jueves, 11 de octubre de 2012

Perfecta Cap:6

1988
–¡Saquen de aquí esos malditos novillos! ¡Tienen un olor intolerable!
Sentado en una silla plegadiza de lona negra, con la palabra director escrita encima de su nombre, Nicholas Jonas ladró la orden y miró con furia el ganado que se movía en un corral provisorio, construido cerca de la casa de un rancho. Luego continuó haciendo anotaciones en su guión. El rancho se encontraba a sesenta kilómetros de Dallas, y se lo habían alquilado a un billonario para filmar parte de una película llamada «Destino» que, en opinión de Variety, posiblemente le reportara a Nick un Oscar como Mejor Actor y otro en calidad de Mejor Director... suponiendo que alguna vez consiguiera terminar de rodar ese filme que todo el mundo consideraba signado por la mala suerte.

Hasta la noche anterior, Nick creía que era imposible que las cosas empeoraran. Con un presupuesto acordado de 45 millones de dólares para cuatro meses de filmación Destino ya llevaba un mes de atraso en el rodaje y superaba en siete millones el presupuesto original, a causa de la enorme cantidad de problemas absurdos y de accidentes que persiguieron a la película prácticamente desde el día del comienzo de la filmación.
Y ahora, después de meses de demoras y desastres, sólo faltaba filmar dos escenas, pero la satisfacción que debía embargar a Nick había sido substituida por una furia desenfrenada que apenas lograba contener mientras hacía inútiles esfuerzos por concentrarse en los cambios que quería introducir en la escena siguiente.
A través de las puertas abiertas de la caballeriza, Nick alcanzaba a ver a algunos utileros colocando fardos de paja, y a los asistentes de iluminación que se trepaban a los andamies para colocar luces, mientras los camarógrafos les daban indicaciones. En un extremo del parque, bajo un monte de robles, las casas rodantes reservadas para los principales actores formaban un semicírculo, con las persianas bajas y los equipos de aire acondicionado encendidos, para luchar contra el calor del mes de julio. A su lado, los camiones de la firma que proveía comidas y bebidas distribuían refrescos a los sudorosos integrantes del equipo técnico y a los acalorados actores.

Tanto el elenco como el equipo técnico estaban integrados por profesionales acostumbrados a esperar horas enteras para estar listos para unos pocos minutos de filmación. Por lo general reinaba una atmósfera amistosa, y el día de las tomas finales era directamente alegre. Normalmente, esa misma gente, que permanecía parada en incómodos grupos cerca de los camiones, habría estado dando vueltas alrededor de Nick, haciendo bromas acerca de los tormentos que habían sufrido juntos, o conversando con entusiasmo sobre la fiesta con la que el día siguiente se celebraría el fin del rodaje. Sin embargo, después de lo sucedido la noche anterior, si podían evitarlo, nadie hablaba con Nick y nadie esperaba que se organizara una fiesta.
Ese día, los treinta y ocho integrantes del elenco y equipo técnico de Dallas temían lo que podía llegar a suceder en las horas siguientes. Por lo tanto, las órdenes que por lo general se impartían en tono razonable, ese día se gritaban con impaciencia, y las indicaciones que por lo general se cumplían con rapidez, ese día se realizaban con la torpeza de la gente que está nerviosa y deseando terminar con algo de una buena vez.
Nick prácticamente palpaba las emociones que emanaban de todos los que lo rodeaban; la comprensión de los que le tenían simpatía, la burla satisfecha de los que no se la profesaban o eran amigos de su mujer, la ávida curiosidad de aquellos a quienes ambos les resultaban indiferentes.

Al comprender que nadie había oído su orden de que sacaran de allí a los novillos, Nick miró alrededor en busca del asistente de dirección y lo vio parado en el césped, con los brazos en jarras y la cabeza echada hacia atrás, observando despegar al helicóptero que partía en un viaje de rutina al laboratorio de Dallas donde se procesaban los copiones del día.
–¡Tommy! –llamó con irritación.
Tommy Newton se volvió de inmediato y se le acercó al trote, sacudiéndose con las manos la tierra que se le había pegado a los shorts color caqui. De baja estatura, pelo castaño, ojos color de avellana, y anteojos con armazón de metal, el asistente de dirección de treinta y cinco años tenía una apariencia estudiosa que ocultaba un enorme sentido del humor y una energía infatigable. Ese día, sin embargo, ni siquiera Tommy pudo hablar en un tono ligero. Sacó la tablilla con sujetador que llevaba bajo el brazo, por si tenía que hacer alguna anotación, y preguntó:
–¿Me llamaste?
–Sí, que alguien se lleve esos novillos a otro lado, adonde el viento no traiga su olor hasta aquí –contestó Nick, sin molestarse en levantar la mirada.
–Por supuesto, Nick. –Subió el control de volumen del transmisor que llevaba en la cintura y le habló a Doug Furlough, el jefe de utileros, que supervisaba a los hombres que en ese momento construían un corral para la toma final del día siguiente–. Doug –dijo Tommy hablando por el micrófono.
–¿Sí, Tommy?
–Pídeles a los peones del rancho que lleven a los novillos a la pastura del sur.
–Creí que Nick los iba a necesitar para la próxima toma.
–Ha cambiado de idea.
–Está bien, me encargaré de eso. ¿Podemos empezar a desarmar el escenario de la casa, o prefieres que lo dejemos?
Tommy vaciló, miró a Nick y repitió la pregunta.
–Que lo dejen como está –contestó Nick con tono cortante–. No quiero que lo toquen hasta mañana, cuando haya visto los copiones. Si hay algún problema no quiero perder más de diez minutos en preparar otra toma.
Después de repetirle la respuesta a Doug Furlough, Tommy empezó a volverse, pero vaciló.
–Nick –dijo por fin con tono sombrío–, supongo que en este momento no estás de ánimo para oír esto, pero esta noche... las cosas van a ser bastante agitadas, y es posible que no tenga otra oportunidad para decírtelo.
Nick se obligó a demostrar un interés que no sentía, mientras Tommy seguía hablando, vacilante.
–Tú mereces otro par de Oscar por esta película. Varias de tus actuaciones, y algunas escenas que les has arrancado a Rachel y a Tony, han puesto piel de gallina a todo el equipo, y te aseguro que no exagero.
La sola mención de su mujer, sobre todo en relación con Tony Austin, hicieron hervir la sangre de Nick, quien se puso de pie de un salto, guión en mano.
–Te agradezco el cumplido –mintió–. Hasta dentro de una hora no habrá suficiente oscuridad como para filmar la próxima escena. Cuando todo esté listo en las caballerizas, dale un descanso al equipo para que coman algo. 

Mientras, yo verificaré cómo ha quedado todo. Hasta entonces, buscaré algo de beber y un lugar donde poder concentrarme. –Señaló con la cabeza el monte que se alzaba a la orilla del parque–. Si me necesitas, estaré allí.
Se dirigió a los camiones que repartían refrescos y en el instante en que él pasaba se abrió la puerta de la casa rodante de Rachel y ella salió. Sus miradas se encontraron, todas las conversaciones se detuvieron, las cabezas se volvieron y la expectativa vibró en el aire como una descarga eléctrica, pero Nick simplemente dio un rodeo para evitar a su mujer y siguió su camino, deteniéndose unos instantes para hablar con el asistente de Tony Newton y para hacer algunos comentarios intrascendentes con un par de dobles. Fue una actuación estupenda de su parte, que le exigió un supremo esfuerzo de voluntad, porque le resultaba imposible ver a Rachel sin recordarla tal como la había visto la noche anterior, cuando volvió inesperadamente a la suite de ambos en el Hotel Crescent y la encontró con Tony Austin.

No hay comentarios:

Publicar un comentario