FELIZ CUMPLE DANI TE QUIERO MUCHO ESPERO TE GUSTE EL MARATON :D
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Durante el día siguiente, todo
el elenco y el equipo técnico permanecieron en cuarentena dentro del
hotel para ser interrogados por la policía. Nick era presa de un estupor
inquieto; la policía se negaba a suministrarle información, mientras
que los medios periodísticos no hacían más que difundir noticias a todo
el país con respecto al acontecimiento. Según el programa de la NBC que
Nick vio al mediodía, el arma que mató a Rachel estaba cargada con una
bala de punta hueca, diseñada para abrirse en el momento del impacto,
infligiendo una destrucción total en una amplia zona del cuerpo, en
lugar de atravesarlo simplemente. Ése era el motivo de que la muerte
hubiese sido instantánea. El noticiario de la tarde de la CBS presentó a
un experto en balística quien, con un puntero y un diagrama del cuerpo
de Rachel, explicó al país el daño exacto que la bala había causado y el
lugar donde se había alojado el proyectil. Nick apagó el televisor, fue
al baño y vomitó. Rachel estaba muerta, y pese a que en el matrimonio
de ambos no había verdadero amor, a pesar de que ella pensaba
divorciarse de él para casarse con Tony, él no conseguía convencerse de
que estaba muerta, ni aceptar la forma horrible de esa muerte. Las
noticias de las diez de la noche propaladas por la cadena ABC fueron una
bomba verbal para él al anunciar que, de acuerdo con los resultados de
la autopsia que acababa de ser dada a publicidad, Rachel Evans Jonas
estaba embarazada de seis semanas.
Nick
se hundió en el sofá y cerró los ojos, tragando bilis, con la sensación
de que se encontraba en el ojo de un huracán que lo hacía girar
despiadadamente. Rachel estaba embarazada. Pero él no era el padre de la
criatura. Hacía meses que no se acostaba con ella.
Sin
afeitarse, y sin poder comer, se paseó por la suite preguntándose si
todos los demás estarían encerrados en sus respectivas habitaciones y,
en caso contrario, por qué ninguno de ellos había ido a conversar con
él, a darle el pésame, o simplemente a pasar el tiempo en su compañía.
El telefonista del hotel no daba abasto para contestar las llamadas de
gente de Hollywood, más interesada en averiguar detalles que en expresar
su pésame, por la muerte de Rachel. De manera que Nick se negó a
recibir llamados, con excepción de Matt Farrell, y pasaba el tiempo
preguntándose quién podía haber odiado a Rachel hasta el punto de querer
verla muerta. A medida que transcurrían las horas, empezó a sospechar
de cada una de las personas presentes en el set, por un motivo absurdo o
por otro, y sin embargo, cada vez descartaba a ese sospechoso y buscaba
a otro, porque las causas de su anterior sospecha eran absolutamente
increíbles.
En el
fondo de su ser tenía conciencia de que tal vez la policía creyera que
él tenía fuertes motivos para asesinar a su mujer, y sin embargo los
consideraba tan ridículos que se convenció de que la policía también lo
vería así.
Dos días
después de la muerte de Rachel, Nick contestó una llamada a la puerta de
la suite y se topó con los dos detectives que lo habían interrogado el
día anterior.
–Señor Jonas –empezó a decir uno de ellos, pero la paciencia de Nick había llegado a su límite.
–¿Por
qué mie/rda pierden el tiempo conmigo? –explotó–. ¡Exijo saber qué
progresos han hecho en la búsqueda del asesino de mi mujer!
Estaba
tan furioso que se sorprendió cuando uno de los hombres, que había
entrado en el cuarto colocándose a sus espaldas, de repente lo empujó
hacia la pared, le aferró las muñecas y Nick sintió el contacto frío de
las esposas al tiempo que el otro decía:
–Nicholas
Jonas, está arrestado por el asesinato de Rachel Evans. Tiene derecho a
guardar silencio, tiene derecho a llamar a un abogado. En el caso de
que no pudiera pagar a un abogado...
–Señoras y señores del jurado,
han escuchado el escandalizante testimonio y visto las pruebas
incontrovertibles de... –Altón Peterson, el fiscal, permaneció
perfectamente inmóvil, mirando con sus ojos penetrantes a cada uno de
los doce jurados del Condado de Dallas, quienes debían decidir el
resultado de ese juicio que había logrado atraer la atención de todo el
país con sus escandalosas revelaciones de adulterio y asesinato
cometidos por superestrellas de Hollywood.
Fuera
de la sala de la corte, bullían reporteros de todas partes del mundo, a
la espera de conocer el menor detalle del juicio contra Nicholas Jonas.
En una época lo habían cubierto de alabanzas y de halagos; ahora
informaban con una satisfacción aún mayor acerca de cada detalle de su
caída, para fascinar a un público que los digería junto con sus comidas a
la hora de los noticiarios.
–Han
oído las pruebas –recordó Peterson al jurado con tono enfático,
continuando con su resumen final–, el testimonio intachable de docenas
de testigos, algunos de los cuales eran amigos de Jonas. Saben que la
noche antes de que Rachel Evans fuera asesinada, Nicholas Jonas la
descubrió desnuda en brazos de Tony Austin. Saben que Jonas se enfureció
hasta el punto de que varios integrantes de su equipo debieron
contenerlo y alejarlo de Austin. Han escuchado los testimonios de
huéspedes del hotel que se encontraban en el vestíbulo, fuera de la
suite de Jonas, y que oyeron la fuerte discusión que siguió. Por el
testimonio de esos testigos están enterados de que Rachel Evans le dijo a
Jonas que pensaba divorciarse de él para casarse con Anthony Austin y
que en ese divorcio pensaba quedarse con la mitad de su fortuna. Esos
mismos testigos afirman que Jonas le advirtió a su mujer, y cito
textualmente sus palabras... –Peterson hizo una pausa para consultar sus
anotaciones, pero fue un golpe de efecto, porque dentro de la sala
nadie podía olvidar la amenaza. Alzando la voz para lograr un énfasis
mayor, Peterson dijo–: ¡Te mataré antes de permitir que tú y Austin se
queden con la mitad de nada!
El fiscal se inclinó para apoyarse en la baranda del palco del jurado y los miró, uno por uno.
–Y efectivamente la mató, señoras y señores. ¡La mató
a sangre fría junto con la criatura inocente que ella llevaba en su
seno! Ustedes saben que lo hizo, y yo sé que lo hizo. Pero la forma en
que lo hizo convierte a este crimen en algo aún más asqueante, más
odioso, porque demuestra la clase de monstruo que es Nicholas Jonas.
Se volvió y comenzó a pasearse. Recapituló el crimen y la forma en que fue cometido. Luego llegó a su conclusión.
–Nicholas
Jonas no asesinó a su mujer sin premeditación, en un ataque de furia y
pasión, como podía haberlo hecho un asesino común. ¡No, él no! Esperó
veinticuatro horas para poder terminar primero su preciosa película, y
entonces eligió un método de venganza tan fuera de lo común, concebido
con tanta sangre fría, que da ganas de vomitar. Cargó un arma con balas
de punta hueca, y a último momento, cuando filmaban la escena final de
la película, modificó el guión para que fuera su esposa y no Anthony
Austin el que recibiera el balazo durante la falsa lucha. Altón hizo
otra pausa y volvió a apoyarse en la baranda del palco del jurado. Éstas
no son conjeturas mías. Han escuchado testimonios que demuestran cada
palabra de lo que acabo de decir. En la tarde del crimen, mientras el
resto del elenco y el equipo se tomaban un descanso para comer, Nicholas
Jonas entró solo en la caballeriza, ostensiblemente para arreglar
algunos detalles del set. Varias personas lo vieron entrar, él mismo
admitió haber entrado, y sin embargo nadie pudo notar un cambio
posterior en el set. ¿Qué hacía allí adentro Jonas? ¡Ustedes saben lo
que hacía!
Cambiaba las inofensivas balas de fogueo con las que un
asistente declaró haber cargado el arma, por mortíferas balas de punta
hueca. Les recuerdo una vez más que en el arma se encontraron las
huellas digitales de Jonas. Las suyas, y sólo las suyas, que dejó allí
sin duda por error, después de haber limpiado el arma. Y una vez que
acabó con sus preparativos, ¿terminó de una buena vez con sus malvados
designios, como lo hubiera hecho un criminal común? No, él no. –Altón se
volvió a mirar al acusado y no tuvo necesidad de fingir odio ni asco
cuando agregó: –Nicholas Jonas permaneció de pie junto a un camarógrafo
en esa caballeriza, observando las caricias que se prodigaban su mujer y
el amante, y los obligó a hacerlo ¡una y otra vez! Los detuvo cada vez
que su esposa estaba por tomar el arma. Y luego, cuando ya se había
“divertido” bastante, cuando ya consideró que había vengado sus celos
enfermizos, cuando ya no pudo prolongar el instante que el guión
exigía... el momento en que su mujer debía tomar el arma y dispararla
contra Tony Austin... Nicholas Jonas ¡modificó el guión!
Peterson giró y señaló a Nick con un dedo, mientras su voz resonaba llena de odio.
–Nicholas
Jonas es un hombre que ha sido hasta tal punto corrompido por el dinero
y por la fama, que se creyó por encima y más allá de las leyes que se
aplican a ustedes y a mí. ¡Creyó que ustedes le permitirían salirse con
la suya! Mírenlo, señoras y señores del jurado...
Movidos
por la resonante voz de barítono de Peterson, todos los rostros de la
sala atestada se volvieron a mirar a Nick, que estaba sentado ante la
mesa del acusado. A su lado, el abogado defensor le habló sin mover los
labios.
–¡Maldito sea, Nick! ¡Mira al jurado!
Nick
levantó la cabeza y obedeció automáticamente, pero dudaba que nada de
lo que hiciera pudiera tener efecto en las mentes del jurado. Si la
misma Rachel hubiera decidido tenderle una celada para que lo acusaran
de su asesinato, no podría haberlo hecho mejor. Todas las “evidencias”
lo acusaban.
–¡Mírenlo!
–ordenó Altón Peterson con renovada furia y energía–, y verán lo que
es: ¡un hombre culpable de asesinato en primer grado! ¡Ése es el veredicto, el único veredicto que ustedes pueden dictar en este caso si quieren que se haga justicia!
A
la mañana siguiente, el jurado se retiró para debatir el veredicto, y
Nick, que se encontraba en libertad después de pagar una fianza de un
millón de dólares, regresó a su suite del Crescent, donde consideró
seriamente la posibilidad de tratar de huir a Sudamérica o de tratar de
asesinar a Austin.
Tony le parecía el sospechoso más lógico, pero ni sus
propios abogados ni los detectives privados que habían contratado
pudieron encontrar ninguna prueba que lo incriminara, salvo el hecho de
que continuaba con su costoso hábito de consumir drogas, un hábito que
hubiera estado en mejores condiciones de continuar si Rachel se hubiera
casado con él después de divorciarse de Nick. Además, si a último
momento Nick no hubiera decidido modificar el guión, Tony, y no Rachel,
hubiera recibido el disparo. Nick trató de recordar si alguna vez le
mencionó a Tony que no le gustaba el final y que estaba pensando en la
posibilidad de cambiarlo. A veces pensaba en voz alta y largaba ideas
delante de otros, y después no lo recordaba. Había hecho anotaciones
sobre el posible cambio en su ejemplar del guión, que en muchas
ocasiones dejó en distintas partes, pero todos los testigos negaron
saber nada al respecto.
Se
paseaba por la suite como un tigre enjaulado, maldiciendo al destino, a
Rachel y a sí mismo. Repasó una y otra vez el discurso final de su
abogado, tratando de convencerse de que Arthur Handler había conseguido
persuadir al jurado de que no debía condenarlo. La única defensa
plausible que pudo esgrimir Handler fue que Nick tenía que ser un
completo idi/ota para cometer un crimen tan evidente, cuando sabía que
todas las pruebas lo incriminarían directamente.
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