miércoles, 14 de agosto de 2013

Aferrate a la Noche - Cap: 11


—Tres.
Ella lo ignoró.
—Llevas una camisa Hawaiana de un fuerte e insoportable rojo brillante que sé que le pertenece a Liam, porque sólo la usa cuando quiere sacar de las casillas a Kyrian. Tuvo que encargarla especialmente por Internet, por la simple vulgaridad de la misma. Estás descalzo y vi el golpeado IROC afuera, el cual, asumo ahora, te pertenece.
—Él se puso notoriamente rígido, lo que confirmó su sospecha.
Ella continuó con su recapitulación.
—A primera vista, te ves como uno de esos tipos fiesteros, de vacaciones, que entran a mi tienda buscando el armario de videos que tenemos en la parte de atrás, porque ninguna mujer que se respete a sí misma saldría contigo. El tipo de hombre que compra todos los collares de Mardi Gras de pechos desnudos y fornicadores, para colgarlos alrededor de su cuello y pasar toda la semana borracho y vomitando, gritándole a las mujeres que muestren sus nalgas.

Él se cruzó de brazos y la miró con resentimiento.
—Ahora pongamos eso en contraste con algunos otros hechos que he notado. Eres un Escudero, y eres un Sangre Azul por tu propia admisión, lo que significa que provienes de generaciones enteras de Escuderos. Tu familia ha tenido más dinero que dios desde hace mucho tiempo. En realidad fuiste a Princeton e, incluso con una especialización cómica, te tomaste la molestia de obtener un doctorado. Eso me dice que el estatus sí significa algo para ti. Déjame adivinar: ese Jaguar negro metalizado, realmente genial que, literalmente, resplandece en la oscuridad, que Liam tiene estacionado en su casa y sin embargo jamás conduce, es en realidad tuyo.
Se detuvo junto a él y lo miró de arriba abajo.
—Sin mencionar que te conduces como un hombre acostumbrado a ser respetado, aún cuando intentas pretender que eres un cursi patán. Cualquiera con un gramo de percepción no se deja engañar por el modo en que te muestras.
Levantó la mano de Otto, donde tenía tatuada una telaraña.
—Lindo reloj —dijo secamente—. Patek Philippe Grand Complications Chronographs. Déjame adivinar: es el 5004P que se vende a ciento cincuenta mil dólares.
—¿Cómo sabes eso?
—Provengo de una larga línea de dueños de negocios, y mi Tía Zelda tiene una joyería —sostuvo su brazo levantado ante él—. Mira, ¿ves mi reloj de ataúd? Se vende al por menor por treinta y dos dólares en Hot Topic, y da la misma hora que el tuyo. Recibe la paliza de un Daimon y continúa andando.

Él puso los ojos en blanco.
Miley continuó con su discurso rimbombante.
—Y no eres un Escudero normal —Le dio una palmadita al tatuaje de telaraña en el dorso de su mano, con el que todos los Escuderos de su clase estaban marcados—. Eres un Rito de Sangre. Bien, Doctor Carvalletti, creo que en la vida real, no estás demasiado lejos de ser exactamente como Nick. Duro, arrogante, y dispuesto a hacer lo que sea necesario para cumplir con tu trabajo.
Ella inclinó la cabeza.
—Creo que lo que más te molesta es que, si fueses un Dark Hunter, serías igual a él. Pienso que te mata por dentro saber lo similares que son. ¿Dónde está colgado tu traje negro de Armani? ¿En la casa de Liam?
—¿Qué eres? ¿La maldita Sherlock Holmes?
Ella sonrió.
—Bastante, excepto que generalmente no me lleva tanto tiempo llegar a la verdad.
Él la miró impasiblemente.
—No necesito que me des una lección de moral, bebé. Sé cómo funciona el mundo.
—No tengo ninguna duda sobre eso. Pero tienes mucho que aprender de la gente. Lo que dicen y lo que sienten rara vez son lo mismo. Ahora mismo sé que me odias. Nada te gustaría más que sacarme a patadas de aquí, y cerrar de un golpe la puerta. Pero date cuenta que no has hecho nada de eso.
—Entonces, ¿cuál es tu punto?
—Mi punto es este. Los Escuderos de Rito de Sangre son los encargados de proteger los mandatos del Consejo, y mantener oculto el mundo de los Dark Hunters. Eso significa que están dispuestos a dar los pasos que sean necesarios, incluyendo el asesinato, para proteger sus secretos. Estoy segura que en alguna parte de tu pasado tuviste que hacer algo desagradable para cumplir con tu juramento de Escudero, y realizar tus tareas. Cuando estabas leyendo ese libro acerca de Nicholas, ¿te preguntaste alguna vez cuánto disfrutó? ¿O si simplemente hizo lo que hizo porque era su trabajo?
Otto sacudió la cabeza.
—¿Alguna vez te dijeron que deberías ser abogada?
—Sólo Bill cuando discutimos. Además, me gusta demasiado matar chupasangres como para ser uno de ellos —estiró la mano hacia él—. Miley Devereaux. Encantada de conocerte —su confusión la rodeó. Él vaciló antes de estrechar la mano que le ofrecía—. No te preocupes, Otto —le dijo con una sonrisa—. Soy un gusto que se adquiere con el tiempo. La mayoría de mis mejores amigos tuvieron que conocerme por años antes de poder siquiera soportar mi presencia. Soy como el moho, generalmente crezco dentro tuyo lentamente.
—Tú lo dijiste, no yo.
Ella le palmeó el brazo.
—Hazme un favor, sé bueno con Penícula. Creo que hay mucho más en él de lo que vemos.
—Eres la única persona que conozco que piensa de ese modo.
—Sí, bueno, supongo que siento que todos nosotros, los inadaptados, debemos mantenernos unidos. Al menos de ese modo no estamos solos.
Él la miró con un ceño confundido, pero antes que pudiera hacer algún comentario, su teléfono celular sonó.

Miley se alejó de él para darle privacidad en su llamado. Fue hacia el vestíbulo, para observar ávidamente el trabajo verdaderamente impresionante de las baldosas del piso.
No fue hasta quedar en el umbral que vio a Nicholas parado en el último escalón. A primera vista, podía pasar por una de las estatuas que flanqueaban las escaleras pero, a diferencia de ellas, él era de carne y hueso.
Nicholas miró fijamente a Miley mientras sus palabras resonaban en su cabeza. Por lo que sabía, nadie lo había defendido jamás.
Ni siquiera una vez en sus dos mil años de vida y muerte.
Y, aunque lo hubiesen hecho, dudaba que hubiese sido tan elocuentemente. Ella estaba en la penumbra de su umbral, con su largo cabello castaño enmarcando un rostro que era abierto y honesto.
El rostro de una mujer que no temía enfrentarse a nadie ni a nada. Jamás había conocido a alguien tan valiente.
—Gracias —le dijo, calmadamente.
—¿Escuchaste? —Él asintió sutilmente—. ¿Cuánto escuchaste?
—Mucho.
Ella pareció incomodarse.
—Podrías habernos hecho saber que estabas aquí. No es agradable escuchar a escondidas.
—Lo sé.
Ella fue a pararse frente a él.
Nicholas descendió el escalón. Deseaba tanto tomarla en sus brazos y besarla, pero no podía.
Ella era humana, y él no. La última vez que se había dignado a sentir compasión por una mujer que no era para él, le había causado un dolor que ninguna mujer debería soportar jamás, y había causado su propia muerte.
Pero eso no evitaba que su cuerpo deseara ardientemente a Miley  Que su corazón sintiera una extraña punzada, debido al hecho que ella lo hubiese defendido.
Antes de poder detenerse, se estiró y acunó su mejilla marcada con la mano.
Había estado solo tanto tiempo. Aislado. Odiado.
Y esta mujer…
Ella llenaba algún vacío interno que él había olvidado que existía.
El corazón de Miley martilleó ante la calidez de la mano en su rostro. La suavidad que veía en sus ojos oscuros y la gratitud que sentía en él. No, él no era lo que Otto creía.
No era frío e insensible. Brutal o violento. Si lo fuese, ella lo sabría. Lo sentiría.
Nada de eso estaba allí. Sólo sentía dolor y soledad proviniendo de Nicholas.
Le cubrió la mano con la suya, y le ofreció una sonrisa.
Para su sorpresa, él la devolvió con una propia. Era la primera vez que veía una verdadera sonrisa de él. El gesto suavizaba sus rasgos y tiró con fuerza de su corazón.

Él bajó la cabeza hacia la de ella.
Miley abrió los labios, queriendo saborearlo.
—Hey, ¿Nicholas?
Él se irguió de un tirón mientras ella luchaba por no maldecir lo oportuno de Otto.
Nicholas se alejó de ella dos segundos antes de que Otto apareciera en el vestíbulo.
—¿Sí?
—Ya me voy. Me encontraré con Tad y Kyi de la página web de Dark Hunter. Tendré el teléfono encendido por si necesitas algo.
La mirada de Otto se encontró con la de ella, y pudo sentir su desdén.
Miley le sonrió.
—Buenas noches, Otto. No permitas que Tad te meta en problemas.
—¿También conoces a Tad?
—Bebé, conozco a casi todos en esta ciudad.
—Genial —murmuró Otto en voz baja mientras iba hacia la puerta.
En cuanto se cerró detrás de él, Nicholas pasó junto a Miley.
Por alguna razón que no podía comprender, ella se estiró y atrapó su cabeza con la mano.
Sobresaltado, él abrió la boca.
Incapaz de resistir la tentación, ella se puso en puntas de pie y lo besó.

Miley no estaba para nada preparada para la reacción de Nicholas a su beso. En un rápido y tierno movimiento la acercó a sí, la levantó del suelo, giró y luego la recostó sobre las pulidas escaleras. No era la más cómoda de las posiciones, pero era extrañamente erótica.
Aún así, no era rival para su beso caliente y exigente, que la dejó débil y sin respiración. Su cuerpo largo y masculino yacía entre sus piernas, mientras él mantenía todo su peso sobre una rodilla. Ella podía sentir la erección presionando contra su centro, mientras su propio cuerpo ardía por sentirlo de este modo, desnudo.
El intenso y delicioso aroma de Nicholas la atravesó, excitándola aún más.
No había nada civilizado ni correcto en la manera en que la besaba. Nada civilizado en la manera en que la abrazaba. Era crudo y mundano. Prometedor.
Miley envolvió sus piernas alrededor de la delgada cintura mientras le devolvía el beso con todas sus fuerzas.

Nicholas no podía pensar mientras la saboreaba. Mientras la sentía. Ella lo envolvía en un capullo con su calidez y su pasión.
Apenas podía contenerse para no tomarla en las escaleras como un bárbaro jefe militar.
—Tienes que dejar de besarme, Miley —le susurró entrecortadamente.
—¿Por qué?
Él siseó mientras ella mordía suavemente su mentón.
—Porque si no lo haces, te haré el amor, y eso es lo último que cualquiera de nosotros necesita.

Miley trazó el contorno de los labios de Nicholas con la lengua mientras él hablaba. Lo único que quería era quitarle la ropa y explorar cada centímetro de su exquisito y masculino cuerpo con la boca. Lamerlo y provocarlo hasta que rogara por su piedad.
Pero él tenía razón. Era lo último que necesitaban. Él era un Dark Hunter que tenía prohibido tener novia y, aún peor, no era el tipo de chico que pudiera presentarle a su familia alguna vez.
Todos se pondrían en su contra por entablar amistad con el enemigo más odiado de su cuñado. Kyrian había sido más que aceptado en su enorme familia. Todos lo querían.
Incluso Miley. ¿Cómo podría lastimarlo de este modo?
No, no era justo para ninguno de ellos.
—Está bien —dijo tranquilamente—. Pero primero tendrás que salir de encima de mí.
Eso fue lo más difícil que Nicholas tuvo que hacer en su vida. Todo lo que su corazón deseaba era quedarse allí mismo donde estaba. Pero no podía, y lo sabía.

Respirando profundamente, se obligó a levantarse y ayudarla a ponerse en pie.
Su cuerpo seguía duro, le costaba respirar. No soportaba estar cerca de ella sin tocarla. Pero, por otro lado, estaba acostumbrado al control.
Lo habían criado de ese modo.
Lo que jamás había esperado era la necesidad casi animal que sentía por tomarla. Era primitiva y exigente. Feroz. Y lo único que anhelaba era probar a Miley.
—Supongo que esta es la parte en la que nos separamos —dijo, con voz entrecortada.
Miley asintió. Pasó tan cerca de ella que pudo oler su aroma crudo e innatamente masculino. Hizo que su corazón se acelerara y alimentó aún más su deseo.
Apenas podía evitar acercarse a él. Anhelando, lo vio abrir la puerta principal de su casa.
—Gracias, Miley —dijo calmadamente.
Ella sintió su tristeza y la hizo sufrir aún más.
—No te metas en problemas, Nick. Intenta que no vuelvan a apuñalarte.
Él asintió y se mantuvo rígido y formal. Pero se rehusó a mirarla.

Suspirando nostálgicamente por algo que no podía ser evitado, Miley se obligó a partir.
Había terminado.
Impulsivamente, volvió la vista mientras la puerta se cerraba. No había señales de Nicholas. Ni una.
Excepto por un sexto sentido que le decía que aún estaba observándola.
Nicholas no podía apartar su mirada de Miley mientras ella subía a su auto. No comprendía por qué sentía el impulso de correr hacia la puerta y detenerla.
Ella no era como Agrippina. Miley no era tranquilizadora ni reconfortante, y sin embargo…
Su corazón sufrió mientras ella salía rápidamente del camino de su casa y de su vida.
Estaba solo otra vez.

Pero, por otra parte, siempre lo había estado. Incluso cuando Agrippina había vivido en su hogar, se había mantenido apartado. La había observado de lejos. La había deseado cada noche, y sin embargo jamás la había tocado.
No le correspondía. Él había sido un noble y ella no más que una esclava de humilde cuna que servía en su casa. Si hubiese sido uno de sus hermanos, la habría tomado sin cuestionarlo. Pero no había estado en él aprovecharse de ella. Forzarla a ir a su cama.
Ella no se hubiera atrevido a negarse. Los esclavos no tenían nada de control sobre sus vidas, especialmente cuando tenía algo que ver con sus amos.

Cada vez que la había visto, había tenido en la punta de la lengua pedirle que se acostara con él.
Y cada vez que había abierto la boca, la había cerrado rápidamente, rehusándose a pedirle algo en lo que ella no tenía voz. Entonces, la había llevado a su casa para salvarla de lo que otros miembros de su familia podrían hacerle.
Nicholas dio un respingo mientras recordaba la noche en que sus hermanos habían ido a buscarlo. 

La noche en que habían encontrado su estatua y se habían dado cuenta de quién era.
Maldiciendo, se apartó de la ventana y obligó a esos pensamientos a apartarse de su mente.
Jamás había sido su destino ayudar a nadie.
Había nacido para estar solo. Para no tener amigos ni confidentes. Para no reír ni jugar jamás.
No se podía luchar contra el destino. No se podía esperar otra cosa. Había nacido a esta vida del mismo modo en que había nacido a la anterior.
Miley se había ido.
Y era lo mejor.
Con el pecho apretado, subió por las escaleras de caoba hacia su habitación. Se ducharía, cambiaría de ropa, y entonces haría el trabajo con el que se había comprometido.

Miley condujo su auto de regreso a lo de Tia, donde vio el Toyota de Amanda en la calle. Entró, y estaba bajando del auto cuando Amanda y Tia salieron por la puerta trasera.
—Hey, Mandy —dijo Miley, acortando la distancia para poder abrazar a su gemela.
—Entonces, ¿quién era el hombre hermoso con el que estabas? Tia dijo que no mencionaste su nombre.

Miley se obligó a no enviar ningún pensamiento o emoción inconsciente a su hermana melliza.
—Es sólo un amigo.
Amanda sacudió la cabeza.
—Miley —la regañó—. Tienes que dejar de pasar tiempo con tus amigos homosexuales y buscarte un novio.
—A mí no me pareció homosexual —dijo Tia—. Pero estaba bien vestido.
—¿Dónde está la bebé M? —preguntó Miley  intentando sacar del tema a ambas.
—En casa. Sabes cómo es Ash. Se rehúsa a permitir que abandone el edificio una vez que cae el sol.
Miley asintió.
—Sí, estoy de acuerdo con él. Es una niñita muy especial, que necesita protección.
—Yo también concuerdo, pero odio dejar a mi bebé. Siento como si me faltara un órgano vital —Amanda sostuvo su talismán de plata—. Tia me hizo prometer que lo colgaría en la habitación de Marissa.
—Buen consejo.
Amanda frunció el ceño.
—¿Segura que estás bien? Hay algo muy extraño en ti esta noche.
—Siempre hay algo extraño en mí.
Amanda y Tia rieron.
—Es cierto —concordó Amanda—. Está bien, entonces dejaré de preocuparme.
—Por favor. Una madre es suficiente.
Amanda la besó en la mejilla.
—Las veré más tarde.

Ni Miley  ni Tia hablaron hasta que Amanda subió a su auto y partió. Miley metió sus manos en los bolsillos y giró para enfrentar el ceño fruncido de su hermana.
—¿Qué?
—¿Quién era él, en realidad?
—¿Qué sucede con ustedes? No es nadie por quien debas preocuparte.
—¿Era un Dark Hunter?
—Basta, Gladys —dijo Miley refiriéndose a la entrometida vecina de “Hechizada”, el programa de TV que le había dado nombre a Miley—. No hay ronda de gratificación para Veinte Preguntas, y tengo cosas que hacer. Nos vemos.

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