jueves, 1 de mayo de 2014

Paraíso Robado - Cap: 65



Inquest, la oficina de investigación de Intercorp, tenía su cuartel general en Filadelfia y estaba dirigida por Richard Olsen, un ex miembro de la CIA. Olsen esperaba a Nick en la zona de recepción de Intercorp, a la mañana siguiente.

–Me alegro de verte, Nick –dijo Olsen, y ambos hombres se estrecharon la mano.

–Espera cinco minutos. Antes de empezar tengo que hacer una llamada telefónica.

Cerró tras él la puerta de su despacho y llamó a un número privado. La llamada sonó en el despacho del presidente de un gran banco de Chicago, que respondió de inmediato.

–Soy Nick –se anunció, y añadió enseguida–: Reynolds Mercantile se echa atrás y no le concede el préstamo a Bancroft, tal como pensábamos que sucedería. El otro prestamista que encontró Reynolds también ha anunciado su retirada.

–La economía se tambalea y los bancos se muestran reticentes a conceder préstamos. Reynolds Mercantile ha tenido dos grandes quiebras este trimestre, así que durante algún tiempo intentarán obtener fondos.

–Todo eso ya lo sé–le espetó Nick, impaciente–. Lo que no sé es si las amenazas de bomba serán suficientes para que consideren a Bancroft un riesgo, y en consecuencia quieran desprenderse de algunos de los préstamos concedidos a esa empresa.

–¿Lo intentamos?

–Hoy –ordenó Nick.

–¿Por el mismo procedimiento que la vez pasada? Nosotros compramos los préstamos para Collier Trust y tú te comprometes a quitárnoslos de las manos en un plazo no superior a sesenta días. ¿Es así?

–Exacto.

–¿Podemos mencionar a Reynolds el nombre? ¿Quiero decir, Collier Trust? ¿No verá la conexión?

–Era el nombre de soltera de mi madre –le respondió Nick–. Nadie lo asociará conmigo.

–Si este asunto de las bombas se resuelve sin daño serio para el valor total de Bancroft –añadió el banquero–, a mi banco podría interesarle retener los créditos cuando se alcance una estabilidad.

–En un caso así, discutiremos las condiciones –accedió Nick, para quien eso no era motivo actual de preocupación–. Una vez que tengas los préstamos en tus manos, asegúrate de decirle a Reynolds que Collier quiere financiar también el proyecto de Bancroft en Houston. Que llame enseguida a Miley Bancroft y se lo haga saber. Me interesa que ella se entere cuanto antes de que los fondos para Houston están disponibles.

–Todo se hará como tú dices.

Después de colgar, Nick llamó a Eleanor para que hiciera pasar a Olsen. Sin mostrar impaciencia vio cómo el detective se quitaba el abrigo, pero aún no se había sentado cuando Nick le preguntó:

–¿Qué sabe la policía de las bombas?

–No demasiado –contestó Olsen, abriendo su maletín y sacando una carpeta que colocó sobre sus rodillas–. Sin embargo, han llegado a algunas conclusiones interesantes. Y yo también.

–Oigámoslas.

–Para empezar, la policía cree que las bombas fueron colocadas de modo que pudieran ser descubiertas antes de estallar. En efecto, aparte de que los autores de los presuntos atentados telefonearon con mucha antelación, los artefactos fueron hallados en lugares bastante obvios. Por otra parte, los explosivos eran obra de un profesional. Tengo el presentimiento de que no estamos ante un demente est/úpido que toma represalias contra Bancroft por alguna presunta ofensa que la compañía le haya hecho. Si la policía está en lo cierto, y creo que lo está, quien puso las bombas no tenía intención de causar daño alguno a las instalaciones ni tampoco a las personas. De ser así, el único motivo lógico de estas acciones es provocar el pánico entre la clientela para espantarla y producir una caída en las ventas. Por lo que sé, las ventas se derrumbaron ayer en todas las sucursales de la compañía, y el valor de sus acciones ha sufrido también una considerable caída. La pregunta es: quién puede desear un hecho así y por qué.

–No lo sé –dijo Nick, esforzándose por no mostrar su frustración–. Ayer te dije por teléfono que se rumorea que hay una firma, aparte de la mía, que intenta lograr el control de Bancroft. Quienquiera que sea, ha ido acumulando acciones de la empresa de un modo lento, discreto e inflexible. Cuando yo empecé a hacer lo mismo, el precio de las acciones subió. Así pues, debemos aceptar la existencia de una entidad depredadora que anda metida en este asunto. Supongo que decidieron asustarme con el asunto de las bombas, aun a sabiendas de que Bancroft iba a sufrir grandes pérdidas. La otra posibilidad es que estén intentando hacer bajar el precio de las acciones de Bancroft para comprar la firma a un precio más económico.

–¿Se te ocurre quién puede ser?

–No. Pero es obvio que quiere apoderarse de Bancroft a toda costa. Esa empresa está endeudada y a corto plazo es claramente una mala inversión.

–Está claro que eso no va contigo.

–En este caso yo no busco beneficios.

Sin rodeos, como era habitual en él, Olsen le lanzó la pregunta.

–Entonces, ¿por qué estás comprando sus acciones? –Como no obtuvo respuesta, el detective levantó las manos y añadió–: Busco motivos que no sean económicos, Nick. Si conozco los tuyos, quizá descubra algunas claves que otros podrían compartir.

–Al principio buscaba la venganza contra Philip Bancroft –reveló Nick, aparcando la discreción para entregarse a otro deseo más fuerte, el de resolver el acertijo.

–¿Hay alguien más, con mucho dinero, que quiera vengarse de Philip Bancroft?

–¿Cómo diablos quieres que lo sepa? –le espetó Nick, levantándose y empezando a deambular por el despacho–. Ese hombre es un arrogante hijo de pu/ta, por lo que supongo que no seré su único enemigo.

–Está bien. Empezaremos por ahí. Averiguamos que enemigos pueda tener que vean la posibilidad de vengarse y de obtener un beneficio económico a largo plazo. Claro está que tendremos que seleccionar a los que pueden permitirse el lujo de una venganza así, que no serán muchos.

–Pero eso suena absolutamente ridículo.

–No lo creo, si tenemos en cuenta que ninguna empresa legítima, cuya motivación sea puramente el beneficio económico, recurriría a las bombas como medio para debilitar a su presa.

–Sigue siendo ridículo –arguyó Nick–. Tarde o temprano conoceremos sus intenciones, y en el momento en que eso suceda serán sospechosos de los atentados.

Olsen replicó bruscamente:

–Ser sospechoso no significa nada a menos que se posean pruebas.

A mediodía las ventas no se habían recuperado en ninguna de las sucursales de Bancroft, y 
Miley intentaba mantenerse lejos de los ordenadores. Mark Braden regresaría en cualquier momento de Nueva Orleans y en cuanto a Philip... era extraño que todavía no hubiera aparecido. Cuando Phyllis anunció que tenía una llamada de Parker, Miley se sintió aliviada, porque le permitiría olvidar momentáneamente sus preocupaciones.

–Hola, hermosa –oyó decir a Parker con voz alegre–. ¿Puedes soportar una buena noticia?

–No estoy segura, pero inténtalo –respondió 
Miley, sonriendo.

–He encontrado a alguien dispuesto a financiar el terreno de Houston y, lo que es mejor, todo el proyecto de edificación posterior. Vinieron a mi oficina como ángeles caídos del cielo, pidiéndome que les vendiera créditos.

–Es una noticia maravillosa –dijo 
Miley con velado entusiasmo. No obstante, quedaba el problema del pago de los tres créditos suscritos para los tres planes de expansión. Los primeros plazos vencerían en un período de seis meses. Si las ventas no experimentaban un rápido incremento...

–No pareces muy contenta –observó Parker.

–Me preocupa el bajo nivel de negocios en nuestras tiendas –admitió 
Miley–. No debería decirle una cosa así a nuestro banquero, pero nuestro banquero es también mi amigo.

–A partir de mañana –comentó Parker, vacilante– seré solo tu amigo.
Miley se puso rígida.

–¿Qué quieres decir? –inquirió.

–Necesitamos dinero contante y sonante –replicó él tras exhalar un suspiro de resignación–. Vamos a venderle tus créditos al mismo inversor que te prestará el dinero para el proyecto de Houston. En lo sucesivo, los pagos se los harás a Collier Trust.
Miley arrugó la nariz, pensativa.

–¿A quién?

–Es una sociedad llamada Collier Trust. Trabajan con el Criterion Bank, que está en la esquina de Bancroft, y esa entidad responde por ellos. En realidad los de Criterion fueron los que me propusieron la transacción en nombre de Collier. Collier Trust es una sociedad privada con grandes excedentes de capital que se queda con buenos créditos cuando están en venta. Para asegurarme, utilicé mis contactos y el informe que me han dado no puede ser mejor. Collier es una empresa sólida y muy seria.
Miley se sintió vagamente inquieta. Unos meses antes el mundo parecía un lugar estable y predecible. Su vida personal, su mundo profesional, las relaciones de negocios entre Bancroft y Reynolds Mercantile eran inquebrantables. De pronto, toda estaba en estado de cambio, no había nada permanente.

Le dio las gracias a Parker por todo, pero cuando colgó el nombre de Collier Trust seguía causándole un indefinible malestar. Decidió que quizá fuera miedo a lo desconocido y nada más. Sin embargo, jamás había oído ese nombre, pero aun así le resultaba familiar.

Llegó Mark Braden, sin afeitar, con aire sombrío. 
Miley abandonó aquellos pensamientos, dispuesta a afrontar el problema más urgente, el de las bombas.

–Vengo directamente del aeropuerto, como me pediste –dijo en primer lugar, acusándose así por su aspecto. Acababa de arrojar el abrigo en un sillón cuando fuera sonaron voces sorprendidas. Las secretarias saludaban efusivamente a Philip Bancroft. 
Miley se puso de pie, dispuesta a presentar batalla. Aquel iba a ser un hueso duro de roer.

Su padre entró en el despacho dando un portazo al cerrar.

–Está bien, escuchemos la historia. El maldito avión tuvo una avería y se ha retrasado horas. –Tomando el mando con su inimitable estilo, avanzó, arrojó el abrigo sobre un sillón y se encaró con Mark Braden–. ¿Y bien? ¿Qué has averiguado con respecto a ese asunto de las bombas? ¿Quién está tras ello? ¿Por qué no estás en Nueva Orleans, puesto que ese parece ser el objetivo principal?

–Acabo de volver de allí y hasta ahora solo tenemos teorías –empezó a decir Mark Braden, paciente; pero se interrumpió al observar que Philip se dirigía a los ordenadores, apretaba una serie de botones y maldecía al ver los resultados en las pantallas. Hasta el momento, en todas las sucursales las ventas del día eran mucho más bajas que las del mismo día del año anterior. Philip terminó por palidecer, hasta el punto de que el bronceado adquirido en el crucero pareció esfumarse de su rostro.

–¡Dios mío! –susurró–. Es peor de lo que esperaba.

–Pronto mejorará –intervino 
Miley, tratando de tranquilizarlo. Por fin su padre le dio un beso en la mejilla. En otras circunstancias Miley se habría reído de su aspecto, con el traje arrugado por el largo vuelo, la barba sin afeitar y el pelo alborotado–. Los clientes nos han dado la espalda momentáneamente –añadió la joven–, pero será cuestión de un par de días, cuando el escándalo de las bombas se haya desvanecido. –Empezó a levantarse para que Philip se sentara en el sillón presidencial, pero se quedó sorprendida cuando le indicó con un gesto que se quedara donde estaba, mientras él se sentaba en uno de los sillones de las visitas. Miley se dio cuenta de que su padre estaba más exhausto y tenso de lo que parecía.

–Empieza por el principio, desde el día que me marché –le dijo Philip a su hija–. Y tú siéntate, Mark. Antes de escuchar tus teorías quiero conocer los hechos por boca de 
Miley. ¿Ya habéis comprado el terreno de Houston?
Miley se quedó rígida ante la mención de este asunto y miró a Mark.

–¿Te importaría esperar fuera unos minutos, Mark? Quiero discutir este...

–¡No seas ridícula! –interrumpió su padre–. En Braden se pucde confiar y tú tendrías que saberlo.

–Y lo sé –aseguró la joven con gran convicción e irritada por el tono de voz de Philip, pero aun asi insistió–. Mark, es cuestión de cinco minutos.

Cuando Braden se hubo marchado, 
Miley se puso de pie y, rodeando el escritorio, se sentó en el borde, frente a su padre.

–Si vamos a hablar del proyecto de Houston quiere decir que tendremos que hablar de Nick. ¿Tendrás la suficiente calma para escuchar sin ponerte furioso?

–Tienes razón con respecto a Farrell. Ya lo creo que vamos a hablar de él. Pero primero quiero salvar mi negocio.

El instinto le dijo a 
Miley que era el momento adecuado para abordarlo todo, incluida su relación con Nick. Philip estaba distraído con los asuntos del negocio y Mark Braden esperaba fuera para darles cuenta de lo que sabía, de modo que su padre no tendría mucho tiempo para enfurecerse y maldecir ante cada cosa que ella le contara.

–Has dicho que deseas saberlo todo. Te lo contaré de forma resumida y en orden cronológico, así terminaremos pronto, pero debes entender que, en parte, Nick está implicado en lo que tengo que contarte.

–Habla –ordenó Philip, frunciendo el entrecejo.

–Muy bien –contestó ella, sacando el diario que llevaba desde el momento en que se hizo cargo de la presidencia interina–. Quisimos comprar el terreno de Houston, pero alguien se nos adelantó. –Miró fijamente a su padre y añadió–: Intercorp fue el comprador.

Philip dio un respingo y casi se levantó del asiento.

–Siéntate y cálmate –le dijo 
Miley, suave pero firmemente. lntercorp invirtió veinte millones y luego tasó el terreno en treinta. Fue obra de Nick en represalia contra ti, porque descubrió que habías bloqueado su propuesta de recalificación en Southville. Nick estuvo también a punto de entablar un pleito contra ti, contra el senador Davies y contra la comisión recalificadora. –Philip palideció al oír esto y Miley agregó con rapidez–: Todo está arreglado. No habrá juicio y Nick nos vende el terreno por el precio de compra, veinte millones.

Observó detenidamente a su padre, deseosa de ver en su rostro cierta calma, en reconocimiento a la noble conducta de Nick; pero Philip apenas lograba contener su rabia y su odio. 
Miley volvió a consultar su diario. Se alegró de que el siguiente asunto no tuviera nada que ver con Nick.

–Sam Green me informó de que nuestras acciones eran objeto de un interés desmesurado en el mercado de valores. Subieron hasta que se produjo la primera amenaza de bomba la semana pasada, fecha en que empezaron a bajar. Uno de estos días sabremos quien o quienes son los nuevos accionistas y el volumen del paquete adquirido...

–¿Utilizó acaso Sam la palabra fusión hostil? –quiso saber Philip con voz tensa.

–Sí –admitió 
Miley con renuencia. Pasó una página–. Pero convinimos en que era una preocupación imaginaria porque en este momento no somos una buena inversión. Como sabes, sufrimos una amenaza de bomba en Nueva Orleans, pero no hubo tal bomba. Las ventas bajaron en los días stguientes, pero luego se recuperaron hasta el nivel anterior.

Y así fue exponiendo todos los detalles, incluida la llamada de Parker de aquella misma mañana para informar de que en adelante obtendrían los préstamos de otra fuente. Al terminar, escrutó con preocupación el rostro de su padre, pues temía que no pudiera resistir tanto dado su precario estado de salud. Philip permanecía inmóvil, pero no estaba tan pálido.

–Y ahora vayamos a los asuntos personales, es decir, Nicholas Farrell en particular. –Como un desafío, le lanzó la pregunta–: ¿Estás en condiciones de discutir este asunto?



–Sí –respondió Philip.

Ella suavizó el tono.

–Cuando descubrí que había comprado el terreno de Houston fui a su apartamento para hablar con él, pero Nick no estaba. El que sí estaba era su padre, que me acusó de tratar de arruinar la vida de su hijo y de haber abortado voluntariamente hace once años. Me advirtió que dejara en paz a Nick y no me interpusiera en su camino. –Philip apretó los dientes, pero 
Miley prosiguió con voz tranquila–: Ese fin de semana fui a ver a Nick a su casa de Edmunton, y juntos lo aclaramos todo. Comprendimos lo que habías hecho, sin olvidar tu prohibición de que entrara a verme en el hospital. –Sonrió con tristeza–. Cuando tuve tiempo de pensar me di cuenta que creíste actuar en beneficio mío, protegiéndome contra un cazafortunas, que es como lo llamaste entonces. No deberías haberte entrometido –añadio con aire sombrío–. Yo lo amaba y nunca superé del todo el dolor de que me hubiera abandonado a mí y a mi niño, cosa que me indujiste a creer y que no era cierta. En resumen, me hiciste más daño del que Nick me habría causado de ser verdad lo que tú pensabas de él. Sin embargo, sé que no era eso lo que pretendías. –Se quedó mirando la rígida expresión de su padre. Esperaba un comentario que no se produjo, por lo que Miley siguió hablando–: La semana siguiente a mi visita a la casa de Nick arrestaron al falso abogado cuyos servicios contrataste. El hombre empezó a dar nombres de clientes, entre los que figuraba el mío y el de Nick. Se armó un escándalo público en torno a nosotros dos y a Parker. Nick actuó con rapidez, obteniendo la libertad bajo fianza del farsante y poniéndolo a buen recaudo. Luego él, Parker y yo, a iniciativa de Nick, dimos una conferencia de prensa conjunta, presentándonos como un grupo bien unido. Conseguimos así un respiro, pero por desgracia, la semana pasada salimos a cenar para celebrar mi cumpleaños y Parker bebió demasiado, y la fiesta terminó a ****azos. Los medios de comunicación volvieron a cebarse en nosotros. –Intentó inyectar una nota de humor al desenlace de aquel estropicio–. Lo que puedo decir es que a partir de la conferencia de prensa, y durante varios días, nuestras ventas experimentaron un notable incremento, debido a toda la publicidad en torno a nosotros.

Philip no sonrió. Cuando por fin habló la voz le temblaba de rabiosa incredulidad.

–No habrás roto tu compromiso con Parker...

–Sí.

–Por Farrell.

–Sí. Le quiero –dijo tranquilamente y con absoluta convicción.

–Entonces eres una idi/ota.

–Y él me quiere a mí.

Philip se puso de pie. Tenía los labios torcidos en un gesto de desprecio.

–Ese monstruo no te quiere ni te desea. Lo único que busca es vengarse de mí.

Su tono era tan agresivo como las palabras mismas, pero 
Miley no se amedrentó ni vaciló.

–Nick entiende que hasta que pasen unas semanas no podré ir a vivir con él, ya que en la conferencia de prensa aseguró que apenas nos conocíamos y que no existía posibilidad alguna de reconciliación. –Hizo una pausa y concluyó con tono resuelto–: Vosotros dos tendréis que aprender a toleraros. No quiero negar que Nick todavía está furioso por lo que hiciste, pero me ama y por eso tarde o temprano te perdonará, e incluso tratará de ser tu amigo...

–¿Te ha dicho él eso, 
Miley? –preguntó Philip con mordaz sarcasmo.

–No –admitió ella–. Pero...

–Entonces déjame que te cuente lo que me dijo hace once años –masculló Philip con los puños sobre la mesa–. Ese hijo de pu/ta me advirtió, me amenazó en mi propia casa, con que si me interponía entre vosotros me compraría y luego me enterraría. En aquella época no tenía ni mil dólares, de modo que sus palabras eran una amenaza sin fundamento, pero ahora... ¡Dios, ahora su amenaza es muy real!

–¿Qué hiciste entonces para obligarlo a decir una cosa así? –quiso saber 
Miley, tratando de adivinar la respuesta.

–No te lo ocultaré. Intenté comprarlo para que desapareciera de tu vida y cuando rechazó el dinero, le di un ****azo.

–¿Te lo devolvió? –le preguntó 
Miley, consciente de que Mart no lo habría hecho.

–¡No fue tan est/úpido ! Estábamos en mi propia casa y yo habría llamado a la policía. Además, no quería enemistarse contigo, cosa que podía ocurrir si me golpeaba. Farrell sabía que ibas a heredar millones de tu abuelo y quería apoderarse de ese capital. Me advirtió de lo que ocurriría si me interponía en su camino y ahora intenta llevar a cabo su venganza.

–No fue una advertencia, fue una amenaza infundada –dijo 
Miley, repitiendo las palabras de su padre e intentando ponerse en el lugar de Nick–. ¿Qué esperabas que hiciera, que se quedara allí como un imb/écil escuchando tus insultos? ¿Que se dejara humillar sin replicar? Tiene el mismo orgullo que tú y su voluntad es tan fuerte como la tuya. Por eso os detestáis.

Philip abrió la boca ante lo que creía una gran ingenuidad. Se quedó mirando a su hija en silencio y asombrado, mientras su ira se disipaba. Por fin habló con tono casi amable.

Miley, eres una joven muy inteligente, sin embargo, en lo que concierne a ese hombre te tragas todo lo que te dice. Me has dado información relativa a una serie de terribles acontecimientos sucedidos en mi ausencia y que suponen una gran amenaza para nuestro negocio. Y al parecer no se te ha ocurrido pensar que todo ha sucedido, incluyendo las bombas, desde que Farell ha vuelto a aparecer en nuestras vidas.

–¡Oh, no seas ridículo! –repuso ella, y se echó a reír.

–Ya veremos quién es aquí el ridículo –le advirtió él. Inclinándose, tomó el intercomunicador y dio órdenes–. Que entre Braden. Y digale a Sam Green y a Allen Stanley que los quiero aquí enseguida.

En cuanto el abogado de la empresa y el interventor acudieron, Philip se lanzó a la acción.

–En esta reunión me propongo poner todas las cartas sobre la mesa, pero no debe trascender ni una palabra de lo que aquí se diga. ¿Está claro?

Los presentes asintieron con un gesto y Philip se volvió hacia Braden.

–Oigamos tus teorías con respecto a las amenazas de bomba.

–La policía cree, y yo también, que no se intentó causar daño alguno a los almacenes. Al contrario, pues las bombas fueron colocadas cuidadosamente en lugares donde podían ser localizadas sin dificultad antes de que estallaran. Y en caso de que por desgracia no se llegara a tiempo de descubrirlas, dadas sus ubicaciones habrían causado daños menores. Además, aquí en Chicago, donde más se tardó en localizar al artefacto, la policía recibió una llamada en la que se daba una pista. En resumen, todo apunta a que los que se hallan detrás de esto, tuvieron sumo cuidado en no dañar las instalaciones. Muy extraño –admitió Mark con sinceridad.

–No creo que tenga nada de extraño –intervino Philip con cierta ironía–. En realidad, a mí me parece que está lleno de sentido.

–¿Qué sentido? –preguntó Braden, mirando fijamente a Philip.

–Muy sencillo. Si uno se está preparando para lanzar una fusión hostil contra una cadena de grandes almacenes y es lo bastante ruin para colocar bombas en los establecimientos con tal de hacer bajar el precio de las acciones y comprar así la empresa más barata, entonces se cuidará mucho de que los artefactos no dañen aquello que va a ser de su propiedad.

Se produjo un tenso silencio y Philip se volvió hacia Sam Green.

–Quiero una lista de los nombres de toda persona, de toda compañía y toda institución que en los dos últimos meses haya adquirido más de nuestras acciones de una sola vez.

–La tendrás mañana, puesto que está ya casi concluida a petición de 
Miley –afirmó Sam.



–¡Es la primera cosa que quiero ver en mi mesa mañana por la mañana! –ordenó Philip, y luego se encaró con Braden.

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