Perfecta Cap: 9
Un ruido de pasos en el pasto
arrancó a Nick de sus recuerdos. Al mirar sobre el hombro vio que, en el
crepúsculo, se le acercaba Tommy Newton.
–El equipo técnico está cenando, y en las caballerizas todo está listo –informó.
–Perfecto.
Iré a verificar todos los detalles –dijo Nick, poniéndose de pie. Ya lo
había hecho más temprano, pero no le gustaba dejar nada librado al
azar, y además eso le proporcionada una excusa para no tener que
departir con los demás durante otro rato–. Esta noche no ensayaremos la
escena –informó–. Trataremos de hacer la toma directamente.
–Muy bien, haré correr la voz –dijo Tommy, asintiendo.
Una
vez dentro de la caballeriza, Nick estudió el escenario donde se
filmaría la última escena importante de la película. En los últimos
meses, la historia había cobrado vida frente a las cámaras, más vibrante
y llena de suspenso de lo que él creía. Era la historia de una mujer
apresada entre el amor a su hija y el preocupado magnate que era su
marido, y su apasionado romance con un hombre apuesto e inútil, que la
necesitaba y sentía por ella una peligrosa obsesión. Nick interpretaba
el papel del marido poco cariñoso. Emily McDaniels era la hija
adolescente a quien no le interesaban los lujos que le proporcionaban
sus padres y que sólo deseaba que le prestaran más atención.
La
mayoría de las escenas habían sido filmadas fuera de secuencia, como
era habitual, pero, por una necesidad logística, las últimas dos escenas
que faltaba filmar eran las últimas de la película. En la que se estaba
por rodar, Rachel se encontraba con su amante en la caballeriza, donde
habían tenido lugar gran parte de sus encuentros amorosos. Obligada a
verlo “una sola vez más” porque en caso contrario él revelaría la
aventura al marido y a la hija, Rachel oculta un arma en la caballeriza,
con la que piensa atemorizarlo para que se aleje de allí. Cuando él
trata de obligarla a hacer el amor, ella lo amenaza con el arma, y en la
lucha subsiguiente, ambos resultan heridos. La escena debía ser
violentamente sexual y la tarea de Nick como director era lograr que
fuese muy sexual y muy violenta.
Recorrió
lentamente el pasillo que dividía en dos la caballeriza en penumbra,
mirando a su alrededor. Todo estaba exactamente como él lo deseaba: los
caballos, en los boxes que se alineaban a la izquierda, asomaban los
morros a su paso. Riendas, frenos y otros elementos de montar colgaban
en la pared opuesta; las monturas estaban colocadas en montureros de
madera; sobre una mesa contra la pared de un extremo se encontraban los
distintos elementos necesarios para cepillar, rasquetear y acicalar a
los caballos.
El
verdadero foco de la escena se centraba en esa mesa del extremo del
corredor, junto a algunos fardos de pasto, donde los dos protagonistas
lucharían. Los fardos de pasto estaban en su lugar, y el arma que se
utilizaría en la escena se encontraba sobre la mesa, oculta entre
botellas de linimentos y cepillos. Arriba, en los andamios, una segunda
cámara ya estaba enfocada hacia las puertas dobles para tomar a Emily
cuando entrara a caballo después de oír los disparos. Todos los
reflectores se hallaban también en su lugar.
Con
la rodilla, Nick empujó la mesa unos centímetros hacia la izquierda,
después cambió de lugar un par de botellas que había sobre ella y
desplazó apenas el arma para que estuviera dentro del radio de foco de
la cámara, pero lo hizo más porque estaba nervioso que por una verdadera
necesidad. Sam Hudgins, el director de fotografía, y Linda Tompkins, la
escenógrafa, ya habían realizado su impecable trabajo de trasladar las
ideas de Sam a un set completo en todos sus detalles y que creaba
exactamente el efecto deseado.
De repente Nick sintió necesidad de
empezar de una vez y pasar cuanto antes el mal trago. Se encaminó a la
puerta y sus pisadas resonaron sobre el piso de mosaicos.
Enormes
reflectores iluminaban el costado de las caballerizas, donde los
integrantes del equipo comían ante mesas de picnic o sentados en el
pasto. Tommy vio a Nick enseguida y ante un movimiento de cabeza del
director, anunció:
–¡Bueno, dentro de diez minutos empezamos!
Hubo
un movimiento general cuando los del equipo técnico se pusieron de pie
para dirigirse a su lugar de trabajo o para acercarse presurosos a la
mesa del buffet para servirse otra bebida fresca. En un esfuerzo por
recortar gastos innecesarios en un presupuesto ya excedido, Nick sólo
mantenía allí a la gente más imprescindible del equipo, y había enviado
de regreso a la Costa Oeste a todos los demás, incluyendo al segundo y
tercer asistentes de dirección y a varios asistentes de producción. Aun
sin contar con ayuda, Tommy Newton se las arreglaba para manejar a la
perfección todos los detalles.
Nick
lo vio enviar a su único asistente de producción a la casa rodante de
Austin, de la que instantes después emergieron Rachel y Tony, seguidos
por sus peluqueros y maquilladora. Tony parecía inquieto y levemente
enfermo; Nick esperaba que las costillas rotas lo estuvieran matando de
dolor. En cuanto a Rachel, pasó junto a Nick con la cabeza en alto y
gesto arrogante... una reina que no está dispuesta a rendirle cuentas a
nadie. Emily McDaniels sé paseaba de un lado para el otro frente a su
padre, ensayando sus parlamentos. En el momento en que Rachel pasó a su
lado, levantó la vista y en su rostro se pintó una expresión de profunda
antipatía, pero enseguida miró a su padre y siguió ensayando.
Considerando que al principio Emily le tenía simpatía a Rachel, Nick
atribuyó su actitud a la lealtad que sentía hacia él, y se emocionó. En
el momento en que estiraba la mano para tomar un sandwich de la mesa del
buffet, lo sobresaltó la voz suave y comprensiva de Diana Copeland.
–¿Nick?
Nick se volvió, levantando las cejas, sorprendido.
–¿Qué haces aquí? Yo creí que esta mañana viajabas a Los Ángeles. –Diana parecía inquieta.
–Eso pensaba, pero cuando me enteré de lo que sucedió anoche en el hotel, decidí quedarme para hacerte compañía esta noche.
–¿Por qué? –preguntó Nick, casi con rudeza.
–Por
dos motivos –contestó Diana, desesperada por hacerle entender que
hablaba con sinceridad–. En primer lugar, para darte apoyo moral, en el
caso de que te haga falta.
–No me hace falta –contestó amablemente Nick–. ¿Y cuál es el otro motivo?
Diana
miró las orgullosas facciones de Nick, los ojos color ámbar que la
miraban con frialdad desde debajo de las espesas pestañas, y comprendió
que con sus palabras había dado la impresión de que lo compadecía.
Nerviosa por la mirada fija de Nick y por el prolongado silencio, por
fin explotó.
–Mira, no
sé cómo decir esto... pero... ¡pero creo que Rachel es una imb/écil! Y
si yo pudiera hacer cualquier cosa por ayudarte, te pido por favor que
me lo permitas. Y, Nick –terminó con profundo sentimiento–, yo
trabajaría contigo en cualquier momento, en cualquier lugar, y en
cualquier papel. Quería que también supieras eso.
Notó
que la indescifrable expresión de Nick se convertía en una sonrisa
divertida y se dio cuenta de que sus palabras lo habían llevado a creer
que tras sus muestras de lealtad se ocultaba la ambición.
–Gracias,
Diana –dijo Nick con una cortesía que la hizo sentir aún más tonta–.
Que tu representante me llame dentro de algunos meses, cuando esté
armando el elenco de mi próxima película.
Diana lo observó alejarse con
pasos largos y seguros, luciendo una remera azul oscura que destacaba
sus hombros anchos, un pantalón caqui que ajustaba sus angostas
caderas... un cuerpo delgado y fuerte pero que tenía la gracia de un
león... los ojos del león... el orgullo del león. Lo único que estropea
la analogía es su pelo, pensó Diana. Es tan oscuro que parece negro.
Sonrojándose a causa de la incomodidad que sentía y de la derrota que
acababa de sufrir, se apoyó contra un árbol y miró a Tommy, que había
estado parado junto a Nick durante casi todo el diálogo.
–¡Qué manera de meter la pata! ¿No es cierto, Tommy?
–Sí, creo que acabas de hacer la peor interpretación de tu vida.
–Nick cree que lo que quiero es que me dé un papel en una de sus películas.
–¿Y no es así?
Diana
le dirigió una mirada asesina, que Tommy no vio porque en ese momento
observaba a Rachel y a Tony Austin. A los pocos instantes ella dijo:
–¿Cómo es posible que esa hija de pu/ta lo prefiera a Tony Austin? ¿Cómo puede?
–A
lo mejor le gusta sentirse necesaria –contestó Tommy–. En realidad,
Nick no necesita a nadie. Tony, en cambio, necesita a todo el mundo.
–Dirás
que utiliza a todo el mundo –corrigió Diana con desprecio–. Ese Adonis
rubio en realidad no es más que un vampiro; devora a la gente, la seca y
después, cuando ya no le es útil, la tira a la basura.
–Tú deberías saberlo –contestó él, pero deslizó un brazo sobre los hombros de Diana y se los apretó con cariño.
–Me
mandaba a encontrarme con el narcotrafícante que le suministraba la
droga. En una de esas oportunidades me metieron en la cárcel por
posesión de drogas y cuando lo llamé para que me sacara bajo fianza, se
puso furioso porque me había dejado apresar y me colgó el telefóno. Me
aterroricé tanto que llamé al estudio, y ellos pagaron la fianza y
taparon el asunto. Después me cargaron todos los costos legales.
–Pero es evidente que Tony debe de tener cualidades que lo redimen, porque si no, no te habrías enamorado de él.
–Cuando me enamoré de él tenía veinte años y los actores me fascinaban –contraatacó ella–. ¿Y tú? ¿Qué excusa tienes?
–¿Será una crisis de la edad madura? –preguntó él en un débil intento de humor.
–Es una pena que lo hayan revivido después de su última sobredosis.
Las luces del interior de la caballeriza empezaban a encenderse y Tommy señaló con la cabeza en esa dirección.
–Vamos... Empieza el espectáculo.
En
su propia casa rodante, Nick se lavó apresuradamente la cara y el pecho
con agua fría, se puso una camisa limpia y salió. Se detuvo al ver que
el padre de Emily se paseaba de un lado a otro frente a la casa rodante
de su hija.
–¿Emily no está en la caballeriza? –preguntó Nick.
–No,
todavía no, Nick. Hace días que no se siente bien a causa del calor
–explicó George McDaniels–. Además, no es lógico que haya tenido que
pasar tanto tiempo al sol. ¿No sería posible que se quedara en la casa
rodante, donde tiene aire acondicionado, hasta el momento en que
realmente la necesites? Me refiero a que con seguridad tendrás que hacer
varias tomas con Rachel y Austin antes de que Emily haga su entrada en
escena.
En cualquier
otra circunstancia, la sugerencia de hacer esperar al director para que
una persona del elenco estuviera cómoda hubiera merecido una respuesta
cortante. Pero Nick, como todo el mundo, sentía debilidad por Emily, de
manera que contestó con poco habitual tranquilidad:
–Eso
está completamente fuera de la cuestión, y lo sabes, George. Además,
Emily es una chica muy bien dispuesta. Aguantará el calor sin quejarse
mientras espere su entrada en escena.
–Pero... Bueno, iré a buscarla –decidió George, al ver que la expresión de Nick se ponía amenazante.
Por
lo general Nick sentía un profundo desprecio por los padres de los
niños actores, pero en el caso del padre de Emily era distinto. Su mujer
los había abandonado a ambos cuando Emily era apenas un bebé. Por pura
coincidencia, un productor vio a la chiquilla bonita y llena de hoyuelos
jugando en el parque con su padre. Cuando propuso que Emily trabajara
en una película, George McDaniels renunció a su trabajo para acompañar a
su hija en el set durante el día y empezó a trabajar de noche. Le
parecía menos probable que “corrompieran” a su hija si la dejaba sola
con una baby sitter por las noches en lugar de permitir que de día la
acompañara una niñera. al estudio. Eso solo ya hubiera provocado el
respeto de Nick hacia él, pero además era sabido que George invertía
cada centavo que ganaba su hija en un fondo a nombre de ella. Lo único
que realmente le importaba era el bienestar de Emily, y el cariño dio
sus frutos. Emily era una buena chica, cosa sorprendente en el ambiente
de Hollywood y de los actores infantiles. No bebía ni se drogaba, no se
acostaba con nadie, era amable y decente, y Nick sabía que todo eso se
debía a los cuidados que le había proporcionado desde siempre su padre.
Cuando Nick se hallaba cerca de la caballeriza, Emily se le acercó corriendo.
–¡Monta ese caballo y veamos si podemos terminar con el asunto! –dijo Nick.
–Estoy
lista, Nick –contestó la chica, con los ojos llenos de angustia al
pensar en la situación difícil que él debía tolerar. Después desapareció
alrededor de la esquina, donde dos ayudantes la esperaban con el
caballo que debía montar.
Nick
sabía que no tendría muchas posibilidades de lograr que la escena fuera
perfecta en el primer intento, con ensayo o sin él, pero considerando
todo lo sucedido la noche anterior, quería sacarse la escena de encima
con el menor número de tomas posible. La atmósfera cargada que había
entre él, su mujer y el amante sólo empeoraría cada vez que tuvieran que
repetir esa escena sexual y explosiva.
Una sombra se apartó de la puerta y la voz cuidadosamente modulada y conciliatoria de Tony Austin detuvo en seco a Nick.
–Mira,
Nick, esta escena ya será bastante difícil sin que la empeoremos con
nuestra enemistad a causa de Rachel –dijo, moviéndose hacia la luz–. Tú y
yo somos adultos, hombres sofisticados y con experiencia. Te propongo
que actuemos de acuerdo con eso. –Y le tendió la mano.
Nick contempló con desprecio la mano extendida, y luego a Austin.
–¿Por qué no te vas a la mie/rda? –contestó.
Una tensión espesa y caliente
pendía como un palio sobre la caballeriza cuando Nick pasó junto a los
presentes y se encaminó hacia el set en penumbras. Sam Hudgins ya se
encontraba junto a la cámara ubicada en el piso, y Nick se detuvo frente
al par de monitores conectados a las lentes de ambas cámaras, que le
permitían ver exactamente lo que enfocaban. Le hizo una seña con la
cabeza a Tommy y las cosas comenzaron a moverse en la secuencia
prevista.
–¡Luces! –ordenó al asistente de dirección.
Se
oyó el sonido metálico de los interruptores y los gigantescos
reflectores cobraron vida, inundando el set con una luz calurosa y
blanca. Nick se metió las manos en los bolsillos y estudió las imágenes
de ambos monitores. Nadie hablaba, nadie tosía, nadie se movía, pero él
apenas tenía conciencia del silencio poco habitual. Durante años había
compensado lo que le faltaba en la vida enfrascándose por completo en su
trabajo y bloqueando todo lo demás; en ese instante volvió a hacerlo
sin necesidad de realizar un esfuerzo consciente. Por el momento, la
escena que estaban por filmar era lo único que importaba; esa escena era
su hijo, su amante, su futuro, y escudriñó cada detalle de lo que se
veía en ambos monitores.
Arriba,
en los andamios, un asistente y un electricista esperaban instrucciones
para mover una luz o cambiar el ángulo de un reflector si era
necesario. El jefe de sonido estaba ubicado detrás de la cámara del
piso, esperando indicaciones, y había otros dos electricistas junto a
una grúa, que miraban al segundo camarógrafo que se encontraba sentado a
seis metros de altura para poder tomar la escena desde ese ángulo.
Había una serie de utileros listos para mover cualquier detalle de la
escena que Nick quisiera que se cambiara de posición; el sonidista tenía
los auriculares colgando del cuello, listo para ponérselos, y la script sostenía
el guión en una mano y un cronómetro en la otra. A su lado, una
asistente de producción escribía en la claqueta el número que marcaría
la toma cuando Nick diera orden de iniciar el rodaje. Tony y Rachel
esperaban a un lado.
Satisfecho, Nick asintió y miró a Sam.
–¿A ti qué te parece?
El director de fotografía apoyó un ojo en el visor de la cámara para echar una última mirada.
–Esa mesa me molesta un poco, Nick –dijo, sin apartar el ojo de la cámara–. Yo la acercaría más a los fardos de pasto.
Al
oírlo, dos utileros se adelantaron, tomaron la mesa y la fueron
moviendo de a un centímetro por vez, observando a Sam quien, sin apartar
el ojo de la cámara, los dirigía con una mano levantada.
–Allí está bien. Exactamente allí.
Ansioso por empezar a filmar, Nick miró al camarógrafo ubicado sobre la grúa.
–¿Les? ¿Cómo lo ves desde allí?
–Lo veo bien, Nick.
Después
de mirar por última vez a su alrededor, Nick le hizo una seña a Tommy
para que hiciera la rutinaria advertencia de silencio y atención, aunque
en el set reinaba el silencio de una tumba.
–¡Silencio, por favor! Todos a su lugar. Éste no es un ensayo. Haremos directamente una toma.
Tony
y Rachel se ubicaron en sus respectivos lugares marcados en el piso, y
mientras un maquillador pasaba un poco de polvo sobre la frente sudorosa
de Tony y una vestidora alisaba la blusa del vestido de Rachel, Nick
comenzó a hacer su habitual recapitulación de la escena que estaban por
filmar.
–Bueno –dijo
con tono cortante y decidido–, ya conocen la historia y su fin. Tal vez
podamos lograrlo de primera intención. Si no es así, utilizaremos esta
toma como un ensayo. –Miró a Rachel, pero se dirigió a ella con el
nombre del personaje, como lo hacía siempre–. Johanna, tú entras en la
caballeriza sabiendo que allí, en alguna parte, te espera Rick. Sabes lo
que él quiere de ti. Le tienes miedo, y él te teme a ti. Cuando empieza
a tratar de seducirte, tu decisión se debilita, pero sólo algunos
instantes... y deben ser instantes muy calientes –terminó diciendo Nick,
decidiendo que no era necesario especificar el tipo de pasión que
esperaba ver entre ella y su amante en la vida real–. ¿Comprendido?
–preguntó–. ¡Muy calientes!
–Comprendido
–contestó ella, y sólo un parpadeo de sus ojos verdes traicionó cierta
inquietud ante lo que estaba por hacer frente a una cantidad de gente.
Nick se volvió hacia Tony, que ya estaba en su lugar.
–Hace
más de una hora que esperas aquí a Johanna –le recordó en tono
cortante–. Temes que no venga y te odias por desearla. Estás obsesionado
con ella, y piensas en la posibilidad de ir a la casa y decirle a la
hija, al ama de llaves, a cualquiera que te quiera escuchar, que te has
acostado con ella. Te sientes humillado porque te ha estado evitando y
porque tienes que encontrarte con ella en la caballeriza, mientras el
marido duerme en su cama. Cuando llega y pasa a tu lado sin verte, toda
la furia y la angustia que durante meses han estado creciendo en tu
interior, explotan. La aterras, pero en cuanto la tocas vuelves a
desearla y estás decidido a lograr que ella también te desee. La obligas
a besarte y percibes su respuesta inicial. Pero cuando Johanna cambia
de actitud y empieza a luchar, ya te has dejado llevar tanto por la
pasión que no puedes creer que quiera que te detengas. Y no lo crees
hasta que ella toma el arma y te apunta. Entonces te enfureces. Pierdes
el control. Agarras el arma y cuando se dispara estás demasiado
enfurecido para comprender que ha sido accidental. Toda la pasión y la
obsesión que ella te inspira se convierte en ira mientras luchas por
quitarle el arma. La pistola se dispara por segunda vez, Rachel se
desploma en el piso y entonces dejas caer el arma... estás enfermo de
remordimientos y de miedo porque te das cuenta de que está malherida.
Oyes a Emily... vacilas y luego huyes. –Incapaz de ocultar por completo
el odio que sentía, Nick agregó con tono ácido–: ¿Te sientes capaz de
hacerlo?
–Sí –contestó Austin con sarcasmo–. Creo que soy capaz.
–Entonces
hazlo y terminemos de una vez con esta charada nauseabunda –retrucó
Nick, sin poder contenerse. Se volvió hacia Rachel para agregar– Tú no
pensabas usar el arma contra él, y cuando se dispara quiero que
demuestres que estás horrorizada... tan horrorizada que no reaccionas
con suficiente rapidez cuando te apunta a ti.
Sin esperar respuesta, Nick se volvió hacia Emily y le habló con voz más suave.
–Emily:
tú oyes los disparos y entras a caballo. Tu madre está herida pero
consciente, y comprendes que no es una herida mortal. Estás
aterrorizada. El amante de tu madre huye hacia su camión, y tú tomas el
teléfono y llamas una ambulancia. Después llamas a tu padre. ¿De
acuerdo?
–¿Y qué pasa
con Tony... es decir, Rick? ¿Yo no debería dar unos pasos como si
pensara perseguirlo, o tomar el arma como si pensara ir tras él?
Normalmente
todo eso habría sido cubierto en un ensayo y Nick comprendió que había
sido un tonto en creer que podían hacer la toma directa, sin ensayarla,
sobre todo porque desde el día anterior pensaba en la posibilidad de que
no fuera Rachel quien disparara el primer tiro, aunque eso fuera lo que
marcaba el guión. Después de una breve vacilación, meneó la cabeza ante
la pregunta de Emily.
hahhaha ya la parte de Nick (boring)ok no, que mala, por fin acabo de leer todo, Por fin haces algo de lo que digo que es hacer maraton, siguela
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