miércoles, 14 de agosto de 2013

Aferrate a la Noche - Cap: 10


Pero sentía una horrible atracción hacia el Dark Hunter que dormía en su cama. Era est/úpido. Él era un antiguo guerrero al que ni siquiera parecía agradarle.
Sin embargo, su beso había dicho otra cosa. Allí, por unos pocos minutos, él había estado tan ansioso por ella como ella por él. Ella no lo repelía completamente.
Esperó hasta las cuatro, y entonces fue a despertarlo.
Abriendo la puerta lentamente, se detuvo mientras lo veía dormido. Estaba acostado con la espalda hacia ella, pero lo que la hizo detener fueron las violentas cicatrices que entrecruzaban su carne. Esas no eran cicatrices de batalla. Eran el tipo de marcas que uno encontraría en alguien que había sido golpeado con un látigo. Muchas veces.
No podía apartar sus ojos. Sin pensarlo, atravesó el cuarto y puso su mano sobre el brazo de Nicholas.
Él giró con un siseo y la agarró.
Antes de que ella se diera cuenta de lo que iba a hacer, la tenía debajo de él, con una mano en la garganta.
—Suéltame, Nicholas, o voy a lastimarte mucho.
Él parpadeó como si estuviese saliendo de un sueño. Su apretón se aflojó inmediatamente.
—Perdóname —dijo, mientras le acariciaba suavemente el cuello—. Debería haberte advertido que no me despertaras tocándome.
—¿Siempre atacas a la gente cuando te despiertan?
Nicholas no podía hablar mientras sentía la suavidad de la piel de Miley debajo de sus dedos. A decir verdad, había estado soñando con ella. Sólo que ella estaba en su mundo. Vestida con nada excepto un collar de perlas y cubierta por pétalos de rosas.
Era increíblemente hermosa. Sus ojos eran tan azules. Su nariz graciosa, y sus labios… eran material de leyenda. Llenos y exuberantes, rogaban por su atención.
Antes de poder detenerse, descendió su boca sobre la de ella.
Miley gimió ante el sabor a guerrero romano. Su beso era tierno y suave, una antítesis total a la sensación de acero de su cuerpo. La hizo derretir, mientras envolvía sus brazos alrededor de la espalda desnuda de él y trazaba las cicatrices que encontraba allí.
Y ella estaba demasiado consciente del hecho que él estaba completamente desnudo.
Nicholas gruñó al sentir la lengua de ella acariciando ligeramente la suya. Sentir su aroma y sus suaves curvas envueltas a su alrededor. La tela de sus jeans raspó su piel mientras ella abría los muslos y lo sostenía entre esas piernas largas y exquisitas. 

Miley pasó una mano por el pelo de Nicholas, apartándolo de su rostro antes de enterrar la mano y sostenerlo contra sí.
Él levantó el borde de su suéter para poder acunar suavemente su pecho a través del satén de su sostén. Ella gimió profundamente, con un sonido ronco y crudo que lo hizo arder.
Como Miley le había señalado antes, él había pasado demasiadas noches con mujeres que jamás habían reaccionado tan francamente a su contacto. Ella pasó las manos por sus hombros, luego descendió a la parte inferior de su espalda.
En lo único que él podía pensar era en tomarla. En deslizarse muy profundo dentro de ella hasta que ambos estuvieran débiles y saciados.
Mientras buscaba con los dedos el pasador del frente de su sostén, un diminuto fragmento de cordura asomó su fea cabeza. Ella no era para él.
Apartó la mano.

Miley acunó su cabeza entre las manos y lo atrajo.
—Sé lo que eres, Nick. Está bien.
Tomó la mano de él con la suya y la llevó de regreso a su pecho. Apartó el satén hasta que él sintió el duro e inflamado pezón provocando a su palma. Nicholas no podía respirar mientras acunaba su suave seno. Ella era tan cálida, tan acogedora, que le resultaba difícil creer que era algo especial para ella.
—¿Te acuestas con todos los Dark Hunters?
Ella se quedó dura.
—¿Qué?
—Sólo me preguntaba si habrías estado con Acheron… con Talon.
Miley lo apartó de un empujón.
—¿Qué tipo de pregunta es esa?
—Apenas te conozco, y ya te has ofrecido dos veces a mí.
—¡Oh, im/bécil arrogante! —Tomó la almohada y lo atacó con ella. Nicholas levantó una mano para escudarse, pero ella no se detenía—. ¡Eres tan est/úpido! No puedo creer que me preguntaras semejante cosa. Lo juro, ¡jamás volveré a estar en la misma habitación que tú!
Finalmente, el aporreo de almohadas terminó.
Él bajó el brazo.
Ella le dio un último golpe en la cabeza y entonces soltó la almohada.
—Para tu información, compañero, no soy la bicicleta del pueblo. No duermo con cada tipo al que me acerco. Pensé que eras… Oh, no importa. ¡Al diablo contigo!

Ella giró y salió violentamente de la habitación. Golpeó la puerta con tanta fuerza que hizo repiquetear las ventanas y tambalear los collares que había en su espejo y en el altar.

Nicholas se quedó tirado en la cama, completamente sorprendido por lo que acababa de suceder. ¿Ella lo había golpeado con una almohada?
Por su encuentro de la noche pasada, sabía que ella podría haberlo atacado con algo mucho más doloroso, pero se había contenido.
Para ser sincero, se sentía aliviado por la obstinada reacción de Miley.  Su indignación había sido demasiado grande como para ser fingida.
Y eso trajo una extraña calidez a su pecho. ¿Podría ser que él realmente le agradara?
No. No era posible. Él no le agradaba a nadie. Jamás lo había hecho.
“Eres despreciable. Lamento el día en que mamá te trajo a este mundo. Sólo me alegra que haya muerto antes de poder ver la vergüenza que eres para la familia”.

Se sobresaltó ante las crueles palabras que su hermano Markus le había arrojado repetidamente.
Su propio padre lo despreciaba.
“Eres débil. Patético. Debería haberte matado antes de gastar el agua y la comida que han hecho falta para criarte”.
Sus palabras eran bondadosas comparadas con lo que sus hermanos Dark Hunters habían expresado.
No, no había modo que le “agradara” a Miley.  Ella ni siquiera lo conocía.
Él no sabía por qué ella era tan receptiva a su contacto.

Quizás era simplemente una mujer con una fuerte pasión. Él era un hombre apuesto. Y no es que por eso fuese vanidoso. Sólo era un hecho. Incontables mujeres se le habían ofrecido a través de los siglos.
Pero por alguna razón que no quería pensar más, deseaba algo más que una relación de una noche con Miley.
Quería…
Nicholas forzó a sus pensamientos a apartarse de eso. No necesitaba a nadie, ni siquiera un amigo. Era mejor pasar su vida solo, alejado de otra gente.
Levantándose, se vistió y abandonó el dormitorio de Miley para bajar las escaleras.
Encontró a Marla en el comedor.
—Uuuh, bombón, no sé qué le hiciste a Miley, pero está furiosa. Me pidió que te dijera que comas antes que envenene tu comida, o le haga algo peor.
Nicholas quedó sorprendido al ver ternera al marsala y una ensalada italiana con pan con ajo esperándolo.
—¿De dónde vino eso? —le preguntó a Marla.
—De Tony's, calle abajo. Miley me envió a buscarlo. Ella y Tony no se hablan en este momento. Dios la bendiga, tiende a hacer que todo el mundo se enoje con ella. Pero él lo superará. Siempre lo hace.
Nicholas se sentó y luego tomó un bocado del paraíso. Jamás había probado algo mejor. ¿Por qué Miley se habría tomado semejante molestia por él?
Estaba a mitad de la comida cuando Miley pasó por la puerta que conducía a su tienda.
—Espero que te ahogues —le gruñó mientras iba hacia la cocina.

Nicholas tragó lo que estaba comiendo, se limpió la boca y corrió la silla para ir detrás de ella.
—¿Miley? —la hizo detener—. Lamento lo que dije. Es sólo que…
—¿Sólo que qué?
—La gente nunca es agradable porque sí.
Y jamás eran agradables con él.
Miley se quedó muda. ¿Hablaba en serio?
—¿La cena estaba bien?
—Estaba deliciosa. Gracias.
—No hay problema. —Apartó su mano—. Probablemente sabes que ya está oscuro. Puedo llevarte a tu casa cuando estés listo.
—Sólo necesito detenerme para comprar un poco de aceite para lámparas.
—¿Aceite para lámparas? ¿No tienes electricidad?
—Sí, pero es imperativo que lo compre esta noche y vaya a casa.
—Está bien. El carro de batalla espera a cuatro calles, en lo de mi hermana Tia. Podemos tomar el aceite de su negocio.
—¿Tiene aceite para lámparas?
—Sí. Es una sacerdotisa vudú. Probablemente viste el altar, arriba, que hizo para mí. Es un poquito excéntrica, pero la queremos de cualquier modo.
Nicholas inclinó su cabeza respetuosamente ante ella, luego regresó escaleras arriba a buscar su abrigo.
Miley estaba a punto de recoger los platos cuando Marla la espantó.
—Me ocuparé de eso por ti.
—Gracias, dulzura.
Marla arrugó la nariz.
—Cuando quieras. Ustedes vayan y hagan algo salvaje por mí. Quiero todos los detalles.
Miley rió mientras intentaba imaginar lo que podría implicar algo “salvaje” con Nicholas. Probablemente sería nada más milagroso que lograr que vistiera zapatillas y bebiera de un vaso de papel.
Nicholas se unió a ella. Miley lo acompañó rápidamente a la puerta de la tienda antes que Marla viese su abrigo y lo confiscara.

Él se detuvo tan repentinamente dentro de su tienda, que ella chocó contra él. Nicholas se quedó boquiabierto mientras recorría el lugar con la mirada, con una expresión de completo horror en su rostro.
—¿Dónde estamos?
—En mi tienda —dijo Miley . La caja de Pandora, en la calle Bourbon. Proveo de servicios a strippers y transvestidos.
—Esto es… es una…
—Tienda para adultos, sí, lo sé. La heredé de mi tía cuando ella se retiró. Ahora cierra la boca y para de tragar saliva. Hago mucho dinero y amigos en este sitio.
Nicholas no podía creer lo que estaba viendo. ¿Miley era dueña de una guarida de iniquidad? ¿Y por qué lo sorprendía?
—Y esto es exactamente lo que ha ocasionado que el mundo occidental se deteriore —dijo, mientras ella lo conducía a través de una caja de vidrio con cubrepezones decorativos y tangas.
—Oh, sí, claro —dijo Miley . Como si no fueras capaz de dar tu brazo derecho por tener a una mujer vestida con mis cosas, desvistiéndose para ti. Buenas noches, Franny —le gritó a la mujer detrás de la caja registradora—. Asegúrate de darle a Marla los ingresos y depositar cuando cierres esta noche, ¿está bien?
—Claro, jefa. Que tengas una buena noche.

Miley encabezó la salida a la calle. La ciudad ya estaba colocando las barreras en las intersecciones, que convertirían a la calle Bourbon en un centro de compras de trasnoche para los peatones. Giró a la izquierda sobre la calle Bienville hacia la casa de su hermana; mientras tanto, escudriñaba en busca de cualquier actividad sospechosa.
Nicholas se mantenía notablemente silencioso.
Mientras se aproximaban a la siguiente bocacalle, oyó a Nicholas maldecir.
Dos segundos más tarde, un relámpago lo golpeó.
Miley jadeó mientras Nicholas era arrojado contra un edificio por el golpe del relámpago. Antes de poder dar un paso, comenzó a llover sobre él, literalmente, y sobre nadie más. De hecho, el único sitio donde caía agua era donde Nicholas estaba tirado en el piso.
—¿Qué diablos? —preguntó.
Nicholas respiró hondo mientras se ponía lentamente de pie. Su labio estaba cortado, y tenía un corte en la mejilla, donde se había golpeado contra la pared. Sin una palabra, se limpió la sangre con el dorso de su mano, y luego tocó la herida en su mejilla.
Estaba empapado mientras la lluvia continuaba cayendo sobre él con un golpeteo staccato.
—Se detendrá en un minuto.
Y así fue.
Nicholas secó el agua de su rostro y luego escurrió su pelo.
Miley estaba pasmada.
—¿Qué acaba de suceder?
—Mi hermano, Zarek —dijo cansadamente mientras sacudía los brazos y salía agua por todos lados. Hace un par de años fue convertido en dios, y desde entonces me ha convertido en su ocupación de tiempo completo. Es la razón por la que ya no conduzco. Me cansé bastante de que mi motor se saliera del auto cada vez que me detenía ante un semáforo. El único tipo de transporte seguro que me queda son mis pies, y como has visto, ni siquiera son completamente seguros.
La furia no estaba ausente en su tono.
—¿Mi auto sí es seguro?
Nicholas asintió.
—Sólo viene por mí —Ella comenzó a acercársele—. No lo hagas —le dijo, y su respiración formó de repente una pequeña nube mientras hablaba—. Aquí está helado.

Miley estiró la mano y sintió el aire ártico que rodeaba a Nicholas. Hacía más frío que en un congelador donde estaba parado.
—¿Por qué te hace esto?
—Me odia.
—¿Por qué? —Miley sintió que una ola de vergüenza lo atravesaba—. ¿Qué le hiciste? —Él no respondió. En cambio, se sopló las manos y comenzó a caminar otra vez—. Nicholas —le dijo, deteniéndolo aunque no estaba segura de que no se le hubiera congelado la mano al hacerlo—. Háblame.
—¿Y qué quieres que te diga, Miley? —preguntó con calma—. Sentía pena por Zarek cuando éramos pequeños, y cada vez que intentaba ayudarlo, sólo terminaba lastimándolo más. Tiene derecho a odiarme, y a toda nuestra familia. Debería haberlo dejado en paz e ignorarlo. Hubiese sido mejor para todos.
—No está mal ayudar a alguien.
Él la miró con sequedad.
—Mi padre siempre decía “Nullus factum bonus incedo sinepoena”; ninguna buena acción queda sin castigo. En el caso de Zarek, le dio mucha importancia a comprobarlo.
Ella estaba consternada por lo que le estaba contando.
—Pensé que mi familia era extraña. Parece que ustedes eran realmente el equipo disfuncional.
—No te das idea.
Y volvió a andar por la calle.
Miley lo siguió pero, para ser sincera, se sentía realmente mal por él. No podía imaginar que una de sus hermanas la odiara. Era cierto que no se llevaban bien todo el tiempo. Con ocho hermanas y una amplia variedad de locuras en la familia, siempre había uno que no le hablaba a otro por algo que había sucedido pero, al final, la familia era la familia, y cualquiera que los amenazara recibía rápidamente una dosis de la solidaridad Devereaux.
Incluso aunque técnicamente no se dirigiesen la palabra, siempre podían contar con la familia en caso de necesidad. Hasta cuando eran niñas. En la escuela secundaria, Miley había jurado que no volvería a hablarle a su hermana mayor Trina, porque ésta había tenido una cita con un chico del que sabía que Miley estaba enamorada.
Cuando el idi/ota rompió el corazón de Trina poniéndole los cuernos con una porrista, Miley había soltado a la preciada boa constrictora de la Tía Cora dentro del auto del tipo. Él se había asustado tanto que había mojado sus pantalones antes que Miley  acara a la serpiente.

Aún así, habían pasado dos días más, antes que ella y su hermana se reconciliaran. Pero lo habían solucionado. Nadie en su familia guardaba rencor por más de unas pocas semanas. Y sin importar lo enojados que estuvieran, jamás, jamás lastimarían al otro.
Por dios, ¿qué tipo de familia tenía Nicholas, que dos mil años más tarde su hermano aún le arrojaba relámpagos?
Para el momento en que llegaron a la tienda de su hermana, las cejas y las pestañas de Nick estaban completamente congeladas. Su piel tenía un horrible tinte grisáceo.
—¿Estás bien?
—No me matará —le dijo con calma—. No te preocupes. Dentro de unos minutos se aburrirá y me dejará en paz por algún tiempo.
—¿Cuánto?
—Generalmente un par de meses, a veces más. En realidad nunca sé cuándo va a atacar. Le gusta sorprenderme.
Miley estaba horrorizada por lo que estaba presenciando.
—¿Ash sabe que te hace esto?
—Zarek es un dios ahora. ¿Qué puede hacer Acheron para detenerlo? Al igual que tú con tu cuñado, Zarek piensa que es divertido “bromear” conmigo.
—Jamás soy deliberadamente cruel con él. Bueno, quizás esa vez en que le envié una caja de RogaineÀ para su cumpleaños, pero ese fue sólo un regalo de broma hasta que abriera el verdadero.
Tocó las manos heladas de Nicholas y se dio cuenta que estaba temblando en exceso.

Le dolía el corazón por él. Se sopló las manos y las frotó antes de colocarlas sobre el rostro de Nicholas, que estaba tan frío que instantáneamente tomó todo el calor de su piel.
Él la miró agradecidamente antes de apartarse.
De pronto, una nube de algo sulfúrico los rodeó.
Miley tosió ante el rancio olor, antes de taparse la nariz y girar para encontrarse con su hermana Tia murmurando algo que no podía entender.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó.
—Él tiene la maligna sensación de la muerte encima. En realidad no ibas a meterlo en mi tienda de ese modo, ¿verdad?
—Sí —Miley arrebató el pequeño recipiente de madera de las manos de Tia—. ¿Podrías terminar con esta desagradable porquería vudú? Apesta.
Tia se estiró hacia ella.
—Dame eso.
—Suéltame o lo tiraré en la calle —Tia se apartó instantáneamente. Miley observó el polvo rojo-dorado y frunció los labios ante el rancio olor—. Sabes, realmente podría habérmelas arreglado sin esta asquerosa porquería. Y aquí estaba, diciéndole a Nick que mi familia no era tan mala —agregó, alcanzándole el recipiente a Tia.
—Necesitas protección —dijo Tia a la defensiva—. Hay algo aquí. Puedo sentirlo.
—Esa debe ser tu cordura. Quizás podrías invitarla a pasar —Tia la miró con irritación. Miley sonrió—. Sólo bromeaba. Sé lo que quieres decir. También puedo sentirlo.
Tia miró a Nicholas, que aún temblaba.
—¿Por qué está mojado y congelado?
—Es una larga historia —dijo Miley  Tenía la sensación que Nicholas no apreciaría que le contara a su hermana acerca de su hermano psicópata—. Esta es mi hermana Tiyana. Tia, para resumir.
—Hola —dijo Tia antes de tomar el brazo de Nicholas y llevarlo hacia la entrada de su tienda.
Él miró a Miley con pánico.
—Está bien. Está principalmente loca, pero no tiene un solo pelo de maldad en su cuerpo.
—No quiero oír nada sobre mi locura proviniendo de la lunática que caza vampiros en su tiempo libre. Deberías verla —le dijo Tia a Nicholas mientras lo arrastraba a través del angosto local, que estaba alineado en estantes con todo tipo de gris-gris, amuletos, muñecos vudú, velas y recuerdos para turistas—. Piensa que cualquier tipo vestido de negro es un vampiro. ¿Tienes una idea de cuántos hombres visten de negro en Nueva Orleáns? Es aterradora. En serio —Tia se dio vuelta hacia la vendedora—. Chelle, cuida la tienda un minuto —le dijo a su empleada, quien estaba etiquetando una nueva tanda de llaveros de diente de cocodrilo.
Tia los condujo por la puerta trasera hacia el cuarto de almacenamiento. Hizo sentar a Nicholas en una silla alta y luego extrajo una gran caja de ponchos Mexicanos, antes de tomar varios de ellos y envolvérselos alrededor.
Fue hacia el baño y regresó con una toalla.
—Seca su cabello mientras le preparo algo caliente de beber.
—Gracias, hermanita —dijo Miley mientras tomaba la toalla.

Nicholas estaba desconcertado por la obstinada generosidad. Nadie lo había tratado jamás de ese modo… como si él importara. Como si ellas se preocuparan.
—Puedo secarme el cabello.
—Mantente bajo los ponchos y entra en calor —le dijo Miley mientras le quitaba el lazo de la cola de caballo.
Su ternura lo sorprendió, mientras le secaba cuidadosamente el cabello con la toalla y luego lo peinaba con sus dedos.
Tia volvió con una taza grande y humeante en forma de esqueleto que tenía un aroma cálido y extraño.
—No te preocupes. No es una poción. Simplemente una mezcla casera de canela y chocolate que vendo en Navidad, y que supuestamente evita la melancolía.
Se la alcanzó.
—¿Funciona? —preguntó él.
—En la mayoría de la gente. El chocolate estimula las endorfinas para animarte, y la canela hace pensar a casi todos en el hogar y el amor materno —Tia sonrió—. Te asombrarías de cuánta ciencia hay en la magia.
Nicholas tomó un sorbo dubitativo. Estaba sorprendentemente bueno y, de hecho, lo entibió.
—Gracias —dijo.
Tia asintió.
—¿Vinieron a buscar tu auto? —le preguntó a Miley.
—Sí. No quisimos molestarte.
—Está bien. Estaba esperando a que apareciera Amanda. La llamé antes, y le dije que hice un talismán para ella y para Marissa.

Miley se quedó helada. No sería bueno que Amanda encontrara a Nicholas allí. Estaba segura que su hermana no comprendería cómo podía estar ayudándolo. Y no era que Miley estuviera avergonzada de lo que estaba haciendo, pero aún así era una complicación que quería evitar, por el bien de todos.
—Genial, pero tenemos que irnos. Tenemos algunas cosas que hacer. Dale a Mandy un beso de mi parte.
—Lo haré.
Miley hizo señas para que Nicholas la siguiera por la puerta trasera que conducía al patio, donde el Mitsubishi de Tia estaba aparcado junto a su Mini Cooper.
Destrabó el auto para él.
—Entra, enseguida regreso.
Nicholas hizo lo que le pedía, y le sorprendió que el auto tuviese más espacio para las piernas de lo que parecía desde afuera. Aún así, se sentía un poquito apretado.
Ella corrió hacia la tienda y salió a los pocos minutos, con un saco de plástico. Entró al auto y se lo dio.
—Tu aceite para lámparas —dijo.
Él estaba sorprendido de que lo hubiera recordado, especialmente porque a él mismo se le había olvidado.
—Gracias.

Ella no dijo nada mientras encendía el auto y salía marcha atrás por el camino. En cuanto estuvieron en la calle, puso el cambio y salió chirriando.
Él se quedó sentado con calma mientras ella se abría paso entre el tráfico a una velocidad que lo hubiese aterrorizado si no fuese inmortal.
El interior del auto era tan diminuto comparado a lo que él estaba acostumbrado, que era difícil no fijarse en ella. Conducía del modo en que vivía: rápido y al límite.
—¿Por qué eres tan intensa? —le preguntó, mientras ella doblaba en una esquina de un modo que él podría jurar que dejó al auto en dos ruedas.
—Mi madre dice que nací de esa manera. Cree que Amanda debe haber obtenido las dos partes de dominio mientras que yo me llevé todo el coraje —Se puso seria mientras cambiaba la marcha y pasaba rápidamente a un auto que iba muy despacio—. En realidad, eso no es cierto. El hecho es que soy lo que algunos llaman imán. Mis poderes psíquicos no recaen en habilidades especiales, como los de mi hermana Amanda. Los míos son más tranquilos. Intuición, psicometría. Cosas que son prácticamente inútiles para los humanos, pero altamente valoradas por los Daimons —se detuvo ante un semáforo en la calle Canal y lo miró—. Tenía sólo trece años cuando el primer grupo de Daimons me atacó. Estaría muerta ahora si Talon no me hubiese salvado.
Nicholas frunció el ceño ante sus palabras. Tenía razón. Los imanes emitían una poderosa tentación para los Daimons. Con su naturaleza ardiente y su gusto por la vida, ella debía ser la más atractiva para ellos.
—A diferencia de la mayoría de los humanos, no me permitieron vivir ignorando tu mundo. Era aprender a defenderme o terminar muerta. No quiero ofenderte, pero los muertos no me atraen.
—No me ofendes. Habiendo estado muerto por más de dos mil años, no puedo recomendártelo.
Ella se rió.
—No lo sé. Muerto y vistiendo Armani. Creo que la mayoría de la gente se estaría arrojando de los edificios si pudieran regresar forrados de dinero como tú.
—Como hombre mortal tenía tanto dinero como ahora, y muchos más… —su voz se fue desvaneciendo al darse cuenta de que casi había dicho “amigos.”
Eso no era realmente cierto pero, al menos en aquel entonces la gente que lo desdeñaba abiertamente, a excepción de su familia, generalmente se lo guardaba.
No era algo en lo que le agradara pensar, o hablar.
—¿Muchos más qué? —le preguntó ella cuando no terminó la oración.
—Nada.
Nicholas la dirigió hacia su casa en la Tirad Street, en el Garden District.
Miley dejó escapar un silbido bajo mientras se aproximaban. Ingresó al camino que conducía a la casa, que estaba protegido por una variedad de follaje, y se detuvo ante la enorme entrada de acero forjado. Bajó su ventanilla y presionó el botón de la caja de seguridad.
—¿Sí?
Él se inclinó hacia delante y habló en voz alta.
—Soy Nicholas, Gilbert. Abre el portón.
Las puertas se abrieron unos segundos más tarde.
—Muy lindo —dijo Miley mientras conducía por el camino circular y aparcaba frente a la puerta principal, detrás de lo que parecía ser un Chevy IROC rojo deteriorado, que debía pertenecer a uno de los empleados de Nicholas.
No podía imaginar a Nick en él ni muerto, y como ya lo estaba…
—Asumo que ese no es tuyo, ¿o tu hermano se enfureció realmente un día y lo destruyó?
Nicholas no hizo ningún comentario.
Miley se detuvo para observar la fuente en el recodo del camino, que tenía luces azules por la noche. Era un tributo a la diosa Minerva, y había sido una de las razones por las que Nicholas había escogido este sitio como hogar.
—¿Artemisa sabe acerca de esa estatua?
—Como aún respiro, lo dudo —dijo él con calma.
Él la condujo hacia los viejos escalones de piedra. En cuanto llegaron a la puerta, Gilbert la abrió.
—Buenas noches, mi señor.
Su mayordomo no dijo nada acerca del hecho que Nicholas llegase a casa mojado.
Había algo en el viejo y rígido hombre inglés, que le recordaba a Miley al Alfred de Batman.
—Buenas noches, Gilbert —se quedó parado a un lado para permitir que el hombre mayor viera a Miley . Esta es la señorita Devereaux.
—Muy bien, señor —Gilbert inclinó su cabeza ceremoniosamente hacia Miley—. Encantado, madame —Luego miró nuevamente a Nicholas—. ¿Desearían su señoría y madame algo para beber o comer?
Nicholas la miró.
—Estoy bien.
—No, gracias, Gilbert.
El mayordomo inclinó la cabeza ante ellos, luego se dirigió hacia la parte trasera de la casa.
Nicholas la condujo hacia la izquierda.
—Si puedes, por favor espera en la biblioteca, y regresaré en unos minutos.
—¿Adónde vas? —le preguntó, pensando en su repentino humor sombrío.
—Necesito cambiarme esto por algo seco.
Ella asintió.
—Está bien.
Él fue hacia las escaleras.
Miley vagó a través de la entrada en arco que llevaba a una oscura habitación cubierta de libros desde el suelo hasta el techo. Estaba en una esquina echando una ojeada a los títulos cuando sintió que alguien entraba en la habitación, detrás de ella.
Giró para encontrarse con un apuesto hombre de más o menos su edad mirándola fijamente.
—¿Amanda? ¿Qué diablos te trajo aquí?
—No soy Amanda —le dijo, atravesando la habitación para que él pudiera ver su rostro marcado—. Soy su hermana Miley. ¿Y tú eres?
—Otto Carvalletti.
—Ah —dijo, al comprender—. El Escudero de Nick.
—Sí, no me lo recuerdes.
Ella no necesitó de la empatía para sentir su rencor.
—¿Por qué sirves a alguien que odias?
—Como si tuviera elección. El consejo me envió aquí, así que aquí estoy, atrapado en el infierno.
—Compañero, no sé de dónde eres, pero me opongo a la gente que odia a mi ciudad.
Él se mofó.
—No tengo problema con Nueva Orleáns. Amo esta ciudad. Es con el Conde Penicula que estoy en desacuerdo. ¿Lo has conocido?
—¿El Conde quién?
—El idi/ota que vive aquí. Nicholas. Ya sabes, el viejo “No respires en mi presencia, prole”.
Este tenía que ser el hombre más extraño que Miley había conocido jamás, y dado el anormal grupo de amigos que tenía, eso era mucho decir.
—¿Prole por proletariado?
Él pareció aliviado de que lo comprendiera.
—Oh, gracias a dios tienes cerebro.
Ella no estaba segura de si debía sentirse halagada o no.
—Aún estoy confundida. ¿Por qué te envió el Consejo de Escuderos aquí? ¿No saben lo que sientes por él?
—Como mi padre resulta ser uno de los miembros de la junta, sí, lo saben. Desdichadamente, nadie más quería tomar este puesto. Y como Lord Nicholas exigió a alguien que pudiera hablar italiano y latín, no había demasiados para elegir. Pomposo charlatán.
—¿Qué tiene de pomposo querer a alguien que hable tu lengua nativa? He notado que Talon le enseñó gaélico a Sunshine; y cada vez que Julian y Kyrian están cerca de Selena, inmediatamente hablan en griego antiguo.
—Sí, pero ellos no exigen que sus Escuderos lo sepan. Fíjate que Liam no es realmente rápido en griego.
Miley resopló.
—Liam no es realmente rápido en inglés la mayoría del tiempo.
—Hey, no insultes a mi amigo.
—Resulta que Liam también es uno de mis amigos, y lo quiero como a un hermano, pero eso no hace que sea temporada de caza de Nicholas.
—Sí, claro. Querida, deberías invertir en un libro y leer lo que Nicholas Magnus hizo en su vida.
Ella cruzó los brazos sobre el pecho y levantó la cabeza.
—Discúlpeme, Señor Carvalletti, le haré saber que tengo una maestría en Civilización Antigua. ¿Y usted?
—No, yo tengo un doctorado de Princeton.
Quedó impresionada a pesar de sí misma. Princeton no aceptaba a personas est/úpidas.
—¿En Civilización Antigua?
—No. Estudios Fílmicos —dijo en un tono bajo.
—¿Perdón? —preguntó, con los ojos muy abiertos—. ¿Dijiste “fílmicos”? —Estaba espantada—. ¿Te especializaste en películas? Oh, y casi me impresionaste.
—Hey —dijo él a la defensiva—, te haré saber que me rompí el trasero trabajando por ese título, muchas gracias.
—Oh, sí, claro. Yo fui una alumna FulbrightÀ. ¿Alguna vez asististe a una escuela en la que papi no hubiera construido un edificio?
—Mi padre no construyó un edificio allí… —Se detuvo antes de agregar—: Mi abuelo lo hizo.
Miley resopló.
—Lo siento, pero tuve que aprender cuatro idiomas para obtener mi título. ¿Y tú?
—Ninguno. Crecí hablando doce.
—Bueno, ¿acaso no eres el Señor Refinado? Uuuh, ¿y tienes el descaro de quejarte de Nick? Al menos él no anda por ahí haciendo alarde de su intelecto superior.
—No, él sólo se pavonea por su raza superior. Inclínense ante mí, basura plebeya.
—Tal vez él no actuaría de ese modo si todos ustedes no fueran tan condenadamente desagradables con él todo el tiempo.
—¡Que yo soy desagradable con él! Señorita, ni siquiera me conoces.
Miley retrocedió, especialmente porque sintió su dolor.
—Tienes razón, Otto, no te conozco, y probablemente estoy haciéndote lo mismo que le hiciste a Nick cuando lo conociste. Te miré una vez, escuché tres segundos de tu conversación, y emití algunas opiniones realmente duras, que podrían ser erróneas tanto como podrían ser correctas —Ella se acercó a él con las manos apretadas detrás de la espalda—. Por ejemplo... Tu cabello, aunque atractivo, es desgreñado, pero es de ese estilo andrajoso-chic que sólo proviene de una cosmetóloga muy costosa. No te has afeitado en… ¿qué? ¿Dos días?


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