martes, 20 de agosto de 2013

Aferrate a la Noche - Cap: 13


—No te comprendo —dijo él, con el corazón martilleando—. No estoy acostumbrado a agradarle a nadie, especialmente no a la gente que tiene todo el derecho del mundo a odiarme.
—¿Por qué debería odiarte?
—Mi familia arruinó a tu cuñado.
—Y mi tío Sally era un usurero que murió cuando uno de sus extorsionados le disparó en la calle. Cada árbol genealógico tiene a un im/bécil. No es culpa tuya. Tú no eres quien mató a Kyrian, ¿verdad?
—No, era sólo un niño cuando él murió.
—Entonces, ¿cuál es tu problema?
Para ser una persona irrazonable, Miley tenía momentos de una extraña lucidez.
—Cada persona que he conocido en esta ciudad, que conoce a Kyrian, me ha odiado desde el momento en que me vio. Asumí que serías como ellos.
—Bueno, ya sabes lo que dicen sobre los que asumen cosas… son est/úpidos. Por dios. Amo a Kyrian, pero ese hombre realmente necesita aprender a dejar el pasado atrás.
Él no podía creerlo. Que lo aceptara de ese modo era…
Miley lo atrajo para darle un abrazo apretado y extrañamente vigorizante.
—Sé que no puedo quedarme contigo, Nicholas. Créeme, comprendo enteramente la vida que tienes y tu profesión. Pero somos amigos, y somos aliados —Él la abrazó con fuerza mientras esas palabras resonaban muy profundo dentro de él. Ella lo soltó y dio un paso atrás—. Y tenemos cosas que hacer esta noche. ¿Verdad?
—Verdad.
—Muy bien, entonces, proyectémonos.
Él frunció el ceño.
—¿Proyectarnos?
Ella sonrió tontamente.
—Mi sobrino Ian es adicto a los Power Rangers. Creo que he visto los videos con él demasiado tiempo.
—Ah —dijo él, yendo a buscar la valija—. Te ubicaremos en mi casa y podemos salir esta noche, a ver qué Daimons encontramos.
Temerosa de encontrarse con Tia y arriesgarse a más preguntas, Miley llamó un taxi para que los llevara a la casa de Nicholas. Otto ya se había ido para el momento en que llegaron a la mansión.
Como esperaban, Gilbert se encontró con ellos en la puerta. Parecía más aburrido que nunca mientras los saludaba formalmente.
—Es un placer verlo nuevamente, Gil —dijo Miley mientras Nicholas le alcanzaba su valija al mayordomo—. Muy buena postura rígida.
Gilbert frunció el ceño antes de bajar la mirada, y entonces la miró, perplejo.
Nicholas casi sonrió.
—La Señorita Devereaux se quedará con nosotros por un tiempo, Gilbert. ¿Podría hacer que Margaret prepare una habitación para la dama?
—Sí, mi señor.
Nicholas comenzó a caminar hacia las escaleras, pero se detuvo.
—Una vez que Margaret haya terminado, me agradaría que todo el personal se tome algunas semanas.
Gilbert se veía conmocionado.
—¿Señor?
—No se preocupe. Les pagaré. Tómenlo como un regalo anticipado de Navidad. Sólo dejen un número en mi escritorio, donde pueda contactar a todos en caso de que necesite que regresen.
—Como desee, mi señor.


Miley sintió la tristeza de Nicholas. A pesar de lo que Acheron dijera, a Nicholas le agradaba Gilbert, y parecía odiar la idea de que el hombre se fuera.
—¿Adónde vas? —preguntó Miley mientras Nicholas daba otro paso sobre la majestuosa escalera de caoba.
—Iba a buscar nuevas armas. ¿Te importaría acompañarme?
—Uuuh —dijo ella sugestivamente—. Siempre me han gustado los hombres con muchas armas. Enséñame lo que tienes, bebé.
No estaba muy segura si Nicholas estaba divertido o no mientras esperaba que se uniera a él. Miley lo siguió por las escaleras, luego doblaron por el largo pasillo a la derecha. Él la condujo hasta mitad de camino antes de detenerse frente a una puerta y abrirla.
Miley silbó bajo mientras veía su habitación de entrenamiento. Era gigantesca, y tenía una variedad de sacos de arena, colchonetas y maniquíes. Uno en particular se veía como si hubiese sido seriamente abusado.
Y vestía una brillante camisa Hawaiana.
—¿Se supone que este es alguien a quien conocemos? —preguntó, mientras notaba las heridas de puñalada en la cabeza del muñeco.
—Invoco la Quinta.
—Asumo que Otto no participa en tus sesiones de entrenamiento.
Él miró con furia al muñeco.
—Supongo que podrías decir que, en cierto modo, sí lo hace.
Ella sacudió la cabeza mientras Nicholas se encaminaba al armario. Dentro había un arsenal con el que, estaba segura, la ATFÀ tendría algunos problemas.
—¿Lanzagranadas?
—Ebay—dijo Nicholas—. Puedes encontrar cualquier cosa allí.
—Aparentemente sí. ¿Quién necesita a Kell cuando tienes todo esto?
Él le sonrió perversamente mientras ajustaba un cuchillo largo y letal a su antebrazo.
—¿Cuál es la elección de mi señora?
Miley extrajo una pequeña ballesta de un perchero que tenía la puerta.
—He visto demasiadas repeticiones de Buffy. Soy una chica de ballesta, hasta el final.

Nicholas se quedó atrás mientras Miley tomaba sus armas. Debía admitir que disfrutaba observar a una mujer que sabía cómo cuidar de sí misma. Ella pesaba y examinaba cada una cuidadosamente, con la precisión de una profesional.
Jamás hubiese creído que algo así podría ser excitante y, sin embargo, su cuerpo ya estaba duro por ella. Apenas se podía contener para no tomarla en ese momento, en el armario.
Miley miró sobre su hombro mientras captaba la ola excesivamente caliente proveniente de Nicholas. Sus ojos negros la encendieron.
Él estaba a punto de ceder, podía sentirlo. El fuego de su deseo la buscaba, estimulando el suyo propio, hasta que luchó por respirar.
—Aquí tienes —dijo, alcanzándole una de las pulidas estacas de acero.
Él dio un paso atrás y la guardó en su bolsillo. Antes que pudiera decir algo, la puerta del pasillo se abrió para dar entrada a Gilbert.
—¿Señorita Devereaux?
Ella se dio vuelta, para encontrar al mayordomo acercándose.
—¿Sí?
—Su habitación está lista.
Nicholas se aclaró la garganta.
—Por favor, asegúrate que es de tu agrado antes de que los sirvientes se vayan.
—Está bien —dijo ella, sabiendo que él necesitaba espacio para respirar.
A decir verdad, ella también. Si no salía de esa habitación por algunos minutos, los dos estarían desnudos y tendidos.
Miley abandonó el armario para seguir a Gilbert de regreso por el pasillo, hacia la otra ala. Él la condujo a una habitación al final del pasillo, y abrió la puerta.
Miley quedó boquiabierta ante el palaciego dormitorio. Era, después de todo, absolutamente lo mejor. No esperaba menos de Nicholas y, aún así, la habitación inspiraba reverencia.
Estaba decorada en azul marino oscuro y dorado. El suntuoso cobertor azul ya estaba plegado para ella.
Gilbert fue hacia un intercomunicador, y se detuvo.
—Supongo que no habrá nadie aquí para responder a su llamado —dijo en voz baja.
—¿Usted no quiere irse?
Él pareció un poco sobresaltado.
—He estado con Lord Nicholas por mucho tiempo.
Por el tono de su voz, ella podía notar que “mucho” tenía un significado propio.
—¿Es usted otro Escudero?
Él sacudió la cabeza.
—Ni siquiera saben que existo. Por eso es que Lord Nicholas cambia de Escuderos con tanta frecuencia. Me recibió cuando yo tenía quince años y él estaba instalado en Londres. Nadie más quería aceptarme.
Ella frunció el ceño ante sus palabras.
—¿Por qué no lo convirtieron en Escudero?
—El Consejo de Escuderos se rehusó a conceder ese pedido a Lord Nicholas.
—¿Por qué? —preguntó ella, sin comprender.
El Consejo había permitido entrar a Liam Gautier cuando Kyrian lo había pedido, y el cielo sabía que el chico tenía un pasado extremadamente turbio.
—Me temo que no tienen un buen concepto del General o de sus pedidos.

Miley gruñó gravemente. Ella jamás había sido el tipo de persona que soportaba a aquellos que juzgaban a los demás. Como decía su tía Zelda frecuentemente, “pero por la gracia de dios, allí voy.”
—No se preocupe, Gilbert. Me aseguraré que nadie se meta con Nicholas mientras usted no esté. ¿Trato hecho?
Él le sonrió.
—Trato hecho.
Hizo una reverencia y luego partió.
Miley cruzó la habitación sólo para descubrir que su ropa ya había sido desempacada y todo estaba ordenadamente ubicado en los cajones, el armario y el baño.

Wow. Una mujer podría acostumbrarse a este tipo de tratamiento.
Ordenó sus armas, que habían sido colocadas en un cajón. Sus favoritas eran los cuchillos retráctiles que se ajustaban a sus muñecas con abrojos. Un disparador de alta presión los enviaba del brazo a sus manos, pero debía ser cuidadosa, o harían una desagradable herida en su palma.
Levantó la pierna de su pantalón y deslizó otro estilete en su bota, y metió un cuchillo de mariposa en su bolsillo trasero. La mayoría de sus armas eran ilegales, pero tenía suficientes amigos en el departamento de policía como para que no la hostigaran por eso.
Estaba sacando un suéter de mangas largas para cubrir sus brazos cuando alguien golpeó a la puerta de su dormitorio.
Abriéndola, encontró a Nicholas del otro lado. Tenía que ser el hombre más apuesto que jamás había visto. Su cabello aún estaba húmedo, atado en su casi inevitable cola de caballo aunque, para ser sincera, ella lo prefería suelto y salvaje.
Sus rasgos cincelados no delataban nada, pero ella podía sentir el deleite en él.
—Salgo a patrullar.
—Estoy lista.

La diversión que Miley sentía se duplicó. Las líneas del rostro de Nicholas también se suavizaron, y ella apenas se pudo contener para no atraerlo a sus brazos.
Realmente, nadie debería ser tan tentador.
Él abrió aún más la puerta.
—Vamos, mi Dama Peligrosa, sus Daimons esperan.
Miley encabezó el camino escaleras abajo, donde Otto estaba esperándolos.
Debía haber regresado mientras estaban arriba.
—Hay un alerta en Nueva Orleáns —les dijo—. Todos los Escuderos, excepto los Ritos de Sangre, están siendo evacuados. Ash también está trayendo a un par de Hunters más de la parte norte del estado y de Mississippi. ¿Sabían acerca de esto?
—No —dijo Nicholas—. No me di cuenta que habían emitido un alerta.
—¿Los Addams se van? —preguntó Miley.
Otto asintió.
—Incluso Tad. Están transfiriendo el control de la página web de los Dark Hunter a Milwaukee hasta que termine la alerta.

Las palabras de advertencia de Amanda pasaron por la cabeza de Miley  Extrajo su teléfono del bolsillo trasero y llamó para verificar cómo estaban mientras Nicholas y Otto conversaban.
Se sintió aliviada en el instante en que escuchó la voz de Amanda.
—Hola, hermanita —dijo, intentando sonar normal—. ¿Qué están haciendo?
—No mucho. Y sí, ya sé sobre la alerta. Ash ya se ha mudado aquí junto con un Dark Hunter llamado Kassim.
—¿Por qué no están siendo evacuados?
—Ash dijo que eso nos seguirá. Pensó que sería mejor que luchásemos en nuestro territorio que en algún sitio desconocido. No te preocupes, Miley  Realmente me siento mejor con Kassim y Ash aquí.
—Sí. Sé que Ash jamás permitiría que nada le sucediera a alguno de ustedes. Cuídense, y hablaremos más tarde. Te quiero.
—Yo también. Adiós.

Miley suspiró mientras Amanda colgaba y su estómago se contraía aún más, con un temor infundado.
¿Por qué estaba tan nerviosa?
—Me aseguraré que toda la servidumbre esté fuera de aquí por la noche —dijo Otto antes de irse.
Nicholas asintió imperiosamente.
En cuanto estuvieron solos, Miley luchó por deshacerse de su sombrío humor.
—¿Conoces a un Dark Hunter llamado Kassim?
—Sé sobre él.
—¿Qué sabes?
Nicholas ajustó la manga de su abrigo a su muñeca.
—Era un príncipe Africano en la Edad Media. Estaba instalado en Jackson, Mississippi, hasta que Ash lo mudó a Alexandria un par de años atrás. ¿Por qué?
—Lo trasladaron a la casa de Amanda, así que sentía curiosidad —señaló la puerta del frente con el pulgar—. ¿Vamos?
Él le tomó la mano cuando comenzó a alejarse.
—Lo que sea que esté detrás de todos ustedes, lo atraparemos, Miley. No te preocupes.
La sinceridad de su voz la atravesó.
—¿Protegerías a tu enemigo mortal?
Él apartó la vista. Cuando su mirada regresó a ella, la quemó.
—Protegeré a tus seres queridos. Sí.
No había ninguna razón para que hiciera algo semejante. Ninguna. No tenía dudas que, si estuviera en su lugar, Kyrian regresaría escaleras arriba, cerraría su puerta con llave, y no haría nada.
Pero Nicholas…

Antes de poder detenerse, hizo descender sus labios hacia los de ella y lo besó ferozmente. El sabor de Nicholas penetró en su mente. Cómo deseaba no tener otra cosa que hacer más que arrastrarlo escaleras arriba y hacerle el amor.
Si tan sólo pudiera…
Suspirando sentidamente, le mordisqueó los labios y se apartó. Sintió su desgana de soltarla. Forzándose a dejarlo ir, Miley dio un paso atrás, abrió la puerta y salió fuera.
Mientras se iban, Otto se acercaba por el camino donde su auto estaba aparcado, y ella cayó en la cuenta que él aún vestía sus tejanos negros y el suéter de esa tarde… no se había transformado en el vulgar Otto esta noche. En realidad, se veía como un adulto.
—Olvidé algo —dijo. Le alcanzó a Nicholas un dispositivo que parecía un pequeño transmisor—. Por cualquier cosa. El Consejo quiere a todos identificados para que, si algo te sucede, podamos ayudarte.
Para su asombro, también le pasó uno a ella.
—Gracias, Otto.
Él inclinó la cabeza.
—Tengan cuidado. Talon estará cerca del Parque, junto con Kyrian y Julian. Llegarán hasta Ursulines, cerca del Santuario y Chartres, y el Mercado Francés. Seguramente prefieran patrullar en otro sitio.
—Estaremos por el lado noroeste del Barrio. Bourbon, Toulouse, St. Louis, Bienville, y Dauphine.
Nicholas se encogió en cuanto ella nombró a Bourbon, pero no dijo nada.
—Ash se ocupará de los cementerios —continuó Otto—, Janice estará en Canal, Harrod's, y el Warehouse District mientras que Jean-Luc se ocupará del Garden District. Ulric estará en el Business District y Zoe en Tulane. Lo que deja a Kassim, quien ha sido avisado por Ash que si él, Amanda, o Marissa abandonan la casa de Kyrian antes del amanecer, estará frito.
—¿Quién es Ulric? —preguntó Miley.
Otto la miró cómicamente.
—Es el Dark Hunter de Biloxi que llegó hace más o menos media hora. Es rubio, así que intenta no apuñalarlo si te lo encuentras en un callejón.

Miley se ofendió.
—¿Qué? No es mi culpa si apuñalo a toda la gente con colmillos. No deberían parecerse a los Daimons.
—Yo no parecía un Daimon, pero me apuñalaste.
Otto rió.
—Sí, bueno, parecías un abogado, así que tenía que matarte. Era una obligación moral.
Nicholas sacudió la cabeza. Calmándose, ella miró a Otto.
—¿Cuántos Escuderos quedaron en la ciudad?
—Sólo yo, Kyl, y Liam. Los últimos en partir fueron Tad y tu ex Eric y su esposa, quienes tomaron un vuelo fletado una hora atrás. Todos los demás, de Liza para abajo, se fueron de aquí hasta que Ash apruebe el regreso.
—¿Y qué hay de los Weres? —preguntó Nicholas.
—Todos andan cerca de Santuario, para proteger a sus niños y mujeres. Incluso Vane y Bride están quedándose allí, por el momento.
—¿Los Weres nos ayudarán? —preguntó Miley.
Otto sacudió la cabeza.
—Ven esto como un problema humano y no quieren involucrarse.
Miley resopló, indignada.
—No puedo creerlo.
—Entonces no sabes mucho acerca de los animales —dijo Otto—. Por eso es que Talon quiere vigilar el club. Los Apolitas y Daimons saben que, una vez que están dentro del Santuario, nadie, ni siquiera Ash, puede tocarlos.
Miley rió.
—Ash no tiene que tocarlos para matarlos.
—¿Perdón? —preguntaron Nicholas y Otto simultáneamente.
—¿Qué? —les dijo ella—. ¿No sabían eso? Ash es verdaderamente impresionante en una pelea. Sacará tu trasero de circulación permanentemente antes de que sepas que está allí. Se mueve tan rápido que no puedes verlo la mitad del tiempo.
—Suena como si fuera Corbin —dijo Otto—. Ella es una teletransportadora. Aparece, apuñala a un Daimon, y desaparece antes de que se desintegre.
—¿Corbin? —preguntó Miley.
—Una antigua reina Griega convertida en Dark Huntress —dijo Nicholas.

Miley puso los ojos en blanco.
—Déjame adivinar, ¿no es amistosa contigo?
—¿Realmente necesito responder eso?
No, no necesitaba hacerlo.
—Sí —dijo Otto—, pero ella es un paseo por el parque comparada con Zoe y Samia. Dices “romano” cerca de ellas y es mejor que te cubras rápido —miró a Miley . Bueno, tú no, pero todos nosotros, los que tenemos cosas que proteger allí abajo, debemos hacerlo.
—Bien —dijo Miley  apartándose de él—. Y con ese interesante comentario, creo que es hora de irnos —señaló el arruinado IROC rojo que estaba aparcado al otro lado de la entrada de Nicholas—. ¿Te molesta si tomamos prestado tu auto, Otto?
Nicholas parecía horrorizado.
Otto rió malignamente mientras sacaba las llaves.
—Por favor.
Nicholas habló instantáneamente.
—Tengo mi…
—Esto servirá —dijo Miley mientras le guiñaba un ojo a Otto y tomaba las llaves.
Nicholas estaba rígido.
—Realmente, Miley, creo que…
—Sube al auto, Nick. Prometo que no te morderá.
Él parecía cualquier cosa menos convencido.
Riendo, ella fue por el camino hacia el IROC.
Para su sorpresa, Otto les gritó:
—Tengan cuidado. Puedo no apreciar a ninguno de los dos, pero no quiero que los malos ganen.
—No te preocupes —dijo Miley mientras continuaba caminando—. Esta vez sé qué esperar.
—No seas presumida —dijo Nicholas, mirándola penetrantemente—. Era un gran hombre quien dijo “El orgullo aparece antes de la caída”.
Ella se tomó sus palabras a pecho.
—Buen consejo —miró sobre el hombro—. Buenas noches, Otto.
—Buenas noches, Miley. Cuida mi auto.
Nicholas se encogió.
Ella sofocó la risa ante su reacción.
—Mmm —dijo, respirando hondo el aire que era tan Nueva Orleáns mientras abría el pequeño portón que estaba junto al camino para dejarlos pasar a los patios—. Huele la belleza.
Nicholas frunció el ceño.
—Lo único que huelo es el hedor a putrefacción.
Ella lo miró amenazante mientras se le unía en la acera, junto al automóvil de Otto.
—Cierra los ojos.
—Preferiría no hacerlo. Podría pisar algo, y entonces lo traería de regreso a casa y lo olería toda la noche —Miley lo miró con desagrado y él se lo tomó con calma—. Eres la única mujer que conozco que puede oler este aire rancio y pensar que es agradable.
Ella cerró el portón.
—Cierra los ojos, Nicholas, o tu nariz podría ser la única parte que funcione correctamente mañana.
Nicholas no estaba seguro si debía obedecerle o no, pero se encontró haciéndolo, reacio, mientras se paraba un poco inclinado.
—Ahora respira hondo —dijo ella al oído con su sensual voz. Lo hizo estremecer—. ¿Hueles la humedad del río con un rastro de gumbo Cajun perfumándolo? Por no mencionar el musgo español…
Él abrió los ojos.
—Todo lo que huelo es orina, mariscos podridos y fango de río.
Ella lo miró, atónita.
—¿Cómo puedes decir eso?
—Porque eso es lo que huelo.
Miley le gruñó mientras subía al auto.
—Eres difícil de convencer, ¿sabes?
—Me han dicho cosas peores.
La mirada de ella se volvió seria y triste.
—Lo sé. Pero nuevos tiempos están llegando para ti. Sacaré ese palo de tu cu/lo, y esta noche vamos a relajarnos, patear traseros de Daimon, y…
—¿Discúlpame? —preguntó en un tono ofendido—. ¿Sacarás el qué de mi qué?
—Me escuchaste —le dijo, con una sonrisa traviesa—. Sabes, la mitad del problema que la gente tiene contigo es que no ríes mucho, y te tomas a ti y a todo lo demás demasiado en serio.
—La vida es seria.
—No —dijo ella, con la pasión brillando en su mirada azul—. La vida es una aventura. Es emocionante y terrorífica. A veces incluso es un poquito aburrida, pero jamás debería ser seria —Miley vio la duda en sus ojos. Él estaba tan desacostumbrado a confiar en la gente y, por alguna razón, quería que confiara en ella—. Ven conmigo, General Nicholas, y déjame mostrarte lo que la vida realmente puede ser, y porqué es tan condenadamente importante que salvemos al mundo.

Lo observó mientras él abría la puerta del auto como si estuviese tocando el pañal sucio de un bebé. Jamás había visto a alguien haciendo tantos gestos de desprecio. Era bastante impresionante.
Pero él no dijo nada más mientras subía al auto, y ella ponía un cambio y salía rápidamente por la orilla de la acera.
Nicholas no esperaba mucho de esa noche; pero debía admitir que le agradaba la vibración de esta mujer. El fervor con que vivía. Era fascinante observarla. No era ningún milagro que Ash hubiese entablado amistad con ella.
Cuando uno era inmortal, la frescura de la vida tenía un modo de morir aún más rápido que el cuerpo. Mientras los siglos se mezclaban, era fácil olvidar el lado humano. Recordar porqué la humanidad necesitaba ser salvada.
Era difícil recordar cómo reír. Pero, la risa y Nicholas eran prácticamente desconocidos. Antes de Miley  jamás había compartido la risa realmente con nadie.
Miley tenía el entusiasmo de una niña. De algún modo, se las había arreglado para aferrarse a sus ideales de juventud incluso frente a un mundo que no la aceptaba completamente. Verdaderamente no le importaba lo que él, o nadie más, pensara de ella. Pasaba su vida haciendo lo que necesitaba hacer y manejando todo en sus propios términos.
Cómo envidiaba eso de ella.
Era una fuerza poderosa para tener en cuenta.
Nicholas rió a pesar de sí mismo.
—¿Qué? —preguntó ella mientras giró con el auto tan rápido en una esquina que prácticamente arrojó a Nicholas sobre su propio asiento.
Él se acomodó.

*****
Jamás sabría que ella había estado aquí. Que había sido quien lo había ayudado. Simi tenía prohibido decírselo, y en cuanto ella desapareciera, los demás, que estaban abajo, también olvidarían que la habían visto.
—Te amo —susurró a su oído—. Siempre te amaré.
Depositó un casto beso en su mejilla ante de apartarse y tomar su gran mano en la de ella.
Las lágrimas corrieron por su rostro mientras rozaba los dedos de Acheron contra su mejilla.
—Un día —susurró—, nos conoceremos. Lo prometo.
Kat destrabó la puerta con sus poderes, y extrajo una pequeña bolsa de su bolsillo. Tenía tres hojas del Árbol de la Vida que sólo florecía en el jardín de la Destructora, muy profundo dentro de los pasillos de su templo en Kalosis. Sólo eso podía romper el ypnsi, el sagrado sueño que Orasia había dispensado una vez, desde los sagrados pasillos de Katoteros en los días en que los antiguos dioses Atlantes habían gobernado la tierra.
Sólo esto podía devolver a Acheron su fuerza completa.

Kat retorció las hojas hasta que estuvieron húmedas. Sosteniéndolas sobre los labios de Acheron, las aplastó más, hasta que fueron capaces de dejar caer nueve gotas dentro de su boca.
Observó cómo el color se esparció desde sus labios, lentamente, hacia el resto de su cuerpo.
Él respiró hondo y luego abrió los ojos.
Ella se desvaneció instantáneamente.
Ash sintió el aire agitarse a su alrededor. Se sentó rápidamente y deseó no haberlo hecho, cuando sintió que el dolor inundaba su cuerpo.
Secándose los labios, hizo una mueca ante el amargo y desagradable sabor que tenía en la boca.
—¿Akri?
Su corazón dejó de latir al escuchar la vacilante voz de Simi un instante antes que ella irrumpiera en la habitación y saltara a la cama junto a él.
De repente, todo regresó a su mente. Los Daimons.
El golpe…
¿Qué demonios lo había golpeado?
—Simi, ¿qué estoy haciendo aquí?
Ella lo agarró en un abrazo que lo tiró de espaldas, con ella envuelta en la parte superior de su torso.
—Asustaste a Simi, akri. Ella no sabía qué te sucedía. Te pusiste todo gris y desagradable como una estatua, o algo así. ¡Se supone que no hagas eso! Eso dijiste.
—Estoy bien, Sim —le dijo, acunándola—. Eso creo. ¿Por qué estoy en casa de Kyrian… contigo en tu forma humana?
—Te trajimos aquí.
Ash se tensó ante el sonido de la voz de Kyrian. Se sentó lentamente con Simi aún abrazándolo.
Con los brazos doblados sobre el pecho, Kyrian se quedó parado en el umbral con Julian y Amanda.
—¿Estás bien? —preguntó Kyrian.
Ash asintió.
—Eso creo. Aún estoy un poquito confuso, pero respiro.
O al menos lo intentaba, dado el hecho que Simi estaba pegada a él como una protectora mamá osa.
—¿Sabes lo que te sucedió? —preguntó Miley desde algún sitio, en el pasillo.
Desdichadamente sí, pero no era algo que necesitaran saber, ya que Simi había ido en busca del antídoto y lo había restaurado. Gracias a los dioses, había comprendido su orden.
Si los demás alguna vez se enteraban de quién y qué era…
Pero eso llevaba a la pregunta: ¿quién entre los Daimons sabía la verdad acerca de él? ¿Cómo sabían que tenían que golpearlo con el único compuesto que podía neutralizarlo en realidad?
Y no es que fuese a funcionar nuevamente. Mientras supiera que debía esperarlo, sabría que debía protegerse.
Y habría sufrimiento para el próximo que fuera lo suficientemente tonto como para intentar lastimarlo.
—Está bien, Simi —dijo Ash, palmeando a la demonio en la espalda—. Puedes soltarme.
—No, no puedo —dijo ella, mientras lo abrazaba con más fuerza—. Te habías puesto todo espantoso, akri. Como una de esas cosas que hay en casa. ¡Ew! A Simi no le gusta eso. Tienes que quedarte lindo y rosado, como se supone. O azul. No me molesta cuando estás azul. De piel, quiero decir. Cuando estás azulÀ de espíritu, también pone triste a Simi.
—Está bien, Simi —dijo Ash, interrumpiéndola antes de que dijera algo que no se suponía que dijera.
—¿Tu piel se vuelve azul? —preguntó Kyrian.
—La piel de todos se vuelve azul cuando tenemos frío —respondió evasivamente.
Ash se deslizó fuera de la cama a pesar del abrazo de Simi, que aún no había aflojado. Necesitaba salir de esa habitación para distraerlos del hecho que había estado tan cerca de morir como era posible para los de su especie.
Simi fue a pararse detrás de él y mantuvo sus brazos apretados firmemente alrededor de la cintura de Ash.
—Me parece que alguien está unida a ti, T-Rex —dijo Talon riendo.
—Sí, un poquito.
Ash salió de la habitación.
—¿Puedo tomar un poco de helado? —preguntó Simi mientras finalmente lo soltaba. Comenzó a ir hacia las escaleras, pero se desvió hacia el cuarto de Marissa para espiar por la puerta cerrada—. ¡Shh! —dijo en voz alta mientras se enderezaba—. La bebé está durmiendo.
—Sí, y Miley está escabulléndose —dijo Kyrian—. ¿Estás escapando a encontrarte con Nicholas?
Miley se puso rígida ante la pregunta.
—Dime algo, Ash —preguntó en un tono bajo mientras se acercaba a él en la escalera—. ¿A Artemisa le importaría que mate a un ex-Dark Hunter?
—No, pero creo que a tu hermana sí.
Miley miró sobre el hombro a Amanda.
—Entonces será mejor que esté asegurado. Porque está a un paso de una desagradable caída por estas escaleras.
—No me amenaces, Miley —dijo Kyrian—. Fuiste tan grosera conmigo cuando descubriste que estaba con Amanda… En realidad, intentaste matarme. Ahora estás enganchándote con el peor tipo de perverso. Dile, Ash. Los de su tipo asesinaban sin compasión.
Miley se dio vuelta en lo alto de la escalera para enfrentarlo.
—¿Los de su tipo? ¿Qué, un antiguo General? Parece que conozco a otras dos personas que eran de su tipo —miró significativamente a Kyrian y a Julian.
—Miley—dijo Amanda—. Es suficiente. Sabías cómo se sentía Kyrian respecto a Nicholas. ¿Cómo pudiste hacernos esto?

Ash se frotó la cabeza como si le doliera.
—Estaba pensando que alguien debería llamarte Huracán Miley.
Ella resopló.
—Llegas demasiado tarde. Mi madre ya lo hizo. En realidad, me llamó de ese modo la primera vez que visitó mi habitación en la universidad, y vio el caos que producía sin mi hermana Amanda recogiendo todo detrás de mí. Deberías estar agradecido que, después de doce años viviendo sola, finalmente aprendí a acomodar mis cosas.
Tembló ante el pensamiento.
—Verdaderamente, estoy agradecido.
Dobló el auto bruscamente hacia el estacionamiento de Jackson Brewery y lo metió en un espacio de aparcamiento que en realidad no se suponía que lo fuera.
—La policía remolcará el auto.
—Nah —dijo ella mientras lo cerraba y colocaba un pequeño medallón de plata sobre el tablero, con su nombre grabado en él—. Esta es la ruta de Ed, y él sabe lo que le conviene. Haré que mi hermana lo embruje a él y a su hermano si lo intenta.
—¿Ed?
—Uno de los policías asignados a este sitio. Vigila por mí. Solíamos ir a la secundaria juntos, y salió con mi hermana mayor, Karma, durante años.
—¿Tienes una hermana llamada Karma? —preguntó Nicholas.
—Sí, y es muy apropiado. Tiene una desagradable tendencia a regresar y lastimar a cualquiera que le haga daño cuando menos lo esperan. Es como la enorme y negra araña, esperando —las palabras no eran ni remotamente tan divertidas como el gesto que Miley hizo, levantando las manos y mordisqueando como un ratón rabioso—. Justo cuando piensas que estás a salvo de su furia… ¡bam! —golpeó las manos—. Te hace caer y quedas tirado en el piso, sangrando profusamente.
—Espero que estés bromeando.
—Para nada. Es una mujer pavorosa, pero la quiero.
Nicholas bajó del auto y se detuvo mientras se le ocurría algo. Cada vez que se daba vuelta, ella aparecía con otro pariente.
—¿Cuántas hermanas tienes?
—Ocho.
—¿Ocho? —preguntó, sorprendido por el número.
No era ningún milagro que no pudiese mantenerlas en orden. Se preguntaba cómo lo hacía ella.
Miley asintió.
—Tiyana, a quien llamamos Tia. Selena y Amanda, las conoces. Luego está Esmeralda, o Essie, como le decimos. Yasmina o Mina. Petra, Ekaterina quien generalmente usa Trina, y Karma, que se rehúsa a tener un sobrenombre —Nicholas silbó bajo ante su acto de pasar lista—. ¿Qué? —preguntó Miley.
—Sólo estoy compadeciendo a cualquier pobre hombre que haya vivido en esa casa con todas ustedes. Debe haber sido verdaderamente terrorífico al menos una semana de cada mes.
Ella se quedó boquiabierta, y luego rió en voz alta.
—¿Eso fue una broma?
—Simplemente una aterradora declaración de los hechos.
—Sí, claro. Bueno, a decir verdad, mi padre pasaba mucho tiempo en el trabajo durante esa época del mes, y se aseguraba que nuestras mascotas fueran machos, para no sentirse tan terriblemente superado en número. ¿Y tú? ¿Tenías alguna hermana?
Él sacudió la cabeza mientras ella se unía del lado del pasajero y se encaminaban hacia la calle Decatur.
—Sólo tenía hermanos.
—Epa, imagina si tu padre se hubiese casado con mi madre, hubiésemos tenido a la Tribu Brady.
Él se burló de ella.
—Difícilmente. Créeme, mi familia hacía que los Borgia pareciesen Ozzie y Harriet.
Ella levantó la cabeza y lo miró.
—Para un hombre que se enorgullece de ser remilgado y correcto, conoces a muchos íconos populares —Él no hizo ningún comentario—. ¿Cuántos hermanos tenías? —preguntó ella, sorprendiéndolo con su rápido regreso al tema anterior.
Intentó no responder y, sin embargo, lo dijo antes de poder detenerse.
—Hasta un par de años atrás, pensé que tenía sólo cuatro.
—¿Qué sucedió entonces?
—Descubrí que Zarek también era uno de ellos.
Miley frunció el ceño ante su revelación.
—¿Cuando estabas vivo no lo sabías?
La culpabilidad y la rabia desgarraron a Nicholas ante su inocente pregunta. Realmente debería haberlo sabido. Si tan solo se hubiese molestado en observar a Zarek cuando eran humanos…
Pero bueno, era hijo de su padre.
—No —dijo él tristemente—, no lo sabía.
—¿Pero lo conocías?
—Era esclavo en nuestra casa.
Ella parecía espantada.
—¿Pero era tu hermano? —Él asintió. Miley se veía tan confundida como él había estado la noche en que se enteró de la verdad—. ¿Cómo podías no saber?
—Tú no comprendes el mundo en que vivía. Uno no cuestionaba ciertas cosas. Cuando mi padre hablaba, eso era la verdad. Uno no miraba a los sirvientes, y Zarek… no estaba reconocible en esos días.
Miley sintió una ola de dolor tan profunda que la hizo sufrir junto con él. Envolvió el brazo alrededor del suyo y lo pellizcó suavemente.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó Nicholas.
—Me quedo junto a ti para que Zarek no te golpee otra vez con un rayo. Dijiste que no lastimaría a gente inocente, ¿verdad?
—Sí.
Ella le sonrió.
—Llámame Escudo.
Nicholas sonrió a pesar de sí mismo, mientras ponía una mano sobre el antebrazo de Miley.
—Eres una mujer tan extraña.
—Sí, pero estoy comenzando a agradarte, ¿cierto?
—Sí, así es.
La sonrisa de Miley se ensanchó.
—Nosotros, somos hongos. La próxima vez que lo pienses, en realidad te gustaré.
El problema era que ya le gustaba. Mucho más de lo que debería.
—¿Adónde vamos? —preguntó Nicholas mientras ella lo llevaba rápidamente por Decatur hacia Iberville, lejos de donde podrían cruzarse con alguno del equipo que lo odiaba cada vez que respiraba.
—Bueno, aún es temprano, así que pensé en hacer chequeo anticipado del perímetro, seguido por una intensa búsqueda en Abyss, que es un club al que estoy segura que jamás entraste. A muchos de los Apolitas les agrada frecuentarlo, y he barrido a varios Daimons allí, y cerca de ese sitio.
—¿No es ese uno de los clubes que Acheron frecuenta?
—Sí, pero como está en los cementerios, tengo la sensación de que los Daimons se congregarán donde piensen que estarán a salvo.
Nicholas no podía discutir eso.
Miley lo llevó hacia el Café Magnolia.
—¿Tienes hambre otra vez? —preguntó incrédulo, mientras ella entraba al restaurante.
—No.
—Entonces, ¿por qué estamos aquí?
—No te preocupes por eso.
Fue hacia el mostrador y pidió cinco comidas para llevar.
Nicholas estaba completamente desconcertado mientras miraba alrededor, de lo que la mayoría de la gente llamaría, un sitio “hogareño”. Tenía manteles de plástico a cuadros rojos y blancos, y pequeñas mesas y sillas que cualquiera podía encontrar en una casa normal.

Definitivamente, no era el tipo de lugar en que Nicholas comía, pero era del gusto de Miley.
Cuando las órdenes estuvieron listas, Miley las tomó y salió de regreso a la calle.
Nicholas la siguió, intrigado por lo que iba a hacer con ellas.

Su curiosidad terminó en un callejón oscuro. Dejó las bolsas de comida y luego lo tomó del brazo para apartarlo. Nicholas escuchó a la gente escabulléndose en la oscuridad.
—Alimentas a los indigentes —dijo él, tranquilamente. Ella asintió—. ¿Lo haces con frecuencia?
—Cada noche, más o menos a esta hora.
Él la hizo detener y la miró fijamente.
—¿Por qué?
—Alguien debe hacerlo —cuando él abrió la boca para hablar, ella le cubrió los labios con la mano—. Conozco todos los argumentos, Nick. ¿Por qué deberían trabajar cuando hay gente como yo dispuesta a alimentarlos gratis? No puedes salvar al mundo. Deja que otro se ocupe de ellos, etc. Pero no puedo hacerlo. Cada noche, cuando vengo aquí, sé que están allí y que sufren. Uno de los hombres, Martin, fue una vez un prominente empresario al que enjuiciaron y perdió todo. Su esposa se divorció de él y se quedó con los niños. Y como había abandonado la secundaria, y tenía cincuenta y seis años cuando fue a bancarrota, nadie lo contrataba. Trabajó para mí en mi tienda, pero no era suficiente para mantenerse, y no quería aceptar caridad, así que dormía en los callejones. Realmente quería aumentarle el sueldo pero, si lo hacía, tendría que hacer lo mismo con todos, y no puedo permitirme pagarle a cada empleado de medio tiempo de mi tienda treinta mil dólares por año.
—No iba a decir nada de eso, Miley —dijo él con calma—. Sólo quería decirte que tu compasión por otras personas me abruma.
—Oh —ella le ofreció una débil sonrisa—. Es que estoy acostumbrada a que la gente condene todo lo que hago.
Él levantó la mano de Miley hasta sus labios y besó sus nudillos.
—No te condeno, señora mía. Simplemente te admiro.
La sonrisa de Miley se hizo completa y lo apabulló. Ella le apretó la mano e hizo la cosa más inesperada del mundo. Puso su brazo alrededor de la cintura de él y comenzó a caminar por la calle.
Nicholas se sentía tan raro. Había visto a amantes hacer esto durante siglos, pero jamás había tenido a nadie que lo hiciera con él. Vacilando, envolvió su brazo alrededor de los hombros de ella y simplemente dejó que el calor de su cuerpo y su tacto se filtraran en él.
No había palabras para lo que sentía ahora mismo. Era una cosa muy ordinaria lo que estaban haciendo. La gente no debería tocarse tan íntimamente en público. Y, sin embargo, jamás había sentido algo mejor que tener a esta extraña mujer a su lado.
La brisa sopló mechones del cabello de ella sobre su mano. Era suave y ligero, y traía imágenes de ella a su mente que no debería tener, salvaje, en su cama. Indomable.
Y causaba estragos en su cuerpo.
No hablaron mucho mientras atravesaban la oscura ciudad donde los humanos hacían sus cosas, inconscientes del peligro que pendía sobre ellos. Era inquietantemente pacífico.


Era apenas pasada la medianoche cuando llegaron a la calle Toulouse. Abyss no era el típico escenario de los clubes de Nueva Orleáns. Era oscuro y poco atrayente, completamente distinto a la mayoría de los lugares para turistas que incitaban a entrar al público en general.
Miley lo condujo por un extenso callejón que era angosto y un poquito espeluznante.
—Hola, Miley —la saludó un hombre afroamericano alto, mientras chequeaba las identificaciones de una pareja frente a ellos.
Tenía la cabeza rasurada, con tatuajes que marcaban cada centímetro de piel expuesta… incluso sus manos.
—Hola, Ty —dijo Miley . ¿Cómo van las cosas esta noche?
—Nada mal —dijo él guiñando el ojo mientras hacía pasar a la pareja—. ¿Quién es tu amigo? —preguntó, estudiando a Nicholas con el ceño fruncido.
—Nick. También es amigo de Ash y Simi.
—No, ¡Mie/rda! —dijo antes de extender su mano hacia Nicholas—. Ty Gagne. Encantado de conocerte.
Nicholas estrechó su mano.
—A ti también.
—Diviértanse y, Miley  nada de armas esta noche, ¿trato hecho?
—Sí, sí, Ty. Nada de derramamiento de sangre. Entendí.
Una vez dentro del club, Nicholas quedó desconcertado ante el mar de humanos vestidos de negro. Parecía una convención de Dark Hunters. Era extremadamente fácil distinguir a los turistas que habían tropezado inadvertidamente con el club, o quizás habían sido desafiados a entrar. Había más perforaciones corporales y tatuajes en ese salón que los que había visto en dos mil años de vida.

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 Si no le entiende no las culpo no se porque el libro esta desordenado 



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