Nick

Deslizo mi mano debajo de la mesa, pasando mis dedos suavemente, lentamente por su brazo hasta que nuestras manos se encuentran. Inmediatamente ella voltea su mano, enredando sus dedos con los míos. Es realmente conveniente que yo sea zurdo y ella diestra, porque así puedo tomar su mano cuando quiero y sin interrumpir su meticulosa toma de notas.

Ella no mira en mi dirección, manteniendo resueltamente sus ojos hacia el frente de la sala, aparentemente escuchando cada palabra que el profesor suelta. Sin embargo, la conozco muy bien. Las comisuras de su boca se levantan, y el suspiro más ligero escapa de sus labios. Voy a recibir un beso después de clases.

Siempre supe que Miley era terca; pero no me había dado cuenta de cuánto podía llegar a serlo hasta que decidí cómo nuestras vidas deberían continuar. Resultó ser que Miley tenía sus propias ideas. Se quedó en la universidad comunitaria por un año adicional completo, mientras yo asistía a la universidad. 

Sin importar lo mucho que la lisonjeé, la amenacé o le supliqué, ella hizo lo que quería. Fue una tortura, con nuestros horarios tan repletos, el verla tan poco. El año pasado se trasladó a la universidad, y aunque esta es la única clase que tenemos juntos este año, arreglamos nuestros horarios de manera que podamos estar juntos en la escuela al mismo tiempo todo lo posible, y por lo tanto ocurría lo mismo en casa.

Miley vive con su padre, al cual se ha apegado mucho. John ha hecho que su vida gire completamente alrededor de Miley… un sentimiento con el que empatizo totalmente. Finalmente está siendo el padre que le negó durante tantos años. 

Ella se niega a casarse conmigo.

Dice que no se casara conmigo hasta que termine sus estudios y pueda apoyarme mientras voy a la escuela de medicina. Está a menos de un semestre de conseguir su título de enseñanza. Quiere enseñar al cuarto grado, dice, porque para ella, ese fue el momento en que ella necesitó que alguien viera que su vida en casa se estaba deteriorando. Ella quiere estar en la posición de hacer eso por alguien más si es necesario.

Mi compasiva, valiente Miley, sería la persona indicada para hacer eso. Miro fijamente a Miley, obligándola a mirar en mi dirección. Ella baja la mirada hacia el papel donde está tomando notas, deslizando sus ojos hacia un lado para echarme un vistazo bajo sus largas, oscuras pestañas.

—Te amo. —Formulo silenciosamente con los labios, frotando mi pulgar por la palma de su mano que descansa en su regazo. Ella sonríe abiertamente hacia mí.
—Yo también. —Es la respuesta de sus labios.

De manera ausente, paso mi mano por mi pelo, desarreglándolo, y su mirada se derrite. Me rio silenciosamente. Nunca dejan de sorprenderme las cosas que ella ama de mí. Me ha dicho en repetidas ocasiones que considera ese hábito “adorable”. No estoy seguro de cómo me siento acerca de eso… no suena muy varonil ser “adorable”. 

Pero luego ella me mira de esa manera cuando lo hago y de repente, ya no me importa ser adorable. No sé exactamente cuántas veces me le he declarado. Muchas. Pero va a tener que decir que sí pronto. 

No sólo porque ya no puedo esperar más, aunque eso es muy cierto. Esta vez tengo un as en el bolsillo. Fui aceptado en pre-medicina en Maine, que está casi a 4.023 kilómetros de distancia, y no voy a irme sin ella. 

Dirá que sí porque la única manera de que vaya conmigo, es si tenemos nuestra unión legalizada. Ella es muy firme en eso, no vivir juntos mientras no estemos casados. Parte de esto es por sus valores personales, otra parte, creo yo, es porque tiene miedo de que la deje. 

Ella no sabe que nunca me iré, y si ella va, la seguiré hasta los confines de la tierra. Oh, va a protestar. Me dirá que no es lo suficientemente buena para ser la esposa de un doctor, que mis colegas la van a rechazar. Está equivocada. Miley nunca ha sido capaz de verse a sí misma como realmente es. 

Una llamarada de ira me atraviesa cuando pienso en lo que le hicieron, en por qué tiene una visión tan pobre de ella misma. La aplaco; ella me enseñó sobre el perdón, sobre dejar ir, así que estoy trabajando en eso. Lo que ella no sabe es lo que yo veo. Si alguien trata de menospreciarla, de hacerla sentir inferior a ellos, ella los arrasará con su tranquila dignidad. Ya no es el ratoncillo encogido que solía ser. La miro una vez más, veo la curva de su boca mientras empuja su hombro contra el mío.

―Deja de mirarme ―dice el gesto. Lo bueno sobre los gestos es lo fácil que es pasarlos por alto. Ella me mira y lo veo, ese destello de orgullo y confianza que aparece cuando ella no está luchando por ocultarlo.

Ellos no estarían pensando que ella no es lo suficientemente buena para mí; ellos se estarían preguntando por qué está ella conmigo. 
—Eso es todo por hoy —anuncia el profesor, y rápidamente lanzo mis libros en mi mochila mientras Miley organiza lentamente los suyos por tamaño en la mochila que le compré.

Impaciente, empujo sus libros por el borde de la mesa dentro de la mochila, arrastrándola conmigo en medio de sus protestas, apurándola a salir de la habitación.
—Nick, ¿qué…?

Corto sus palabras con mi boca mientras la empujo a un rincón cercano, necesitando tenerla en mis brazos. Ella responde inmediatamente, fuego encontrando al fuego.
—¿Por qué fue eso? —pregunta sin aliento cuando la dejo tomar un poco de aire.
—¿Importa? —bromeo.
—Nop. —Ella sonríe, tirando de mí hacia abajo para otro beso.

Sip, definitivamente voy a tener que presionar para realizar esa boda… y pronto. No puedo imaginar nada mejor, nada que quiera más, o nada que alguna vez llegue a desear más que tenerla en mis brazos.

Para siempre.


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comenten  

Asleep - FIN

—Sé que ahora no importa, con todo lo que ha sucedido, pero es importante para mí que entiendas que la mayor parte de los últimos diez años han sido una niebla borracha para mí. —Levanta las manos como si protestara—. No es una excusa para lo que he hecho. O por lo que no he hecho. O por cualquier cosa que permití que te ocurriera. Asumo la responsabilidad absoluta de ello. Yo era tu padre, y no siempre actúe como tal. Pero Miley, yo siempre te he amado. Hice un trabajo muy pobre al demostrarlo, pero lo hice.
—¿Por qué ahora? —pregunto, curiosa—. ¿Ocurrió algo para que decidieras conseguir ayuda?
—Tú. —responde, como si debiera haber sido obvio—. La última vez que estuviste aquí. Estabas tan enojada. Y me di cuenta que eso era culpa mía. —Sonríe con tristeza—. Cuando llegué a casa y no estabas aquí, y no regresaste, supe que había destruido mi vida y alejado de mí la única cosa buena que tenía.
—Pero no fuiste a buscarme.
—No. —Él sacude la cabeza—. Me di cuenta que me odiabas, y con buena razón. No tenía derecho a pedirte que me perdonaras. Pero sabía de ti.
—¿En serio?
—Me tomó algún tiempo para lograr la sobriedad. Cuando lo hice realmente me di cuenta de lo que había perdido. Así que pregunté por los alrededores. Supe dónde estabas viviendo y arrinconé a Tom Bolen en la ferretería. Tomó algún tiempo y varias conversaciones con él para convencerlo de que mi preocupación era genuina y que no buscaba hacerte daño antes de que él me dijera algo. —Agita su mano hacia la pared junto a la abertura entre la cocina y sala de estar, y veo un teléfono blanco colgado en la pared.
—Finalmente conseguí un teléfono. Me mantengo sobrio, de forma que puedo mantener mi trabajo, por lo que puedo pagar una factura de teléfono, así que puedo hablar con Tom acerca de ti. —Sacude la cabeza—. Patético, ¿no?
—No, no es patético. Es responsable. Paternal. —Sus ojos parpadean con algo parecido a la esperanza y la ira restante que está en mi corazón se derrite. Saco una libreta y un bolígrafo de mi bolso, garabateo un número en ella, pasándoselo a él—. Mi número de móvil —le digo—. Me puedes llamar directamente ahora y te diré lo que está pasando.
—¿Te puedo llamar?
—Seguro. —Él está mirando el papel, frotando el dedo ligeramente sobre la tinta—. ¿Crees que algún día puedes permitir intentar ser tu papá otra vez? —pregunta en voz baja.
—Eso me gustaría. —Cubro su mano con la mía. Él se inclina y me besa los nudillos—. ¿Me puedo quedar para la cena? Podría cocinar para nosotros —le digo.
—Puedes quedarte, pero yo cocino. Me he vuelto muy hábil con la parrilla de atrás. Me gustaría mostrárselo a otra persona aparte de mí, por una vez. Yo me río. —Trato hecho.

Desde ese día he hablado con él por teléfono casi a diario. Voy a su casa un par de veces a la semana para cenar con él. Sobrio es un hombre nuevo, está muy lejos de la extraña embriaguez que había conocido antes.

Él me preguntó una vez por Nick porque el papá de Demi le había dicho que había roto con él, pero lo interrumpí, negándome a hablar de ello, y a diferencia de Demi él no vuelve a preguntar. A veces, sin embargo, veo que me observaba con una mirada triste, con confusión en sus ojos y sé que quiere preguntar, quiere saber lo que nos podría haber conducido a terminar, pero él no lo pregunta.

El verano se desvanece y circula el otoño, las montañas cambian de verde a rojo, como el cambio de las hojas, y finalmente a blanco en cuanto llega el invierno y cae la nieve. Mi vida es una vida media, pero aun así es más de lo que había sido antes de Nick. Voy a la escuela y lo hago bien, ya no siento la necesidad de mantenerme desapercibida con calificaciones mediocres. 

Voy a trabajar y no tengo que fingir ser cualquier cosa, porque la mayoría de los pacientes tienen problemas para recordarme de todos modos de vez en cuando. Voy al cine con Demi, y veo la televisión con sus padres. Paso tiempo con mi padre, incluso asisto a algunas de sus reuniones de AA con él. Veo a mi psiquiatra y trabaja en mi culpa y la falta de autoestima tanto como sea posible. Sonrío y río cuando se supone que debo hacerlo.

Pretendo que no soy muy consciente de que ya se ha ido, a donde sea que su destino lo haya llevado. Justo antes de Navidad regreso a casa con mi padre. Estoy decidida a mantener una cara feliz por él, para ayudarle a mantenerse sobrio y a no hundirlo con mi dolor. Por la noche todavía lloro y sueño con Nick; le echo de menos con una dolorosa soledad que amenaza con abrumar a todo lo demás en mi vida.

***

La primavera llega temprano. La nieve y el hielo se derriten con rapidez, las flores de primavera florecen cuando no deberían hacerlo. Sigo avanzando tanto como me sea posible, así que estoy contenta por las flores, sobre todo cuando estoy en el campus, porque son tan hermosas. Se sienten como una nueva vida, nuevos comienzos. Me gusta caminar de edificio en edificio para ir a clases, con el cálido sol en mi espalda. 

Me pongo la chaqueta de Nick, que me quedé, decidiendo que este pequeño trozo de auto-tortura vale la pena con tal de sentirme más cerca de él. Cuando escucho mi nombre ser llamado una tarde de primavera por una voz más familiar que la mía, decido que es el poder de la ilusión, ya que estoy vistiendo su chaqueta.

Doy vuelta de todos modos, instruyendo a mi sonrisa para no mostrar lo mucho que deseo que esa voz pertenezca realmente a él, esperando ver a uno de mis compañeros de clase allí. Mi sonrisa se cae, mis brazos flojean con mis libros, los cuales se dispersan por el suelo cuando mis ojos se aterrizan sobre él. Él está aquí, realmente aquí, de pie a tres metros de mí. Él se acerca más, con una sonrisa irónica cruzando su rostro cuando toma los libros esparcidos. Mi corazón se retuerce dolorosamente por la expresión familiar, mis manos se encrespan en puños, enterrándome las uñas para impedirme gritar de dolor.

—Todavía no eres buena cargando los libros ¿eh? —pregunta, su mirada se fija en mi cara. Casi soy atropellada por el dolor que veo reflejado en sus ojos. Me acuclillo, recogiendo mis libros hasta que me doy una oportunidad de reagruparlos. Cualquier posibilidad de eso se pierde cuando se acerca aún más, sus zapatos están junto a mí ahora. Poco a poco me pongo de pie, respirando, con ganas de salir corriendo, pero lo enfrento de todos modos.
—¿Por qué estás aquí? —Tengo la intención de suene como algo que me tiene sin cuidado, remoto. En cambio las palabras suenan casi sin aliento, con un dolor que subyace en cada sílaba.
—Realmente no lo sé —dice, sus palabras repitiendo la respuesta de la primera vez que hablé con él, cuando le pregunté por qué quería ser mi amigo.
—Deberías irte. —Ordeno a mis pies voltearse y caminar lejos, pero desobedecen, fijos en su lugar.
—No puedo, Miley . —El sonido de mi nombre en sus labios es como un golpe físico. Me mezo un poco hacia atrás por el impacto—. No hasta que te diga lo que he venido a decir.
—Dilo entonces —murmuro entre dientes, esperando que este momento termine ahora porque no creo de que sea capaz aguantar por mucho más, pero también queriendo alargarlo, de forma que pueda emborracharme con la visión de él, que en realidad es mucho mejor de lo que es en mis sueños.
—Creo que es hora de que dejes de ser una mártir. —Sus palabras salen duramente, con tensión en su mandíbula. Pasa sus dedos por su pelo; el gesto es tan encantadoramente familiar que me duele. Da un paso más cerca —¿Cuánto tiempo más tenemos que sufrir, aparte de hasta el momento en que tú sentido de justicia se cumpla?

—¿Por qué estás aquí? —Tengo la intención de suene como algo que me tiene sin cuidado, remoto. En cambio las palabras suenan casi sin aliento, con un dolor que subyace en cada sílaba.
—Realmente no lo sé —dice, sus palabras repitiendo la respuesta de la primera vez que hablé con él, cuando le pregunté por qué quería ser mi amigo.
—Deberías irte. —Ordeno a mis pies voltearse y caminar lejos, pero desobedecen, fijos en su lugar.
—No puedo, Miley. —El sonido de mi nombre en sus labios es como un golpe físico. Me mezo un poco hacia atrás por el impacto—. No hasta que te diga lo que he venido a decir.
—Dilo entonces —murmuro entre dientes, esperando que este momento termine ahora porque no creo de que sea capaz aguantar por mucho más, pero también queriendo alargarlo, de forma que pueda emborracharme con la visión de él, que en realidad es mucho mejor de lo que es en mis sueños.
—Creo que es hora de que dejes de ser una mártir. —Sus palabras salen duramente, con tensión en su mandíbula. Pasa sus dedos por su pelo; el gesto es tan encantadoramente familiar que me duele. Da un paso más cerca —¿Cuánto tiempo más tenemos que sufrir, aparte de hasta el momento en que tú sentido de justicia se cumpla?
—¿Qué? —jadeo—. ¿Crees que esto es alguna especie de masoquismo, o auto-castigo?
—Si no, entonces ¿qué? —Su voz se eleva, y algunos estudiantes cercanos miran en nuestra dirección.
—Esto no puede funcionar, Nick. Te lo dije…
—¡Tú me dijiste un montón de mierda! He pensado en todo lo que dijiste, un centenar de veces al día, todos los días, y no tiene ningún sentido. Lo único que tiene sentido es que piensas que no eres lo suficientemente buena para mí, piensas que no me mereces. Tú crees que tienes que hacer un auto-sacrificio para finalmente hacer felices a todos.

Eso da tan cerca de la realidad que el dolor se vierte sobre mí. A su vez yo convierto ese dolor en rabia.
—Bastante arrogante, Nick. Pareciera que si pensaras que tú eres demasiado bueno para mí.
—No trates de voltear mis palabras, Miley.
—Tú estabas conmigo sólo porque me compadeciste. Yo sólo era una pobre criatura que rescataste.
—¡No! —Su negación es vehemente —Al principio no. Y luego, bueno, tal vez un poco. —Estoy asombrada de que admita eso —Pero no después de eso. ¡Tú, Miley, me enamoré de ti! Con tú fuerza y coraje, con tú ingenuidad e inocencia, con tú sentido del humor no instruido. Con tú lealtad y cómo de buena gana me diste tu amor y confianza.
—No es exactamente halagador, Nick. —Lo repaso, tratando de encontrar una parte en su discurso que no sea como un canto a través de mi corazón, tratando de mantener mi ira. Finalmente encuentro una sola palabra —¡Fiel! Como un buen perro.
—Estas volteando mis palabras de nuevo, Miley —gruñe. Su cara está a sólo unos centímetros de la mía, cuando nos gritamos el uno al otro, tan cerca que si yo me inclinara unos pocos centímetros más, nuestros labios se tocarían.

Noto el momento en que Nick se da cuenta de lo mismo, cuando su rostro cambia de la ira a la intensidad, cuando empieza a avanzar. Canalizo cada onza de autocontrol y fuerza de voluntad que tengo en mí para tirarme hacia atrás y tomar un paso de distancia de él. Su mandíbula se tensa.

—Esto es una estupidez, Miley. Te amo. Quiero estar contigo. Hoy, mañana y siempre. Y sé que me amas. Dime que estoy equivocado acerca de ti, acerca del por qué me has dejado. Dime que no me amas.

Sé que debería abrir la boca y decir las palabras, decir una mentira, y entonces él podrá seguir adelante. Abro la boca. No sale nada, así que me obligó a cerrarla.
—Llevas mi chaqueta —la acusación está empapada con miseria. La ajusto más a mi alrededor, en respuesta, mi garganta se obstruye por las lágrimas.
—Así que éste es el trato —dice, cuando me quedo callada, aclarándose su garganta y empezando de cero. Él se acerca a mí, luego se detiene a sí mismo, su mano cae inútilmente a un lado —Estoy viviendo en casa, iré a la escuela aquí, a la universidad, lo que estaré haciendo durante los próximos tres años. Y después de eso no sé dónde estaré, pero en donde sea que eso sea, sé que quiero estar allí contigo. No quiero ir sin ti, pero lo haré. Y luego volveré por ti. Si tengo que esperar un día o veinte años, esperaré por ti. Así que cuando decidas que hacer con esto… —Su voz se apaga buscando la palabra correcta. Aparentemente no encontrándola, continúa —En cuanto nos hayas castigado lo suficiente, vendrás a mí. Porque esto es a lo que me has reducido, un hombre que va a vivir una vida patéticamente vacía, sólo esperando por ti. —Me mira fijamente durante un poco más que un segundo eterno, mientras hay un remolino de mil pensamientos en mi cabeza, cada uno luchando por salir, sin tener éxito. 

Finalmente, se voltea y comienza a alejarse, haciendo caso omiso de las lágrimas corren por mis mejillas. Hace una pausa, y murmura un —Estoy torturado, Miley. —Antes de continuar alejándose de mí.

—Nick. —Su nombre sale antes de que pueda detenerme, antes de que sepa qué intento decirle. Él se detiene, se congela, y luego lentamente se vuelve hacia mí. Su rostro está plagado de miseria, el dolor brilla en sus ojos, cada línea de su cuerpo refleja desesperación. Y me doy cuenta de que todo eso se debe a mí. Lo amo más de lo que se pensaba que fuera posible amar a alguien, y aquí estoy, causándole tanto dolor, cuando todo lo que quería era que él fuera feliz. Con eso, mi decisión está tomada. Me seco las lágrimas, cuadrando mis hombros.

—Quiero contarte una historia —le digo—. Se trata de una chica, que se enamoró de un chico. Pero ella no creía que fuera digna del amor de ese chico, o del amor de nadie. Ella pensó que tenía que alejarlo para él pudiera ser feliz. —Veo que la comprensión lentamente cruza su rostro, aunque todavía atenuada por la idea de que podría no estar diciendo lo que él quiere. Empiezo a caminar lentamente hacia él—. Ella era una niña tonta, miserable y solitaria, lloraba hasta dormirse todas las noches porque lo extrañaba mucho. Pero eso no importaba, lo importante era que él estaba mejor sin ella. —Sacude su cabeza, abriendo la boca para protestar, pero estoy delante de él, y coloco mi dedo ligeramente sobre sus labios para detenerlo. Calor, y un sentimiento de exactitud, fluye a través de mí por el contacto, estando casi a punto de descarrilar mi tren de pensamiento —Pero un día él vino a ella, y ella pudo ver que él estaba herido y que ella había provocado con eso —mi mano acuna su mejilla— que le había hecho daño aun cuando ella preferiría morir mil veces lentamente, con agonizantes muertes, antes que causarle a él un solo segundo de dolor. Y se dio cuenta de que quizá se había equivocado. —Su mano se acerca, capturando la mía, presionando la palma de mi mano contra sus labios —Ella entendió que tal vez ella sí podría hacerlo feliz y se cuestionó, si ella le preguntara de forma realmente agradable, si él podría perdonarla y darle otra oportunidad. Que tal vez él podría permitirle pasar el resto de su vida demostrándole cuanto lo lamenta y lo mucho que lo ama. —Su mano libre se acerca a mi mejilla, ahuecando mi mandíbula.
—He escuchado esta historia —dice sonriendo.
—¿Ah, sí? —le pregunto, perdiéndome en sus ojos oscuros que ahora están brillando con alegría —¿Cómo termina?
—No termina —dice, arrastrándome cerca—. Se inicia, de esta manera.

Cuando su boca baja hacia la mía, mi corazón palpita libre con la carga y se eleva. Estoy de vuelta a donde pertenezco.

Asleep - Cap: 27


Termino quedándome con Demi durante todo el verano. 

Cada vez que trato de irme, Demi o sus padres me 

convencen de quedarme sólo un poco más, hasta que 

eventualmente dejo de sacar el tema. Simplemente parece 

más sencillo quedarme. Cuando regreso a casa después de 

romper con Nick, y le digo a Demi de eso, ella se sienta a 

mi lado mientras lloro.


—No puedo hacer esto —le digo.


Entonces no lo hagas —dice ella—. Vuelve con él.



Se queda cerca de mí mientras paso a través de la 

depresión, arrastrándome fuera de la cama en los días en 

que no quiero levantarme.

—Vamos, Miley, vamos a tomar un helado —dice.

—No quiero comer helado de nuevo —digo quejándome.

—Entonces vayamos por una taza de cianuro. Escuché que 

sirven el mejor cianuro al oeste de las Montañas Rocosas 

en Joe’s. 


También me dice que soy una estúpida, que si ella hubiera 

tenido a alguien que la amara de la manera en que Nick me 

ama, haría cualquier cosa para conservarlo, no para 

alejarlo. Ella no puede ver la imagen en mi cabeza, sin 

embargo, aquella en la que Nick me odia por destruir su 

sueño, en la que estar casado con una asesina ha 

destrozado su perfecta vida.




Encuentro trabajo en el hogar de ancianos, cuidando de 

pacientes con Alzheimer, aprendiendo de la paciencia y el 

amor por la gente que está sufriendo algo mucho peor que 

yo, personas que no se preocupan por mi repentina 

celebridad local y no me hacen preguntas al respecto. 

Aplico para varias solicitudes de becas, y recibo lo 

suficiente para tomar un curso completo de clases en el 

colegio comunitario, incluso lo suficiente para cubrir los 

costos de los libros. Demi también asistirá, aunque sólo 

tenemos dos clases juntas.


Voy al banco con el dinero del abuelo de Nick y lo convierto 

en una orden de dinero, que luego le envío por correo. Me 

es devuelto una semana después. Lo mando por correo de 

nuevo, con una carta esta vez, diciéndole que ya no estoy 

con Nick y ya no necesito un “fondo de emergencia”.



Es devuelto otra vez, esta vez con un giro nuevo de dos mil 

dólares, con su propia carta.

“Querida Miley,


Estoy al tanto de tu equivocado rompimiento con mi nieto, 

pero aún mantengo la esperanza de que te des cuenta de 

la estupidez de eso y regreses con él. Mientras tanto, este 

dinero es mío para hacer lo que yo quiera, y quiero que tú 

lo tengas. Estoy feliz de que ya no necesites dinero de 

emergencia, así que gástalo en ti misma. Te lo mereces.

Regrésamelo y te lo devolveré con el doble de su valor y 

seguiré haciéndolo, siempre y cuando sigas 

devolviéndomelo. ¿Quieres ser la responsable de la 

extinción de los ahorros de vida de un anciano?


Con amor, el abuelo Nicholas.”




La carta me hace reír y llorar. Echo de menos al abuelo 

Nicholas, más aun sabiendo que nunca lo volveré a ver. 

Pero sé que habla en serio, así que me quedo con el 

dinero, esta vez enviándole una carta de agradecimiento 

por su donación a la Fondo de la Nueva Vida de Miley Mosley.


—Así que, escuché que no conduces —el papá de Demi, 

Tom, me dice durante la cena una noche.


Miro a Demi, quien me ignora intencionadamente 

mientras sirve patatas en su plato. Me vuelvo hacia Tom.

—Eso sólo un poco cierto. Tengo una licencia de conducir; 

sólo no he tenido tanto como una oportunidad para 

conducir, así que no estoy segura si puedo hacerlo o no.

—Bueno, entonces, vamos.

Él se pone de pie, y yo miro alrededor, confundida. Demi 

sólo se encoge de hombros, llevando con un bocado de 

patatas a su boca, para cubrir una sonrisa, sospecho. Jill, la 

mamá de Demi, sólo sonríe y asiente con la cabeza para 

que siga a su esposo.

Nos dirigimos al garaje, y Tom me tira las llaves de su 


pequeño SUV mientras sube al asiento del pasajero. Tomo 

un respiro, subiendo en el lado opuesto. Y sólo me quedo 

sentada. Después de un largo momento en silencio, Tom 

me mira.


—¿Y bien? —pregunta.


Me vuelvo hacia él.


—Esto es realmente lindo, pero…


—¿Pero?


—Parece tonto. Ni siquiera poseo un coche.


—No es gran cosa —dice—. Serás el conductor oficial de la 

familia de aquí en adelante, hasta que consigas tu propio 

coche.


—No voy a tener dinero para un coch… —me interrumpo 

mientras un pensamiento surge en mi cabeza. Lo miro con 

una sonrisa.


—¿Y ahora qué? —dice, devolviéndome la sonrisa.


—¿Conoce algún buen concesionario de autos usados? —le 

pregunto, metiendo la llave en el encendido.

***

La familia de Demi es tan diferente a la de los Jonas, no 


son tan ruidosos y exuberantes, con abrazos dados 

escasamente, pero aun así, muy por encima de las que he 

conocido. Sus padres son tranquilos, estables y cálidos, me 

dieron la bienvenida dentro de la familia desde el principio, 

como si ya perteneciera a ella pero sólo acabara de 

aparecer. Se aman claramente el uno al otro, sólo no lo 

muestran al público como lo hacen Denisse y el Dr. Jonas.



Estoy tejida en el tapiz de su familia hasta tal punto que 

incluso me dan algunas tareas para hacer junto con Demi. 

Cuando el verano está llegando a su fin y comienzo a 

hablar acerca de mudarme de nuevo, me ignoran, sin hacer 

un gran alboroto y me encuentro a mí misma quedándome, 

de nuevo.

Resulta que Tom tiene un amigo que es dueño de una 


concesionaria de autos y me ayuda a encontrar un buen 

auto usado a un bajo precio, una vez que lo pago por él, 

me siento de alguna manera culpable por usar el dinero del 

abuelo Nick.


El dolor de perder a Nick nunca se alivia; sólo aprendo a 


vivir con él. Evito los lugares en la ciudad en los que sé que 

él podría estar. Demi trata de decirme las cosas que oye 

hablar acerca de él, pero tapo mis oídos infantilmente, su 

nombre es demasiado doloroso para siquiera escucharlo. 

No quiero saber lo que está haciendo, aun cuando añoro la 

visión de su rostro, el tacto de su mano, el beso de sus 

labios, tanto que lloro cada noche al dormir.

Entonces sucede, la única cosa que me temía.


Estoy conduciendo a casa del trabajo, y mientras me 

detengo en una señal de alto, veo un auto 

desgarradoramente familiar viniendo del otro lado. 

Rápidamente me cambio al otro lado del camino, 

esquivando, mirando por encima del volante. Mi corazón 

late con fuerza, mis manos sudan. Mi reacción es 

completamente visceral, y me siento rompiéndome en 

pedazos mientras estoy sentada y observo, esperando y 

temiendo.
Entonces sucede, la única cosa que me temía.

Estoy conduciendo a casa del trabajo, y mientras me detengo en una señal de alto, veo un auto desgarradoramente familiar viniendo del otro lado. Rápidamente me cambio al otro lado del camino, esquivando, mirando por encima del volante. Mi corazón late con fuerza, mis manos sudan. Mi reacción es completamente visceral, y me siento rompiéndome en pedazos mientras estoy sentada y observo, esperando y temiendo.

Es Denisse.

Doy un suspiro de alivio, y comienzo a temblar después del shock. No es quien yo pensaba, pero era casi tan malo como si lo fuera. Ondas de anhelo se estrellan contra mí, y por un momento de locura, considero en girar con mi auto y seguirla. Entonces me burlo de mí misma.

—¡Está bien, Miley, contrólate! —me ordeno.

Trato de imaginar lo que hubiera ocurrido si hubiese sido Nick el del auto y el dolor que me baña es abrumador. Creo que si viera a Nick en algún lugar probablemente tendría un ataque al corazón y la reacción actual en mi cuerpo es una indicación. Por lo menos en ese mismo momento se vendrían abajo los progresos que he logrado aprender respecto a tratar de vivir sin él, no importa cuán pequeño sea ese progreso.

Me imagino levantándome de la cama, e intentando tener una vida, es mejor que nada. He conocido a unas cuantas personas nuevas en las clases de la Universidad, aunque sigo luchando con los problemas de confianza y creer en alguien que quiera conocerme sin malas intenciones. Estoy viendo a un psiquiatra de nuevo, ante la insistencia de los padres de Demi, que están preocupados por mi profunda depresión después de lo de Nick. Después de haber visto y sentido el resultado de la depresión no tratada de primera mano por mi madre, estoy de acuerdo.

No necesito pastillas, me niego a tomarlas, como una cuestión de hechos, sólo necesito a alguien que me ayude a superarme a través de todo esto. Me está ayudando a aprender a confiar, a creer en mí misma, y a hacerle frente al estar sin Nick. Sigue animándome a que tenga citas, pero sé que eso no va a suceder durante un largo tiempo, si es que vuelve a ocurrir.

Mi psiquiatra me anima a hacer las paces con mi padre. Descubrí que mis padres biológicos son unos desconocidos, ya que dejaron en las escaleras de un hospital… en realidad, no es tan romántico como suena. Así que decido tratar de verlo.

Me detengo irónicamente delante de la casa de al lado de la casa en donde crecí, en el lugar donde había hecho una vez que Nick me dejara para evitar ser vistos. Mi padre está en casa; extraño, ya que es la mitad de la tarde de un sábado. Él tiene la cabeza apoyada debajo del capo abierto de su viejo coche. Es una cosa normal pero peculiar que lo haga, algo que no recuerdo haberlo visto haciendo antes. 

Lo observo por unos minutos, buscando la ira en mi interior. Hay un pequeño estruendo en lo más profundo de mi estómago, pero la mayoría se ha ido. Salgo de mi coche, y él salta con el sonido de la puerta de mi coche al cerrarse, golpea su cabeza contra el capó abierto, maldiciendo mientras se frota en el punto del golpe. Su mirada cae sobre mí y sus manos aún continúan frotándose cuando con incredulidad ve que me acerco.
—Hola —le digo, cuando llego al otro lado del coche en el que está.
—Hola —repite, su voz refleja su desconcierto. Coge un trapo tendido sobre el parachoque y se limpia las manos.
—Problemas con el coche, ¿eh? —le digo. Él mira hacia abajo al motor como si pudiera haber algo ahí para explicar mi presencia.
—Sí, sigo pensando que voy a mantener esto por unos cuantos años más pero esto tiene sus propias ideas. —Yo asiento y él mira más allá de mí, hacia donde mi coche se encuentra—. ¿Es tuyo? —pregunta.
—Sí, lo tengo hace un mes.
—Funciona bien, ¿eh? —Me encojo de hombros.
—Eso parece.
—Si alguna vez necesitas que lo miren, yo puedo... —Su voz se desvanece, me mira indeciso.
—Está bien, podría traerlo en algún momento. —Mi respuesta le sorprende. Está en silencio durante un minuto, mirándome, cambiando de posición nerviosamente.
—¿Quieres entrar, tomar un refresco o algo así? —pregunta, pero suena como si se esperara un no.
—Seguro. —Una vez más, levanta las cejas en estado de shock por mi respuesta.

Lo sigo, sentándome en la mesa mientras se lava las manos en el fregadero. Aprovecho la oportunidad para mirar alrededor. Voy a ser honesta, esperaba que el lugar estuviera en completo desorden, los platos amontonados en el fregadero, el suelo manchado. Esta limpio y organizado. Cuando él abre la nevera para tomar unos refrescos, está lleno de alimentos y lo más inusual de todo, no hay cerveza u otra clase de alcohol que pueda ver. Cuando se sienta frente a mí realmente lo miro por primera vez.
—Te ves bien —le digo, y es verdad.
Sus ojos están claros. Su rostro está ansioso porque yo estoy aquí, pero en el fondo está relajado, sin nervios o espasmos nerviosos. Su nariz está rayada de cicatrices producidas por vasos rotos, que indican el alcoholismo, pero no son de color rojo.
—Gracias. Tú también. —Toma un sorbo de su refresco, observándome.
—Un montón de mis recuerdos están relacionados en esta mesa —le digo, recorriendo con mis manos a través de la superficie limpia y desgastado.
—Aunque no todos ellos buenos, ¿eh?
Lo miro, recuerdo mi última vez aquí, cuando me enteré de que había sido adoptada, el momento de la cena de Acción de Gracias, todas las comidas que se sirvieron, pero que fueron no comidas por mí. Entonces pienso en las veces que me senté aquí con Nick o con Denisse. E incluso algunos de esos momentos con mi padre allí.
—No todos ellos malos, tampoco —le digo. Se aclara la garganta, cruzando sus manos alrededor de su lata de refresco.
—Miley, hay algo que quiero decirte, si está bien. —Sus ojos están sobre la mesa.
—Claro. —Me pregunto qué otra revelación que puede darme, y si esta va a explotar mi mundo de nuevo.

—Soy un alcohólico —dice de manera casual lo que causa que mi boca se abra un poco—. No es que no tú no lo supieras. No es que yo no lo supiera. Pero no podía admitirlo antes. Ahora puedo. —Él me mira—. He estado yendo a Alcohólicos Anónimos, para obtener ayuda.
—Eso es bueno —le digo, y realmente lo creo.
—Debería haberlo hecho hace años, sin embargo. Antes de que nacieras, antes de que tu mamá y yo nos casáramos, estaba teniendo problemas con la bebida y había recibido ayuda entonces, aunque no duró mucho. Me iba bien hasta que me quedé sin trabajo. Lo que no debería haber sido tan malo, pero tenía miedo, ella estaba embarazada del bebé que no deberíamos haber tenido, ya que teníamos que ser responsable de esta casa y de su hipoteca, facturas de otras cosas. Y en lugar de tratar con todo, me dirigí a alcohol para calmar el estrés.
—Sé que ahora no importa, con todo lo que ha sucedido, pero es importante para mí que entiendas que la mayor parte de los últimos diez años han sido una niebla borracha para mí. —Levanta las manos como si protestara—. No es una excusa para lo que he hecho. O por lo que no he hecho. O por cualquier cosa que permití que te ocurriera. Asumo la responsabilidad absoluta de ello. Yo era tu padre, y no siempre actúe como tal. Pero Miley, yo siempre te he amado. Hice un trabajo muy pobre al demostrarlo, pero lo hice.
—¿Por qué ahora? —pregunto, curiosa —¿Ocurrió algo para que decidieras conseguir ayuda?
—Tú