martes, 16 de octubre de 2012

Perfecta Cap: 11

 FELIZ CUMPLE DANI TE QUIERO MUCHO ESPERO TE GUSTE EL MARATON :D


 _________________________________________________________________

Durante el día siguiente, todo el elenco y el equipo técnico permanecieron en cuarentena dentro del hotel para ser interrogados por la policía. Nick era presa de un estupor inquieto; la policía se negaba a suministrarle información, mientras que los medios periodísticos no hacían más que difundir noticias a todo el país con respecto al acontecimiento. Según el programa de la NBC que Nick vio al mediodía, el arma que mató a Rachel estaba cargada con una bala de punta hueca, diseñada para abrirse en el momento del impacto, infligiendo una destrucción total en una amplia zona del cuerpo, en lugar de atravesarlo simplemente. Ése era el motivo de que la muerte hubiese sido instantánea. El noticiario de la tarde de la CBS presentó a un experto en balística quien, con un puntero y un diagrama del cuerpo de Rachel, explicó al país el daño exacto que la bala había causado y el lugar donde se había alojado el proyectil. Nick apagó el televisor, fue al baño y vomitó. Rachel estaba muerta, y pese a que en el matrimonio de ambos no había verdadero amor, a pesar de que ella pensaba divorciarse de él para casarse con Tony, él no conseguía convencerse de que estaba muerta, ni aceptar la forma horrible de esa muerte. Las noticias de las diez de la noche propaladas por la cadena ABC fueron una bomba verbal para él al anunciar que, de acuerdo con los resultados de la autopsia que acababa de ser dada a publicidad, Rachel Evans Jonas estaba embarazada de seis semanas.

Nick se hundió en el sofá y cerró los ojos, tragando bilis, con la sensación de que se encontraba en el ojo de un huracán que lo hacía girar despiadadamente. Rachel estaba embarazada. Pero él no era el padre de la criatura. Hacía meses que no se acostaba con ella.
Sin afeitarse, y sin poder comer, se paseó por la suite preguntándose si todos los demás estarían encerrados en sus respectivas habitaciones y, en caso contrario, por qué ninguno de ellos había ido a conversar con él, a darle el pésame, o simplemente a pasar el tiempo en su compañía. El telefonista del hotel no daba abasto para contestar las llamadas de gente de Hollywood, más interesada en averiguar detalles que en expresar su pésame, por la muerte de Rachel. De manera que Nick se negó a recibir llamados, con excepción de Matt Farrell, y pasaba el tiempo preguntándose quién podía haber odiado a Rachel hasta el punto de querer verla muerta. A medida que transcurrían las horas, empezó a sospechar de cada una de las personas presentes en el set, por un motivo absurdo o por otro, y sin embargo, cada vez descartaba a ese sospechoso y buscaba a otro, porque las causas de su anterior sospecha eran absolutamente increíbles.
En el fondo de su ser tenía conciencia de que tal vez la policía creyera que él tenía fuertes motivos para asesinar a su mujer, y sin embargo los consideraba tan ridículos que se convenció de que la policía también lo vería así.
Dos días después de la muerte de Rachel, Nick contestó una llamada a la puerta de la suite y se topó con los dos detectives que lo habían interrogado el día anterior.
–Señor Jonas –empezó a decir uno de ellos, pero la paciencia de Nick había llegado a su límite.
–¿Por qué mie/rda pierden el tiempo conmigo? –explotó–. ¡Exijo saber qué progresos han hecho en la búsqueda del asesino de mi mujer!
Estaba tan furioso que se sorprendió cuando uno de los hombres, que había entrado en el cuarto colocándose a sus espaldas, de repente lo empujó hacia la pared, le aferró las muñecas y Nick sintió el contacto frío de las esposas al tiempo que el otro decía:
–Nicholas Jonas, está arrestado por el asesinato de Rachel Evans. Tiene derecho a guardar silencio, tiene derecho a llamar a un abogado. En el caso de que no pudiera pagar a un abogado...

–Señoras y señores del jurado, han escuchado el escandalizante testimonio y visto las pruebas incontrovertibles de... –Altón Peterson, el fiscal, permaneció perfectamente inmóvil, mirando con sus ojos penetrantes a cada uno de los doce jurados del Condado de Dallas, quienes debían decidir el resultado de ese juicio que había logrado atraer la atención de todo el país con sus escandalosas revelaciones de adulterio y asesinato cometidos por superestrellas de Hollywood.
Fuera de la sala de la corte, bullían reporteros de todas partes del mundo, a la espera de conocer el menor detalle del juicio contra Nicholas Jonas. En una época lo habían cubierto de alabanzas y de halagos; ahora informaban con una satisfacción aún mayor acerca de cada detalle de su caída, para fascinar a un público que los digería junto con sus comidas a la hora de los noticiarios.
–Han oído las pruebas –recordó Peterson al jurado con tono enfático, continuando con su resumen final–, el testimonio intachable de docenas de testigos, algunos de los cuales eran amigos de Jonas. Saben que la noche antes de que Rachel Evans fuera asesinada, Nicholas Jonas la descubrió desnuda en brazos de Tony Austin. Saben que Jonas se enfureció hasta el punto de que varios integrantes de su equipo debieron contenerlo y alejarlo de Austin. Han escuchado los testimonios de huéspedes del hotel que se encontraban en el vestíbulo, fuera de la suite de Jonas, y que oyeron la fuerte discusión que siguió. Por el testimonio de esos testigos están enterados de que Rachel Evans le dijo a Jonas que pensaba divorciarse de él para casarse con Anthony Austin y que en ese divorcio pensaba quedarse con la mitad de su fortuna. Esos mismos testigos afirman que Jonas le advirtió a su mujer, y cito textualmente sus palabras... –Peterson hizo una pausa para consultar sus anotaciones, pero fue un golpe de efecto, porque dentro de la sala nadie podía olvidar la amenaza. Alzando la voz para lograr un énfasis mayor, Peterson dijo–: ¡Te mataré antes de permitir que tú y Austin se queden con la mitad de nada!
El fiscal se inclinó para apoyarse en la baranda del palco del jurado y los miró, uno por uno.
–Y efectivamente la mató, señoras y señores. ¡La mató a sangre fría junto con la criatura inocente que ella llevaba en su seno! Ustedes saben que lo hizo, y yo sé que lo hizo. Pero la forma en que lo hizo convierte a este crimen en algo aún más asqueante, más odioso, porque demuestra la clase de monstruo que es Nicholas Jonas.
Se volvió y comenzó a pasearse. Recapituló el crimen y la forma en que fue cometido. Luego llegó a su conclusión.
–Nicholas Jonas no asesinó a su mujer sin premeditación, en un ataque de furia y pasión, como podía haberlo hecho un asesino común. ¡No, él no! Esperó veinticuatro horas para poder terminar primero su preciosa película, y entonces eligió un método de venganza tan fuera de lo común, concebido con tanta sangre fría, que da ganas de vomitar. Cargó un arma con balas de punta hueca, y a último momento, cuando filmaban la escena final de la película, modificó el guión para que fuera su esposa y no Anthony Austin el que recibiera el balazo durante la falsa lucha. Altón hizo otra pausa y volvió a apoyarse en la baranda del palco del jurado. Éstas no son conjeturas mías. Han escuchado testimonios que demuestran cada palabra de lo que acabo de decir. En la tarde del crimen, mientras el resto del elenco y el equipo se tomaban un descanso para comer, Nicholas Jonas entró solo en la caballeriza, ostensiblemente para arreglar algunos detalles del set. Varias personas lo vieron entrar, él mismo admitió haber entrado, y sin embargo nadie pudo notar un cambio posterior en el set. ¿Qué hacía allí adentro Jonas? ¡Ustedes saben lo que hacía! 

Cambiaba las inofensivas balas de fogueo con las que un asistente declaró haber cargado el arma, por mortíferas balas de punta hueca. Les recuerdo una vez más que en el arma se encontraron las huellas digitales de Jonas. Las suyas, y sólo las suyas, que dejó allí sin duda por error, después de haber limpiado el arma. Y una vez que acabó con sus preparativos, ¿terminó de una buena vez con sus malvados designios, como lo hubiera hecho un criminal común? No, él no. –Altón se volvió a mirar al acusado y no tuvo necesidad de fingir odio ni asco cuando agregó: –Nicholas Jonas permaneció de pie junto a un camarógrafo en esa caballeriza, observando las caricias que se prodigaban su mujer y el amante, y los obligó a hacerlo ¡una y otra vez! Los detuvo cada vez que su esposa estaba por tomar el arma. Y luego, cuando ya se había “divertido” bastante, cuando ya consideró que había vengado sus celos enfermizos, cuando ya no pudo prolongar el instante que el guión exigía... el momento en que su mujer debía tomar el arma y dispararla contra Tony Austin... Nicholas Jonas ¡modificó el guión!

Peterson giró y señaló a Nick con un dedo, mientras su voz resonaba llena de odio.
–Nicholas Jonas es un hombre que ha sido hasta tal punto corrompido por el dinero y por la fama, que se creyó por encima y más allá de las leyes que se aplican a ustedes y a mí. ¡Creyó que ustedes le permitirían salirse con la suya! Mírenlo, señoras y señores del jurado...
Movidos por la resonante voz de barítono de Peterson, todos los rostros de la sala atestada se volvieron a mirar a Nick, que estaba sentado ante la mesa del acusado. A su lado, el abogado defensor le habló sin mover los labios.
–¡Maldito sea, Nick! ¡Mira al jurado!
Nick levantó la cabeza y obedeció automáticamente, pero dudaba que nada de lo que hiciera pudiera tener efecto en las mentes del jurado. Si la misma Rachel hubiera decidido tenderle una celada para que lo acusaran de su asesinato, no podría haberlo hecho mejor. Todas las “evidencias” lo acusaban.
–¡Mírenlo! –ordenó Altón Peterson con renovada furia y energía–, y verán lo que es: ¡un hombre culpable de asesinato en primer grado! ¡Ése es el veredicto, el único veredicto que ustedes pueden dictar en este caso si quieren que se haga justicia!
A la mañana siguiente, el jurado se retiró para debatir el veredicto, y Nick, que se encontraba en libertad después de pagar una fianza de un millón de dólares, regresó a su suite del Crescent, donde consideró seriamente la posibilidad de tratar de huir a Sudamérica o de tratar de asesinar a Austin. 

Tony le parecía el sospechoso más lógico, pero ni sus propios abogados ni los detectives privados que habían contratado pudieron encontrar ninguna prueba que lo incriminara, salvo el hecho de que continuaba con su costoso hábito de consumir drogas, un hábito que hubiera estado en mejores condiciones de continuar si Rachel se hubiera casado con él después de divorciarse de Nick. Además, si a último momento Nick no hubiera decidido modificar el guión, Tony, y no Rachel, hubiera recibido el disparo. Nick trató de recordar si alguna vez le mencionó a Tony que no le gustaba el final y que estaba pensando en la posibilidad de cambiarlo. A veces pensaba en voz alta y largaba ideas delante de otros, y después no lo recordaba. Había hecho anotaciones sobre el posible cambio en su ejemplar del guión, que en muchas ocasiones dejó en distintas partes, pero todos los testigos negaron saber nada al respecto.
Se paseaba por la suite como un tigre enjaulado, maldiciendo al destino, a Rachel y a sí mismo. Repasó una y otra vez el discurso final de su abogado, tratando de convencerse de que Arthur Handler había conseguido persuadir al jurado de que no debía condenarlo. La única defensa plausible que pudo esgrimir Handler fue que Nick tenía que ser un completo idi/ota para cometer un crimen tan evidente, cuando sabía que todas las pruebas lo incriminarían directamente. 



________________________________________________________________________________


No hay comentarios:

Publicar un comentario