martes, 20 de mayo de 2014

Simplemente Irresistible - Cap: 7



El agua calentaba el cuerpo frío de Miley mientras se lavaba el pelo con champú. Antes de meterse en la ducha, hacía unos quince minutos, Nick le había pedido que acabara pronto porque él también quería ducharse antes de salir. Miley tenía otros planes.

Cerrando los ojos metió la cabeza bajo el chorro de agua para enjuagar el pelo, horrorizada al pensar lo que ese champú barato estaría haciéndole a su permanente. Pensó en el bote del carísimo champú Paul Mitchell guardado en una de las maletas que había metido en el Rolls Royce de Virgil, y casi lloró cuando abrió una muestra de acondicionador que había encontrado debajo del lavabo. Un agradable perfume floral inundó la ducha mientras dejaba de pensar en el champú y el acondicionador para centrarse en su problema principal.

Ernie se había marchado por la tarde y 
Nick pensaba seguir sus pasos. Miley no podría persuadir a Nick de que la dejara quedarse algunos días más si no estaba en casa. Cuando le había dicho que podían ser amigos, ella había sentido un alivio momentáneo que desapareció enseguida cuando anunció que se marchaba.
Miley se aplicó con esmero el acondicionador antes de volver bajo el chorro de agua caliente. Durante un breve momento pensó en utilizar el sexo para persuadir a Nick de que se quedara en casa el resto de la noche, pero descartó la idea rápidamente. No porque encontrara la idea moralmente reprobable, sino porque no le gustaba el sexo. Las pocas veces que se había permitido mantener tal relación íntima con un hombre se había sentido muy cohibida. Tan cohibida que no lo había disfrutado.

Cuando terminó de ducharse, el agua salía fría y por un momento temió oler a jabón masculino. Se secó con rapidez y luego se puso la ropa interior, un tanga verde esmeralda y un sujetador a juego. Había comprado la seductora ropa interior para la luna de miel, pero no podía decir que lamentara que Virgil nunca la viera con ella.

El ventilador del techo había esparcido el vapor de la ducha por el cuarto de baño y la bata de seda, que le había pedido prestada a 
Nick, se le pegó a la piel húmeda al anudar el cinturón. A pesar de la suave textura de la tela, la bata era muy masculina y retenía el olor a colonia de hombre. La seda de color negro le llegaba un poco más abajo de las rodillas, y había un enorme símbolo japonés rojo y blanco bordado en el dorso.

Se pasó un peine de púas por el pelo y evitó pensar en la crema hidratante y en los polvos de Estée Lauder guardados en el coche de Virgil. Abriendo los armarios del baño, buscó cualquier artículo de belleza que pudiera usar. Sólo encontró algunos cepillos de dientes, una pasta de dientes Crest, un frasco con polvos para los pies, un bote de crema para afeitar y dos maquinillas de afeitar.

—¿No hay nada más? —Con el ceño fruncido, se giró y rebuscó en su neceser. Apartó a un lado las píldoras anticonceptivas, que había empezado a tomar tres días antes, y cogió los cosméticos. Le parecía muy injusto que 
Nick pudiera verse genial con tan poco esfuerzo mientras que ella tenía que gastar tiempo y dinero para mejorar su aspecto.

Tomando una toalla, secó parte del espejo y miró su reflejo en medio del círculo sin vaho del cristal. Se cepilló los dientes, luego se aplicó rímel en las pestañas y colorete en las mejillas.

La sobresaltó un golpe en la puerta del cuarto de baño y casi se pintó la cara con el lápiz de labios color melocotón.

—¿Miley?

—¿Sí, 
Nick?

—Necesito entrar, ¿recuerdas?

Lo recordaba la mar de bien.

—Ah, lo olvidé. —Se ahuecó el pelo alrededor de la cara con los dedos y se miró críticamente. Olía a hombre y se veía peor de lo que acostumbraba.

—¿Tienes pensado salir esta noche?

—Dame un segundo —le dijo, lanzando los cosméticos en el neceser que había puesto sobre la tapa del inodoro. ¿Debería poner a secar las ropas mojadas en el toallero?, se preguntó mientras las recogía del suelo blanco y negro.

—Sí, claro —contestó él a través de la puerta—. ¿Vas a tardar mucho?

Miley extendió cuidadosamente el sujetador y la braga mojados sobre la barra metálica, luego los cubrió con los pantalones cortos y la camiseta.

—Lista —dijo mientras abría la puerta.

—¿No te ibas a dar una ducha rápida? —Él levantó las manos como si quisiera atrapar el vaho con ellas.

—¿No fue rápida? Pensaba que lo había sido.
Nick dejó caer las manos.

—Has estado tanto tiempo ahí dentro que me asombra que no tengas la piel tan arrugada como una pasa de California. —Luego hizo lo que ella había esperado que hiciera desde el momento en que había abierto la puerta. La miró de arriba abajo. Una ligera atracción centelleó en sus ojos y ella se relajó. Estaba interesado en ella.

—¿Acabaste con el agua caliente? —preguntó mientras un profundo ceño le oscurecía los rasgos.

Miley agrandó los ojos.

—Creo que sí.

—De todas formas, ya no importa, maldita sea —juró él mientras giraba la muñeca para mirar el reloj—. Incluso saliendo ahora se acabarán las ostras antes de que llegue. —Se dio la vuelta y caminó por el pasillo hacía la sala—. Creo que me tomaré unos frutos secos con cerveza y palomitas de maíz rancias.

—Si tienes hambre, puedo cocinar algo —dijo Miley mientras lo seguía.

Él la miró por encima del hombro.

—Paso.

Ella no estaba dispuesta a dejar escapar la oportunidad de impresionarlo.

—Soy una cocinera estupenda. Podría hacerte una cena riquísima en un periquete.
Nick se detuvo en la mitad del pasillo y se volvió hacia ella.

—No.

—Pero yo también tengo hambre —dijo, lo cual era mentira.

—¿No comiste antes lo suficiente? —Se metió las manos en los bolsillos de los vaqueros y cambió el peso de pie—. Ernie se olvida algunas veces de que no todo el mundo come tan poco como lo hace él. Deberías habérselo dicho.

—Bueno, no quería importunar más de lo que lo había hecho —dijo, sonriendo dulcemente. Notó que él vacilaba y presionó un poquito más—. No quería herir los sentimientos de tu abuelo, pero no he comido en todo el día y me muero de hambre. Ya sé cómo son las personas mayores. Comen sopa o ensalada y dicen que es una comida completa mientras que para el resto de los mortales es sólo el primer plato.
Nick curvó los labios ligeramente.

Miley tomó la leve sonrisa como la señal de que habían llegado a un acuerdo y se dirigió a la cocina. Para ser un deportista que admitía que no le gustaba cocinar, la cocina era sorprendentemente moderna. Abrió la nevera panelada en madera y revisó en silencio el contenido. Ernie había mencionado que la cocina estaba bien surtida y no había bromeado.

—¿Podrías hacer atún en salsa? —preguntó 
Nick desde la puerta.

Las recetas giraron en su cabeza como un Rolodex mientras abría una alacena donde se acumulaban varios tipos de pasta y un montón de especias. Miró a 
Nick que apoyaba el hombro contra el marco de la puerta.

—¿No me digas que quieres atún con salsa? A algunas personas les gusta mucho, pero si puedo no olerlo nunca más, sería muy feliz.

—¿Podrías hacer un buen desayuno?

Miley cerró la alacena y se giró hacia él. El cinturón negro de seda se soltó.

—Por supuesto —dijo, volviendo a atárselo con fuerza—. Pero, ¿por qué querrías desayunar con todo ese marisco en la nevera?

—Como marisco cuando quiero —contestó él con un encogimiento de hombros.

Ella había desarrollado unas magníficas habilidades culinarias durante los años que había recibido clases de cocina y tenía ganas de impresionarlo.

—¿Estás seguro de que sólo quieres un desayuno? Hago un pesto de muerte y mis linguini con salsa de almeja están para chuparse los dedos.

—¿Y sabes hacer tortitas con caramelo?

Decepcionada le preguntó:

—No estarás hablando en serio, ¿verdad? —Miley no podía recordar que le enseñaran a hacer tortitas, pero era algo que sabía hacer de siempre. Se había criado haciéndolas—. Pensaba que querías ostras.

Él se encogió de hombros otra vez.

—Prefiero un desayuno grande y grasiento. Algo que haga subir el colesterol al estilo sureño.

Miley sacudió la cabeza y volvió a abrir la nevera.

—Freiremos toda la carne de cerdo que podamos encontrar.

—¿Nosotros?

—Sí —colocó el bacón en la encimera, luego abrió la nevera—. Necesito que cortes rodajas de bacón mientras hago las tortitas.

El hoyuelo reapareció en la bronceada mejilla cuando sonrió y se impulsó desde el marco de la puerta.

—Eso sí que puedo hacerlo.

El placer de ver su sonrisa provocó un aleteo en el estómago de Miley. Colocó el paquete de salchichas en el fregadero y abrió el agua caliente. Imaginaba que con una sonrisa como ésa no tendría ningún problema en conseguir que las mujeres hicieran lo que él quisiera cuando quisiera.

—¿Tienes novia? —le preguntó, cerrando el agua y empezando a sacar la harina y los demás ingredientes de las alacenas.

—¿Cuántas rodajas corto? —preguntó en lugar de contestar a su pregunta.

Miley lo miró por encima del hombro. Él sujetaba el bacón con una mano y tenía un cuchillo en la otra.

—Tantas como pienses comer —respondió—. ¿Vas a contestar a mi pregunta?

—No.

—¿Por qué? —Ella mezcló harina, sal y levadura en un bol sin ni siquiera medirlos.

—Porque... —comenzó mientras cortaba un trozo de bacón— ... no es asunto tuyo.

—Acuérdate de que somos amigos —le recordó, muriéndose de ganas por conocer detalles de su vida personal. Mezcló aceite en spray con la harina y añadió—: Los amigos se lo cuentan todo.

Paró de cortar y la buscó con sus ojos azules.

—Contestaré a tu pregunta si tú contestas a una mía.

—De acuerdo —dijo, creyendo que siempre podría decir una mentirijilla inocente si se veía obligada.

—No. No tengo novia.

Por alguna razón su confesión hizo que el aleteo en su estómago se intensificara.

—Ahora es tu turno. —Se metió un pedazo de bacón en la boca antes de preguntar—: ¿Cuánto tiempo hace que conoces a Virgil?

Miley sopesó la pregunta moviéndose por detrás de 
Nick para coger la leche de la nevera. ¿Debería mentir?, ¿debería decir la verdad?, ¿o quizá ninguna de las dos cosas?

—Casi un mes —contestó con sinceridad y agregó un chorrito de leche al bol.

—Ah —dijo él con una sonrisa lacónica—. Amor a primera vista.

Al oír su tono suave y condescendiente, se dirigió hacia él señalándolo con la cuchara de madera.

—¿No crees en el amor a primera vista? —Apoyó el bol en su cadera izquierda y lo batió como había visto hacer a su abuela miles de veces antes, como ella misma había hecho más veces de las que podía recordar.

—No. —
Nick negó con la cabeza y comenzó a cortar rodajas de bacón otra vez—. Especialmente si se trata de una mujer como tú y un hombre tan viejo como Virgil.

—¿Una mujer como yo? ¿Qué se supone que quieres decir?

—Ya sabes lo que quiero decir.

—No —dijo, aunque se hacía una idea—. No sé de qué hablas.

—Vamos. —El frunció el ceño y la miró—. Una chica joven y atractiva a la que le gusta... hum. —Se interrumpió y señaló con el cuchillo el dedo de Miley—. Sólo hay una razón por la que una chica como tú se casa con un hombre que se hace la raya del pelo por encima de la oreja.

—Me gustaba Virgil —se defendió y batió la masa hasta conseguir una pelota densa.

Él arqueó una ceja con escepticismo.

—Quieres decir que te gustaba su dinero.

—Eso no es cierto. Puede ser encantador.

—También puede ser un autentico hijo de pu/ta, pero teniendo en cuenta que sólo lo conoces desde hace un mes, puede que no lo sepas.

Procurando no perder los estribos y lanzarle otra vez algo, estropeando de paso la oportunidad de recibir la invitación de quedarse unos días más, Miley colocó el bol en la encimera.

—¿Por qué saliste corriendo de la boda?

No estaba dispuesta a confesarle a él sus razones.

—Simplemente cambié de idea, eso es todo.

—¿O porque al final te diste cuenta de que ibas a tener que mantener relaciones sexuales con un hombre lo suficientemente viejo como para ser tu abuelo durante el resto de tu vida?

Miley cruzó los brazos y lo miró con el ceño fruncido.

—Ésta es la segunda vez que sacas el tema. ¿Por qué estás tan fascinado por la relación que tengo con Virgil?

—No estoy fascinado. Sólo siento curiosidad —la corrigió, y continuó cortando algunas lonchas de bacón más, antes de soltar el cuchillo.

—¿Se te ha ocurrido pensar que quizá no he tenido relaciones sexuales con Virgil?

—No.

—Bueno, pues no las tuve.

—Gilipolleces.

Miley dejó caer las manos a los costados y cerró los puños.

—Tienes una mente y una boca muy sucias.

Impasible, 
Nick se encogió de hombros y apoyó una cadera en el borde de la encimera.

—Virgil Duffy no se hizo millonario dejando nada al azar. No habría pagado por tener una simpática joven en la cama sin catarla antes.

Miley quiso gritarle a la cara que Virgil no había pagado por ella, pero lo había hecho. Sólo que no había recibido retribución a cambio de su inversión. Si se hubiesen casado, sí la habría tenido.

—No me acosté con él —insistió sin saber si sentirse enojada o dolida porque la hubiera juzgado tan mal.
Nick alzó ligeramente las comisuras de los labios y un mechón de su espeso pelo negro le cayó sobre la frente cuando negó con la cabeza.

—Escucha, cariño, no me importa si te acostaste con Virgil.

—¿Entonces por qué sigues dándole vueltas al tema? —preguntó, y se recordó a sí misma que no importaba lo exasperante que 
Nick se mostrara, no podía perder los estribos con él otra vez.

—Porque creo que no te das cuenta de lo que has hecho. Virgil es un hombre muy rico y poderoso. Y lo has humillado.

—Lo sé. —Ella bajó la mirada a la pechera de su camiseta sin mangas—. Pensaba llamarle mañana y disculparme.

—Mala idea

Ella lo miró a los ojos.

—¿Demasiado pronto?

—Oh, sí. Y el año que viene también será muy pronto. Si yo fuera tú, sacaría el **** de este estado. Y tan pronto como fuera posible.

Miley dio un paso adelante, deteniéndose a varios centímetros del pecho de 
Nick y lo miró como si estuviera asustada, cuando la verdad era que Virgil Duffy no la asustaba ni un poquito. Lamentaba lo que le había hecho ese día, pero sabía que lo superaría. No la amaba. Sólo quería poseerla y no pretendía enfrentarse a él esa noche. En especial cuando tenía una preocupación más urgente: cómo conseguir una invitación de Joe antes de que se hiciera vieja.

—¿Qué es lo que va a hacer? —preguntó, arrastrando la voz—. ¿Contratar a alguien para matarme?

—Dudo que llegara a esos extremos —respondió, bajando la mirada a la boca de Miley—. Pero podría hacer que fueras una niña muy infeliz.

—No soy una niña —susurró y se le acercó lentamente—. ¿O no lo has notado?
Nick se apartó de la encimera y la miró a la cara.

—No soy ni ciego, ni retrasado. Claro que lo he notado —dijo, deslizándole la mano alrededor de la cintura hacia el hueco de la espalda—. He notado muchas cosas de ti y si te quitas esa bata, estoy seguro de que me harías un hombre sonriente y feliz. —Le deslizó los dedos por la espalda, rozándola entre los hombros.

Aunque 
Nick estaba cerca, Miley no se sentía amenazada. Su ancho pecho y sus grandes brazos le recordaban su fuerza, pero sabía instintivamente que podría echarse para atrás en cualquier momento.

—Bomboncito, si dejo caer la bata, la sonrisa que se te pondría en la cara no se borraría ni con cirugía —bromeó, exudando seducción sureña en la voz.

Él le bajó la mano al trasero y le ahuecó una nalga. La estaba desafiando con la mirada a que lo detuviera. La estaba retando, tanteándola para saber hasta donde le dejaba llegar.

—Caramba, bien podrías valer un poco de cirugía —dijo al final, aliviando la tensión.

Miley se quedó paralizada durante un instante al sentir la suavidad de la caricia. A pesar de que le acariciaba el trasero y las puntas de sus senos le rozaban el tórax, ella no se sentía ni manoseada ni presionada. Se relajó un poco y le apretó las palmas de las manos contra el pecho.

Sintió bajo las manos sus definidos músculos.

—Pero no vales mi carrera —dijo él, soltándola.

—¿Tu carrera? —Miley se puso de puntillas y le prodigó unos besos suaves en la comisura de sus labios—. ¿De qué estás hablando? —preguntó disponiéndose a escapar si él hacía algo que no quería.

—De ti —contestó contra sus labios—. Me harías pasar un buen rato, nena, pero eres perjudicial para un hombre como yo.

—¿Eso crees?

—Me cuesta mucho decir que no a cualquier cosa desmedida, satinada, o pecaminosa.

Miley sonrió.

—¿Y cuál de ellas va por mí?
Nick se rió entre dientes contra su boca.

—Miley nena, creo que eres las tres cosas a la vez y me gustaría enterarme de lo mala que puedes llegar a ser, pero no va a pasar.

—¿Qué es lo que no va a pasar? —preguntó intrigada.

Se echó hacia atrás lo suficiente como para verle la cara.

—Algo salvaje y pecaminoso.

—¿Qué?

—Sexo.

Un enorme alivio la atravesó.

—Creo que hoy no es mi día de suerte —dijo en un tono insinuante a la vez que intentaba ocultar una gran sonrisa, aunque fracasó estrepitosamente.

4 comentarios:

  1. Me encanta subí pronto o maratón mejor no dejes de escribir :)

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  2. amooo esta novela es hermosa
    me enamora en cada palabra
    miley con su dulzura y nick con su actitud de chico malo
    conforman la pareja perfecta
    en serio no dejes de subirla porfis
    SIGUELAA!!!!
    BESOS

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  3. Siguelaaaaaa por fis no la dejes así ni dejes de escribir !!!

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