Kyrian no lo sabía, y en todas sus lecturas sobre la antigua Roma y Grecia, el nombre de Nicholas había sido raramente mencionado. Para toda la brutalidad de la que Kyrian lo acusaba, Nicholas Magnus no era mucho más que una nota a pie de página en la historia.
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—Hey, Miley, ¿estás ahí?
Ella suspiró con alivio ante el sonido del profundo y lento acento cajun de Liam (seria el que era Joe en Acheron). Gracias a Dios que vivía a sólo tres calles y sabía cómo apresurarse ante un aprieto.
—Por aquí.
Vestido con un par de vaqueros gastados y una camisa azul de mangas cortas, Liam se unió a ella rápidamente, y maldijo en el instante en que vio quién estaba tirado en el piso.
—Tienes que estar bromeando —gruñó luego de que ella le pidiera que la ayudase a levantar a Nicholas—. No mearía encima de él ni aunque se estuviese incendiando.
—¡Liam! —dijo Miley, sorprendida ante su rencor. Normalmente Liam era uno de los hombres más tranquilos—. Eso fue innecesario.
—Oh, sí, claro. Me doy cuenta que no llamaste a Kyrian para esto. ¿Por qué, Miley? ¿Porque los mataría a ambos?
Ella sofocó su propio temperamento, ya que sólo aumentaría la ira de él si comenzaba a decirle lo infantilmente que se estaba comportando.
—Vamos, Liam. No seas así. Yo tampoco quiero ayudarlo, pero Ash no responde al teléfono, y aparentemente no le agrada a nadie más.
—Eso es condenadamente cierto. Todos, excepto tú, tienen cerebro. Deja que se pudra en la calle.
Ella se puso de pie y lo enfrentó con las manos en la cadera.
—Bien. Entonces tú explícale a Ash porqué uno de sus Cazadores fue asesinado. Ocúpate tú de su furia. Yo salgo de esto.
Liam entrecerró los ojos al mirarla.
—Realmente apestas, Miley. ¿Por qué no llamaste a Eric por esto?
—Porque es incómodo pedirle un favor a tu ex, quien está felizmente casado con otra, ¿está bien? De algún modo pensé que mi amigo Liam no me fastidiaría con esto, pero ahora puedo ver que estaba equivocada.
Él dio un exagerado respingo ante eso.
—Realmente odio a este hombre, Miley. He conocido a Kyrian por demasiado tiempo, y le debo demasiado como para prestar ayuda al hombre cuyo abuelo lo crucificó.
—Y nosotros no somos responsables por las acciones de los miembros de nuestra familia, ¿verdad, Liam?
Su mandíbula tembló al escucharla.
El padre de Liam había sido un asesino convicto que había muerto en un motín en la prisión. Todos sabían muy bien que el hombre era un criminal que había pasado toda la juventud de Liam entrando y saliendo de la cárcel por todo tipo de crímenes ofensivos. El propio Liam iba camino a repetir el destino de su padre cuando Kyrian había aparecido y lo había salvado.
—Eso fue bajo, Miley, realmente bajo.
—Pero es cierto. Ahora, por favor, olvida que es un imbécil y ayúdame a llevarlo a casa, ¿sí?
Liam le gruñó antes de acercarse a ellos.
—¿Sabes dónde vive?
—No, ¿y tú?
—En algún sitio del Garden District. —Liam extrajo su teléfono y marcó un número. Un minuto después, maldijo—. Otto, atiende el teléfono. —Maldijo nuevamente, luego colgó y la miró con rabia—. Sabes, es malo cuando el propio Escudero del tipo no responde para salvarlo.
—Quizás Otto está ocupado.
—Quizás Otto es psíquico.
—Liam…
Liam metió el teléfono en su bolsillo, luego se inclinó y arrojó a Nicholas sobre su hombro, y se encaminó fuera del patio, donde estaba estacionado su Jaguar, en la calle. Dejó caer bruscamente a Nicholas en el asiento del acompañante.
—¡Cuidado con su cabeza, Liam! —le dijo Miley cuando Liam la golpeó contra el auto.
—No es que vaya a matarlo o algo así. De cualquier modo, ¿qué le sucedió?
—Lo apuñalé.
Liam parpadeó y luego se echó a reír.
—Sabía que había alguna razón para que me gustaras. Oh, hombre, no puedo esperar a contarle a Kyrian. Se morirá de risa.
—Sí, bueno, mientras tanto, lleva a Nicholas de regreso a mi casa y dame el número de Otto, así puedo seguir intentando llamarlo.
—¿Y quieres decirme cómo voy a llevarlo a tu casa si la calle Bourbon está cerrada para el tráfico luego que oscurece? —Ella lo miró cómicamente. Él le gruñó—. Está bien, pero me debes una grande.
—Sí, sí. Manos a la obra, Escudero.
Él murmuró algo en voz baja, que ella estaba segura de que era cualquier cosa menos halagador, antes de ir al otro lado de su auto y subir.
Como su auto era de dos asientos, Miley salió a pie para reunirse con él en su tienda. Mientras ella caminaba entre la gente en la calle Bourbon, sintió que algo maligno pasaba junto a ella, físicamente.
Dando vueltas, escudriñó la multitud, pero no vio nada.
Aún así, lo sentía adentro, muy profundo.
—Algo malvado viene en camino… —susurró el título de su libro favorito de Ray Bradbury.
Y algo dentro suyo le dijo que era mucho más maligno que cualquier cosa que hubiese enfrentado antes.
Nicholas despertó lentamente, al escuchar a alguien tarareando cerca.
¿Tarareando?
Abrió los ojos parpadeando, esperando encontrarse en su propia cama, en su propia casa. En cambio, estaba en una cama antigua muy grande, con un dosel de madera adornado con un acolchado terciopelo de Borgoña.
La voz que escuchaba provenía de una mecedora, a su izquierda. Giró la cabeza y quedó apabullado por lo que encontró.
Era…
Bueno, a primera vista parecía una mujer muy grande. Tenía largo cabello rubio y vestía un suéter peludo color rosa de mangas cortas, y pantalones caqui. Sólo que la “mujer” tenía unos hombros tan anchos como los de Nicholas y una pronunciada nuez.
Estaba sentada en la silla, pasando las páginas de la edición de otoño de Vogue con unas brillantes uñas rojo sangre que podían pasar por garras. Levantó la vista y cesó de canturrear.
—¡Oh! ¡Estás despierto! —dijo emocionada, levantándose inmediatamente y revoloteando alrededor de la cama. Tomó torpemente lo que parecía ser un walkie-talkie que estaba sobre la mesa de luz y presionó el botón mientras se aseguraba de no quebrarse una uña—. Miley, el Sr. Sexy está despierto.
—Está bien, Marla, gracias.
Nicholas tenía un débil recuerdo de aquella voz, pero no era demasiado claro, mientras intentaba recordar lo que le había sucedido.
—¿Dónde estoy? —preguntó.
“En el infierno” parecía la respuesta más adecuada. Pero, el dolor en su cuerpo, y la habitación en penumbras que era una mezcla tan peculiar de lo antiguo y lo moderno, le decían que ni siquiera el infierno sería tan malo o vulgar.
—No te muevas, dulzura —le dijo la mujer desconocida mientras continuaba gesticulando y rondando la cama—. Miley estará aquí enseguida. Ella dijo que no debía dejarte ir a ningún lado. Así que no lo hagas.
Antes de que pudiese preguntar quién era Miley, otra mujer irrumpió en la habitación.
Ella también era alta. Pero, a diferencia de la primera, era esbelta, casi escuálida, salvo que su cuerpo estaba bien definido, como si levantara pesas. Su largo cabello castaño estaba atado en una cola de caballo y tenía una gran cicatriz sobre el pómulo izquierdo.
Nicholas se quedó helado ante la visión de la guerrera que había visto la noche anterior. Los recuerdos lo inundaron. Incluyendo aquél en que ella lo apuñalaba en el pecho, ayudado por el hecho de que aún llevaba un enorme cuchillo de carnicero en la mano derecha.
—¡Tú! —la acusó, corriéndose hacia el borde más alejado de la cama.
La mujer se encogió visiblemente antes de volverse hacia la otra y empujarla hacia la puerta.
—Gracias, Marla, te agradezco que lo hayas vigilado.
—Oh, cuando quieras, cariño. Sólo llámame si necesitas algo.
—Lo haré. —Empujó a la mujer más grande por la puerta y la cerró de un portazo—. Hola —le dijo a Nicholas.
Él miró fijamente el cuchillo en su mano, y entonces miró hacia abajo, a la herida curada en su pecho.
—¿Qué? ¿Regresaste para terminar conmigo?
Ella frunció el ceño.
—¿Qu…? —Entonces su mirada fue hacia el cuchillo que sostenía—. Oh, esto. No, lo de anoche fue un completo accidente.
Miley dejó el cuchillo sobre el tocador, luego giró para enfrentarlo. Debía admitir que Nicholas se veía extremadamente apuesto sobre su cama. Su largo cabello negro estaba suelto, y cubría su rostro. Sus rasgos estaban perfectamente cincelados como por un maestro del arte. Y ese cuerpo suyo…
Realmente, ningún hombre debería verse tan delicioso.
Por eso es que ella había pasado la noche en su oficina en la planta baja, y por eso había enviado a Marla a cuidarlo a primera hora de la mañana.
Dormido había sido una tentación más grande de lo que ella quería. Se veía relajado y gentil.
Apetitoso.
Despierto parecía peligroso.
Y aún así, apetitoso.
Tenía que darle crédito a la diosa; Artemisa tenía un gusto exquisito en hombres. Y por lo que Miley sabía, y de acuerdo con las palabras de Amanda, no había tal cosa como un Dark Hunter feo.
En verdad no podía culpar a la diosa por eso. Si una tuviese que elegir hombres para su ejército personal, ¿qué mujer no escogería a los más altos y apuestos del montón?
Eso también explicaba porqué Acheron era su líder.
Sí, era bueno ser una diosa. Miley no podía siquiera imaginar lo genial que sería dominar toda esa deliciosa testosterona.
Y Nicholas era material de Dark Hunter de primera calidad, mientras estaba sentado con un brazo divinamente esculpido asegurado contra su colchón, mientras el resto de él estaba completamente al descubierto ante su mirada. Parecía una bestia salvaje enroscada, lista para atacar.
Pero estaba confundido. Sentía sus emociones llegando hasta ella. También estaba enojado, pero Miley no estaba segura de la razón.
—Estás a salvo aquí —le dijo, acercándose a la cama—. Sé lo que eres, y me aseguré que todas las ventanas estuviesen cubiertas.
—¿Quién eres? —preguntó él en un tono sospechoso.
—Miley Devereaux —respondió.
—¿Eres una Escudera?
—No.
—¿Entonces cómo sabes…?
—Soy amiga de Acheron.
La furia de Nicholas estalló al escucharla.
—Estás mintiendo.
Repentinamente, se puso de pie, y luego siseó al darse cuenta de que estaba completamente desnudo.
Miley se mordió el labio para evitar gemir al ver toda esa exquisita piel desnuda. Debía darle crédito a los Dark Hunters, todos estaban increíblemente bien formados.
Nicholas agarró la sábana de su cama y se tapó.
—¿Dónde está mi ropa? —preguntó en el tono más desdeñoso que ella jamás había escuchado.
No era extraño que Liam y los demás lo pasaran mal con él. La arrogancia y una suprema superioridad brotaban de cada molécula de ese masculino cuerpo.
Era evidente que Nicholas era un hombre acostumbrado a dar órdenes, lo cual tenía sentido, ya que ella sabía que una vez él había sido un General romano.
Desdichadamente, Miley no estaba acostumbrada a seguir las órdenes de nadie, especialmente de un hombre.
—No te alteres —dijo, riendo ante su mal chiste—. Tu ropa está en la lavandería. La traerán en cuanto esté lista.
—¿Y mientras tanto?
—Parece que estás desnudo.
La mandíbula de Nicholas se endureció, como si no pudiese creer lo que estaba escuchando.
—¿Perdón?
—Te perdono todo lo que quieras, aún así seguirás desnudo. —Miley se detuvo ante la traviesa imagen en su mente—. Ahora que lo pienso, un hombre hermoso, desnudo, rogando… eso es una fantasía. Rogar no te regresará tu ropa, pero podría traerte otra cosa —le dijo levantando las cejas.
El puño de Nicholas se apretó contra la sábana que sostenía alrededor de su cintura. Ella podía sentir que estaba ofendido y, aún así, extrañamente divertido.
Ella meneó la cabeza.
—Sabes, eres romano. Podrías hacerte una toga con la sábana.
Él sintió una extraña necesidad de farfullar. Si fuera un plebeyo, probablemente lo hubiese hecho.
Esta debía ser la mujer más extraña que existiera.
—¿Cómo sabes que soy romano?
—Te lo dije, conozco a Ash y al resto de ustedes, habitantes de la noche —Lo miró juguetonamente—. Vamos, hazte una toga para mí. Intenté hacer una en la universidad, y terminó cayéndose en medio de la fiesta. Gracias a dios que mi compañera de cuarto estaba lo suficientemente sobria como para levantarla y envolvérmela alrededor antes de que los chicos de la fraternidad se abalanzaran.
Detrás suyo, oyó un sonar un reloj cucú. Nicholas se dio vuelta para ver la hora y frunció el ceño al darse cuenta de que el “pájaro” tenía un mohawk rojo.
También tenía un parche en el ojo.
—¿No es para morirse de risa? —preguntó Miley—. Lo compré en Suiza, cuando pasé un año allí estudiando.
—Fascinante —dijo fríamente—. Ahora, si me dejas, iré…
—Epa, espera un segundo, compañero. No soy tu sirvienta y no usarás ese tono conmigo. ¿Capisce?
—Saeva scaeva —murmuró Nicholas en voz baja.
—Saeve puer —le retrucó ella.
Nicholas en realidad se quedó con la boca abierta.
—¿Acabas de insultarme en latín?
—Tú me insultaste primero. Y no es que me sienta particularmente insultada por que me llamen “diablesa desenfrenada”. Es un poco halagador, pero de todos modos no soy el tipo de persona que acepta un insulto en silencio.
A pesar de sí mismo, Nicholas estaba impresionado. Verdaderamente había pasado mucho tiempo desde que había conocido a una mujer que hablara su lengua nativa. Por supuesto, no le agradaba que lo llamaran “niño tonto”, pero había que darle crédito a una mujer que poseía una inteligencia semejante.
Y había pasado una eternidad desde que había estado con alguien que no lo desdeñara abiertamente. Ella no era mordaz en sus réplicas. Más bien estaba discutiendo con él como un polemista campeón que no se tomaba nada de esto a pecho.
Qué inusual…
Qué terroríficamente placentero.
De pronto, la canción de Dimensión Desconocida resonó por la casa.
—¿Qué es eso? —preguntó aprensivamente.
Quizás en verdad se había adentrado en el reino de Rod Serling.
—El timbre. Probablemente están trayendo tu ropa.
—¡Miley! —gritó Marla desde algún sitio fuera de la habitación—. Es Ben, con tus cosas.
Nicholas se puso rígido ante el burdo comportamiento.
—¿Él siempre grita de ese modo?
—Hey, vamos —dijo Demi severamente—. Marla es una de mis amigas más queridas en el mundo, y si la insultas o continúas diciéndole “él”, te clavaré una estaca en un lugar que dolerá más que en tu pecho —dijo, dejando caer la mirada significativamente hacia su entrepierna.
Nicholas abrió los ojos ante su amenaza. ¿Qué tipo de mujer decía algo así a un hombre?
Antes de que pudiera hablar, ella abandonó el dormitorio.
Asombrado, no estaba seguro de qué hacer. Qué pensar. Fue hacia el tocador, donde ella había dejado el cuchillo. Al lado del mismo estaban su billetera, sus llaves y su teléfono.
Tomó el teléfono y llamó a Acheron, quien respondió inmediatamente.
—Necesito ayuda —le dijo Nicholas por primera vez en dos mil años.
Acheron gruñó suavemente.
—¿Ayuda con qué? —preguntó.
Su voz gravemente acentuada sonaba atontada, como si Nicholas lo hubiese despertado de un profundo sueño.
—Estoy en la casa de una loca que dice conocerte. Tienes que sacarme de aquí ahora mismo, Acheron. No me importa lo que haga falta.
—Es mediodía, Nicholas Los dos deberíamos estar durmiendo. —Acheron se detuvo—. De cualquier modo, ¿dónde estás?
jajaja que genial! :3 casi no leeo mucho de Jemi pero esto esta fantastico jajajaja espero el proximo besos!
ResponderEliminarawww me encanto
ResponderEliminaradore los capis siguela
HOLA JENY!
ResponderEliminarte paso la dirección de mi blog si quieres seguirme nuevamente
ya que la otra estaba mal y por eso no se mostraban mis entradas
http://myheartbestsforloveniley.blogspot.com.ar/
besos
Bitch me encanto, si ves, te dije que no seria tan malo, espero que la sigas pronto
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