martes, 23 de octubre de 2012

Perfecta Cap: 17

Las manos le temblaban con tanta violencia que tuvo que buscar a tientas las llaves del contacto y cuando trató de poner el motor en marcha estuvo a punto de ahogarlo porque el miedo le estremecía las piernas. Él la observaba, impávido, desde el asiento del pasajero.
–¡Vamos de una vez! –ordenó cuando el motor estuvo en marcha.
Miley consiguió maniobrar el auto y llevarlo hasta el extremo de la playa de estacionamiento, pero al llegar al camino lo detuvo. Estaba tan paralizada de terror, que no encontraba las palabras indicadas para hacer la pregunta necesaria.
–¡Dije que vamos!
–¿Hacia adonde? –El sonido de su voz, plañidero y tímido le resultó odioso, y el hombre que iba a su lado también, por infundirle un terror tan incontrolable.
–De regreso hacia donde salimos.
–¿De regreso?
–Ya me oyó.

A esa hora pico, el tránsito de la interestatal, cubierta de nieve, avanzaba a paso de hombre. Dentro del auto, la tensión y el silencio resultaban sofocantes. Haciendo esfuerzos por calmar sus nervios mientras pensaba en alguna posibilidad de huida, Miley alzó una mano temblorosa para cambiar la estación de radio, segura de que él le ordenaría que no lo hiciera. Al ver que Nick no decía nada, movió la aguja por el dial hasta oír la voz de un disk-jockey que con tono exuberante presentaba una canción del oeste.
Mientras resonaba la canción, Miley observó a los ocupantes de los autos vecinos, gente que se dirigía a sus casas después de un largo día dé trabajo. 

El hombre del Explorer que iba a su lado escuchaba la misma estación de radio y golpeaba el volante con los dedos, siguiendo el ritmo de la música. La miró, notó que ella lo miraba, le hizo una amable inclinación de cabeza y volvió a clavar la vista en la ruta. Miley se dio cuenta de que no había notado nada anormal. Para él todo era normal, y si ese hombre hubiera estado sentado en el Blazer donde se encontraba ella, a MIley le hubiera parecido perfectamente natural; George Strait cantaba, como era normal, la ruta estaba atestada de automovilistas ansiosos de volver a sus casas, cosa también normal, y la nieve era hermosa, cosa perfectamente normal. Todo era normal.
Con una excepción.

A su lado viajaba un asesino prófugo que la amenazaba con un arma. Fue esa cálida apariencia de normalidad, en contraposición con la enloquecida realidad de la situación lo que de repente condujo a Miley de la parálisis a la acción. El tránsito empezó a avanzar, y de su desesperación nació la inspiración. Ya habían pasado junto a varios autos empantanados en las banquinas a ambos lados del camino. Si lograba simular que el auto se le patinaba hacia la banquina de la derecha y viraba con fuerza a la izquierda en el momento en que caían, era probable que su puerta quedara en condiciones de ser abierta mientras que la de él se atascaría. La treta sin duda daría resultado en su auto, pero no estaba segura de la reacción que tendría el Blazer, con su tracción en las cuatro ruedas.

A su lado, Nick notó que Miley miraba repetidas veces el costado de la ruta. Percibió el pánico cada vez mayor de la mujer, y supo que en cualquier momento el miedo la llevaría a hacer algo desesperado.
–¡Tranquilícese! –ordenó.
De repente la capacidad de miedo de Miley llegó a su límite y del terror pasó a la furia.
–¡Dice que me tranquilice! –explotó con voz temblorosa, volviéndose para mirarlo, echando chispas por los ojos–. En nombre de Dios, ¿cómo pretende que me tranquilice cuando usted está sentado allí, apuntándome con un arma? ¿Quiere explicármelo?

Tiene razón, pensó Nick, y antes de que hiciera algo que lo llevara a ser capturado, decidió que sería conveniente para ambos que ella se tranquilizara.
–Sólo le pido que mantenga la calma –pidió.  

Miley miró hacia adelante.
El tránsito empezaba a ser algo menos denso y aumentaba la velocidad, y ella empezó a calcular la posibilidad de chocar el Blazer contra otro auto para provocar un accidente en serie. En ese caso habría que llamar a la policía. Eso sería una gran cosa.
Pero probablemente ella y otros automovilistas inocentes terminaran baleados por Nicholas Jonas.

Eso sería sumamente negativo.
Miley se preguntaba si el arma de Jonas estaría totalmente cargada con cuatro balas y si sería realmente capaz de masacrar a gente inocente, cuando él le habló con la voz tranquila y condescendiente que los adultos utilizan al hablar con niños histéricos.
–No le sucederá nada, Miley. Si hace lo que le digo, le aseguro que estará bien. Yo necesito llegar a la frontera del estado, y usted tiene un auto, es así de simple. A menos que este auto sea tan importante para usted que esté dispuesta a arriesgar su vida por él, lo único que tiene que hacer es manejar sin atraer la atención de nadie. Si nos llega a detener algún policía, habrá tiros y usted estará en el medio. Así que pórtese como una buena chica, y tranquilícese.
–Si quiere que me tranquilice –retrucó ella, sin poder soportar su tono de superioridad–, ¡deje que yo empuñe esa arma y le enseñe a tranquilizarse! –Notó que Jonas fruncía el entrecejo, pero no hizo ningún movimiento. Miley estaba por creer que no tenía intenciones de hacerle daño... siempre que ella no pusiera en peligro su huida. Esa posibilidad tuvo el efecto perverso de aplacar su temor y simultáneamente desencadenar toda la furia frustrante que experimentaba por los tormentos que él ya la había hecho padecer–. Es más –continuó diciendo con enojo–, ¡no me hable como si fuera una criatura, y no me llame Miley! Me trataba de señorita Mathison cuando yo creía que era un hombre decente y agradable, que necesitaba trabajo y que había comprado esos m-malditos jeans para impresionar a su pa-patrón. Si no hubiera sido por esos malditos j-jeans, yo no estaría metida en este lío. –Para su propio horror, de repente Miley sintió que se le estaban por llenar los ojos de lágrimas, de manera que le dirigió una mirada que esperaba fuese de desdén, y luego fijó la vista en el camino.
Nick alzó las cejas y la contempló en un impasible silencio, pero en su interior se sintió impresionado por la inesperada demostración de valentía de la muchacha.

Volvió la cabeza para mirar el tránsito que avanzaba delante de ellos y la espesa nevada que pocas horas antes le había parecido una maldición pero que en realidad había distraído a la policía, que debía encargarse de los autos empantanados y antes de empezar a buscarlo a él. Por fin consideró el golpe de suerte que había sido que, en lugar de estar en el pequeño auto alquilado que fue retirado de la calle por el camión grúa, se encontrara en ese pesado vehículo con tracción en las cuatro ruedas que podía avanzar por cualquier clase de camino en lugar de quedar atollado en los senderos menos transitados de las montañas de Colorado a los que se dirigía. Se dio cuenta de que todas las demoras y problemas que debió enfrentar, y que lo enfurecieron, en definitiva resultaron ventajosos. Llegaría a Colorado... gracias a Miley Mathison. A la “señorita Mathison”, se corrigió interiormente con una sonrisa, mientras se acomodaba en su asiento. Pero su instante de diversión desapareció a causa de que algo que había oído en el anterior noticiario, empezaba a preocuparlo. Se referían a Dominic Sandini como «el otro convicto prófugo a quien lograron volver a capturar». Si Sandini se había atenido al plan, Hadley debía estar cantando loas a la lealtad de uno de sus prisioneros, en lugar de referirse a él como el convicto a quien habían logrado apresar.

Nick se dijo que debía de haber habido una confusión en la noticia emitida por radio y que ésa era la causa del error con respecto a Sandini, y se concentró en la maestra joven e iracunda que viajaba a su lado. Aunque en ese momento los necesitaba con desesperación, tanto a ella como al auto, la mujer también era una complicación para sus planes. Posiblemente supiera que se dirigía a Colorado; más aún, era bastante probable que hubiera tenido el tiempo suficiente de estudiar el mapa como para luego informar a la policía acerca de la ubicación del escondite de Nick. Si la dejaba en la frontera entre Texas y Oklahoma o un poco más al norte, en la frontera entre Okiahoma y Colorado, ella podría informar a las autoridades hacia dónde se dirigía él y, además, facilitarles todos los detalles del auto que manejaba. Para ese momento, su rostro habría aparecido ya en todas las pantallas de televisión del país, de modo que no podía ni soñar con alquilar o comprar otro auto sin ser reconocido. Además, quería que la policía creyera que había conseguido volar hasta Detroit y cruzar a Canadá.
Por lo visto, Miley Mathison era a la vez una bendición y una desgracia en sus planes. En lugar de maldecir al destino por haberlo obligado a cargar con ella y con la mortal amenaza que representaba para su libertad, decidió proporcionarle una posibilidad a ese mismo destino para que solucionara el problema y les diera a ambos un poco de tranquilidad. Se inclinó hacia el asiento trasero para tomar el termo con café, pensó en los últimos comentarios de Miley e inició lo que consideró un buen tema de conversación. En un tono desinteresado y poco amenazador, preguntó:
–¿Qué pasa con mis jeans?
Ella se quedó mirándolo, completamente confundida.
–¿Qué?
–Usted dijo algo con respecto a que mis “malditos jeans” fueron el único motivo por el que me ofreció subir al auto –explicó Nick, sirviendo café–. ¿Qué tienen de malo mis jeans?
Miley contuvo una carcajada de risa furibunda. ¡Mientras ella se preocupaba por su propia vida, a él le preocupaba una declaración que se refería a la moda!
–¿Qué quiso decir? –insistió Nick.
Cuando Miley estaba a punto de contestarle de mal modo, se le ocurrieron dos cosas al mismo tiempo: que era una locura contrariar a un hombre armado y que si conseguía que él bajara la guardia, iniciando una conversación intranscendente, aumentarían bastante sus posibilidades de salir con vida de esa situación. Suspiró hondo y trató de hablar en un tono amable y neutral, sin apartar la vista del camino.
–Noté que sus jeans eran nuevos.
–¿Y qué tiene que ver eso con que haya decidido invitarme a subir al auto?
La amargura que le provocaba su propia imb/ecilidad se traslució en la voz de Miley.
–Como no tenía auto y dio a entender que estaba sin trabajo, supuse que debía de hallarse en un mal momento financiero. Después comentó que esperaba conseguir un nuevo empleo, y noté la raya de sus jeans... –Dejó la frase sin terminar al darse cuenta de que, en vez del hombre pobre que ella lo había creído, en realidad ese individuo era multimillonario y actor de cine.
–Siga –pidió él, intrigado.
–¡Saqué la conclusión obvia, por amor de Dios! Supuse que se había comprado jeans nuevos para impresionar bien a su empleador, y me imaginé lo importante que debía de ser para usted ese trabajo, y las ilusiones que se habría hecho al comprarlos, y no pude soportar la idea de que todas sus esperanzas se fueran al tacho si yo no le ofrecía viajar conmigo. Así que, aunque nunca en la vida he recogido a nadie en, el auto, no pude soportar que usted perdiera esa oportunidad.

Nick no sólo estaba sorprendido; a pesar suyo se sentía emocionado. Una bondad como ésa, una bondad que de alguna manera significaba un riesgo y un sacrificio personal, era algo que había estado ausente de su existencia durante todos los años que pasó en la cárcel. Y aun antes. Hizo a un lado un pensamiento tan poco tranquilizador.
–¿Así que imaginó todo eso por la raya de un par de jeans? ¡Tiene una imaginación galopante! –agregó con un irónico movimiento de cabeza.
–Es evidente que además no soy muy hábil juzgando caracteres –agregó Miley con amargura. Por el rabillo del ojo vio que él tendía el brazo izquierdo hacia ella; dio un salto y sofocó un grito antes de darse cuenta de que sólo le ofrecía una taza de café.
–Pensé que tal vez esto la ayudaría –explica Nick en voz baja, casi como disculpándose por haberla asustado,
–No existe el menor peligro de que me quede dormida al volante, gracias.
–De todos modos, beba un poco –ordenó Nick, decidido a tranquilizarla aunque supiera que su presencia era la causa del terror que ella sentía–. Logrará que... –Vaciló, sin encontrar las palabras indicadas, y por fin agregó–: Logrará que las cosas le parezcan más normales.
Miley se volvió a mirarlo, transmitiéndole a las claras que la “preocupación” que él mostraba por ella no sólo le resultaba repulsiva sino una locura. Estaba a punto de decírselo cuando recordó el arma que él llevaba en el bolsillo, de manera que aceptó el café con mano temblorosa y se volvió a mirar el camino mientras lo bebía.

A su lado, Nick notó cómo temblaba la taza de café cuando ella se la llevaba a los labios, y sintió una ridícula necesidad de disculparse por haberla aterrorizado así. Al estudiar su rostro a la luz del tablero, observó que tenía un perfil hermoso, con una nariz pequeña, mentón obstinado y pómulos altos. Además tiene ojos magníficos, pensó, recordando la forma en que lo había mirado echando chispas instantes antes. Ojos espectaculares. Sintió una punzada de culpa y vergüenza por utilizar y atemorizar a esa chica inocente que sólo trató de comportarse como el buen samaritano... Y considerando que tenía toda la intención de seguir usándola, se sintió el monstruo que todo el mundo consideraba que era. 

Para acallar su conciencia, decidió facilitarle las cosas todo lo posible, lo cual lo llevó a seguir conversando.
Había notado que la muchacha no usaba alianza, cosa que significaba que no estaba casada. Trató de recordar los temas de conversación de la gente civilizada “de afuera” y por fin preguntó:
–¿Le gusta enseñar?
Ella se volvió de nuevo a mirarlo, con esos ojos increíbles llenos de disimulado rencor.
–¿Espera que me ponga a conversar con usted de temas triviales?
–¡Sí! –retrucó él, furioso ante su renuencia a itír que le facilitara la situación–. Es justamente lo que pretendo. ¡Empiece a hablar!
–Me encanta enseñar –contestó Miley con voz temblorosa, odiando que él pudiera intimidarla con .tanta facilidad–. ¿Hasta dónde pretende que lo lleve en el auto? –preguntó al pasar ante un indicador que señalaba que la frontera de Oklahoma se encontraba a treinta kilómetros de distancia.
–Hasta Oklahoma –respondió Nick. Era una verdad a medias.

3 comentarios:

  1. esta awesome la novela :) siguela pofavor. niley forever.

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  2. hahha me encanto, milagro que subes ehhh, dijiste que subias todos los sabados, y no, INCUMPLIDA, ok ya, siguela proonto

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