Se dirigieron por los callejones más oscuros y menos transitados, evitando Daimons e inocentes transeúntes que pudiesen llamar a la policía si los veían cargando lo que parecía un cadáver mientras iban hacia el Land Rover de Julian.
Miley subió al asiento trasero con Ash mientras que Talon se quedó atrás para continuar patrullando en busca de Daimons. Subiendo al asiento de pasajeros, Kyrian se mantuvo sombríamente silencioso mientras Julian los conducía hacia el Garden District, donde la mansión de Kyrian quedaba a menos de dos calles de la de Nicholas.
Se preguntaba si alguno de los dos hombres se habría dado cuenta de lo cerca que vivían. Eran prácticamente vecinos y, sin embargo, estaban divididos por un odio infinito.
Apartando eso de su mente, pasó la mano por el cabello de Ash. Tenía una textura extraña, esponjosa. Sus ojos estaban abiertos a medias y, por una vez, el color plateado no cambiaba. Era aterrador pensar que algo podía hacerle esto, y que ninguno de ellos sabía qué era, o si podrían restablecerlo.
Dios, ¿qué pasaría si no podían?
¿Qué pasaría a los Dark Hunters si ya no tuviesen a Ash para dirigirlos? Era un pensamiento aterrador. Él siempre sabía qué hacer y qué decir. Cómo hacer las cosas mejores para todos.
Mordiéndose el labio, Miley luchó por disminuir su pánico. Simi buscaría ayuda para Ash. No había modo de que no lo hiciera.
Los hombres se bajaron y sacaron a Ash del asiento, y luego lo cargaron dentro de la casa, con Miley un paso detrás de ellos.
Amanda se levantó del sofá en el instante en que vio a Ash siendo llevado a su vestíbulo.
—Oh, mi dios, ¿qué sucedió?
—No lo sabemos —dijo Kyrian mientras él y Julian llevaban a Ash arriba, por las escaleras de caoba.
—¿Miley? —preguntó Amanda.
Ella se encogió de hombros y siguió a los hombres. Amanda se unió a la procesión por la escalera. Al llegar al rellano superior, un alto hombre afroamericano salió de una de las habitaciones de huéspedes.
—¿Acheron? —dijo, con una voz profundamente acentuada.
—No sabemos lo que sucedió —dijo Kyrian, en respuesta a su tácita pregunta, mientras pasaban junto a él.
—Hola, soy Miley —dijo ella, extendiendo su mano hacia el nuevo Dark Hunter que estaba protegiendo a su familia.
—Kassim —dijo él, estrechándole la mano antes que ambos siguieran a los hombres a la habitación de Ash.
Una vez que tuvieron a Ash seguramente arropado en la cama, Kyrian frunció el labio mirando a Miley.
—¿Por qué no le preguntas a tu hermana sobre su nuevo amigo, Amanda?
—Kyrian —dijo Miley en tono de advertencia—. Basta, o cojearás.
—¿Qué amigo? —preguntó Amanda.
—Nicholas Magnus —dijo Julian—. Estaban bastante amigables esta noche, cuando los encontramos.
—Sí, lo estábamos —dijo Miley—. Y no es asunto tuyo.
Amanda la miró penetrantemente.
—Miley…
—¡Cállense! —dijo Miley con brusquedad—. Miren, me someteré alegremente a la sesión de “ataquemos a la hermana Miley luego de ayudar a Ash. Ahora mismo comenzaré a llamar a algunas personas para ver si alguien sabe cómo arreglar esto. Ustedes pueden quedarse aquí, furiosos y criticándome todo lo que quieran, pero no voy a escucharlos.
Sacando su teléfono del cinto, Miley fue hacia la escalera, y bajó al living para llamar a Tia, quien fue completamente inútil para esto.
—Vamos —le rogó Miley a su hermana—. Tiene que haber un hechizo para deshacerlo.
—No, si no sabes lo que lo causó. Ash no es exactamente humano, Miley Un movimiento equivocado y podríamos hacerle daño realmente.
Miley gruñó al teléfono y colgó. Amanda acababa de unirse a ella en la sala cuando escucharon que algo golpeaba la puerta principal con tanta fuerza que hacía temblar las bisagras.
Pasándole el teléfono a Amanda, Miley extrajo su estilete de la bota.
—¡Akri! —El gemido maníaco de Simi hizo eco por la caza como un violento trueno—. ¡Deja entrar a Simi, akri!
—¿Qué es eso? —preguntó Amanda, con el rostro pálido.
—Es el demonio de Ash.
—¿Simi está haciendo ese terrible sonido? —preguntó Kyrian mientras él y Julian bajaban corriendo las escaleras.
—Así parece —dijo Miley mientras iba hacia la puerta.
Kyrian fue más rápido.
—¡No! —dijo—. Podría ser un truco.
—Un truco, mi trasero —murmuró ella—. ¿Simi? ¿Eres tú?
—Miley, déjame entrar. No puedo ayudar a akri si no puedo verlo. Tengo que ayudar a miakri. Déjame entrar, o Simi convertirá en barbacoa esta puerta, así que ayúdame.
—No puedes, Simi. El escudo te lastimará si lo intentas. Tienen que invitarte a entrar.
Miley se quedó helada al oír la amable y desconocida voz femenina al otro lado de la puerta. Tenía un débil rastro de acento extranjero.
—¿Quién está contigo, Sim?
—Una de las koris de la diosa-zo/rra, son personas que la sirven en su templo en el Olimpo. Katra es gente de buena calidad que ayudará a mi akri. Ahora, ¡deja entrar a Simi!
—Está bien —le dijo Miley a Kyrian—. Conozco a Simi lo suficientemente bien como para comprobar que es ella allí afuera.
Kyrian la miró amenazantemente.
—Sí, y también conoces a Nicholas. Eso me da mucha fe en tu juicio… no.
Miley se puso rígida.
—Amanda, si las pelotas de tu marido significan algo para ti, sugiero que lo apartes de mi camino, o estará cantando como una soprano.
—Deja que abra la puerta, Kyrian.
—Y un demonio —dijo él con brusquedad—. Mi hija está durmiendo arriba.
—Su sobrina está durmiendo arriba —le recordó Amanda—. Miley jamás pondría a Marissa en peligro. Ahora, muévete.
Kyrian hizo un gesto como si quisiera ahorcar a ambas, y luego dio un paso al costado.
Miley abrió la puerta para ver a Simi afuera, con una mujer extremadamente alta y vestida con una toga.
Ninguna de las dos preguntó dónde estaba Ash, parecían saberlo instintivamente.
—No te preocupes, Miley —dijo Simi mientras la mujer increíblemente alta iba hacia la escalera—. Katra jamás lastimará a mi akri. Ella lo ama, como nosotros.
Katra no escuchó a Simi mientras subía las escaleras de esa casa desconocida. Pero, por otro lado, no había tal cosa como una casa desconocida para ella. Había heredado grandes poderes tanto de su padre como de su madre, incluyendo la habilidad de sentir la esencia y distribución de los edificios.
Esta casa hacía eco de calidez, respeto y amor. No era de extrañar que a Acheron le agradara quedarse aquí cada vez que visitaba Nueva Orleáns. Este era un hogar maravilloso, y Marissa era una niña afortunada por vivir allí. Cómo deseaba haber conocido un sitio así cuando era pequeña.
Abrió la última puerta del pasillo para encontrar a Acheron recostado boca abajo en una enorme cama de postes.
Kat se detuvo ante la imagen de Acheron allí. Jamás, en todos estos siglos, había estado tan cerca de él. Como una joven mujer, había intentado con frecuencia echar vistazos cuando él iba al Olimpo a ver a Artemisa. Como todas las sirvientas de la diosa, Kat era desterrada del templo cada vez que él lo visitaba.
Ella, más que ninguna otra, tenía prohibido estar ni siquiera cerca de él. Y ahora…
Había esperado por este simple y único momento toda su vida. Por una posibilidad de tocarlo. De conocerlo.
De sentir sus brazos alrededor de ella, sólo una vez.
Con el corazón martilleando, cruzó la habitación para detenerse junto a la cama que en realidad no tenía espacio para su alto y delgado cuerpo. La palidez y el extraño color de su piel no hacían nada para disminuir el hecho que era, sin una sola duda, el hombre más apuesto que había nacido jamás.
Pero era tanto más que belleza externa.
Incluso estático, era imponente y atemorizante. Ella podía sentir sus poderes extendiéndose hacia ella. Llamándola.
Era poder encarnado.
Más que eso, era invalorable para el orden del universo. Si Acheron muriese alguna vez…
Ni siquiera toleraba pensarlo.
Usando sus propios poderes, que sólo eran menores que los de él, Kat cerró y trabó la puerta de la habitación con sus pensamientos antes de bajar su capucha y sentarse a su lado. Quería algunos minutos a solas con él, donde nadie pudiera observarlos.
—Eres tan apuesto —susurró mientras trazaba la línea de sus cejas.
Desde el primer momento en que lo había vislumbrado, cuando era una niña, había anhelado tocar su mano. Anhelado que él la llamara por su nombre.
O, mejor aún, anhelaba que él supiera que ella existía.
Pero no podía ser.
Artemisa siempre estaría en medio de ellos. Había ordenado siglos atrás que nadie, especialmente Kat, jamás pudiera tocar al sagrado Acheron.
Sin embargo allí estaba, sentada a solas con él, muy lejos de la mirada alerta de la diosa.
Las emociones profundamente arraigadas la engulleron. Incapaz de resistir la marea que la arrastraba, Kat se recostó contra él y lo abrazó con fuerza, deseando que estuviera despierto, para conocerla. Para sentirla.
Pero no lo estaba.
Miley estaba segura que era un juego de palabras que se basaba más en la antigua ocupación de Kyrian como Dark Hunter que en su apellido, ya que había sido un guerrero inmortal como Janice y Ash, que custodiaban la noche contra vampiros, demonios, y pícaros dioses.
Janice puso en marcha la motocicleta y se alejó.
—¿Una nueva Dark Hunter? —preguntó Selena antes de que Miley tuviera la posibilidad.
Él asintió.
—Artemisa la transfirió aquí desde los Cayos de Florida para ayudar a Nicholas y Jean-Luc. Esta es su primera noche, así que pensé en llevarla a recorrer la ciudad.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó Miley.
—Nah. Puedo solo. Simplemente intenta no clavarle una estaca a Jean-Luc otra vez si te encuentras con él.
Miley rió ante su alusión a la noche en que había conocido accidentalmente al Dark Hunter pirata. Estaba oscuro y Jean-Luc la había agarrado por detrás en un callejón mientras ella perseguía a un grupo de Daimons. Todo lo que Miley había visto eran colmillos y una alta estatura, así que lo había golpeado.
Jean-Luc aún no la había perdonado.
—No puedo evitarlo. Todos ustedes, colmilludos, se parecen en la oscuridad.
Ash sonrió.
—Sí. Sé lo que quieres decir. A nosotros también nos parecen similares todos ustedes, los que tienen alma.
Miley estrechó su mano mientras continuaba riendo. Abrazó a Selena y fue hacia Decatur, donde su hermana había dejado su Jeep al otro lado de la calle.
No le tomó mucho tiempo llevar a su hermana a su casa, donde la esperaba un receloso Bill, que no estaba seguro si Selena lo golpearía nuevamente o no. Una vez que Miley estuvo segura que Selena estaría bien… y Bill también… se encaminó de regreso al Barrio, para patrullar en busca de Daimons.
Era una noche relativamente tranquila. Siguió su habitual costumbre de detenerse en el Café Pontalba y comprar cuatro platos de frijoles rojos y arroz, y Coca-Colas para llevar, luego los llevó a un callejón cerca de la calle Royal, donde varios sin techo solían congregarse. Como la ciudad había decidido tomar medidas enérgicas contra los vagabundos y los sin techo, no eran tan comunes como antes. Ahora ellos, al igual que los vampiros que ella perseguía, se mantenían en las sombras, donde eran olvidados.
Pero Miley sabía que estaban allí, y jamás se permitía olvidarlos.
Miley dejó la comida sobre un viejo y oxidado barril, y se dio vuelta, para retirarse.
En cuanto llegó al borde de la acera, escuchó a la gente corriendo en busca de la comida.
—Hey, si quieren un trabajo…
Pero se habían ido antes que pudiera decir algo más.
Suspirando, Miley caminó por Royal. No podía salvar al mundo, lo sabía. Pero al menos podía ocuparse de que algunos de los hambrientos tuviesen alimento.
Sin ningún destino real en mente, vagó por las solitarias calles y curioseó las vidrieras de las joyerías.
—Hey, Miley ¿has matado a algún vampiro recientemente?
Levantó la vista para encontrarse con Richard Crenshaw caminando hacia ella. Era mozo en el restaurante Mike Anderson's Seafood, que quedaba a unos metros de su propia tienda, y tenía la mala costumbre de ir allí cuando salía del trabajo para coquetear con las strippers que le encargaban trajes hechos a medida a Miley.
Como de costumbre, se estaba riendo de ella. Eso estaba bien. La mayoría de la gente lo hacía. De hecho, la mayoría de la gente pensaba que estaba demente. Hasta su propia familia se había reído de ella durante años… hasta que su melliza había terminado casada con un Dark Hunter y se había enfrentado a un vampiro que casi la asesinó.
De repente su familia se dio cuenta de que sus historias sobrenaturales de todos esos años no eran inventos ni alucinaciones.
—Sí —le dijo a Richard—, barrí a uno de ellos anoche —Él puso los ojos en blanco y se rió de ella mientras seguía caminando—. De nada, *beep* —dijo en voz baja mientras él se alejaba.
El Daimon al que había matado había estado rondando la puerta trasera de Mike Anderson's, donde Richard solía sacar la basura antes de salir del trabajo. Si Miley no hubiese matado al Daimon, probablemente Richard estaría muerto ahora.
Y bueno. Ella en realidad no quería agradecimientos por lo que hacía, y obviamente no los esperaba.
Continuó caminando calle abajo, sintiéndose extremadamente sola esa noche. Cómo deseaba poder vivir su vida ciegamente, sin saber lo que había allí afuera.
Pero no estaba ciega. Lo sabía, y ese conocimiento acarreaba la elección de ayudar a la gente o apartarse. Miley nunca había sido en su vida del tipo de persona que le volviera la espalda a alguien que necesitase ayuda. Sus poderes como empática, en ocasiones, eran demasiado para ella. Incluso sentía el dolor de los demás más profundamente que el propio.
Era lo que había atraído a Ash hacia ella al principio. En los últimos tres años, él le había enseñado varios trucos para disminuir las emociones de los demás y concentrarse en las suyas. Había caído del cielo, y había hecho más por su cordura que cualquier otra persona. Aún así, sus trucos no los silenciaban completamente.
En ocasiones era completamente abrumador. Era tan acosada por emociones intensas que las suyas se apartaban, y a veces ocasionaban que estallara de ira verbalmente por el estrés que eso le producía.
Así que aquí estaba, sola, pasando otra solitaria noche en las calles, mientras arriesgaba su vida por las personas que se burlaban de ella.
Patrullar era realmente mucho más divertido cuando lo hacía con un grupo de amigos.
Miley se forzó a no recordar a Trish y Alex, quienes habían muerto en cumplimiento del deber. Pero fue inútil. Las lágrimas llenaron sus ojos mientras tocaba la cicatriz irregular en su rostro, que le había hecho el Daimon Desiderius. Desiderius era el peor tipo de psicópata, y había estado buscando a su hermana melliza y a su cuñado para matarlos. Afortunadamente, Amanda y Kyrian habían sobrevivido. Miley sólo deseaba haber muerto esa noche, en lugar de sus amigos. No era justo que ellos hubiesen pagado un precio tan alto cuando Miley había sido quien les había pedido que la ayudaran en primer lugar.
Dios, ¿por qué no podía haber mantenido la boca cerrada y dejarlos vivir sus vidas en paz e ignorantes de todo eso?
Por eso era que ahora luchaba sola. Jamás le volvería a pedir a nadie que arriesgara su vida para hacer lo que ella hacía.
Ellos tenían la opción.
Ella no.
Miley comenzó a caminar más despacio cuando sintió el familiar cosquilleo en su columna vertebral.
Daimons…
Estaban detrás de ella.
Dándose vuelta, se agachó y simuló estar atando los cordones de su bota. Mientras tanto, estaba muy consciente de las seis sombras que estaban encerrándola…
Nicholas tiró del borde derecho de su guante de cuero Coach para ajustarlo mientras caminaba por la calle prácticamente abandonada. Como siempre, estaba impecablemente vestido con un abrigo largo de cachemira negro, un suéter de cuello alto negro, y pantalones negros. A diferencia de la mayoría de los Dark Hunters, él no era un bárbaro vestido de cuero. Era el epítome de la sofisticación. Clase. Nobleza. Su familia descendía de una de las familias más antiguas y respetadas de Roma. Como un antiguo General romano cuyo padre había sido un muy estimado senador, Nicholas hubiese seguido sus pasos felizmente si las Parcas, o Destinos, no hubiesen intervenido.
Pero eso era el pasado, y Nicholas se rehusaba a recordarlo. Agrippina era la única excepción a esa regla. Era lo único que recordaba de su vida humana.
Era lo único que valía la pena recordar de su vida humana.
Nicholas dio un respingo y concentró sus pensamientos en otras cosas mucho menos dolorosas. Había una frescura en el aire que anunciaba que el invierno llegaría pronto. Y no era que Nueva Orleáns tuviese invierno, comparado a como solía ser en Washington D.C.
Aún así, cuanto más tiempo estaba aquí más se diluía su sangre, y el frío aire de la noche era un poquito fresco para él.
Nicholas se detuvo cuando sus sentidos de Dark Hunter detectaron la presencia de un Daimon. Inclinando la cabeza, escuchó con su elevada audición.
Oyó a un grupo de hombres riéndose de su víctima. Y luego escuchó lo más extraño de todo…
—Rían, imbéciles. Pero quien ríe último ríe mejor, y tengo la intención de rodar sobre mi estómago esta noche.
Se armó una pelea.
Nicholas giró rápidamente sobre sus talones y regresó por la dirección por la que había venido.
Anduvo en la oscuridad hasta que encontró una puerta entreabierta que conducía a un patio.
Allí atrás había seis Daimons luchando contra una mujer alta.
Nicholas estaba hipnotizado por la macabra belleza de la batalla. Un Daimon fue a la espalda de la mujer. Ella lo lanzó sobre su hombro y en un elegante movimiento lo apuñaló en el pecho con una daga larga y negra. El Daimon explotó en un polvo dorado.
Ella giró mientras se levantaba para enfrentar a otro. Tiró la daga de una mano a la otra y la sostuvo como una mujer acostumbrada a defenderse de los no-muertos.
Dos Daimons se abalanzaron sobre ella. Ella hizo una voltereta para alejarse, pero el otro Daimon se había anticipado a su acción. La agarró.
Sin entrar en pánico, la mujer cedió su peso levantando ambas piernas hasta el pecho. Eso hizo arrodillar al Daimon. Ella saltó para ponerse de pie y apuñaló al Daimon en la espalda.
Él se evaporó.
Normalmente, los Daimons restantes huirían. Los cuatro que quedaban no lo hicieron. En lugar de eso, se hablaron en un idioma que él no había escuchado en un largo tiempo: griego antiguo.
—La pequeña damita no es lo suficientemente tonta como para tragarse eso, chicos —respondió la mujer en un griego impecable.
Nicholas estaba tan asombrado que no podía moverse. En más de dos mil años jamás había visto o escuchado algo como esto. Ni siquiera las amazonas habían producido alguna vez una luchadora mejor que la mujer que ahora enfrentaba a los Daimons.
De pronto, una luz apareció detrás de la mujer. Destelló brillantemente y en remolinos. Un viento frío atravesó el patio antes de que seis Daimons más aparecieran.
Nicholas se quedó rígido al ver algo aún más extraño que la mujer-guerrera que luchaba contra los Daimons.
Miley giró lentamente para ver al nuevo grupo de Daimons. *beep*. Sólo había visto esto una vez.
La nueva tanda de Daimons la miró y rió. —Lamentable humana.
—Lamentable esto —dijo mientras arrojaba la daga a su pecho.
Él movió la mano y desvió la daga antes que lo alcanzara. Luego estiró el brazo hacia ella. Algo invisible y doloroso golpeó a través de su pecho mientras salía volando hacia atrás.
Aturdida y asustada, Miley se recostó en el piso.
Horribles recuerdos de la noche en que sus amigos habían muerto la atravesaron. El modo en que los guerreros Daimons Spathi los habían destrozado…
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