viernes, 9 de agosto de 2013

Aferrate a la Noche - Cap: 9





—Nadie.
—¿Nadie? ¿No tenías familia?
Él rió amargamente.
—Mi familia era una tragedia Shakespeariana. Créeme cuando te digo que se deshicieron alegremente de mí.
—¿Cómo puedes decir eso? Estoy segura de que les importó. Seguramente…
—Fueron mis hermanos quienes me mataron.
Miley sintió la vengativa agonía que crecía en él mientras gruñía esas sinceras palabras. Le dolía el pecho por él. ¿Estaba diciéndole la verdad?
—¿Tus hermanos?
Nicholas no podía respirar mientras el pasado lo desgarraba. Pero, a decir verdad, sentía una ola de alivio al contarle finalmente a alguien, luego de dos mil años, la verdad acerca de lo que lo había convertido en un Dark Hunter.
Asintió mientras forzaba a las deformadas imágenes de esa noche a abandonar su mente. Cuando habló, su voz era sorprendentemente uniforme.
—Era una vergüenza para mi familia, así que me ejecutaron.
—¿Te ejecutaron cómo?
Sus ojos estaban sin expresión.
—Eres una alumna de lo antiguo. Estoy seguro de que sabes lo que Roma le hacía a sus enemigos.

Miley se cubrió la boca mientras una ola de náuseas la consumía. Antes de poder detenerse, tomó el brazo de Nicholas y apartó su manga para poder ver la cicatriz en su muñeca. Era toda la prueba que necesitaba.
Al igual que Kyrian, había sido crucificado.
—Lo siento tanto.
Rígido y formal, él retiró el brazo y se acomodó la manga.
—No lo hagas. Lo encuentro extrañamente adecuado considerando la historia de mi familia. “Quien vive por la espada…”
—¿A cuánta gente crucificaste? —ella sintió su vergüenza antes de que él girase y se alejara de ella. Renuente a dejarlo ir, fue tras él y lo hizo detener—. Dime, Nicholas. Quiero saber.
La agonía en su rostro la desgarró. La mandíbula de Nicholas se apretó.
—A nadie —dijo luego de una larga pausa—. Me rehusé a matar a un hombre de ese modo.
Las lágrimas aguijonearon los ojos de Miley mientras lo miraba.
No era lo que Kyrian y los demás pensaban. No lo era.
El hombre al que describían no hubiese dudado en humillar o matar a alguien. Y Nicholas no lo había hecho.
Él se aclaró la garganta y pareció que las palabras lo lastimaban.
—Cuando era niño, vi cómo ejecutaban a un hombre. Era uno de los más grandes generales de su época —el corazón de Miley dejó de latir mientras se daba cuenta de que estaba hablando de Kyrian—. Mi abuelo lo engañó y pasó semanas interrogándolo —su respiración era trabajosa, todo su cuerpo estaba tenso—. Mi padre y mi abuelo insistieron en que mis hermanos y yo debíamos ser llevados para presenciarlo. Querían que aprendiéramos cómo quebrar a un hombre. Cómo quitarle la dignidad hasta que no quedaba nada. Y lo único que vi fue sangre y horror. Nadie debería sufrir de ese modo. Miré a los ojos de ese hombre y vi su alma. Su fuerza. Su sufrimiento. Intenté escapar y me golpearon por hacerlo, luego me llevaron de regreso y me forzaron a mirar —miró a Miley salvaje y atormentadamente.
—Los odié por eso. Han pasado dos mil años y aún puedo escuchar sus gritos mientras levantaban su cuerpo quebrado y llevaban al príncipe una vez orgulloso a morir a la plaza como un criminal común.

Miley se cubrió los oídos mientras imaginaba cómo debía haber sido para Kyrian morir de ese modo. Sabía, por su hermana, que su muerte aún lo atormentaba. Aunque las pesadillas de Kyrian eran menos frecuentes ahora de lo que habían sido cuando él y Amanda recién se habían casado, aún las tenía. Aún despertaba en medio de la noche para asegurarse que su esposa y su hija estaban a salvo.
Algunas noches, directamente no dormía, por el miedo a que alguien apareciera y le quitara todo otra vez.
Y odiaba a Nicholas con una venganza irracional.
Nicholas respiró hondo mientras veía el modo en que Miley se encogía. Él también lo hacía, pero no abiertamente.

Su corazón había cargado con la culpa y los horrores de su niñez a través del tiempo. Si pudiese regresar, jamás le hubiera vendido su alma a Artemisa. Mejor morir y silenciar la resonancia de la crueldad de su padre, que vivir interminablemente con todas sus voces haciendo eco en su mente.
Estaba seguro que Miley hora lo odiaba, tal como los demás. Tenía todo el derecho. Lo que su familia había hecho era imperdonable. Por eso es que evitaba a Kyrian y a Julian.
No había necesidad de recordarle a ninguno de los dos sus vidas pasadas en la antigua Grecia. Sería incluso más cruel ahora que ambos eran felices en el mundo moderno.
Jamás había comprendido porqué Artemisa lo había mudado a Nueva Orleáns. Era algo que su padre hubiese hecho para asegurarse que los dos griegos jamás tuvieran paz.
Pero eso era algo de lo que jamás hablaría. Y si alguna vez su camino se cruzara con el de Kyrian y Julian, sabía que no debía disculparse. Había intentado eso siglos atrás, una vez, con Zoe, quien había sido asesinada por su hermano Marius. La Amazona lo había atravesado con su arma, haciendo su mejor intento de matarlo.
Nicholas se había visto forzado a vencerla.
Ella lo había escupido.
—¡Basura Romana! Jamás comprenderé porqué Artemisa permite que vivas cuando deberías ser destripado como un cerdo chillón.
A través de los siglos, había aprendido a mantener la frente en alto y seguir adelante pese a lo que los demás Dark Hunters pensaran. No podía darles paz por sus pasados más de lo que podía tener paz por el suyo.

Algunos fantasmas se rehusaban a ser exorcizados.
Ahora Miley sabía la verdad y también lo odiaría. Que así fuera.
Nicholas giró, para retirarse.
—¿Nick?
Se detuvo.
Miley no estaba segura de qué decirle. Así que no habló con palabras. Se estiró y le hizo bajar la cabeza hacia la suya, y entonces lo besó profundamente.
Nicholas estaba pasmado por sus actos. La aplastó contra sí mientras saboreaba la calidez de su boca. La calidez de su abrazo.
Se apartó.
—Sabes lo que soy, Miley… ¿por qué sigues aquí?
Ella lo miró, con sus ojos azules ardiendo de ternura.
—Porque sé lo que eres, Nicholas Magnus. Créeme, lo sé. Y quiero llevarte a casa conmigo, ahora mismo, y hacerte el amor.

Nicholas jamás comprendería a esta mujer, o a su peculiaridad. En el fondo de su mente había una imagen de Miley con el provocativo salto de cama negro que había encontrado bajo su almohada.

La imagen lo perseguía.
—Me encantaría ir a casa contigo, Miley —le dijo—. Pero ahora mismo no puedo. Tengo que hacer mi trabajo.
Ella sonrió y lo besó nuevamente, con tanta pasión que hizo que el cuerpo entero de Nicholas ardiera.
Apartándose, le habló al oído.
—Y eso hace que te desee aún más —Él tembló mientras ella le daba una larga y sensual lamida en el lóbulo—. Cuando llegue el amanecer, voy a hacerte gritar de placer.
Su entrepierna dio un tirón por la ávida expectativa.
—¿Lo prometes? —las palabras fueron pronunciadas antes de poder contenerlas.
Ella dio un paso atrás y dejó que su mano cayera desde el rostro hasta su pecho, desde donde trazó un camino hasta su cinturón. Él ardió debido a su contacto.
—Oh, sí, bebé —le dijo provocativamente—. Tengo la intención de exprimirte hasta que explotes.
Ese solo pensamiento fue suficiente para convertir su sangre en lava. No podía reprimir la fantasía de las largas piernas de Miley envueltas alrededor de su cadera, su cuerpo cálido y húmedo mientras lo acogía dentro.
La atrajo hacia sí para poder besarla, aunque estaban de pie en medio de la calle. Jamás había hecho algo tan bajo. Ni tampoco había disfrutado tanto del sabor de los labios de ella.
Su aroma agridulce invadió los sentidos de Nicholas, e hizo que todo su cuerpo ardiera por ella.
Esta iba a ser la noche más larga de su vida.
Respirando hondo, se apartó renuentemente de ella.
—Entonces, ¿por dónde deberíamos comenzar a patrullar?
—¿No intentarás forzarme a ir a casa?
—¿Podría?
—No hay ni una maldita posibilidad.
—Entonces, ¿por dónde deberíamos empezar a patrullar?
Miley rió.
—¿No estás un poquito demasiado bien vestido para cazar a los muertos?
—En realidad, no. Es bastante adecuado, ¿no te parece? Me veo como si fuera a un funeral.
Ella rió ante su morboso sentido del humor.
—Supongo. ¿Siempre vistes trajes?
—Me siento más cómodo. Realmente no soy el tipo de hombre de vaqueros y camisetas.
—Sí, imagino que te ves del mismo modo que yo cuando uso traje. Molesto —Miley señaló la calle con una inclinación de cabeza—. ¿Vamos?
—¿Tenemos que ir a Bourbon? ¿No podemos ir a Chartres o Royal?
—En Bourbon está la multitud.
—Pero a los Daimons les agrada matar cerca de la Catedral.
Estaba repentinamente incómodo.
—¿Qué hay de malo con la calle Bourbon?
—Hay mucha gente ofensiva allí.
Eso la ofendió a ella.
—Discúlpame, yo vivo en Bourbon. ¿Estás llamándome ofensiva?
—No. No exactamente. Pero eres dueña de una tienda de sexo.
Eso le puso aún más los pelos de punta.
—¡Oh! Ya está. No obtendrás nada esta noche, Conde Penícula. Puedes asar tu propio…
—Miley, por favor. No me agrada la calle Bourbon.
—Bien —dijo ella con aspereza mientras se alejaba de él—. Ve por aquel camino. Yo iré por este.
Nicholas apretó los dientes cuando ella lo dejó allí de pie. Verdaderamente odiaba poner un pie en esa área. Era luminosa, bulliciosa, y llena de gente que lo odiaba.
Vete. Olvídate de ella.

Debería. Realmente debería hacerlo, pero no podía.
Antes de poder detenerse, fue detrás de Miley  Para el momento en que la alcanzó, ella ya estaba en Bourbon.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó cuando se acercó a ella—. Odiaría mancillarte.
—Miley, por favor, quédate conmigo. No quise ofenderte.
Ella lo miró con el ceño fruncido.
En el instante en que Miley abrió la boca para aclararle las cosas, alguien arrojó un balde de agua podrida desde un balcón, y empapó a Nicholas.
Él se quedó petrificado mientras ella fruncía el ceño y luego miraba hacia arriba para encontrarse con Charlie, uno de los porteros del club de strippers Belle Queen, riendo. Subió el balde y chocó su mano con otro hombre que estaba parado junto a él.
—Charlie Laroux, ¿qué diablos estás haciendo? —le gritó Miley.
—¿Yo? —preguntó, indignado—. ¿Desde cuándo pasas tiempo con nuestros enemigos? Joe nos contó todo sobre ese asno, y le prometí que si alguna vez encontraba al im/bécil en nuestra calle otra vez, haría que se arrepintiera de eso.

Si Charlie la hubiese abofeteado, Miley no estaría tan sorprendida. Miró a Nicholas, quien había sacado un pañuelo de su bolsillo para secarse la cara mientras su mandíbula temblaba de furia.
—Lo juro, Charlie, si estuvieras aquí abajo te retorcería el pescuezo.
—¿Por qué? Conoces nuestro código, Miley  ¿Por qué lo estás violando?
—Porque no hay nada malo acerca de Nick aparte del hecho de que Liam necesita tener una vida propia. Sólo espera, Charlie. Tendré una larga y agradable charla con Brandy, y cuando termine con ella, tendrás suerte si te deja aparcar tu auto frente a su casa para dormir en él.
Brandy era la novia de Charlie, una cliente habitual de la tienda de Miley.
Charlie se puso pálido mientras ella tomaba el brazo de Nicholas. Lo hizo cruzar la calle, hacia su negocio.
—¡No puedo creerlo! —dijo bruscamente.
—Por eso es que odio esta calle —dijo él, en un tono falto de emoción—. Cada vez que vengo aquí, termino sufriendo la desaprobación de los amigos de Liam.
—¡Ese idi/ota!
Miley jamás había estado tan furiosa en su vida. Lo condujo a través de su tienda y ni siquiera se detuvo a conversar con su empleada. Lo llevó escaleras arriba hacia su baño, y tomó dos toallas del armario.
—Ve y date un baño. Tomaré algo de ropa prestada de mi amiga.
Él palideció.
—No quiero ofenderte, pero las lentejuelas plateadas y los tonos pastel no son mi estilo.
Ella sonrió a pesar de sí misma.
—No tomaré lo de Marla, sino lo de Marlon.
—¿Marlon?
—Su alter ego. No nos visita con frecuencia, pero ella guarda algunas de sus cosas para cuando siente la necesidad de salir.
—Creo que no comprendo del todo.
—Ve a bañarte —le dijo, empujándolo hacia el baño.
Nicholas no discutió. El olor fétido del agua era verdaderamente insoportable. Sólo estaba agradecido que Miley estuviera dispuesta a tolerarlo lo suficiente como para que se limpiara.
Apenas se había quitado la ropa y entrado a la ducha cuando la puerta se abrió.
Nicholas se quedó helado.
—Soy yo —dijo Miley del otro lado de la cortina de baño—. Encontré un par de pantalones negros y una sosegada camisa negra para ti. Los pantalones probablemente sean un poquito grandes en la cintura, pero deberían ser lo suficientemente largos. No estoy segura sobre la camisa. Podrías terminar usando una de mis camisetas.
—Gracias —dijo él.
Antes de poder darse cuenta de lo que ella estaba haciendo, la cortina se abrió, para mostrarla parada fuera con una expresión hambrienta en el rostro.
—De nada.
Nicholas no se movió mientras quedaba enfrentado a ella, con el agua caliente cayendo sobre su columna. Su audaz e intensa mirada logró que su cuerpo se endureciera contra su voluntad.
A ella no pareció importarle. De hecho, una pequeña sonrisa apareció en su rostro.
—¿Siempre espías a tus invitados? —preguntó con calma.
—Jamás, pero no pude resistirme a echar un vistazo a lo que pretendo saborear más tarde.
—¿Siempre eres así de descarada?
—¿Sinceramente? —él asintió—. No, en general no soy tan molesta, y tú eres el último hombre del planeta al que debería tomar en cuenta. Pero parece que no puedo evitarlo.
Nicholas se estiró para tocarla. Realmente, era demasiado buena para ser real.
—Jamás conocí a alguien como tú.
Ella le cubrió la mano con la suya, luego giró el rostro para besarle la palma.
—Apresúrate y date una ducha. Tenemos trabajo que hacer.
Ella se apartó y él sintió su ausencia inmediatamente. ¿Qué tenía esa mujer?
Renuente a pensar en eso, se bañó rápidamente y luego se vistió. Encontró a Miley en su habitación, sentada en la silla y pasando las páginas de uno de sus libros.
Miley levantó la mirada al sentir la presencia de Nicholas. Él estaba parado silenciosamente en el umbral. Parecía estar completamente en su elemento, excepto por la ropa que no le quedaba muy bien.
Levantándose, le ofreció una amistosa sonrisa. Una vez que llegó a él, desabotonó los puños de las mangas, que eran demasiado cortas para sus brazos, y se las enrolló hasta el antebrazo.
Luego le sacó la camisa de adentro del pantalón.
—Sé que no es tu estilo, pero se ve mucho mejor de este modo.
—¿Estás segura?
Se veía delicioso.

******
Miley colgó el teléfono, sintiéndose un poco rara por su conversación. Y se sentía aún más extraña por la predicción de Amanda acerca de su salud. La preocupaba mucho, especialmente cuando estaba combinada con su propia sensación de intranquilidad.
Casi había muerto dos veces tres años atrás, cuando Desiderius había intentado asesinar a Amanda y a Kyrian. Desde entonces, ningún Daimon se había acercado a ella. Principalmente porque había perfeccionado sus habilidades y se había vuelto mucho más observadora.
Pero los de la noche anterior…
Habían sido difíciles de matar, y un grupo de ellos había escapado. Seguramente no regresarían. La mayoría de los Daimons desocupaban el área rápidamente luego de cruzarse con ella, o con uno de los Dark Hunters. La valentía no era precisamente algo por lo que fueran conocidos: como eran jóvenes, y la idea era mantenerse con vida, muy pocos Daimons querían competir con el ejército de Artemisa, el cual constaba de guerreros con cientos, si no miles, de años de experiencia en combatirlos.
Sólo Desiderius —quien había sido mitad dios— había poseído la fuerza y estupidez suficientes como para pelear con los Dark Hunters.
No, los Daimons de la noche pasada se habían ido, y ella estaría bien. Amanda debía haber comido algo en mal estado, o algo así.
Regresó junto a Nicholas, que estaba terminando con su cena.
—¿Cuáles son tus poderes? —le preguntó.
Él pareció un poquito desconcertado ante la pregunta.
—¿Perdón?
—Tus poderes de Dark Hunter. ¿Incluyen premoniciones o precogniciones?
—No —dijo él antes de tomar un trago de vino—. Como la mayoría de los Dark Hunters romanos, salí bastante, y por favor disculpa lo burdo de esto, “perjudicado” en ese departamento.
Miley frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
Él respiró hondo antes de responder.
—A Artemisa no le importaba el hecho de que en Roma ella no fuese una deidad importante. Más bien, era principalmente venerada por nuestras clases más bajas, los esclavos y las mujeres. Así que mudó su rencor a nosotros cuando fuimos creados. Soy más fuerte y más ágil que un humano, pero no poseo los elevados poderes psíquicos que tienen el resto de los Dark Hunters.
—¿Entonces cómo te las arreglas para luchar contra los Daimons?
Él se encogió de hombros.
—Del mismo modo que tú. Peleo más habilidosamente que ellos.
Sí, tal vez, pero ella se encontraba ensangrentada con frecuencia luego de sus batallas. Se preguntaba qué tan seguido le pasaba a él también. Era difícil luchar contra un Daimon siendo humana.
—Eso no está bien —dijo Miley  enojada en su nombre por que Artemisa hubiese creado una desigualdad semejante entre sus Dark Hunters.
¿Cómo podía la diosa hacerlos flojos, sabiendo lo que tenían que enfrentar?
Hombre, Simi tenía razón. Artemisa era una diosa-bruja.

Nicholas frunció el ceño ante la furia que escuchó en la voz de Miley  No estaba acostumbrado a que nadie se pusiera de su lado en ningún asunto. Ni como hombre, ni como Dark Hunter. Siempre había parecido ser su desdicha terminar del lado de los perdedores en cualquier asunto, sin importar si estaba en lo correcto o no.
—Pocas cosas son justas alguna vez —Tomó lo último de su vino y se puso de pie, luego inclinó la cabeza hacia ella—. Gracias por la comida.
—Cuando quieras, Nick.
Él se puso rígido cuando ella utilizó el sobrenombre que despreciaba. Las únicas personas que lo habían usado habían sido su hermano Markus y su padre, y sólo para burlarse de él o menospreciarlo.
—Mi nombre es Nicholas.
Ella lo miró secamente.
—No puedo decirte Nicholas. Por dios. Suena como un auto italiano roto. Y cada vez que escucho ese nombre siento una profunda necesidad de decir “Vo-la-re, Oh, oh, oh”, y luego empiezo a pensar en la película “The Hollywood Knights” À y créeme, no quieres que empiece con eso. Así que, para rescatar mi cordura de esa canción de porquería haciendo eco en mi cabeza, e imágenes de una lunática corriendo por el gimnasio de la secundaria haciendo cosas innombrables, puedes ser conocido como Nick o Pastelito.
Su mirada oscureció.
—Mi nombre es Nicholas, y no responderé a Nick.
Ella se encogió de hombros.
—Bien, entonces, Pastelito, será como tú quieras.
Él abrió la boca para protestar, pero ya sabía que no le convenía discutir. Miley tenía un modo de salirse con la suya, y malditos fueran todos los razonamientos.
—Muy bien —dijo él de mala gana—, toleraré Nick. Pero sólo proviniendo de ti.
Ella sonrió.
—¿Ves que no duele? De cualquier modo, ¿por qué odias ese sobrenombre?
—Es vulgar.
Ella puso los ojos en blanco.
—Debes ser realmente divertido en la cama —le dijo sarcásticamente.
Nicholas estaba asombrado por sus palabras.
—¿Discúlpame?
—Simplemente me pregunto cómo sería hacer el amor con un hombre que está tan preocupado con ser rígido, pero… Nah. No puedo imaginar a alguien tan majestuoso haciéndolo del modo sucio.
—Te lo aseguro, jamás he tenido quejas en lo que a eso se refiere.
—¿En serio? Entonces debes estar acostándote con mujeres que son tan frías que podrías hacer cubitos de hielo sobre ellas.
Él se dio vuelta, para abandonar la habitación.
—No estamos teniendo esta discusión.
Pero ella no le dio un alivio temporal mientras lo seguía hacia la escalera.
—¿Eras así en Roma? Quiero decir, por lo que he leído, ustedes eran crudos con la sexualidad.
—Sólo puedo imaginar las mentiras que cuentan.
—¿Entonces siempre eran así de convencionales?
—¿Qué te importa?
Su respuesta lo sorprendió, mientras ella lo hacía detener.
—Porque estoy intentando deducir qué te hizo ser como eres ahora. Eres tan cerrado, que eres apenas humano.
—No soy humano, señorita Devereaux. En caso de que no se haya dado cuenta, soy uno de los condenados.
—Bebé, abre los ojos y mira alrededor. Todos estamos condenados de un modo u otro. Pero estar condenado es muy diferente a estar muerto. Y tú vives como si lo estuvieras.
—También lo estoy.
Ella echó una ardiente mirada sobre su delicioso cuerpo.
—Te ves extraordinariamente en forma para ser un hombre muerto.
Su rostro se endureció.
—Ni siquiera me conoces.
—No, es verdad. Pero la pregunta es, ¿tú te conoces?
—Soy el único que me conoce.
Y esa simple oración le dijo todo lo que necesitaba saber sobre él.
Estaba solo.
Miley quería acercarse, pero podía sentir que necesitaba darle algo de espacio. Él no estaba acostumbrado a interactuar con gente como ella… pero en realidad, pocos lo estaban.

Como la Abuela Flora, la vidente gitana de su familia, siempre decía, Miley tendía a abalanzarse sobre la gente como un tren de carga y segarlos en el sitio donde se encontraban.
Miley suspiró mientras él daba otro paso para alejarse de ella.
—De cualquier modo, ¿cuántos años tienes?
—Dos mil cient…
—No —lo interrumpió—. No los años de Dark Hunter. ¿Cuántos tenías cuando falleciste?
Ella sintió que una profunda ola de dolor lo atravesaba ante el pensamiento.
—Treinta.
—¿Treinta? Por dios, actúas como un viejo arrugado de mal genio. ¿Nadie se reía en el sitio del que provienes?
—No —dijo él sencillamente—. La risa no era tolerada ni consentida.
Miley no podía respirar mientras comprendía las palabras de Nicholas, y recordó la visión de las cicatrices en su espalda.
—¿Nunca?
Él no respondió. En cambio, continuó subiendo las escaleras.
—Debería retirarme ahora.
—Espera —le dijo, apresurándose para adelantarse y hacer que se quedara quieto.
Giró para enfrentarlo.

Podía sentir la agitación en su interior. El sufrimiento. La confusión. Sabía lo odiado que era este hombre. Quizás se lo merecía, pero muy dentro de ella, no estaba tan segura.
La gente no se apartaba del mundo sin una razón. Nadie era tan estoico alegremente.
Y en ese momento, se dio cuenta de algo. Era su mecanismo de defensa. Ella se volvía insolente y salvaje cada vez que estaba de mal humor o incómoda.
Él se volvía frío. Formal.
Esa era su fachada.
—Lamento si dije algo que te ofendió. Mis hermanas frecuentemente dicen que he convertido el ofender a la gente en una forma de arte.
Una sonrisa tironeó del borde de sus labios y, si no se confundía, sus ojos se suavizaron ligeramente.
—No me ofendiste.
—Bien.
Nicholas estaba tentado de quedarse allí y hablar con ella, pero se sentía incómodo ante esa idea. Jamás había sido el tipo de persona con la que los demás hablaban. Incluso mientras era un hombre, sus conversaciones habían girado en torno a tácticas de guerra, filosofía y política. Jamás chácharas.
Sus conversaciones con mujeres habían sido incluso menos que sus conversaciones con hombres. Ni siquiera Agrippina había hablado realmente alguna vez con él. Habían intercambiado comentarios, pero ella nunca había compartido sus opiniones con él. Simplemente estaba de acuerdo con él, y hacía lo que le pedía.

Tenía la sensación que Miley jamás estaría de acuerdo con nadie, aunque supiese que la otra persona tenía razón. Parecía una cuestión de principios tener que estar en desacuerdo con todo.
—¿Siempre eres tan franca? —le preguntó.
Ella sonrió ampliamente.
—No conozco otro modo.
De pronto la canción “Gimme Three Steps” À de Lynyrd Skynyrd comenzó a sonar en la radio.
Miley dejó escapar un pequeño chillido de felicidad y bajó corriendo las escaleras. Nicholas apenas tuvo tiempo de parpadear antes de que ella subiera el volumen y corriera de regreso hacia él.
—Amo esta canción —dijo, mientras bailaba al ritmo. A Nicholas le resultó difícil concentrarse en cualquier otra cosa que no fuera el balanceo de sus caderas mientras bailaba y cantaba la canción—. Vamos, ¡baila conmigo! —dijo, en el primer solo de guitarra.
Subió las escaleras para tomarlo de la mano.
—En realidad esta no es música para bailar.
—Claro que sí —dijo, antes de comenzar con el coro.
A pesar de sí mismo, él estaba enormemente entretenido por Miley  En toda su vida, jamás había conocido a nadie que disfrutase tanto de la vida, que sintiera semejante placer por algo tan sencillo.
—Vamos —intentó de nuevo cuando la parte cantada terminó—. Es una canción genial. Tienes que admirar a cualquiera que pueda rimar “leñador” con “el gritón con la cabeza de color” —dijo, guiñándole el ojo.
Nicholas rió.
Miley se quedó muda.
—Oh, mi dios, él sí sabe cómo reír.
—Sé cómo reír —dijo Nicholas suavemente.
Lo hizo bajar de la escalera y bailó a su alrededor antes de usarlo como palo y continuar bailando.
Ella se dejó ir, chasqueó los dedos y serpenteó hacia abajo antes de volver a levantarse.
—Creo que un día vas a destrozar esos mocasines lustrados a mano y terminarás soltándote.
Nicholas aclaró su garganta e intentó imaginar algo así. No era posible. Había existido una época, cuando era humano, en la que podía haberlo intentado.
Pero esos días habían desaparecido mucho tiempo atrás.
Cada vez que había intentado ser algo diferente a lo que era, otra persona había pagado un precio terrible por eso. Así que había aprendido a mantenerse del modo en que era, y dejar en paz a los demás.
Era lo mejor.

Miley observó cómo su rostro se volvía de piedra una vez más. Suspiró. ¿Qué haría falta para llegar a este tipo? Para alguien que era inmortal, ciertamente no parecía disfrutar mucho de la vida.
Pese a todos los defectos de Kyrian, tenía que darle crédito. El antiguo General griego disfrutaba de cada respiración que tomaba. Vivía su vida al máximo.
Mientras que Nicholas simplemente parecía existir.
—¿Qué haces para divertirte? —le preguntó.
—Leo.
—¿Literatura?
—Ciencia-ficción.
—¿En verdad? —le preguntó, sorprendida—. ¿Heinlein?
—Sí. Harry Harrison es uno de mis favoritos, así como Jim Butcher, Gordon Dickson, y C. J. Cherryh.
—Wow —dijo ella, asombrada—. Estoy impresionada. Continúa, Dorsai À.
—En realidad, me agradan bastante más las novelas “The right to arm bears” À y Wolfling de Dickson.
Eso sí que le pareció sorprendente.
—No lo sé, “Soldado, no preguntes” me parece más tu estilo.
—Es un clásico, pero los otros dos me revelaron más.
Hmmm… Wolfling era acerca de un hombre solo en un mundo alienígeno, sin amigos ni aliados. Eso confirmaba aún más sus sospechas sobre la vida de Nicholas.
—¿Has leído “Hammer's Slammers”? À
—David Drake. Otro favorito.
—Sí, uno tiene que amar las cosas militares. Burt Cole escribió un libro hace años, llamado “The quickÀ…”
—Shaman. Era un héroe complejo.
—Sí, extrañamente inmoral y aún así honrado al mismo tiempo. Nunca estás seguro de qué lado está. Me recuerda un poco a algunos amigos que he tenido en estos años.
Nicholas no pudo evitar sonreír. Era tan agradable tener a alguien que estaba familiarizada con su placer secreto. La única otra persona que sabía leyera ciencia-ficción era Acheron, pero raramente hablaban de eso.
—Eres una mujer extraordinaria, Miley.
Ella le sonrió.
—Gracias. Ahora te dejaré ir a la cama —dijo amablemente—. Estoy segura que te vendrá bien el descanso.

Ella ansiaba darle un beso tierno y amistoso en la mejilla, pero lo pensó mejor. En cambio, observó cómo salía de la habitación y subía la escalera.
Nicholas regresó a la habitación de Miley silenciosamente. Tenía una presencia tan poderosa que él se sentía literalmente drenado sólo por haber estado cerca de ella.
Se quitó la ropa y la colgó, para no arrugarla, y luego regresó a la cama, para dormir.
Pero el sueño era algo que no llegaba. Por primera vez, olió el perfume en sus sábanas.

Era el aroma de Miley. Cálido, vivaz. Seductor.
E hizo que se pusiera instantáneamente duro por ella. Se cubrió los ojos con la mano y apretó los dientes. ¿Qué estaba haciendo? Lo último que podía hacer, como Dark Hunter, era tener una relación con una mujer. Y aunque pudiera, Miley Devereaux era la última mujer del planeta a la que podía tener.
Como amiga de Acheron, estaba tan fuera de su alcance, que debería llamarlo nuevamente y exigirle que encontrara un modo para sacarlo de allí.
Pero Acheron los había dejado juntos.
Volteándose, hizo su mejor intento por no aspirar profundamente o imaginar cómo se vería Miley en esa cama. Sus extremidades desnudas entrelazadas…

Maldijo y colocó una segunda almohada encima suyo. Mientras lo hacía, vio un pequeño camisón de seda negra. Una imagen de Miley vistiéndolo lo quemó.
No podía respirar. Antes de poder pensarlo mejor, lo acercó y dejó que la fría seda acariciara su piel. La sostuvo contra su nariz e inhaló su aroma.
Ella no es para ti.
Era verdad. Ya había matado a una mujer por ser tonto. No tenía ningún deseo de retomar ese camino.
Metió el camisón debajo de la almohada y se forzó a cerrar los ojos.
Pero incluso entonces fue perseguido por las imágenes de una mujer que debería, por todas las razones, repelerlo, y aún así lo cautivaba y seducía por completo.
Miley pasó el resto del día entre su tienda y el pie de las escaleras, donde se forzaba a sí misma a dar marcha atrás y regresar a su negocio.

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Comenten :c de 6 comentarios pase a tener 2 con suerte 

3 comentarios:

  1. Omg ahora si amo más la novela ha♡ Siguelaaa por favor no la vallas a dejar asíor mucho tiempo, ultimamente no tengo tiempo libre pero para leer novelas hago hasta lo imposible, siguelaaa♡

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  2. OMC! estoy amando mas esta novela :3 siguela porfavor, yo solo puedo leerla en la noche.. porque en el dia estoy muy muy ocupada pero intento comentar lo mas que pueda.
    Siguela espero el proximo.. <3

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  3. Se que hace mucho no te comentaba y es que el colegio me quita todo el tiempo que tengo, sabes que amo como escribes te admiro muchisimo, hasta ahora lei esta nove y si te soy sincera LA AME, Me enganche al 100 con esta nove, juro comentar más seguido pero por fissss no la demores tantooo, es justo que así como nosotras sacamos tiempo para leerte tu saques tiempo para publicarnos, GENIA♥

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